20 de febrero de 2023

Los cristianos para ser santos y perfectos como el Padre lo es, hemos de superar lo que responde al mundo y encarnar la sabiduría divina.

 

Ya hace varios domingos que estamos proclamando el capítulo 5 del Evangelio de Jesucristo según San Mateo, reflexionando sobre la necesidad de vivir las bienaventuranzas, después recordamos que somos la sal de la tierra y la luz del mundo, y el domingo pasado meditamos sobre la observancia de la Ley de Dios y cómo el cumplimiento de los mandamientos permite que la vida del hombre sea diferente en este mundo y que no terminemos unos contra otros como acontece muchas veces en la actualidad.
En el texto de hoy podríamos decir que Jesús explica en qué consiste que nuestra justicia sea superior a la de los escribas y fariseos, y que Él no he venido a abolir la ley antigua sino a perfeccionarla.
Precisamente comienza (Mt. 5, 38-48) diciendo Jesús que se nos ha dicho “ojo por ojo, diente por diente” siendo esa la medida de la justicia de los escribas y los fariseos por la que de acuerdo a cómo alguien nos trató, podríamos responder con una acción equivalente.
La enseñanza de Jesús en cambio es totalmente diferente ya que enseña que no hagamos frente al que hace mal, no dejarnos llevar por la ira que arrastra a la violencia y perturba más la paz.
El libro del Levítico (19, 1.2.17-18) prescribe el amor al prójimo y el no dejarnos llevar por la venganza con los compatriotas como camino para llegar a ser santos como el Señor es santo.
La enseñanza de Jesús no sólo observa este mínimo exigible, sino que va más allá proclamando el amor a los enemigos.
En efecto, recuerda el Señor que se ha dicho que amemos al prójimo y odiemos al enemigo, pero Él transforma este mandato reclamando amar al enemigo y rogar por quienes nos persiguen para permanecer  como hijos del Padre, de manera que nunca debe anidar en nuestro corazón el odio porque  Dios es amor.
Y así, lo que más se opone a ese Dios amor es el odio, por eso hay que descartarlo siempre del corazón porque se vuelve contra uno mismo, hace perder en  nuestro interior la paz que debiéramos tener cuando somos capaces de superar las pasiones y los instintos todavía no dominados, y poder servir al Señor de todo corazón.
Los cristianos para poder vivir santamente y ser perfectos como el Padre es perfecto, hemos de ir superando todo aquello que responde definitivamente a la sabiduría del mundo.
De esta sabiduría del mundo escuchamos al apóstol el domingo pasado, y hoy (I Cor. 2,16-23) dice que hemos de liberarnos porque es locura delante de Dios, porque la sabiduría del mundo siempre pretende cobrarse ante el daño que hemos recibido, a tener venganza y no ser humillados por los demás, mientras la sabiduría divina nos hace saber que todo es de nosotros, el mundo, la vida, la muerte, lo presente  y lo futuro, nosotros somos de Cristo y Cristo es de Dios.
Precisamente en las bienaventuranzas se afirma “felices ustedes cuando sean perseguidos a causa de mi nombre”, pues bien siempre el cristiano que obre el bien y que busque seguir el evangelio será perseguido,  será ninguneado, y desechado de la consideración de la gente, pero lo que importa es cómo estamos delante de Dios nuestro Señor, el cual quiere que realmente vivamos santamente.
Ser santo significa vivir con la alegría que origina en nuestro corazón la presencia de Jesús, el seguimiento de sus pasos, la vivencia del Evangelio. La santidad es la que realmente conquista el mundo,  la que permite vivir como hijos de Dios y que dejemos atrás todo lo que implica el espíritu del pecado.
Como decía recién, el Señor nos reclama que amemos al enemigo, porque también el enemigo, el que nos hizo daño, es hijo de Dios, el cual espera pacientemente su conversión para que viva santamente.
El mismo Jesús aclara que si amamos a los amigos solamente, qué mérito tendremos ya que los paganos hacen lo mismo
Y, ¿Qué significa amar al prójimo sea amigo o enemigo? el objetivo del verdadero amor  es  que el que ama verdaderamente busca el bien de la persona amada. Y ¿cuál es el bien de la persona amada? no es el bien económico o el bien de la salud o de cualquier otra cosa, el bien por excelencia es la vida espiritual, la vida en Gracia, el que la persona vaya encaminándose hacia el encuentro del Padre.
Muchas veces nosotros cuando hablamos del amor pensamos en atender toda una serie de cosas y dejamos de lado lo más importante que es la vida del espíritu.  Nos preocupa por ejemplo si alguien está enfermo físicamente y está bien que nos preocupe y que recemos para que se cure, pero tal vez no procuramos que esa persona reciba el sacramento de la reconciliación, la unción de los enfermos, la eucaristía, dejamos todo eso para último momento para que el enfermo no se asuste y así muchas veces actuamos con esa sabiduría del mundo pero no con la sabiduría de Cristo nuestro Señor.
El Señor nos invita permanentemente a superar todas las dificultades que se presentan para vivir santamente. El texto del evangelio es muy rico y deja enseñanzas muy profundas. Se trata que veamos qué nos dice y nos pide el Señor a cada uno.
La interpelación dirigida al creyente para que sea santo como el Padre es santo no es fácil de realizar. Las dificultades son muy grandes, costumbres viejas metidas en cada uno retardan la purificación y la conversión del corazón. El cambio de mentalidad no pocas veces resulta demasiado lento, pero con la gracia de Dios podemos alcanzar la santidad de la cual nos habla el Señor.
Queridos hermanos: hemos de trabajar para lograr el objetivo de nuestro quehacer diario, que todo realmente se oriente a Cristo nuestro Señor, que caigamos en la cuenta que de nada vale ganar el mundo si perdemos el alma. ¡De qué vale pensar que somos perfectos si no lo somos si falta la presencia de Jesús en cada uno!
Pidámosle a Jesús superar lo que impide seguirlo a Él y crecer en la santidad por la fe, la esperanza y la caridad.

