31 de mayo de 2022

Con el retorno de Jesús junto al Padre, comienza el tiempo de la Iglesia, siendo enviados todos a manifestar la salvación recibida.

  Escuchamos recién  en la carta a los Hebreos (9, 24-28; 10, 19-23) esta afirmación de que Jesús entra en el Santuario. ¿ Cuál es el santuario? “no entró en un Santuario erigido por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario- sino en el cielo, para presentarse delante de Dios a favor nuestro”.
“Y no entró para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya”, sino que “Él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio”.
Como vemos, en el misterio de la Ascensión se está manifestando el triunfo de Cristo nuestro Señor sobre la muerte, el pecado y el espíritu del mal, siendo tan eficaz el sacrificio del Señor, que se da una sola vez, distinto a los sacrificios de la antigua alianza que se repetían continuamente.
A su vez, el texto dice algo que quizás pasó desapercibido, que así como el hombre muere una sola vez, después de lo cual viene el juicio,  así también Cristo muere una sola vez para aparecer por segunda vez al fin de los tiempos para salvar a los que lo esperan.
Haciendo un paréntesis, la Palabra de Dios está enseñando que no existe la reencarnación, creencia antigua que lamentablemente aún hoy existe en no pocas personas, afirmación totalmente ajena a la fe cristiana, ya que como Cristo muere una sola vez y resucita, también nosotros morimos una sola vez y resucitaremos al fin de los tiempos.
Por otra parte, el texto refiere que con Él, entramos nosotros al Santuario: “Tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que Él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne”, reconociendo así el carácter salvífico de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Por la muerte, el alma separada del cuerpo de cada uno de nosotros comienza su existencia, ya sea de salvación o condenación, según haya sido nuestra vida en este mundo y según en qué estado se produce la muerte, en gracia o en pecado. Al fin de los tiempos cuando resucitemos, nuevamente unido el cuerpo al alma de cada uno, continuará la salvación o condenación para todos, pero ya para el hombre íntegro.
Al respecto, Jesús con la Ascensión de su divinidad y humanidad para estar junto al Padre, en unión con el Espíritu Santo,  se nos anticipa como Cabeza de la Iglesia, y está dando certeza a esa realidad que aspiramos, es decir, el encuentro con el Padre y con Jesús, con nuestra naturaleza humana íntegra, cuerpo y alma.
Al estar la naturaleza humana ya presente en la gloria, es natural que elevemos nuestra mirada hacia los bienes eternos, no para desentendernos de las tareas propias de este mundo, sino para mirar la realidad terrena de un modo nuevo, con la mirada de aquél que sabe que estamos de paso,  porque estamos llamados a la eternidad.
Al retornar al Padre, Jesús Nuestro Señor no nos deja solos, ya que  promete enviarnos al Espíritu Santo, el cual se hará presente para completar la obra de Jesús, de modo que así como iluminó y fortaleció a los Apóstoles en Pentecostés, hará lo propio con cada uno de nosotros, acompañando así a la Iglesia en su misión evangelizadora hasta el fin de los tiempos.
De allí que no podemos quedarnos mirando al cielo contemplando la Ascensión del Señor como hicieron los apóstoles, sino salir con alegría para evangelizar la sociedad en la que estamos insertos.
Con el retorno de Jesús junto al Padre, comienza el tiempo de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, de modo, que somos enviados a manifestar en medio del mundo e, incluso en medio de las adversidades, nuestra alegría por pertenecer a los amigos del Señor, porque hemos compartido su muerte y resurrección  por el bautismo.
La Ascensión del Señor es también una interpelación para cada uno de nosotros, en el sentido que nos reclama que cada día tenemos que hacer más por transitar el camino de la santidad.
Es cierto  que nos acecha la tentación y el tentador y, muchas veces caemos en el pecado, pero el Señor que intercede por todos delante del Padre, nos colma de gracia para seguir luchando y mantenernos firmes en su seguimiento  manifestándolo al mundo con perseverancia.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el día de la Ascensión del Señor. 29 de Mayo de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
    




24 de mayo de 2022

Siguiendo e imitando a Jesús, hemos de caminar juntos en la vida terrenal hacia la Jerusalén celestial que se nos promete.


