26 de octubre de 2021

Jesús dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”, y el ciego curado se levantó y lo siguió, porque entendió que debía ir tras los pasos del Salvador.



 

Cantábamos en el salmo responsorial (sal 125, 1-6) “¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!”, expresando de esta manera que Dios se muestra siempre, que busca el bien del hombre respondiendo a sus angustias, a sus problemas, a sus dolores. Un Dios que no se olvida  de quien le es fiel en medio de sus sufrimientos.
Precisamente el profeta Jeremías (31, 7-9) recuerda que Dios quiere reunir al reino de Israel y al de Judá en un solo pueblo, sacándolos del exilio, quiere liberarlos de la opresión,  y esto porque “¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!”.
El resto de Israel  comprende al pequeño grupo de personas que se ha mantenido fiel a Dios, a pesar de las dificultades, o que se ha convertido para seguir la ley de Dios, mientras muchos de entre el pueblo elegido se alejaban de la alianza, renegando de su Dios.
En nuestros días también se da esta realidad cuando muchos sedicentes católicos no dudan en amoldarse al criterio mundano o a los imperativos de ideologías de turno, mientras existe un “resto” que a pesar de las persecuciones y rechazos recibidos, se mantiene fiel al Dios de la Alianza y a su Hijo enviado a la humanidad para salvarla.
En este “resto” de Israel se cumple lo que cantábamos, ya que sembrando entre lágrimas y limitaciones su fidelidad al Señor, cosecharon la vuelta del exilio recibiendo la bendición divina, ya que   “¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!”.
En la segunda lectura del día tomada de la carta a los Hebreos (5, 1-6) aparece nuevamente la misericordia de Dios hacia la humanidad.
En efecto, el autor sagrado hace mención a la misión del Sumo Sacerdote del culto antiguo  que implora por los pecados del pueblo y los propios, haciendo las veces de intercesor entre Dios y los hombres.
Como es de suponer ante esto, cuánto más puede hacer el sacerdote de la Nueva Alianza marcado por el sello del sacramento del Orden, y cuánto más Aquél que ejerce el sacerdocio por excelencia, Jesucristo.
El cual, hace de puente entre Dios Padre y la humanidad sumergida en el pecado de los orígenes, muriendo en la cruz por la salvación del hombre, presentando al Padre las súplicas y ruegos de todos.
El sacerdocio de Cristo ha significado siempre cercanía salvadora ante todo hombre necesitado de ser salvado de sus miserias y oprobios.
Precisamente en el texto del evangelio (Mc. 10,46-52) nos encontramos con este Sumo Sacerdote actuando frente al dolor del mendigo, ciego de nacimiento, desechado a un costado del camino, esperando que otros se apiaden de él, muchas veces recibiendo las sobras.
Bartimeo representa al hombre doliente de todos los tiempos que se siente alejado de los demás y también del mismo Dios, cargado de pecados, problemas, de dramas personales arrastrados en el transcurso del tiempo, sin respuestas  superadoras y reparadoras de su vida.
El ciego, representa pues, a ese mundo dolorido y doloroso, tan presente en nuestros días, que escuchando que pasa Jesús  comienza a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” y lo reprenden de inmediato, pero él sigue gritando más fuerte y sin detenerse, enseñándonos  que es necesario insistir en nuestra súplica, cuanto más agobian los problemas y las carencias más urgentes, sin dejarnos distraer por quienes pretenden acallarnos con falsas promesas.
Jesús  se detiene y lo llama preguntándole “¿Qué quieres que haga por ti?”, respondiendo no como los hijos de Zebedeo que añoran la gloria a la derecha y a la izquierda del Salvador, “Maestro, que yo pueda ver”.
Pide no sólo la vista física, sino el poder ver y comprender cuál es el papel que debe asumir en este mundo para agradar a Dios.
Suplica, en el fondo, tener la capacidad de hacer un cambio radical en su existencia, reconociéndose mendigo del favor divino que salva, insistiendo a pesar de las dificultades, confiando siempre en la gracia.
Y Jesús le dirá “Vete, tu fe te ha salvado”, y él se levantó ya curado y, lo siguió por el camino, porque al recuperar la visión no sólo pudo percibir las personas y los objetos, sino que entendió que su misión debía ser seguir los pasos de la persona, vida y enseñanza del Salvador.
Pero a su vez, el “ver” las personas y las cosas significaba tener una mirada de fe que le mostraba con claridad el servicio al prójimo y el uso correcto de las cosas de este mundo, sin caer en su dependencia.
El papa Francisco, en el ángelus de hoy, hablando de la fuerza de la oración suplicante, narró la historia de aquél hombre que ante el anuncio de la proximidad de la muerte de su hija de nueve años, pasó  la noche ante el santuario de Luján rezando por ella. A la mañana siguiente, de regreso al hospital, su esposa llorando le dice que la hija comenzó -inexplicablemente para la ciencia médica- a curarse.
Esto nos hace ver que estamos llamados a suplicar siempre a Dios con confianza, implorando todo, que significa la santidad de vida, nuestra conformidad con su divina voluntad, el crecimiento en nuestro servicio de caridad para con todas las personas, la disponibilidad siempre por hacer el bien y defender la verdad que se nos manifiesta.
Queridos hermanos: imploremos al Señor que podamos ver la verdad que proviene de Jesús, para seguirle confiadamente realizando el bien imitando así el obrar del mismo Salvador.
Como la Virgen María y el glorioso San José, dispongámonos siempre al servicio de Jesús.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de “San Juan Bautista” en Santa Fe de la Vera Cruz. Homilía del domingo  30º del tiempo Ordinario, Ciclo “B”.- 24 de Octubre de 2021, ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.-/



