27 de septiembre de 2022

El único que sacia el corazón del hombre es Dios con su presencia, el cual está con frecuencia ausente en la sociedad de nuestros días.

Este domingo continuamos con la profecía del profeta Amós (6,1ª.4-7) que había sido enviado por Dios al reino de Israel o reino del Norte para prevenirlo e invitarlo a la conversión. No fue el único profeta enviado con esa misión, pero ninguno de ellos fue escuchado, ya que hicieron caso omiso a los anuncios y, seguía reinando allí la prosperidad económica por la que los poderosos, los más ricos, se enriquecían cada vez más, mientras la mayoría de la población, los débiles, estaban sumidos en la pobreza.
El profeta Amós manifiesta con claridad que toda esa injusticia tendrá su precio, pero los poderosos están tan seguros en su riqueza y en su dinero, que siguen banqueteando y divirtiéndose sin preocuparse por el futuro,
Culmina el texto proclamado diciendo “por eso, ahora irán al cautiverio al frente de los deportados, y se terminará la orgía de los libertinos”, realidad que se vivió con la caída del reino por la invasión Asiria.
Es importante aprender de la Palabra de Dios para ver cómo se repite esta historia en la actualidad, en nuestra patria por ejemplo, ya que hay quienes se enriquecen cada vez más a costilla de los pobres.
Tenemos un país empobrecido, aunque rico en recursos naturales, y son muchas las personas que han renunciado a la cultura del trabajo,  se premia y se aplaude el vivir a costillas del Estado o, mejor dicho del pueblo que trabaja y paga impuestos para sostener a los que viven sin hacer nada.
No se tiene en cuenta la advertencia de san Pablo cuando dice que quien no quiere trabajar que no coma (2 Tes.3, 10).
La corrupción en Argentina es muy evidente. ¡Cuántos hay que se han enriquecido y se enriquecen con esta situación! También como en el reino de Israel, Dios está ausente en nuestra patria porque el corazón del poderoso, del rico, se cierra a toda perspectiva trascendente, piensa que nada le ocurrirá, que puede cometer cualquier injusticia y nada le pasará.
Sucede lo mismo en el país con el abominable crimen del aborto. ¡Cuántos se dedican a esto pensando que no les llegará nunca la hora de dar cuenta a Dios!
Desde la fe  podemos decir que en todo tipo de pecado, de perversidad o de corrupción, tarde o temprano se cumple lo del profeta Amós cuando afirma que se termina la orgía de los libertinos cuando vayan a la cabeza del destierro, del cautiverio, que equivale a  la pérdida de la salvación si no hay conversión.
Es cierto que más de uno puede pensar que a lo largo de nuestra historia no se castiga  con la justicia a los corruptos, sin embargo, tenemos la seguridad que nadie  escapa a la justicia de Dios.
El texto del evangelio (Lc. 16, 19-31) es muy claro al hablarnos  de la retribución después de la muerte, donde los papeles se invierten totalmente, ya que el  rico que ignoraba a Lázaro -cuyo nombre significa Dios salva- que vive despreocupado y no piensa en el pobre, en el necesitado y tampoco piensa en Dios, al morir es condenado.
Todo el diálogo posterior nos hace ver que era un hombre que sabía quiénes eran los profetas,  quién Moisés y quién  Abraham, pero a nadie escuchaba, encerrado en su egoísmo.
Ubicándolo en nuestra época sería un cristiano católico, por lo menos de nombre, bautizado pero viviendo en la contradicción permanente entre lo que vivía y lo que debería haber sido.
Dice el texto del evangelio que el Rico murió y fue sepultado. Podemos imaginarnos un entierro solemne, fue sepultado en el Hades, según la mentalidad judía en el lugar de los tormentos, mientras que el pobre Lázaro es llevado a su muerte por los Ángeles al seno de Abraham.
En el credo rezamos que Jesús después de resucitar bajó a los infiernos, o sea, a los lugares bajos, o  al seno de Abraham donde las almas de los justos esperaban la resurrección de Cristo para entrar con Él en el reino de Dios.  
