30 de mayo de 2023

La acción del Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, está presente en la vida del hombre desde el principio del mundo.

 

La acción del Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, está presente en la vida del hombre desde el principio del mundo. Y así, por ejemplo, en el libro del Génesis, en la descripción de la creación del mundo, se afirma que el espíritu aleteaba sobre las aguas. De esa manera, comienza la armonía en la creación, termina el caos, todo está diferenciado. 

Si recorremos el Antiguo Testamento, veremos la presencia del Espíritu también en la misión de los profetas, por medio de quienes Dios se dirige a su pueblo elegido para manifestarle su voluntad. 

En el monte Sinaí (Èx.19), cuando el pueblo, huyendo de Egipto, se encuentra con Dios para hacer un pacto, una alianza, está también presente la acción del Espíritu. De hecho, en el texto bíblico, como hemos escuchado ayer en la Misa de la Vigilia, la presencia divina se expresa con truenos, la nube que desciende, la voz de Dios que le dice a Moisés que  los israelitas serán su pueblo y Él será su Dios, si escuchan su palabra y la cumplen. 

Fue allí en el Sinaí donde, podríamos decir, se perfeccionan las distintas alianzas que hubo entre Dios y el hombre a lo largo del tiempo desde la creación.  Y los judíos celebraban justamente esta alianza del Sinaí con el nombre de Pentecostés.

En efecto,  en esta memoria consistía la fiesta del Pentecostés judío, que en un principio había sido una fiesta de agradecimiento por las cosechas, pero que después se detuvo más precisamente en la Alianza del Sinaí, cuando Dios entrega las dos tablas de la ley.

El Espíritu Santo está presente también en el momento de la crucifixión. Cuando el soldado atraviesa el corazón de Cristo, nos dice la Escritura, que en ese instante salió agua y sangre. El agua, que refiere al bautismo, la sangre a la Eucaristía. Y ahí comienza precisamente la Iglesia. Más aún, el texto bíblico destaca que Jesús dando un gran grito exhaló su espíritu, y  ese exhalar su espíritu no refiere únicamente al hecho de que Jesús muere, sino que nos entrega al Espíritu Santo para que continúe su obra. 

Pero todavía no había llegado esta manifestación a su perfección. Porque incluso cuando Jesús aparece a los discípulos, como acabamos de escuchar en el Evangelio (Jn.20, 19-23), sopla sobre ellos y dice, "reciban el Espíritu Santo" e instituye el sacramento de la penitencia, de modo que  a quienes les perdonen los pecados, les serán perdonados y, a quienes se los retengan serán retenidos.

Y Jesús sube al cielo, como habíamos destacado el domingo pasado, y los apóstoles y la Virgen están allí, expectantes, esperando la venida del Espíritu Santo. Y la ocasión fue precisamente esta.

 Jerusalén estaba colmada en ese momento por los judíos de la diáspora, o sea, aquellos que venían de distintas partes del mundo. ¿Y qué hacían ahí, en Jerusalén? Precisamente celebraban la fiesta del Pentecostés judío, de lo cual hice referencia recién. Y es entonces que el Espíritu Santo desciende sobre la Virgen y sobre los apóstoles, indicando de esta manera que viene a constituir una nueva alianza. 

Ya no es la alianza del Sinaí cuando el ser humano recibe la ley de Dios, sino que es la alianza que se ha sellado precisamente con la muerte y resurrección de Cristo nuestro Señor.

Las lenguas de fuego que descienden sobre cada uno, están indicando cómo el Espíritu los transforma interiormente, ya que son iluminados en su inteligencia, como había anticipado ya Jesús, de modo que puedan comprender lo que les enseñara por el Espíritu de la verdad.

Es en ese momento que ellos quedan totalmente iluminados por esta verdad y comprenden plenamente lo que Jesús les había enseñado. Pero al mismo tiempo, el Espíritu les da fuerza a los apóstoles, para que salgan al mundo a llevar el Evangelio, a hacerlo presente a Jesús en medio de los pueblos que existían en esos tiempos. 

Y esta manifestación de la venida del Espíritu queda clara cuando comienzan a hablar de las maravillas de Dios. Destaca San Lucas en el libro de los hechos de los apóstoles que todos, citando distintas nacionalidades, entendían perfectamente lo que los apóstoles decían.

En el Antiguo Testamento la soberbia del hombre fue castigada, cuando la pretensión de construir la torre de Babel (Gn.11,1-9) se esfuma por medio  de la confusión de lenguas, fruto del pecado que anida en el corazón del hombre.

