29 de marzo de 2022

La misericordia del Padre, se materializa en la locura de la cruz, por la que Dios nos abruma con su grandeza y bondad.

Está parábola (Lc. 15, 1-3.11-32) conocida como la del hijo pródigo, o también más propiamente  la del padre misericordioso, hace referencia  a este misterio tan grande cual es el que el Señor detiene la mano de la justicia para ejercer misericordia en abundancia.

Vayamos al contexto de esta parábola. El texto de referencia observa que los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo  con gusto, mientras los escribas y fariseos, que se consideraban  observantes de la ley, y por lo tanto justos, murmuraban porque Jesús recibía y comía con publicanos y pecadores.
No olvidemos que para el mundo judío, participar y  compartir una comida es un signo de comunión, de manera que entonces lo están acusando a Jesús que come con ellos, de estar en comunión  con aquellos que viven en el pecado.
Jesús aprovecha entonces para dar este hermoso mensaje a todos,  ya que somos pecadores y culpables no pocas veces.
Esto es ejemplificador, ya que a veces entre la gente, incluso los católicos, hay escribas y fariseos, que afirman “yo no voy a la iglesia porque éstos que se golpean el pecho son los peores”.
En realidad, es mejor que nos parezcamos a los publicanos y pecadores, que venimos a la iglesia para escuchar con gusto a Jesús porque queremos convertirnos, pretendemos alimentar nuestra vida, deseamos vivir de una manera distinta a pesar de las debilidades.

El hijo derrochón le pide al padre, sin merecerlo, parte de la herencia que debiera recibir solamente una vez que el padre muera.
Esos bienes del padre son los que nosotros recibimos permanentemente del Padre del cielo, los bienes de la gracia,  los sacramentos, todo lo que poseemos mientras vivimos con el Padre, pero  que cuando nos dejamos atrapar por la tentación y añoramos otra cosa,  dejamos la casa del padre y malgastamos todo en una vida licenciosa, olvidándonos del amor del Padre.

De esto, más de uno de nosotros tiene experiencia cuando caemos en lo más profundo del mal y del pecado. Es en ese momento que caemos en la cuenta de lo que hemos dejado de lado, lo que hemos perdido, que hemos malgastado los bienes del Padre del cielo.
Es allí cuando podemos  caer en la desesperación, ya que estamos jugados,  Dios no me va a perdonar, o puede suceder que tocado el corazón con la gracia de lo alto uno diga: “Volveré a la casa de mi padre, aunque no sea más que un servidor, ya que por lo menos así obtendré qué comer y no tendría que estar humillándome y comiendo basura prácticamente, en medio de la miseria.

