30 de abril de 2008

El sentido del trabajo en el hombre, criatura de Dios .

1. La realidad “creatural” dignificante del hombre

Leyendo y reflexionando la Palabra de Dios encontramos el sentido pleno de nuestra vida humana.

Dentro de este sentido de nuestra vida hallamos las distintas características que nos identifica como seres humanos, criaturas racionales, que en el hecho de la creación libre que Dios hace de nosotros se vislumbra la dignidad con la que hemos sido revestidos.

El libro del Génesis nos presenta la voluntad de Dios que dice en el origen de lo creatural: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza” (Gén. 1,26).

De entrada se enseña que el hombre es el único que comparte desde su misterio, el Misterio de Dios.

Grandeza del hombre que hace exclamar al salmista: “Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano, para que lo cuides?” (Salmo 8, vv. 4 y 5). Es que el ser humano resplandece en su existencia como aquel que tiene sentido por sí, “vocado” a la comunión con Dios.

El ser “vocado”, esto es, llamado a la existencia plena, relaciona al hombre directamente con su Creador. Y para que cumpla con su peculiar llamado, Dios crea a las demás criaturas que pueblan la tierra.

Es el hombre “el grande “entre los pequeños. Tal grandeza hace que el hombre haya sido creado un “poco inferior a los ángeles”, que haya sido coronado de “gloria y esplendor”, que se le haya dado “dominio sobre la obra de tus manos (las de Dios)” y que todo haya sido puesto bajo sus pies. (cf. salmo 8, 6 y 7).

El Génesis respira entonces un clima de grandeza humana que nace de la Grandeza de su Creador.

De allí que el hombre pueda realizarse sólo en la comunión con Dios, reconociendo su dependencia creatural con El y manteniendo el señorío -servicio que Dios le ha otorgado.

De hecho el mundo actual que se ha olvidado de Dios, o por lo menos lo mira con indiferencia, presenta muchas veces una realidad humana insatisfecha, cerrada en sí misma, y por lo tanto dispersa en la desorientación.

Y esto porque al no reconocer a su Creador, se minimiza como criatura. No está la grandeza del hombre en querer “ser como Dios,”sino en asumirse plenamente como criatura, llamado a la comunión con el que le dio el ser y lo destinó a la perfección.

2. El señorío del hombre en dar la vida

Sigue diciendo el Génesis (1,28) acerca del varón y de la mujer que creó Dios: “sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla”.

Fecundidad no sólo en transmitir la vida, vocación humana a pro-crear con Dios nuevas e incontables imágenes y semejanzas suyas, sino fecundidad en hacer producir la tierra según el plan de Dios.

Se despliega así el señorío del hombre sobre todo lo creado, no para abusar de la naturaleza y esclavizarse a ella, sino para descubrir su insondable riqueza y capacidad para expresar la infinita bondad del Creador.

Ser Señor de lo creado es continuar la obra del Creador en el despliegue de su infinita riqueza.

Ser Señor de lo creado es descubrir que todos los bienes son del y para el hombre, y que el hombre no es más que administrador sabio que reparte a cada hermano lo que necesita para crecer como imagen de Dios.

En su señorío sobre lo creado, el hombre sirve a lo creatural permitiendo con su inteligencia y voluntad que aquello que no es él, aparezca claramente en su diferenciación como “vestigio” de Dios que sirve al que es “imagen de Dios”.

De esa manera, el hombre se dirige permanentemente a la verdad con su inteligencia, y al bien con su voluntad.

Y es esta apertura a la verdad y al bien lo que lo hace realmente libre de toda atadura de lo creatural.

Justamente esta carencia de orientación a la verdad y al bien, es lo que conduce en la actualidad, a que el hombre esté “alienado” en las cosas, subordinado a ellas, perdiendo así su señorío de imagen y semejanza.

Pero el hombre manifiesta también su Señorío cuando sirve a la vida.

Creado para “dar vida”, cooperando con el que es dador de vida, el hombre manifiesta su señorío cuando dominando la tentación de disponer a su arbitrio en este campo, sirve a la vida reconociendo que su capacidad para pro-crear es don y tarea a la vez.

Es señor en cuanto “don” cuando encauzando sus propios instintos y el espejismo de poderlo todo, sirve a la vida según el plan del Creador, entendiendo que es mejor cuando sirve y no cuando se sirve a su antojo de lo que Dios le ha dado.

Es señor en cuanto “tarea” porque al pro-crear permite que sean innúmeros los “imagen y semejanza “del Creador que se sientan en la mesa del pan material y aspiren desde aquí a participar del banquete eterno.

3. El señorío del hombre en el desarrollo de lo creado por el trabajo.

Es en el trabajo donde el hombre realiza también adecuadamente su señorío, porque allí pone su inteligencia y voluntad al servicio de la verdad y el bien.

De la verdad, porque “educa”, es decir saca a la luz la verdad del ser de las cosas, subordinado a todo lo humano.

Del bien, porque descubre que las obras de la creación divina, están para ayudar a la realización de las personas.

En el trabajo cotidiano, el hombre realiza el proyecto divino de mostrar la belleza de lo creado, quedando patente así, la grandeza y perfección de quien hizo todo.

Por el trabajo cotidiano el hombre obtiene el pan para la mesa de los suyos y lo comparte con los otros, descubriendo su apertura a la alteridad.