 En la iglesia naciente no todo es de color de rosas.  Precisamente en  los hechos de los apóstoles (15, 1-2.22-29) se habla de conflictos de los fieles en Antioquia, a la que habían llegado personas venidas de Judea y que con el fervor de recién convertidos quieren imponer a los paganos la circuncisión según la ley de Moisés, necesaria según ellos para quienes  querían salvarse.
Es en esta ocasión que  Pablo y Bernabé discuten con ellos por lo que se resuelve que ambos, junto con algunos otros, se dirigieran a Jerusalén para dirimir la cuestión con los apóstoles y los presbíteros, dando origen así a la celebración del primer Concilio, el de Jerusalén.
Una vez resuelto el conflicto, se resuelve enviar a Judas Barsabás  y Silas con una carta que contiene las exigencias mínimas que se han de exigir a los paganos para mantener la comunión con los de origen judío, evitando actitudes que pudieran fomentar la desunión, pero sin exigir la circuncisión.
.¿Cuáles eran esas recomendaciones? Renunciar a las uniones ilegítimas como la fornicación, evitar comer carne sacrificada a los ídolos y, otras exigencias que sortearan la confrontación con los judíos conversos. De hecho san Pablo recomienda en una de sus cartas, evitar comer la carne sacrificada a los ídolos –que no tenía nada de malo de hecho—ya que podría hacer pensar que estaban en comunión con los ídolos y que por lo tanto  esos paganos no se habían convertido del todo, y escandalizara a los judíos conversos.
Esta solución es una manera concreta de pacificar las aguas, y vivir lo que Jesús había dicho en la última Cena, cuando dejara a sus discípulos el mandamiento nuevo de amarse unos a otros como Él los había amado, es decir, entregándose cada uno a los demás buscando el bien espiritual del prójimo, porque en eso consiste el verdadero amor al otro, buscar su bien espiritual principalmente.
En el evangelio (Jn. 14, 23-29) que acabamos de proclamar, Jesús hace hincapié en el amor  a su persona, traducido en la fidelidad a su palabra, y así “el que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él” y, a su vez, “El que no me ama no es fiel a mis palabras”, señalando que la palabra que oyeron no es de Él, sino del Padre que lo envió.
El que ama a Jesús cumplirá sus mandamientos, ya que esto se identifica con la fidelidad a su palabra. En este sentido hay personas que dicen amar a Jesús, pero que se sienten libres para no encarnar en su vida los mandamientos, dicen que aman a Jesús, pero no se sienten obligados a cumplir todos sus mandamientos.
En realidad, hay que recordar que el amor a Jesús es exigente. No se queda a mitad de camino. Exige cada día una mayor entrega, la renuncia de uno mismo, del propio criterio, para buscarlo a Él.
Dice el mismo Señor que la fidelidad a su palabra significará que Él y el Padre habiten en la persona fiel. ¡Qué hermosa enseñanza, que hermosa promesa! El Padre y el Hijo habitando en nosotros, moviendo nuestros corazones para el bien, caminando a la meta.
Pero a su vez, Jesús promete enviar al Espíritu Santo Paráclito, o sea, el que consuela, el que ilumina las mentes de los creyentes,  y fortalece la voluntad para poder hacer el bien. Espíritu enviado por el Padre para recordarnos todo lo que recibimos de Jesús.
Jesús  recuerda en este texto que Él vuelve al Padre, anticipando lo que celebraremos el domingo próximo en la solemnidad de su Ascensión a los cielos, motivo esto de gran alegría para nosotros, porque nos prepara el camino y asegura la llegada, mientras promete volver a nosotros para llevarnos junto al Padre.
Queridos hermanos: hemos de sentirnos movidos a continuar en el tiempo el  seguimiento de la persona de  Jesús,  a llevar a cabo sus enseñanzas. No conformarnos con escuchar su palabra, sino también a encarnarla  en nuestro obrar cotidiano.
Para hacer posible esto debemos buscar siempre servirle, agradarle y con Él, caminar juntos en nuestra vida hacia la Jerusalén celestial. Esa Jerusalén celestial de grandes dimensiones (Apoc. 21, 10-14.22-23), con muchas puertas, para dejar en claro que están abiertas las entradas de la salvación para todo aquel que quiere ingresar, previo paso por la pertenencia de la Iglesia de este mundo.
Estamos llamados a través del seguimiento de Cristo a vivir la misma Gloria del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Pidamos al Señor que nos guíe, que nos vaya mostrando siempre el camino y ayude a superar los obstáculos para llegar algún día a  esa  gloria.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el VI° domingo de Pascua, ciclo C  22 de Mayo de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


 

17 de mayo de 2022

El amarnos los unos a los otros, como enseña Jesús, incluye el soportar como Él muchas tribulaciones, para llegar al Cielo.