Entre ambas situaciones existe un abismo muy grande, ya que no se puede de la condenación ir a la salvación en germen, y de la salvación no se puede ir al mundo de las sombras.
Comprobamos que se cambian los papeles, ya que de una vida placentera para este rico, se pasa una vida de sufrimiento y de dolor, mientras que aquél que fue olvidado, considerado desecho de este mundo, se encuentra en el gozo eterno.
Se nos enseña con esta descripción que el corazón del hombre cuando se endurece con el prójimo a través del pecado, se endurece también en su relación con Dios, prescinde de Dios  por  las riquezas y la búsqueda de los placeres de este mundo, produciéndose una sed insaciable de ellos y un olvido total del Creador.
Cuando el ser humano piensa que su fin último  pasa por la riqueza o por los placeres o por aquello que es totalmente de este mundo, busca siempre aquello, que sin saberlo, lo deja cada vez más vacío.
El único que sacia el corazón del hombre es la presencia de Dios, que está tan ausente en la sociedad de nuestros días, por eso que vemos cuántos corazones angustiados hay, cuánto dolor en el ser humano, no solamente a causa de las injusticias sociales, sino también porque ha desechado la presencia divina en su vida.
El ser humano en la actualidad se declara agnóstico,  o no quiere saber nada con la Iglesia, ni con los curas, ni con la Biblia, ni nada de eso, por lo que  vive en un vacío existencial y llega el momento en que  pierde el sentido de su vida y se pregunta para qué vivir, o razona pensando aquello que la Escritura atribuye a los paganos “comamos y bebamos que mañana moriremos”.
La respuesta de Abraham que menciona la inutilidad de que un muerto avise de los peligros a los hermanos del rico, tiene su lógica porque el que tiene su corazón endurecido por el pecado no escucha. De hecho lo vemos en la sociedad actual no sólo en Argentina sino en el mundo entero.
¡Cuántas advertencias hubo, cuántas revelaciones y manifestaciones y el ser humano sigue endurecido como acontecía en el Antiguo Testamento con el pueblo de Israel,  rebelde y endurecido muchas veces cerrando los oídos a la Palabra de Dios para vivir a su antojó y, cuando venían los problemas de afuera o de adentro,  acudían nuevamente a Dios para que los ayude!.
Como sucede también con nosotros, ya que no pocas veces mientras todo nos sonríe estamos tranquilos, pero cuando vienen las pruebas no sabemos a dónde acudir o si acudimos a Dios como último recurso, esto no dura mucho si acaso Dios no concede lo que pedimos o aún otorgándonos lo que pedimos concluimos abandonándolo porque el corazón del hombre es cambiante.
Estamos llamados a construir el mundo futuro en la presencia de Dios, a través de las buenas obras y del seguimiento del Señor
Así lo afirma el apóstol San Pablo en la segunda lectura (1 Tim. 6, 11-16) cuando menciona la necesidad de crecer  en la justicia, en las obras buenas, en la bondad, en lo que es agradable a Dios y también agradable a nuestro prójimo.
Queridos hermanos: pidámosle al Señor que abra nuestros ojos, que nos haga descubrir el sentido de la vida, y qué hemos de cambiar.
Recordemos que aunque la justicia de este mundo muchas veces no se aplica para solucionar los problemas y los corruptos quedan impunes y libres de culpa y cargo, nadie escapa al juicio de Dios.
El Papa Francisco más de una vez ha dicho que una cosa es ser pecador y otra cosa es ser corrupto, ya que el pecador recibe la misericordia divina si se arrepiente y cambia de vida o quiere cambiarla, en cambio el corrupto está tan seguro de que nada le va a ocurrir que sigue por ese camino y por lo tanto Dios no puede vulnerar su libertad y lo deja en su opción pecaminosa.
Pidamos al Señor entonces que nos ayude para vivir cada vez con más intensidad la fe que hemos recibido en el bautismo.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXVI del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 25 de septiembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