Es por el trabajo que las cosas creadas cantan permanentemente un himno de alabanza al Creador al mostrar sus perfecciones, pero al señalar que su grandeza es insignificante al compararla con la de quien es “imagen y semejanza de Dios”, único constituido para dialogar con el Creador, abierto siempre a la trascendencia.

El trabajo con sudor expresa que el trabajador da lo mejor de sí en lo que hace, siempre en máxima tensión de sus potencialidades.

De allí que cuando el hombre carece de trabajo se sienta empequeñecido, no sólo porque no tiene el pan para llevar a su mesa, -signo de su fecundidad industriosa-, sino también porque deja de manifestar de qué es capaz en la tarea constructiva que el Creador le ha encomendado.

Es por eso que cuando los poderes de este mundo no facilitan o no crean fuentes de trabajo, no sólo empujan a sus hermanos a vivir en la pobreza, sino que quitan al hombre la posibilidad de ser personas co-creadoras con Dios.

Otorgar sólo “planes” paliativos, verdaderos remedos del trabajo, es querer alimentar con las migajas de la mesa del rico, la dignidad del hombre.

Al faltar trabajo aumenta la pobreza de muchos que carecen de la riqueza de dar a luz sus reales posibilidades.

En fin, cuando el hombre descubre y ejerce su señorío sobre lo creado, sirviendo a sus hermanos, se somete humildemente en todo lo que hace al único Señorío supremo, el de Dios.

4. El trabajo ordenable y ordenado a Dios.

Cuando falta el trabajo, se condena al hombre a no cantar las maravillas del Señor, a no poder ordenar lo mejor de sí a quien lo ha creado.

Esta es otra verdad inherente al trabajo dignificante: ordenar todo lo creado a Dios.

Así lo confirma san Pablo (Colosenses 3, 17 y 23): “Todo lo que podáis decir o realizar, hacedlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre…. Cualquiera que sea vuestro trabajo, hacedlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres”.

Esta afirmación del Apóstol nos sitúa en el centro de una verdad incontrastable: todo trabajo debe ser ordenado a Dios. Y sólo puede ser ordenado a Dios lo que es verdadero y bueno. Verdadero en cuanto respeta el ser creatural del hombre, bueno en cuanto ennoblece al que lo realiza.

Esto nos hace ver el delirio en el que caen los que defienden como trabajo aquello que degrada al hombre en su ser y en su obrar.

Y así, por poner un ejemplo, cuando en la provincia de Santa Fe se habló hace ya un tiempo de legislar dando un marco legal a las así llamadas “trabajadoras sexuales”, se afrentó al ser humano al querer condenarlo a vivir en la mentira de un “ilusorio” trabajo y en el mal de un actuar degradante. En rigor se pensaba legislar afianzando la esclavitud de la mujer.

Tal “trabajo”, al igual que otros que comercian con las debilidades humanas, o con el fomento del juego desenfrenado, o la drogadicción, y la pornografía, o la existencia de zonas liberadas para el delito, o la usura institucionalizada, son obras propias de las tinieblas que jamás pueden conciliarse con el sentido verdadero del trabajo ya que no pueden ser ordenadas al Creador.

No es excusa el decir que permitir estas cosas satisface necesidades reales de la población ya que “vuestro trabajo…..es para el Señor y no para los hombres”.

Un verdadero y buen marco legal, en cambio, es el de respetar el señorío del ser humano creando ámbitos para sacarlo de lo denigrante, de una esclavitud cada vez más despiadada , ofreciéndole posibilidades de un trabajo que enaltezca el quehacer humano permitiendo potenciar las cualidades personales.

5. San José modelo de trabajador

Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Redemtoris Custos (Custodio del redentor) dedicada a San José, esposo de la bienaventurada Virgen María se refiere en los números 22 a 24 al trabajo como expresión del amor.

Dice Juan Pablo II: “expresión de este amor en la vida de la familia de Nazaret es el trabajo” (nº22). José como carpintero “trataba de asegurar el mantenimiento de la familia”.

La Sagrada Familia es ejemplo y modelo no sólo en orden de la salvación y de la santidad, sino también en “el trabajo de Jesús al lado de José, el carpintero”.

Sigue reflexionando el Pontífice en el nº 23 : “En el crecimiento humano de Jesús “en sabiduría, edad y gracia” representó una parte notable la virtud de la laboriosidad, al ser “el trabajo un bien del hombre” que “transforma la naturaleza” y que hace al hombre “en cierto sentido más hombre”.

¡Qué necesidad tiene nuestra Patria de una cultura del trabajo que permita al hombre dar lo mejor de sí y sacar a la luz las potencialidades que la creación toda ofrece!

¡Qué necesidad tenemos que el trabajo no se vea como medio para saciar el deseo insatisfecho del lucro desmedido, a expensas de la búsqueda de una vida austera que aspire a la sencillez y a saber comer el pan con alegría y con los demás!

¡Qué necesidad tenemos de vencer la holgazanería, el deseo irrefrenable de obtener rápidas ganancias sin esfuerzo y sin virtud!

¡Qué falta nos hace aprender aquello de dedicarnos según los dones que del Señor hemos recibido y no creernos, por afán de poder o de lucro, que es lícito embarcarnos en aquello para lo cual no somos idóneos!

¡Qué falta hace ganar el pan con el esfuerzo personal y no con la facilidad que la coima otorga!

Se hace cada vez más actual lo que decía Juan Pablo II (nº 24) en el sentido de que “se trata, en definitiva, de la santificación de la vida cotidiana, que cada uno debe alcanzar según el propio estado y que puede ser fomentada según un modelo accesible a todos: “San José es el modelo de los humildes, que el cristianismo eleva a grandes destinos, San José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan “grandes cosas”, sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas”.

