30 de agosto de 2022

Enseña Jesús, que el afán que tiene el ser humano de ser el primero, en diversas situaciones de la vida, lo empequeñecen ante Dios.

En la carta a los Hebreos (12, 18-19.22-24) se anuncia que nos hemos acercado “a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel” 

Es decir que vamos de camino y esperamos como fin último la participación en la vida que no tiene fin, o sea, peregrinamos convencidos y movidos por la esperanza y, en este caminar  encontramos a Jesús el Hijo del Dios vivo, al cual nos adherimos por la fe y lo reconocemos como Aquél que es nuestro Camino, que es la Verdad, que es la Vida.

Jesús siempre está invitando a que lo imitemos, a que sigamos sus pasos, por eso en sus enseñanzas siempre otorga la oportunidad de recorrer nuestra vida y ver cómo nos perfeccionamos.
En el texto del evangelio (Lc. 14,1.7-14) de hoy se menciona que Jesús fue invitado a comer a la casa de un fariseo principal y que lo observaban, es decir,  estaban al acecho del Señor como era habitual.
Jesús miraba cómo la gente buscaba los primeros puestos en el banquete.  -Quizá esto ya no lo vivimos en una boda o en una fiesta porque ya están las mesas preparadas con los nombre de quienes van a sentarse-en cada una, .pero en la época de Jesús  sí, y tal vez en otro tipo de comidas todavía suceda lo mismo en cuanto a elegir el lugar.

El ejemplo, por otra parte,  bien vale para aplicarlo a otros ámbitos de la vida,  social, familiar o política
Queda al descubierto, enseña Jesús, el afán que tiene el ser humano de ser el primero,  en diversas situaciones de la vida.
En efecto, el hombre desea ser el primero  en los negocios, en el trabajo, en sus relaciones humanas, en el reconocimiento de sus cualidades, en el que se lo tenga en cuenta, que pueda brillar en la sociedad, en la familia, que nadie le discuta la primacía.
Se trata de alguien que no soporta padecer la falta de reconocimiento por parte de los demás.

Jesús, en cambio, invita  a colocarnos en el último lugar, porque es el lugar que eligió a lo largo de su vida, de tal manera que asumió la cruz porque esa era la voluntada del Padre, estar en lugar de los más bajo y débiles de este mundo.

¡Vaya si es estar en el último lugar, ser crucificada, padecer, ser abandonado por los discípulos, ser insultado, abofeteado y demás padecimientos que soportó por la salvación del hombre!
Significó que estuviera en el último lugar, el ser irreconocible por todos y, a eso nos invita Jesús, al último lugar, y dejar que Él mismo sea el que nos eleve, porque el que se humilla será elevado, y el que se enaltece será derribado, como también recuerda el Magníficat.

A su vez,  Jesús después se dirige al fariseo, al que lo invitó y, le dice que la actitud debe ser diferente para quienes ofrecen una comida.
Y así,  no debe buscar invitar a la fiesta  pensando qué puede sacar de ventaja, no invitar a quienes pueden retribuir la invitación, o que pueden tenerle en cuenta, no buscar a aquél que le puede recomendar, aquél que piensa en devolverte el favor que le has hecho, no buscar congraciarse con el poderoso para alcanzar algo en el futuro o en el presente.
Es necesario  invitar a quienes no  pueden retribuir con nada porque nada tienen,  buscar a aquellos que como Jesús están en el último lugar en el orden mundano, y Jesús te retribuirá con gracias abundantes.

Jesús nos invita a un cambio de vida permanentemente. A veces pensamos en las grandes cosas en las que podemos imitar a Jesús y olvidamos las pequeñas, en las que se manifiestan también nuestra grandeza.
Precisamente al respecto el Eclesiástico (3, 17-18.20.20-29) enseña: “realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del  Señor es grande y Él es glorificado por los humildes”
En definitiva ser grande o pequeño, importante o menos importante, es una valoración mundana, lo que importa es la apreciación que Dios hace de nosotros.

