23 de noviembre de 2020

El rey del universo y de la Vida nos interroga: “¿Es justo matar a alguien para resolver un problema? No, no es justo”.

 

En la profecía de Ezequiel (34, 11-12.15-17), en la primera lectura, nos encontramos con que Dios decide pastorear a su pueblo. El Reino de Judá había caído y sus habitantes desterrados a Babilonia, como resultado de una pésima conducción del reino.  Los que conducían el país, ya sea en el orden  político, social, económico o  religioso, sólo  se preocupaban por enriquecerse ellos mismos,  dejando al pueblo  atado a su miserable suerte, a la deriva. Por eso el mismo Dios decide  hacerse cargo de la conducción del pueblo como pastor de su rebaño.
El profeta señala que Dios  en su carácter de pastor  sale a  buscar a la oveja perdida, lastimada, abandonada, para unir a todos bajo el cayado de un único pastor. Sin duda, se trata del  anuncio del pastoreo del Rey Mesías, Jesucristo. Él es el que viene a reunir a todos aquellos que le son fieles para conducirlos al encuentro del Padre.
Precisamente eso es lo que dice el apóstol San Pablo en la segunda lectura (I Cor. 15, 20-26.28), que acabamos de proclamar; cuando enseña que cuando Jesús venga en su Última Venida, resucitará a los que estaban unidos con Él.
Después de esto “Enseguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder”.  Y esto [porque es necesario que Cristo reine “hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies”], esos enemigos que a lo largo de la historia humana han buscado siempre alejarse de la soberanía divina.  A su vez, una vez sometido el universo  a Jesús, Él mismo se someterá al Padre que le ha entregado todo dominio.
Este texto de San Pablo sintetiza el tiempo que va desde la muerte, resurrección y ascensión del Señor y su Segunda Venida.
Si bien esta fiesta  anticipa que Cristo vendrá como rey, como Señor, y de  una manera esplendorosa,  viene a la historia humana de todos los tiempos recordando la imagen del Cordero degollado del Apocalipsis. Es decir, Él es quien reina desde la cruz, desde la humildad, de la figura desfigurada del siervo de Yahvé, desde el desprecio que ha sufrido  por el hombre a lo largo de la Historia de la Salvación.
En su Segunda Venida vendrá como Pastor bueno para recibir a aquellos que le han sido fieles, pero también llegará como justo juez; para juzgar a cada uno según sus obras (Mt. 25,31-46), y así en el  Juicio Final se realizará la separación definitiva de los buenos que serán reunidos junto al Salvador para participar de la alegría del Reino, mientras los que obraron el mal serán arrojados a la condenación.
En el juicio se nos preguntará acerca de cómo hemos vivido nuestra relación con los demás, incluso  Cristo se identificará con el prójimo, y así todo lo realizado a favor del prójimo fue hecho a Él, y lo que no se hizo o se hizo mal, fue omitido o realizado en contra de su persona.
En definitiva, la afirmación o negación del otro en la vida cotidiana, significa la inclusión o  el rechazo a la Persona del Hijo de Dios. Con esto, está planteando Jesús cómo se define aquí la existencia humana. Lamentablemente, incluso en nuestros, días la humanidad no termina de asimilar eso, ya que  el ser humano se cree todopoderoso, pretende  destronar la soberanía de Cristo y colocarse él en su lugar, el ser humano hoy más que nunca se atreve a decirle a Dios “¿Quién eres tú para ponerme limites, para decirme lo que tengo que hacer?”. Por eso las ideologías más espantosas están en boga en la sociedad y la cultura. El ser humano no pocas veces cierra los oídos a las advertencias divinas, diciendo “tenemos tiempo todavía para la conversión, o no sabemos si esto en verdad va a suceder”, pero de hecho el futuro de cada uno ya  está presente hoy, no solamente en el pasado, sino en el presente.