6. El trabajo y la solidaridad

Decía bellamente Pablo VI al pueblo mexicano con motivo de la fiesta de Ntra Señora de Guadalupe (L´Osservatore romano,18 de octubre de 1970): “Un cristiano no puede menos que demostrar su solidaridad para solucionar la situación de aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura o la oportunidad de un trabajo honorable y justamente remunerado, no puede quedar insensible mientas las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer realidad sus legítimas aspiraciones, y mientras una parte de la humanidad siga estando marginada a las ventajas de la civilización y del progreso………Os exhortamos de corazón a dar a vuestra vida cristiana un marcado sentido social –como pide el Concilio-, que os haga estar siempre en primera línea en todos los esfuerzos para el progreso y en todas las iniciativas para mejorar la situación de los que sufren necesidad. Ved en cada hombre un hermano, y cada hermano a Cristo, de manera que el amor a Dios y el amor al prójimo se unan en un mismo amor, vivo y operante, que es lo único que puede redimir las miserias del mundo, renovándolo en su raíz más honda, el corazón del hombre”.

Y continúa el papa: “El que tiene mucho que sea consciente de su obligación de servir y de contribuir con generosidad para el bien de todos. El que tiene poco o no tiene nada que, mediante la ayuda de una sociedad justa, se esfuerce en superarse y en elevarse a sí mismo y aun a cooperar al progreso de los que sufren su misma situación. Y, todos, sentid el deber de uniros fraternalmente para ayudar a forjar ese mundo nuevo que anhela la humanidad”.

30 de abril de 2006
Cngo Ricardo B. Mazza

Cura Párroco de “Ntra Señora de Lourdes”, Santa Fé. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”.

Profesor Titular de Teología Moral y Doctrina Social de la Iglesia en la Universidad Católica de Santa Fe.

ribamazza@gmail.com. www.nuevoencuentro.com/provida. www.nuevoncuentro.com/tomasmoro. http://ricardomazza.blogspot.com

26 de abril de 2008

Yo Soy el camino, la Verdad y la Vida.

“Él es el Camino que nos conduce sin el peligro de perdernos, es la Vida que eleva a la persona y es la Verdad que sacia la inteligencia”.

1.-La vuelta al Padre

Seguramente nos preguntamos ¿por qué insiste tanto Jesús en que El vuelve al Padre?

Repite esto en la última Cena, antes de su Pasión, muerte y resurrección, con la intención de ir preparando el corazón de los apóstoles. Sabe que se sentirán acobardados en medio de las persecuciones. Por eso quiere dejarles la certeza que lo anunciado y prometido se cumplirá en el momento en que Dios disponga.

De allí que diga repetidamente: “me voy al Padre”. Anuncia así que como Hijo de Dios vuelve al Padre y nos deja el camino libre para nuestro propio retorno al Creador.

Y así nos va descubriendo el fin último del hombre que está justamente en el encuentro definitivo con el Padre.

Así como el Hijo de Dios sale del Padre y vuelve al Padre, así también cada uno de nosotros originados por la mano creadora de Dios estamos llamados a volver junto al Padre.

De allí que Jesús diga que va a prepararnos un lugar, disponiendo todo para que podamos encontrarnos con el Padre.

Y cuando esté todo preparado volverá a buscarnos, nos asegura.

Nos alienta para que bautizados en el espíritu, obremos para encontrarnos con el Creador al fin de nuestra vida.


2.-Yo soy el Camino

Pero para ese retorno al Padre es necesario recorrer el camino de la vida temporal, y por eso Jesús nos dice: “Yo soy el camino”.

No es un camino más. El hombre que busca la verdad y la vida no ha de decir elijo cualquier camino sino que solamente hay un camino, el camino que nos muestra Cristo, que es Cristo.

Esto hay que recordarlo cuando como seres humanos tenemos la tendencia de buscar otros caminos, de tomar atajos en la vida, pensando que por esos caminos secundarios se puede llegar a la meta que es el encuentro con el Padre.

Y Jesús dice: ¡no!, vuelvan otra vez al camino, el camino soy yo. ¡Tomando otros rumbos, otros criterios, o diversas concepciones de la vida no llegarán a la meta.

“Yo soy el Camino”, ese camino que lleva al Padre, en el que está la vida.

El Señor está junto a nosotros caminando en la vida, lo recordábamos el tercer domingo Pascua en su encuentro con los discípulos de Emaús.

Jesús camina delante de nosotros, decíamos el domingo pasado al reflexionar sobre Jesús como Buen Pastor.

Hoy Cristo nos hace descubrir que no solamente está junto o delante de nosotros sino que El mismo es el Camino.


3.-Yo soy la Vida

Pero Cristo es también la vida. Esa vida que recibimos en el transcurso del caminar hacia el Padre.

El Señor nos regala los sacramentos para sostenernos y fortificarnos en el caminar por este mundo.

Y así cuando pareciera que la sombra de la muerte nos acecha a través del pecado, Jesús nos ofrece el sacramento de la reconciliación.

Cuando caminando en Cristo, desfallecemos ante las dificultades y las persecuciones del mundo, el Señor nos dirá aliméntese “yo soy el pan vivo bajado del cielo”.

Probados diariamente y sintiendo insoportables los problemas cotidianos, el Señor nos dice: “yo los aliviaré de estas cargas “, vengan a mí.