El martes próximo, 30 de agosto, celebraremos si Dios quiere a santa Rosa de Lima, terciaria dominica. Pues bien,  ella estuvo escondida siempre, pasando desapercibida, dedicándose a la oración, al sufrimiento, al sacrificio, poseía un gran amor por los pecadores por quienes se mortificaba de continuo, y se hizo grande a los ojos de los hombres que la reconocemos como patrona de América, y se hizo grande a los ojos de Dios, por su vida de entrega gozosa al esposo divino, Cristo Nuestro Señor, siendo un ejemplo hermosísimo.

O tenemos también el ejemplo de Juan Macías, que celebraremos si Dios quiere en el mes de septiembre, que en su pequeñez de rezar permanentemente el rosario delante del Santísimo por las almas del purgatorio, colaboró en la salvación de muchos.
Y así como dominico, predicó realmente la pequeñez y, así podríamos recorrer la vida de tantos santos que se hicieron grandes porque antes se hicieron pequeños.
Queridos hermanos: pidamos al Señor que nos ayude a entender, comprender esto y sobre todo a vivirlo.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXII del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 28 de agosto de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


23 de agosto de 2022

Es necesario entrar por la puerta estrecha, la del seguimiento de Cristo, y la escucha y vivencia de su palabra.

En la primera lectura tomada de Isaías (66, 18-21), el profeta pone en boca de Dios la decisión de reunir a todas las naciones para que sean un único pueblo que le de gloria para siempre, por lo que envía a los israelitas con una misión concreta: “los enviaré a las naciones extranjeras, a las costas lejanas que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria. Y ellos anunciarán mi gloria a las naciones”.

Este envío misionero está apuntando ciertamente a la Iglesia y coincide con lo que cantábamos recién en el salmo responsorial (116, 1- 2) “vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio”.
El anuncio del evangelio corresponde al Nuevo Testamento, en el espíritu del salmo se invita a la alabanza, y glorificación de Dios por parte de todos los pueblos.
El texto de Isaías ubica a los desterrados que vuelven del exilio y que en medio de los problemas con que se encuentran deciden cerrarse sobre sí mismos alejándose de los extranjeros y así no contaminarse.
Ahora bien, con este llamado a abrirse a todos los pueblos para concretar el deseo de Dios de unir a todos los pueblos y constituir uno solo, son reprendidos  (Hebr. 12, 5-7.11-12) para que salgan de su ensimismamiento.

Esta corrección, aunque dolorosa en un primer momento, se transformará en alegría porque se advierte que la voluntad divina  es convocar a todos pueblos porque la salvación humana los incluye.
Jesús (Lc. 13,22-30), por su parte,  se encuentra con que los judíos de su tiempo pensaban que tenían asegurada la salvación por el sólo hecho de pertenecer al pueblo elegido, por eso explica la necesidad de entrar por la puerta estrecha antes que ésta se cierre,, como sería el caso de los que no se han convertido todavía a la fe reconociendo al Hijo de Dios que les anuncia la verdad.

De nada servirá hacer alusión de haberlo conocido a Jesús si esto no implica una verdadera aceptación de su filiación divina.
De allí que haga mención a que los patriarcas y profetas están en el Reino de Dios por su fe, mientras que ellos, sus contemporáneos, al no aceptarlo como Mesías serán arrojados afuera.
A su vez, Jesús anuncia nuevamente el llamado universal a la salvación, refiriéndose a que muchos vendrán de Oriente y de occidente, del norte y del Sur para participar del banquete del reino.
Estos venidos de todas partes son los gentiles, los paganos, los que no provienen del judaísmo, los que son últimos y llegan a ser primeros, mientras que aquellos que eran primero en cuanto a vocación y llamado de Dios, quedan últimos.