 

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo VII durante el año. 19 de febrero de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


13 de febrero de 2023

Felices los que siguen la Ley del Señor y van por un camino intachable.

En  el libro del Eclesiástico (15,15-20) escuchamos al autor sagrado que  inspirado por Dios escribe en el año 180 antes de Cristo en Jerusalén  para alertar a los judíos acerca de la influencia de la cultura helenística que podría apartarlos de la verdad y alejarlos de todo lo que fuera agradable a los ojos de Dios.

Les  recuerda que delante de cada persona se presentan dos caminos, el de la Vida y el de la muerte, el de la verdad y el de la mentira, el que conduce a la salvación y el que arrastra a la destrucción.
Y afirma “si quieres puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que le agrada” a Dios.
Más aún, recuerda que Dios “a nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar”, y esto “porque grande es la sabiduría del Señor, Él es fuerte y poderoso, y ve todas cosas”.

A su vez, el salmo interleccional (Ps. 118)  enseña que la verdadera felicidad para el hombre está en la realización del bien, en el cumplimiento de la Ley divina, en el seguir el mandato del Señor en cuanto medio para alcanzar la  plenitud verdadera.
Sin embargo, Dios ha creado libre al hombre, de modo que pueda elegir entre esas dos opciones, la que conduce a la vida o la que conduce a su propia devastación, y el que  pueda elegir aquello que le hace daño desechando el bien que enaltece, es un misterio.
Obviamente que el Creador quiere que el hombre responda observando sus mandatos, siguiendo la ley conocida,  asegurando de ese modo la  felicidad aquí en la tierra y augurando de alguna manera la felicidad eterna en el Cielo para quien persevere.

Todos sabemos perfectamente que la observancia de la ley de Dios no solamente es para el bien de cada persona sino también para el bien de la comunidad, de la sociedad.
En efecto, el hombre conoce el daño que provoca el quebranto permanente de los mandamientos de Dios en nuestra sociedad.
Qué distinto sería el país si nadie matara! Sin embargo tenemos leyes que han decretado el asesinato de los niños en el vientre de sus madres si ellas lo solicitan.  

¡Qué distinta sería nuestra Patria si se respetara al otro, si no se ejerciera violencia, si no se arruinara la vida de los demás comerciando con las drogas! El mismo Jesús enseña en el evangelio de hoy que debemos desechar de nuestra mente y obra todo tipo de insulto o menoscabo de la dignidad humana.
¡Qué distinta sería la convivencia humana si todo el mundo viviera de su honesto trabajo bien remunerado y que a su vez nadie estuviera ocioso por carecer de su medio de subsistencia, si no hubiera tanta corrupción, tanto despilfarro de los bienes que son de todos o que algunos engorden expoliando a sus hermanos!
¡Qué armoniosas serían las relaciones humanas si se dijera siempre la verdad y no estuviéramos en guardia siempre pensando que alguien podría mentirnos! ¡Cuánto mal se hace al prójimo con la maledicencia, la calumnia, la crítica, el chismorreo y todo tipo de pecado con nuestra lengua venenosa!

