29 de enero de 2024

Jesús, en el comienzo de su predicación en Galilea, manifiesta que viene a vencer el espíritu del mal, liberando al hombre del poder maligno.

 

Al que no escuche a ese profeta se le pedirá cuentas, como así también al profeta si no es fiel transmisor de la voluntad divina.
Será este el comienzo de la misión profética en medio del pueblo, sin embargo, si consideramos el Nuevo Testamento caemos en la cuenta que ese profeta es el nuevo Moisés, Jesús el Hijo de Dios encarnado.
En efecto, Jesús da a conocer la voluntad del Padre, y esto lo hace con autoridad, es decir, por sí mismo, no como los escribas, que se remitían a la interpretación de otros maestros que habían enseñado en el decurso del tiempo
En cambio, Jesús habla con autoridad propia, porque no enseña partiendo de las interpretaciones o versiones antiguas, sino que deja en claro que Él es el Enviado del Padre, lo cual produce asombro en aquellos que lo escuchan, que se preguntan "¿Qué es esto?", habla con autoridad, de modo que hasta los demonios huyen de Él. 
En efecto, Jesús, precisamente para dejar bien en claro que habla con autoridad propia, expulsa al demonio del cuerpo de un poseso. 
El demonio grita, y da testimonio de Jesús diciendo "Ya sabemos quién eres, ¿has venido para acabar con nosotros?". Y Jesús le prohíbe hablar, porque no necesita el testimonio del demonio, sino que las personas tienen que creer en Él, partiendo del reconocimiento de que es el Enviado del Padre, el Hijo de Dios vivo. 
Por lo tanto con este gesto, con este exorcismo, está manifestando, en  el comienzo de su predicación en Galilea, que viene a vencer el espíritu del mal, y liberar al hombre del poder del maligno, de modo que el espíritu del mal tendrá  un poder atado, sujeto a Dios. 
Dios se ha hecho presente entre los hombres por Jesús y ha comenzado su reino  en este mundo, de manera que la victoria contra el mal, la victoria definitiva, queda ya anunciada con este gesto, en favor de este hombre que estaba poseído por un espíritu demoníaco. 
Jesús viene a salvar al ser humano,  a curarlo de las diversas dolencias que padece,  dándole también la fuerza que necesita para  vencer al espíritu del mal, que trata de influir en cada uno por medio de las debilidades que padecemos a causa del pecado.
Pero para esta batalla presente a lo largo de la vida, hemos de tener una sincera conversión, propósito de enmienda, llevando una vida cristiana lo más profunda posible, tratando de huir de las ocasiones de pecado, conocer bien cuáles son nuestras debilidades para poner allí especial atención y no dejarnos abatir por el espíritu del mal. 
Cristo viene a salvarnos, a darnos una vida nueva, porque en definitiva lo importante es la entrega a Dios nuestro Señor, y prolongarla en la dedicación a nuestros hermanos.
Eso es precisamente lo que enseña hoy San Pablo (I Cor.7, 32-35), cuando se refiere al estado propio de quien se ha casado y al estado propio de quien es célibe por el reino de los cielos. 
Y ¿qué es lo que enseña el apóstol? Que el célibe o el consagrado se entrega a Dios con un corazón indiviso, o sea, no dividido, siendo el amor primero para el consagrado el dirigido siempre a su Señor.
A su vez, la persona que está casada está llamada a entregarse a Dios nuestro Señor, pero debe realizarlo a través del marido o de la mujer según quien sea, por eso dice que  el marido busca agradar a la mujer y la mujer busca agradar al marido, que es lo propio del matrimonio. 
Por lo tanto la entrega a Dios, tiene un intermediario, que es el marido o la mujer, mientras el célibe o el consagrado, se entrega a Dios con un corazón no dividido. 
Es cierto que este es el enunciado que hace San Pablo de lo que ha de ser la vida del cristiano, porque también puede acontecer que el casado ni se dirija a Dios ni se dirija tampoco a la otra parte, y puede suceder que quien no se ha casado tampoco se entrega a Dios  porque su corazón ha sido captado por otras realidades mundanas. 
Porque cuando el ser humano no se entrega totalmente a su Dios busca reemplazantes enseguida para poder entregarse y dedicarse. 
Y de ahí proviene entonces el engaño para el ser humano que no encuentra sosiego en su corazón porque no está dedicado a su Señor. 
Pidámosle a Jesús que ha venido para nuestra salvación que siga dándonos sus dones, sus gracias para que nosotros podamos crecer en nuestra vocación, ya sea en el matrimonio, en la vida consagrada, en la vida célibe, o en lo que uno esté viviendo en este momento, ya que toda vocación debe apuntar siempre a agradar a Dios.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 4to domingo del tiempo "per annum" ciclo B.  28 de enero   de 2024