 

 
 
    

El evangelio nos deja un pensamiento muy importante para nuestra vida de cada día (Jn. 13, 31-33ª.34-35).
Nos ubica en el momento de la última Cena, cuando Judas comió el bocado que el Señor le había dado y salió.
El texto dice que era de noche para indicar no solamente que estaba oscureciendo, sino también que era de noche en el corazón de Judas. Comienza la hora de las tinieblas y Jesús entonces aclara a aquellos que son fieles y lo siguen, que ha llegado la hora.
En las bodas de Caná Jesús le había dicho a su madre que no había llegado su hora todavía, el momento de la muerte y la resurrección, el texto de Juan, en cambio, afirma que ahora  será glorificado y que Dios  será glorificado en Él.
¿Qué significa ser glorificado? darse a conocer plenamente, descorrer todos los velos que impedían conocerlo  en profundidad, para que todos entendieran que era el Hijo de Dios hecho hombre y será glorificado  muriendo en la cruz y en la posterior resurrección.
¿Qué es lo que va a manifestar? su misión, el sentido de su presencia entre nosotros y, a su vez el Padre también es glorificado porque se da a conocer con este hecho su voluntad eterna de salvarnos una vez que habíamos caído en el pecado de los orígenes.
Es en este momento  importante, que Jesús llama cariñosamente a los discípulos hijitos míos, agregando que entrega un mandamiento nuevo, ámense los unos a los otros como Yo los he amado.
La novedad de este mandamiento, llamado nuevo en comparación con lo que ya mandaba el Antiguo Testamento, es que hemos de amarnos unos a otros como Jesús nos ha amado,  de allí que cobre sentido el mandato de amar a los enemigos.
¿Y cómo nos amó el Señor?  Entregando su vida, observando a fondo la voluntad del Padre porque ha venido a este mundo  no para hacer su voluntad, sino la del Padre, que siempre  ha sido una voluntad de salvación para el hombre, de sacarlo del pecado y de la muerte eterna y es por ello que Jesús se manifiesta  en el misterio de la Cruz.
Misterio de la cruz que de alguna u otra manera debe ser asumida por cada uno de nosotros que seguimos al Señor.
Precisamente en el libro de los Hechos de los Apóstoles (14, 21b-27), acabamos de escuchar, cómo Pablo y Bernabé van consolidando las distintas comunidades designando presbíteros, continuando ellos en este recorrido por otras partes anunciando el evangelio.
Pero a su vez, insistirán en todas partes que es necesario sufrir  muchas tribulaciones para entrar en el Reino de los Cielos, ya que el seguimiento de Cristo, siempre implica tribulación.
Si alguien cree que puede vivir en este mundo con toda tranquilidad, y ser al mismo tiempo fiel al Señor, se equivoca, porque tarde o temprano hemos de dar testimonio de nuestra fe en el resucitado.
En efecto, para estar tranquilos será necesario entonces pasar desapercibido, que nadie sepa que es lo que creo, que es lo que pienso, pero en la medida en que el creyente se manifiesta como seguidor del Señor, ha de padecer.
Por eso la importancia de este signo a través del cual se nos reconoce, cual es “ámense unos a los otros como yo los he amado”.
Viviendo de esta manera nos espera el encuentro definitivo con Dios que no es una promesa para dejarnos tranquilos, sino que es una verdad que por la certeza de la fe sabemos que Dios nos espera para que podamos estar en la Jerusalén celestial, en los cielos nuevos y la tierra nueva de la cual habla el libro del Apocalipsis (21, 1-5).
Y así, junto a Dios, recuerda el texto que proclamamos, ya no habrá llanto, no habrá dolor, no habrá sufrimiento, todo habrá pasado
Solamente permanece el poder ver a Dios cara a cara, gozar de su presencia y, vivir eternamente alabándolo.
Es así en la vida eterna dónde el Señor glorifica totalmente a Dios, porque será conocerlo totalmente.
Porque si bien se da a conocer Cristo, conocemos al Padre a través del Misterio Pascual, como nos enseña el evangelio, siendo en esta vida temporal una pálida realidad, en cambio,  en el encuentro definitivo con Dios, lo veremos cara a cara.
Queridos hermanos: sigamos la invitación del Señor, tratemos de vivir esta realidad del ámense los unos a los otros como yo los he amado, tratando siempre de buscar la salvación para quien está perdido y confundido, proclamando la verdad del Evangelio, manifestando la fortaleza de Cristo en medio de tantas debilidades existentes en el mundo, llevando claridad al pensamiento y dominando nuestra cultura con la verdad del Evangelio.
Ojalá cada uno de nosotros sea conocido en el mundo y valorado en la sociedad por este signo distintivo que debe guiar nuestra vida hasta que lleguemos a la gloria del cielo.
    
Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el V° Domingo de Pascua. Ciclo “C”. 15 de mayo de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com





9 de mayo de 2022

A ejemplo de Jesús, Buen Pastor, guiemos siempre a las ovejas del rebaño que es la Iglesia, a los pastos eternos de la bienaventuranza.

 La Iglesia es llamada también rebaño del Señor, bella imagen tan rica para los judíos,  ya que en el Antiguo Testamento se menciona al pastor y a las ovejas, enriquecida la figura del pastor cuando Dios la asume a causa de la desidia de quienes constituidos guías del pueblo se habían convertido en  aprovechadores de las ovejas.
Para el pueblo de Israel hablar de pastor y ovejas resultaba un lenguaje conocido que distinguía claramente a quienes debían velar por el cuidado de la comunidad, y las personas que como ovejas debían ser dóciles a esa guía que mostraba el camino a seguir.
En nuestro caso, contemplamos que Jesús se llama a sí mismo buen Pastor porque cuida con amor del rebaño de los bautizados.
En los textos bíblicos que acabamos de proclamar, se manifiesta cómo se forma el rebaño del Señor (Hechos 13,14.43-52), describe la vivencia de los elegidos que gozan de la vida eterna (Apoc.7, 9.14b-17), y se descubre el perfil del Buen Pastor (Jn. 10, 27-30).
En efecto, Jesús descubre su interioridad y cuál es su relación con nosotros,  ya que conoce y ama a cada uno por los que murió.
Por otra parte, contemplamos cuán grande  es la fuerza que otorga  Cristo resucitado  a sus discípulos, que difunden  sus enseñanzas con alegría y sin miedo obteniendo muchas conversiones.
Lo acabamos de escuchar en los Hechos de los apóstoles, cuando Pablo y Bernabé no se cansan de hablar de Jesús, siendo conscientes, sin embargo, que la palabra debe transmitirse en primer lugar al pueblo judío, aunque muchos la rechazan, de allí que los apóstoles cuando se alejan sacuden hasta el polvo de sus sandalias, como signo de rechazo de aquellos que se mantienen en la incredulidad.
Pero el mismo tiempo, ante este rechazo, resuelven transmitir el kerigma a los paganos, a los gentiles, a aquellos que no provienen del pueblo de Israel, causando profunda alegría en éstos, porque han sido considerados dignos de recibir el mensaje de salvación.
De allí, que se van multiplicando las conversiones, creciendo el rebaño del Señor a lo largo de la historia humana.
Recordemos a su vez, cuántas persecuciones ha soportado la iglesia en el decurso del tiempo, siendo una de ellas la que describe el texto que hemos proclamado, sin embargo Jesús resucitado sigue atrayendo, sigue llamando a cada uno, aunque por ser libre, el ser humano puede hacer oídos sordos al llamado de conversión.
En el libro del Apocalipsis, Juan tiene una visión maravillosa en la que contempla una muchedumbre de personas que han blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero, es decir, han sufrido el martirio, y también otras muchas, que si bien no han pasado por el martirio, han sido fieles al Señor mientras vivían en este mundo.
Lo contemplado por Juan refiere a los que son del rebaño que ya está en la eternidad y que canta permanentemente la gloria del Señor.
Esta visión representa  para nosotros, que todavía caminamos por este mundo, un incentivo para crecer en la esperanza de que algún día  podamos estar gozando de la gloria si hemos sido fieles.
