22 de marzo de 2007

La triple G = ¿el gran genocidio gratuito o la política del Ministro K de Salud?

1.- La grandeza y el anuncio de la vida nueva.

Es un hecho por demás evidente que en el mundo actual se ha desatado una ofensiva feroz contra la vida humana.
Ya lo denunciaba el papa Juan Pablo II hace doce años en su Encíclica Evangelium Vitae al insistir que estamos dentro de la llamada cultura de la muerte en la que se eclipsa constantemente el sentido de la vida.
Desde una perspectiva de fe sabemos que el evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn.10,10).
Como señala Juan Pablo II “se refiere a aquella vida nueva y eterna, que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es precisamente en esa vida donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre” (cf.nº 1 de Evangelium Vitae).
Hermosa afirmación del Papa que anuncia claramente que la vida humana tiene valor en sí misma en cuanto preludio de la vida divina.
Sigue diciendo el Pontífice: “El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal”. (nº 2 de E. V.).
Esta grandeza de la vida humana, incluye por lo tanto, al decir del Papa, el carácter relativo de la vida terrena del hombre, en cuanto como realidad “penúltima” dice relación con su orientación divina, que es realidad “última”.
Este carácter relativo de la vida terrena como realidad “penúltima” no implica que sea válido el menoscabarla o el que pueda ser lícito destruirla cuando así lo pretendan los caprichos humanos. Al contrario es una realidad sagrada que se ha de preservar y perfeccionar para poder transformarse en perfecto don para Dios y los hermanos.
En rigor la vida terrena alcanza su plenitud en la medida que se la mide con proyección eterna.

Por el contrario cuando se absolutiza la vida terrena como lo más importante y se niega la existencia de un más allá, -o sea se le quita su sentido relativo a algo mayor- se cae en la adoración de lo “acá” como lo único valedero y digno de ser tenido en cuenta.
Coherente con este modo de ver las cosas es el criterio muy común en la actualidad de que cada uno hace lo que quiere con su cuerpo, que cada uno es dueño de su vida y de su muerte, y que la vida misma palpitante en el seno materno sea fácilmente eliminada si perturba la molicie de una vida pretendida sin compromiso alguno.
La cultura invadente de nuestro tiempo pretende de continuo inculcar en las mentes desprevenidas que lo único que importa es “vivir la vida”, identificado esto con un desenfrenado goce de lo terreno y el olvido de lo eterno.
De resultas de esta concepción de vida el hombre se siente cada vez más solitario e infeliz, realidad que el estudio mismo del mercado de bienes va comprobando viendo simultáneamente la necesidad de incrementar las ventas de los productos, prometiendo con ellos, -es decir con su consumo- el logro de la amistad, de la felicidad y la realización personal ausentes con frecuencia en el mundo contemporáneo.
No resulta extraño por tanto que la Iglesia, sintiéndose llamada a anunciar a Jesucristo, procure entre “luces y sombras” –las luces de la gracia y las sombras del pecado- y en medio de “las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”, anunciar con valentía “el evangelio del amor de Dios al hombre, el evangelio de la dignidad de la persona y el evangelio de la vida” ya que éstos “son un único e indivisible Evangelio” (cf. E.V. nº 2).


2.- El plan triple G o el Gran Genocidio Gratuito y el aporte del consorcio de médicos católicos.

Hace unos días comenzó en el país una agresiva ofensiva anti-vida en la promoción descarada de la llamada “píldora del día después” de distribución gratuita para las adolescentes y adultas que hubieran tenido relaciones sexuales y que no deseen la posibilidad del embarazo.
Desde las esferas gubernamentales, pasando por los grupos defensores de la perspectiva de género y toda persona que sólo quiere vivir el momento de los placeres efímeros y sin el “susto” de un embarazo, surgieron múltiples apoyos con la consabida minimización de los efectos y esforzándose en señalar la bondad del proyecto.
De parte de las personas de buena voluntad se oyeron voces que mostraban una honda preocupación por lo que se estaba implementando en la Argentina.

No soy especialista en lo que se refiere a la ciencia médica, por lo que me debo remitir, -para ser objetivo- a los que nos hablan de este tema desde la óptica médica.
En este sentido el consorcio de Médicos Católicos nos decía el pasado 13 de marzo contra la resolución nº 232/2007 del Ministerio de Salud de la Nación que obliga al suministro masivo y gratuito de las “píldoras del día después” lo siguiente:
“La razón de este rechazo es que la píldora para “anticoncepción de emergencia”, actúa fundamentalmente impidiendo la implantación del embrión en la mucosa del útero. Por lo tanto, a ese embrión -ser vivo y persona humana- la madre lo expulsará de su organismo como si se tratara de una menstruación. Eso, en lenguaje médico, es simplemente: un aborto. Por eso coincidimos con el Instituto de Bioética de la Universidad Católica de La Plata que lo llama: “Aborto de emergencia”.
Las autoridades de salud de la Nación han expresado públicamente en Formosa que “la píldora del día después no es abortiva”. Eso no es verdad. En algunos casos, la píldora puede actuar inhibiendo a los espermatozoides que quieren penetrar en el útero a través del cuello uterino, otras veces puede inhibir la ovulación (en ambas situaciones actuaría como anticonceptiva) pero en la gran mayoría de los casos, produce serias alteraciones de la mucosa uterina (en su etapa progestacional), impidiendo que el embrión -que llegó al útero a través de la Trompa de Falopio- pueda implantarse en dicha mucosa. Y si no se implanta, el embrión muere y se expulsa. Esta es toda la auténtica verdad. Las verdades a medias, son sofismas que engañan a la población”.


