25 de enero de 2021

No retrasemos el escuchar la Palabra, convertirnos y seguir a Cristo, respondiéndole con alegría y buena disposición de corazón.

El papa Francisco estableció hace dos años el domingo de la Palabra de Dios, y que hoy recordamos,  para que reflexionemos sobre la vigencia de la Palabra de Dios en nuestra vida y cuál es la respuesta personal de cada uno de nosotros. Quizá pueda resultar esto un poco extraño, quizás ustedes digan: “nosotros leemos la Palabra de Dios” pero quizá también falta nutrirnos más con la Palabra de Dios. Mucha gente hoy en día, a través del celular, recibe todos los días el texto de la Palabra de Dios, incluso meditación sobre la Palabra de Dios, lo cual es muy importante o también reciben la posibilidad de rezar el rosario. Todo esto alimenta la vida espiritual del creyente, pero es importante  que desde la fe otorguemos a la Palabra de Dios el rango que le corresponde, el de dar  sentido a nuestro ser y existir.
La palabra de Dios que en Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, vino personalmente a nuestro encuentro, ya desde el antiguo testamento estuvo presente en la vida de cada persona.
Si tomamos la profecía de Jonás (Jonás 3, 1-5), escuchamos cómo Jonás proclama en Nínive la conversión de sus habitantes. Esto que estaba realizando el profeta le costó mucho hacerlo, porque como Nínive era enemiga del pueblo de Israel y había hecho sufrir siempre mucho a los israelitas, Jonás no entendía por qué Dios tenía que ser misericordioso con ese pueblo. Es por eso que en un primer momento huye, hasta que Dios a través de circunstancias adversas  lo vuelve a interpelar para que cumpla con lo que se le encomienda. Y Jonás entonces hace lo que Dios le pide, aunque sea a regañadientes pero cumple con su misión.
Vemos aquí entonces cómo por un lado el profeta en un primer momento huye de la Palabra de Dios, que interpela su vida y Dios tiene que insistir para que él acepte esa palabra, mientras que los ninivitas en cambio, muy diferente frente al llamado a la conversión cambian su vida. De este modo se manifiesta  la voluntad de Dios de llamar a la salvación a toda la humanidad, no solamente al pueblo de Israel sino a todos los pueblos de la tierra y mostrarles el camino. En este texto de Jonás, en esta experiencia de Nínive, resalta por cierto la misericordia de Dios  por sobre la justicia, porque ellos  escucharon  la palabra  divina, la valoraron y  la  realizaron.
En el texto del Evangelio (Mc. 1, 14-20) Jesús proclama la buena noticia de Dios, afirmando “el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca” ¿Cuál es el tiempo que se ha cumplido? Todo lo que aconteció en el Antiguo Testamento fue preparando la venida del Salvador con la que se ha cumplido la providencia divina comenzando  un nuevo tiempo.  En efecto, Jesús se dirige al encuentro del hombre, es el kairós o momento propicio para la salvación que pasa por la necesidad de la conversión. Y así, cuando se realiza el cambio de vida y de mentalidad –metanoia-, permitimos que llegue  a la vida de cada uno el mismo  Señor.
Para escuchar la Palabra de Dios es necesario convertirse primero, porque no pocas veces o no seguimos la Palabra de Dios, o la seguimos en parte o ponemos en duda las enseñanzas del Evangelio, o nos quedamos con aquello que nos gusta y desechamos aquello que nos interpela. Por eso es necesaria la conversión para recibir dócilmente esa Palabra de Dios, permitiendo que nos enseñe y guíe.
Y así lo hace Cristo que es la Palabra del Padre cuando se acerca a los primeros discípulos Andrés y Simón, Juan y Santiago y les dice. “síganme, yo los haré pescadores de hombres”. Ellos  responden a esa palabra, a esa invitación que les hace el Señor, con el desprendimiento total y el seguimiento obediente del Maestro.  que cambia y que trasforma totalmente sus vidas.
En el texto de San Pablo (1 Cor. 7, 29-31), en la segunda lectura, nuevamente aparece la importancia de la Palabra de Dios, en la  que se manifiesta  su voluntad.  Observa  el apóstol  que “queda poco tiempo, mientras tanto los que tengan mujer, vivan como si no la tuvieran, los que lloran como si no lloraran, los que se alegran como si no se alegraran” etcétera ¿Qué quiere decir esto? No anuncia acá el apóstol la segunda venida del Señor, sino que está afirmando que queda poco tiempo porque de hecho en nuestra vida, el paso del Señor está indicando un momento preciso y precioso para nuestra salvación y si lo dejamos pasar, es posible que perdamos la oportunidad de renacer a una existencia nueva.
¿Qué  significa el vivir “como si no” viviéramos los distintos momentos de la vida cotidiana? el papa Francisco hoy en el Ángelus hablaba de la necesidad de  resguardarnos de la mundanidad, de todo aquello que sea mundano. ¿Qué quiere decir esto? No pocas veces nuestra atención está centrada en lo que acontece cada día y nos aferramos a los sucesos pasajeros como si fueran eternos, olvidándonos de lo que verdaderamente tiene importancia.
El papa contaba hoy la experiencia cuando atendiendo a una  mujer anciana enferma, ésta le dice que “se le pasó el tiempo”, anciana ya  pero  se  le pasó el tiempo volando. Esto lo decimos continuamente, y ayuda a pensar, que no hemos de dejar para mañana el escuchar la Palabra, el convertirse, el seguir a Cristo, sino ser prontos  en escuchar lo que Dios me dice, lo quiere de mí, y responderle con alegría y buena disposición del corazón.
Cada día tenemos que convertirnos, es decir, darle la espalda a todo aquello que nos impide una intimidad mayor con el Señor. Hermanos: pidámosle a Jesús que su palabra nutra siempre la vida de cada día, dándonos la fuerza  para ponerla en práctica.

 Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 3er domingo durante el año. Ciclo “B”. 24 de enero de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.





19 de enero de 2021

“Aquí estoy, porque me has llamado”


  La vida del hombre en este mundo alcanza su pleno sentido cuando entra en comunión con su Creador, con Dios, y cuando desde esa intimidad,  transcurre en su existencia terrena buscando agradarle. Sabiendo por otra parte, que el encuentro e intimidad con Dios es un anticipo de lo que luego vivirá eternamente, siempre y cuando haya permanecido fiel a su compromiso, levantándose de sus caídas siempre, y concluyendo su vida mortal en comunión de vida y amor. Esa meta a la que estamos convocados, por cierto,  es la que como hijos adoptivos del Padre se nos ha prometido, en un estado en el que no habrá llanto, ni dolor, ni angustia,  ni pena alguna, sino sólo gozo y paz en la contemplación divina.
Y para que se dé este encuentro, Dios  se anticipa buscando al hombre, lo llama y le propone  esta existencia nueva en medio de las dificultades y obstáculos  que se oponen a la intimidad divina.
El Antiguo Testamento  presenta esta hermosa vocación y el llamado que Dios hace a Samuel que está bajo la tutela del sacerdote Elí (I Sam. 3, 3b-10.19) su formador, que le ayuda a madurar bajo la mirada divina y que se convertirá después en sacerdote y profeta especialmente en los reinados de Saúl y David.
El texto bíblico advierte que Dios lo llama tres veces para dar a entender que no siempre el ser humano se da cuenta que es llamado por Dios, ya que diversas circunstancias distraen, máxime en nuestro tiempo, lo que hace necesario la insistencia divina.
La disponibilidad de Samuel ante el llamado queda en evidencia porque en las tres primeras veces se acerca a Elí diciéndole afirmativamente “Aquí estoy, porque me has llamado”, y no la pregunta curiosa  “¿por qué me has llamado?”
En el cuarto llamado, aleccionado por el sacerdote Elí, Samuel responde “habla, porque tu servidor escucha”. Nuevamente la hermosa actitud de la disponibilidad sin saber qué se espera de él.
Y este encuentro personal del Señor con su servidor, transforma la vida de Samuel, y aunque el contenido del mismo se mantiene secreto, el texto bíblico continúa describiendo la vida del niño ya que “Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna de sus palabras”. Afirmación ésta que anticipa lo que señalará san Lucas  respecto a Jesús, el cual viviendo con sus padres crecía en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres.
Y mientras  Samuel no dejó  de cumplir las palabras recibidas de Dios, porque lo hizo con los oídos de la Fe y practicó lo que había escuchado, así también a su tiempo, Jesús no dejaría de escuchar al Padre y obraría según su voluntad hasta llegar a la cruz.
Ahora bien, continuando con el tema del seguimiento, en el evangelio (Jn. 1, 35-42), el encuentro se realiza entre  Cristo y dos discípulos de Juan Bautista. Nuevamente se observa la intervención de alguien para  concretarlo, como lo hiciera Elí con Samuel.
En este caso Juan Bautista dice a sus discípulos que Jesús es el Cordero de Dios, anticipando de esa manera su muerte en cruz con la cual salvaría a la humanidad. Uno de los discípulos es Andrés. El otro, según los estudiosos de la Biblia, probablemente era Juan, el que escribe el relato. Y seguramente es así porque el texto recuerda que  “era alrededor de las cuatro de la tarde”  la hora en que se conocen Jesús y los dos discípulos del Bautista.
Esto no deja de ser aleccionador, porque  ¿quién se acuerda con tanta precisión el día y la hora de un acontecimiento? Solamente alguien recuerda el día y la hora de un suceso, cuando éste ha marcado su existencia, su vida, de una manera notable.
