3 de mayo de 2008

Los “del mundo” no pueden recibir el Espíritu del Señor

“Jesús no promete dicho Espíritu a todo el mundo como si su venida fuera al voleo, sino a aquellos que están dispuestos a recibir el espíritu de la verdad”.

1.-Transformados en Cristo para manifestarlo.

En la primera oración de esta misa pedíamos al Padre del Cielo que nos conceda en medio de la alegría Pascual, la gracia de ser transformados en lo que celebramos y manifestarlo en nuestras obras.

Y así imploramos el encarnar en nuestras vidas el hecho de la transformación de nuestro ser y la proyección en el obrar. Esto tiene una lógica especial según aquello de que “el obrar sigue al ser”.

Este ser de cristiano se va configurando en el misterio de la Pascua, del paso de la muerte a la vida.

De esta manera el cristiano se recrea en la medida que va muriendo a aquello que no es Cristo y asume el espíritu del Señor.

Jesús nos deja una serie de enseñanzas en la última Cena que sirven para ver por dónde pasa esta transformación interior y su manifestación en las obras.

Dice Jesús: “si ustedes me aman cumplirán mis mandamientos”. No hay otra forma de mostrar el amor al Señor que no sea el
de vivir los mandamientos. No mirados estos como una carga sino como una ayuda al corazón del hombre debilitado por el pecado para mantenerse siempre en este camino que es el mismo Jesús. Como reflexionábamos el domingo pasado, es necesario permanecer en la verdad porque el que vive en el amor del Señor vive en la verdad y tiene la vida.

Jesús entonces confiando en que sus apóstoles vivirán este ideal, les promete que estará siempre con ellos, con la Iglesia entera, es decir con la comunión de los bautizados que son fieles al Señor.

Para realizar esto promete el Espíritu de la verdad.


2.-La promesa del Espíritu para los seguidores de Cristo

Jesús no promete dicho Espíritu a todo el mundo como si su venida fuera al voleo, caiga donde caiga, sino a aquellos que están dispuestos a recibir el espíritu de la verdad.

Y el mismo Jesús señala la separación que existe en la sociedad entre los que lo siguen a Él y aquellos que le dan la espalda.

A estos últimos los identifica pertenecientes al mundo y que no pueden recibir al Espíritu “porque no lo ven ni lo conocen”.

El “mundo” hace referencia a todo lo que no es Dios.

Los que no asumen el seguimiento de Cristo pertenecen “al mundo” que se rige no por el Espíritu de la Verdad sino por el espíritu de la mentira.

De hecho hoy en día en la sociedad podemos palpar a este espíritu de la mentira, a su “padre,” que es el demonio.

Y así poco a poco, la sociedad encarna en sí misma el vivir la mentira no como algo extraño a la persona, sino como algo habitual.

Y así nos acostumbramos a la mentira en el modo de medir la inflación, bajo la forma de si hay trabajo o no lo hay, cuando se acusa a las personas de cosas inexistentes, en el disfraz de llamar a la inseguridad “sensación”, cuando se proclama la distribución de la riqueza que nunca llega a los pobres, la corrupción como modelo de vida, la mentira que rodea el manejo del poder bajo sus diversas formas, la falacia permanente en algunos medios de comunicación donde no se busca que la verdad resplandezca, sino más bien que sirva a otros intereses.

Por eso Jesús dice que el “mundo” así identificado no puede recibir su Espíritu ya que no lo ve, ni lo conoce.

En cambio revelará a los apóstoles”ustedes lo conocen”, partiendo del supuesto de que el bautizado vive en la verdad.

Por eso nosotros tenemos que preguntarnos si vivimos en el Espíritu de la verdad.

Y esto no solamente al hablar de la verdad religiosa o espiritual, a nuestra vida de relación con Dios, sino al considerar nuestro trato con los demás. Muchas veces se vive el espíritu de la mentira al fingir afectos que no existen, amistades que no son reales, respeto que no es tal. Muchas veces el cristiano cae en esa vivencia de la mentira, -encarnación del pecado- fingiendo aparente honestidad, o excluyendo del corazón a aquellos que son diferentes a nosotros.


3.-Volver a Cristo

Por eso es importante regresar a las fuentes, a Cristo Nuestro Señor.

A El que nos ha dicho que es el camino, la verdad, la vida, o “yo soy la luz del mundo”. Es Él quien nos muestra el sendero recto para el bautizado.

La separación entre Cristo y el mundo que lo rechaza es tal, que dice: “el mundo ya no me verá pero ustedes si me verán”.

Ó sea, sí lo verán los creyentes, pero no el mundo que lo ignora completamente, porque no entra en sus planes mundanos, en sus categorías relativistas de Verdad o de Moral.