Por eso, sí bien la salvación de Dios se ofrece a todos, nadie puede pensar que tiene asegurada la misma si no se adhiere totalmente a Jesús. No basta con decir soy católico o pertenezco a la institución tal o cual,  si no hubo un encuentro personal con Él, no servirá.
Es decir, es necesario entrar por la puerta estrecha, la  del seguimiento de Cristo, y la escucha y vivencia de su palabra, porque podría suceder que alguien diga soy seguidor de Cristo, quiero ir tras sus pasos, pero directamente no vive siguiendo al Señor.

El llamado del Señor es apremiante, exhorta a la conversión  de cada día, y posiblemente cuando  caminaba hacia Jerusalén para que se cumpliera su “hora”, o sea, la pasión, muerte y resurrección,  estaría hablando de la necesidad de la conversión, de allí esta pregunta inquietante acerca de si son pocos los que  se salvan
Ahora bien, en realidad la pregunta debería ser, en todo caso, si son pocos los que son salvados, ya que de parte nuestra ciertamente no hay ninguna posibilidad de salvarse por sí mismo.
En efecto, tan grande es la distancia entre nosotros y Dios, que en definitiva nuestras obras son migajas en cuanto a manifestaciones de  amor hacia Él.  Es la gracia de Dios,  son sus dones los que salvan, y que  permiten vivir una vida nueva.
El hombre no se salva por sí mismo, sino que contribuye con la salvación que se le ofrece gratuitamente a través de su buen obrar, de su compromiso permanente con el Señor.
Entrar por la puerta estrecha es dejar de lado todo impedimento que se presenta ante la necesaria entrega a Jesús.
Este ingreso por la puerta estrecha no es fácil y, por eso también Jesús no tiene tantos seguidores, de modo que a medida que pasa el tiempo asistimos a una apostasía generalizada.
Mucha gente, no solamente los que no lo han conocido, sino también los que se acercaron al Señor por la fe, se apartan de Él por sus muchas exigencias y porque reclama una vida santidad.
Es cierto que no pocas voces dicen que para la Iglesia todo es pecado, por lo que es imposible seguir sus enseñanzas, sin embargo, no es así, sino que el hombre actual quiere hacer de las suyas sin importarle no pocas veces lo que es pecado o no lo es.

Por el contrario, el encuentro con el Señor, si bien tiene sus dificultades y muchas pruebas, conduce al alma a la verdadera felicidad, aquella que el hombre busca permanentemente.
Queridos hermanos: vayamos al encuentro de Jesús para que nos libere de nuestras miserias y podamos encontrar el verdadero camino que conduce a la gloria eterna.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXI del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 21 de agosto de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



17 de agosto de 2022

“¡De pie a tu derecha está la Reina, Señor!” (Salmo 44)

  Cantamos recién el salmo responsorial, que va desgranando elogios sobre la Madre de Dios, de modo que podríamos recitar un poema permanente de glorificaciones a la Madre de Jesús y madre nuestra.
En ella se posaron los ojos de Dios y la eligió desde toda la eternidad para ser Madre de su Hijo. El viejo Adán con su pecado hizo que entrara el pecado y la muerte, y quedara contagiada toda la humanidad, excepto la Virgen María por disposición divina.    El nuevo Adán, Cristo Nuestro Señor será Aquél que nos redime del pecado y con su resurrección vence la muerte.

A su vez, la vieja Eva nos trajo también el pecado y la muerte con su desobediencia, con su curiosidad malsana. La nueva Eva que es la Virgen con su humildad, con su sencillez, con su actitud de servidora de Dios, se une al misterio de la salvación con su Hijo.
Y así vemos cómo la Virgen Santísima ha entrado de lleno en lo que es el misterio de la redención humana. No podemos prescindir de ella en este camino por el que Dios ha querido salvarnos, redimirnos, devolvernos la antigua dignidad que teníamos cuando fuimos creados a imagen y semejanza suya.