 

19 de octubre de 2021

“Dejen de dominar a los pueblos como si fueran sus dueños”, exclama Jesús, porque esto acelera la ira de Dios, y sean servidores de todos”

En el anuncio del profeta Isaías (53,10-11) está presente la persona del Mesías, el Hijo de Dios enviado por el Padre, quien ingresando en la historia humana por la encarnación en el seno de María, nos rescatara del pecado y condujera a la gloria divina, por el sufrimiento y la cruz.

Y así, “El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia”. Y “la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él”.
Más aún, “Mi servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos”. Precisamente es lo que aconteció con la pasión, muerte y resurrección de Jesús, haciendo justos a todos los que en el transcurso del tiempo lo recibieron y se acogieron a su misterio de amor y misericordia.
En línea con este pasaje del profeta, el texto del evangelio de hoy (Mc. 10,35-45), está precedido por el tercer anuncio de la pasión realizado por Jesús mientras se dirige a Jerusalén con sus discípulos.
Como sucediera ante los dos anteriores anuncios de su pasión y muerte, nos encontramos con que la reacción de los apóstoles dista mucho de manifestar que hayan entendido el mensaje, porque siguen atados a la mundanidad.
Les sucede  que no entienden que el seguimiento de Cristo tiene otro rumbo totalmente diferente, están pensando en su propia gloria y adquisición de poder terrenal, rechazando el misterio del sufrimiento y de la cruz.
Con frecuencia, está falta de sintonía con Jesús, aparece también con nosotros, que tan atados al espíritu de este mundo, vemos y planificamos la vida personal conforme a los criterios de la sociedad o de la cultura  relativista que nos agobia, olvidando que el mensaje divino es diverso.
De allí la necesidad de conferir lo que pensamos y vivimos con la persona de Jesús y el evangelio, para descubrir cómo estamos situados y en qué hemos de convertirnos para asumir la vida verdadera que es de salvación.
Siguiendo con el texto, leemos que con atrevimiento Santiago y Juan le dicen “queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”.
Mal comienzo si se pretende una buena oración, ya que siempre debe hacerse con humildad, “si es tu voluntad, si es para mi bien, si es para tu gloria” concédeme esta gracia, aceptando lo que Dios disponga.
Y enseguida reclaman estar sentados –signo de poder y autoridad sobre los demás- a la derecha y a la izquierda del Señor cuando está en su gloria.
Desde el pecado original la pretensión humana  del poder y el sobresalir y ser más que Dios, es algo constante y creciente, sobre todo hoy.
“No saben lo que piden” responde Jesús, ya que Él no vino a enaltecer a nadie ni otorgarle poder, como sí pretende hacerlo el demonio, sino a dar ejemplo de lo que realmente importa en la vida que es ser servidor de todos.
Jesús les interroga, a su vez, acerca de si pueden vivir lo que Él vivirá, a lo que arrogantemente responden que sí, olvidando que sin la gracia de lo Alto es imposible que el ser humano entregue su vida en sacrificio por el Salvador y por los demás. Así y todo, el Señor les asegura que beberán el cáliz del sufrimiento pero que no le corresponde a Él otorgar lo que piden.
Continúa el texto señalando la indignación de los otros apóstoles porque se sintieron “primeriados”, les ganaron de mano, ya que también ellos tenían puesta la mirada en una meta de gloria terrenal, el ser importantes.
Jesús con paciencia les dirá “Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de  ustedes, y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por una multitud”
O sea, el seguimiento ha de pasar por la imitación del Maestro que es servidor y entrega su vida por una multitud, es decir, por quienes lo aceptan.
La vida del creyente, pues, pasa por el abajamiento, como sucedió con Jesús, rechazando todo afán de poder y de enaltecimiento personal.