22 de enero de 2024

Muéstrame, Señor, tu camino, guíame por el, porque tú eres mi Dios y mi Salvador (Salmo 24)

 


En la primera carta de san Pablo a Timoteo (2,4), el apóstol afirma que "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad", enseñando así, que si bien, Dios  eligió al pueblo de Israel para hacerlo depositario de sus promesas y, que Jesús buscaba a las ovejas perdidas de Israel, es la voluntad de Dios que toda persona sea salvada, rescatada de su pecado y pueda algún día llegar a participar de la misma vida divina.
Ese es el designio universal divino, ya que no tendría sentido crear al hombre pensando nada más que en algunos y no en todos.
De hecho, ese llamado de salvación a los paganos que no pertenecían al judaísmo, está presente en la primera lectura que acabamos de proclamar, tomada del libro de Jonás (Jon.3,1-5.10).
Jonás es enviado por Dios a predicar la conversión a Nínive, el cual se resiste, huye, pero finalmente realiza lo que Dios le ha pedido. ¿Por qué esa resistencia? porque los ninivitas eran enemigos de Israel, pero Dios quiere darle a ese pueblo la oportunidad de cambiar su estilo de vida.
Refiere el texto que a través de la predicación de Jonás, los ninivitas hicieron penitencia, se convirtieron y cambiaron su modo de proceder, de manera que Dios se arrepiente y no castigará a ese pueblo que antes estaba sumido en el pecado.
Si tomamos el texto del evangelio (Mc.1, 14-20), observamos que proclama la necesidad de la conversión. En efecto,  Jesús comienza a recorrer Galilea, habitada por judíos y paganos, diciendo "El tiempo se ha cumplido; el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio", conversión que incluye un cambio de mentalidad y  modo de proceder, a su vez, es el momento oportuno, porque es lo que se llama el Kairós, el tiempo favorable, porque coincide con la presencia de Jesús en este mundo.
Ahora bien, si Jesús está presente entre nosotros, hace ese llamado a la conversión, a saber optar, a elegirlo a Él y tomar la enseñanza que  transmite como el camino necesario para vivir en la comunión con Dios y llegar algún día a la meta salvadora prometida.
A su vez, san Pablo afirma en la segunda lectura (1 Cor. 7, 29-31) que "la apariencia de este mundo es pasajera", y no se refiere al término cronológico  de la humanidad, sino que está hablando del momento propicio justamente para el hombre, para su salvación, que es el del encuentro con Jesús y que no debe el ser humano apegarse a cosa alguna como si fuera algo definitivo.
Para puntualizar esto, dirá cinco veces "como si", de modo que "los que tienen mujer, vivan como si no la tuvieran; los que lloran como si no lloraran; los que se alegran como si no se alegraran; los que compran como si no poseyeran nada; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran", o sea, no apegarse a nada, no absolutizar absolutamente criatura alguna en este mundo porque el absoluto es Dios al cual estamos llamados a adherirnos permanentemente.
Se trata de un llamado urgente a la conversión que hace  Jesús a toda la humanidad, a comenzar una nueva vida, a buscar siempre  imitarlo, a no tener como modelo a este mundo pasajero, sino a Él que enseña y llama a la perfección, que permite que vivamos en orden a nuestra salvación o felicidad, no sólo después de la muerte sino ya en este mundo.
En efecto, solamente en comunión con Dios el hombre encuentra aquí sosiego, paz y puede sobrellevar las dificultades que la vida de cada día le  presentan.
Pidamos entonces a Jesús que nos dé su gracia para que seamos capaces de ver este momento en el cual vivimos como momento de salvación, como instante en que el Señor convoca a una vida nueva.
Contemplar cómo el Señor comienza a predicar por la Galilea y elige para esta misión a los primeros discípulos, se acerca a Simón y a Andrés y luego a Santiago y Juan y les dice "síganme, yo los haré pescadores de hombre" y ellos dejando las redes lo siguieron.
Quiera Dios que también  nosotros sepamos dejar de lado las redes de este mundo que atrapan, las redes que muchas veces  impiden continuar en la imitación de Cristo, las redes que consideramos no pocas veces más importante que ir tras los pasos del Señor.
Que su gracia entonces nos ilumine, nos dé fuerza para vivir este cambio de vida que se nos ofrece desde la Palabra de Dios.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 3ero domingo del tiempo "per annum" ciclo B.  21 de enero   de 2024

