Según la costumbre judía conforme a lo establecido en el Antiguo Testamento, Jesús debía ser apedreado por blasfemia ya que se había proclamado Hijo de Dios, de tal manera que hubieran podido darle muerte.
Pero quiso la Providencia, ya que Dios es Señor de la historia, que Pilato, que como procurador de Judea residía en la pequeña ciudad de Cesarea Marítima, estuviera por esos días con fuerte custodia militar en Jerusalén, ya que con ocasión de la Pascua se originaban no pocos disturbios entre los habitantes permanentes y los ocasionales visitantes venidos de otras partes.
Este hecho provocó que los judíos no pudieran evadir la jurisdicción de Pilato y además por temor a los judíos piadosos, decidieron presentarlo ante el poder romano para que sea juzgado, siguiéndose después su condenación a la muerte de los esclavos, la crucifixión.
En el lavatorio de los pies del jueves santo, Jesús ya había asumido este papel de esclavo, decisión que atrajo, como vimos, la resistencia de Pedro.
En la primera lectura del día, el profeta Isaías describe la condición de esclavo del Señor, presentándolo desfigurado, maltratado, humillado, pisoteado y denigrado a causa de tantos pecados del hombre, de tal manera que ya no era un hombre.
Con esto, quiso Cristo asemejarse al ser humano, afeado y caído de su grandeza a causa del pecado, ya que quien fuera creado a imagen y semejanza de Dios, pleno de hermosura por la gracia, se había convertido en un ser desfigurado y afeado por el pecado.
En la creación, el hombre es hecho a imagen y semejanza de Dios, en la crucifixión el Hijo de Dios se hace a imagen y semejanza del hombre, por lo tanto desfigurado por el pecado, aunque nunca hubiera pecado, para reconstituir la humanidad por medio de la resurrección gloriosa.
Pero además, en esta degradación humana, Cristo quiso cargar sobre sí las ignominias de todo tipo de la humanidad de todos los tiempos.
Los desfigurados por el vicio, el placer, la droga, la ambición, el odio, la soberbia y la corrupción junto a las envidias mas profundas, estaban presentes en la desfiguración de Cristo.
¡Cuántos desechados y aplastados por tantas miserias y desprecios sufridos en manos de otros estaban presentes en la figura de Cristo mutilado!
Todas las formas de esclavitudes de todos los tiempos están presentes allí en Cristo esclavo, estando vigente en esa figura horrenda el dolor de toda la humanidad causado por el pecado personal y la maldad de los hombres.
El dolor humano, sin embargo, no obstante haberlo asumido Cristo en la Cruz, sigue perturbando el corazón del hombre que sigue no pocas veces insistiendo en alejarse más y más de Dios.
Por el misterio de la Cruz que nos salva, está presente en cada uno de nosotros el Cristo doloroso que nos interpela para que pensemos qué hemos hecho por Él ante tanto bien recibido.
Nos pocas veces nos rebelamos contra Dios quejándonos porque no responde a nuestras peticiones, pero a su vez, no nos preguntamos qué hicimos de bueno, ya que ni siquiera hemos pensado en darle gloria por su bondad y grandeza divinas, mientras que Él nos salvó dejándose triturar por nuestros pecados.
Queridos hermanos: el Señor nos invita a soportar lo mismo que padeciera por nosotros, sentir quebranto con Cristo quebrantado, humillación con Cristo humillado, dolor y lágrimas que por mí va al suplicio de la Cruz.
Pidamos la gracia de comprender todo esto descubriendo que por la muerte en Cruz entramos de lleno de nuevo a la vida de la gracia.
¡Qué Cristo no haya muerto en vano por nosotros, sino que nos cubra con su sangre salvadora para ser hombres nuevos en ésta Pascua!
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Celebración de la Pasión del Viernes Santo. 30 de marzo de 2018. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
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