Ahora bien, mientras meditaba sobre estos textos, y contemplaba la decadencia del Reino de Judá, pensaba en la Argentina, donde también las clases dirigentes como en el Reino de Judá, se preocupan por sí mismas, es la oveja engordada de la cual habla el profeta Ezequiel y que dice que el Buen Pastor la aniquila. Hay una despreocupación por el prójimo, los jubilados, la inseguridad que tiene que soportar el pueblo argentino, la burla de los poderosos que mientras se van enriqueciendo cada vez más, el pueblo sufre. Los “señores feudales” que cierran las provincias como si fueran fronteras de otros países, entonces para llevar a una hija enferma de cáncer  tiene un padre  que salir a caminar por la ruta, o aquel hombre que quiso visitar a su hija moribunda y no pudo hacerlo.  Mientras  el sistema de salud  está casi colapsado;  hay plata para el aborto, porque  para hacer el mal siempre hay dinero; para anticonceptivos, para pastillas, para drogas, y ahora nuevamente los que mandan en este país, para decirlo en criollo, pretenden mojarle la oreja otra vez a Dios con la ley del aborto.
Y Cristo está diciendo: “porque estuve  en el vientre de una mujer y tú me mataste, tu no me dejaste vivir”. Para  los tales el pronóstico no es para nada halagador, porque si no se convierten “irán al castigo eterno”.
Es cierto que hay situaciones muy desgraciadas en algunas mujeres que  empujadas o engañadas llegan al aborto, a las cuales Dios en su misericordia las tiene en cuenta.  Pero otra cosa es la planificación para matar a los argentinos con el aborto, después de lo cual vendrá la eutanasia oficializada, ya que también está vigente con el maltrato que reciben no pocos ancianos con sus jubilaciones magras.
“Era una promesa de campaña, por eso mando la ley del aborto”; se dijo, pero  también era una promesa de campaña cambiar todo el sistema social. Hoy queda bien claro que no hay interés por  promover la cultura del trabajo, sino la cultura de la dádiva de los planes, para tener sometida a la gente para las elecciones. Es todo una mentalidad perversa, que pisotea al prójimo, usándolo según convenga a los planes para permanecer eternamente en el poder. Es verdad que existen situaciones desgarradoras de personas que deben ser sostenidas económicamente por un tiempo, pero a su vez hay que crear fuentes de trabajo genuino por las cuales dignificar al ser humano.
Sobre el aborto, el papa Francisco decía precisamente en un video: “¿es justo matar a alguien para resolver un problema? No, no es justo”. Y decía el papa, “no vengan con que esto es algo de los católicos, no. Esto es algo que es previo a las religiones”. Y es cierto. Es algo humano.
No sé si habrán visto ustedes ese dibujo donde hay dos niños en el seno de su madre discutiendo. Y uno de ellos dice: -“yo quiero ser perrito”; -“¿y por qué querés ser perrito?”. “porque en la sociedad en que vivimos” contesta, “el perro tiene derechos y se castiga el que trata mal a los animales, en cambio el niño es asesinado en el vientre de su madre”. Hemos caído en tantos absurdos que realmente no tiene nombre, por eso queridos hermanos hemos de buscar siempre agradar al Señor; hacer el bien en todo momento, levantar nuestra voz para que cesen tantas injusticias. Pidamos al Rey del Universo que también es rey de nuestros corazones, reine en la sociedad y en el mundo.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el domingo de Cristo, Rey del Universo. Ciclo “A”. 22 de noviembre de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