19 de septiembre de 2022

No se puede servir a Dios y al dinero, porque cuando se sirve al dinero, el corazón del hombre se vuelve insensible, y rechaza a Dios.

En la segunda mitad del siglo VIII a.C. el profeta Amós es enviado por Dios al reino de Israel, separado del reino de Judá.
En el reino de Israel existía prosperidad económica, pero esto no se manifestaba en una distribución de la riqueza, sino que por el contrario, los poderosos del reino con la complicidad de las autoridades políticas se enriquecían a costillas de los pobres.
El relato que presenta hoy el texto (8,4-7), continuando el domingo próximo, describe a los pobres y cómo son esquilmados de lo poco que tienen, narra que son vendidos por un par de sandalias, explotados  impunemente, y que por el afán de ganancias no se respeta ni siquiera el día dedicado al culto divino, o sea, la ambición por los bienes de este mundo, ciega a los injustos, mereciendo que Dios exclame “Jamás olvidaré ninguna de sus acciones”.
De hecho el texto de Amós que proclamaremos el domingo que viene, adelanta que los injustos irán al cautiverio, cuando sean deportados por la caída del Reino, de manera que el enojo de Dios por esta situación es muy grande.
Amós es considerado el primer profeta social, un adelantado para su época, que por mandato de Dios denuncia con toda claridad las injusticias que se cometen en perjuicio de los más débiles.
Esta situación de injusticia social también se repite en la historia humana y también en nuestros días. Existen quienes se consideran poderosos, ya sea por sus negocios, o puestos en la sociedad o incluso como gobernantes, que explotan a los más débiles,  se  enriquecen cada vez más, pensando que esto quedará impune, pero Dios no se olvida y pedirá  cuenta por las injusticias cometidas.
Precisamente el texto del evangelio nos habla de eso (Lc. 16, 1-13). Este hombre rico que escucha que su administrador está perjudicándolo económicamente, es Dios mismo.
El administrador es cada uno de nosotros, a los que se nos confían tareas dentro del mundo, pero para seguir la voluntad de Dios y no para enriquecernos a costa de los demás, y de lo cual  se nos pedirá cuentas al fin de nuestra vida.
El administrador que será cesanteado,  piensa cómo resolver sus problemas, por lo que trata de ganarse amigos  con el dinero de la injusticia. Reduce las deudas que tiene aquellos que en algún momento tienen que pagar al hombre rico, de manera que cuando pierda su puesto pueda tener alguien que lo reciba.
Sorprende en el texto del evangelio el elogio que se hace de él, aunque no por obrar mal  sino por la astucia en el modo, y esto “porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz”
Es por eso que el texto nos deja un consejo a nosotros, suponiendo que somos hijos de la luz y no de las tinieblas para ganarnos amigos. Así como este hombre, el mal administrador, se gana amigos siguiendo engañando a su propietario, también nosotros hemos de ganarnos amigos que nos reciban en las moradas eternas, es decir, amigos no para este mundo, sino aquellos a quienes hemos favorecido por medio de las obras de caridad, todas aquellas personas que hayamos favorecido en este mundo, especialmente los pobres, los necesitados, los que han recibido misericordia de parte nuestra, y que por tanto, intercederán por nosotros cuando Dios nos pida cuentas de la administración.
Por eso Jesús insiste en que ganemos amigos con el dinero de la injusticia,  interesante este término dinero de la injusticia. ¿Y esto por qué? San Juan Crisóstomo justamente enseña que las grandes fortunas de este mundo muchas veces se han obtenido por medio de un  origen ilícito en el pasado, y que han crecido a lo largo del tiempo o también han sido adquiridas esas fortunas en el momento actual de una manera ilícita, o también puede ser porque aunque haya ganado esa fortuna lícitamente no hubo un corazón que fuera generoso en la distribución de esos mismos bienes ayudando a los más necesitados, buscando alguna forma de favorecer a los que menos tienen.
Por eso es interesante lo que dice el texto del evangelio respecto a que no se puede servir a Dios o al dinero, y esto es así porque cuando uno sirve al dinero, o rinde culto al dinero, a la riqueza, a los bienes, a la buena vida, etc., el corazón del ser humano se vuelve insensible,  durísimo frente a las necesidades de los demás, e incluso también en relación con sus seres queridos o amigos se manifiesta esa dureza. El afán de riqueza, el rendir culto al dinero hace que la persona se vuelva avara,  que quiera conservar ese dinero cueste lo que cueste, olvidando que en definitiva cuando el Señor nos llame no podremos llevar nada de esto sino solamente las obras buenas que pudimos hacer con esa riqueza que se nos ha dado.
Recordemos, por otra parte, que todo dinero mal habido debe ser restituido a quien ha sido perjudicado, si es que la persona injusta se convierte y desea recibir el perdón de Dios a través del sacramento de la reconciliación en este mundo.
Queridos hermanos pidamos al Señor que nos ilumine siempre para saber qué camino tomar en este tema del uso de los bienes, de la riqueza, de los bienes de este mundo.
Y concluimos recordando lo que nos dice san Pablo (I Tim. 2, 1-8) en la segunda lectura, cuando insiste en el tema de la oración. Orar, orar permanentemente, y dice especialmente orar por las autoridades, por el soberano, -se está refiriendo a Nerón-, para que haya paz en la sociedad. Es decir que el creyente, el cristiano, en su oración, debe también tener en cuenta a los que nos gobiernan, aunque muchas veces no quisiéramos hacerlo, para que puedan, a través de la conversión personal, hacer el bien a todos aquellos que están bajo su autoridad, bajo su dominio. Que la oración entonces también nos ayude a nosotros a vivir esta caridad para con quienes necesitan la conversión del corazón.-