3.- Análisis del enfoque del Consorcio de Médicos Católicos

Podrá alguien decir que ésta se trata de la “opinión” de un grupo de médicos “católicos” con quienes no coinciden todos en el país.
Sin embargo cabe destacar que no emiten una opinión sino que certifican una realidad detectada por la ciencia médica en lo que a gestación se refiere.
Su realidad de católicos les permite abordar el tema no sólo desde el punto de vista de la ciencia como médicos, sino también desde la fe. Y en este tema que nos ocupa no hay contradicción entre ciencia y fe.
Es estéril discutir cuándo comienza el embarazo, ya que se sabe científicamente hablando que desde la penetración del óvulo por el espermatozoide comienza una nueva vida independiente de su madre y que se identifica con un ADN totalmente diferente al de los progenitores.

Pretender por lo tanto definir el comienzo de la nueva vida desde la implantación del óvulo fecundado en el útero, no sólo es ir contra lo que la razón puede hoy fácilmente descubrir, sino dejar desenmascarada una concepción materialista del hombre a quien no se le reconoce la dignidad de tal desde el mismo momento de la concepción.
En este sentido la condición de católicos les permite a los médicos integrantes del Consorcio de referencia, pensar que quien se va gestando en el seno de una mujer es una persona que ha sido creada a imagen de Dios.
Desde la óptica católica, por lo tanto, el que va a nacer es un llamado a participar de la mesa del Padre común de los hijos de este mundo, comiendo gozosamente con los hermanos de los bienes que a todos brinda el Señor.
La cultura de la muerte, instalada también en nuestra Patria como respuesta al reparto de las dádivas de los poderosos, busca por el contrario, satisfacer a los pocos avarientos para quienes la anticoncepción y el aborto almacenan y preparan el festín del futuro en los silos de la iniquidad.

Se podrá aducir que como lo señala el mismo consorcio de médicos católicos no todas las veces se impide la anidación, sino que en algunas ocasiones la píldora tiene sólo efecto anticonceptivo porque inhibe los espermatozoides o la ovulación, y que por lo tanto la existencia de esas “algunas veces” la harían “no abortiva” siempre.
Es necesario aclarar para iluminar las mentes de las personas de buena voluntad y que buscan la realización del bien, que aún existiendo esas ocasiones no abortivas, no es lícito moralmente hablando actuar con conciencia dudosa antecedente, ya que en ese caso la persona obraría haciendo caso omiso de la posibilidad de cometer un homicidio manifestando con su acción su determinación a constituirse en homicida.
Sugiero un ejemplo para ilustrar.
Supongamos que una persona estando de cacería y persiguiendo un animal llega a un punto en que el movimiento detrás del follaje le sugiere al animal escondido, pero al mismo tiempo piensa que puede ser alguien que desde una casa de campo vecina lo espía en cuanto cazador. El cazador, por lo tanto, se plantea la duda, tratándose de una duda de peso.
No obstante ello, resuelve actuar y dispara el arma con la inseguridad de la duda.
El resultado es que aunque mate en realidad a un animal, su acción fue la de un homicida, ya que esa posibilidad estaba presente en su pensamiento, y a ella se adhirió.
Es como si hubiera dicho: no puedo perder la oportunidad de obtener un trofeo de caza, si hay alguien, lo siento, pero no es mi culpa.

En el obrar moral no es permitido a la persona de buena voluntad realizar un acto del cual es dudosa su licitud de modo antecedente.
Para obrar rectamente es preciso poner los medios necesarios para llegar a la certeza de que se trata de un obrar bueno.
En rigor “la píldora del día después” sólo pretende cubrir de legitimidad la juerga de los libertinos, aunque no acalle el retumbar constante de la mala conciencia.

4.- La desaparición forzosa de personas

El presidente de la Nación hace pocos días afirmaba enfáticamente que en el país se había terminado la desaparición forzosa de personas.
A pesar del aplauso de los cortesanos -actores de reparto en este drama homicida- , cualquier argentino que utilice el cerebro habrá caído en la cuenta de la falsedad del anuncio.
No sólo el fantasma del desaparecido López flota en el aire, sino que la matanza de los que nunca nacerán, institucionalizada desde el poder político a través de leyes falsamente consideradas respetuosas de los derechos humanos, se cierne sobre una Nación que siempre se consideró respetuosa de los más débiles en el axioma consagrado antaño que rezaba que los únicos privilegiados son los niños.
El Señor Presidente en alguna oportunidad habló de “mi Iglesia” como sintiéndose él supuestamente parte de la Iglesia Católica.
Como conductor de las políticas de la Insalubridad Nacional desmiente raudamente lo que afirmara, a no ser que piense en una Iglesia “Nacional”.
Esto hace necesario “sincerarnos”, no confundir más a la gente pareciendo como católico cuando las acciones desmientes tal hecho.
Alguien podrá decir que se trata de las políticas del Ministro de Salud de la Nación y no del Presidente.
Si fuera así resulta extraño que todos digan que siguen las directivas del Supremo.
¿Alguien puede dudar de esto.
No nos engañemos, no se puede ser católico, ni siquiera cristiano, favoreciendo políticas anti- vida.