Es un llamado a cambiar de mentalidad también para nosotros que tanto nos cuesta comprender la lógica del Señor y de su enseñanza, que buscamos siempre la gloria de este mundo y su lógica de poder y gloria mundana.
En este contexto, el autor de la carta a los hebreos (Heb. 4,14-16) hablando de Jesús, afirma que Él es un Sumo Sacerdote, puente entre Dios y los hombres, que penetró en el cielo, por lo que hemos de permanecer firmes en la confesión de nuestra fe, el cual fue sometido a las mismas pruebas que nosotros menos el pecado, permitiendo acudir al trono de la gracia “a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno”.
La imitación de Cristo, permite pues, llegar a su Persona por medio del sufrimiento, difícil para nosotros, pero posible con la gracia divina.
Ahora bien, encontramos otra enseñanza en el texto que meditamos.
Dice Jesús:”Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad”.
Dice “a quienes se considera” ya que el poder de los que gobiernan y de los grandes viene de Dios, y a Dios deben someterse, sin pretender obrar como si ellos fueran el mismo Dios.
Precisamente los que gobiernan y los grandes creen que pueden cambiar lo que Dios ha establecido y hacen sentir su autoridad injustamente sobre la gente imponiendo el aborto o la eutanasia, la diabólica ideología de género.
Hoy no pocos padres de familia tienen que sacar a sus hijos de la escuela y enseñarles en su casa, porque se quiere imponer a los niños, deformando su inteligencia y voluntad, los vicios aceptados por los adultos y las ideologías de turno contrarios a la soberanía de Dios y de la dignidad de la persona.
Dentro de poco estará prohibido como decía Chesterton, afirmar que el césped es verde, porque se busca imponer lo irracional a toda costa y se llegará a perseguir a quienes no se sometan a este pensamiento único.
Estos gobernantes y poderosos han obtenido estos poderes opresores del mismo diablo, que les ha prometido todo si lo adoraban y le rendían culto.
Los que tienen poder participado de Dios, en los diferentes ámbitos de la vida, no son coherentes con lo que significa esa participación al no ponerse al servicio de los demás, sino pretender oprimir a todos e imponer sus criterios pervertidos porque se han alejado de la verdad y del bien.
Incluso gobernantes que se dicen católicos, han traicionado su fe imponiendo todo tipo de aberración y desvío del diseño creacional de Dios.
Permanentemente vemos en el mundo la prepotencia de los que usan el poder para imponer sus locuras y aplastar a los disidentes.
En nuestros días, poco a poco, se busca imponer la religión del estado omnipotente que decide por nosotros lo que está bien o mal según su visión.
El texto de este evangelio cobra hoy singular importancia dejando al descubierto el cumplimiento en la actualidad de lo denunciado por Jesús.
También a los que gobiernan y tienen poder hoy, Jesús les está diciendo “dejen de oprimir a los demás con sus doctrinas erróneas”, busquen el bien proclamando la verdad, promuevan el trabajo y no la dádiva, no busquen el triunfo de “castas” sobre los seres humanos más débiles, sean servidores de todos, especialmente de los desechados de este mundo opulento, sean servidores de la vida, primer derecho, y no busquen la muerte del inocente.
Dejen de dominar a los pueblos como si fueran sus dueños, grita con enojo Jesús, porque esto despierta y acelera la ira de Dios sobre el hombre.
Queridos hermanos: pidamos al Señor nos de la fuerza necesaria para ser coherentes con su enseñanza buscando servir a todos porque todos somos hijos de un mismo Padre que nos espera en su Reino.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIX del tiempo ordinario, ciclo “B” 17 de octubre de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



12 de octubre de 2021

La sabiduría que proviene de Dios permite al hombre descubrir que el seguimiento de Jesús nos hace exclamar “Señor, sácianos con tu amor”