Porque Él es el camino que nos conduce sin el peligro de perdernos, es la vida que eleva a la persona y es la verdad que sacia la inteligencia.

Y hacia esa vida que ofrece, se orienta también la voluntad que busca siempre el bien, es decir el bien que se identifica con este fin último que es el encuentro con el Padre.


4.-Yo soy la verdad

El ser humano creado inteligente y con voluntad libre por ser creatura hecha a imagen y semejanza de Dios, busca ansiosamente la verdad.

Y la inteligencia solamente se sacia en el encuentro con la verdad, con la Verdad que se identifica con el mismo Señor.

Jesús nos dice: no se dejen atrapar por la mentira del mundo que sostiene que la verdad está en todas partes, que todos tienen razón.

Nos advierte que no caigamos en el relativismo de la verdad, donde pareciera que todo es válido y verdadero, cuando al mismo tiempo estas aparentes verdades se contradicen a si mismas.

Yo soy la verdad dice el Señor, vengan a mi y su inteligencia quedará saciada.


5.-Conocer a Jesús.

Por eso Jesús nos dice - ya que nos puede pasar lo mismo que a ellos-: “hace tanto tiempo que estoy con ustedes y todavía no me conocen”.

Recordar entonces que El es Camino, Verdad y Vida.

De allí que pareciera hacernos caer en la cuenta que no podemos decir que no lo conocemos.

Solamente puede decir que no conoce a Cristo aquel que ha esperado de Cristo otra cosa, como los discípulos de Emaús que afirman “nosotros esperábamos de Jesús otra cosa”.

Pero si uno sabe que es el Hijo de Dios hecho hombre que viene a Salvarnos, estamos al tanto que no puede traernos más que todo aquello que nos conduce al Padre.

El caminar en Cristo y buscarlo como Verdad suma, permite crecer en el permanente conocimiento de su persona.

Por eso es importante retomar en nuestra vida lo que somos por el sacramento del bautismo. Conocer nuestra identidad de hijos para sentirnos llamados por el único Padre.


6.-Piedras vivas somos

Justamente el apóstol San Pedro no dice en la segunda lectura que acabamos de proclamar que somos piedras vivas.

Y utiliza esta imagen para señalarnos que como piedras vivas constituimos el edificio vivo que es la Iglesia.

Así como la construcción material está hecha del encaje perfecto de los ladrillos y se va levantando el edificio en orden bello y en un equilibrio armonioso, el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia Cuerpo de Cristo, se va construyendo a través de las piedras vivas que es cada uno de nosotros. Y cada uno si bien no es imprescindible es necesario, justamente para conformar ese único cuerpo que es el Cuerpo del Señor.

Y el fundamento y la base es Cristo como piedra angular, rechazada por los incrédulos.

Pero “ustedes -dice Pedro- que han creído” están llamados a constituir esta nueva edificación en el espíritu.

Y nos dice más el apóstol Pedro, “son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo rescatado de la miseria del pecado, para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz”.


7.-Enviados por El a comunicarlo.

En todo este tiempo de Pascua los textos bíblicos nos exponen que Cristo resucitado nos interpela y nos envía al mundo para anunciar las maravillas del Señor.

Cuando cada uno está convencido de los portentos que el Señor ha obrado por su muerte y resurrección, los llevaremos con gozo a los demás.

Se hará presente en la sociedad de hoy para decir “Cristo ha muerto y ha resucitado”. Por lo tanto no está todo perdido, todo acabado, sin solución. Es necesario volver a Cristo resucitado de entre los muertos que nos trae la salvación y nos envía a anunciar sus prodigios, las maravillas que ha hecho en nosotros.

¡Qué bien haríamos -por ejemplo- con comunicar a los que están cerca de nosotros lo que Dios hace en nuestro corazón!

Yo les digo a los feligreses cuando piden un consejo en orden a atraer a su familia al encuentro con Jesús, que transmitan la alegría de vivir como cristianos, como bautizados, que comuniquen lo que el Señor hace en el corazón de ustedes.

Digan que Jesús los va cambiando, transformando, que el sacramento de la confesión ha dejado en paz el corazón, que la eucaristía les ha dado fuerza para seguir adelante, para seguir trabajando en el camino de la vida cristiana hasta el retorno al Padre.

Que ese cambio que se opera en cada uno sea visible, eso es lo que le interesa a la gente y conmueve a los demás, ¡la propia experiencia manifestada!

Porque podemos decir a otros “vayan a misa “o “hagan esto o lo otro”, pero si advierten que los frutos del encuentro con el Señor no se prolonga durante la semana, el testimonio queda en saco roto, no impresiona a nadie.


8.-Buscar la voluntad de Dios en la cotidianeidad de la vida

Es necesario transmitir lo que el Señor realiza en nuestro corazón, sintiéndonos piedras vivas que buscan Su voluntad, como nos enseña la primera lectura de hoy tomada de los Hechos de los Apóstoles.

Ante un problema detectado en la Iglesia naciente -no hay quien atienda a las viudas en sus necesidades-, los apóstoles delegan a los fieles el que elijan de entre la comunidad a siete varones íntegros, de buena fama. Imponiéndoles las manos, se convierten en los primeros diáconos con que se beneficia la Iglesia en la tarea y servicio caritativo, mientras los apóstoles se dedican a predicar el evangelio.

Y así en comunidad ya que son piedras vivas, con la luz del Espíritu Santo establecen lo que Cristo no prescribió y dejó en manos de la Iglesia.