Y se acercan a Jesús y Él les pregunta: ¿Qué quieren?  Respondiendo “¿dónde vives?” Y Jesús no les contesta donde vive, sino “vengan y lo verán”,  o sea, síganme y contemplen quién soy  y lo que les quiero transmitir. Y esta experiencia es tan fuerte que lo recordarán para siempre, Juan al punto de recordar exactamente la hora del día y dar testimonio de eso, Andrés que irá en busca de su hermano Simón, diciéndole “hemos encontrado al Mesías”. Y Simón va también a encontrarse con Jesús que es llamado a través de Andrés. Y Jesús le anticipa su misión diciéndole que se llamará Cefas, es decir Pedro. Son los primeros pasos, no está todo dicho, se expresó la invitación del Señor, y se da la respuesta libre de ellos que quieren seguirlo.
La respuesta de Samuel y los discípulos  marca la existencia de ellos. Y  para nosotros ha de implicar una respuesta generosa que permita destacar también nuestra existencia con la impronta de una fe que se entrega en la disponibilidad total, sin reserva alguna, con la decisión de vivir con Jesús siguiendo sus pasos.
La aceptación de su persona es lo primero, y  admitir que vale la pena jugarse por Él, conociendo sus enseñanzas para vivirlas.
Sin embargo, hemos de recordar que la fe en Jesucristo se prolonga en la vida cotidiana, por medio de la  llamada  moral cristiana.
Muchas veces, en nuestros días, se disocian estos dos aspectos: “yo creo en Cristo pero no me impongan tales reglas, tales mandamientos”, cuando en realidad la continuación de la Fe en Cristo es el Amor: por Él, creo y amo a la vez en el seguimiento.
La liturgia de hoy nos menciona un aspecto importante de la moral cristiana, lamentablemente rechazado o devaluado, la pureza cristiana, mencionada por san Pablo en la carta a los cristianos de Corinto (I Cor. 6, 13c-15ª.17-20). Convivían en esta comunidad dos corrientes diferentes, una de observancia estricta, con el peligro de ver todo lo relacionado con la sexualidad como pecado, y otra corriente que no consideraba  incompatible con la fe cristiana el desenfreno sexual.
Dicho de otro modo, había creyentes que pensaban que se podía ser cristiano, sin privarse de los placeres relacionados con la vida sexual. Un poco lo que pasa hoy en día; no pocos cristianos dicen: “no es necesario para mi salvación que yo viva de tal manera”. En el fondo se cae en el protestantismo, creer que la sola Fe es la que salva, cuando  el apóstol Santiago afirma que la Fe sin obras no es tal. Y Cristo, en la última cena, dirá que quien lo ama cumplirá sus mandamientos y uno de ellos  es el de no fornicarás.
Por eso la insistencia del apóstol San Pablo, exhortando a los cristianos de Corinto que se alejen del desenfreno sexual, de la lujuria, que ordenen su vida. Porque su cuerpo está llamado a la Resurrección y su cuerpo no les pertenece, ya que por el sacramento del Bautismo, somos templo del Espíritu Santo  y pertenecemos a Jesús, porque el precio de nuestra redención fue su muerte.
Hoy en día, corremos el riesgo  de volvernos como esta corriente de los corintios, donde el desenfreno sexual da lugar a cualquier cosa: relaciones prematrimoniales, uniones de hecho sin matrimonio, el concubinato, el adulterio, la pornografía, creyendo vanamente que la lujuria puede convivir con la santidad, ignorando que todas estas cosas no nos permiten una entrega total a Dios en cuerpo y alma.
Es cierto que somos pecadores, pero también es cierto que Dios viene a nuestro encuentro para darnos la fuerza necesaria para combatir nuestras debilidades y responder al llamado del Señor.
Pidámosle al Cristo que nos conquiste, que nos llame,  que nos haga recordar ese día y esa hora en el que Él llegó tan especialmente a nuestro corazón. Y si no lo recordamos, intentar ver dónde vive el Señor para poder amarlo y servirlo.



 Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 2do domingo durante el año. Ciclo “B”. 17 de enero de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.










12 de enero de 2021

La dignidad de hijos adoptivos de Dios permanece aunque reneguemos de Él, ya que continuamos siendo sus predilectos.

Con esta fiesta del Bautismo del Señor concluimos el tiempo litúrgico de Navidad. Pero a su vez inauguramos otro tiempo litúrgico el llamado tiempo durante el año u ordinario en su primera parte hasta que iniciemos el de cuaresma  con el miércoles de cenizas, luego se sucede el tiempo de Pascua  para continuar después el tiempo Ordinario que abarca la mayor parte del año hasta llegar nuevamente al Adviento.
Este domingo por lo tanto  une la conclusión del tiempo de Navidad y el comienzo del tiempo ordinario o durante el año  que de alguna manera busca que  nuestra vida cotidiana, que muchas veces está marcada por la rutina,  sea iluminada desde la fe cambiando  totalmente de perspectiva el acontecer de cada día.
O sea que se abre la posibilidad de vivir lo cotidiano de un modo extraordinario alejándonos  así de la tentación de la rutina que marca por lo general el acontecer de cada día  del ser humano en su familia, en su trabajo, en su misión como bautizado.
Ahora bien, ¿cómo es posible vivir de modo extraordinario lo que refiere a nuestra vida cotidiana?  Tratando de profundizar siempre en aquello que somos por el bautismo, hijos  adoptivos de Dios, hijos en el Hijo Unigénito del Padre.
Hemos de ahondar, por lo tanto, en lo que creemos, acrecentar la fe en Jesucristo, que  otorga   sentido a la existencia cotidiana.
Al respecto  enseña el apóstol san Juan (I Jn. 5, 1-9)  que “el que cree en Jesucristo vence al mundo”. Es decir, que quien está afirmado en Jesucristo tiene asegurada la fortaleza de lo Alto para  vencer las dificultades o soportar las  mismas  con un espíritu nuevo.
El bautismo del Señor nos permite ver cómo  Dios viene una vez más a nuestro encuentro a través de su Hijo hecho hombre.
Ya hemos reflexionado cómo Dios vino a nuestro encuentro en la Natividad del Señor, en la fiesta de la Sagrada Familia, en la manifestación a todos los pueblos de la tierra en la Epifanía, y en esta fiesta del bautismo de Jesús, también viene a nuestro encuentro.
¿Para qué se dirige a nosotros preguntamos? Para concretar la misión del Señor de salvarnos y liberarnos de la muerte eterna. Y lo hace a través de un signo concreto, el bautismo.
Jesús se deja bautizar por  Juan Bautista el cual afirma  “yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con en el Espíritu Santo”. Y ahí se encuentra la novedad, el anuncio del sacramento que instituirá el Señor para la restauración interior, destruyendo el pecado y elevándonos a la vida sobrenatural de la gracia.
Por el agua y el Espíritu cada persona comienza una existencia nueva, teniendo así la posibilidad de vivir en unión con el Señor y al mismo tiempo testimoniar esta fe en Jesucristo.