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXV del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 18 de septiembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



12 de septiembre de 2022

Es doctrina cierta y digna de fe, que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. (san Pablo)

San Pablo enseña en el texto proclamado hoy (1 Tim. 1, 12-17) que “es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos” y, a su vez continúa afirmando que “si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en Él para alcanzar la Vida eterna".
Esta afirmación de san Pablo nos permite precisar, pues, que las ideas centrales de este domingo  son por un lado dejar en evidencia el pecado del hombre que ensombrece su vida con frecuencia, y por otro lado  recordar que la misión de Jesús  es salvar a los pecadores  de sus miserias por medio de la misericordia derramada en su carácter de mediador entre Dios y los hombres.
De hecho la historia humana se mueve siempre  en medio de estos ejes de pecado y gracia, de lejanía de Dios y de encuentro con Él.
Podríamos afirmar, entonces, que si nos apartamos de Dios por el pecado, siempre tenemos la oportunidad de retornar a la amistad con Dios por medio de su misericordia.
Precisamente el texto del libro del Éxodo (32, 7-11.13-14) que acabamos de proclamar, muestra a Dios que está con Moisés en el monte Tabor para entregarle las tablas de la ley y le indica que baje enseguida  porque el pueblo que Moisés ha sacado de Egipto se ha hecho un becerro de metal y le está otorgando culto de adoración, descubriendo así  el corazón cambiante del pueblo de Israel.
De hecho, esto es un signo de la historia humana, en la que es constante también observar al corazón cambiante de la humanidad a lo largo del tiempo, ya que con facilidad se aleja  del Dios verdadero para arrojarse a los brazos de los ídolos.
En latín se utiliza el término “simulacrum” para designar la figura del ídolo, o sea, se trata  de una representación falsa de la verdad,  del Dios verdadero, figura que no pocas veces el ser humano reconoce como deidad, ya que  pareciera que se siente más a gusto rindiendo culto a los simulacros, a la mentira, que al Dios verdadero.
Cuántas veces nos encontramos que entre los católicos aparece también el culto a la religiosidad oriental, culto a la energía, al Reiki, a distintas potencias que supuestamente nos protegen.
Ya lo había profetizado Benedicto XVI  -cuando era profesor- al decir que la Iglesia católica se iría paganizando con el tiempo, de manera que los creyentes sostendrían más la mentira y el error que la misma verdad cristiana y católica.
¡Con qué facilidad no pocos católicos se dejan llevar por las fantasías de la cultura actual, apartándose del Dios verdadero  presente en la historia del hombre siempre por medio de su Providencia!.
Por eso que no es de admirar lo acontecido en la Basílica de Luján el nueve de septiembre durante la Eucaristía pidiendo por una paz fingida, con la complacencia de clérigos y políticos que actuaron más como paganos que como personas de fe católica.
¡Cuánto dolor para el Señor ver cómo se falsifica el verdadero culto para rendir culto a las potestades de este mundo renunciando al Dios verdadero!
¡Qué contraste con san Juan Crisóstomo que por denunciar la corrupción de la corte imperial terminó exiliado encontrando la muerte por ser fiel al Dios Viviente!
¡En la casa de nuestra madre la Virgen patrona de Argentina hemos vivido la cultura del mundo, mentirosa y frívola¡
Ahora bien, ante la idolatría del pueblo elegido, Moisés acude a la memoria de los distintos patriarcas del Antiguo Testamento para evitar la ira divina y solicitar la misericordia divina.
En el evangelio (Lc. 15, 1-10) será Cristo el  nuevo Moisés que  intercede siempre ante el Padre  por cada uno de nosotros.
Al reconocer  san Pablo que Jesucristo vino a salvar a la humanidad, se presenta él mismo como pecador por ignorancia y por ello salvado,  y descubriendo al Dios verdadero se entregó totalmente a la misión de evangelizar, a pesar de ser el peor de los pecadores.
¡Qué gesto de humildad el suyo reconociendo precisamente cómo Dios tuvo misericordia de él a pesar de sus infidelidades!
También nosotros debemos reconocer siempre nuestras miseria, nuestros pecados, y disponernos desde el fondo de nuestro corazón a una conversión en serio para poder recibir aquel elogio del Evangelio  de que existe más alegría en el cielo por cada pecador que se convierte, que por noventa y nueve que no necesitan convertirse.
Precisamente el evangelio de hoy nos ilustra acerca de la misericordia de Dios con estas parábolas elocuentes.
La parábola de la oveja que se ha perdido es cada uno de nosotros a cuya búsqueda parte el Señor para cargarnos sobre sus hombros.
Si actuáramos nosotros, seguramente preferiríamos perder una oveja pero no las noventa nueve restantes, mientras que para Jesús cada una es valiosa por sí misma y debe ser buscada y salvada.
Lo mismo acontece con la pérdida de una pequeña moneda, que representa a cada uno de nosotros, sin importancia para los demás, pero valiosa para la misericordia de Dios.
Como esa moneda de poco valor, el ser humano es reconocido de una manera diferente por Dios, mientras que en la cultura del mundo, la sociedad  hace distinción entre las personas que a su juicio son importantes y las que no lo son, las que son valiosas o no según el criterio humano. Para Dios, en cambio,  cada persona es valiosa en sí misma y por eso amada por Dios, ya que Jesús muere en la cruz por cada una de ellas.
¡Qué grande es el amor de Dios! ¡Cómo cuesta sin embargo entenderlo y valorarlo, buscando responder a ese amor también con grandeza de corazón!
Pidámosle al Señor que nos ilumine, que nos dé su gracia para que seamos capaces de ir convirtiéndonos cada día para lograr nuevamente vivir en plenitud la amistad con el Señor y llegar algún día a las moradas eternas.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXIV del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 11 de septiembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


