24 de abril de 2023

Para crecer en la vida interior es necesario participar de la fracción del Pan y reconocer que el Señor se entrega totalmente a sí mismo.

 

Para crecer en la vida interior es necesario participar de la fracción del Pan y reconocer que el Señor se entrega totalmente a sí mismo.



 

El día de la resurrección por la tarde acontece este encuentro entre Jesús y los discípulos que se dirigen a Emaús.  Ellos están desolados, tristes, y Jesús los acompaña en ese caminar, dispuesto a abrirles los ojos para que  comprendan y  se afirmen en la verdadera fe, en relación con lo sucedido.

Ante la pregunta de Jesús inquiriendo acerca de lo que están hablando, ellos responden narrando los acontecimientos según fueron vividos por ellos mismos, y afirman que esperaban un suceso distinto.

¿Qué esperaban? A un Mesías político, por eso les costaba entender a las mujeres que afirmaban que no estaba el cuerpo de Jesús en el sepulcro y que unos ángeles les habían dicho que estaba vivo.

Les resultaba difícil también, entender el testimonio de Juan y Pedro, porque cuando se espera de Cristo otra cosa que no sea su misión como Salvador, se tienen los ojos a oscuras, no se lo puede contemplar.

Imposible conocer al Señor si uno cree que su venida entre nosotros significa resolver los problemas cotidianos de la vida del hombre.

En efecto, esto sucedió con la multiplicación de los panes (Jn. 6) ocasión en la que Jesús reprocha a la multitud diciéndoles que lo buscan porque  les dio de comer el pan material, cuando Él viene a darles otro alimento, el pan de vida, la Eucaristía.

Cuando se espera de Jesús algo distinto de lo que Él es y de su misión, no se lo encuentra, el ser humano está perdido. Y aunque camine junto a nosotros, no lo reconocemos porque esperábamos otra cosa, pero Jesús se compromete de todos modos a lograr que se abran nuestros ojos a partir de la explicación de lo que anuncian las Escrituras.

Explica las Escrituras para que entendamos que fue anunciado desde antiguo. Precisamente en varias plegarias eucarísticas de la Misa, se recuerda este hecho de que Jesús explica las escrituras y parte para nosotros el pan.

La Palabra y la Eucaristía que es la Palabra encarnada, o sea, el mismo Cristo resucitado, que se da como alimento, van juntas como dones que recibimos para nuestro crecimiento y madurez espiritual, y ambas se presentan en este encuentro con los discípulos caminantes

Y así llegamos a Emaús. Jesús amaga seguir caminando, pero le dicen “quédate con nosotros, porque ya el día declina”, anochece.

¡Qué hermoso poder reconocer en nuestra vida que esta se transforma en noche cuando Jesús no está con nosotros!

¡No te vayas, Señor, quédate con nosotros! En medio de las tentaciones y de nuestras debilidades y angustias, suplicar siempre: ¡quédate Señor conmigo, no me dejes, no te vayas. Mi vida anochece si tú no estás conmigo. Pero se hace la luz si tú me acompañas y me muestras tu voluntad!

Y ya en la posada, Jesús toma el pan, lo parte y da de comer a los dos discípulos. Y allí se les abrieron los ojos y Jesús desaparece.

El gesto de la fracción del pan en el Señor, significaba la entrega de sí mismo como alimento, como se había entregado al sacrificio de la Cruz.

Para el pueblo judío compartir el pan con alguien significa que previamente comparten una amistad, una vida. Y acá Jesús les está diciendo eso, y mucho más todavía. Les está revelando que Él se entrega   totalmente como alimento, y a su vez anuncia el banquete celestial.

Y ahí descubrimos algo muy importante, cómo los ojos comienzan a ver en la presencia de la Eucaristía. Es notable cómo en nuestro tiempo no pocos que provienen de las iglesias luterana o anglicana, se convierten al catolicismo por el milagro de la Eucaristía. Porque al no tener a Jesús vivo en sus cenas celebratorias, se sienten como si no tuvieran nada. Les falta lo más importante que es la presencia del Jesús vivo.