Y esto es así, porque el bautismo inaugura la misión, no solamente la de Jesús que pasó por este mundo haciendo el bien, sino también la nuestra, ya que somos enviados al mundo para dar testimonio de nuestra fe en Jesús y de lo que por medio de Él  se ha realizado en nuestro interior, de aquello que hemos recibido  gratuitamente.
El texto del evangelio proclamado (Mc. 2, 7-11) recuerda que en el momento solemne del bautismo del Señor, se escucha una voz del cielo que dice  “Tú eres mi  Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”.
Cada vez que se bautiza  a alguien, con los oídos de la fe podemos escuchar la afirmación del Padre que señala que quien recibe el bautismo  es  predilecto suyo, en el Hijo predilecto suyo.
¡Qué hermoso el poder afirmar que el bautismo hace de cada uno de nosotros un preferido de Dios, ya que  al contemplarnos a cada uno se contempla al mismo  tiempo  al  Hijo Unigénito!.
Conscientes de esta predilección por parte de Dios, hemos  de anunciar a los que no están bautizados o se han apartado  de lo que han recibido, la grandeza de lo que significa la predilección divina.
Ni siquiera los ángeles, seres superiores a nosotros por ser espíritus puros, nos superan en esa predilección divina por la encarnación del Hijo de Dios que viene a nosotros para devolvernos la dignidad.
En nuestros días se ha introducido la moda de querer renunciar al bautismo recibido pensando que con ello se puede borrar el carácter bautismal, la marca indeleble de la filiación divina.
Así como  si un hijo declara que desconoce a su padre o a su madre, no pasa esto de ser una veleidad pero no algo real, ya que no se pierde la filiación que cada uno tiene, así también la renuncia al bautismo no elimina que seamos preferidos  por el Padre.
La dignidad de hijos adoptivos de Dios que poseemos por el bautismo no se pierde, y aunque reneguemos de Dios, Él no hace lo mismo con nosotros ya que seguimos siendo sus predilectos.
Es importante, por lo tanto, reconocer y actualizar esta dignidad de la que estamos revestidos, ya que si renunciamos a los dones gratuitos recibidos, los seres humanos nos encontraremos  imposibilitados de  superar las dificultades de la vida y del mundo al carecer de la fe en el único que otorga sentido a nuestra existencia.
Hermanos: pidamos en este día que quienes creemos, continuemos afirmándonos en aquello que recibimos por la bondad divina y a comprometernos a dar  más y más testimonio de Cristo que nos salvado y redimido y gracias a Él  alcanzamos la dignidad de hijos.
Supliquemos  también para que quienes renunciaron a su dignidad de hijos adoptivos, alertados de la mirada de predilección  que tiene Dios sobre ellos, recapaciten y retornen a la familia de los creyentes, atraídos a su vez por la promesa del encuentro definitivo con Dios en su gloria eterna.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor. Ciclo “B”. 10 de enero  de 2021.ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.







5 de enero de 2021

“Junto a la preexistencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, también existía el hombre en el pensamiento divino”.