17 de noviembre de 2020

“Los talentos de cada uno refieren a responsabilidades concretas recibidas, para la edificación del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

 

Estamos terminando ya el año litúrgico y los textos bíblicos nos aleccionan acerca de los últimos acontecimientos de la vida Precisamente el apóstol san Pablo (I Tes. 5, 1-6),  se explaya hoy en el texto proclamado, sobre la venida del Señor por segunda vez ya sea a cada uno a través de la muerte o su  Venida  al final de los tiempos.
El apóstol San Pablo reconoce que los cristianos de esa comunidad de Tesalónica, son hijos de la luz, que han dejado las tinieblas, por eso les exhorta a no estar preguntándose cuando vendrá el Señor, sino más bien disponerse a recibirlo con una vigilante espera. Es decir, han de obrar los hombres cada día de su vida siguiendo la voluntad de Dios, pero puesta su mirada  esperando  con gozo la venida del Señor;  de la que no sabemos ni el día ni la hora, como recordábamos en el texto del Evangelio del domingo pasado.
Desde el momento que Cristo muere, resucita y vuelve al Padre, hasta la Segunda Venida del Señor, celebramos el tiempo de la Iglesia; en el que estamos insertos  nosotros en el presente.
El texto del Evangelio refiere a esta etapa hablando de este señor que se va de viaje por largo tiempo, distribuye sus dones para que sean multiplicados y regresa al final a pedir cuentas a cada administrador.
El regreso marca la última Venida, pero también puede ser ubicado en el momento en que cada uno muere y se encuentra con el justo juez.
En ese período de la vuelta de Jesús al Padre hasta su Segunda Venida, el ser humano, el creyente, es adornado por numerosos dones de parte de Dios, que acá en el texto del Evangelio aparece con el término de talento, que en la antigüedad es una medida de peso, que de acuerdo al país al cual se refería equivalía a cantidades distintas de peso. También significa una gran cantidad de dinero que se entrega, como aparece en el contexto del evangelio,  para que produzca abundantes  dividendos.
Estos talentos de los cuales habla el Evangelio son dones que Dios da a cada uno, según su capacidad, declara el texto bíblico.  Según su capacidad, porque  existen habilidades o capacidades innatas en cada persona con las que Dios ha querido adornarlas, de modo  que  Dios no reclamará a nadie más que lo que cada uno debe hacer fructificar.
En el caso nuestro, por el hecho de ser bautizados, por haber recibido el don de la fe, los sacramentos,  las oportunidades diversas para estar cerca del Señor, por el don  de la Gracia, el hecho de ser perdonados tantas veces de nuestros pecados y que se nos haya  llamado de nuevo porque el Señor quiere sentirse necesitado de nosotros por libre voluntad, para que trabajemos en la Iglesia sin interrupción alguna.
En fin, los talentos se van a convertir en responsabilidades concretas que  Dios otorga a cada uno, siempre para la edificación del cuerpo de Cristo que es la Iglesia, de tal manera que ningún miembro de la Iglesia es inútil. La única excepción,  como dice el texto del Evangelio, será el que esconde lo que ha recibido,  o que por temor a equivocarse no hace nada para que fructifique lo recibido y  que cuando el Señor le pida cuentas, al observar que nada hizo le dirá: “aléjate de mí siervo inútil, no has hecho nada para hacer fructificar lo que has recibido”.
A su vez, quienes hayan sido fieles y haciendo fructificar los dones recibidos  recibirán el premio,  y se les dará más todavía.
El libro de los Proverbios (31,10-13.19-20.30-31) presenta un ejemplo claro de fidelidad al don recibido por medio de esta mujer modélica, fiel en la vida a la vocación acogida de esposa y de madre. Algunos interpretan que se trata de la imagen de mujer universal y perfecta; otros a la mujer israelita; otros que personifica a la sabiduría, es decir, al realmente sabio, aquel que como Cristo que es justamente la sabiduría de Dios encarnada, pasa por este mundo haciendo el bien, cumpliendo a fondo con lo que se le ha encomendado. Esta mujer, o sea la mujer sabia, o la persona llena de sabiduría en definitiva, es elogiada por su fidelidad, por buscar la voluntad de Dios en cada momento de su vida teniendo presente las realidades cotidianas pero en clave de eternidad sabiendo que todo lo que se puede hacer aquí de bien repercute, fructifica en el encuentro definitivo con el Señor y en la participación de su misma vida.
Por eso es importante ir descubriendo qué es lo que  pide el Señor a cada uno de nosotros. Sería lamentable que hayamos ocultado nuestros talentos, las cualidades especiales recibidas,  y que por miedo a fracasar o a no saber qué hacer no hagamos absolutamente nada, porque indudablemente esto repercute no solamente en nuestra vida personal,  sino también en el bien a los demás que hemos dejado de hacer. Entonces mientras caminamos por este mundo hacia la segunda venida del Señor, hacia el encuentro con el Señor, que puede ser también primeramente en la muerte, busquemos ser fieles a lo que hemos recibido y hagamos  producir más todos esos dones recibidos de parte de la generosidad del Señor. Él nos va a acompañar siempre para que podamos rendir al máximo, no nos detengamos entonces, busquemos siempre esta fidelidad y esta vigilante espera para el encuentro gozoso con el Señor siempre haciendo el bien a nuestros hermanos.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXXIII del tiempo ordinario, ciclo “A” 15 de noviembre de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



9 de noviembre de 2020

Recordando que no sabemos ni el día ni la hora de la venida del Señor, esperémoslo con la luz brillante de la fe y el aceite de las obras

 