¿Y qué dice Jesús en el texto del evangelio? que Él conoce a sus ovejas, o sea, conoce a cada uno de nosotros, con nuestras debilidades y grandezas, con nuestros pecados y bondades, con el deseo de ser santos o de atrasar la conversión y el camino hacia la santidad.
Esta realidad personal de cada una de las ovejas no le asusta a Jesús, ya que como buen pastor nos ama y, no podía ser de otra manera porque ha muerto en la cruz y ha resucitado para salvarnos, para rescatarnos del pecado y poder darnos la fuerza necesaria para transformar nuestra existencia en el caminar cotidiano.
El Buen Pastor que cuida a sus ovejas afirma que nadie las arrebatará de sus manos, lo cual es cierto ya que la única oveja que es arrebatada es la que haciendo mal uso de su libertad, desiste de seguir al buen pastor, o sea, aquella cuya  voluntad personal es de no pertenecer al rebaño, aunque la voluntad del Señor es tenernos a todos formando parte del rebaño porque para eso ha venido a este mundo el Hijo de Dios, para conducirnos al Padre.
Jesús afirma que sus ovejas escuchan su voz, siendo ésta la característica principal que hemos de tener nosotros, escuchar la voz del Señor  y no dejarnos aturdir con otras voces, con otros criterios de vida, con otras formas de ver la realidad.
El Señor sigue insistiendo en su llamado en el decurso del tiempo, y lo hace por medio de los pastores que fueron constituidos como cabeza de los distintos rebaños en toda la Iglesia Universal.
Precisamente la iglesia pide especialmente en este día por las vocaciones sacerdotales y religiosas para que aquellos que han sido elegidos para ser otros pastores, otros Cristos en medio de la sociedad, no sólo aumenten en número sino  también  en santidad.
Suplicamos en este día a Dios para que quienes hayamos recibido el sacramento del Orden o lo recibirán en el futuro, vayamos  pareciéndonos más y más a Cristo, y así, ser modelos de santidad para las ovejas que se nos han confiado en los distintos ministerios.
La experiencia enseña de hecho, que cuanto más santo sea el sacerdote o pastor de una comunidad, más se santifican quienes han sido destinados a ser ovejas del rebaño divino.
Esto resulta más urgente en nuestro tiempo ya que la iglesia aparece muchas veces contradictoria,  dado que no pocos sacerdotes u obispos, confunden a los católicos con sus enseñanzas, que no respiran verdad sino error, arrastrando a no pocos fuera del rebaño.
Hemos de pedir para que los que fuimos elegidos pastores y los que serán elegidos en el futuro, seamos  fieles al Señor transmitiendo su palabra, dando a conocer su vida sin mezcla de mal alguno, sin buscar interpretaciones indebidas a la enseñanza del  resucitado.
Queridos hermanos: pidamos la gracia de escuchar a Cristo Buen Pastor y la capacidad para discernir entre su voz y la  de aquellos que no son buenos pastores porque llevan al error, y pidamos también ser dóciles a su voluntad buscando  su gloria en este mundo.
     
 Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el IV° domingo de Pascua.  08 de Mayo de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




2 de mayo de 2022

Sólo escuchando y obedeciendo la indicación del Señor, toda acción humana produce frutos abundantes.