En el tiempo litúrgico de Navidad, el Evangelio de Jesucristo según San Lucas se detiene en el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre. Y así, hemos recorrido en estos días los primeros pasos de la existencia de Jesús entre nosotros, su nacimiento en Belén y la adoración de los pastores  el día de Navidad, la presentación del Señor y la purificación de la Virgen en la fiesta de la Sagrada Familia y, la contemplación silenciosa de María ante este prodigio de amor  al celebrarla en su Maternidad divina.
Pero en este domingo, la Palabra del Señor (Jn. 1, 1-18) nos lleva a considerar no tanto la humanidad de Cristo, o no sólo su humanidad, sino principalmente la presencia de la persona del Hijo de Dios.
San Juan, con el vuelo teológico que lo caracteriza, nos lleva al origen increado del Hijo divino, llamándolo como la Palabra consustancial al Padre, mientras que en el Antiguo Testamento se lo identifica como la Sabiduría de Dios (Eclo. 24, 1-2.8-12).
Por lo tanto, la Sabiduría y la Palabra  refieren al Hijo de Dios que en ésta condición se hace hombre en el seno de la Virgen Madre.
En los dos textos, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, se recuerda que la Sabiduría-Palabra está en la presencia de Dios, preexistente con Dios, y refiere su presencia también en la creación de las cosas, de manera que no solamente nos habla de la intimidad divina, sino también de la acción de la Trinidad que crea al hombre y le da a éste todo lo que necesita para vivir en este mundo.
El apóstol San Pablo en la carta a los efesios (1, 3-6.15-18) que acabamos de proclamar,-texto ya meditado el 8 de diciembre pasado, al celebrar la Inmaculada Concepción-, insiste también en esto, pero mirando al ser humano desde antes de la creación del mundo.
En efecto, desde antes de la creación, Dios había pensado en llamarnos a la existencia a cada uno de nosotros, como  si junto a la preexistencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, también estuviera el hombre en el pensamiento divino. Faltaba únicamente que ese designio divino de crearnos se realizara en momentos históricos  concretos después de la creación del mundo, para constituirnos  en hijos adoptivos de Dios.
Vemos entonces en estos textos, cómo de Dios va descendiendo la gracia, el don para con la humanidad. Esa gracia y don que es el Hijo que se hace hombre y el hombre que se hace hijo adoptivo de Dios por la voluntad misma de Dios pero todo esto pensado en el Hijo de Dios. Por eso el apóstol San Juan dice que el Hijo es glorificado por el Padre, o sea se manifiesta la gloria del Padre a través del Hijo, especialmente en el momento de la cruz.  Allí en la muerte del Salvador, se despliega la profundidad precisamente de la grandeza divina y de la gloria de Dios, aunque para los ojos humanos no fue más que humillación.
Pero volviendo otra vez a los textos del libro del Eclesiástico y al Evangelio, en ambos se dice que tanto la Sabiduría como el Hijo de Dios ingresan al mundo creado. Y así “Yo eché raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia”, afirma el primero, “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”, recuerda san Juan.
 San Juan expresará que plantó su tienda el Hijo de Dios al encarnarse, la sabiduría a su vez dirá que se le ordenó “instalar mi carpa” en Jacob.
El Hijo  era la luz y la vida,  afirma el texto de Juan, que vino a los suyos y los suyos no recibieron la Palabra, refiriéndose  no solamente al pueblo de Israel que no siempre recibía la Palabra, sino a su vez a los muchos que en la actualidad  no reciben a la Palabra que es Jesús.
Duele decirlo, por cierto, pero también en nuestro tiempo el Hijo de Dios como Palabra del Padre, Palabra salvadora, no es recibida por muchos, incluso rechazada, incluso perseguida o en el mismo Hijo de Dios hecho hombre o en aquellos que buscamos continuar su obra en este mundo.
A pesar de ello, sin embargo,  se le promete a todo aquel que recibe esta Palabra hecha carne que es Jesús, el poder llegar a ser hijo adoptivo del Padre, no naciendo por obra de la carne, ni de la sangre, ni de la voluntad del hombre sino de la gracia divina.
De manera que en este domingo, podríamos decir, que se despliegan no solamente la grandeza  del Hijo de Dios en su eternidad, no solamente la grandeza del Hijo de Dios hecho hombre mientras vivió entre nosotros, sino también la grandeza de cada persona humana.
Esto último nos cuesta muchas veces ver y aceptar, porque estamos acostumbrados a que tanto se cosifique al hombre, se lo denigre, se lo deje de lado, que incluso nosotros tenemos la tentación de tener esta mirada despreciativa hacia el mismo ser humano.
En cambio, desde una mirada de fe que contempla lo que significa el hombre para Dios, sabemos que  aún aquel que lo rechaza, está llamado a la dignidad de ser hijo de Dios, y si no se concreta esto o no perdura en el tiempo, es por la voluntad del hombre que reniega de lo que ha recibido o no busca obtener esa filiación por el sacramento del bautismo, filiación divina, que a su vez, se perfecciona en la vida eterna.
Queridos hermanos sepamos valorar la dignidad de la que estamos revestidos cada uno, agradeciendo  a  Jesús lo que ha realizado en nosotros, ya sea viniendo a nuestro encuentro, ya sea su promesa de conducirnos al encuentro del Padre. Sigamos  apreciando y proclamando la dignidad de la que estamos revestidos.


Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el segundo domingo de Navidad. 03 de enero de 2021.-http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-





2 de enero de 2021

Para los que son fieles a Dios, sea realidad “El Señor te bendiga, te proteja, que haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia”

 

Llegamos a este día con el que concluimos el año 2020  tan complejo  a causa de la pandemia y sus consecuencias en la vida cotidiana de las personas. Sin embargo,  desde la fe, acudimos siempre a la Palabra de Dios que  manifiesta lo que el Señor comunica a sus hijos.
En la primera lectura (Núm. 6, 22-27) el Señor deja a Moisés una fórmula de bendición que impartía ya sea el rey o  los sacerdotes al pueblo de Israel, al comienzo del año o en ocasiones especiales, deseando a todos la presencia de Dios en sus vidas.
Esta fórmula  dice: “el Señor te bendiga, te proteja, que haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia”. ¡Qué hermoso deseo, pedir a Dios que nos muestre su gracia y que haga brillar su rostro sobre nosotros! En efecto,  sabemos que la vida del hombre es muy frágil si no cuenta con la protección, con la ayuda del Creador. Por eso es muy  importante invocar siempre esta gracia. No solamente al comienzo del año, sino a lo largo de nuestra vida, ya  que Dios escucha nuestra súplica y  está atento para respondernos, y esto porque Dios se ha comprometido con el ser humano para conducirlo a las altura de la santidad en esta vida y a la Vida Eterna después de la muerte.
Para realizar esto el Hijo de Dios, enviado por el Padre, se hace hombre naciendo de una mujer, María Santísima, como recuerda el apóstol San Pablo en la segunda lectura (Gál. 4, 4-7). Para manifestar la humanidad que reviste, el texto bíblico afirma  que nació sujeto  a la ley. De hecho recordamos en la fiesta de la Sagrada Familia, que  estaban  sujetos a la ley, aunque podrían haber sido eximidos de ella, y  cumplieron con el rito de purificación de la Virgen y ofrecieron el niño a Dios.
El nacimiento de Jesús  es para la salvación del hombre, sacándolo  de la esclavitud del pecado y del influjo del espíritu de mal, infundiendo  Dios  en nosotros el espíritu de hijos adoptivos, por el  que podemos decir “Abbá” es decir Padre, invocando de ese modo a Dios siempre con confianza porque somos sus hijos adoptivos.
Dice San Pablo “ya no somos más esclavos sino que somos hijos” ¡Qué hermosa enseñanza para todos, hemos dejado de ser esclavos para ser hijos adoptivos! Es cierto que a pesar de recibir el sacramento del bautismo, el ser humano si no se mantiene a lo largo de su vida en esta fidelidad a Dios vuelve a caer en la esclavitud del pecado y del espíritu de mal, pero ya éste no tiene poder absoluto sobre nosotros porque con la gracia de Dios podemos empezar una vida nueva.
En el texto del Evangelio tomado de San Lucas (2, 16-21), proclamábamos uno de los textos que habitualmente se proclaman el día de Navidad, la adoración de los pastores, pero nos detenemos en el pasaje que dice: “María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”. Podemos imaginarnos a la Virgen Santísima contemplando a su Hijo nacido y presente, pero también quizás anticipadamente previendo la crucifixión futura, la muerte del Señor. Porque si ha sido enviado el Hijo de Dios para que se haga hombre y salve a la humanidad, esta salvación se realiza a través de la cruz.