Y por eso, con el sacramento del bautismo, somos nuevamente regenerados y la gracia nos colma. No podemos decir como María que es la llena de gracia, que también nosotros lo somos, porque ella fue concebida sin pecado original, en ella no hubo pecado alguno, pero mirándola a ella sabemos que podemos vencer ese mundo de tentación que nos acecha permanentemente y que podemos por lo tanto seguir los pasos del Señor.

En el texto del Apocalipsis (11, 19ª.12, 1-6ª-10) el demonio busca devorar al hijo que va a nacer, pretendiendo destruir la redención humana, pero ese hijo varón es llevado a la gloria victorioso para quien se abrió el Templo de Dios que está en el cielo, y desde allí espera a su Madre  María Santísima, la cual anticipadamente resucita en medio de la muerte, porque es llevada al cielo en cuerpo y alma.
Nosotros cuando morimos sabemos que entramos en el estado de alma separada, para gozar de la vida eterna o padecer la condenación  de acuerdo a como haya sido nuestra vida, y la resurrección de nuestros cuerpos y la unión con el alma se dará al fin de los tiempos.

Pues bien, la unión cuerpo y alma, ya María la vivió anticipadamente, porque ella no  estuvo sometida a pecado alguno, ella participa del misterio de la muerte de su Hijo, ella también resucita, podríamos decir, anticipadamente ya que es llevada al cielo en cuerpo y alma,  a la derecha del Hijo y, desde allí intercede por nosotros.
Ella, al igual que Jesús, ha vencido a la muerte, ella al igual que Jesús intercede ante el Padre por cada uno de nosotros.
María Santísima ha recibido la plenitud de la gracia, tantos dones, que la llevan a constituir una mujer única y modelo para todos nosotros. Ella misma inspirada por Dios canta el Magníficat, reconociendo que Dios la ha elevado en su pequeñez, que ha obtenido todo por pura gracia, y por todo eso que Dios ha hecho sobre su persona, Ella es llamada la servidora del Señor.
Se ofreció totalmente al misterio de la redención, por lo que ha cosechado el fruto de esta redención que es la vida eterna.
En la bula del papa Pio XII, del primero de noviembre de 1950, cuando proclama el dogma de la Asunción de María Santísima, el pontífice recorriendo la historia de la Iglesia reconoce que desde la antigüedad ya se la veneraba como asunta al cielo en cuerpo y alma,  recordando, a su vez,  que ya los santos padres de la Iglesia coincidían en sostener este privilegio mariano

Queridos hermanos: este dogma mariano debe alimentar nuestra esperanza  de llegar a la gloria del cielo como María, para contemplarla a aquella que intercede por nosotros desde allí, `de allí la importancia de dirigirnos hacia esa meta viviendo aquí en la tierra los bienes del cielo que nos esperan.
 

 

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa de la Asunción de María Santísima.  15 de agosto de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com

      
    
    



15 de agosto de 2022

Entregar la vida por la causa de Dios, por el seguimiento de Cristo, por el evangelio, supone vivir en medio de la división del mundo.

