Por el pecado de los orígenes, el ser humano queda herido en su interior y, dividido en relación con las demás creaturas, necesita en medio de su fragilidad, ser rescatado y restituido en su primigenia dignidad como imagen y semejanza de Dios, para lo cual se le promete un Salvador.
"Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada." Edmund Burke
27 de febrero de 2015
17 de febrero de 2015
“Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su pueblo” (Lc. 7,16).
13 de febrero de 2015
“Ante la “buena nueva del revés”, anticristiana y mentirosa, proclamemos sin temor como Iglesia, la “Buena Noticia” de Cristo”.
El texto del evangelio (Mc. 1, 29-39) afirma que Jesús dice a Simón “vayamos a otra parte a predicar también en las poblaciones vecinas predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios”. San Pablo destaca su vocación de llevar a los demás el evangelio afirmando “¡Ay de mí si no predicara el evangelio!” (I Cor. 9,16-19.22-23), señalando además que no lo hace por iniciativa propia, sino que ha sido enviado después de su conversión a Cristo.
6 de febrero de 2015
“Aleccionados por la Palabra Viva de Dios, optemos libremente por seguir en nuestras vidas, lo que Él nos pide”
En el libro del Deuteronomio (18,15-20) o segunda ley nos encontramos con un hecho novedoso. Dios acepta el pedido de Moisés y constituye la figura del profeta, comunicándose de esa manera con su pueblo, además de hacerlo mediante la Ley y la Sabiduría, que forman parte del Antiguo Testamento, además de los otros escritos inspirados.
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