Pero además, la Virgen Madre, seguramente en estos días, sintió atravesado su corazón  por la muerte de su hijo niño en su seno, a causa de esta ley perversa del aborto que se aprobó en nuestra Patria.
Indudablemente la cultura de la muerte parece estar presente en nuestra sociedad y en nuestros gobiernos, y cuando se siembra la muerte no podemos esperar la vida. Y cuando se decreta la pena de muerte de los inocentes, de los niños no nacidos, se los priva del primer derecho humano que es el de la vida, y si alguien no tiene empacho por privar al prójimo del derecho a la vida, tampoco lo tendrá para privarlo de otros derechos y, así vendrá  la ley de eutanasia, con la cual se quitará  la vida a los mayores, o a los considerados inútiles para la sociedad con la falsa razón de aliviar sus dolores.
Por todo esto hemos de rezar por Argentina. Pedirle a la Virgen que ella interceda delante del Señor para que salve a nuestra nación, porque estamos realmente rodeados de una dirigencia política que no asegura el bienestar del pueblo, sino todo lo contrario, aduciendo siempre nuevos derechos humanos adquiridos..
Escuchaba el otro da a un senador que decía que la Constitución defiende la vida del hombre, que también hemos asumido compromisos internacionales por defender la vida, que  el derecho civil y comercial aprobado no hace mucho también, reconoce como persona al ser humano desde el momento de la concepción, y ahora estamos debatiendo el aborto. Si así se pisotea el Estado de derecho, nadie está a salvo, sino sujetos siempre  al capricho político de turno.
Yo por eso agradezco a Dios que todavía queda gente que lucha por defender la vida, rezo por los diputados, especialmente los diputados de Santa Fe, y el único senador de Santa Fe que defendieron la vida en esta nueva legislación, le pido al Señor para que Dios les de fuerza, para que sigan luchando por defender la vida, porque seguramente han recibido presiones de todo tipo para hacer lo contrario, sin embargo primó el llamado a la vida.
Pero rezo también por todos aquellos diputados y senadores que votaron a favor de la muerte, pidiendo su conversión, para  que Dios  cambie sus corazones,  ya que para Dios todo es posible,  y  ésta no es una petición retórica, sino motivada por la caridad y el perdón. Porque cada uno tiene que hacerse cargo de sus decisiones, como también nosotros cuando nos toque el momento de elegir y votar, como sucederá si Dios quiere el año próximo, ahí es donde uno tiene que mirar la vigencia de los valores en los candidatos.
En fin, mirando a la Virgen Madre, que tiene el corazón atravesado por todo esto y que está meditando seguramente allí junto al Hijo lo que acontece en Argentina, pidámosle que ella interceda ante el Señor para que se pueda cambiar esta cultura de muerte que reina en nuestro país y en muchos países del mundo.
Que este nuevo año que vamos a comenzar signifique un esfuerzo mayor de parte nuestra para defender siempre al ser humano. Saber que cada persona que nace, como lo recordaba el papa en estos días, está revestida de la dignidad de la filiación divina.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la fiesta de María Madre de Dios. 31 de diciembre  de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.