El hijo pródigo se lo ha gastado todo y ciertamente nadie lo empujó, nadie lo arrastró, sino que voluntariamente prefirió denigrarse.
Frente a esta realidad, el evangelio de Jesucristo según San Lucas, menciona tres parábolas referentes a la misericordia, la de la moneda perdida que cuando es recobrada se festeja, la de la oveja perdida que es buscada dejándose a las noventa y nueve, y la parábola del hijo pródigo.
Mientras en las dos primeras se busca lo perdido, ya sea  moneda, ya oveja, en la tercera el padre es el que está esperando al hijo que retorna, sí bien contempla desde lejos y, cuando ve a su hijo, se dirige a su encuentro, lo abraza y le muestra su alegría porque ha vuelto, haciéndose realidad aquello de que en el cielo hay más alegría por un pecador que se arrepiente que por noventa nueve que no necesitan arrepentirse.
Esta realidad de la misericordia del padre, nos hace percibir la locura divina, materializada en la locura de la cruz, por la que  Dios nos abruma con su grandeza,  misericordia  y bondad.
¡Qué pena que nosotros muchas veces no sintamos esa bondad del Señor que nos haga reaccionar y decidir encaminar nuestra vida de una manera distinta, a tomarnos en serio las cosas, no por miedo meramente al infierno o a la condenación, que en algunos casos es una buena motivación para volver, sino por amor!
Precisamente al hijo mayor le faltaba el amor, su actitud era la de un servidor no la de un hijo, de allí que recalque  que siempre ha cumplido por obediencia todo lo que el padre le pedía que hiciera.
El hijo mayor reconoce que no se ha ido de la casa paterna, pero su amor era servil, como si alguien estuviera en la Iglesia Católica y cumpliera con los mandamientos, con los preceptos, para no caer en desgracia, con una actitud  de sirviente ante el amo de hacer esto por las dudas o porque es su obligación, pero faltando el amor filial.
Justamente al reclamarle al padre no haber podido disponer de algún cabrito para comer con sus amigos, el hijo mayor devela su interior de sirviente y no de hijo, mientras el padre le reconoce que todo lo suyo es  también de ese hijo que permaneció en la casa.
No obstante esto, el padre  le enseña que es necesario recibir al hijo extraviado porque se lo ha encontrado sano y salvo y dispuesto a vivir de otra manera regresando a la casa paterna.
Como al hijo mayor, también a nosotros puede suceder que no reconozcamos como hermanos nuestros a quienes se refugiaron en el pecado, cuando debiéramos sentirnos motivados para buscar la salvación del mayor número posible de personas.
Al respecto, el apóstol San Pablo (2 Cor. 5, 17-21) explica que habiendo sido reconciliados con Dios por la muerte y resurrección de Cristo, tenemos que ser también embajadores de esa Reconciliación.
Esto implica el tratar de mover los corazones para que quien está alejado se acerque nuevamente a la casa del Padre.
O sea,  no solamente  tenemos que dejarnos reconciliar con Dios a través de Jesucristo, sino que al mismo tiempo y también con nuestra ayuda, con nuestra oración, con el consejo oportuno, con nuestras súplicas  buscar atraer a los alejados de Dios.
Queridos hermanos: pidamos al Señor que mueva nuestros corazones y el de tantas personas que están endurecidas.
¡Cuánta gente pasa este domingo y se ha olvidado de Dios, no hay misa, no hay oración, no hay recogimiento, porque piensan que lo que importa es tratar de disfrutar de la vida, y se dicen: “comamos y bebamos que mañana moriremos”! total Dios no responde.
¡Cuántos corazones endurecidos  que han perdido el amor de Dios, la noción de que somos hijos de Dios y que el Padre nos espera!
El Padre nos contempla y espera,  por eso es importante siempre hacer este ejercicio de vernos ante la presencia de Dios, ya que Él nos mira con complacencia  de padre, que goza ante el hijo que vive el amor de ese padre y que le responde también con amor.
Pidamos al Señor su gracia para que podamos recobrar ese amor al Padre o podamos aumentarlo  como hijos suyos que somos.
 

  Padre Ricardo B. Mazza. Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño,  en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 4to domingo de Cuaresma. Ciclo “C”. 27 de marzo de 2022 ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


    


22 de marzo de 2022

Jesús transmite con su obrar que la misericordia vence al juicio, nos cuida con paciencia y llama a la conversión cada día.

