27 de octubre de 2020

Cuando se da el amor perfecto a Dios, el amor al prójimo es la prolongación inevitable

Siempre aparece una oportunidad para hacerle  planteos a Jesús, con la intención de hacerle caer en alguna  respuesta incorrecta. En esta oportunidad, un doctor de la ley, -por lo tanto experto en el conocimiento de la ley que regía el pueblo de Israel-,  le pregunta: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley? “(Mt. 22, 34-40)”.
En realidad no es una pregunta ociosa, porque a lo largo del tiempo se fueron agregando tantas prescripciones, tantas leyes a las disposiciones del decálogo,  que llegó un momento en que el mismo pueblo se sentía oprimido por tantas obligaciones y no llegaba a distinguir lo importante de lo que no lo era.  
De allí que Cristo va al centro del problema, de la pregunta, y tomando en cuenta la Ley Mosaica, es decir los Diez Mandamientos, dirá: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.  Éste es el más grande y el primer mandamiento”  respondiendo  así  al doctor de la ley.
Pero para hacer ver que este mandamiento del amor a Dios se prolongaba en una obligación no menos importante, continúa “el segundo es semejante al primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Es más, remata la enseñanza  afirmando  que “de estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas”. O sea que las otras prescripciones a las que estaban sometidos debían verse a la luz de estos dos mandamientos, el amor a Dios y el amor al prójimo. Ciertamente que el más importante es el amor a Dios, pero también debe tenerse en cuenta a San Juan  cuando llama mentiroso al que dice amar a Dios, pero no ama a su prójimo (cf. I Juan  4, 20).
Al respecto el papa Francisco  planteó: “Si tú no eres capaz de amar algo que ves, ¿cómo vas a amar lo que no ves? Es una fantasía” (10 enero de 2019), de manera que no es posible amar a Dios y descuidar el amor al prójimo.
Sin embargo  el  amor a Dios en nuestro tiempo está en decadencia, dado que  se  prefiere amar a ídolos, a dioses falsos, como el dinero, el honor, el sexo desenfrenado, el poder, el placer, despreciando al Creador, -ya que el hombre “se crea  sí mismo”, es autosuficiente, autor de su  origen y destino final, perdiéndose  la fe y el amor  a Dios como al prójimo, al que no se reconoce ya como hermano.
En relación con esto,  encontramos  una respuesta en el apóstol san Pablo (I Tes. 1,5c-10), el cual, escribiendo a los cristianos de Tesalónica, a quienes ama especialmente por la manera que responden al Evangelio, les dice “ustedes se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien Él resucitó de entre los muertos y que nos libra de la ira venidera”.
Es decir que no se puede amar a Dios si antes no se cree en  Él, y si no se cree a Dios, porque uno puede decir “yo creo en Dios, existe un ser superior, pero no creo a Dios, es decir, no acepto o no creo lo que enseña, lo que transmite. De manera que el primer paso para amar a Dios es renunciar a los ídolos, es decir a los dioses falsos a los cuales el ser humano muchas veces se adhiere y se ata.
En nuestro interior descubriremos no pocas veces cómo nuestra atención y nuestro culto esta puesto más en otras realidades que en Dios mismo y por eso no pocas veces también cuesta adorar al Dios verdadero, amarlo con todo el corazón, con toda el alma.
Cuando se da este amor perfecto a Dios, el amor al prójimo es una consecuencia, una prolongación inevitable. Y así,  porque he descubierto lo que es el amor a Dios y el amor que Dios me tiene a mí y a los demás,  es que  prolongo  esta realidad  en el amor  al prójimo, a aquel que quizá  está olvidado de Dios, pero  espera que nosotros hagamos algo para acercarlo a Dios.
En nuestra sociedad actual, esta falta de amor a Dios se manifiesta  en el ser humano que sufre tantas injusticias, tantos desniveles en todos los aspectos, la falta de respeto a su dignidad de persona humana, o el maltrato que padece en todos los ámbitos de la vida
¿Cuántas veces el ser humano es desechado en nuestra sociedad si no sirve a los planes de los poderosos? Por eso confiados en este amor profundo a Dios hemos de buscar siempre prolongar este amor al Señor en nuestros hermanos. Mirar en nuestro interior y ver cuáles son nuestras actitudes concretas, si realmente Dios es el primero en estar presente en mi vida, si el prójimo también está presente prolongando ese amor a Dios, y así viendo lo que ocurre en nuestro interior hacer todo lo posible para cambiar, para transformarnos, para convertirnos.
Confiar en que en este camino no estamos solos, tenemos a María Santísima nuestra Madre, la cual  hoy  visita  nuestra parroquia.
Ella no hace más que sintetizar el amor a Dios y al prójimo, a Dios diciéndole “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”; al prójimo, buscando  acompañarlo, apoyarlo y ayudándolo para encontrarse con el Padre del Cielo y con su Hijo.
No en vano al pie de la cruz, Jesús le dice a María señalando a Juan: “he ahí a tu hijo” y le dirá a Juan: “he ahí a tu madre”. Contamos entonces con una intercesora muy especial, con la  Madre del Señor y  nuestra, y vivir así,  o intentar vivir como hijos de  Dios.


Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista” de Santa Fe de la Vera Cruz, en Argentina. Homilía en el domingo XXX “per annum”, ciclo “A”.   25  de Octubre de 2020.



20 de octubre de 2020

Todos, incluso los que detentan el poder político, hemos de reconocer siempre la soberanía de Dios y servirle fielmente.




El texto del Evangelio que proclamamos (Mt. 22,15-21) es muy conocido de tal manera que más de una vez hemos escuchado esta afirmación, “den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. En el relato nos encontramos con los fariseos y los herodianos  que eran opositores, pero que en ésta ocasión sin embargo se unen en un frente común, ya que pretenden hacer caer a Jesús en una trampa. Si Jesús dice que hay que pagar el impuesto al emperador, disgustará a los fariseos enemigos de la opresión romana, si responde que no hay que pagar el impuesto se gana como enemigos a los herodianos que eran cómplices del régimen romano. Pero  Jesús, como hace muchas veces, no se siente obligado a responder lo que le preguntan, sino que da una respuesta superadora, pide una moneda y, teniendo en cuenta que presenta la  figura divinizada  del emperador  y el valor de un denario, afirmará con énfasis que se ha de dar  al emperador lo que es del mismo y a Dios lo que es suyo.
Y se cumple lo que los mismos fariseos y herodianos le habían dicho a Jesús para halagarlo “maestro sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios” Jesús siempre enseña el camino  que conduce  a Dios, ya que Él es el camino, de manera que todos debemos seguir sin temor alguno, la senda que se nos indica.
Mientras estamos en este mundo estamos insertos en una sociedad civil donde nos rige la autoridad política, pero también somos ciudadanos del cielo, y por eso nuestra mirada debe estar puesta en lo que Dios nuestro Señor  pide a cada uno.  En efecto, si mostrando la figura del emperador Jesús dice den al Cesar lo que es del Cesar, -el pago del impuesto sin reconocer  por ello que el César es dios-  a su vez, recordando que fuimos creados a  imagen y semejanza de Dios, hemos de vivir  agradando al Señor que nos ha creado.
Dios es el Señor de la historia y de todo lo creado y, por eso también la autoridad política debe estar sujeta a la soberanía de Dios. Es por eso que el profeta Isaías (45, 1.4-6), refiere que Dios elige a Ciro el persa para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Babilonia, les da permiso para que retornen a su tierra, reedifiquen Jerusalén y el templo. El mismo texto destaca que Ciro fue un instrumento en manos de Dios sin que él lo supiera, pero moviendo su corazón, Dios hace que este hombre que no creía en el Dios de la Alianza hiciera su voluntad. De alguna manera había una docilidad en su inteligencia ante aquello que es bueno, noble y justo, que es un camino, un primer paso para llegar a un compromiso más profundo. Nosotros ante la autoridad política, es decir el César, como señala el texto debemos obediencia en aquello que es justo, en aquello que es bueno, pero tenemos la obligación como ciudadanos del Cielo de señalar a la autoridad política cuando se descarría en su camino de servir a Dios nuestro Señor, porque el César no puede meterse en lo que es de Dios, no puede atribuirse poderes que nadie le da. Precisamente el papa Benedicto XVI ya hace un tiempo había dicho que el pecado de nuestros  días es oponerse a