6 de septiembre de 2022

Por la Sabiduría divina aprenden los hombres lo que le agrada a Él y, por Ella, fueron y serán salvados.

La idea central de los textos bíblicos de este domingo apunta a implorar la sabiduría divina para nuestra vida, para nuestra existencia, porque es necesaria para conocer los designios de Dios. Recorramos entonces los textos bíblicos proclamados.
La primera lectura que está tomada del libro de la Sabiduría (9,13-18) nos trae la parte final de la oración que Salomón tuviera delante de Dios cuando al ascender al trono de Israel le implora la sabiduría para saber gobernar, reconociendo que es  un simple muchacho que necesita de la iluminación divina para obrar rectamente.
Salomón, por cierto, necesita esa sabiduría para poder cumplir la voluntad divina a favor de tanta gente a la cual debe servir.
A Dios le agradó este pedido y, no sólo lo dotó de la sabiduría para gobernar, sino que también le otorgó los bienes que no había solicitado, por lo que se conocerá como el rey sabio
El texto que hemos proclamado justamente reconoce la pequeñez del hombre que apenas puede conocer los secretos del mundo temporal y no tiene acceso a los misterios divinos, sino se le confía una sabiduría que lo haga capaz de ello.
De hecho en el recorrido de nuestra vida nos esforzamos por conocer muchas cosas y apenas lo logramos, y al mismo tiempo tenemos la tentación de pretender conocer los designios de Dios, que son inalcanzables ya que “¿Quién habría conocido tu voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?”
Y gracias a este conocimiento otorgado por Dios “se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados”
Los designios de Dios, pues, no pueden ser conocidos por la inteligencia humana, de allí que sea  el mismo Dios quien los manifieste, como lo ha hecho no solamente en el Antiguo Testamento sino en el Nuevo a través de Jesús quien es el Hijo y la Sabiduría del Padre presente entre nosotros.
Éste es la Sabiduría de la que podemos participar, por eso pedimos o debemos pedir esta gracia que proviene de Dios Nuestro Señor.
Sabiduría que implica saber vivir bien, pero no en un sentido terrenal, sino conociendo cuál es la voluntad de Dios para cada uno de nosotros a lo largo de nuestra existencia, de modo de realizarla.
En el texto de san Pablo (Filemón 9b-10.12-17), el apóstol se refiere a Onésimo, un esclavo que tenía Filemón y que se había escapado para refugiarse bajo la protección de Pablo de Tarso, comienza a servirle y a ayudarlo en sus tribulaciones.
Pablo sabe perfectamente que ese hombre se escapó porque había robado, pero su intención es regresarlo al redil por medio de su conversión y salvación.
Por eso es que Pablo dirá a Filemón que ha engendrado a Onésimo en la prisión, lo llama hijo, y pide que sea recibido como si el esclavo fuera parte del apóstol, porque aunque quisiera quedarse con él para que lo sirviera, entiende que corresponde remitirlo a su dueño.
El apóstol expresa que recupera Filemón no ya un esclavo, sino un hermano en la fe, lazo éste superior a los lazos humanos.
Le está diciendo a su discípulo, que si es realmente sabio, no lo ha de considerar  como un esclavo, sino como a un hermano en la fe, por lo tanto, te seguirá sirviendo como hombre libre, porque ha sido redimido por la Sangre de Cristo.