Hablando del adulterio Jesús nos enseña que comienza en el corazón de la persona, porque es del interior del hombre de donde nacen todos los males y pecados. ¡Qué distinta sería la vida del matrimonio y de la familia si sólo reinara la fidelidad entre las personas!
También Jesús habla de la necesidad de decir siempre la verdad,  afirmando sí o no sin colocarlo a Dios como garante de la cambiante palabra humana con la que se busca imponerse a alguien.

San Pablo escribiendo a los cristiano de Corinto  (I Cor 2,6-10) refiere que anuncia una sabiduría divina entre aquellos que son personas espiritualmente maduras que buscan vivir según la voluntad divina.
En contraste existe la sabiduría de este mundo, la que es propia de los dominadores de este mundo que están condenados a la destrucción. Estos dominadores son los que se creen dueños de todo y pueden disponer como quieren, tanto de las personas como de los bienes de este mundo que son comunes a todos. ¡Cuántas cosas aberrantes imponen a las almas sencillas y buenas estos dominadores encaramados en los diferentes poderes del mundo!

A su vez para no pocas personas que viven la sabiduría del mundo la cultura de nuestro tiempo les inculca que sólo importa que cada uno haga lo que quiera, lo que está de honda, lo que el mundo imponga y a no preocuparse por lo que vendrá, porque nada sucederá.
Vivimos en un mundo al que le hace falta vivir de la sabiduría de Dios y así alcanzar la verdadera felicidad, la que conduce a la Vida que no tiene fin, a la Vida eterna.

Es importante volver a tomar conciencia de que estamos llamados a la Vida eterna, que mientras vivimos en este mundo, transitamos en el tiempo sabiendo perfectamente que no somos eternos aquí.
Es preciso recordar que nuestras acciones en la vida temporal tienen consecuencias como decía el libro del Eclesiástico ya que somos responsables de nuestras decisiones.

Cada uno de nosotros al hacer mal uso de la libertad, eligiendo el mal prepara una existencia humana sin sentido.

Por lo tanto, es necesario caminar al encuentro de Dios de quien procedemos, sabiendo  que no podemos hacer lo que queremos sin que nada pase, sin que culmine en un final lejos del Creador.
Hermanos: pidamos al Señor nos ayude a vivir y caminar en la santidad de vida conservando su Palabra y obrando el bien.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo VI durante el año. 12 de febrero de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


7 de febrero de 2023

Siguiendo a Jesús, sal de la tierra y luz del mundo, colaboraremos para que el mundo sea preservado de su propia destrucción.