Por eso la necesidad de rescatar esta triple realidad de que El es el camino, la verdad y la vida.

Frente a tantos extravíos Él se manifiesta como Camino, ante la vigencia de la mentira en todos los ámbitos sociales Él nos recuerda que es la Verdad, abrumados bajo la nefasta cultura de la muerte, Cristo señala: “yo soy la Vida”.

Reflexiones en la liturgia dominical del quinto domingo de Pascua (ciclo A). Hechos 6, 1-7; 1 Pedro 2,4-9; y Juan 14,1-12.-


Padre Ricardo B. Mazza, Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”.

Santa Fe de la Vera Cruz, 20 de Abril de 2008.

ribamazza@gmail.com, http://ricardomazza.blogspot.com;

www.nuevoencuentro.com/provida; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro

18 de abril de 2008

JESUCRISTO RESUCITADO….EL BUEN PASTOR


“No hay que preocuparse por aquel que obra el mal y en “apariencia” la pasa bien…… porque aunque escape del juicio de los hombres, deberá enfrentarse al juicio de Dios, quien es el único que en definitiva juzga rectamente”.

1.-Significado de la jornada del Buen Pastor.

Este cuarto domingo de Pascua se llama tradicionalmente el domingo del Buen Pastor porque presenta a Jesús resucitado bajo la figura del pastor en relación con su rebaño conformado por cada uno de nosotros, constituyendo un cuerpo, una comunidad que es la Iglesia.

Y este domingo la Iglesia justamente ora por las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras, para que aumente el número de aquellos que siguiendo el llamado del Señor se consagren a esta misión de continuar en el tiempo la misión del Señor, es decir de pastorear.

Pero también la figura del pastor nos toca a todos los bautizados, en cuanto que tenemos que ir al encuentro del hombre de hoy y llevarle el mensaje de Salvación.

Los textos bíblicos de hoy nos dejan una serie de reflexiones sobre esta figura del buen pastor y cómo hemos de seguir al buen pastor.

Jesús se presenta en medio de su pueblo, concretamente en medio de los fariseos y les dice que es necesario entrar al corral - imagen que refiere a la Iglesia- a través de la puerta que es Cristo nuestro Señor.

Es decir que el medio habitual, el modo para formar parte de esta comunidad es Cristo nuestro Señor.

2.-¿Quién es el ladrón y asaltante?

No se pueden seguir atajos, o subterfugios para formar parte de la comunidad, sino necesariamente se ha de entrar por Jesús que es la puerta.

Es interesante cómo el texto del evangelio nos dice que “el que entra trepando, no por la puerta, es un ladrón y un asaltante”.

Hoy les decía a los chicos de catequesis en la misa de la mañana: -hagan de cuenta que estamos en el corral como ovejas del Señor, miembros de la Iglesia y el que quiere entrar trepando es justamente el espíritu del mal. Este ladrón y asaltante es el demonio que quiere meterse dentro del corral que es la Iglesia y acercarse a los bautizados para robarle lenguaje las ovejas al buen pastor.

El espíritu del mal –lamentablemente- muchas veces entra con éxito al rebaño del Señor y que con engañosa astucia enreda a no pocos en sus continuas trampas.

Jesús en el texto bíblico que acabamos de proclamar cuando habla de la relación entre el pastor y las ovejas afirma que “ellas siguen al pastor porque conocen su voz” y sigue diciendo: “las ovejas le siguen y nunca seguirán a un extraño”.

Les decía a los chicos hoy que muchas veces papá y mamá insisten que “no hablen con extraños en la calle”. No hablen con personas que no conocen.

Los que somos miembros de la Iglesia, ovejas del único rebaño, no debemos hablar con “el extraño”, no dejarnos seducir por las voces que no son las de Cristo Nuestro Señor.

Sobre todo en el mundo en el que vivimos donde está siempre acechando el espíritu del mal, con el espíritu del error y de la mentira, el cristiano se ve bombardeado por aquello que no es la verdad y sí es el engaño.

Entonces es importante que el cristiano no siga esas voces, que pueden ser a lo mejor atrayentes en un determinado momento e incluso coincidir en algunas cosas con lo que uno puede pensar, pero en el fondo nos alejan totalmente de la Verdad.

3.-Cristo va delante nuestro

Por eso es una invitación clara de seguir al buen pastor, a aquel de quien conocemos su voz y su enseñanza.

Entonces ¿por qué tenemos que ir a buscar otras enseñanzas, otras voces que nos alejan de la Verdad?

El buen pastor que es Cristo aparece en el texto bíblico yendo delante de las ovejas, abriendo camino.

Y esto porque hay que caminar el camino de la vida hasta llegar al encuentro con el Padre del cielo, a aquel otro corral, a aquel ámbito o lugar que es el de la Vida Eterna, donde nos espera para hacernos partícipes de su misma vida.

Y Cristo va delante como buen pastor, va abriendo camino, es decir marcha iluminando la situación, la realidad de cada día para que no tropiece ninguno de nosotros.

Como diciendo ¡cuidado no pisen aquí, no pisen allá, cuidado con aquel pozo, atentos a las espinas que aparecen en el camino, no sea que se vean perjudicados!

De alguna manera Cristo va siempre con nosotros.

Recordarán ustedes la reflexión del domingo pasado en la que contemplamos cómo Jesús va junto a y con los discípulos de Emaús, prototipo del caminar del resucitado con nosotros.

Aquí no sólo camina junto a nosotros sino que como buen pastor va delante de nosotros.