En la primera lectura proclamada hoy (Ex. 3,1-8ª.10.13-15) la liturgia cuaresmal refiere a una teofanía o manifestación divina que será crucial para la vida de Moisés y del pueblo de Israel y que acontece en el monte Horeb o montaña de Dios.
Desde la zarza ardiente Dios se manifiesta a Moisés llamándolo por su nombre el cual responde con actitud obediente “Aquí estoy”.
Al querer acercarse, Dios dice “”No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”, creándose así un clima propicio para el encuentro entre ambos.
A continuación se da a conocer como el Dios de Abrahám  y demás patriarcas, por lo que Moisés se tapa el rostro porque tiene miedo de verlo., manifestando el Señor que ha escuchado el clamor del pueblo de Israel, oprimido por los egipcios y, que ha resuelto liberarlo de la esclavitud y  conducirlo a la Tierra prometida.
Ahora bien, para esta misión de conductor del pueblo en el proceso de liberación, ha sido elegido Moisés y es enviado por Dios.
Pero, a su vez, Moisés plantea que cuando se presente al pueblo como enviado por Dios, se le preguntara cuál es su nombre, para tener así su identidad y la certeza que está con ellos.
Es allí cuando el Señor descubre su identidad:”Yo soy el que soy”, “Yo soy me envió a ustedes” deberá decir Moisés, el que “soy” me manda hablarles a ustedes y “yo soy el que soy” quiere señalar  al Faraón que debe dejar salir al pueblo, y comenzar este proceso de liberación.
En la segunda lectura de hoy, San Pablo escribiendo a los cristianos de Corinto (I Cor. 10, 1-6.10-12), retoma este pasaje del Éxodo  describiendo los pasos en el camino de la libertad, señalando  que bajo la guía de Moisés los israelitas se dirigen a la Tierra Prometida, cuidados y protegidos por la mano de Dios, que los alimenta y les da a beber agua de la roca, que es Cristo anticipado en el tiempo.
Con todo,  muchos no llegaron a la meta y quedaron tendidos en el desierto a causa de su infidelidad, porque no supieron aprovechar los dones recibidos, las promesas que se les había entregado y rompieron más de una vez la alianza con Dios, y “todo esto aconteció  para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Ángel exterminador”.
Estos dos textos bíblicos, por lo tanto, nos interpelan con un llamado concreto a la conversión para entrar a la tierra prometida  del cielo.
Pero aún antes, para vivir en unión con Cristo, mientras vivimos en este mundo, es necesaria la conversión de la cual nos habla específicamente el texto del Evangelio.
A Jesús (Lc. 13, 1-9) le preguntan sobre la culpabilidad de los galileos que habían sido asesinados por Pilato cuya sangre fue mezclada con la de las víctimas sacrificadas. Pregunta esta que se fundaba en la concepción de que las víctimas de forma violenta eran pecadoras.
Si aplicáramos esta idea hoy, se diría que los muertos de forma violenta  son más pecadores que otras personas.
Jesús deja en claro que no es así, que no piensen que los galileos eran más culpables que los demás, más aún, advierte que si no se convierten, todos terminarán de la misma manera
Lo mismo se puede decir de las dieciocho personas aplastadas por la torre de Siloé, ya que éstas no eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén, y vuelve a insistir el Señor que la falta de conversión hará que terminen todos de la misma manera
El llamado a la conversión personal es perentorio, de allí que el texto insista en la aplicación de la justicia divina por medio de la parábola de la higuera estéril, que debe ser cortada por la ausencia de frutos.
La higuera representa al pueblo de Israel, tantas veces en pecado y falto de conversión, que por tres años permanece estéril sin producir fruto algo y con la que se desperdicia tierra en mantenerla, el dueño de la viña es Dios Padre, el viñador es Jesús.
El dueño de la viña insiste en cortar la higuera inútil y estéril, aplicando así la justicia divina, pero el viñador pide un año más de paciencia durante el cual abonará la tierra y velará por su desarrollo.
Se trata aquí de presentar la misericordia divina que supera la justicia y, en la que aparece la mediación de Jesucristo sobre todo a través del misterio pascual de su muerte en cruz y resurrección.
Cada uno de nosotros es quizás una higuera que no da frutos, que acaso se van sucediendo las cuaresmas sin que nos convirtamos de corazón, tal vez el Señor quiera cortarnos de raíz, pero la mediación de Jesús Salvador retrasa la aplicación de la justicia divina y se nos otorga una nueva oportunidad que no hemos de dejar pasar.
Jesús que nos transmite con su obrar que la misericordia vence al juicio, nos cuida con paciencia y llama a la conversión cada día.
De allí que hemos de aprovechar todas las gracias que nos concede, no hemos de abusar de su misericordia y de su paciencia, porque el hecho que hayan pasado años, mucho tiempo en que hemos permanecido igual, sin que nada ocurra, no impide que acabemos de la misma manera que recuerda Jesús en el texto del Evangelio.
Queridos hermanos: cultivemos el espíritu de conversión en este tiempo de cuaresma, y humildemente descalzos, despojados de toda vanidad y suficiencia, entremos en la intimidad con Dios y le digamos: “Señor muéstrame el camino, purifícame, sáname, ayúdame a vivir de otra manera, a dejar atrás todo aquello que te disgusta o qué es incompatible con tu amistad, ayúdame a crecer en la vida de santidad, sabiendo que con tu gracia podré lograrlo.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector  de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el 3er domingo de Cuaresma, ciclo “C”, 20 de marzo de 2022. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-