Dios creador. En efecto,   el ser humano apañado por las autoridades políticas de los estados, da rienda suelta a la manipulación genética, al aborto, a la eutanasia, al cambio de sexo y a cuanta cosa es contraria a  la voluntad de Dios, de manera que así como nosotros no nos podemos atribuir funciones que no nos corresponden como iglesia o como religión, tampoco el estado puede meterse en querer regir sobre aquellas cosas que no le incumben queriendo imponer ideologías totalitarias que sostienen  el  pensamiento único que distorsiona  lo que es la vida humana o la educación y otras verdades.
La respuesta del Señor es correctísima, debemos dar a la autoridad política el respeto que corresponde y el  apoyo en aquello que sea bueno y justo, pero no podemos someternos al capricho de los gobernantes de turno que quieren muchas veces meterse en la vida de los seres humanos e incluso manipular lo religioso y querer someterlo a través de eso, tampoco la iglesia o la religión tienen que ser complacientes con la autoridad política, o ser políticamente correctas para no quedar mal o para no tener problemas. La ciudad de Dios siempre va a tener problemas y si uno quiere “dialogar” con aquellos que no les interesa  buscar la verdad, corremos el riesgo  de perder la libertad y la independencia que Dios nos ha dado.
Algunos afirman “yo no me voy a meter en política porque es algo sucio” y así vamos, el cristiano que siente vocación política, tiene que inmiscuirse en la política, no en la partidocracia que es otra historia, sino en ese deseo de servir a la comunidad permanentemente y hacer todo lo posible para servir a la sociedad civil y al mismo tiempo a la sociedad cristiana, defendiendo los valores que enaltecen a la persona humana. Se podrá decir  también que “un político por más católico que sea, no va a tener éxito en su desempeño porque cuando quiera enseñar lo bueno, no lo van a escuchar”. No importa, recuerden al profeta Ezequiel (Ez. 2, 5), que se desalentaba porque no era escuchado y  Dios le dice “sea que te escuchen, sea que no te escuchen sabrán que hay un profeta en Israel”. O sea,  debemos hacer todo lo posible para defender lo que es bueno y noble, y aunque no lo tenga en cuenta la autoridad  política, por lo menos dar testimonio con la vida, con el ejemplo y con la palabra de que no todo el mundo es igual y que hay personas que mantienen el equilibrio, el servicio al César y a Dios nuestro Señor, pero sabiendo que Dios está por encima de todo lo que existe.
Pidámosle al Señor entonces para que sepamos defender nuestros principios cuando se pretende avasallarlos, ahí estará el Señor con nosotros.
Hoy a su vez recordamos el día de la madre. Aquí tenemos la imagen de la Mater, y me parece oportuno recordarle a las madres lo que dice el apóstol San Pablo, en el texto de hoy que está dirigido a los cristianos de Tesalónica (I Tes. 1, 1-5b), y que podemos aplicarlo y sentir  sus palabras como  dirigidas a las madres: “ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas, y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme confianza”. Esta triple enseñanza que nos deja San Pablo la aplicamos a las madres cristianas ya que  han manifestado  y transmitido su fe a los hijos con obras, su amor con fatiga, y su esperanza con firme constancia. Queridas madres: sigan entonces en esta hermosa tarea que van a contar siempre con la ayuda del Señor.


Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista” de Santa Fe de la Vera Cruz, en Argentina. Homilía en el domingo XXIX “per annum”, ciclo “A”.   18  de Octubre de 2020.








13 de octubre de 2020

Como enviados del Señor hemos de buscar al hermano alejado para acercarlo nuevamente al Señor y mostrarle un camino totalmente nuevo.

La Iglesia en Argentina hoy celebra el día misional,  de allí que elevemos confiadamente  oraciones por la difusión del evangelio.

 ¿Qué significa esto? Que la Iglesia fue instituida para ser fiel a la misión de predicar a Cristo, y éste, muerto y resucitado. Es decir, que debemos sentirnos todos “misionados”, enviados, a la sociedad y cultura de nuestro tiempo para llevar a todos la Palabra de Dios, de manera que muchos nuevamente puedan tener la oportunidad de sentirse invitados a participar del banquete ofrecido a todos los pueblos  (Isaías 25, 6-10ª).
El profeta anuncia este banquete mesiánico y escatológico ofrecido  a todos los pueblos de la tierra, manifestando así la voluntad de Dios de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, como enseña el mismo apóstol San Pablo (cf. I Tim. 2,4).
En esta tarea misionera, es decir, de sentirnos enviados, misionados, todos estamos comprendidos, nadie queda liberado de esta búsqueda del hermano que está alejado para acercarlo nuevamente al Señor y  mostrarle un camino totalmente nuevo.
En el texto del Evangelio (Mt. 22, 1-14) continuamos con las parábolas del Reino, que ya hemos reflexionado en los domingos pasados, y hoy precisamente, se refiere al Padre Dios de todos  que invita a las Bodas de su Hijo, que desposado con la naturaleza humana en el seno de María, está presente en la historia humana como Jesús Salvador.
Nuevamente el texto se refiere al desagradecido pueblo elegido que rechaza o mata  a los profetas y a los apóstoles que el Padre envía para invitar a la fiesta de bodas del Hijo hecho hombre y Salvador.
Los invitados no escuchan, se excusan, tienen otras ocupaciones, otras obligaciones, no quieren ir a celebrar las bodas del Hijo.
Como se observa, el texto bíblico repite el mismo esquema de las parábolas anteriores, mostrando la infidelidad del pueblo elegido que renuncia a aceptar a Jesús como el Hijo de Dios vivo.
Como consecuencia de esto, el Padre, envía a sus servidores a buscar por los caminos a todos aquellos que estén bien dispuestos, haciendo hincapié nuevamente en la elección y llamada de aquellos que no provienen del judaísmo.
Y la sala se llena, están todos ahí esperando celebrar las bodas, sin embargo  hay un comensal que no está con el vestido de fiesta, que en el texto del Evangelio refiere a  aquel que no está adornado por la gracia de Dios, por la comunión con Dios, por eso esta reacción de sacarlo de la fiesta; y esta afirmación “muchos son llamados pero pocos son elegidos”, de manera que el llamado se mantiene siempre universal, como dice el profeta Isaías en la primera lectura, pero no todo el mundo acepta esta invitación, como decíamos prefieren seguir otros caminos.
En este contexto de la misión de la Iglesia que es evangelizar, celebramos ayer la beatificación del joven Carlo Acutis, a quien recordamos en el cuadro que tenemos a la vista y que expondremos a la veneración después de bendecirlo.
Carlo Acutis precisamente se caracterizó por ser un misionero, un misionero de veras, se sintió enviado desde pequeño  para  llevar la palabra de Dios y tocar el corazón de sus hermanos. Murió a los quince años por una leucemia fulminante, ofreciendo sus  sufrimientos a Dios por el papa, por la Iglesia, por los jóvenes, y seguía a pesar de la enfermedad traspasado por el amor a Cristo nuestro Señor, presente en la Eucaristía.
Por eso, Cristo Eucaristía para él, como lo dice, es “la autopista al Cielo”; ya que si tenemos seguridad de llegar a la Vida Eterna es a través de  Cristo Eucaristía, y por eso, tantas horas, tanto tiempo en actitud contemplativa ante Jesús Eucaristía.
Profundamente devoto, a su vez, de su Madre, la mujer por excelencia que es María Santísima a la cual tenía una tierna devoción, muy particularmente por el rezo del santo Rosario. Precisamente  el mes de octubre es el dedicado al rezo del santo Rosario, por lo que tenemos la  hermosa oportunidad de repetir ese gesto en honor de la Virgen.
Carlo Acutis va a insistir que entre elegir lo finito y lo infinito el hombre debe buscar y elegir siempre lo infinito, esa meta de la infinitud a la cual estamos llamados, precisamente al banquete eterno del cual habla el profeta Isaías, a las Bodas del Cordero  del evangelio. De allí se entiende lo dicho por Carlo “que todos nacemos originales, pero hay quienes mueren fotocopias” porque   con el tiempo  el ser humano puede desviarse del buen camino y buscar metas frágiles, se puede perder la originalidad de vivir en  gracia de Dios y crecer en santidad, para crecer en la mediocridad de una existencia vacía.
Carlo es un apóstol de los medios, el ciber apóstol, un chico común y corriente podríamos decir, pero con una marca preferencial por el amor a Cristo nuestro Señor, sobre todo en la Eucaristía. Y esto mismo lo manifestaba con su calidad de persona: respetuoso, amable, educado con todos, dedicado a los más pequeños, a los necesitados, a los enfermos, realmente ha sido un joven que respondió generosamente a la abundante gracia que Dios le había transmitido, que había derramado en su corazón, y así, con esta su vida, fue un gran misionero, se sintió enviado a evangelizar y evangelizó con su vida, con sus enseñanzas, con internet, con los Milagros Eucarísticos, con el fútbol, con tantas habilidades que desarrollaba, pero siempre en clave del amor a Cristo y el amor a los demás. 

