25 de julio de 2017

Dado que “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, respeta la libertad del hombre, a nadie impone su presencia ni reclama despóticamente la fidelidad.


 …Cristo sigue hablando en parábolas. Esta vez se trata de la siembra del trigo que se ve afectada por la presencia de la cizaña. Esta planta de tallo ramoso, hojas estrechas y espigas anchas y planas cuyos granos contienen un principio tóxico, crece espontáneamente en los sembrados y es muy difícil de extirpar.
El mismo Cristo explica la parábola a sus discípulos, prestos a escuchar y actuar.
El mundo es el campo en el que Dios siembra la buena semilla que son los buenos, los ciudadanos del cielo, aquellos que como el trigo son provechosos delante de Dios y de los hombres.
Pero en el mundo hay otro sembrador que deja su semilla de maldad impunemente, el demonio, que utiliza la cizaña de sus seguidores para implantar su reinado de pecado y muerte. Aprovecha no pocas veces que los buenos duermen, es decir, se descuidan en otros menesteres  omitiendo sus obligaciones como hijos de Dios, o confían siempre en que la Providencia divina velará por ellos librándolos del mal.
Tal es el planteo de la enseñanza de Jesús y su actualidad es manifiesta, ya que también hoy Dios siembra su semilla y el demonio la suya, no sólo en la sociedad en la que vivimos, sino también en el corazón de cada persona en el que se enfrentan de continuo el bien y el mal, inspirados ambos por espíritus distintos.
El demonio tiene sus agentes en los medios de difusión y sus diferentes vertientes, en la política, en la cultura y economía, en los diversos campos del saber y de la vida humana y en las ideologías modernas, con el objetivo de sembrar el error, la confusión y la mentira, engañando al hombre para poder esclavizarlo cada vez más y separarlo de su Creador.
Pero el Señor Dios, en su designio de salvación, espera que quienes deseamos hacer el bien y vivir en el mismo, estemos presentes en todas esas realidades para presentar la dignidad del trigo y la belleza de lo que dignifica al hombre.
Lamentablemente, no pocas veces nos conformamos con la misa dominical y  alguna acción pastoral de fin de semana para tranquilizar la conciencia, dejando vacíos de evangelización los ámbitos en los que nos movemos habitualmente.
Mientras que el demonio corrompe todo a su paso, nosotros pensamos que no es posible luchar contra esta mentalidad malsana, no buscamos los medios para combatir el mal y dejamos de lado la esperanza que confía  en el poder divino.
El trigo del bien sembrado por Dios crece en la niñez, en los jóvenes, en los adultos de buena voluntad, pero a su vez, la cizaña busca la ocasión para actuar y destruir todo lo que pueda, disfrazándose muchas veces de bien para entrar fácilmente en el corazón humano y someterlo. 
Dios es el autor del bien, el demonio, ángel caído, creatura subordinada a Dios, pretende sembrar siempre el mal, y nuestra libertad tendrá que decidir entre el bien que enaltece o el mal que denigra y corrompe, jugándose así  la eternidad.
En el relato evangélico, los criados proponen el exterminio de la cizaña, a lo cual se niega el dueño del campo, manifestando su deseo de que crezcan juntos el trigo y la maleza hasta el momento de la cosecha, que indica ya la muerte personal, ya el fin del mundo, momentos en que se concreta la separación definitiva de unos y otros con disímil meta.
Ante esto surge en nosotros con espontaneidad la pregunta de por qué esperar tanto, por qué el perverso vive tan feliz en su maldad, ¡por qué tiene larga vida, mientras no pocos justos deben sufrir y morir jóvenes tronchándose en ocasiones una vida llena de promesas de bien!
¿A qué se debe que los malvados no son borrados de la tierra para que crezca y abunde el buen trigo para el progreso de los que hacen el bien?
Encontramos la respuesta en la primera lectura del día tomada del libro de la Sabiduría (12,13.16-19) que recuerda a los que dudan del poder divino que Dios “demuestra” su “fuerza” dominando la ira y conduciéndose con paciencia ya que “como eres dueño absoluto de tu fuerza, juzgas con serenidad  y nos gobiernas con gran indulgencia, porque con sólo quererlo puedes ejercer tu poder”.
Más aún, sostiene el texto bíblico que al obrar  Dios con paciencia “enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque después del pecado, das lugar al arrepentimiento”.
Esta paciencia frente a los que se revisten de la malignidad de la cizaña es explicada por san Agustín que dice: “los que son buenos, pero aún están débiles, necesitan en cierto sentido de convivir con los malos, ya sea para adquirir fortaleza con el ejercicio, ya para que comparando los unos con los otros se estimulen a ser mejores”. Más aún, no se arranca la cizaña apenas crece “porque hay muchos que al principio son cizaña, y después se hacen trigo; si a éstos no se los sufre con paciencia cuando son malos, no se consigue el que cambien de costumbres; y si fuesen arrancados en ese estado, se arrancaría al mismo tiempo lo que con el tiempo y el perdón hubiera sido trigo…..El momento oportuno de hacerlos desaparecer, será cuando en el fin de los tiempos, ya no les quede tiempo para cambiar de vida”(cf. Catena Aurea, de  Th de Aquino, comentarios a los evangelios). 
Ahora bien, la misericordia de Dios no se opone a su justicia, de allí que la súplica de los buenos para que se realice la justicia divina es obra del Espíritu, como afirma san Pablo (Rom. 8, 26-27).
Mientras transcurre esta vida temporal, la cizaña puede cambiar en trigo, y cuando llegue la cosecha, es decir, la muerte, o el juicio al fin del mundo, se hará la separación definitiva, de manera que quien siempre obró el mal y no se convirtió, será separado definitivamente de la presencia divina, mientras que quien fue trigo fecundo en obras buenas entrará al granero del cielo.
No se desdice Dios de la misericordia cuando aparta al pecador de su presencia, ya que como dice san Agustín, “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, y así, respetando siempre la libertad humana, a nadie impone su presencia ni reclama despóticamente la fidelidad.
El texto bíblico meditado nos habla, como tantos otros, de la universalidad del juicio definitivo de Dios, como de la subsiguiente reprobación o salvación, según haya sido la respuesta del ser humano, de manera que los ángeles quitarán del Reino del Hijo “todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente; allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre”.
Hermanos: pidamos al Señor que mire con bondad a sus servidores, multiplicando en nosotros los dones de su gracia, para que perseveremos con asidua vigilancia en el cumplimiento de tus mandatos, apoyándonos en la oración confiada y nutriendo nuestra fe, esperanza y caridad con el alimento eucarístico.  


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XVI del tiempo ordinario, ciclo “A”. 23 de julio de 2017. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com






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