15 de marzo de 2022

La transfiguración confirma el misterio de la Encarnación, de modo que los discípulos y nosotros, vislumbramos la divinidad de Jesús.

Este segundo domingo de cuaresma es llamado también domingo de Abraham y de la transfiguración, en referencia  a la primera lectura (Gén. 15,5-12.17-18) y del texto del Evangelio (Lc. 9, 28b-36).
En el caso del Génesis se nos muestra la alianza que Dios realiza  con Abraham por medio de este rito tan extraño para nosotros, cual es el pasar por el medio de unos animales descuartizados.
Es interesante comprobar cómo en realidad es una alianza unilateral ya que quien se compromete totalmente es el mismo Dios, el cual nos enseña  que Él siempre cumple las alianzas, los pactos realizados con nosotros, mientras los hombres tantas veces frágiles, no cumplimos con lo prometido, aunque este no es el caso de Abraham.
Abraham  fue fiel a la alianza sellada con Dios, tan fiel fue que estuvo a punto de sacrificar a su propio hijo Isaac, al hijo de la promesa, aunque esto le doliera, porque Dios se lo pedía.
Esta alianza  está anticipando la  Alianza definitiva que se sella con la sangre de Cristo derramada en la cruz por la salvación del hombre.
Este texto se enmarca se relaciona con  la Transfiguración del Señor que anticipa la manifestación de su gloria en la Cruz y Resurrección.
El texto de Lucas dice que Jesús tomando a Pedro,  Santiago y  Juan, suben al monte Tabor a orar, y con ellos subimos también nosotros, invitados a ascender a las alturas para contemplar la pequeñez de lo que acontece a nuestros pies, y en la que muchas veces nos confundimos.
Es decir, desde la altura de la contemplación sólo es posible advertir la pequeñez de este mundo y lo que acontece en él, percibimos lo insignificante que es todo lo de acá, le damos a las cosas  la ubicación que no podemos apreciar cuando estamos también en la superficie.
En el monte Jesús se transfigura, “su rostro cambia de aspecto” y sus vestiduras aparecen con una blancura deslumbrante que encandila también a los tres discípulos.
Esta transfiguración confirma el misterio de la Encarnación, ya que si  los discípulos veían en Cristo significativamente su humanidad, con la transfiguración vislumbraron su divinidad y su gloria.
Ante esto, los discípulos están somnolientos, porque lo que están contemplando los abruma, los apabulla, como pasará después en el monte de los Olivos que se duermen mientras Jesús ora, y esto sucede ya que lo contemplado  está por encima de la comprensión humana.
Ante esto, Pedro llega a decirle a Jesús: ¡qué bien estamos aquí, qué hermoso es estar aquí, hagamos tres carpas, una para Ti, otra para Elías y otra para Moisés!, sin saber lo que decía, ya que Pedro  se quedaba en la contemplación de la gloria de Dios, en la divinidad de Jesucristo, pero no tenía en cuenta el misterio de la cruz que sea  ha de realizar primero.
Se relaciona esto con San Pablo quien afirma (Fil. 3,17-4,1) que hay enemigos de la Cruz de Cristo,  que viven en el vicio –no era el caso de Pedro- que se sienten atraídos por aquello que los llena de vergüenza, manifestando de esa manera que  el ser humano le dispara al misterio de la cruz, a lo que es el sufrimiento, a lo que es anonadamiento, el abajarse, mientras busca siempre la gloria terrena y pasajera, de allí que Lucas diga que Pedro no sabía lo que decía.
La conversación entre Jesús, Moisés y Elías, no sólo indica el cumplimiento de la Ley y los profetas en la persona del Señor transfigurado, sino que  hablan de lo que va a suceder en Jerusalén.
O sea que la clave está en que el Hijo de Dios hecho hombre se manifiesta en su gloria, pero para llegar  a la misma, es necesario pasar por la cruz, además con la transfiguración y contemplación de la divinidad se quiere proveer a los discípulos de cierto antídoto ante lo que van a ver cuando llegue el momento de la pasión y muerte del Señor.
Es decir, cuando vean el desenlace final,  se acuerden en ese momento que después de la cruz viene la resurrección. Aunque por debilidad el mismo Pedro lo niega tres veces a Jesús, es posible que el recuerdo de la transfiguración lo lleve a recomponer su relación con el Señor y llore amargamente.
Ahora bien, una vez que hemos orado con el Señor, y contemplado su divinidad, hemos de descender con Él, para volver otra vez a la superficie acompañándolo en este caminar por el mundo,  haciéndolo  presente en la sociedad, para que Jesús no esté solo.
Ahora bien,  como hemos de alimentarnos cada día con la Palabra del mismo Jesús, el Padre del cielo advierte: “Este es mi Hijo muy querido escúchenlo”, para posteriormente realizar su voluntad.
¡Qué distinto sería el mundo si escucháramos más a Jesús tratando de seguir sus pasos y vivir sus enseñanzas!
Queridos hermanos: la transfiguración del Señor nos asegura que después de la cruz viene la resurrección, continúa la gloria con Jesús,  lo cual recuerda también el apóstol San Pablo.
En la Eucaristía somos elevados a la contemplación de la presencia del Señor en las especies de pan y vino, y una vez alimentados con Él, descendemos nuevamente a la tierra, a las cosas cotidianas,  pero ya nuestro ser se ha transformado con el resplandor que hemos recibido, y podemos transmitir gozosamente lo escuchado y asumido.