Los textos bíblicos de este domingo expresan una enseñanza central común a todos, y es que la entrega a Dios nuestro Señor no implica una vida cómoda, sino todo lo contrario, supone una vida que en definitiva es crucificada, ya sea  personal en cuanto debemos luchar contra aquello que busca apartarnos de Dios, y crucificada también porque implica luchar contra el mal, lo malo que hay en este mundo, para que reine Cristo nuestro Señor. 
De manera que la vida  presente, al comprometernos con seguir al Señor, no está  libre de persecuciones y de dificultades. 
Recorramos, pues, los tres textos y retengamos sus enseñanzas. 
La primera lectura del profeta Jeremías (38, 3-6.8-10) se ubica en el marco del dominio de Babilonia, que incursionando sobre Jerusalén había llevando al  exilio  a parte del pueblo y dirigentes, dejando un rey títere, Sedecías, el cual había resuelto aliarse a Egipto. 
El profeta, fiel a su vocación, es la voz del Señor y, anuncia que la ciudad va a caer porque no confían en Dios y prefieren aliarse con extranjeros para salvarse de Babilonia, cuando lo mejor sería aceptar ese dominio esperando la intervención divina. 
Jeremías, profeta de calamidades, es visto como enemigo de la tranquilidad pública, por lo que intentan matarlo en un aljibe, posteriormente por la providencia divina es rescatado de una muerte segura,  aunque después morirá en Egipto. 
El profeta  sabe perfectamente que su opción de servir a Dios le va a traer problemas y en última instancia la muerte, pero así y todo persevera en el servicio al que ha sido llamado. 
En la carta a los hebreos (12, 1-4) el texto continúa con lo que hemos proclamado el domingo pasado, cuando  se elogiaba a todos aquellos que vivieron en la fe y por la fe en Dios, comenzando por Abraham. Y así, enseña que el ejemplo  de esos testigos que vivieron de la fe, muestran opciones para continuar en la fidelidad a Dios. 
Es decir que para continuar fielmente al servicio de Dios, es necesario dejar de lado el pecado, y así, “despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial, del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta”. 
A su vez, para combatir al maligno y sus obras, el texto menciona la necesidad de que “fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuanta la infamia”, siendo por lo tanto la cruz  de cada día la opción que aparece ante nuestros ojos si queremos servir de verdad a Dios. 
Remata el texto observando que “piensen en Aquél que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento”, que siempre acecha el corazón del hombre a causa de su debilidad, a pesar de su decisión de servir a Dios. 
De allí que recuerde que, “después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre”. 
Como se observa, nuevamente se nos recuerda que el seguimiento y servicio del Señor, no  estará para nada exento de persecuciones. 
Por eso, fundados en este ejemplo de Cristo muerto y resucitado, hemos de seguir buscando la voluntad de Dios. 
En el evangelio del día (Lc. 12, 49-53) nuevamente se repite la enseñanza que la entrega a Dios supone incomodidad, sufrimiento y persecución, y para nada una vida placentera, hecha realidad esta enseñanza en la persona de Cristo que tiene bien en claro que va a morir en la cruz, por lo que dice “Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!”. 
El Señor, además, aprovecha para afirmar que viene a traer fuego sobre la tierra, deseando que ya estuviera ardiendo, interpretando algunos que refiere al fuego del amor de Dios, o el fuego del Espíritu Santo que  ha de invadir  todo lo creado, y por ello entrega su vida. 
En definitiva, el rey del mundo que está junto al Padre, manifiesta un amor intenso por Dios y por cada uno de nosotros. 
Cada uno de nosotros, por el bautismo está llamado al seguimiento y ofrenda de su vida al Señor como medio para llegar a la meta de la bienaventuranza, cumpliéndose así que Cristo no viene a traer paz sino división a causa del seguimiento o rechazo de su Persona. 
Si optamos por seguir a Jesús estaremos perdiendo nuestra vida según la mirada mundana que sólo pretende guardarla de toda cruz por perseguir los deleites pasajeros del mundo sin Dios. 
Entregar nuestra vida por la causa de Dios, por el seguimiento de Cristo, por el evangelio, supone vivir en medio de la división donde dos estarán contra tres y tres contra dos, ya que las opciones de vida serán de seguimiento o rechazo de la verdad y santidad de vida.  
De cuánta gente estamos separados, incluso de familiares y amigos, porque no creen, porque no han elegido luchar contra el mal que reina en sus corazones, o no luchan contra el mal exterior,  o  que antes de seguir la voluntad de Dios prefieren una vida cómoda, de servicio al mundo o de servicio a ellos mismos. 
¡Cuántas veces decimos cuando nos juntamos, incluso con familiares, para que no haya problemas, “no hablemos de política, no hablemos de religión y no hablemos de fútbol, hablemos de otra cosa”! 
Sin embargo, el testimonio tenemos que darlo, por lo que perdemos amistades, y la relación entre familiares, no pocas veces. 
Para nosotros ha de ser crucial la afirmación de san Pablo cuando enseña que la caridad se goza en la verdad, esa verdad que hemos de vivir porque nos hace libres, ilumina nuestro corazón y lo mueve a la realización del bien. 
Queridos hermanos: preguntémonos entonces si estamos dispuestos a seguir a Cristo en nuestra vida diaria, aunque esto implique incomodidad, desprecio de parte de otros, estando como perdidos en medio de la sociedad, sufriendo no pocas veces la persecución. 
Pensemos que no estamos solos  ya que Jesús a la derecha del Padre vela por nosotros y, así como consoló Dios en su momento a Jeremías, aunque no lo libró de la muerte, así también seremos consolados por el Señor en medio de las pruebas.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XX del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 14 de agosto de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com