5.- El futuro seguro y el posible.

Se preguntará el ciudadano de buena voluntad, ¿qué hacer?
Es importante no bajar los brazos y seguir trabajando positivamente en defensa de la vida, que es la defensa de nosotros mismos.

En definitiva el problema de la llamada inseguridad tiene su causa en la mentalidad homicida de la cultura de la muerte.
Si la vida en formación no es respetada, ¿creemos que podrá disminuir el desprecio general por la vida del hombre que reina ya en nuestra Patria?
Si según esta concepción no es digna la vida del no nacido, ¿por qué lo será la del ya viviente?
Si es un negocio matar a través del aborto, ¿quién se preocupará por la dignificación de la vida del ya nacido?
Algunos dicen que no hay que poner todo el acento en el derecho a la vida del no nacido pero en proyecto de serlo, sino también en los derechos de la persona en todo el desarrollo de su vida.
La falacia de esta afirmación está a la vista. El que no defiende la vida desde el comienzo, sino que la desprecia por diferentes motivos, tampoco se preocupará por los que ya viven, porque su negativa a reconocer el derecho de las personas se encuentra en la raíz del proyecto humano.
De allí la necesidad de abrir los ojos. ¿Seguiremos apoyando con nuestro voto –estamos en año electoral- a los mercaderes de la muerte? ¿O buscaremos por el contrario trabajar por la cultura de la vida?
La supuesta bonanza económica del país -es suficiente con visitar el supermercado para caer en la cuenta del engaño- no puede privilegiarse por encima de
la cultura de la vida que promueva a los más débiles que hoy se olvidan.
La naturaleza humana se defiende siempre de sus atacantes. Más tarde o más temprano los anticuerpos reaccionarán ante tanta degradación humana.
Desde la fe creo que ha llegado la hora de seguir ejemplos preclaros de otros países, llegando a la excomunión concreta y pública de todos los que se dicen católicos pero aprueban o promulgan leyes y políticas contrarias a la dignidad de la persona humana.
Obrar así no es más que sincerarnos con la realidad dejando al descubierto tantos dobles mensajes.
Se podrá decir que es necesaria siempre la disposición al diálogo. La ingenuidad de Eva que eso pensó al dialogar con el demonio puede ser aleccionadora.
Consideremos la enseñanza que nos llega de México: “La Arquidiócesis de México informó que los diputados que voten en favor de la ley que legaliza el aborto en el Distrito Federal serán excomulgados, según lo establecen las leyes canónicas.
Aseguró que las iniciativas para despenalizar el aborto son contrarias a la doctrina de la Iglesia, al contravenir el quinto mandamiento de “no matarás”.

Los diputados tienen plena libertad política para cumplir con su deber, de acuerdo con su razón y su conciencia, sin embargo, “existe otra ley divina, que ni el Papa puede modificar, suprimir o alterar”, indicó la curia.
De acuerdo con la gravedad del pecado de atentar contra la vida, la Iglesia advierte que favorecer el aborto conlleva a la excomunión, ya que, explica el Arzobispado: “El propio pecador se separa con su actitud de la Iglesia y sus sacramentos, cuyo perdón queda reservado exclusivamente al obispo de la diócesis, siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero”.
La postura de la Iglesia, indicó la Arquidiócesis, no es mediática ni oportunista, en la Ciudad de México los católicos atraviesan por una difícil situación moral, por ello exhortaron a los asambleístas a pronunciarse por un voto libre, sincero, moral y responsable, “que cada uno tome en cuenta lo que dicta su razón, su cultura y su conciencia”.
A su vez, el obispo Felipe Arizmendi calificó a los diputados locales del PRD y de Alternativa como unos “asesinos exterminadores”, que no se distinguen en nada de los crímenes perpetrados por Adolfo Hitler.” (cf. Diario7 “México: Diputados que legalicen el aborto serán excomulgados” 16 de marzo de 2007).

Padre Ricardo B Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Mov. Pro-Vida Juan Pablo II. Prof. Tit. De Teología Moral en la UCSF. Capellás Arq. de Los Scouts de Argentina.
21 de Marzo de 2007.
ribamazza@gmail.com

17 de marzo de 2007

La “memoria” del perdón

Para aquel que está por encima de los acontecimientos, lo “debido” es la grandeza del perdón, lo “justo” era dar nueva oportunidad al abrumado por la deuda para permitirle levantarse de sus miserias y poder ejercer también él la misericordia que había recibido.

1. La enseñanza de Jesús acerca del perdón

Los que creemos en el Misterio Pascual de Jesús, Hijo de Dios, y en su Iglesia, fundada en el ministerio petrino, estamos transitando el tiempo de Cuaresma.