15 de enero de 2024

El apartarse de Dios implica que no seamos felices y busquemos sustitutos que pretenden hacer creer que allí está la verdadera felicidad.

 


San Agustín permaneció durante muchos años desorientado en su vida buscándole un sentido, hasta que llegó el momento de su conversión,  contribuyendo mucho para la misma, la oración y las lágrimas de su madre que sería después Santa Mónica.
A su vez, San Agustín reconoce una vez convertido, que en los momentos de oscuridad de su alma, Dios se le mostraba permanentemente, pero él no lo sabía descubrir, reconociendo que su corazón  inquieto sólo encontró paz cuando descansó en Jesús.
Con su propia experiencia, el futuro obispo de Hipona, enseña que el sentido de la vida de toda persona  está puesto en el encuentro con Dios, de modo que si el ser humano no se encuentra con su Creador, no se hace amigo de Él y no lo busca permanentemente, vivirá a la deriva, en la oscuridad de su alma, contemplándose a sí mismo pero no a su Señor, porque el fin último del hombre es precisamente la contemplación de Dios.
En este sentido recordemos que nada ni nadie puede impedir el encuentro con Dios, ya que en esta vida perdemos todo o podemos perderlo, sin que dependa  de nuestra voluntad, pero la amistad con el Creador sólo necesita del ser humano su respuesta.
Dios siempre está deseoso de que nos unamos a Él, por eso como refiere la primera lectura (I Sam.3, 3-10) llama a Samuel tres veces, el cual será ayudado por el sacerdote Elí -quien hará las veces de lo que hoy llamamos un director espiritual-, que le indica cómo responder ante un nuevo llamado,  por lo que Samuel  responde a Dios, cambiando totalmente su vida  al asumir un papel muy importante en la vida del pueblo de Israel, y no dejando caer en el olvido ninguna palabra divina.
Sin embargo, Dios no solamente llama a nuestro corazón cuando estamos dispuestos a seguir su voluntad, sino que  también   hemos de buscarlo, y en la búsqueda también aparece la figura del mediador, y así, Juan Bautista  dirá a Andrés y a Juan ante la aparición de Jesús,  "este es el Cordero de Dios" (Jn. 1, 35-42). 
Estos dos discípulos de Juan quedaron impactados con la persona de Jesús y comienzan a seguirlo, el cual  les preguntará que buscaban, a lo que responden:"¿Señor dónde vives?" a lo que responderá  "vengan y lo verán" cambiando  la vida de estos dos hombres que de discípulos de Juan se convierten en seguidores de Jesús, lo cual no molesta al Bautista porque siempre tuvo en claro que debían seguir al que venía detrás suyo y al cual  él  preparaba el camino de ese encuentro.
Andrés está entusiasmado y va en busca de su hermano Simón diciéndole "hemos encontrado al Mesías", de manera que han entendido perfectamente que el Cordero de Dios es el Mesías anunciado desde antiguo. Simón es llevado ante Jesús quien le cambia el nombre anticipando algo especial para él pero que todavía no está preparado para entender a fondo lo que esto significa.