8 de agosto de 2022

Dice Jesús: “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino”


 

Escuchamos en el evangelio “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino” (Lc. 12,32-48), coincidiendo esto con  la primera oración de la misa  en la que pedíamos a Dios que “confirme en nuestros corazones la condición de hijos tuyos, para que podamos entrar en la herencia prometida”.

Ya en el Antiguo Testamento existía “el pequeño rebaño” o “resto de Israel” formado por todos aquellos que se habían mantenido fieles a su Señor a pesar de las pruebas y persecuciones, y no se dejaban contagiar por la corrupción de su época.

También en nuestros días, en medio de tanta confusión y tinieblas, con tantos cultos religiosos, sectas y demás, en un mundo pagano en el que no pocos  han dejado de creer en el Dios verdadero, no es fácil mantenerse como miembro del pequeño Rebaño de los elegidos.
Los que permanecieron fieles en el pasado o los  que nos mantenemos fieles en la actualidad al Dios de la Alianza, nos cabe la seguridad de que  el Señor está presente.

En efecto, Dios ha realizado siempre maravillas a favor de sus elegidos y que le han respondido, como destaca precisamente el libro de la sabiduría en la primera lectura (Sab. 18, 5-9).
El texto  va mostrando cómo Dios está con el pueblo elegido, lo saca de la esclavitud de Egipto, aniquila a sus enemigos y favorece a los fieles porque “Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, Tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti".

Sin embargo, en medio del pueblo elegido había no pocos que eran infieles a la alianza hecha con Dios, por eso el Antiguo Testamento, podríamos decir, que va describiendo la fidelidad de Dios por un lado y la inconstancia del pueblo elegido que se mantiene fiel a Dios por un tiempo, luego va detrás de los ídolos, después vuelve nuevamente a Dios, quedando en evidencia el corazón caprichoso del hombre.
También en nuestros días, no pocos creyentes viven la fe católica a su manera, desvirtuando la verdad, que se ve opacada o dejada de lado, resultando nada fácil escapar de la confusión o del mal ejemplo que existe en medio de la Iglesia.
Por eso la necesidad de recurrir a Jesús para que podamos estar firmes en la fe en su persona y vivamos sus enseñanzas, esa fe que como enseña la carta a los hebreos (11,1-2.8-19) nos da certeza de las cosas que no vemos, ya el conocimiento de la fe es un conocimiento muy especial, al darnos  certeza de lo que no hemos visto, ya que se trata de la fe sobrenatural.
Nosotros estamos acostumbrados a la fe llamémosle natural, cuando alguien nos asegura algo y nosotros sin haber visto creemos si la persona que afirma esto es digna de confianza.

