4 de agosto de 2025

"Ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios".

  

El apóstol San Pablo, escribiendo a cada uno de nosotros a través de los colosenses (3,1-5.9-11) deja una enseñanza vital para nuestras vidas, diciendo: "ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios".

De esta manera  invita a poner la mirada en el fin último de la vida, que es la contemplación de Dios, la visión beatífica, para la cual nos preparamos mientras vivimos en este mundo, sin dejarnos marear o esclavizar por los bienes de la tierra. 
Ya el autor del Eclesiastés (1,2; 2, 21-23) repite "vanidad de vanidades y todo es vanidad"... y una grave desgracia".
Este libro, que pertenece a la sabiduría divina, invita a  centrar la vida en lo que es realmente importante, ya que  al contemplar todo aquello en lo que el ser humano pone especial atención, le recordará que es pasajero, es vanidad, es frágil, se desvanece, por lo que hay que poner la mirada y atención en los bienes eternos.
Por eso es que el mismo San Pablo dirá, como acabamos de escuchar, que hemos de morir a "todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría", o sea, todo aquello que saca al ser humano del verdadero camino y lo cierra sobre sí mismo, auto contemplándose permanentemente en lo pasajero y frívolo. 
En efecto, las cosas de este mundo  pueden atar permanentemente al hombre, como por ejemplo, el celular, que atrapa y esclaviza, llega a dominarnos, de modo que vivimos  pendientes de lo que hay en las redes sociales o de la última novedad, estamos detrás de las vanidades o de la pornografía y no de los verdaderos bienes. 
Por eso es que la palabra de Dios  vuelve a insistir a través del Evangelio (Lc. 12,13-21), a que poseamos una mirada totalmente nueva, ya que es frecuente nos equivoquemos haciendo el mal.
Y así, este hombre del cual refiere el texto evangélico, que ha acumulado muchos bienes, ha tenido éxito en las cosechas, en su empresa, se pregunta qué hacer con todos esos bienes, pero sin abrirse  a las necesidades del prójimo, sin pensar en ser rico delante de Dios,  sino que solamente se preocupa por sí mismo. 
Su pensamiento se centra en acumular todos estos bienes, por lo que debe construir nuevos espacios para atesorar, y además comer, beber, darse buena vida, descansar, siendo todo eso  vanidad también.
¡Cuántas veces sucede lo que el mismo Jesús reflexiona en el texto! Dios dirá "insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Para quién será lo que has amontonado?"¿De qué te valió acumular tanto, tener muchos bienes? De estos bienes, van a disfrutar otros, no tú. 
De modo que el pensamiento de este hombre, estaba lleno de vanidad,  de lo que es pasajero y terrenal, no tenía puesta su mirada en lo trascendente, sino en lo pasajero,  y así se fue todo. 
Por eso necesitamos cada día reaccionar frente a esta tentación permanente de preocuparnos y de ocuparnos principalmente de las cosas pasajeras. Recordar que todo esto se diluye. Solo permanecen los bienes del cielo, lo que nos espera y  promete el Señor. 
Oremos al Señor para que nuestra preocupación no sea ser rico materialmente en este mundo, sino rico a los ojos de Dios, buscando la amistad con Él y saber dar generosamente de lo nuestro a aquellos que tienen menos.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVIII "per annum". 03 de agosto de 2025. 

28 de julio de 2025

Hemos de pedir a Dios nuestro Padre todo aquello que sea bueno para nuestra vida, sabiendo que el Señor siempre responde para nuestro bien.

 


La idea central en los textos bíblicos  de la misa de hoy es la de la oración y cuál es el modo de realizarla  con eficacia. 
En el libro del Génesis (18,20-32)  encontramos el ejemplo de Abraham haciendo de mediador entre Dios y los habitantes de Sodoma y Gomorra que han ofendido gravemente al Señor.
En efecto, Dios está dispuesto a castigar  las dos ciudades pecadoras, o sea, aplicar la justicia divina, pero Abraham, hace de mediador, tratando que en Dios prime la misericordia por encima de la justicia,  teniendo en cuenta a los justos que hay en esas dos ciudades. 
En el diálogo con Dios, Abraham regatea  hasta llegar a diez justos por lo menos para que las ciudades sean perdonadas, sin embargo,  tampoco los había, por lo que ambas son castigadas severamente. 
La justicia de Dios se realiza totalmente, pero al mismo tiempo conocemos que la oración de mediación como la de Abraham, es una forma concreta que  podemos tener en nuestra vida cotidiana, donde pedimos por los demás, es decir, por la salvación de los justos e imploramos misericordia para quienes no lo son. 
Si miramos la vida actual, podríamos encontrarnos nuevamente en la misma situación, ya que, ¿Qué ciudades existen en este mundo que no sean realmente pecadoras? ¿Cuántos justos hay en cada una de ellas? Por eso, siempre que miramos a Dios nuestro Señor, hemos de considerar siempre que su misericordia es grande para con nosotros, que el amor puede más que la aplicación de la justicia. 
La justicia, que como enseña la parábola del trigo y la cizaña, es retardada hasta el fin de los tiempos, en el momento de la cosecha. ¿Y a qué se debe esta tolerancia, podríamos decir, o paciencia de Dios?. Justamente porque su Hijo, hecho hombre, murió en la cruz por la salvación del hombre, de modo que Dios con frecuencia está dando una nueva oportunidad al ser humano para que se convierta.
Partiendo del hecho que somos hijos de Dios por el sacramento del bautismo, como lo acabamos de escuchar en la carta a los Colosenses (2,12-14), porque  la muerte y resurrección de Jesús fueron aplicadas a nosotros muriendo al pecado y resucitando a una vida nueva, es que  podemos decirle a Dios, Padre, como enseña Jesús en el texto del Evangelio (Lc.11,1-13).
La invocación Padre, glorificado sea tu nombre, santificado sea tu nombre, hace poner en la oración el acento en el Padre del Cielo, en aquel al que pedimos que perdone nuestros pecados como perdonamos a los demás, que no falte el pan de cada día, ya  material o espiritual, que no nos deje caer en la tentación, en fin, todo aquello que permite el crecimiento espiritual del que ora confiadamente. 
El Padre entonces vela por nosotros y al cual invocamos permanentemente, siendo el Padre nuestro la oración principal por medio de la cual invocamos a Dios, pero también Jesús insiste: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, golpeen y se les abrirá.
O sea, hemos de vivir siempre en este espíritu de confianza en el Señor y elevarle a Él las súplicas esperando ser escuchados.
Por otra parte, el mismo Jesús expresa la razón por la que somos escuchados, señalando que si los seres humanos siendo malos dan cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del Cielo  dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan. 
Por eso hemos de pedir a Dios nuestro Padre todo aquello que sea bueno para nuestra vida, sabiendo que el Señor siempre responde. 
Con todo, conviene recordar como señala san Agustín,  que si a veces la oración no tiene respuesta aparente, es porque somos malos, y por lo tanto la oración no llega a Dios como la de Caín, o pedimos lo malo, aquello que para nosotros es algo necesario pero para Dios no, o lo pedimos de mala manera, con prepotencia, como si Dios tuviera siempre la obligación de responder a nuestros pedidos. 
De allí la importancia de tener siempre esa actitud de humildad, de sencillez, como la tuvo Abraham, como la tuvieron los santos a lo largo de su vida, reconociendo la grandeza de aquel a quien se dirigen las súplicas y por lo tanto sujetos a la voluntad del Creador. 
¡Señor, si quieres concédeme esto que necesito y si no hazme ver por qué no me lo das! 
Hermanos: Pidamos la gracia de lo alto para mantenernos siempre fieles al Señor.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVII "per annum". 27 de julio de 2025. 