Llegará  el momento en que Jesús le diga a ambos hermanos "síganme que los haré pescadores de hombres".
Ahora bien, para entender lo que es ser discípulo del Señor hemos de buscar a Jesús para que nuestra vida sea iluminada totalmente por su presencia  ya que quiere  transformarnos y,  que una vez que se dé ese encuentro, vayamos a buscar a otros para que también lo sigan.
De allí que nuestra misión en este mundo debe apuntar siempre a tratar de que el mayor número de personas se encuentre con Jesús, porque esto inclusive refiere a la verdadera felicidad del hombre. Estamos inmersos en una cultura donde Dios ha desaparecido de la escena personal y social y el ser humano recorre la vida habiendo muchas veces perdido el sentido de la existencia, o para qué está en este mundo y por qué es necesaria la amistad con Dios.
En efecto, hemos de comprender que el apartarse  de Dios implica que no seamos felices y busquemos sustitutos que pretenden hacer creer que allí está la verdadera felicidad.
Por eso es  importante lo que enseña san Pablo hoy refiriéndose al tema concreto de la lujuria (I Cor. 6, 13-15.17-20). Él veía en muchos de los cristianos de Corinto que pensaban que la vida desarreglada en el ámbito de la sexualidad no impedía que pudieran amar al Señor, por lo  que el apóstol  habla con toda claridad y dice la verdad y no tiene miedo a lo que la sociedad griega pudiera decirle.
Él debe predicar a Jesús y por eso dirá que nuestros cuerpos no nos pertenecen, ya que por el bautismo pertenecemos a Cristo nuestro Señor, somos templos del Espíritu Santo, nos hemos hecho uno con Jesús y ese cuerpo también debe dar culto a Dios nuestro Señor.
En efecto, no solamente  honramos y adoramos a Dios con nuestra alma, sino también con nuestro cuerpo, sabiendo que precisamente la lujuria, el desenfreno sexual, hace que el hombre se autocontemple a sí mismo, se extravíe en un camino que realmente lo aparta permanentemente de Dios.
De allí la importancia que tiene el profundizar, ahondar en nuestra unión con Cristo que nos ha redimido con la muerte en cruz y así podamos avanzar en una existencia totalmente nueva, no alejándonos  sino acercándonos más y más a su Persona.
Hermanos: estemos  atentos para escuchar la voz de Dios como Samuel, dispuestos a buscar a Cristo para poder ser amigos de Él y convencidos que para el cumplimiento de los mandamientos se nos entrega el don del Espíritu Santo.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 2do domingo del tiempo "per annum" ciclo B.  14 de enero   de 2024

8 de enero de 2024

Sintámonos transformados interiormente por la venida del Señor y busquemos siempre seguirlo e imitarlo a Él,

 