Este hecho nos debe mover a no dejar nunca de tener hambre de Jesús vivo. Porque eso no solamente nos va a llevar a participar siempre de la Eucaristía, de la Misa Dominical, sino también a prepararnos a limpiar nuestro corazón del pecado para poder recibirlo en la comunión.

Si queremos crecer en la vida interior es necesario participar de la fracción del Pan, reconocer que el Señor se entrega totalmente a sí mismo y  espera que también nosotros nos entreguemos a Él, por lo que hemos de ir cada día a su encuentro con entusiasmo.

Y de este encuentro con el Señor, se sigue la misión evangelizadora.

Así sucede que los discípulos de Emaús vuelven presurosos a Jerusalén a comunicar la buena noticia: ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo vive!

Nos ha de impulsar también a nosotros ese mismo entusiasmo de hacernos presentes en el mundo de hoy, con sus dificultades y con sus ignorancias respecto a Cristo para hablarles del Señor.

Con esa fuerza, con esa energía que, por ejemplo, tenía San Pedro después de su conversión, proclamando las maravillas del Señor, afirmando que hemos sido salvados por el Resucitado, el cual a su vez nos entregó al Espíritu Santo y que nos rescató, no con bienes preciosos, sino con su propia muerte (I Pet. 1,17-21).

Queridos hermanos: Ya no podemos volver atrás, pertenecemos a Cristo por el bautismo. Por eso cuando el cristiano decide alejarse del Señor, no vive en paz.

¡Cuánta gente dice: me falta algo en la vida, cuando en realidad se debiera decir, me falta alguien, Cristo que viene a hacernos vivir como resucitados.

Pidámosle que se quede con nosotros, pidámosle a la Virgen Santísima bajo la advocación de Guadalupe que ayer y hoy celebramos, que nos lleve como de la mano al encuentro de su Hijo, y que con su maternal protección busquemos siempre estar con su Hijo, reconociendo que nuestra vida tendrá sentido si Él está con nosotros.

 Padre Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer Ermitaño, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el III domingo de Pascua. Ciclo A. 23 de abril de 2023

20 de abril de 2023

Por la resurrección de Jesús fuimos transformados, busquemos los bienes del cielo “donde Cristo está sentado a la derecha de Dios”.