21 de julio de 2025

"Marta, Marta, te agitas por muchas cosas, y sin embargo una sola cosa es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada"

  


Acabamos de proclamar en el libro del Génesis (18, 1-10) que "El Señor se apareció a Abraham junto al encinar de Mamrè....." pero "Al alzar los ojos, divisó a tres hombres que estaban parados cerca de él". Según algunos estudiosos de la sagrada escritura  esos tres hombres refieren a la presencia trinitaria de Dios. 
Ahora bien, esta presencia divina-humana delante de Abraham suscita en él el poner en práctica la hospitalidad por lo que se preocupa por estos tres hombres que llegan allí en el momento más caluroso del día. Los refugia debajo del árbol, les  dará de comer y  beber, y sólo  quedará tranquilo cuando ellos satisfacen sus necesidades y se disponen  a seguir su camino.
De este modo aparece con toda claridad ese deseo de hospedar no solamente al prójimo sino en este caso sin que a lo mejor se lo imagine totalmente, hospedar al mismo Dios, quiere estar con él y se le promete como premio a todo este recibimiento que dentro de un año Sara tendrá un hijo, cumpliéndose así la promesa en ese hijo de una futura gran descendencia.
Si tomamos el texto del Evangelio (Lc. 10,38-42) encontramos a personas que reciben en su casa a Dios, en este caso a Jesús, porque el lugar donde vivían Marta,  María y Lázaro -esta vez ausente-, lo albergaba con frecuencia, por la amistad entre ellos.
Según algunos, dicen que la preocupación de Marta era porque Jesús estaba con sus discípulos, con la gente que lo acompañaba y por lo tanto había mucho trabajo, sin embargo el texto bíblico no dice nada de eso, cosa rara, porque cuando está presente el Señor con alguno de sus discípulos los evangelistas suelen puntualizar que llegó el Señor y con él lo acompañaba Santiago, Pedro y Juan por ejemplo.
De todos modos la figura de María resalta como alguien que se pone a los pies de Jesús a escucharlo, dejando descansar su espíritu; a su vez,  podemos imaginarnos a Marta corriendo de un lado para el otro acomodando todo, preparando la comida, hasta que llega un momento que se planta delante de Jesús y le dice: por favor dile a mi hermana que me ayude en lugar de estar allí sentada sin hacer nada.
Pero Jesús, con su respuesta, le deja una enseñanza hermosísima: "Marta, Marta te inquietas y te agitas por muchísimas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o màs bien una sola es necesaria. María eligió  la mejor parte, que no le será quitada".
María ha elegido aquello que es lo único importante, escuchar al Señor, ejercer la hospitalidad con Él, dejando que  entre en nuestro corazón, que no sea un invitado de piedra en nuestra casa, sino que realmente encuentre cobijo en cada uno.
Jesús no está condenando la actividad de Marta, sino que plantea una jerarquía de valores, que  lo más importante es la contemplación, el encuentro con el Señor, la búsqueda de su palabra, tratar que  esté presente en nuestras vidas, que es lo que más  cuesta a cada uno.
Como Marta, también estamos enloquecidos todos los días ocupándonos de los quehaceres, de las obligaciones, de las responsabilidades que tenemos, que en sí mismo no está mal, pero no pocas veces dejamos de lado, descuidamos aquel tiempo, aquel espacio sereno en el cual nos encontramos con el Señor, y  esto también repercute en nuestra relación con el prójimo.
Estamos atareados con tantas cosas que muchas veces no atendemos al prójimo que está al lado nuestro, al hijo pequeño que necesita un tiempo para compartir con él los juegos, o aquella persona que tiene problemas, a la que yo puedo acercarme y ayudarle.
O sea, fácilmente uno cae en la sola preocupación por lo que le toca, por lo que le corresponde, dejando de lado a los demás y, Jesús nos está invitando a hacer una síntesis entre lo que es la vida activa y la vida contemplativa.
San Ignacio de Loyola autor de los ejercicios espirituales, enseña que hemos de  ser contemplativos en la acción, o sea, que en el medio del trajinar de las preocupaciones diarias hagamos todo sabiendo que el Señor nos está mirando, protege y quiere entrar a formar parte de nuestra vida, de nuestras preocupaciones y angustias, de todo aquello que para nosotros es importante.
San Agustín decía que la vida activa es propia de la existencia en este mundo y, la vida contemplativa por excelencia será si llegamos con la gracia de Dios a la vida eterna, de manera que tenemos que ir ya preparando nuestro corazón, no permitiendo que las actividades copen todo nuestro día y todo nuestro ser y nos olvidemos de lo que es la contemplación, el encuentro personal con quien es nuestra vida.
Todos estamos llamados a la vida contemplativa según nuestras diferentes obligaciones, y así,  por ejemplo, los que estamos más llamados en razón del sacerdocio, nos desgastamos en mil actividades, y perdemos de vista que lo que debe dar sentido a ese trabajo apostólico diario es  descansar a los pies del Señor por la oración asidua y perseverante.
Hermanos: pidámosle a Dios que se abra nuestro corazón para darle cobijo a Jesús que quiere estar en nuestra existencia como lo hizo por ejemplo el apóstol San Pablo (Col. 1,24-28) al cual hemos escuchado en la segunda lectura que imbuido precisamente del Espíritu de Jesús incansablemente evangelizaba, pero partiendo de una experiencia personal, no solamente había recibido la palabra que debía transmitir sino que había recibido también a Cristo que se había hecho presente en su vida en su corazón en sus pensamientos por eso el mismo San Pablo dirá "no soy yo el que vive sino que es Cristo quien vive en mí" (Gàl. 2,20).

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVI "per annum". 20 de julio de 2025. 

14 de julio de 2025

Teniendo nuestra mirada puesta en la vida eterna, comprendamos que cada uno debe comportarse como prójimo del abatido y abandonado.

 
El apóstol San Pablo, escribiendo a los cristianos de Colosas (1,15-20), comparte esta hermosa descripción sobre  quién es Jesús:  "Cristo Jesús es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación" ya que en Él y para Él fueron creadas todas las cosas visibles e invisibles y resalta que la existencia del Señor es anterior a toda creatura, subsistiendo todo en su Persona, siendo Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia, y ha reconciliado al mundo con el Padre. 
Cristo nuestro Señor en definitiva es el más importante que aún puede ser presentado a cada uno, ya que es en su misterio donde comprendemos  nuestra misión en este mundo. 
Mirándolo a Cristo podemos conocer cómo ha de ser nuestro modo de obrar en este mundo, de manera que todo, tiene su íntima relación y referencia con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. 
Con esta perspectiva de la grandeza del Señor hemos de mirar el texto del Evangelio  (Lc. 10,25-37), porque aquí Jesús,  a raíz de su grandeza, que está por encima de todo, que es cabeza de la Iglesia de la cual formamos parte nosotros, es que Él se presenta como modelo perfecto de samaritano, que acude a cada uno y  rescata de la esclavitud del pecado,  cura nuestras miserias, carga con nuestras necesidades y se preocupa para que nuevamente saneados interiormente podamos dar culto a Dios nuestro Señor.
Precisamente el amor a Dios sobre todas las cosas es algo que podemos captar como impreso en nuestro corazón, como recuerda el libro del Deuteronomio (30,10-14), y a su vez, entendemos que ese amor a Dios y al prójimo van juntos, según el texto del Evangelio, descubriendo que Jesús deja una enseñanza hermosísima sobre ello.
Y así, el doctor de la ley, para justificar su intervención, pregunta ¿Quién es mi prójimo?. Él lo sabe perfectamente,  conoce el Deuteronomio y el Levítico, pero pregunta igual para justificar su intervención, y Jesús deja una enseñanza novedosa, y es  que cada uno debe comportarse como prójimo del abatido y abandonado.
De manera que no tenemos que mirar alrededor nuestro y decidir quién es mi prójimo o quién no lo es, o ir descubriéndolo, sino que tenemos que tener esa actitud de buscar siempre ser próximos, prójimos de aquel que lo necesita. 
En la vida muchas veces pasamos de largo ante las necesidades de los demás, como el sacerdote o como el levita. Muchas veces el cristiano, pasa de largo y deja en el camino al que está herido, al que ha sido despojado de todo, al que está medio muerto, cuando la invitación es acercarnos, sentir compasión como sintió este samaritano, figura que Jesús elige especialmente  porque éstos y los judíos, estaban enemistados,  de manera que quiere enseñar   que aún del enemigo debemos sentirnos próximos, cercanos, dispuestos a movernos compasivamente y salir en su ayuda.
¿Cuántos necesitan una palabra de aliento? ¿Cuántos necesitan una visita? ¿Cuántos necesitan algún consejo para salir de su pecado? ¿Cuántos se encuentran desesperados, angustiados por algún problema y necesitan que los acompañemos? ¿Cuántos necesitan ir por esta vida apoyándose en otros que entiendan sus necesidades, sus tribulaciones y angustias? Por eso Jesús es el primero y, como samaritano viene a nuestro encuentro. 
Por lo tanto, de su grandeza que describe San Pablo de Cristo, pasamos a su figura de samaritano, que con sencillez, con humildad, con pequeñez, se acerca a consolar a los hombres porque todos somos hermanos suyos, hijos del mismo Padre. 
Pidamos su gracia para que en el camino de la vida no pasemos de largo ante aquellos que nos necesitan, sino que conmovidos, busquemos siempre dar consuelo, cariño y compañía, comprendiendo que en esta actitud se juega el conseguir o no la vida eterna.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XV "per annum". 13 de julio de 2025. 

8 de julio de 2025

En la misión nos ha de guiar no solo el amor a Cristo, sino también al prójimo, buscando que Él se haga presente en alguien a quien creíamos que estaba perdido definitivamente.

Además de los doce apóstoles, Jesús elige a 72 discípulos, posiblemente de entre la gente que lo siguen fielmente y los envía a evangelizar para que sean muchos los que alcancen a conocerlo.
Los envía a los lugares a los que Él pensaba recorrer posteriormente,  han de preparar el corazón de los que viven en esos lugares para que pueda ser una realidad el que reciban el Reino de Dios. 
Pero les advierte con vehemencia que irán a cada lugar como ovejas en medio de lobos, porque serán maltratados o no los van a recibir. 
San Pablo escribiendo a los Gálatas, dirá que él está crucificado para el mundo y el mundo está crucificado para él, siendo esto  muy importante en la vida del que evangeliza, ya que estar crucificado para el mundo, significa no vivir pendiente de lo mundano y, a su vez, no permitir que los criterios del mundo le invadan el corazón y le indiquen qué es lo que tiene que hacer en medio de la misión. 
El que evangeliza debe escuchar la voz del Señor, lo que indica,  estar crucificado a lo que pueda apartarlo de su misión, sabiendo que  la fuerza está en Él, no en las tácticas pastorales que conocemos, sino en la fuerza del Evangelio, en la Palabra misma de Dios. 
Por otra parte Jesús indica que vayan de dos en dos porque  en la antigüedad tenía peso el testimonio de dos personas, de manera que sean dos los que evangelicen y den testimonio de que Cristo es el Hijo de Dios vivo, sin ir de casa en casa, eligiendo dónde los pueden recibir mejor, sin especular si es difícil o fácil que los atiendan, sino ir realmente y desear la paz al lugar donde vayan y que si esa paz es merecida, quede con los habitantes de esa casa. 
Y si no son recibidos en una ciudad, en una casa, o en un lugar, adviertan de todos modos que el reino de Dios está cerca, vayan a otro lugar, sacudiendo el polvo adherido en el calzado como señal que indique que cada uno es responsable de aceptar o no la Palabra del Señor, de aceptar o no la vida de Jesús en sus vidas, pero que esto tendrá como consecuencia el ser juzgados con mayor exigencia.  
Rechazos vamos a recibir muchas veces, pero eso no debe acobardarnos en lo que es este camino evangelizador, del cual  habla e invita el Papa León XIV. Hay que evangelizar,  llegar al corazón de las personas alejadas que cada vez son màs y mostrarles el Evangelio,  porque la cosecha es abundante y faltan evangelizadores.
La recepción del evangelio y la adhesión a la persona de Jesús, es la condición para que el demonio se bata en retirada, por eso dirá Jesús que  he visto caer de las alturas al espíritu del mal. 
Y esto es así, porque cuando un alma se entrega a Cristo, al Evangelio, a su Palabra, cambia de vida, y trata de ser alguien convertido, el demonio no tiene nada que hacer en la existencia de esa persona, o de esa familia, o de esa comunidad. 
A su vez, hemos de evangelizar, con alegría, manifestando que vivimos esa felicidad plena propia del compromiso evangélico.
A veces los cristianos no convencemos porque aparecemos delante de la gente con cara de dolor de barriga, por lo que evidentemente el Evangelio no resulta atractivo. 
Hemos de transmitir la alegría que significa estar en unión con Jesús, nuestro Señor, que en la misión nos mueva realmente no solo el amor a Cristo, sino también al prójimo, sin que olvidemos que el acto de amor más pleno es cuando se busca la conversión de alguien que vive en el pecado, cuando buscamos que Cristo se haga presente en alguien a quien creíamos que estaba perdido definitivamente. 
En efecto, no hay que perder nunca la esperanza de llegar al corazón del hombre, porque Cristo nos envía y  se encarga de mover los corazones y los espíritus para que haya una respuesta positiva a su Palabra, a su vida, a su enseñanza.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XIV "per annum". 06 de julio de 2025. 

30 de junio de 2025

La profesión de fe y amor de Pedro, significa la adhesión a la persona del Verbo Encarnado y la voluntad de confirmar en la fe a sus hermanos.


Este día celebramos la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo, tradicionalmente conocido como el día del Pontífice, justamente destacando la figura de san Pedro, aquel que fue elegido por el mismo Jesús como Vicario suyo  en la Iglesia universal .
Los textos bíblicos conducen a considerar precisamente la presencia del apóstol Pedro como la del apóstol Pablo en la vida de la Iglesia. 
Ya desde las lecturas del día de ayer en la Misa de la Vigilia,  diferentes a las de hoy, resalta cuán importante es cada uno de ellos. 
Y así, por ejemplo, el apóstol Pablo (Gàl. 1, 11-20) recordará que él fue elegido apóstol de los gentiles por puro amor de Dios, a pesar de haber sido perseguidor de los cristianos, habiéndolo  transformado el Señor  mientras le transmitía lo que debía enseñar a los gentiles.
Al apóstol Pedro le preguntarà Jesús por tres veces: ¿Me amas más que éstos? (Jn. 21,15-19), pues debía  afirmarlo en el amor a su Persona y así conducir fielmente la Iglesia que había fundado para continuar su obra de salvación en este mundo, amor que prolonga Pedro curando al paralítico en nombre de Jesús (Hechos 3, 1-10)
Dos de los textos bíblicos de este domingo, o sea del día de la fiesta, destacan más bien la figura de los apóstoles pero ya próximos al martirio, por lo que están unidos por la misma fe, ya que los dos han trabajado incansablemente por el reino de los cielos, por hacer presente en este mundo a Cristo nuestro Señor. 
En efecto, vemos cómo Pedro es liberado de la cárcel porque no ha llegado todavía la hora de su martirio (Hechos 2,1-11) y, a su vez Pablo va a insistir en que se acerca el momento en que va a entregarse totalmente a la muerte por causa de Jesús y del Evangelio (2 Tim. 4,6-8), después de haber combatido bien el combate de la fe.
Y todo esto teniendo como momento central el  texto del Evangelio que acabamos de proclamar (Mt. 16, 13-19) cuando Jesús pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?". 
En efecto, esta pregunta es muy importante, tanto que hoy mismo podríamos interrogar a la gente, qué dicen de Jesús, quién es Él. 
Para muchos un desconocido, otros piensan que fue un gran líder en su momento, para otros será Dios, para otros será un personaje histórico, y  cada uno seguramente puede dar una respuesta. 
Luego Jesús repregunta a sus discípulos: ¿Qué dicen ustedes? Y tomando la palabra Pedro, manifestando así su centralidad y que es el primero entre  sus pares, dirá "Tú eres el Hijo de Dios vivo". 
Ante esto, Jesús reconoce que la afirmación de Pedro proviene  de una inspiración divina, es el Padre quien le ha manifestado  con claridad quién es el Maestro y esto porque ha sido elegido para una misión muy importante, ser cabeza visible de la Iglesia. 
A su vez,  el Señor afirma que sobre esa piedra edificará su  Iglesia, por lo que sin embargo preguntamos: ¿Y cuál es la piedra sobre la cual va a edificar su Iglesia Jesús? San Agustín recuerda que es sobre la afirmación "Tú eres el Hijo de Dios vivo", o sea la piedra  firme que sostiene la Iglesia es Cristo mismo en su divinidad. 
Si la Iglesia no tuviera este fundamento divino ya no existiría,  es por eso que tiene sentido la afirmación del Señor que las puertas del infierno -o de la muerte- no prevalecerán contra la Iglesia. 
Tantos reinos e imperios cayeron justamente porque eran humanos, mientras que la Iglesia de origen divino y fundada sobre la divinidad de Cristo subsiste en el tiempo.
Pero el Señor ha querido que sea piedra visible de la Iglesia, Pedro, o sea su vicario aquí en la tierra, por lo tanto el sumo Pontífice el Papa, sucesor de san Pedro,  deberá también afianzar la vida cristiana en el decurso del tiempo y  confirmar a sus hermanos en la fe. 
Por eso en relaciòn con la triple pregunta de Jesús  a Pedro "si me amas más que estos", y atento a la respuesta del mismo, "Tú sabes que te quiero", le dirá apacienta mis orejas y a mis corderos, para enseñarle que esa profesión de amor, significa no solamente la adhesión a la persona del Verbo Encarnado, sino también el hecho de buscar permanentemente confirmar en la fe a sus hermanos. 
Y así la figura de Pedro se alza en medio de las dificultades de este mundo como un faro necesario que ilumina nuestras vidas, de tal manera que el primado de Pedro en la Iglesia, debe ser siempre mirado por nosotros como si estuviéramos mirando  al mismo Cristo.
Por eso en este día 29 de Junio, solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo, hemos de pedir especialmente por nuestro Papa León XIV, para que el Señor lo sostenga en su misión pontifical,  lo ilumine siempre para que a su vez pueda iluminarnos a nosotros, y lo fortalezca para resistir los ataques que en el decurso del tiempo puedan sobrevenir, como siempre ha acontecido.
La gracia y fuerza de Cristo nuestro Señor harán posible que las puertas del infierno no prevalezcan contra la iglesia. 
De hecho la misma historia enseña en el decurso del tiempo, cuántos reinos e imperios han sucumbido,  sepultados por el polvo de la historia, mientras la Iglesia a pesar de sus debilidades, de los que formamos parte de ella, pecadores, sigue adelante llevando el mensaje de Cristo nuestro Señor. 
Y esa Iglesia, figurada siempre como una nave en medio del mar embravecido por las fuerzas del mal, está conducida por Jesucristo pero a través de su vicario que es el Papa.
Pidamos al Señor que nos ilumine para poder comprender y entender las verdades, que enseña este día,  y a su vez, fortalecernos en la fe, esperanza y caridad, adhiriéndonos  cada vez más a los santos misterios que se revelan.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. 29 de junio de 2025 

24 de junio de 2025

Quedamos satisfechos de nuestra hambre y sed de Dios, en la comunión del Cuerpo y de la Sangre de Jesús.

 


¡Tú eres sacerdote para siempre, mediador entre Dios y los hombres!, cantábamos en la antífona del salmo interleccional y, ciertamente, si hay alguien a quien podemos aplicar esto con mayúscula es al mismo Cristo Nuestro Señor, mediador entre Dios y los hombres. 
No solamente es mediador para acercarse al gentío necesitado de su ayuda en las cosas materiales, en la salud, en medio de los problemas y de las angustias, tratando de dar una respuesta, sino también en el orden espiritual, Jesús dándose a sí mismo, como se entregó en la cruz, se ofrece también como alimento. 
En el texto del Evangelio (Lc 9,11-17), los discípulos vuelven de la misión y Jesús quiere llevarlos aparte a descansar un rato, sin embargo,  la gente se da cuenta y va tras ellos,  y acontece lo que  relata el texto del Evangelio de hoy, se repite la entrega del Señor. 
Se acercan a Jesús, lo buscan, la gente está necesitada y han descubierto en su Persona una respuesta, la clave a todas sus problemáticas,  y  no se niega, sale al encuentro de la multitud, de cada uno y alimenta su espíritu, predicándoles largamente, y a su vez cura a los enfermos, devuelve la salud a tantos que necesitan de esa mano piadosa de Dios nuestro Señor,  Jesús no se niega. 
Pero van pasando las horas y el problema de la ausencia de alimentos y de albergue se agudiza, por eso los apóstoles le insisten en la necesidad de despedir a la multitud,  dejar que retornen a sus casas, o a los pueblos vecinos buscando refugio y el  alimento necesario. 
Y Jesús les dice, "denles de comer ustedes mismos", como si dijera "no se desentiendan de las necesidades de la gente". 
Pareciera una ironía, ¿Qué pueden hacer los apóstoles con tanta gente? Cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. ¿Qué hacer con tantos? Acá hay un mensaje muy claro de parte del Señor, que nosotros, los seres humanos, tenemos que tomar esto como consigna, porque en el mundo hay mucha pobreza, mucha necesidad, mucha angustia, tantos que padecen miseria, y es el mismo ser humano el que debe buscar, de alguna u otra forma, solucionar estos problemas. 
Ayudar con la solidaridad, con la caridad a los hermanos, no quedarnos de brazos cruzados pretendiendo que vayan a otra parte a buscar, sino  tender la mano al que tiene necesidad, ya que los bienes de este mundo son universales por la creación, y Dios quiere que se disponga para todos de modo que a nadie le sobre ni a nadie le falte.
Lamentablemente acontece  que la mala distribución que hay en el mundo o las injusticias, permite que abunden pocos con grandes riquezas y muchos más con mucha pobreza y necesidad.
Por eso es que este mandato del Señor, "denles de comer ustedes", es  una consigna a tener en cuenta especialmente en nuestros días.
Pero a su vez, Jesús mira el hambre espiritual de esta gente, de modo que multiplica los panes y los peces, y al alimentar el cuerpo de tantas personas, ofrece a todos otro pan en abundancia, el alimento que no perece, el de su Cuerpo y Sangre de salvación. 
Màs aún, el hecho que después de haber comido, quedaran todos colmados, confirma que quedamos satisfechos de nuestra sed de Dios, en la comunión de su cuerpo y de su sangre. 
Solamente teniendo acceso a Jesús en la Eucaristía, el hombre queda saciado totalmente, por eso, la importancia de trabajar permanentemente para que no falte nunca el alimento del alma, que lo es también del cuerpo, el poder recibirlo a Jesús, que se entrega bajo las especies eucarísticas de pan y vino.
San Pablo (I Cor. 11, 23-26) enseña que él recibió el mandato de transmitir lo que aconteció en la última cena, que Jesús entregó como alimento  su Cuerpo y  su Sangre, dejando el mandato de actualizar  el gesto de convertir el pan y el vino en Él mismo, con su  alma y divinidad por medio de las palabras de la consagración.
Y así, instituyendo el sacramento del Orden Sagrado hace posible  la Eucaristía, sacramento que es fuente y cumbre de la vida cristiana, haciendo realidad que no carezcamos nunca de este alimento. 
"Denles de comer ustedes", está indicando también que a través del ministerio del orden sacerdotal se puede repartir en abundancia el pan de vida bajado del cielo, que es Cristo nuestro Señor. 
Precisamente, en este momento, por medio de tantas misas que se están celebrando en el mundo,  se manifiesta cómo Jesús se abre a las necesidades de todos y se da como alimento de vida. 
Es decir, quien come su Cuerpo y  bebe su Sangre tendrá vida eterna y Él estará con nosotros hasta el fin del mundo. 
En el texto de San Pablo que acabamos de proclamar en la liturgia, se omiten los versículos finales que conviene tener en cuenta y que dicen: "De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.  Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí". (vv.27-29).
O sea, el apóstol recuerda la necesidad de recibir el cuerpo y la sangre de Jesús en gracia, sin pecado mortal. 
De allí la necesidad de preparar siempre nuestro corazón para que sin pecado grave podamos acercarnos al  Señor en este alimento que es justamente para la vida eterna, que nunca perdamos el deseo de unirnos más plenamente a Jesús.
La Eucaristía, la misa de cada domingo, hace posible que perpetuemos en el tiempo este regalo hermoso que entrega Jesús a nuestra vida presente, fortaleciéndonos como preparación  para la gloria que no tiene fin en el cielo. Pidamos entonces la gracia de lo alto para que abundantemente seamos bendecidos siempre con el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad del Corpus Christi. 22 de junio de 2025

16 de junio de 2025

Acerquémonos con confianza al Padre que nos creó, al Hijo que nos redimió y al Espíritu Santo que nos santificó.

Hoy celebramos el misterio central de nuestra fe católica, el dogma de la Santísima Trinidad. Esta verdad implica poseer la certeza que en un solo Dios, o sea, en una naturaleza divina, subsisten tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. 
Los que no creen, dicen que los católicos llamamos misterio a aquello que no podemos explicar, con lo que zafamos de dar razones.
Y ciertamente esta verdad es un misterio y, como tal, solamente podemos tener acceso a él por medio de la fe que permite conocer como verdadero, aquello que el conocimiento no  alcanza a entender.
Y eso lo vemos en muchos ámbitos de la vida, por ejemplo, el misterio del hombre, el ser humano también es un misterio. 
¿Quién lo entiende, quién lo comprende? ¿Cómo conocemos nosotros a alguien? cuando ese alguien se manifiesta, se da a conocer, aunque no siempre lo hace totalmente,  es màs, ese prójimo no se conoce a sí mismo en su totalidad. 
A veces nos sorprendemos por lo que obramos, ya que sucede lo que vivía san Pablo, el cual reconocía que muchas veces hacía lo que no quería y dejaba de hacer lo que quería viendo esto como  misterioso. 
De manera que así como no conocemos al prójimo en su totalidad, pero Dios sí, y tampoco nos conocemos  en profundidad, pero Dios sí, sólo tenemos acceso aproximado al misterio de Dios. 
En cuanto que Dios se da a conocer,  cierto es que lo hace al modo que podemos acercarnos a su grandeza, sin conocerlo  en plenitud. 
En efecto, si alcanzamos la vida eterna, veremos a Dios cara a cara, pero lo contemplaremos conforme a lo que somos nosotros, según nuestra naturaleza. 
Santo Tomás de Aquino al hablar del conocimiento de Dios en el cielo, dice que es una visión limitada a la naturaleza humana.
O sea, Dios infunde en el entendimiento humano elevando su capacidad, un hábito infuso especial que se llama "lumen gloriae", la luz de la gloria, a través del cual el hombre conoce a Dios. 
Es decir, estando en el cielo, el ser humano sigue siendo limitado y, solo porque Dios le da un hábito infuso puede conocerlo, pero no totalmente,  dejándonos satisfechos porque es lo que podemos comprender según nuestra capacidad. 
Por otra parte, hemos de leer el Antiguo Testamento interpretándolo a la luz del Nuevo, y así acceder al misterio divino, como acontece en la primera lectura de hoy (Prov. 8, 22-31) en la que se anticipa la presencia del Logos, del Hijo de Dios, en la figura de la Sabiduría engendrada por Dios desde la eternidad y presente en la obra de la creación, manifestación del poder y bondad divinos. 
A su vez, creemos que el Padre envía al Hijo al mundo, se hace hombre, vive en medio de nosotros y muere en la cruz para salvarnos del pecado y de la muerte, anunciándonos, como lo escuchamos en el Evangelio (Jn 16, 12-15), el envío del Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, que  completa su obra salvadora.
Por eso afirma el Señor, que lo que no comprenden ahora los discípulos, lo verán con claridad cuando el Espíritu de la verdad les haga conocer lo que ha oído en la eternidad divina.
Sin embargo, el misterio de la Santísima Trinidad, al cual nos aproximamos cada día, no se devela totalmente ni siquiera en la Sagrada Escritura. 
Por ejemplo, ¿podemos medir nosotros el infinito amor de Dios para con cada uno? Si pudiéramos hacerlo tendríamos un conocimiento perfecto del ser de Dios, sin embargo sabemos que nos ama, que es misericordioso y sentimos su amor permanentemente, pero no podemos dimensionar como el mismo san Pablo lo dice, cuál es la anchura y la profundidad del amor de Cristo. 
Por eso ante el misterio de la Trinidad hemos de acercarnos con mucha humildad al Padre pidiéndole que lo sea siempre para con nosotros, que nos vea como hijos, hijos débiles, necesitados, que nos mire como mira a su Hijo hecho hombre, Jesucristo.
A su vez, a Cristo que es quien nos redimió del pecado y de la muerte, acudir para que podamos salir de la influencia del maligno, del pecado y podamos agradarle permanentemente.
Además, al Espíritu Santo pedirle que seamos dóciles ante su guía, que no nos abandone, que queremos ser santos y por eso necesitamos de su presencia en nuestra vida cotidiana. 
Queridos hermanos: tratemos de ir conociendo y profundizando algo del misterio de la Santísima Trinidad en el mundo y en nuestra vida. 
Pidamos siempre que así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos aman desde toda la eternidad antes de la creación del mundo, como destaca san Pablo a los Efesios, así también nosotros sepamos amar a este Dios uno y trino buscando siempre parecernos cada vez más a la dignidad divina.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de la Santísima Trinidad. 15 de junio de 2025

9 de junio de 2025

Imploremos que el Espíritu Santo realice sobre cada persona aquello que aconteció al comienzo de la predicación evangélica.

Cristo resucitado, que ya ascendió a los cielos y está sentado junto al Padre como su Hijo hecho hombre, nos envía este regalo del Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, que tiene que completar, perfeccionar su obra en este mundo. Por eso, pedíamos a Dios en la primera oración de la misa, la gracia que el Espíritu Santo no solamente derrame sus dones sobre el mundo, sino que realice sobre cada persona aquello que aconteció al comienzo de la predicación evangélica. ¿Y qué fue lo que hizo el Espíritu Santo? ¿Qué cambió su venida? Vayamos al Libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11). El texto que acabamos de escuchar como primera lectura, nos habla de los discípulos juntos con la Virgen, reunidos en el Cenáculo, orando, esperando el Espíritu Santo. 
Es un día especial en Jerusalén, porque se está celebrando la fiesta judía de Pentecostés, con la presencia de judíos venidos de lejos. 
Esta fiesta tenía dos aspectos, por un lado se celebraba 50 días después de la Pascua,  para dar gracias a Dios por el éxito de las cosechas. Pero también porque actualizaba la alianza del Sinaí, cuando Dios entrega las dos tablas de la ley al pueblo, diciéndole a Moisés que este pueblo será mi pueblo, y yo seré su Dios, si escuchan mi palabra y la ponen en práctica. De modo que Jerusalén estaba repleto de judíos de la diáspora. ¿Qué significa esto de judíos de la diáspora? Aquellos que vivían lejos de su patria, y que estaban allí precisamente para celebrar la fiesta de Pentecostés.
Y acontece lo que hemos escuchado, el Espíritu Santo desciende sobre la Virgen y sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego, y comienzan a proclamar las maravillas del Señor. 
Y he aquí la sorpresa de  aquellos que escuchaban hablar a los discípulos, ya que a pesar de proceder de distintas partes y hablar distintas lenguas, todos entendían perfectamente lo anunciado. 
Este hecho corrobora  que la Iglesia fundada por Cristo estará presente en todo el mundo,  conviviendo con distintos pueblos, hablando diferentes idiomas, y  a pesar de esa diferencia, existirá unidad de fe, de esperanza y de caridad. 
El Espíritu Santo ubica todos los corazones para que a pesar de las diferencias de idioma, todos hablen el único idioma del amor, de la adoración, y del culto a Dios nuestro Señor.
Por eso es importante destacar lo que el Papa León XIV ha estado diciendo en estos días, que es necesaria la unidad dentro de la Iglesia, que han de cesar las divisiones, porque el Espíritu no vino a dividir, sino a unir, y aún respetando las diferencias que existen en las personas,  hay un único Espíritu. 
Escuchábamos recién en la segunda lectura (1 Cor. 12, 3-7.12-13) que en la Iglesia "hay  diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios quien realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común", labora, pues, en el corazón de todos y de cada uno.
Por otra parte, el Papa León XIV  enseña  que aquello que fomenta la unidad, la mantiene y la hace crecer, es lo que conocemos desde pequeños en nuestras familias católicas, o sea, la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. 
Tanto la Escritura como la Tradición, como el Magisterio, se necesitan mutuamente. No se trata de interpretar la Sagrada Escritura cada uno como le viene en gana, sino a la luz de la fe, a la luz de la Tradición y enseñanza del Magisterio. 
Recordar que todo lo que la Iglesia ha enseñado en el decurso del tiempo es la verdad, por eso no tenemos ningún miedo de decir abiertamente que profesamos la fe católica, apostólica y romana y que nuestra Iglesia es la verdadera Iglesia. 
Y nadie se tiene que sentir ofendido por esta afirmación, pensando que está siendo discriminado. No, es  verdad que Cristo ha fundado la única Iglesia, y si con el tiempo aparecieron disonancias, creando herejías a lo largo de la historia de la misma, siempre el Magisterio  ha iluminado,  enseñado y  recordado dónde está la verdad. 
De manera que hemos de buscar siempre que el Espíritu Santo trabaje en nuestro corazón, ya que a pesar de que somos diferentes, con misiones y dones diversos, estamos llamados a constituir un único cuerpo que es la Iglesia católica.
Jesús no nos deja solos ya que entrega el Espíritu Santo para que trabaje en el corazón de cada uno para percibir la realidad del bien. 
En efecto, cada persona bautizada recibe al Espíritu Santo y es enviada al mundo  para dar testimonio de Cristo resucitado. 
Por otra parte, como enseña la Escritura,  un signo de la presencia del Espíritu Santo, uno de los tantos, es que la Iglesia, por el poder del mismo, perdona los pecados en el nombre de Cristo,  y  ayuda y guía para perseverar en el bien (Jn. 20, 19-23).
Por eso pidamos incansablemente ser dóciles al Espíritu Santo, para que nos ame y trabaje en nuestro interior,  sobre todo en un mundo como el nuestro que busca tantas novedades, tantas cosas raras, en lugar de acudir justamente al Espíritu, al Espíritu de Dios que ha enviado Jesucristo para nuestra salvación.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de Pentecostés. 08 de junio de 2025

2 de junio de 2025

Con la Ascensión a los cielos, el Hijo de Dios hecho hombre y cada uno de los salvados, están con el Padre y el Espíritu Santo.

Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor a los Cielos, como anticipo del envío  del Espíritu Santo Paráclito. 
Los textos bíblicos proclamados, llevan de la mano a contemplar este misterio, ya que explican en qué consiste la Ascensión del Señor. 
Y así, en la primera lectura, san Lucas escribiéndole a Teófilo (Hechos 1,1-11) hará una síntesis de lo que aconteció cuando Cristo estaba presente predicando, lo que hizo luego de la muerte y resurrección manifestándose a los apóstoles, y cómo preparaba el corazón de ellos antes de regresar al encuentro del Padre del Cielo. 
Él anunció que retornaba al Padre,  que dentro de poco no lo verían más para volver a verlo después,  refiriéndose al fin de los tiempos. 
Y Jesús, luego de preparar a sus discípulos y darles fuerza, los envía a llevar el Evangelio a todas partes como testigos de la resurrección.
En la actualidad el Papa León XIV insiste mucho en el tema de la misión, pidiendo por ejemplo a los obispos franceses a volver a evangelizar a su naciòn, ya que la Francia católica de otra época ha cambiado totalmente en el transcurso del tiempo. 
De manera que el mismo Papa  tiene bien claro que la Iglesia  debe continuar evangelizando siguiendo el ejemplo apostólico.
En el texto del Evangelio (Lc. 24,46-53), el mismo Jesús prepara a sus discípulos diciéndoles que  les enviara al Espíritu Santo, el cual los moverá a la misión, a hacerlo presente al Señor, transformando  sus corazones para que puedan evangelizar.
¿Y qué significa la Ascensión, y a que nos prepara tanto el Señor? A entrar al  santuario del cielo como Jesús, ya que dice la segunda lectura tomada de la Carta a los Hebreos (9,24-28;10,19-23) que el Señor ingresa a un santuario, no  construido por las manos del hombre, sino el santuario del Cielo y  allí ocupará su lugar.
¿Pero cómo sucede eso, acaso el Hijo de Dios, no estaba en el Cielo? Pero es que ahora está en el Cielo de una manera nueva, diferente. No es solamente el Hijo de Dios que está con el Padre y el Espíritu Santo, sino que es Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. 
De manera que la humanidad ya está presente en la vida eterna con Jesús, siendo esto  el comienzo, el anticipo, de que después todos aquellos que mueren en gracia de Dios, después de haberse purificado, entren a la Casa Celestial, al Reino Eterno. 
De manera que contemplándolo a Jesús en el Cielo, tenemos que llenarnos de esperanza, sabiendo que esa es la meta de nuestra vida. No nos vamos a quedar acá en este mundo, ya lo sabemos, pero a través de nuestro caminar por este mundo, nos preparamos para llegar a la meta, que es vivir eternamente con la Santísima Trinidad, con los santos, con todos aquellos que ya gozan de la presencia de Dios, de la vista de Dios. 
Además, la ascensión del Señor al Cielo permite tener también una mirada nueva sobre las cosas de este mundo,  ya que contemplamos lo que acá vivimos, pero con una mirada celestial.
Sabemos que todo lo que hacemos en este mundo, o lo que no hacemos en este mundo, tiene su repercusión en la vida eterna. O sea, nuestro caminar por este mundo no es un caminar así porque sí, sino que debe estar cargado de buenas obras para poder algún día estar gloriosamente con el Señor. 
Y ahí, ante Jesús, que está en el Cielo, no solamente se van a postrar los que ya están con Él, sino que también el triunfo de Jesús será sobre todo lo creado. Incluso aquellos que han vivido haciendo el mal en este mundo, tendrán que postrarse delante del único Rey, que es Cristo nuestro Señor. 
Por eso, contemplándolo a Jesús en la vida eterna, preparemos nuestro corazón, llenémonos de esperanza, confiados en que Aquel, que ya anticipadamente está en el Cielo, nos prepare un lugar a cada uno de nosotros.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de la Ascensión del Señor.  01 de junio de 2025

26 de mayo de 2025

Peregrinamos en este mundo, sabiendo que nos espera la morada de Dios en la Jerusalén celestial, la gloria de la vida eterna.


Siempre en la historia de la Iglesia, se han suscitado  dificultades, problemas, costumbres que se pretendían y que no se comprendían. Por eso, el mismo Espíritu Santo guía a la Iglesia para encontrar respuestas y soluciones para el bien de todos buscando una fidelidad mayor a las enseñanzas de Jesucristo, y no al pensamiento de grupos.
Precisamente en el texto que acabamos de proclamar (Hechos 15,1-2.22-29), se narra lo que acontece en el primer concilio, el de Jerusalén, cuando los apóstoles, incluyendo a Pablo y Bernabé y los presbíteros, tratan de resolver una cuestión que se había suscitado  cuando los judíos convertidos pretendían que los paganos, tenían que circuncidarse según el rito de Moisés para salvarse.
Pablo será un enemigo acérrimo de este principio totalmente falso, ya que la Ley de Cristo, la del Espíritu, es la que verdaderamente salva.
De manera que se reúnen y allí deciden mandar a Judas Barsabàs  y a Silas para llevar el mensaje a Antioquía, Siria y Cilicia, indicando cuáles son las mínimas cosas que deben cumplir los paganos, para que ayuden a una buena convivencia con los judíos convertidos.
Recordemos que Jesús, cuando funda la Iglesia, no deja resueltas todas las cuestiones que podrían suscitarse en el transcurso del tiempo, sino que será ella misma  con su  autoridad, y bajo la guía del Espíritu Santo, quien ha de responder a las cuestiones más urgentes que se plantean en el transcurso del tiempo.
En el texto del Evangelio (Jn. 14,23-29) se nos enseña cómo hemos de vivir en medio de la Iglesia, de modo que cada uno  debe buscar permanentemente manifestar su amor a Jesucristo, siendo fiel a su palabra, viviendo a fondo lo que el mismo Señor nos ha enseñado. 
Es interesante comprobar lo que Jesús dice en el sentido de que si lo amamos y somos fieles a su palabra, seremos amados también por el Padre, y de resultas de esto, el Padre y Él, habitarán en cada uno.
Y así, por la acción del Espíritu Santo, será realidad aquello de ser templos del Espíritu Santo, templos de la presencia divina en nuestro corazón, lo cual, indudablemente, va exigiendo vivir sin pecado mientras vivimos y caminamos por este mundo. 
Por otra parte, esa inhabilitación de Dios en nosotros otorga un fruto muy importante, que es la paz, la que el mundo no puede dar, sino solamente Cristo nuestro Señor. 
Precisamente el Papa León XIV insiste tanto en el tema de la paz en el mundo como fruto del amor divino,  signo de la presencia de Jesús entre nosotros. Esa paz que debe transformar, no solamente nuestro interior, sino también nuestras relaciones con los demás, porque hemos de buscar hacerlo presente a Jesús en este mundo. 
El Señor viene realmente a habitar en nuestro corazón, y resulta bueno que haya en nosotros una respuesta de amor, una entrega total a su Palabra, una vivencia de sus mandamientos. 
Cristo, a su vez, anuncia que vuelve al Padre. Precisamente el domingo que viene, Dios mediante, celebraremos la fiesta de la Ascensión del Señor, en la que actualizamos su retorno al Padre como Hijo hecho hombre, pero no para olvidarse de nosotros, sino para, desde otro ángulo, pensar y velar por nosotros mientras peregrinamos en  este mundo, sabiendo que nos espera la morada de Dios en la Jerusalén celestial, la gloria de la vida eterna.
Y así, entonces vemos que nuestra vida, en unión con Jesús, se proyecta directamente a la eternidad. 
Por eso es tan importante y necesario vivir lo que pedíamos en la primera oración de esta misa, prolongar la vivencia de la Pascua. ¿Qué significa prolongar el misterio pascual en nuestra vida? Morir cada día al pecado, a aquello que separa de Dios, para resucitar con fortaleza a la vida de la gracia. Amén.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el 6to domingo de Pascua.  25 de mayo de 2025

19 de mayo de 2025

Transformados por la unión con Cristo, amémonos los unos a los otros como Él nos amó, entregándose en la cruz por nuestra salvación.

 

San Juan anuncia que Cristo fue glorificado, y glorificado significa hacer conocer a alguien en su totalidad, "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él" (Jn.13,31-35).
La glorificación comienza con la pasión dolorosa posterior al lavatorio de los pies de los discípulos. 
Es decir, Jesús se da a conocer en su amor extremo que llega hasta la cruz y da a conocer al Padre. 
Por lo tanto, glorificar es sinónimo de la pasión y muerte del Señor, momento en que se manifiesta el amor mas grande por la humanidad, dando a conocer también al Padre de quien procede esta naturaleza divina colmada de amor. 
Se ha hecho presente, se ha puesto al descubierto, todo lo que implica la presencia de Jesús entre nosotros, como Hijo de Dios y también con su pasión y muerte en cruz y la resurrección. 
De manera que la glorificación de Cristo implica que se revela totalmente aquello que impedía reconocerlo en lo más profundo de su intimidad. Los otros evangelios van a hablar de pasión, muerte, resurrección, Juan hablará de glorificación. Pero también el Padre es glorificado, porque en la medida en que Cristo  padece por la humanidad, es glorificado el Padre porque ha enviado a su Hijo para que  nos redimiera del pecado y de la muerte eterna.
Y esto produce algo importante y que destaca el mismo san Juan en el libro del Apocalipsis (21,1-5):"Yo hago nuevas todas las cosas". 
Cuando se pone en boca de Dios esta afirmación de hacer nuevas todas las cosas, pensamos en lo que Cristo resucitado nos trae a nosotros, ese algo nuevo que es el poder transitar este mundo sabiendo que nos espera la vida eterna, la Jerusalén celestial.
Esa Jerusalén celestial que sin embargo en la visión Juan ve que desciende hacia el ser humano y se presenta como morada de los hombres para llenarnos de esperanza, porque estamos llamados  a vivir no en la Jerusalén terrenal sino en la celestial. 
Nuevamente la resurrección confluye en la promesa de la vida eterna, y nuestra existencia ha cambiado por el misterio pascual  de Cristo.
Y hasta que llegue ese momento Jesús deja un mensaje bien concreto: "Ámense los unos a los otros como yo los he amado".
Precisamente el Papa León XIV insiste en la necesidad de la paz,  la unidad y la caridad, dones que se originan  en la unión con Cristo
La paz no se logra sólo por el esfuerzo humano,  debemos cooperar con la gracia de lo alto, sabiendo que la paz la otorga Cristo. 
La verdadera unidad se realiza en Cristo, unidos a su Persona, y la caridad se vive cuando amamos como Cristo nos amó. 
¿Y cómo nos amó Cristo? Entregándose por nosotros en la cruz, por lo que para amar hemos de entregarnos también. Ya en el hecho de renunciar al egoísmo, a la ira, a la antipatía, hacemos entrega de nosotros, porque amar como Cristo nos amó no es cosa fácil. 
En efecto, implica una tarea permanente de conquista personal para dejar de lado el egoísmo y servir al Señor, ya que  caminando por este mundo, transitamos la historia humana hasta llegar a la meta.
Mientras esto hacemos, sufriremos muchas contrariedades, soportando muchos problemas como anuncia Pablo y Bernabé a las primeras comunidades cristianas (Hechos 14,21-27). 
Porque el seguimiento de Cristo resucitado, el amar como Cristo nos amó, el vivir en esta nueva realidad, implica padecer y soportar muchas dificultades, pero siempre con la mirada puesta en la felicidad que se nos promete. 
Descubrimos así que todo esfuerzo que combata nuestro egoísmo tiene su sentido, no es algo inútil, sino  necesario para el crecimiento personal y el de todos los que formamos parte de la Iglesia. 
Pidamos entonces al Señor su gracia  y que proteja a cada uno  de las dificultades de esta vida.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el 5to domingo de Pascua.  18 de mayo de 2025