El domingo pasado habíamos celebrado a la llamada Iglesia Triunfante. Triunfante porque se trata de honrar y recordar a los santos, aquellos que han triunfado alcanzando la meta para la cual fue creada el ser humano, que es la comunión plena con Dios. El lunes recordábamos a la Iglesia que se purifica y rezábamos por los fieles difuntos, aquellos que si bien tenían asegurada esa meta del encuentro definitivo con Dios, necesitaban purificarse para participar de la gloria del Cielo.
Hoy la liturgia habla de nosotros, la iglesia que peregrina, la de los  bautizados que todavía no hemos llegado ni a purificarnos, ni a la Vida Eterna, sino que somos peregrinos que avanzan a la meta prometida y deseada desde el comienzo de la existencia temporal en este mundo.
¿Y cuál ha de ser nuestra actitud mientras caminamos por este mundo? La respuesta la encontramos en el texto del evangelio que proclamamos (Mt. 25, 1-13), en el que Jesús por medio de una parábola o comparación explica qué debe darle forma a nuestra vida terrenal.  Los contemporáneos del Señor sabían de qué estaba hablando cuando parte de la consideración de cómo se realizaban los matrimonios en su época. A la noche del día elegido, la novia esperaba en su casa  al esposo acompañada por un grupo de jóvenes, de amigas. El esposo en cualquier momento  podría llegar a la casa de la novia, lo recibían y salía el cortejo iluminándose con lámparas, dirigiéndose a la casa del esposo donde se celebraba la cena nupcial.
¿Cuál es el significado o qué simboliza cada personaje o cosa de la descripción del rito matrimonial? la esposa es la Iglesia, constituida por personas  prudentes o sabias, como lo describe el libro de la Sabiduría (6, 12-16), en la primera lectura, que buscan agradar a Dios, que inquieren  acerca del verdadero sentido de la existencia humana, y también hay personas que son necias, es decir que creen que saben todo pero nada saben o conocen mal lo que refiere a lo esencial de la vida  y, por lo tanto no se preparan para la venida del novio o del esposo que en este caso es Cristo Nuestro Señor.
Mientras recorremos la vida con la esposa-Iglesia atraídos por Jesús-esposo, la luz que ilumina al hombre es la fe, dando sentido a su existencia y orientando a cada uno al banquete nupcial o vida eterna. Pero, a su vez, la fe es alimentada por la caridad simbolizada por el aceite, que permite mantener viva la luz de la fe, mientras esperamos la venida de Cristo-esposo. Ahora bien, a lo largo de nuestra vida, podemos caer en aquello de preocuparnos únicamente por el futuro, escapando de la responsabilidades de cada día y nada hacer en el presente para la gloria de Dios o para el bien de los hermanos.
Pero también puede suceder que se caiga en la actitud de pensar que el futuro  salvífico no sucederá tan pronto, que Cristo no vendrá enseguida y por lo tanto se pone  el acento de la vida en el presente, tratando de gozar al máximo las posibilidades que ofrece la sociedad de consumo o la cultura de nuestro tiempo, sin contemplar la meta del encuentro definitivo con Dios para la que fuimos creados.
La enseñanza que nos deja Jesús es que debemos optar por la actitud de las jóvenes prudentes, caminar por este mundo mientras vivimos buscando la voluntad de Dios en cada momento por medio de la fe, alimentando la misma obrando  siempre el bien para la gloria de Dios y el bien de los hermanos. No descuidar nuestras obligaciones de estado, y con la mirada puesta en el fin último sobrenatural del hombre.
Con esta actitud, el banquete nupcial de la fiesta de bodas con el Salvador será algo esperado de una manera vigilante, es decir, sin dormirse en las cosas de este mundo,  sin adormilarse pensando que el salvador tardará en llegar, como las jóvenes necias que dejaron languidecer la fe atraídas por la mundanidad y carentes de obras de caridad porque estaban pensando en sí mismas sin elevar su pensamiento a Dios y a los hermanos.. Por el contrario, vivamos cada momento bajo la mirada del Señor obrando el bien, porque la luz de la fe tiene que ser alimentada por las obras de la caridad. Imposible crecer como creyentes en Cristo y en todo lo que nos enseña y nos promete si a su vez no obramos de acuerdo a las enseñanzas del Señor, si no obramos de acuerdo al Evangelio.
Jesús  viene a nuestro encuentro, a su vez, cada día, a cada momento, de allí que no hemos de esperarlo únicamente para  el fin de la vida de cada uno o al fin del mundo, sino  estar  dispuestos a la conversión permanente del corazón  para recibirlo dignamente y sin temores.
Por eso el Señor nos invita como Iglesia Peregrina a no dormirnos, como estas jóvenes que se durmieron y cuando llegó el esposo hubo quienes no podían recibirlo porque la luz de la fe se les apagaba y las obras de la caridad estaban ausentes, solamente entraron a la fiesta nupcial quienes tenían viva la fe acompañada  por  sus obras.
Queridos hermanos: es cierto que muchas veces pensamos que es imposible vivir esto a causa de nuestras debilidades, pero recordemos que contamos siempre con la gracia de Dios para seguir adelante y buscar siempre la meta que nos espera. Nos podrá ayudar, además, recordar aquellas palabras que escuchamos en el texto del evangelio “Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora”.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXXII durante el año. Ciclo A. 08 de noviembre de 2020 ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