En el Evangelio (Lc. 14,25-33), Jesús también nos invita a vivir sabiamente en esta vida terrenal por medio del desprendimiento.
La gran dificultad que tiene el ser humano, la gran tentación que padece, es la de atarse a los bienes de este mundo y servir a todo lo que es pasajero, en lugar de contemplar los bienes que no perecen.
Jesús, sabiendo que no pocas veces se presentan obstáculos en nuestra vida, a nuestra libertad, en lo que significa seguirlo a Él, es que señale la imposibilidad de ser discípulos suyos, si no lo amamos más que a otras  personas y a las cosas de este mundo.
El verdadero sabio tiene en el primer lugar de su escala de valores al mismo Dios, amándolo más que a sus padres, a sus hijos, hermanos u otros parientes, siendo capaz de sacrificarlo todo por  amor al Señor. En el Antiguo Testamento hay muestra de esto, como por ejemplo, la madre de los Macabeos que contempla como sus 7 hijos varones son sacrificados por el rey Antíoco porque no se someten a sus caprichos y  no quieren quebrantar la ley de Dios.
La madre sufre al ver cómo van muriendo cada uno de ellos, pero los alienta para que no traicionen a Dios, para que su amor primero siga siendo Dios y su voluntad infinitamente santa.
Ese amor primero a Dios también hemos de tener nosotros y desear que otros también lo posean. Acontece no pocas veces  que un padre o una madre se desesperan porque tienen un hijo enfermo y, eso está bien,  pero quizás no se preocupen tanto si ese hijo tiene enferma el alma, o sea que vive en pecado, y no captan que lo más importante no es la salud del cuerpo que  perderemos, sino la salud del alma, la amistad con Dios que hemos de valorar y defender siempre.
Los santos mártires derramaron su sangre muriendo por Cristo, ellos lo amaron más  que a sus padres o hermanos o parientes,  lo dejaron todo por Jesús, ya que el santo precisamente se caracteriza por eso, abandonar todo lo que ata a este mundo y aleja de Dios.
Por eso cada uno de nosotros tiene que preguntarle al  Señor lo que ha de hacer para seguirlo y ser verdaderamente sabio según Dios.
El mismo Jesús plantea dos situaciones la de aquel que va a construir una torre y si es sabio debe preguntarse si contará con los medios para levantarla, como  la de aquel que quiere guerrear se ha de  preguntar si puede hacer frente al enemigo.
Del mismo modo  respecto del seguimiento de Cristo, debe cada uno sopesar si está poniendo los medios para alcanzar su propósito o se deja llevar por lo que impide seguirlo.
Hemos de decidirnos amarlo sobre todas las cosas y, tomando la misma Cruz por la que Él salvó al mundo, le entreguemos lo mejor de nosotros mismos en su servicio y el de los demás.
En comparación con la cruz de Cristo, ninguno entrega la vida por la humanidad toda, pero es la aceptación de las dificultades de este mundo lo que acerca más al Señor y prepara para una entrega mayor a su Persona para ser difusores de su Palabra y testimoniar que realmente lo amamos sobre todas las cosas.
Pidamos al Señor que nos de entonces esa sabiduría que a Él pertenece para conocer su voluntad y así poder seguirlo constantemente.

Pintura de Sacchi, Andrea - Alegoría de la Sabiduría divina - 1629-1633

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXIII del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 04 de septiembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com