Padre Ricardo B. Mazza. Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz,  Argentina. Homilía en el segundo domingo de Cuaresma, ciclo “C”. 13 de marzo de 2022- http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-


     

 



7 de marzo de 2022

En el caminar como Pueblo de Dios somos probados por las tentaciones del maligno, mientras Jesús nos enseña con su ejemplo cómo combatirlas.

 


En la primera oración de la misa pedíamos a Dios que en este tiempo de cuaresma y sus prácticas “progresemos en el conocimiento del Misterio de Cristo y  vivamos en conformidad con  él”.
Esta es la clave del camino cuaresmal al cual se nos invita recorrer poniendo por lo tanto nuestra mirada en el Señor muerto y resucitado.
Pero este misterio de Cristo se  anticipa en el Antiguo Testamento.
En efecto,  en el libro del Deuteronomio o libro de la Segunda ley (26,1-2.4-10), Moisés recomendada vivamente al pueblo elegido, que al entrar en la tierra prometida se observara un rito muy concreto, el de ofrecer a Dios las primicias de las cosechas reconociendo así su bondad.
Esto también estaba presente también en los pueblos paganos, pero mientras que en éstos se incluía una petición o un reconocimiento a la fertilidad, en el pueblo elegido esta oración tenía una concepción totalmente diferente, reconociendo que todo lo que habían recibido era gracia de Dios, fruto de su bondad.
De allí,  que  al entregar las ofrendas de las primicias se recordaban las maravillas que Dios había hecho a favor del  pueblo, pueblo que andaba errante desprotegido, que en Egipto fue maltratado, que clamó a Dios, el cual  lo sacó de la esclavitud y lo llevó a la Tierra prometida.
Concluye este Rito con una postración como  acto de adoración a Dios.
Eso nos hace ver que siempre el ser humano debe agradecer a Dios por los dones recibidos sin caer en actitudes paganas e idolátricas.
En este sentido, también en nuestro tiempo, aparecen ciertos ritos o connotaciones paganas desconociendo al Dios verdadero, como aconteció con cierto culto a la pachamama que se introdujo en la Iglesia Católica hace un tiempo, donde se veía en algún país, cómo hasta obispos y no pocos católicos agradecían a la madre tierra, la cual nada puede hacer, sino sólo el poder del Dios verdadero que está por encima de todo lo creado.
Lamentablemente en este tiempo de confusión doctrinal, el cristiano no pocas veces busca otros atractivos, encandilado por las modas actuales y deja de lado la fe; y así, por ejemplo, se cambia por ejemplo la imposición de manos que puede dar un sacerdote, por la imposición de manos en la práctica del Reiki, confiando en fuerzas astrales y demoníacas que  influyen en la persona, introduciéndose el creyente en costumbres que nada tienen de católicas y verdaderas, y mucho de cultos pseudo religioso que nada tienen que ver con nuestra fe verdadera.
Ante esto urge vivir lo que proclama  el apóstol San Pablo escribiendo a los cristianos de Roma (10, 5-13), “si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado”.
Profesar la verdadera fe que nace en el  interior  del hombre y que se proclama con la boca, palabra presente en la  mente y en el corazón.
¡Qué hermoso poder decir que la Palabra de Dios está tan guardada en nuestro interior que influye notablemente en nuestro quehacer cotidiano y que la profesión de la verdadera fe es  proclamada a viva voz!.
Recuerda el apóstol, como hemos escuchado, que el único que salva es Cristo  muerto y resucitado, y  a Él  hemos de tender siempre sobre todo en este caminar hacia la tierra prometida del cielo.
Ahora bien, en este caminar como Pueblo de Dios seremos probados por las tentaciones que provienen del maligno, y que Jesús nos enseña con su ejemplo cómo combatirlas. De hecho cuando rezamos el Pater Noster  no se nos asegura que vayamos a carecer de ellas, sino que pedimos no caer en  las mismas  para lo cual hemos de recordar como dice San Agustín, que en el Cristo tentado es la iglesia tentada, y que en la victoria de Cristo se asegura  el triunfo de cada creyente y de la Iglesia toda sobre el maligno.