Tiempo de conversión en el que hemos de avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo, como lo recordaba la primera oración del primer domingo de este tiempo de gracia.

Avanzar en la inteligencia o conocimiento de Cristo no es algo meramente intelectual, sino que debe convertirse en vida cotidiana. Es decir que Jesús ha de ser el modelo de nuestra existir diario..

Esta verdad por todos conocida, ha de dar forma a nuestro obrar, sobre todo en nuestra época en que la tentación constante es asimilar los criterios y modos de vivir del mundo.

Una verdad que se ha desdibujado bastante para dar paso a la venganza, es la del perdón, fruto de la misericordia.

El evangelio, siempre actual nos ilumina al respecto. Justamente el martes pasado, 21 de marzo, se proclamaba en la liturgia de la misa el texto de Mateo 18,21-35 que se refiere al perdón que hemos de prodigar a nuestros hermanos.

Ante la pregunta de Pedro “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿hasta siete veces?”, la respuesta de Jesús fue “no sólo siete veces, sino setenta veces siete”. Y a continuación explica por medio de una parábola lo que quiere enseñar.

Se trata de tener con el prójimo la misma actitud que Dios tiene con nosotros.


2. El obrar misericordioso de Dios

El rey de la parábola es Dios mismo que comienza a pedir cuentas a sus servidores, nosotros mismos.

Al primero que se presenta le exige pague la deuda.

Esta exigencia está basada en razones de justicia. Justicia conmutativa si se trataba de un convenio particular entre ambos; de justicia distributiva, si acaso se lo había favorecido con la carga de retribuir a la sociedad; o de justicia legal, si estaba incumpliendo con sus deberes ciudadanos.

Por el contexto general, especialmente cuando el texto hace referencia al obrar del que es perdonado, puede inferirse que se trata de una cuestión de justicia conmutativa.

Ahora bien, la justicia tiene como objeto el ius, o sea el derecho, es decir lo debido, lo que se ajusta, lo suyo.

Lo que se ajusta en el caso de referencia, es que el deudor pague lo que debe a su señor, el cual reclama lo que es suyo, es decir su derecho.

Pero he aquí que el deudor le imploró un plazo mayor para pagar.

El rey entonces, compadecido, se reviste de entrañas de misericordia y le perdona la deuda, considerando que lo que se ajustaba en aquel momento no era exigir lo debido, sino ejercer el perdón en toda su extensión.

Para aquel que está por encima de los acontecimientos, lo “debido” es la grandeza del perdón, lo “justo” era dar nueva oportunidad al abrumado por la deuda para permitirle levantarse de sus miserias y poder ejercer también él la misericordia que había recibido

Se trata de la misericordia, cercanía del corazón del Señor ante las miserias del que adeudaba, que resuelve entablar una nueva relación dando otra oportunidad al deudor, para que libre de lo que lo agobiaba, comenzara una nueva existencia.

La conducta ejemplar del Señor pretendía que el perdonado actuara de la misma manera, siguiendo justamente los pasos de su acreedor.


3. El obrar inmisericordioso del hombre

El que había sido así perdonado, como prolongación de la “gracia” que había recibido, debía empeñarse en la “tarea” de proseguir con la misma actitud que para él hubo, mostrando así la ejemplaridad del gesto del perdón que se continúa en el tiempo.

Pero no fue así. Ante una deuda insignificante que para él tenía uno de sus compañeros, actuó con crueldad sin oír la súplica que repetía la suya, anteriormente emitida ante su señor, y exigió la cárcel.

No entendió la enseñanza que había recibido, más aún, habrá pensado, vaya a saber con qué privilegio, que sólo era gracia aplicada a él, y que no debería continuarse en otros.

Afloró otra vez su miseria, no comprendió la grandeza del perdón y como mercader de la pequeñez de la miserabilidad se erigió en Señor, sin serlo, desoyendo la súplica del sufriente.

Cayó este hombre en lo que señala tan lúcidamente Santo Tomás de Aquino: “la pasión de la ira incita al hombre a imponer penas más graves que las debidas, mientras que la clemencia busca su disminución, en contrariedad con la ira. Por eso la mansedumbre, refrenando la ira, concurre a un único efecto con la clemencia. Pero difieren entre sí en cuanto que la clemencia directamente modera la pena exterior, mientras que la mansedumbre disminuye la pasión de la ira” (Suma Teológica, 2-2 q.157, art. 1, respuesta (tomo X, BAC).

Ante la actitud desmedida que este hombre perdonado tiene para con su deudor se aplica lo que sigue diciendo el Doctor Angélico: “la mansedumbre modera al mismo apetito de venganza. La clemencia se fija más bien en las penas que exteriormente se imponen como venganza.(sol 1)”. La crueldad significa exceso en el castigo, no tanto porque traspase la justicia, cuanto por el modo como lo hace”(sol.3).

Al enviarlo a la cárcel se parece a los que “gozan castigando a los hombres, incluso sin causa,” y se los llama “fieros, crueles, pues indican haber perdido el afecto humano, que nos hace amarnos mutuamente” (sol.3).