 El creyente ha de suplicar siempre la sabiduría que proviene de Dios (Sab.7, 7-11), sabiendo apreciarla porque  permite descubrir su voluntad, que siempre busca la felicidad humana, de allí que la gracia siempre nos ha de preceder y acompañar para perseverar en las buenas obras.
A su vez, la Palabra divina penetra en el interior del hombre y conoce las intenciones más ocultas de cada uno, de manera que nadie escapa a la mirada penetrante de Dios (Heb. 4, 12-13).
El texto del evangelio (Mc. 10, 17-30) nos presenta el encuentro  de cada uno de nosotros con Jesús y cómo su mirada  nos interpela para  conocer la realidad de nuestra vida  en el presente y lo que ha de resultar en el futuro, más generoso  y noble en la entrega personal.
Conforme a esto, la Palabra deja en la liturgia de hoy una enseñanza  en el salmo responsorial (Salmo 89,12-17), cuando en la antífona cantábamos “Señor, sácianos con tu amor”.y cantaremos felices toda nuestra vida.
Retengamos esta afirmación para poder entender qué es lo que Jesús espera de cada uno de nosotros.
Hagamos la prueba y vayamos al encuentro del Señor y arrodillándonos delante de Él preguntémosle: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” No se trata de regatear con el Señor: “yo hago esto y Tú me das esto otro”, sino que abrimos el corazón ante la gratuidad divina que se  manifiesta constantemente amándonos.
Pero es bueno preguntarle al Maestro Bueno, porque los demás maestros que enseñaban sobre la ley de Dios no podían llamarse buenos, solamente Cristo, porque es el Hijo de Dios hecho hombre. Maestro bueno porque Él nos enseña el camino de la bondad, del bien, de la verdad.
Precisamente este encuentro con Jesús conocido como el del “joven rico”, es tratado por san Juan Pablo II en su encíclica “El esplendor de la Verdad” (Veritatis Splendor cap. 1), en la que reflexiona señalando que la vida de perfección a la que convoca Jesús es la de las bienaventuranzas.
A su vez, el papa, partiendo de este diálogo con el joven que le sirve de pórtico, se explaya en los principios que deben fundar y regir la moral cristiana, que en definitiva remite al encuentro personal con el Señor.
De allí que no resulte ocioso preguntarle al único que es bueno con mayúscula, qué debo hacer en medio de tanta confusión reinante.
Y Jesús responde con los mandamientos de la segunda tabla de la ley: no matarás, no cometerás adulterio, no darás falso testimonio, no robarás, honra a tu padre y a tu madre.
No habla el Señor de los tres primeros mandamientos, y continuando con el diálogo, el joven responde que todo lo indicado lo cumple desde siempre, siendo la respuesta de Jesús su mirada complaciente cargada de amor para con el joven, “lo miró con amor”.
Por eso decía al principio que retengamos la súplica del salmo interleccional: “Señor sácianos con tu amor”.
La mirada de amor de Jesús confirma la veracidad de lo que afirma el joven, pero  a su vez implica un llamamiento más profundo.
De allí que continúe: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”.
Este pedido,  refiere al primer mandamiento: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Y cómo  sabemos  esto? Por la respuesta de Pedro: “tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Respuesta que indica que lo principal es el seguimiento.
Ahora bien, ¿Qué dejaron los apóstoles? Eran pescadores, no eran personas de fortuna. Quizás Mateo era el único que podía tener un buen pasar por el oficio de publicano.