Pidámosle al nuevo beato que desde hoy tendremos en el templo parroquial y recordaremos cada día 12 de mes, que nos ilumine a todos y ayude a comprometernos más con Cristo.
El día 12 de cada mes, porque el 12 de octubre día de su muerte es la fiesta litúrgica, vamos a pedir por los jóvenes de la parroquia, por los jóvenes de la ciudad, para que se sientan atraídos por esta hermosa vocación y vida a la santidad de Carlo Acutis; para que vean que no es imposible llegar a una vida de entrega a Dios si uno se lo propone y si uno responde a la gracia de lo alto, es decir si respondemos a la originalidad de nuestro ser como hijos adoptivos del Padre.
Pidámosle al Señor que crezcamos en este espíritu misionero, que llevemos también nosotros el Evangelio de Jesús a todos los que nos rodean, que Cristo no quede oculto en medio de nuestra familia, en medio de nuestras amistades.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVIII durante el año, ciclo A.- 11 de octubre de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




 

5 de octubre de 2020

La viña del Señor es su pueblo, pidámosle no apartarnos de Él y ser fieles instrumentos suyos atrayendo a muchos a la salvación.

El texto del profeta Isaías que proclamamos en el día de hoy (5, 1-7), se perfecciona, se completa, con el texto del Evangelio (Mt. 21, 33-46). La referencia de una viña que es preparada y cuidada, se aplica al pueblo de Israel, elegido por Dios para hacerse presente entre nosotros, y en ese pueblo de Israel, la tribu de Judá es la predilecta, la elegida. 