Este hombre inmisericorde justamente manifiesta no tener en cuenta el amor que con él se tuvo al perdonársele la deuda, y por eso es incapaz de amar a su prójimo hasta la medida de perdonar a su vez.


4. La lógica del perdón divino

El perdón divino está por encima de toda lógica humana, sobre todo de la venganza. Para el Señor no existe el “no habrá perdón y olvido”. Si así fuera, ¡pobres de nosotros cada vez que nos acercamos a reconciliarnos con El! Nosotros seguimos todavía con el “ojo por ojo” y “diente por diente”, que no fue más que una desfiguración de la ley mosaica.

De allí que Cristo termina la parábola diciendo, después de describir lo que hace el rey contra el que
había perdonado y no actuó en consecuencia, “lo mismo hará también mi Padre celestial con vosotros,
si no perdonáis de corazón a vuestros hermanos”.


La enseñanza del Señor es clara. Si queremos ser perdonados por Dios de nuestras muchas ofensas, debemos hacer lo mismo con nuestros hermanos.

La memoria del Señor, ante nuestros pecados, es la de haber venido entre nosotros para salvarnos de nuestras muchas miserias y mostrarnos el camino de la grandeza de hijos de Dios. Este es el único camino de la paz interior: asumir nuestras culpas desde el misterio de la Cruz y estar dispuesto a acercar nuestro corazón a las miserias del otro por quien también murió el Redentor, con la misma mirada de perdón.

¡Ha llegado la hora de hacer más memoria del evangelio y aplicarlo a nuestras vidas si queremos crecer con grandeza de miras!


(*) Profesor de Teología Moral en la UCSF, Párroco de Ntra. Sra. de Lourdes, Asesor del Centro de Estudios Santo Tomás Moro, Profesor del Instituto Arquidiocesano de Ciencias Sagradas de Santa Fe.
moristasantafe@yahoo.com.ar

13 de marzo de 2007

HABLAR POR BOCA DE GANSO

A este señor como a muchos les diría lo mismo que hace unos días dijera el presidente Kirchner sobre ciertos sectores de la prensa oral o escrita: es necesario informarse, estudiar, y transmitir con objetividad.

1. Hablar por boca de ganso

En su magnífica obra “Tres mil Historias de frases y palabras que decimos a cada rato”, Héctor Zimmerman (Editorial Aguilar), dice lo siguiente acerca de la frase del título:

“Cuando un ganso grita, todos los demás se pliegan al barullo; pero no es esa manía la que originó el dicho. Hace tiempo se daba también el nombre de “ganso” a la persona que se desempeñaba como ayo o preceptor. El calificativo zoológico que se endilgaba al maestro nada tiene que ver con las gansadas que podía cometer, se debía a la pluma con que escribía y enseñaba a escribir. Era, como se estilaba entonces, una pluma de ganso. El buen alumno era el que repetía dócilmente lo que su ganso afirmaba. Con el tiempo, el sentido de la frase cambió ligeramente. “Hablar por boca de ganso” equivale a repetir algo de cuya constancia se carece. Quien así habla suele hacerlo con pedantería, respaldándose en el conocimiento de algún otro. No verifica lo que ha oído, ni lo piensa, ni lo critica. Simplemente, habla. Y por boca de ganso”. (pág. 126 de la 3era edición).


2. La Misa del 1º de julio

Nadie podrá negar que la Misa del primero de julio en Lourdes (Santa Fe) tuvo amplia repercusión.

Toda la semana pasada fueron muchos los que se erigieron en hermeneutas de lo que sucedió ese día, aunque estuvieran ausentes del rito sagrado. Muchos fueron los que como lo señalo más arriba se plegaron al barullo que armó el ciudadano mendaz que con medias verdades puso el grito en el aire y la mentira en el escrito, mezclando temas e incorporando a otros en sus diatribas.

Recién leo en www.politicaydesarrollo.com.ar el artículo sobre Pablo Zancada -valiente diputado que no reniega de su fe católica como muchos otros- que escribe un tal Rodolfo Montes quien suelto de cuerpo dice: “el oficio tuvo un claro sentido político: confrontar contra el avance de los juicios a militares…”

A este señor como a muchos les diría lo mismo que hace unos días dijera el presidente Kirchner sobre ciertos sectores de la prensa oral o escrita: es necesario informarse, estudiar, y transmitir con objetividad.

Es cierto que mi homilía del 1º de julio es extensa, pero pido por lo menos un poco de honestidad, basada en la lectura del texto, sin hacer reducciones ni hermenéuticas innecesarias ya que es clara en sí misma y no necesita de malos repetidores.

Incluso hubo quien asegura que yo escribí anteriormente a algunas redacciones e incluyen un texto sacado de un artículo de mi autoría que nada tiene que ver con este entuerto. ¡Nada más falso!

¡El que quiera leer lo que escribo sabe dónde buscar sin mucho esfuerzo!

Hace poco escribí un artículo titulado “Mi pierna izquierda o el hombre que no quería estar completo” (www.politicaydesarrollo.com.ar ) ( 24 de junio de 2006), ¡pero de allí no se puede deducir que sea de derecha! ¡A no ser que por derecha entiendan defender los principios!