La afirmación “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”  aplicado a los discípulos, nos permite concluir que el dejar todo no necesariamente implica riqueza, sino también  pobreza.
El dejar todo engloba a aquello en lo cual habíamos puesto el fundamento de nuestra vida, de nuestro existir, de manera que no solamente, podríamos decir,  es el rico quien tiene dificultad para entrar en el reino de los cielos porque el dinero lo atrapa, sino que también puede ser cualquier otro afecto desordenado, como le llama san Ignacio.
Cualquier otra realidad que tenga atrapado el corazón del hombre e impida la disponibilidad para Jesús, es lo que debe dejarse de lado.
Por eso es muy importante encontrarse con la mirada profunda del Señor. ¿Hemos sentido alguna vez la mirada de amor de Jesús? ¿Hemos percibido esta mirada únicamente en el sacramento de la confesión cuando nos arrepentimos y Él perdona nuestros pecados? ¿Hemos sentido el amor del Señor en los distintos momentos de nuestra vida? ¿Sabemos cómo nos cuida, cómo nos protege, cómo nos busca?. Aunque nosotros tratemos de huir de su mirada, de su búsqueda, el Señor está allí presente.
Quizá muchas veces caemos en la tristeza porque el Señor pide mucho para que lo siga y yo no puedo o no quiero.
Es necesario trabajar para dejar lo que impide el seguimiento, para ir tras sus pasos. Saber que el Señor que nos llama siempre a una vida más perfecta, nunca nos va a pedir algo superior a nuestras fuerzas, conoce nuestros límites. Reclama de acuerdo a  lo que Él ha pensado desde toda la eternidad para nosotros, según la misión que nos pide en este mundo.
Precisamente hoy la iglesia recuerda el día misional, día de oración, día en que debemos pensar en cómo comprometernos con la misión, el sentirnos enviados, para transmitir dando a conocer a Jesús.
Pero si  no percibimos esa mirada de amor sobre nosotros, qué vamos a transmitir.
Precisamente el papa Francisco, en el mensaje de este año exhorta a vivir  la misión trasmitiendo el agradecimiento a Dios, por todo lo que nos da. Trasladar al mundo lo que significa haber sido elegidos por el Señor, para transmitir su Palabra, para hacerlo conocer, para trasmitir al mundo esta mirada de amor que tiene sobre cada uno de nosotros.
Quizá pueda parecer insuperable el vencer nuestras debilidades, limitaciones o defectos que dificultan la entrega personal al Señor.
Pero frente a ello, Jesús proclama abiertamente que para el hombre es imposible salvarse pero no lo es para Dios, porque la gracia del Señor está dispuesta a entrar en el corazón de cada uno y fortalecernos,  e iluminarnos para vivir de una manera nueva.
Queridos hermanos, aprovechemos para encontrarnos con el Señor, ya que Él es el único que da sentido a nuestra vida.
Todas las demás maneras o momentos de felicidad son siempre pasajeros, es el encuentro con el Señor lo que nos hace profundamente felices, plenos, porque es la mirada del Señor  la que nos convierte,  conquista y  atrae, y que guiándonos nos promete que estaremos algún día en la Vida.
Como ya había anunciado también, justamente por ser el día misional, se realiza la colecta por esta intención, para poder contribuir materialmente a las obras que la iglesia realiza en zona de misión, donde todavía no está firmemente afianzada. Por ello, de acuerdo a las posibilidades de cada uno, se agradece una colaboración especial.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVIII durante el año. Ciclo B. 10 de octubre de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