Dios  permite la tentación precisamente para que veamos cuánto valemos, de cuánto somos capaces para rechazar las insidias del demonio y buscar únicamente la amistad con Cristo Nuestro Señor.
La tentación fortalece al cristiano y enseña  cómo es posible vencer siguiendo el ejemplo del Señor, aquellas que están latentes siempre en nuestra vida y que se hacen patentes en las tentaciones del desierto.
La  primera tentación (Lc. 4, 1-13) describe la  persecución que no pocas veces tenemos detrás de los bienes de este mundo, sumergidos en la sociedad de consumo que lleva a desear más lo perecedero que lo espiritual y eterno, haciéndonos olvidar que somos extranjeros en el mundo.
De esta aspiración, hasta casi enfermiza por lo pasajero,  Jesús nos dice que no solo de pan vive el hombre, que esta no es su principal meta.
La segunda tentación tan habitual es la de la apetencia por el poder, del dominio sobre los otros, que contiene  distintas forma de dominio, no única y meramente el político, sino el económico, social y en nuestros días la apetencia de poder por dominar al mundo a través de la cultura, tratando de imponer ideologías siniestras, como por ejemplo, la del género, o la ideología que promueve la supremacía del estado por sobre las personas.
¡Cuánta gente se postra delante del espíritu del mal porque  le ha prometido darle todo eso que no puede adquirir por sí mismo!
Pensemos en este momento en la invasión de Rusia a Ucrania, ¡cuán presente  está el espíritu del mal allí, primando el afán del poder, de sobresalir, de buscar la vanagloria definitiva a costa de la destrucción de bienes y de muerte de tantos inocentes amenazando la paz mundial!
En la tercera tentación sobresale la espectacularidad, que también tienta a los cristianos, por la que el demonio pretende que la persona realice acciones peligrosas con la demanda confiada de ser auxiliados por Dios, trampa en la que muchos ingenuamente caen.
Por ejemplo, aquel que se sumerge en el consumo de las drogas y pretende que después Dios lo salve, o quien se dedica a la pornografía y lo relacionado con ese mundo oscuro  y, espera tener un corazón limpio.
No pocas veces el que cae en el poder del maligno culpablemente está tentando a Dios si pretende ser salvado por Él de las consecuencias que se siguen de sus actos pecaminosos o temerarios, porque si se asienta el hombre en terreno de arena no podrá sostenerse cuando arrecien las lluvias.
La verdad es que hemos de seguir la voluntad divina y al vencer las tentaciones fortalecemos nuestro espíritu para pertenecer más a Jesús.
Para lograr este objetivo en el tiempo de cuaresma es necesario  avanzar en el conocimiento de Cristo, de que Él es el único Salvador, ya que nada ni nadie en este mundo puede salvarnos, solamente el Señor nos saca de nuestra miseria y sacia nuestros deseos buenos más profundos.
A veces decimos o pensamos que nos falta algo en la vida personal, cuando en realidad  está ausente alguien, es decir, el Señor.
Queridos hermanos: tengamos en cuenta una verdad fundamental, y es que en este mundo todo se pierde o se puede perder, incluso independientemente de nuestra voluntad, pero lo único que no se pierde si no queremos, es la amistad con Cristo  y posterior   seguimiento de Él.
De la pérdida de Jesús en nuestra existencia somos los únicos responsables,
ya que el Señor, incluso cuando pecamos, está pendiente de nuestra vida, nos previene contra el maligno y actúa cuando manifestamos buena voluntad y deseo de santidad.
Que este tiempo cuaresmal sirva para purificarnos, fortalecernos y ser más amigos  del Señor logrando un estilo de vida tal como nos lo enseña.