¡Nada tan desleal que querer desautorizar a alguien sembrando sospechas y juicios temerarios sobre su persona!

¿Será acaso que faltan argumentos para rebatir, y que por eso se cae en el cómodo método de descalificar, pensando que …miente, miente, que algo queda?

De chico me enseñaron a saber rebatir argumentos con argumentos racionales, para eso tata Dios nos hizo inteligentes y que el pataleo por sí mismo, sólo es taconeo de bataclana.


3. Las adhesiones a la Misa.

Fue mucho lo que se debatió y se aseguró sobre las adhesiones a la Misa mintiendo descaradamente que se habían leído después de la misma.

Tales adhesiones no llegaron a la Parroquia sino a la página web que publicó el horario y día de la misa.

El que se adhirió lo hizo porque quiso, el que no se adhirió fue porque no quiso hacerlo o porque no concurre a Misa, como dijo una feligresa con ironía y todos en paz, pero la intención fue y sigue siendo por los muertos a causa de los desencuentros entre los argentinos y por la reconciliación nacional, sin señalar espacio y tiempo alguno.

Posiblemente si Facundo o Don Juan Manuel vivieran se hubieran adherido para rezar también por los muertos a causa de los desencuentros entre unitarios y federales y mucho más por nuestro país actual que es federal en la Constitución pero unitario desde hace mucho en lo político.

Gracias a Dios me consuela en todo esto el haber podido poner en evidencia el clamor de muchas personas, ya que como diría Mons Helder Cámara hay que estar con un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio.

En efecto, innúmeros fueron quienes agradecieron este pedido de reconciliación nacional, ahítos de tanta desunión, añorando una paz en serio.

En rigor las interpretaciones antojadizas de los hechos depende de quien observe los mismos, de allí el dicho “quid quid recipitur a modum recipientis reciputur”, o sea dicho en criollo, “las cosas recibidas toman la forma del recipiente”. O dicho teológicamente, no se puede recibir el vino nuevo de la Gracia, ni la novedad del Evangelio en recipientes repletos de odios.


4. Los delitos y la justicia

Se machaca desde hace tiempo sobre el castigo por determinados delitos.

Como dije a algún medio, en nuestra Patria hay hijos y entenados. Si se tiene vocación seria de perseguir los delitos cometidos, pues que se haga con todos y con toda clase de delitos, aunque algunos tengan que abandonar los cargos políticos que actualmente detentan.

¡Qué ricos estaríamos, por ejemplo, si a todos los que expoliaron a la Argentina se les obligara a devolver lo que es de todos!

¡Cuántos se enriquecieron con los recursos materiales de todos! ¡Cuántas leyes y malas administraciones llevaron al país a sufrir años y años de postración!

Es hora de dejar de mentir apareciendo como defensores de los derechos humanos quienes en el pasado no los tuvieron en cuenta ni los respetaron en sus hermanos.

Y en la actualidad, ¿dónde están los derechos humanos de los asesinados cada día por cumplir con su misión de defender la vida y bienes de sus hermanos?¿los de los ancianos saqueados y golpeados brutalmente? ¿los de los niños asesinados en el vientre de sus madres? ¿los de los niños que no podrán crecer, abatidos por la desnutrición? ¿los de aquellos que no avizoran un futuro promisorio para sí y sus familias?¿los que no tienen agua potable, ni cloacas, ni servicios esenciales que dignifiquen la vida?¿qué derecho humano respetan “los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país”, los que compran “a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias”, como dice el profeta Amós (cap. 8, vers.4 y 6)?


5. Conclusión

La Patria requiere de gestos de grandeza por parte de todos nosotros. Ponernos a trabajar en serio mirando el futuro a construir para no seguir dejando a los que nos siguen, un país signado por el desencuentro.

Es necesario dejar de guiarnos por ideologías que sabemos a nada conducen, y comenzar a mirarnos como hermanos, hijos de un mismo Padre.

Canalizar las fuerzas para construir un país más humano, que deje de lado la mentalidad del oportunismo pasajero y de las ganancias fáciles, fomentando una cultura del trabajo que engarce con la pasión por la solidaridad para que todos podamos participar con equidad de los bienes comunes que hemos recibido.

¡Ojala despertemos y nos hagamos cargo de los dones que se nos ha confiado como hombres y como argentinos!

Para ello rezo y por ello confío mirando a la Madre del Salvador que nos ama y está presta a visitarnos para darnos el don de la salvación traído por su Hijo.

Cngo Ricardo B. Mazza, Profesor de Teología Moral y Doctrina Social de la Iglesia en la UCSF. Cura Párroco de Nuestra Señora de Lourdes (Santa Fe de la Vera Cruz). 11 de Julio de 2006.

Artículo del 11/07/2006

6 de marzo de 2007

Carta tercera a Nicolás Maquiavelo

“Sucede frecuentemente que los pobres son más dignos de la fortuna que los ricos, ya que éstos son rapaces, inmorales e inútiles y, en cambio, aquéllos son modestos y sencillos y su trabajo cotidiano es más provechoso al Estado que para ellos.”