 El Evangelio afirma tanto de Pedro como de Juan, que al encontrar el sepulcro vacío, vieron y creyeron (Jn. 20,1-9)
¿Qué es lo que vieron? No lo vieron a Cristo resucitado. Entonces, ¿qué es lo que creyeron? Aunque todavía no terminaban de comprender, como lo dice el mismo texto evangélico, se daban cuenta que el vacío que había en la tumba era un indicio claro de que el Señor había resucitado.
Las mujeres les habían anunciado que el Señor no estaba en la tumba. Los enemigos dirán que el cuerpo ha sido robado. Quienes tienen fe, quienes tenemos fe, sabemos que Cristo ha vuelto a la vida, como lo había dicho, como lo había prometido. Ha resucitado de entre los muertos. Y este volver a la vida es para encontrarse no solamente con el Padre, retornar junto a Él, sino estar presente en nuestra vida cotidiana.
Jesús no nos abandona, ya lo viviremos en la fiesta de la Ascensión, cuando celebremos el regreso de Jesús al Padre, que no significa un abandono de nosotros, ya que tenemos la seguridad y la certeza de que el Señor nos acompañará siempre.
En efecto, Jesús va adelante de nuestros pasos para guiarnos por el buen camino, está  a nuestro lado acompañándonos en este recorrido de la vida, y también camina detrás nuestro para que nadie atrase o demore su camino hacia la vida eterna.
Porque precisamente en esta vida, Cristo resucitado nos alienta a vivir en profundidad lo que hay dentro de nuestro corazón.
¿Y qué es lo que hay en nuestro corazón? poseemos el sentido teleológico de la vida, o sea, conocemos y dirigimos nuestros pasos hacia la meta prometida, reinar para siempre con el Salvador.
Cada uno de nosotros, aunque no pocas veces nos separemos de Dios o pretendemos vivir sin Él, sabe que estamos inclinados por naturaleza a buscar a Dios. Y que sin Dios nada podemos hacer. Sin Cristo nuestra vida se opaca.
Lo que le da realmente sentido a nuestro existir es lo que afirma el Salmo (Ps 15) que cantábamos anoche: “Tú eres Señor mi herencia, Tú eres mi único bien”.
¡Qué hermoso poder decir, “Tú eres Señor mi herencia, Tú eres mi único bien”, porque si el Señor es nuestra herencia, es justamente por esta inclinación natural de encontrarnos con Él  en el cielo!
Y así, no podemos esperar nada mejor de nuestra vida que estar con Dios definitivamente, lo que permite que reconozcamos que Él es nuestro bien.
En esta vida, mientras caminamos por este mundo, obrando según la voluntad de Dios, permite ver lo que es bueno, lo que es agradable, lo que da gloria a Dios y al mismo tiempo nos perfecciona a cada uno, como nuevas creaturas salvadas.
Nosotros muchas veces estamos angustiados, preocupados, porque vemos a nuestro alrededor cómo se desmorona todo. Por ejemplo, en nuestra patria, contemplamos cómo todo se va derrumbando.
Pareciera que ya no existe esperanza, porque cunde la violencia, la inseguridad, el hambre, el odio, tantas injusticias.
Nuestra patria necesita justamente que cada uno  muera al pecado, y retornemos a la vida de la gracia. Y solamente se puede resucitar aceptando en nuestra vida a Cristo nuestro Señor.
Mientras el ser humano siga apostando a aquello que es contrario a la voluntad de Dios nos seguiremos hundiendo, ya que solamente Dios es el que salva, el que otorga la seguridad de una vida distinta.
Por eso no es que estemos abandonados de Dios, sino que  hemos abandonado a Dios. Lo hemos dejado.
Esta Pascua nos da la oportunidad de retornar nuevamente a los orígenes de nuestra fe, reanudar el encuentro con Jesús, vivir con Él para llegar algún día a gozar para siempre y por siempre de la presencia divina.
El apóstol san Pablo (Col. 3, 1-4) nos exhorta -a quienes creemos en la resurrección de Jesús y fuimos transformados por el bautismo-, que busquemos los bienes del cielo “donde Cristo está sentado a la derecha de Dios”.
Precisamente al ser nuevas creaturas por la resurrección del Señor y por haber muerto al pecado, hemos de tener los pensamientos orientados  hacia las cosas del cielo y no en las de la tierra.
Mientras los incrédulos siguen afirmándose en el poder, el dinero, el placer y todo lo que sea mundano, no logrando superar el cansancio que provoca una existencia sin sentido último, los que hemos creído en la Vida Nueva que ofrece el resucitado, debemos contemplar las cosas terrenas a la luz de la fe en las cosas celestiales, que permiten ver que lo terreno pasa y no satisface plenamente.
La certeza de que fuimos transformados y de la presencia de Jesús vivo en el mundo, aunque para muchos siga siendo desconocido o ignorado, debe impulsarnos a testimoniar nuestra fe, buscando la conversión de aquellos que lo buscan a Jesús aún sin saberlo, y que una vez que lo conozcan darán el paso de la conversión (Hech. 10).
Queridos hermanos sigamos manifestando el gozo que nos embarga cantando a viva voz: “Este es el día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en él” ( Salmo 117).

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo de Pascua. Ciclo A.  09 de abril de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


 
 
     
         
     

 


3 de abril de 2023

Habiendo abandonado a Dios, el ser humano vive sumido en una profunda soledad, contemplando sólo sus múltiples miserias.