3 de noviembre de 2020

En la Vida Eterna que es nuestra meta como hijos adoptivos de Dios, cantaremos eternamente las misericordias del Señor”


Nos hemos congregado en este día para celebrar a Todos los Santos, aquellos que ya gozan de la presencia de Dios para siempre, aquellos que han llegado a la meta, aquellos que han entendido que fueron creados para Dios y a lo largo de su vida trataron de vivir en comunión con Dios y ahora se encuentran gozando ante su presencia. Los santos  nos ofrecen un testimonio de vida pero  al mismo tiempo nos protegen realizando aquello que afirmamos en el Credo: “creo en la comunión de los Santos”.

¿Cómo se da esa comunión? Entre la iglesia que peregrina, que somos nosotros, en la medida que tratamos de hacer el bien y vivir en gracia de Dios, somos llamados también como lo hacía en su tiempo San Pablo, santos; los que ya están en el Cielo gozando de la meta que han buscado siempre, y los que se purifican para poder después entrar en el Cielo. La Iglesia que se purifica  necesita nuestras oraciones, pero a su vez van a interceder por nosotros, de manera que mientras nosotros pedimos a los santos su ayuda y ellos nos prometen su presencia en nuestras vidas, las almas del purgatorio necesitan de nuestras oraciones y a su vez nos prometen acordarse de nosotros cuando ya estén definitivamente en la Gloria. Y así entonces entre la Iglesia llamada Peregrina, la Iglesia Triunfante en el Cielo, y la Iglesia que se purifica hay una permanente comunión de oraciones, de vida, de intenciones, porque todos aspiramos al encuentro con el Señor.
¿Y qué es lo que nos debe mover, ese tender hacia Dios? Precisamente, san Juan nos dice en la segunda lectura (1 Jn. 3, 1-3) que  miremos como el Padre nos ama y haciéndonos hijos suyos.  Y el Padre nos ama y quiere que participemos como hijos adoptivos de su misma vida porque nos ha creado a su imagen y semejanza.  El amor del Padre  nos lleva a buscar agradarle a Él y seguir los pasos de su Hijo, a escuchar la Palabra del Señor, a vivirla permanentemente, hasta que lleguemos, nos dice el apóstol, a ser semejantes a Dios. Como decía, ya somos imagen y semejanza de Dios por la creación, por el Bautismo fuimos elevados a la vida de la gracia, y en la Vida Eterna seremos ya semejantes a Él  para siempre, porque ya no podremos perder  la gracia por el pecado y por lo tanto  lo contemplaremos cara a cara, mediante  “la luz de la gloria”, que eleva nuestra inteligencia  para la contemplación eterna, como enseña santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica.
Hablar de los santos por lo tanto, es hablar de la perfección a la que puede llegar el ser humano y nos debe hacer entender que estamos llamados a las cosas grandes, no a la chatura de la vida que muchas veces se observa en nuestra sociedad o el conformarse con la mediocridad, o dejar para último momento la conversión, sino la búsqueda incansable de asimilar la gracia que Dios nos otorga a cada uno de nosotros.
En nuestro peregrinar por la existencia terrena, el Señor nos pide  observar los diez mandamientos, como mínimo para la salvación, pero si queremos llegar a la vida de perfección que cultivaron los santos, hemos de encarnar el espíritu de las bienaventuranzas (Mt. 4, 25-5,12).
Se nos invita a cultivar la pobreza de espíritu que supone todo desapego a las cosas, buscar vivir la misericordia con el prójimo para alcanzarla también nosotros, vivir la paz propia de los hijos de Dios, trabajar por la justicia y así parecernos más y más a Dios, ser capaces de soportar todo tipo de injurias y rechazo por seguir  a la persona de Jesús y sus enseñanzas, vivir la pureza porque sólo con mirada limpia lo contemplaremos, y así,  todo lo que implique  grandeza de corazón.
Llamados entonces a vivir santamente, peregrinemos por este mundo, implorando la gracia de lo Alto, contemplando la vida de los santos, buscando su intercesión imitándolos, sabiendo que es posible vivir una vida de perfección que lleve  algún día a la Gloria del Cielo cantando eternamente las maravillas del Señor como dice el Salmo, “cantaré eternamente las misericordias del Señor” (cf. Apo. 7, 2-4.9-14).


Canónigo Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa de Todos los Santos. Ciclo “A”. 01 de noviembre de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com