Nicolás:

Perdoná que haya demorado un poco en contestarte. Sé que estás ansioso por saber qué voy a responder a la tercera pregunta que dejé picando en la anterior que envié. ¿Recuerdas? ¿Puede un súbdito ó ciudadano colaborar con un príncipe ó gobernante perverso?

Vos te preguntarás como ya me lo han preguntado, ¿por qué hablo de príncipe ó gobernante perverso? Este término proviene del latín perversus y se dice de quien es sumamente malo, que causa daño intencionadamente, que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas.

En rigor cuando vos describís al “modelo” de príncipe, presentás el perfil de un gobernante que carece de escrúpulo alguno cuando se trata de conseguir su objetivo.

Es verdad que la definición de “perverso” puede referirse a cualquier persona, pero también es cierto que sólo el gobernante puede estrictamente, a través del uso del poder, corromper las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas.

Un ejemplo lo tenemos en ese personaje tan particular como lo fue Enrique VIII.

Así piensa Tomás Moro de Enrique VIII -a quien conocía profundamente- cuando con ocasión de una visita del rey a su casa, éste le manifiesta la estima que tenía por su fiel súbdito y amigo. Esto provoca que el yerno de Tomás, William Roper le hiciera ver cuánta benevolencia le mostraba el rey. Moro responde: “Sí, hijo mío, doy gracias a Su Majestad el Rey por sus singularísimos favores, pero no me envanezco por ello y sé muy bien que si mi cabeza pudiera hacerle ganar una fortaleza en Francia, no dejaría de caer.”(Utopía. Ed. Abraxas, p. 11).

Pero, volvamos a la respuesta a esa pregunta sobre si puede un súbdito ó ciudadano colaborar con un príncipe ó gobernante perverso ya que me distraje bastante con los paréntesis que hice, y vos terminarás por no entender nada.

Te diré que la respuesta es afirmativa y señala la vocación o llamado para el ejercicio de la política por parte de un bautizado. Volvemos también aquí a la figura representativa de un santo.

Ya te darás cuenta que me refiero a Santo Tomás Moro, quien lleva el nombre de Tomás, justamente en recuerdo del gran Santo y Mártir Santo Tomás Becket, el cual también como él, sufrió la muerte a manos del rey. Becket bajo Enrique II y Moro bajo Enrique VIII.

Vos me preguntarás, ¿por qué te atrae la figura de Tomás Moro? Te diré que siempre me atrajeron las personalidades que se “juegan” por un ideal, por supuesto en el orden del bien. En relación con esto reconozco que siempre me impactó el libro del Apocalipsis, cuando se abomina de los de Laodicea porque no son ni fríos ni calientes sino tibios, y por eso son vomitados por el Señor.

En la actualidad a éste tipo de persona se la denomina con el adjetivo de “pastelero” que coloquialmente describe a la persona acomodadiza en demasía, que elude las decisiones vigorosas.

Pero volvamos a Santo Tomás Moro. El sirvió fielmente a su rey colaborando como Canciller y cumpliendo seriamente con las misiones diplomáticas en el continente que se le confiaron. Padre ejemplar que tenía en su corazón bien en claro la supremacía de Dios y de la Iglesia. Magistrado fidelísimo en defensa de la verdad, especialmente de los más pequeños de la sociedad londinense. Juez que nunca fue contra su conciencia recta.

Te diré que el tema de la conciencia, dada su importancia, me obliga a escribir más adelante sobre ella tratando de ser lo más claro posible, no sólo en su descripción, sino también en la aplicación concreta a nuestra actual sociedad en comportamientos determinados.

En fin, sigamos. Cuando Moro tuvo que definirse al exigírsele la aprobación del divorcio de su rey, y por consiguiente posterior adulterio, y su autoproclamada supremacía real como jefe de la Iglesia, fue fiel a sus principios y no dudó un instante en entregarse dócilmente a la muerte.

O sea que para él una cosa fue el servir a la persona del gobernante en cuanto tal, cosa que hizo siempre, y otra cosa fue el servir y acompañar los desvaríos del gobernante.

Es decir sirvió al gobernante siempre y cuando este servicio no colisionara con un servicio superior: el de Dios, con todo lo que implicaba esto de servicio a la verdad y a la justicia.

Ante el comportamiento de Tomás, Enrique VIII –que no era tonto- demoró su muerte con la esperanza de que cediera a sus requerimientos y por que sabía que su vida toda era un constante testimonio de fidelidad a su fe en medio del pueblo.

No triunfaron sobre él los halagos y las promesas de triunfos políticos sino su fidelidad constante a la verdad y la justicia.

Mientras otros nobles y jueces se dejaban corromper por el rey aprobando sus innobles caprichos, y cometiendo sin pestañear toda suerte de injusticias, Tomás Moro prefirió, sin juzgar a nadie, pero rezando por todos, mantenerse en el camino de la virtud.

Señaló con su vida que en la colaboración con el poder político hay un límite: el de la verdad y seguimiento de aquellos valores que marcaron siempre su vida.

¡Qué ejemplo hermoso para quienes en la actualidad, fácilmente reniegan de su fe o miran para otro lado cuando han de dar testimonio de los principios, prefiriendo los honores y el poder que pueden recibir como migajas del suculento plato del absolutismo!