Concluimos el tiempo de Navidad con esta fiesta del bautismo del Señor, que  marca el comienzo de su misión entre los hombres.
Aparece en escena Juan Bautista (Mc.1, 7-11) admitiendo que no es el Mesías, que detrás suyo vendrá alguien  más poderoso,  que no es digno de desatar la correa de sus sandalias, que bautiza con agua, es decir, convocando a la conversión, pero el que viene detrás suyo, bautizará con el agua y el Espíritu Santo.
De manera que con esa declaración, Juan el Bautista deja bien claro quién es él, qué no es él y quién vendrá detrás suyo.
Inmediatamente el texto bíblico señala que Jesús fue bautizado por Juan en el Jordán.
El evangelista san Marcos es muy escueto en su relato, está presente lo esencial, mientras que Mateo y Lucas se explayan un poco más, 
Podemos imaginarnos a Jesús que hace  fila para ser bautizado junto a soldados y personas de todo tipo que buscan convertirse de su mala vida, atraídos por la prédica de Juan.
Jesús no necesita ser bautizado, pero con ese gesto quiere manifestar su solidaridad con toda la humanidad y marcar ya de entrada que Él viene a perdonar los pecados del mundo, de todas las personas, por medio del sacramento del bautismo. 
El sacramento del bautismo queda anunciado cuando Jesús sale del agua, se abren los cielos y el Espíritu Santo desciende sobre Jesús. Jesús ya es el ungido del Padre, pero este venir del Espíritu al Señor es para que Él a su vez lo transmita y lo entregue a los demás. Y ahí en el bautismo de Jesús, al sumergirse en el agua, ya está anunciando su muerte, y al salir del agua está anunciando su resurrección. 
De tal manera que el bautismo de Jesús tiene una relación estrecha con el misterio pascual y a su vez una relación estrecha con nuestro propio bautismo, Jesús se hace pecado sin que haya cometido nunca alguno para que nosotros seamos perdonados. 
De manera que en este comienzo de la vida pública de Jesús, Él quiere decirle a todo el mundo, ha venido la salvación. Ha venido la salvación. Ha venido la posibilidad de una nueva existencia para todos y cada uno que se entregue a Dios, permitiéndole a Dios que transforme el corazón empecatado de cada uno. Y es ahí que se realiza una epifanía, o teofanía también, cuando se escucha la voz del Padre diciendo, Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo mi predilección. O sea, el Padre está dando testimonio de que quien se está bautizando es su Hijo hecho hombre que ha venido al mundo y que es el predilecto, por lo tanto, del Padre. Pero al mismo tiempo está anunciando que de la misma predilección gozamos cada uno de nosotros por medio del sacramento del bautismo. De manera que comienza también con el bautismo de cada uno de nosotros la necesidad, la misión de ir por todo el mundo y anunciar la salvación que nos ha traído Jesús. Así como Jesús, después del bautismo, anunciará que Él es el enviado del Padre y que viene a rescatar al hombre de su miseria y de su pecado, así también nosotros, una vez transformados por el sacramento del bautismo, hemos de anunciar esta maravilla, esta vida nueva que se opera en cada uno a través del sacramento. Porque cada uno de nosotros se transforma en Hijo adoptivo de Dios. De modo que Jesús está anunciando, anunciando no solamente la posibilidad de ser perdonados y de que el espíritu de conversión de cada uno lleva a la limpieza interior, sino que al mismo tiempo nos transformamos en hijos adoptivos del Padre, en el Hijo unigénito que es Él. El bautismo entonces del Señor lo envía y comienza Él a recorrer los distintos lugares por los que el Padre lo había enviado a predicar, a llevar la buena nueva. También nosotros, por el sacramento del bautismo,

estamos llamados, impulsados por el espíritu a predicar la buena nueva del Evangelio. No podemos callar esta transformación interior que se ha operado en nosotros. No podemos dejar de realizar la misión que se nos encarga a cada uno de nosotros. Queridos hermanos, sintámonos transformados interiormente por la venida del Señor y busquemos siempre seguirlo a Él, imitarlo a Él, reconociendo que todo lo que Jesús hace por nosotros, lo hace siempre movido por amor. Que quiere transmitirnos la predilección que el Padre tiene por Él y hacernos sentir también hijos predilectos del Padre.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor. Ciclo B. 07 de enero   de 2024

2 de enero de 2024

María se vuelve contemplativa de las maravillas de Dios, presentes en esa cuna, en ese pesebre.