Padre Ricardo B. Mazza. Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y del convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz,  Argentina. Homilía en el primer domingo de Cuaresma, ciclo “C”. 06 de marzo de 2022.- http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-







1 de marzo de 2022

De la abundancia del corazón habla la boca y todo árbol bueno sólo da frutos buenos.

Tanto en la primera lectura proclamada hoy, como en el evangelio, se hace  descripción del perfil del hombre, quedando al descubierto lo que hay en su corazón, en el interior de cada uno de nosotros.  Por eso es tan importante escuchar esta sabiduría que viene de Dios y sentirnos interpelados por ella.
El libro del Eclesiástico (Si 27, 4-7) afirma que “los deshechos de un hombre aparecen en sus palabras, la palabra del hombre está en su conversación, la palabra expresa la índole de cada uno”.

Y se continúa en el  evangelio (Lc. 6.39-45) cuando Jesús dice que de la abundancia del corazón habla la boca, que un árbol bueno no puede dar frutos malos y un árbol malo no puede dar frutos buenos. Todas estas sentencias nos ayudan a ir descubriendo el corazón del ser humano, empezando por nosotros mismos por cierto.
Por eso Jesús dice “no te preocupes por sacar la paja o brizna que hay en el ojo ajeno, si no la viga que hay en el tuyo” ciertamente.
Estas enseñanzas que provienen de  la Palabra de Dios ayudan a conocernos a nosotros mismos, y también a conocer a los demás. Porque muchas veces nos engañamos, “las apariencias engañan” afirmamos no pocas veces. Tanto cuando elogiamos a alguien que no merece ese elogio, como cuando criticamos a alguien cuando no merece esa crítica o esa censura.