Sabemos que si nos dejamos guiar por Él y marchamos tras El, estaremos siempre seguros no sólo en y por el camino sino también por la meta.

Y Cristo Jesús va iluminando incluso las distintas realidades de nuestra vida.

4.-Sufrir a causa del bien es una gracia delante de Dios.

En este caminar detrás del Señor nos encontraremos necesariamente con la presencia del sufrimiento en nuestras vidas.

Fíjense el texto de la segunda lectura tomada de la primera carta del apóstol San Pedro.

Notemos qué actualidad tienen las palabras de Pedro en su primera carta capítulo dos versículo 20, y que hemos de grabar a fuego: “Si a pesar de hacer el bien ustedes soportan el sufrimiento esto si es una gracia delante de Dios”.

¿Cuál es por el contrario la vivencia habitual que nosotros tenemos? Que cuando sufrimos, o las cosas no salen bien, o tenemos alguna desgracia en la familia, o alguna dificultad que se hace difícil de superar, ¡cuántas veces decimos:¿ por qué Dios me manda esto?, Yo siempre hago el bien, no mato, no robo, no miento, no hago esto, ….no merezco lo que me sucede!

¿Por qué tengo que estar sufriendo esto? De hecho tenemos que ver –en primer lugar- si es realmente así que somos tan santos delante del Señor, ya que todos somos pecadores.

Pero supongamos -en el mejor de los casos- que es cierto que no hacemos más que el bien y que a pesar de eso tenemos que sufrir muchos inconvenientes, aún así, es una gracia poder soportar el sufrimiento.

Tenemos el ejemplo hermosísimo de tantos mártires en la vida de la Iglesia. Ellos no se hicieron el planteo de pensar que por ser buenos no merecían la muerte violenta por causa de Cristo sino que seguramente recordaban estas enseñanzas del Apóstol San Pedro: “esto sí es una gracia delante de Dios”.

Para la gente que no contempla la vida desde la fe, esto es una desgracia, y por el contrario piensa que es una gracia que a quien es un sinvergüenza o delincuente le vaya todo bien.

La palabra de Dios en cambio nos dirá que “esto si es una gracia” referido al sufrimiento a pesar de realizar el bien, y no pensando en la vida muelle que puede llevar el que obra el mal.

5.-Seguir las huellas de Cristo resucitado

Y esto es así porque nos permite seguir las huellas de Jesucristo.

Lo dice enseguida Pedro: “ustedes han sido llamados a esto, porque Cristo padeció por ustedes, dejó el ejemplo a fin de que sigan sus huellas”, a fin de que sigan sus pasos, las pistas que va dejando.

Y así el mismo Jesús que pasó por este mundo haciendo el bien y sin embargo, padeció, murió, y fue llevado a la cruz por nuestra salvación, nos reclama seguir sus pasos.

Más aún dice Pedro: Jesús no se rebeló, no hubo mentira en su boca, no hubo insulto, no profería amenazas, no aseguraba venganza contra los que lo mataban, sino que puso todo en las manos del Padre, de Aquel que juzga rectamente, es decir Dios mismo.

En definitiva es Dios quien juzga rectamente a cada uno. No hay que preocuparse por aquel que obra el mal y que en “apariencia” la pasa bien, porque aunque escape del juicio de los hombres, deberá enfrentarse al juicio de Dios, quien es el único que en definitiva juzga rectamente.

De manera que es una gracia hacer el bien junto con el sufrimiento porque el cristiano va imitando cada vez más al Señor que haciendo el bien padeció, y murió para luego resucitar de entre los muertos.

6.-El regreso al Buen Pastor y Guardián de las ovejas.

Y sigue diciendo Pedro: “antes andaban como ovejas perdidas pero ahora han vuelto al Pastor y guardián de ustedes”.

La oveja perdida es la que vive en el error, es aquella que vive sin sufrimiento y pasa haciendo el mal por este mundo y parece que la vida le sonríe.

Es una oveja perdida no sólo en su vida, en su obrar cotidiano sino que la oveja está perdida porque no ha encontrado el camino salvador que pasa por seguir las huellas de Jesucristo.

“Han vuelto al pastor y guardián de ustedes”: Otra vez lo de ir al encuentro de Jesús el pastor para que El nos guie y al mismo tiempo para que nos guarde.

Esta figura del guardián es muy fuerte también en el capítulo diecisiete (v.12) de San Juan, cuando Jesús en la oración por sus discípulos le dice al Padre “mientras estaba con ellos, cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse,” es decir que ninguno queda sin esa guarda que viene de Cristo nuestro Señor, porque Él no puede olvidar a aquellos que como bautizados somos sus ovejas.

7.-El resucitado nos envía.

Pero Cristo al mismo tiempo nos invita a la misión y esa es la tarea de los bautizados, prolongación de la resurrección

Enviados a proclamar al y en el mundo la Buena Nueva.

La misión que consistirá en anunciar como enseña San Pedro el día de Pentecostés dirigiéndose al pueblo: “ustedes crucificaron a Jesús pero Dios lo ha hecho Señor y Mesías”.

Ese ha de ser el anuncio, el de Cristo muerto y resucitado, lo que con la gracia de Dios provoca una conmoción en el corazón de los oyentes que decían enseguida “¿qué debemos hacer?”.

Y Pedro convoca a la conversión, a realizar una vida nueva, a entregarse totalmente a Cristo Nuestro Señor.