 


Comienza el año civil con la solemnidad de Santa María Madre de Dios,  de modo que la misma Iglesia ruega a la madre de Jesús y nuestra, que comience a caminar ya desde el primer día con nosotros y podamos estar confiados a su maternal protección.
¡Qué hermoso poder comenzar el año de la mano de María, de la Virgen Santísima, ya que  nos asegura una protección especial y el que se vayan cumpliendo también nuestros buenos deseos! Precisamente la primera lectura de la misa  está tomada del libro de los números (Núm.. 6, 22-27) donde se destaca una fórmula de bendición que el rey o los sacerdotes impartían a todos los israelitas en las fiestas principales, pero sobre todo al comienzo del año.
Justamente hemos de pedir que Dios nos bendiga,  muestre su rostro, especialmente a través de su Hijo hecho hombre, Jesucristo, que es el rostro del Padre, que viene al encuentro del hombre.
Esta bendición que se impartía a los israelitas y que la suplicamos para nosotros, desea el don de la paz que el mundo no puede dar, ya que solamente Dios puede pacificar los corazones del hombre,  paz que al decir de san Agustín, es la tranquilidad en el orden,  gracia que solamente Dios puede otorgar y que siempre hemos de pedirla para que  podamos permanentemente dar culto  a Dios y también poder servir a nuestros hermanos.
La liturgia presenta además el texto de san Pablo que escribe a los gálatas (4, 4-7) recordando que "cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley, para redimir a  los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos".
Se deja bien en claro que el Hijo de Dios se hace presente entre los hombres naciendo de una mujer que es María Santísima, la que al decir "soy la servidora del Señor que se haga en mi según su palabra", consintió en que el Hijo de Dios se hiciera carne en su seno, y así, ella trae al mundo a Jesús, que se hace presente en la historia humana, para mostrarnos el camino que conduce al Padre, de modo  que al misterio trinitario lo vamos conociendo precisamente por medio de esta manifestación que trae Jesús. 
Estamos llamados a ser hijos del mismo Padre, por eso a través de Jesús, como destaca el texto, podemos llamarlo "Abbà", es decir, Padre,  por lo que somos sus hijos, adoptivos, pero hijos al fin.
Como hijos adoptivos, en definitiva, estamos llamados a vivir algún día junto al Padre,  al Hijo y al Espíritu Santo.
El texto del evangelio (Lc. 2, 16-21) narra el episodio en el que los pastores van a visitar al niño, y permite que imaginemos la escena.
Contemplamos a José, María y al niño recostado y, los pastores con su sencillez están allí contemplando este misterio de la sagrada familia allí presente y, comienzan a contar lo que se decía de ese niño, lo que los ángeles manifestaron comunicando que había nacido el mesías esperado, aquel que viene a salvar al pueblo y  hacernos partícipes de la naturaleza divina.
Y todo esto lo recibe María Santísima, que como madre lo guarda todo en su corazón, lo que veía, lo que escuchaba, lo que contemplaba, lo que ella sentía ante la presencia de Jesús.
María se vuelve contemplativa de las maravillas de Dios presentes en esa cuna, en ese pesebre y, los pastores después vuelven nuevamente a seguir cuidando sus ovejas, pero llenos de gozo, porque han contemplado al Salvador.
Nosotros también estamos invitados a ir presurosos y contemplar a María, José y al niño acostado en el pesebre, guardando en nuestro corazón como María, lo que contemplamos.
Guardemos entonces, lo que el Señor mostrará en nuestro corazón,  mente y vida, para que cada uno tenga una experiencia distinta de lo que es la presencia del Señor entre nosotros.
Justamente la presencia de la sagrada familia nos ayuda a tener la certeza de que ella nos acompañará siempre a lo largo de este año que comenzamos.
Hermanos: pidamos la gracia de la fidelidad a Dios, para tener una actitud de servicio a Él, y a nuestros hermanos.
Cada año que pasa ha de significar un año en el que crecemos un poco más en el camino de santidad y en el que nos asemejamos  más a Jesús, modelo para nuestra vida.

 

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en la solemnidad de Santa Marìa Madre de Dios. 01 de enero   de 2024