 

4 de octubre de 2021

Dios nos hizo varón y mujer, el hombre dejará a sus padres, será una sola carne con su mujer, para transmitir la vida humana según el designio divino.

La carta a los Hebreos (2,9-11) que proclamamos nos conduce a contemplar el misterio de Cristo, el cual estuvo por poco tiempo –en cuanto hombre- debajo de los ángeles, aunque como Dios es creador de todos los seres.  

Ahora está coronado de gloria y esplendor a causa de la muerte que padeció: “Convenía, en efecto, que Aquél por quien y para quien existen todas las cosas, a fin de llevar a la gloria a un gran número de hijos, perfeccionara, por medio del sufrimiento, al jefe que los conduciría a la salvación”.

Es decir, que Jesús con su muerte y resurrección liberó a la humanidad del pecado preparándola y guiándola, siempre que así lo queramos, a la gloria.
A su vez, con el misterio pascual de Jesús, no sólo es santificado el hombre sino también las instituciones que refieren a la dignidad y realización del ser humano en el matrimonio y la familia, como lo expresan los textos de hoy.
De allí la afirmación de la carta a los hebreos “Porque el que santifica y los que son santificados, tienen todos un mismo origen. Por eso, Él no se avergüenza de llamarlos hermanos”
En el texto evangélico de hoy (Mc. 10, 2-12) la polémica que introducen los fariseos con Jesús refiere al tema del divorcio. En ese tiempo cualquier hombre podía repudiar a su mujer por cualquier motivo, quedando obligado a darle a la mujer una constancia del divorcio para que ésta pudiera casarse otra vez si así se diera la oportunidad.
Jesús al responder a esta inquietud y luego que le reconocieran acerca de lo establecido por Moisés, enseña claramente que la permisión mosaica obedecía a la dureza del corazón de ellos pero que desde el principio no era así ya que “Dios los hizo varón y mujer”.”Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y los dos no serán  sino una sola carne”. Por lo “que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.
Por lo tanto, Jesús al recurrir a lo enseñado por el Génesis (2, 4b.7ª.18-24) deja en claro que la voluntad divina acerca del diseño creatural es que  el hombre existe como varón o mujer, que están llamados a formar su propio matrimonio y familia, dejando la familia de la que proceden, y que está unión que los hace una sola carne, porque se complementan en orden a la procreación, es indisoluble, y que por lo tanto el hombre no puede cambiar  el designio divino según su voluntad por medio del divorcio.
Esto nos hace ver que Jesús se enfrenta claramente a la mentalidad vigente en esa época, sabiendo que no causaría mucha gracia su enseñanza, incluso probablemente causando la incomprensión de los discípulos, pero dispuesto, a pesar de esto, a transmitir y defender la verdad presente desde el principio de la creación, en el diseño creativo de Dios.
Al igual que en la época de Cristo, en nuestros días la Iglesia tampoco cae bien cuando afirma estos principios que fue recibiendo de Jesús y recordados constantemente por el Magisterio y la Tradición desde antiguo.
Todo esto debe comprometer a los bautizados a testimoniar y defender la verdad recibida, aunque no pocas veces en lo cotidiano entremos en contradicción con la mentalidad divorcista, el adulterio, las familias ensambladas o los mal llamados matrimonios de personas del mismo sexo, o las uniones de hecho tan comunes incluso entre los católicos que no se casan.
La esclerosis del corazón que admite todos estos desvíos del diseño original de Dios acerca del hombre y de la familia, existe también en nuestros días, por lo que se hace difícil poder transmitir la verdad y que ésta sea comprendida y aplicada. Vivimos muchos momentos de confusión en que todo lo recibido por el Señor es rechazado o aceptado a medias.
Ahora bien, si es cierto que el hombre y la institución matrimonial y familiar fueron saneadas por la muerte y resurrección de Cristo, de modo que es posible vivir lo que Jesús enseña, también es cierto que la inclinación al pecado que ha quedado después del bautismo, muchas veces quiebra el ideal propuesto, necesitando todos una ayuda especial para sortear los obstáculos.
Ahora bien, desde siempre, el demonio está decidido especialmente a boicotear el designio y diseño divino, ya sea hiriendo al ser humano en su dignidad sugiriendo propuestas que lo deshumanizan y sembrando oscuridad en su corazón, como atacando el matrimonio y la familia que forman a las personas y son un resguardo de su integridad.
No pocas veces se da la violencia en la familia, entre los esposos, entre padres e hijos, insultos permanentes, padres que se meten en la vida de sus hijos casados provocando grandes males, situaciones insostenibles que llevan al sufrimiento a tantos inocentes, incluso obligación no pocas veces de convivir con golpeadores porque la persona inocente no tiene  otro refugio.
Todas estas situaciones son conocidas por Jesús y quiere que sean corregidas por medio de la misericordia, apoyo y acompañamiento de la Iglesia, y la toma de decisiones liberadoras por parte de los involucrados.
Estos desvíos de la voluntad divina, como dijimos, son fruto del pecado del ser humano, que haciendo mal uso de su libertad, destruyen todo a su paso.
No pueden permitirse la violencia y toda clase de humillaciones que perjudique a las personas y que muchas veces lleven a los hijos a casarse para salir del clima hostil de sus familias con el consiguiente fracaso futuro.
La Iglesia, continuando siempre en la búsqueda de la verdad y ejerciendo la misericordia que proviene del mismo Cristo, estudia todas las situaciones matrimoniales que se le presentan en orden a descubrir si hubo en realidad un matrimonio cuando los cónyuges dieron su consentimiento, o si éste estaba viciado desde el principio haciendo inválido el mismo matrimonio.
Ciertamente esto no  contradice con lo enseñado por Jesús, el cual habla de lo que es “desde el principio de la creación”, sino que se contempla el ideal al cual hay que tender, y que es realizable en muchos matrimonios bien constituidos, pero al mismo tiempo se estudian aquellas situaciones en que el diseño y designio divino sobre personas concretas no se ha realizado verdaderamente, por decisiones tomadas inmaduramente o sin los recaudos que correspondían a la verdad de la realidad de ser una sola carne.
Queridos hermanos: Pidamos al Señor nos ayude a comprender su enseñanza esclarecedora sobre el matrimonio y la familia para testimoniarla en medio de una sociedad que descree de esta verdad y busca seguir los caminos señalados por el mundo que se alejan de la verdad divina.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVII durante el año. Ciclo B. 03 de octubre de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com