La misión a la que estamos llamados como bautizados ha de ser como un fruto, una continuación o prolongación del Cristo resucitado.

Como Él fue enviado por el Padre, también nos envía a nosotros a llevar el mensaje al mundo que nos rodea.

El documento final de Aparecida nos señala en el capítulo tres los distintos componentes del anuncio de la Buena Nueva: anunciar la Buena Nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia etc.

Vayamos entonces al encuentro de tantos que están alejados del Señor y digámosles que Jesús es la puerta del rebaño, Jesús es el Buen Pastor, es Aquel que nos quiere conducir al encuentro definitivo con el Padre.

Homilía en torno a los textos bíblicos del domingo IV de Pascua (ciclo “A”), 13 de abril de 2008. (Hechos 2,14.36-41; I Pedro 2,20b-25; Juan 10,1-10).

Padre Ricardo B. Mazza

http://ricardomazza.blogspot.com

ribamazza@gmail.com

12 de abril de 2008

¡QUÉDATE CON NOSOTROS SEÑOR…….PORQUE ANOCHECE!


“la vida del hombre está a oscuras sin la presencia de Cristo”.

Desde esta óptica liberadora que nos trae Cristo, sí es posible trabajar para recobrarnos nosotros mismos de las otras esclavitudes y opresiones.


1.-El Señor resucitado camina junto al hombre redimido

El mismo día de la resurrección, por la tarde, el domingo, primer día de la semana dos discípulos se dirigen a Emaús y están desconsolados porque no se sucedieron los acontecimientos como ellos esperaban.

Y Jesús se les acerca y comienza a caminar con ellos. De ese modo nos enseña que tiene interés en compartir nuestras vidas, preocupaciones, angustias, incluso nuestras confusiones, para arrojarnos luz, esa luz que proviene de la vida nueva de su condición de “hombre-Dios resucitado”.

Como a estos dos discípulos, muchas veces nos sucede que no reconocemos al Señor que camina a nuestro lado. Sus enseñanzas pasan inadvertidas o no le damos el valor que tienen.

¡Cuántas veces nos muestra lo importante a lo que tenemos que dedicarnos sin que lo percibamos!

¿Por qué no se lo reconoce? Porque se vive lo cotidiano no desde la fe sino desde las cosas. Las realidades temporales nos impactan tanto y con tanta frecuencia que nos acostumbramos a leer la realidad desde su fugacidad y no desde la perspectiva del resucitado.

Con frecuencia pensamos que nada nos puede decir “el estar aquí” entre nosotros del resucitado, o damos tanto por hecho esta presencia, que terminamos por vivir como si estuviera ausente confiando únicamente en nosotros mismos para solucionar los grandes problemas e interrogantes de nuestra existencia.

2.-La vida es un itinerario con Cristo a la santidad.

De allí la necesidad de hacer realidad el itinerario formativo de la presencia renovadora de Jesús, dejándonos moldear por El, que viene a nuestro encuentro.

Los discípulos que caminan a Emaús, ante la presencia de este forastero que indudablemente les ha caído bien, comienzan a descubrir lo que hay en sus corazones apenados.

¿Que comentaban en el camino? pregunta el Señor. -Tú eres el único extranjero que no sabe lo que sucedió en estos días-le responden. -¿Que cosa?-repregunta Jesús. Y comienzan a decirle que Jesús el Nazareno fue un gran profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de los hombres y cómo fue encarcelado, y muerto en la Cruz.

El corazón de estos hombres, que en realidad es prototipo de tantos otros, se descubre en su deseo más profundo cuando dicen lo que en verdad deseaban: “nosotros esperábamos que El fuera el que librara a Israel” -obviamente de la opresión romana-.

Confiaban que el Señor fuera un Mesías político, alguien que resolviera los problemas cotidianos, o que los librara de Roma.

En realidad, a pesar de que Jesús les enseñara otra cosa, no entendieron en su verdadera dimensión su mensaje, porque al recibirlo no salieron de sí mismos para abrirse a la “buena nueva”.

Jesús comenzará pacientemente a enseñar de nuevo que El no ha venido a liberarnos de las dominaciones políticas de este mundo sino de la opresión del pecado, a redimirnos del sometimiento del demonio, del espíritu del mal con el cual estábamos comprometidos después del pecado original.

Por eso es que el mismo apóstol San Pedro en la segunda lectura que acabamos de escuchar dice: “ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredadas de sus padres, no con bienes corruptibles como el oro y la plata sino con la sangre preciosa de Cristo el Cordero sin mancha y sin defecto predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes” (I Pedro 1,18-21).

3.-La liberación traída por Cristo nos compromete con lo cotidiano.

El Señor viene a liberarnos con su sangre, nos saca de la esclavitud del espíritu del mal y del pecado.

Y desde allí, es decir desde esta liberación y con la nueva fuerza que da su resurrección, - y para que veamos que no se desentiende de los otros aspectos de nuestra vida-, hemos de interesarnos y comprometernos de lleno con la cotidianeidad de nuestra vida.

Desde la óptica liberadora que nos trae Cristo, sí es posible trabajar para recobrarnos nosotros mismos de las otras esclavitudes y opresiones.

Para realizar esta tarea en el hoy de cada día, pero orientándonos a la eternidad, es que el Señor nos ha hecho inteligentes y con voluntad libre.

Iluminados justamente por Él, podremos dar respuestas valederas en medio de una sociedad tan convulsionada y paradójica como la nuestra.