El texto del evangelio (Jn. 21, 1-19) nos hace participar de un nuevo encuentro de Jesús con  siete de sus apóstoles. Los discípulos están de alguna manera doloridos, se sienten solos,  no saben qué hacer. A pesar de que ya han tenido la experiencia de Jesús resucitado, no es lo mismo a cuando estaban con Él permanentemente escuchándolo y siendo reconfortados.Pedro  señala que irá a pescar, y con él se incorporan seis  discípulos más, sin embargo no pescan nada durante la noche, lo cual resulta frustrante para pescadores avezados como son ellos. 
Pero he aquí que en el amanecer alguien  les pregunta desde la orilla si tienen algo para comer, a lo que responden que no.  
E inmediatamente el Señor, para ellos un desconocido todavía, les indica: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”.  
Ellos siguen esta indicación,  casi automáticamente como un último intento, y acontece algo inesperado, ya que la red se colma  de abundantes peces que hace difícil arrastrar la red. 
Por el signo milagroso Juan descubre a Jesús y dice “¡Es el Señor!”, lo cual hace que Pedro tirándose al agua llegue primero a la orilla mientras los demás arrastran la  colmada red con dificultad. 
La presencia del Señor es recibida con silenciosa alegría y, todos alrededor del fuego, comen del pan y de los peces asados que se les ofrece, como gesto de comunión con el Maestro. 
El significado del signo milagroso es muy elocuente, sólo escuchando y obedeciendo la indicación del Señor, toda acción humana produce frutos abundantes. 
Es decir, cuando en la vida contamos con la gracia que proviene de Dios y con la presencia de la Persona de Jesús, estamos  asegurado el éxito de  nuestras obras.  
Al respecto, Jesús afirma en otra oportunidad (Jn. 15): “sin mí nada pueden hacer”, de modo que su presencia es muy importante porque fortalece nuestra fe en que está vivo, que el que estaba muerto ya ha resucitado y está entre nosotros hasta el fin de los tiempos. 
Podemos imaginarnos a todos ellos  alrededor del fuego comiendo juntos, ocasión en la que Jesús le pregunta a Pedro, no en tono de reproche, por tres veces si lo amaba más que los otros. 
Seguramente Pedro recordó la triple negación suya, pero vislumbró esta oportunidad que se le concede para confirmar ese amor, porque Jesús lo ha elegido como cabeza de la Iglesia. 
En efecto, al ser Pedro  la roca firme y visible  de la Iglesia, es necesario no sólo conocer a Jesús como Mesías y enviado del Padre,  sino también amarlo con todo el corazón y con toda el alma para seguirlo y vivir como Él ha vivido. 
“Tú sabes Señor que te quiero”, dirá Pedro por tres veces, y después de la tercera vez,   Jesús le responde sígueme. 
Se trata del seguimiento por medio del misterio de la Cruz, que le espera a Pedro, y por el cual irá confirmándose en el amor. 
Sígueme Pedro, ya que fuiste elegido para conducir santamente a la barca de la Iglesia y realizar así la pesca milagrosa, conduciendo  a tantos a la fe en Cristo resucitado, pareciera decirle el Maestro. 
Pedro viviendo en este amor será encarcelado y dará testimonio  ante aquellos que pretenden  que no se hable más del resucitado (Hechos 5, 27-32.40-41), diciendo “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, y esto porque en definitiva los apóstoles se deben a Jesús que ha entregado su vida por la salvación de todos, los ha enviado a predicar y ha prometido la vida eterna al final del camino. 
También en nuestro tiempo muchas veces se pretende hacer callar a la Iglesia, ante lo cual debemos responder hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, sobre todo en medio de una cultura en que los hombres llevados por su estupidez y su falta de fe, defienden  por medio de leyes lo que Dios reprueba. 
Se hace necesario especialmente en nuestro tiempo defender el orden natural pisoteado por la ideología de género, acudir a las enseñanzas de la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, tomarse en serio la vida, ya que son muchos los que han perdido el rumbo verdadero, engañados por la mentira y  la ridiculez, y necesitados de la proclamación de la verdad. 
A pesar de dar testimonio de la verdad del resucitado, los apóstoles son castigados y “salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el Nombre de Jesús”. 
También nosotros debemos estar preparados para soportar desprecio y persecución y, pedirle a Dios la gracia para que en el momento en que esto ocurra no perdamos la alegría que Él nos otorga. 
Se pretenderá hacernos callar, pero tenemos que seguir con la valentía que otorga Cristo resucitado, vuelto de la muerte para darnos vida en abundancia el cual nos espera en la gloria del Padre.  
Confirma esto san Juan en el libro del Apocalipsis (5, 11-14)  cuando contempla al Padre y al Hijo que son eternamente adorados e invitan a prepararnos para llegar algún día a la vida eterna. 
Queridos hermanos pidamos la gracia de lo alto para  vivir este ideal, suplicando la protección de nuestra Madre María Santísima de Guadalupe para que con el acompañamiento de Ella progresemos en el seguimiento a Cristo sirviendo en la vocación que hemos recibido.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, en Argentina. Homilía en el III° domingo de Pascua, ciclo “C”. 01 de  Mayo de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com;