Cristo es incluso molesto para la sociedad en la que estamos insertos. Por eso dice a los apóstoles y creyentes de veras “ustedes si me verán”.

Pero también lo veremos con esta presencia del Espíritu de verdad. Cristo promete vivir dentro del cristiano toda vez que lo amemos permanentemente siendo el signo más concreto el de la vivencia de los mandamientos, apuntando a las bienaventuranzas. Es decir no solamente los mandamientos que es lo mínimo, sino las bienaventuranzas que es lo máximo.

Este seguimiento de Cristo en el amor orienta al cristiano de un modo nuevo en su relación con el mundo.


4.-Las persecuciones del “mundo”

Hemos escuchado la primera lectura tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles cuando en medio de la persecución desatada contra el cristianismo en Jerusalén, Felipe va a predicar a una ciudad de Samaría. El contraste entre ambos escenarios es totalmente comprobable.

Es decir, por un lado se lo persigue al cristiano y por otro se difunde el mensaje del Señor a través de Felipe. Y la gente percibe las señales concretas de la presencia de Dios en los demás, como la huida de los espíritus impuros -ó sea del demonio- del cuerpo de los posesos y los invade aquella alegría que proviene del resucitado.

Es notable en la historia de la Iglesia advertir que cuando
ésta es perseguida cobra más fuerza como Cuerpo de Cristo y en cada uno de sus miembros. Porque es justamente la fuerza del mismo Cristo que modela el corazón del creyente.

Y refiere el texto de los Hechos de los Apóstoles que envían a Pedro y a Juan para confirmar la misión de Felipe.

O sea, como diciendo, “lo que está haciendo él es de Cristo, escúchenlo”, y coronan la obra de la predicación imponiendo las manos, entregando el don del Espíritu de la verdad a esta gente que ha abierto su corazón con alegría y espontáneamente al Cristo resucitado que se les ha predicado.

Como resultado de la predicación la comunidad crece en la verdad y se prepara para mantenerse firme en medio de la persecución y del odio de aquellos que no aceptan a Cristo resucitado.


5.-La respuesta del cristiano ante las persecuciones.

En efecto, en la primera carta de San Pedro, el apóstol parte del hecho del cristiano que es rechazado y perseguido, para dar unas normas concretas de comportamiento.

¿Qué es lo que hace el cristiano en medio del agravio, del insulto? la tendencia es de reaccionar de mala forma, contestar con gritos, ultrajes o bramidos, de una manera agresiva.

¿Qué enseña Pedro? “Glorifiquen siempre en sus corazones a Cristo el Señor, estén siempre dispuestos a defenderse de aquellos que les pidan razón de la esperanza que ustedes tienen”, pero “háganlo con suavidad y respeto y con tranquilidad de conciencia”. De hecho leyendo las actas de los primeros mártires de la Iglesia que relatan cómo mueren los cristianos, -por ejemplo un San Ignacio de Antioquía- se detalla cómo delante de los tribunales que los condenan injustamente responden con tranquilidad, seguridad y verdad sin temor alguno.

Nunca se lee en las actas que existan agresiones o gritos de defensa, sino que conscientes del honor de encarnar en su vida la pasión y muerte de Cristo, -y que el juicio “está armado para condenarlos”- responden apoyados en la fuerza que les da Cristo.

A los jueces no les interesa discernir si constituye delito la fe que profesan, sino que directamente –prejuzgados- los van a condenar. Los cristianos a pesar de ello, responden siempre defendiendo la verdad en la que creen y por la que están dispuestos a dar la vida. Y van a la muerte animados por el Espíritu de la Verdad.

Por eso dice el apóstol Pedro, “ustedes deben comportarse como servidores de Cristo”.

Aquellos que los difaman a ustedes se van a avergonzar cuando vean que viven el espíritu cristiano, el espíritu del Señor.

Y tiene una frase que ya hemos escuchado anteriormente, “es preferible sufrir haciendo el bien si ésta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal”.

Y ¿cuál es la razón que esgrime Pedro?: que Cristo que era el Justo padeció por los pecados de todos y así se presentó delante del Padre.

Queridos hermanos, este mismo Cristo justo que muere por los injustos es el que nos anima para que en medio de las vicisitudes y de los problemas de la vida, podamos vivir siempre en el Espíritu de Cristo.

Y así caminando en el Señor, damos ejemplo a otros para que se encaminen a Cristo y por El, llegar al Padre.

Pidamos al Señor esta gracia, y Él seguramente nos la concederá abundantemente.

Homilía del Sexto Domingo de Pascua, ciclo “A” (textos bíblicos: hechos 8,5-8.14-17; 1 Pedro 3,15-18; Juan 14,15-21). 27 de Abril de 2008.

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Padre Ricardo B. Mazza.

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