Y así, el texto de Isaías refiere al “canto de mi amado a su viña”, es decir de Dios que recuerda todo lo que hiciera por el pueblo de Israel, que fue  tratado con amor, que lo fue preparando  para que dé frutos abundantes, pero cuando llego el momento de la cosecha solamente dio frutos agrios, mención ésta a la infidelidad y al rechazo que recibiera a pesar de la Alianza por la que el Señor cumplió con su Palabra mientras los elegidos faltaron muchas veces al compromiso.
A su vez, este amigo de los hombres que personifica al Creador, desalentado y angustiado, destruye la plantación porque “la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantación predilecta. ¡Él espero de ellos equidad, y hay efusión de sangre; esperó justicia, y hay gritos de angustia!”
El texto del Evangelio completa esta idea, si bien agrega otros personajes en el relato, y así, nuevamente el que posee la viña es el Señor, que se la deja al pueblo elegido –los viñadores homicidas- para que dé frutos. Sin embargo, a lo largo de la historia, rechazan a los enviados que se llegan a la misma para percibir los frutos, que son los profetas, llegando a matar al propio hijo para quedarse con la viña. 

Continúa el texto diciendo que Jesús pregunta a los jefes del pueblo elegido que “cuando vuelva el dueño, “¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?”. Y los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo contestan: “acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo”.
Escuchando la respuesta, el Señor interroga: “¿No han leído nunca en las Escrituras:”La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular; ésta es la obra del Señor; admirable a nuestros ojos?” en obvia referencia al rechazo  de ellos por su Persona como Mesías. Rechazo este que tiene como consecuencia el  que  “el Reino de Dios le será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus  frutos”.

 Y ¿cuál es ese nuevo pueblo?  El constituido por judíos convertidos que reconocen a Jesús como el Mesías prometido y  aquellos que tienen su origen en el paganismo,  que no han tenido la oportunidad de conocer al Dios de la Alianza, pero que una vez que se les ha predicado el evangelio lo han reconocido. De hecho en la misión del apóstol San Pablo se percibe que muchos judíos y numerosos paganos han reconocido a Jesús como Mesías y Salvador anunciado en las Escrituras.
Ese nuevo pueblo de Dios configura la Iglesia, que a su vez lleva el nombre de Viña del Señor,  Iglesia que Jesús moldea y cuida para que dé frutos por medio de la evangelización, y de la vida profundamente cristiana de sus miembros, y de quienes en el futuro vayan incorporándose a la misma.

Pero además, podemos hablar también de la Viña del Señor que es cada uno de nosotros desde que nacemos, pasando por el Bautismo y todo lo que recibimos y obtendremos de Dios en el transcurso del tiempo. El Señor nos ha preparado desde el inicio de nuestra existencia para que lo recibamos, para que le seamos fieles, y sigamos trabajando con entusiasmo para atraer a muchos a la viña salvadora.
Ahora bien, hemos de tener en cuenta que no estamos exentos a que también se nos excluya de pertenecer a la viña del Señor si somos “viñadores” perezosos que nos comemos las uvas de la gracia pero no producimos más que frutos agrios por nuestra inoperancia o peor aún por el pecado y malas acciones.

Pero, ¿cómo podremos dar buenos frutos quizás nos preguntemos?. La respuesta la podemos encontrar en san Pablo quien escribiendo a los filipenses (4, 6-9) exhorta a no angustiarse por nada, si acaso eso nos pasa por la falta de respuesta de la gente cuando evangelizamos. Siempre el recurso ha de ser la oración y la súplica acompañada de acción de gracias presentando las peticiones a Dios.
A su vez, continúa el apóstol exhortando a una seria vida cristiana,  de modo que “todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos”.
Queridos hermanos, pidámosle al Señor que nos de su gracia para ser capaces de vivir esto a fondo  y llegar a ser dignos de pertenecer a la viña del Señor, sabiendo que contamos siempre con la intercesión de la Madre del Cielo especialmente en el rezo del santo rosario.
 

Canónigo Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXVII del tiempo Ordinario. Ciclo “A”. 04 de Octubre de  de 2020.  ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com