Una vez más comenzamos la semana mayor de la fe católica con el domingo de Ramos, en el que revivimos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, con el deseo de expresar nuestro amor por Él y con la decisión de que el ramo bendecido hoy nos recuerde la aclamación real que realizamos hoy y hemos de continuar durante el año.
Cristo como rey  se presenta en humildad y profunda paciencia enseñándonos que ese es el camino para imitarle y triunfar como creyentes venciendo lo que busca separarnos de su seguimiento.
El mundo ha renegado de Dios, de allí que el ser humano se sienta tantas veces  sumido en una profunda soledad, contemplando sus miserias y soportando sus pecados que asfixian y llevan a perder la esperanza  sobrenatural como la que quiere estregarnos el Señor.
La Pasión del Señor  manifiesta su profundo dolor en el abandono, porque mientras los discípulos desertan y hasta Dios mismo lo deja a su suerte, Él se abandona a la voluntad divina y se entrega totalmente al sacrificio redentor que  muestra su despojarse  de la naturaleza divina, para ser pisoteado por todos como si fuera gusano.
El permanente abandono del Señor se gesta y realiza porque no pocas veces los creyentes quieren pasarla bien, darse todos los gustos, ponen el centro de su vida en el placer o en el disfrute de todo lo mundano.
Cristo ya no tiene lugar en el corazón de muchos, como si le estuvieran diciendo que se quede en su mundo, que no moleste con sus exigencias, que el misterio de la Cruz ya es del pasado, que el “hombre nuevo” que existe hoy no necesita de  liberación alguna.
Sin embargo, la cruz, árbol sacrificial  que sufren los esclavos, será la que lo elevará sobre todos para que al mirarlo seamos salvos de la mordedura de la serpiente antigua, llamada  diablo.
Mientras en el mundo las fuerzas oscuras de la violencia crecen día a día, movidas por la idolatría del más fuerte sobre el débil y despreciando la misma dignidad humana, Jesús se deja humillar y doblegar ante aquellos que con espadas y palos lo apresan, manifestando con la curación del herido en la oreja, que en Él no rige el ojo por ojo tan común en la mentalidad humana que sólo busca la venganza por el daño recibido.
Sigue su camino de humillación sometiéndose ante sus jueces, indignos todos, ya sea el Consejo de los ancianos del pueblo judío, ya sea el Sumo Sacerdote, ya sea Pilato, el Procurador romano.
Y a través de su humillación constante y anonadamiento más profundo, Jesús manifiesta en su Pasión que este es el camino de salvación para el hombre apartado de su Creador desde los orígenes, cuando quiso usurpar la condición divina que no le es propia.
La contemplación de la Pasión que cada año realiza la Iglesia, sigue siendo el momento a través del cual Jesús interpela a los hombres de todos los tiempos, para recordarles que en la pretendida veleidad de querer ser como dioses, no se ha logrado más que dolor y lágrimas para el mundo, porque herida por el pecado de los orígenes y sumergida en las tinieblas del maligno, la humanidad ha perdido el rumbo de la verdad y del bien, apartándose del fin sobrenatural para el que había sido creada.
Toda época histórica ha tenido, por cierto, “olvidos” de Dios, y se lo ha abandonado, pero hoy, ha llegado a profundidades inéditas.
Esto ha desgarrado al mismo hombre que se siente desconfiado y abandonado de todo y de todos,  sufre la soledad en la familia, en medio de los amigos, disconforme con toda la realidad existente, quejoso siempre como el pueblo de Israel cuando iba a la tierra prometida, descargando la causa de los males en el Creador, sin asumir jamás las culpas propias.
Un mundo que olvidado de Dios gime aplastado por sus miserias, y que se engaña buscando sin sosiego la felicidad en otra parte.
Insatisfecho siempre, camina el hombre por este mundo, deseando y esperando no sé qué cambio, sin convertirse a su Señor.
A pesar del abandono, el Señor sigue confiando en que volveremos a Él. Lamentablemente no siempre por amor, sino porque la amargura del corazón sin Dios lleva a recapacitar al hombre y, comprender que nunca se está feliz sino es en la casa de Dios ya que para Él hemos sido creados.
Pidamos al Señor la gracia de continuar este recorrido y alcanzar así  el convencimiento de una sincera conversión que conduzca a la resurrección de nuestras vidas en el resucitado.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo de Ramos. Ciclo A. 02 de abril de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com