El Señor entonces nos pide hacer ese discernimiento en nuestra vida cotidiana, lo cual ayuda a comprender lo que pasa en la misma historia humana, en la misma sociedad nuestra, en el mundo.
Cuántas palabras, cuántas acciones de quienes nos gobiernan, por ejemplo, manifiestan que están muy lejos de Dios, que no son frutos buenos lo que producen sino los malos porque son árboles malos… En el orden internacional estamos asistiendo ahora a esta invasión miserable de Rusia asolando al pueblo ucraniano, demostrando esto que el demonio realmente utiliza a tantos humanos como marionetas para seguir sus planes. Estamos a las puertas, ojala no sea así, de una tercera guerra mundial, las naciones se van manifestando, mandan armamentos y no sabemos en qué va a terminar esta escalada de violencia.

Pero tenemos también la violencia de todos los días, el crimen  nefando del aborto, como le llama el concilio vaticano segundo, todo atentado contra la vida, ya sea por inseguridad o terrorismo, por actitudes del hombre que no soportan la vida y actúan en contra del hermano, todas estas actitudes nos hablan de lo que hay en el corazón del hombre, en nuestra humanidad.
¿Cuándo vamos a poder vivir como Dios quiere?  En esta misa nos encontramos con los representantes y promotores en la ciudad de Santa Fe de los 40 días por la vida. Se trata  de un movimiento próvida mundial que desde el 2007 busca el fin del aborto en el mundo a través de la oración diaria, el ayuno personal y la presencia pacifica frente a clínicas o centros donde realizan estas prácticas. Justamente se comienza con la tercera campaña, desde el día 2 de marzo hasta el 10 de abril de manera simultánea en todo el mundo y en nuestra ciudad frente al Cemafe desde las 7 horas a 19 horas durante los 40 días de cuaresma y esto se hace con el convencimiento de que la oración y el ayuno pueden cambiar el curso de la historia, por eso se nos invita también a motivar la participación de los fieles de la comunidad, de cada uno a sumarse a esta vigilia comprometiendo una hora de oración.

Ante la dura realidad de nuestro país donde el gobierno considera al aborto como tema de salud pública, la defensa del niño por nacer y su madre es un compromiso que debemos asumir todos y cada uno, animándonos nuestra fe y la fiel promesa del Señor que permanecerá con nosotros hasta el fin del mundo.
Hablando de oración y ayuno, el próximo miércoles de cenizas el papa ha convocado a la oración, al sacrificio  y al ayuno suplicando por la paz y para que cese la violencia bélica desatada por Rusia contra Ucrania. Toda violencia contra el ser humano es un atentado contra la paz, contra la convivencia que todo el mundo merece,  contra el derecho a vivir como hermanos,  como hijos adoptivos de Dios que somos cada uno de nosotros.

Queridos hermanos, busquemos siempre la defensa de la vida en todos los ámbitos,  en todas las circunstancias y cómo dar siempre frutos de bondad como nos anuncia y nos insiste la palabra de Dios en este día.
El hombre bueno, dice Jesús, saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón, el hombre malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. Ojala el Señor mirando a cada uno de nosotros pueda decir el hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que hay en su corazón.

Sirve de marco referencial mirando la eternidad prometida, lo que el apóstol san Pablo (I Cor. 15, 51-54-58)  recuerda, en el sentido que una vez que lo corruptible se convierta en incorruptible al ser asociados a la resurrección del Señor, la muerte será vencida para siempre, siendo realidad únicamente la eternidad, ya para la salvación como para la condenación.
Hasta que esta victoria final se concrete, se nos exhorta a que permanezcamos firmes e inconmovibles, “progresando constantemente en la obra del Señor, con la certidumbre de que los esfuerzos que (se) realizan  por Él no serán vanos”.


  Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño,, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 8vo° domingo del tiempo Ordinario ciclo “C”. 27 de febrero de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.