Tomás señala claramente mostrando la precariedad de la vida, que todos morirán, tanto los fieles a los principios como los traidores a su fe, sólo es cuestión de tiempo. Y en ese caso sólo varía, y sustancialmente, la forma en que cada uno se presenta ante Dios.

Moro prefirió servir hasta las últimas instancias a su Dios y Señor.

Nicolás, vos me preguntarás, y he aquí la cuarta pregunta ¿la Iglesia ha reconocido como verdadero ese proceder de Tomás Moro? ¿No hubiera sido mejor haber cedido algo para no perder todo e intentar, -consintiendo al tirano Tudor- salvar la integridad y vigencia de la Iglesia Católica en Inglaterra? ¿No es lícito al político “católico” hacer la vista gorda en algunas cosas para así seguir intentado el no perder todo?

Te contesto con las palabras de Juan Pablo II –a quien vos no conociste- en la Encíclica Veritatis Splendor (nºs 90 a 95) cuando se refiere al martirio como exaltación de la santidad inviolable de la ley de Dios.

En el martirio, y Moro fue mártir, se da testimonio de que la adhesión a Cristo es lo más importante para el cristiano. El mártir está decidido libremente a entregar su vida si de los ideales evangélicos se trata.

Dice el Papa “el martirio demuestra como ilusorio y falso todo ‘significado humano’ que se pretendiese atribuir, aunque fuera en condiciones ‘excepcionales’, a un acto en sí mismo moralmente malo; más aún, manifiesta abiertamente su verdadero rostro: el de una violación de la ‘humanidad’ del hombre, antes aún en quien lo realiza que no en quien lo padece” (nº 92).

“Los mártires…dando testimonio del bien, … representan un reproche viviente a cuantos trasgreden la ley (cf. Sab 2,2) y hacen resonar con permanente actualidad las palabras del profeta: “¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz , y luz por oscuridad ; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo!” (Is. 5, 20).(nº 93).

Juan Pablo II recuerda que en la canonización de un mártir no sólo la “Iglesia ha canonizado su testimonio” sino que también “declaró verdadero su juicio”(nº 91).

Como ves, al canonizar a Tomás Moro, la Iglesia está confirmando como verdadero el juicio moral que el santo emitió ante las distintas opciones que se le ofrecían.

Dicho de otro modo, cuando Tomás decidió no hacer la vista gorda, aprobando lo que el rey y sus cortesanos –por miedo al rey y amor al poder- le proponían, estaba haciendo un juicio moral correcto, aunque esto le acarreara la muerte.

Vos me dirás que Tomás Moro se buscó la muerte por oponerse al rey.

En realidad no creo que sólo sea por eso. Fue un hombre que no tenía pelos en la lengua. Se granjeó el rechazo de los poderosos por sus palabras “imprudentes” en las que desnuda la intención de los poderosos de su tiempo –iguales al nuestro-

Veamos sólo una “perlita” que nos deja en su obra Utopía: “Desde que todos pueden apoyarse en algunos títulos para aumentar tanto como es posible sus posesiones, un corto número de personas se reparten todas las riquezas del país, por abundantes que sean, y a los demás sólo les queda la pobreza. Sucede frecuentemente que los pobres son más dignos de la fortuna que los ricos, ya que éstos son rapaces, inmorales e inútiles y, en cambio, aquéllos son modestos y sencillos y su trabajo cotidiano es más provechoso al Estado que para ellos”. (Utopía. Libro I, p.93. edit. Abraxas).

¡Valiente el hombre! Pero su vida no fue en vano. Así lo entendió Juan Pablo II que lo nombró Patrono de los gobernantes y de los políticos el 31 de octubre de 2000.

Como podés ver quien desee ser un verdadero político según la fe, no tiene más que seguir la vida y enseñanzas de Santo Tomás Moro y ciertamente no se equivocará en sus decisiones por más difíciles que sean, y a pesar de las presiones frecuentes que reciba para traicionar la conciencia en aras de triunfos efímeros.

Una última pregunta para esta carta que se refiere a la inquietud que me hizo llegar un lector de las dos anteriores, y ahora la formulo: ¿es lícito el mandato duradero de un gobernante? O dicho con palabras actuales, ¿es conveniente que alguien gobierne durante mucho tiempo un Estado?

Si se trata de un gobernante -por ejemplo- como Luis IX, del cual ya hice referencia, diría que es lícito que permanezca mucho tiempo conduciendo un Estado ya que le permitiría afianzar el bien común y la felicidad para su pueblo, dado que sólo busca el bien de sus hermanos y el engrandecimiento de su Patria.

Pero si por el contrario se trata de un “ejemplar” como Enrique VIII, mejor perderlo que encontrarlo.

Nico, ya tengo sueño, y quiero ir a dormir. Además quiero que esta salga cuanto antes, porque ya la he demorado bastante tiempo.

De corazón te digo, rezo para que sean muchos los que se dediquen a la política siguiendo los pasos de Tomás Moro y no se contaminen con tus “consejos.”

Cordialmente, Ricardo.