En la fe sobrenatural es el mismo Dios, o Cristo que nos habla de las cosas del Padre, y Jesús nos introduce en esta vida nueva llamándonos pequeño rebaño y que el Padre nos quiere entregar su Reino, entregar una vida nueva, una existencia distinta.
Cada día viene a nuestro encuentro el Señor con la liturgia de la Palabra y cuando nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre, e invita a la vigilancia, indicando con esto la atención puesta en vivir siempre la voluntad de Dios, la prontitud para responder a la misma, para que el error o el engaño no nos confundan.
Llamado a la vigilancia porque no sabemos el día y la hora en que Él vendrá, porque así como acontece con el ladrón que no sabemos cuándo vendrá para esperarlo y reducirlo, así sucede con Cristo que sabemos con certeza que vendrá, pero no cuándo, por lo que toda nuestra vida debe ser una vigilante espera para recibirlo.
No pensar que la venida del Señor tarda, o que no será hoy o, no será mañana, o será mucho tiempo más adelante, porque su llegada es sorpresiva pero no para asustar a nadie sino para esperarlo.
Esa llamada a la vigilancia manifiesta la necesidad de estar siempre atentos a la voluntad de Dios nuestro Señor, considerados a encontrarnos con Jesús que nos viene a pedir cuenta de lo que nos ha dado en administración, sobre  cuantas cosas hemos recibido.
Por eso cada noche podríamos hacer, aunque más no sea un breve examen de conciencia, y preguntarnos cómo he vivido hoy el día, si hemos escuchado la voz del Señor, si he  cumplido con mi deber de estado, si he transitado  el día en el amor a Dios y al prójimo, cómo he tratado de avanzar en la vida cristiana, en la vida de santidad, cómo luché contra mis debilidades, contra mis pecados, cómo evité las caídas que me impiden encontrarme con el Señor, de manera que recordemos siempre que estamos invitados a una vida nueva.

Jesús nos dice en el Evangelio que allí donde está tu tesoro está tu corazón, preguntémonos pues,  dónde está mi corazón, dónde están puestos mis afectos,  quién es  realmente más valioso para mí, si otros tesoros o es el mismo  Cristo nuestro Señor el tesoro escondido.
Cristo nuestro Señor nos espera, vayamos a buscarlo en cada momento, caminemos por la fe como Abraham, como tantos que siguieron buscando al Señor movidos por la fe, por la certeza de las cosas que no se ven, como  la vida eterna que sabemos nos espera.
Elevemos nuestra súplica para que siempre nos ilumine Dios y nos otorgue la fuerza necesaria para seguir su palabra y crecer en la vida de santidad.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XIX del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 07 de agosto de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com

 

               
    


2 de agosto de 2022

No se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero (Mt. 6, 24), porque esto es incompatible para un verdadero seguidor del Señor.