 El domingo pasado habíamos meditado sobre las bienaventuranzas, que expresan el plan de vida que dejaba Jesús en orden a la perfección de cada uno de nosotros mientras estamos en este mundo.
En el texto evangélico de hoy (Mt. 5, 13-16)  el Señor especifica aún más el pasaje de las bienaventuranzas afirmando que “ustedes son la sal de la tierra” y “son la luz del mundo”, expresando lo que se espera de cada uno de nosotros en el caminar cotidiano siguiendo a Jesús.
En efecto, quien primero fue sal y luz es el mismo Señor, constituyéndose en  modelo perfecto a seguir e imitar.
Él mismo afirmará ser la luz del mundo y, que quien lo sigue no caminará en tinieblas, mientras a su vez en el prólogo del evangelio según san Juan dirá que la Luz vino al mundo pero las tinieblas no la recibieron, pero que se transformarán en hijos de Dios aquellos que dan cabida a esa Luz en su corazón. De hecho ya en el Antiguo Testamento anunciando al Salvador, es llamado luz de las naciones o que los pueblos que caminaban en tinieblas vieron una gran luz, y que siendo  Luz de las naciones atraerá a todos los pueblos hacia sí.
Jesús manifiesta la verdad  escondida en el Padre y llegó para transmitirnos la Vida que nosotros nos merecemos como hijos adoptivos de Dios.
Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre para  estar entre nosotros se encontró con un mundo en descomposición, y Él como sal no solamente concede  sabor y “sabiduría” a todos,  sino que con sus enseñanzas asegura que si lo seguimos evitaremos que la sociedad siga descomponiéndose, preservándonos de la influencia del malo.
Jesús, por lo tanto, al encontrarse con tantas desviaciones de la palabra divina, y las infidelidades a la Alianza por doquier, transmitirá todo lo necesario para una existencia nueva.
El Salvador permanentemente estará nadando contra la corriente, enseñando cosas diferentes a lo que vivía la gente, a lo que estaba acostumbrado cada uno y así su mensaje es de conversión, invitación al cambio de Vida, para hacernos hijos adoptivos del Padre.
Ahora bien, por el sacramento del bautismo nosotros somos constituidos en sal de la tierra  y  luz del mundo, expresado esto en el rito antiguo de poner sal en los labios del bautizando para recordar que debía mantenerse sin corromperse por el pecado,  debiendo dar un sabor distinto a la sociedad  con su ejemplo, e invitándolo a su vez en el rito actual a ser luz  del mundo comunicando la luz de Cristo presente en el cirio pascual encendido y transmitida por intermedio de su padrino.
Justamente para indicar que debe preservarse de toda corrupción, el bautizado ha de dar  un sabor distinto a  su vida, rechazando todo aquello que no sigue el evangelio y que representa el espíritu del mundo, tan diferente a lo que sea bueno y ennoblecedor del hombre.
Y así, si el mundo proclama el aborto, el creyente tiene que defender toda existencia que no ha nacido todavía,  si el mundo defiende la eutanasia, el creyente tiene que amparar toda vida, aunque parezca inútil o desechable y combatir  así  la cultura de la muerte.
Si el mundo de hoy aplaude la ideología de género y  promueve todo tipo de degeneración o desvío de la naturaleza de las cosas, el creyente tiene que proclamar la verdad en todo su esplendor.
Por ser sal y otorgar un sabor distinto a todo e iluminar con la verdad todo lo que acontece, el creyente será perseguido,  perderá su trabajo  e incluso hasta su libertad física, adversidades todas ya anunciadas por el cumplimiento de las bienaventuranzas.
Estamos viviendo  en un mundo de chiflados en el que se trata de imponer a todos la dictadura del Estado, nuevo ídolo,  por encima de la ley de Dios, y el que osa rebelarse es sacrificado en el altar de la mentira y el desprecio de los que asumen lo políticamente correcto.
Es por eso que hemos de estar atentos para no contagiarnos de tanta locura avalando lo que está mal y que con el slogan de que cada uno tiene derecho a ser feliz se acepten todo tipo de aberraciones.
Se piensa hoy en día que cada uno tiene derecho a decir lo que quiera aunque ofenda a los demás,  que se puede dar una muerte a una persona  si es débil, como el caso del niño de cinco años  asesinado por el  llamado “odio al macho”.
El mundo practica la convivencia  de las parejas, también entre los católicos, cuando nosotros como sal y luz hemos de hablar de la dignidad del matrimonio y de la familia bien constituida.
Hay un sinfín de ejemplos que ilustran la descomposición de la sociedad y de la cultura, y es en este mundo tan descolocado donde tenemos que ser sal y luz, proclamando el evangelio, haciendo presente a Cristo, aunque no nos escuchen mucho, como lo hizo valientemente el papa Francisco en estos días en África.
En efecto, Francisco habló muy duro acerca de la explotación del hombre por el hombre, habló muy duro acerca de las luchas tribales que causan innumerables muertes que claman al cielo.
Es posible que muchos no le hagan caso y siga todo igual, pero su deber como pontífice es predicar a Jesús que también habló en una época en que muchos no lo escucharon, pero que entregó la misericordia abundante sobre quienes se dejaron tocar por su vida y doctrina y cambiaron su proceder.
Ya Dios le decía al profeta  Ezequiel “sea que te escuchen, sea que no te escuchen, sabrán que hay un profeta en Israel” o en la sociedad  de nuestros días en la que estamos insertos.
Recordemos que si no vivimos la misión de ser sal, ya no serviremos más que para ser pisoteados, sino somos luz que ilumina sólo existirá  una mecha apagada
Precisamente hoy en día en muchas partes la iglesia es ridiculizada porque ha perdido el carácter de salar, porque se ha acomodado al mundo y sus costumbres, con la falsa ilusión de no perder adeptos, cuando en realidad al no ser diferente a lo que se vive, no pocos se alejan de ella buscando otros horizontes.
En cambio, siendo sal, cuando tocamos la herida del pecado, aunque haya algún escozor se puede cicatrizar la herida.
A su vez, iluminaremos al mundo  cuando obremos el bien como nos invita el profeta Isaías (Is. 58, 7-10), dando de comer al hambriento, albergando a los pobres, eliminando los yugos o la mano amenazadora, practicando el derecho y la justicia.
Por otra parte, san Pablo (I Cor, 2, 1-5) dice que él predica a Cristo crucificado, que se siente crucificado porque desecha todo lo que se opone al Señor, y el mundo está crucificado para el apóstol porque no le da cabida en su corazón.
Hermanos, pidamos la gracia de lo Alto para ser auténticos seguidores de Jesús, siendo sal y luz en un mundo que se ha olvidado de la Verdad y del Bien, y que con las buenas obras realizadas glorifiquemos al Padre del Cielo.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo V durante el año. 05 de febrero de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com