Ahora, en cambio, con la acción del Espíritu se produce la unidad, todos entienden cuando se les habla de las maravillas de Dios. 

Pero es todo un signo también el que en todas partes del mundo se hable de las maravillas de Dios, aunque haya distintos idiomas en el mundo, todos concuerdan en el mismo mensaje del evangelio.

Damos el testimonio de la misma fe, esperanza y caridad descubriendo así  la catolicidad de la iglesia, es decir, su universalidad, su presencia en todo el mundo.

Y el Espíritu  también nos ilumina para que entendamos más perfectamente la palabra de Jesús, y nos fortalece para que seamos valientes en llevar esa palabra, y así sea conocida en nuestros ambientes, en nuestra familia, en nuestra vida cotidiana. 

De allí la necesidad de ir descubriendo los dones del Espíritu sobre nosotros y sobre todo, qué misión nos ha encomendado. 

El texto de San Pablo (I Cor.12) que hemos escuchado como segunda lectura, es muy rico expresando la acción del Espíritu Santo por medio de la diversidad de ministerios, diversidad de dones, diversidad de actividades, teniendo todo su origen en el Espíritu, que une los corazones para el servicio de la comunidad. 

Y así, cada uno debe descubrir qué quiere Dios de si, para que pongamos al servicio de la comunidad  humildemente, lo recibido.

El Espíritu continúa su vida de excelencia, podríamos decir, en cada uno de nosotros. Lo escuchábamos recién en el canto de la secuencia. Cómo va limando nuestras asperezas interiores, va templando nuestro corazón, nos ayuda a superar las pasiones, mantiene el equilibrio en nosotros para seguir creciendo en la imitación de Cristo. Pero por supuesto, todo eso necesita nuestra aceptación y colaboración con la gracia de Dios. 

Y ahora entonces, terminada la Pascua, comienza el tiempo de la Iglesia. Litúrgicamente de aquí en más continúa el ciclo litúrgico llamado del tiempo durante el año en el que iremos viviendo los distintos misterios de la vida de Cristo, reflexionando cada domingo con una enseñanza nueva del Señor y, así, siguiendo este itinerario de predicación de la Palabra de Dios podamos crecer en nuestra adhesión al Señor. 

Pidámosle al Espíritu que nos siga iluminando para conocer qué es lo que quiere Dios de nosotros y que nos siga dando fuerza ser sus testigos en el mundo.

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento San Pablo primer ermitaño en Santa Fe, Argentina, homilía en el domingo de Pentecostés. 28 de mayo de 2023.


22 de mayo de 2023

Nuestra humanidad está ya con Dios por medio de Jesucristo, anticipándose así lo que se nos ha prometido, la resurrección gloriosa final.

 

En su primer libro, esto es, en el tercer evangelio, Lucas describe la persona y obra de Jesús desde el comienzo hasta su Ascensión al cielo, haciendo hincapié en este texto en los últimos momentos del Señor.

En efecto, recuerda la pasión, la muerte y la resurrección del Señor, cómo se apareció muchas veces a sus discípulos, dejándole instrucciones acerca de cómo continuar su obra en este mundo, y refiriéndose al acontecimiento de la Ascensión al cielo, cuando reunidos los once apóstoles en Galilea tal como se les había indicado, retorna con su humanidad junto al Padre.

Es interesante observar cómo se quedan todos impresionados con este hecho mirando hacia el cielo, pero es en ese momento que dos hombres vestidos de blanco, dos ángeles enviados por Dios, afirman que tal como se ha ido, Jesús volverá, por lo que deben dejar de mirar a lo alto.

¿Qué han de hacer?  Salir a misionar, a predicar, tienen que continuar con la obra del Señor, y así en el texto del evangelio (Mt. 28, 16-20) Jesús dirá que han de dirigirse a todo el mundo haciendo nuevos discípulos, bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñando a todos a cumplir lo que Él ha mandado, prometiendo permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos.

En síntesis, la obra del Señor ha de continuar a través de ellos, es decir, por medio de la Iglesia y, esa misión no estará concluida hasta que no se haya extendido por todo el mundo el Evangelio, la buena noticia de la salvación.

Por eso, es muy importante tomar el compromiso que de alguna manera Jesús nos pide asumamos después de su Ascensión al cielo.

Ahora bien, ