18 de abril de 2019

"Los signos del amor de Jesús por la humanidad fueron confiados a la Iglesia para que de ellos “brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida”.


 Estamos reunidos como pueblo de Dios para actualizar los acontecimientos del jueves santo cuando Jesús, junto con sus apóstoles, celebra la Cena Pascual que será en adelante la de la Nueva Alianza, dejando atrás lo realizado desde antiguo por el pueblo judío en memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto.

Ya la víctima ofrecida y comida no será el cordero, sino el mismo Señor que se ofrece al Padre para liberarnos del pecado y de la muerte eterna.
Tres signos de su amor por los hombres se perciben en esta Cena antes de la Pasión, muerte y resurrección de Cristo. Los tres fueron confiados a la Iglesia para que de ellos “brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida”.
El primero de los signos confiados a la Iglesia es “el nuevo y eterno sacrificio, banquete pascual de su amor” (o.colecta), que describe el apóstol san Pablo (I Cor. 11,23-26) con la institución de la Eucaristía.
El apóstol transmite lo que él recibió, es decir, que tomando Jesús el pan entre sus manos dice “esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”; y tomando la copa después de cenar, afirma “esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía”.
El nuevo Cordero de Dios, es pues, Jesús, el cual invita a cada uno de los creyentes a lo largo de los siglos, a participar de esta actualización del misterio redentor en la celebración dominical de la santa Misa, realizando lo que Él mismo anuncia: “Siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva”.
Ahora bien, al exhortarnos a alimentarnos con su Cuerpo y Sangre, invita a vivir en su amistad, lejos del pecado que impide recibirlo.
A su vez, en cada misa, no sólo hacemos realidad en el sacramento lo que aconteció en la última Cena y en el calvario, sino que manifestamos la certeza que volverá para llevarnos consigo y para celebrar la Pascua Eterna, o sea, la contemplación eterna de Dios.
El segundo signo del Jueves Santo es la institución del sacramento del Orden Sagrado, necesario para que podamos celebrar la Pascua.
Con el ministerio sacerdotal se concretan las palabras del Señor cuando dice “Hagan esto en memoria mía”.
Es de la grandeza del Orden Sagrado de donde tienen origen las fuentes de la salvación, los sacramentos, otorgados generosamente por el mismo Señor para la salvación humana.
Cristo fue consciente de que a lo largo de la historia este sacramento sería traicionado no pocas veces por los pecados de sus sacerdotes, pero quiso otorgar sus dones por medio de sus manos débiles y pecadoras, para que se entienda que la eficacia de los sacramentos no proviene de la dignidad sacerdotal sino del poder dado por Él.
Esto nos reclama a todos el orar siempre por la santidad de los sacerdotes, como ya los sacerdotes rezamos  por la comunidad.
El tercer signo que nace de la Eucaristía y del Orden Sagrado es el del servicio que nos debemos todos en la comunidad de creyentes.
El apóstol san  Juan (13, 1-15) recuerda en el evangelio, que Jesús sabiendo que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, y habiendo amado a los suyos que quedaban en el mundo, “los amó hasta el fin”, o sea, hasta entregar su vida por todos los hombres.
Seguidamente menciona a Judas que inspirado por el demonio para traicionar a Jesús, se apresta a no amarlo hasta el fin.
Pero Jesús sabía cuál es la voluntad del Padre, que sea servidor de todos en la Cruz, de allí que deja el testimonio del lavatorio de los pies de sus discípulos para que sean siempre servidores de todos.
Para hacer realidad  siempre la verdad del signo, debería lavarse los pies a doce obispos o sacerdotes y recordar así su misión ante la comunidad cristiana, la del servicio y entrega continua a los fieles.
Con el tiempo, este signo incorporado en la misa del jueves santo, permite el lavado de doce varones que representan a los apóstoles, aunque poco a poco se fue universalizando para que cada bautizado tome conciencia del llamado que se le hace a ser servidor.
Nosotros, por segundo año consecutivo, repetiremos el gesto de lavar los pies de doce recién nacidos, manifestando así el servicio a la vida.
Imposible servir a  los demás si no los cuidamos desde que nacen.
A estos niños, cuando tengan uso de razón, habrá que transmitirle esta misión del servicio a la vida, como hoy lo manifiestan sus padres ante la comunidad de fe, continuando su crecimiento con la catequesis que tiene como meta los sacramentos de la vida inicial, la Confirmación y la Eucaristía.
Queridos hermanos: instruidos por estas enseñanzas, pidamos al Señor recibir los frutos que brotan de los sacramentos de la Eucaristía y el Orden Sagrado, disponiéndonos siempre a servir a los demás con los dones que a cada le ha sido dado.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la misa del Jueves Santo, 18 de abril de 2019 ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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