De allí que sea una pretensión ilusoria esperar que Dios lo resuelva todo. El está a nuestro lado, camina junto a nosotros, pero no le podemos pedir al Señor que solucione aquellos males de los que muchas veces el ser humano es responsable.

Dios nos ofrece su luz y fuerza para que libremente resolvamos los problemas de cada día. De allí que sólo el ser humano es el responsable último de un mal gobierno, de un mal manejo de la economía, de problemas en el ámbito social, de disturbios, en fin de tantas cosas.

No es responsable Dios del hecho que un chico pegue y patee a una maestra, o se produzcan hechos de violencia entre los “educandos”, sino de una sociedad que se ha acostumbrado a convivir con la violencia y no es capaz, o mejor dicho no quiere a través de quienes corresponda, poner límite a tanta confusión.

De allí –por ejemplificar esta sólita situación que mencionamos- la necesidad de que cada uno asuma sus propias responsabilidades: el gobierno, no utilizando las milicias populares que actúan al margen de la ley y el orden; los padres que eduquen a sus niños y adolescentes y respeten ellos mismos a las autoridades educacionales no dándoles la razón irracionalmente a sus hijos- como sucede en el presente- ,el ciudadano común exigiendo la implementación de medidas correctivas de una situación cada vez más anárquica, y en fin todos, trabajar por la paz y la convivencia entre hermanos desde la óptica de que todos somos hijos de Dios.

Si estamos enseñando a la sociedad que todo vale, que todo es legítimo con tal de imponer el pensamiento único de los poderosos, no nos extrañemos que se desate lo más degradante para la persona humana.

4.-Cómo reconocer a Jesús en la vida diaria.

Por eso es importante ir al encuentro del Señor que nos ofrece esta vida nueva, única. Y Cristo nos va preparando en la Fe a través de la explicación de las Sagradas Escrituras.

Pero tengamos en cuenta que los discípulos lo reconocen al partir el pan.

O sea que es la Eucaristía, la misa dominical, la que permite ese crecimiento más profundo en el corazón del hombre.

La participación del Cuerpo y la Sangre del Señor va abriendo nuestros ojos, los de la fe para entender las cosas de Dios, pero también para comprender el acontecer de cada día, de cada momento.

Es participando de la Eucaristía cuando el cristiano llega a esta unión tan plena con Jesús.

De tal manera que quien se une así con El Señor ya no lo deja más.

Como en varias oportunidades lo expresé, en nuestra existencia perdemos todo o podemos perderlo todo. Aún incluso sin nuestra voluntad.

Lo único que no perdemos si no queremos, es la amistad con el Señor, la amistad con Cristo, ya que nadie tiene potestad para quitar esa unión, esa intimidad con El, el ir profundizando en la vida de Jesús que transforma realmente al cristiano.

¡Cuánta gente en la sociedad vive desorientada, angustiada, sin rumbo, y pareciera que todo está perdido! Sin esperanza, ni siquiera en la vida eterna. Y todo porque no tienen a Jesús en su corazón y su vida.

De hecho si ahondamos en las angustias del hombre actual, la mayoría de las veces se debe a la ausencia de Cristo Nuestro Señor. Pareciera que todo se va perdiendo o que es difícil de entender.

5.-Quédate con nosotros.

Por eso es importante decirle a Jesús como le decían los discípulos de Emaús “quédate con nosotros Señor porque ya anoche”.

Es una manera de expresarle: la vida del hombre está a oscuras sin la presencia de Cristo.

Humildemente decirle al Señor “quédate con nosotros”, quédate conmigo, mi vida está oscura porque mi familia está a oscuras, anochece por los problemas, las dificultades, te necesitamos a ti.

Enséñanos como a los discípulos de Emaús cómo descubrir tu voluntad, tu vida, el camino que nos muestras para estar cada día mas unido a Ti y a partir de allí caminar seguros al encuentro del Padre.

Por otra parte, todo esto nos lleva a la misión, ya que la eucaristía, la comunión con Cristo, lleva al cristiano a desear permanentemente comunicar esta alegría a los demás.

Estos dos discípulos luego de caminar diez kilómetros con Cristo vuelven en medio de la noche a Jerusalén para transmitir el gozo y la alegría del resucitado.

También nosotros estamos llamados a llevar el gozo y la alegría del resucitado.

Hoy el Señor Arzobispo en Guadalupe dio comienzo a la misión Arquidiocesana para la zona oeste de la ciudad.

Se nos pide que sigamos el impulso misionero que transmite Cristo resucitado y que vayamos con alegría a comunicar a los demás el misterio Salvador del Señor.

Y así, cuando nos encontremos con alguien que está sumido en el pecado o alejado de Dios o de una vida sin rumbo o con un camino distorsionado poder decirle con humildad: “levántate, únete a Cristo resucitado”.

¡Cómo es posible que sigamos todavía en la esclavitud y sumidos en la oscuridad más terrible! No estamos llamados más que a la vida nueva que Cristo resucitado nos ofrece.

Pidámosle a María Santísima de Guadalupe que hoy honráramos, que nos enseñe a conocer cada vez más a su Hijo y nos lleve al encuentro del Señor.

Y Ella que es por esencia misionera, que se hace presente permanentemente en los distintos lugares de nuestra Patria, nos dirá “aquí estoy yo para conducirlos al encuentro de mi Hijo”.


Reflexiones sobre los textos de la liturgia dominical del 06 de Abril de 2008. IIIº domingo de Pascua. I Pedro 1,17-21; Lucas 24,13-35.

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro”

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