En la antífona del Salmo responsorial (Ps 89) pedíamos a Dios que nos conceda la sabiduría que de Él proviene, que implica adquirir el conocimiento para vivir bien según su voluntad y no según el pensamiento del mundo que es precisamente lo que cuestionan los textos bíblicos de hoy.
La primera lectura tomada del libro del Eclesiastés (1,2;2,21-23), cuyo autor  escribe doscientos años antes de Cristo,  refiere a la vanidad de los esfuerzos que muchas veces hace el hombre inútilmente, pensando que éstos son perdurables, cuando en realidad se esfuman fácilmente,  porque es fugaz el querer alargar la vida, pretender poseer más bienes, alcanzar mayor prestigio.
El texto insiste en que todo es vanidad, término  que aparece setenta y tres veces en el Antiguo Testamento, de las cuales treinta y ocho veces en el libro del Eclesiastés.
El autor no quiere presentarnos una imagen tremendista de la vida sino  la realidad de las cosas para que el hombre no caiga y se crea los relatos de la existencia humana que el mismo se fabrica.
Entonces el autor es brutal para afirmar la vanidad de todo lo que existe en nuestra vida.  El término significaba en su origen “soplo de viento”, o” “exhalación”, “realidad inconsistente y transitoria”, apunta  a aquello que no dura, que es precario, lo que no permanece, por eso es una palabra  muy fuerte que debe hacer reaccionar al ser humano en el sentido de buscar la sabiduría del corazón que proviene de Dios, de manera que valoremos lo importante.
Precisamente san Pablo (Col. 3, 1-5.9-11) refiere a lo que es trascendental en la vida humana diciendo “Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales”
Y esto  es así, porque que el bautizado al haberse aplicado en él el misterio Pascual de la muerte y resurrección del Señor, ha muerto al hombre viejo y ha nacido como hombre nuevo,  por eso es que San Pablo insiste en la necesidad de buscar los bienes del cielo, para que esta realidad le de sentido, ilumine las cosas de este mundo y nos haga ver realmente lo que es  perdurable y lo que es  transitorio.
El apóstol coherente con esta nueva existencia cristiana insiste en la necesidad de hacer morir en nuestros miembros todo lo que es terrenal, la impureza, la lujuria, los malos deseos, la pasión desordenada y a la  avaricia que es una forma de idolatría.
De hecho, respecto a la avaricia, Jesús dice  que no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero  (Mt. 6, 24) porque esto es incompatible para un verdadero seguidor del Señor.
Entiéndase bien que no es ilícito pretender llevar una vida más holgada económicamente hablando, llevar una existencia mejor para estar liberado de preocupaciones y angustias, pero sí lo es  convertirse en esclavo del dinero  y servirlo como si fuera Dios.
Justamente en el evangelio (Lc. 12, 13-21) Jesús nos enseña que nadie tiene asegurada su vida por las riquezas que tiene.
Y a su vez, al respecto, Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica  hablando acerca del fin último del hombre, recuerda  que todos aspiran a un fin último en la vida, pero la  diferencia está en que algunos aspiramos a Dios y otros han puesto como fin último al dinero, al poder y la gloria persona o el placer, cosas estas que no  satisfacen por completo porque son efímeras, son pura vanidad.
En el texto del Evangelio relacionado con esto, una persona le dice a  Jesús que intervenga en el reparto de una herencia, que probablemente la había recibido entera su hermano mayor según costumbre de la época, y que en caso de conflicto le tocaba al rabino intervenir o mediar entre varios en disputa.
Al respecto, conocemos de sobra situaciones de este tipo, que provocan, a causa de herencias, enemistades permanentes en miembros de una misma familia, que terminan odiándose, por lo que no debe admirar que Jesús diga que no es  árbitro o juez.
El Señor invita a elevar la mirada, a poner nuestra confianza no en las cosas de este mundo, buscando cómo resolver esto  desde una actitud nueva. Es cierto que la injusticia duele pero tenemos que tener confianza en Dios que muchas cosas las resuelve Él teniendo en cuenta que lo que se ha conseguido de mala manera se pierde también con el tiempo. ¡Cuántas situaciones quizás  hemos conocido de esta manera!
Por eso, hemos de escuchar al Señor que dice que la vida del hombre no está asegurada por la riqueza que tiene, como la situación de este hombre a quien le iba  magníficamente bien, consigue grandes ganancias y comienza a pensar qué hago ahora con toda esta fortuna.
Dónde guardo tantos bienes es la pregunta, porque en realidad siempre las grandes riquezas traen grave preocupaciones, temor a ser robado, o perder todo por situaciones fortuitas.
El razonamiento de este hombre no se dirige a favorecer a alguien con esa fortuna, a crear fuentes de trabajo que sostengan a no pocas personas, sino que se centra en sus propios intereses para lo cual no hay más solución que acumular y disfrutar de la riqueza durante los años de vida que le queden.
¿Qué dice Jesús? que Dios le dijo “insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”
Esa noche murió y se quedó sin nada, porque a la tumba no se lleva nada, por eso Jesús dice que las riquezas no aseguran la vida del hombre, la seguridad hay que ponerla en otra parte.
Queridos hermanos: sigamos insistiendo en esta súplica del principio, poder alcanzar  la verdadera sabiduría del corazón y así conducirnos en la vida siendo guiados por el Señor que nos interpela para buscar ser rico a los ojos de Dios y poseer las actitudes correctas en orden a crecer en la vida de santidad.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño., en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XVIII durante el año. Ciclo C. 31 de Julio de 2022 ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com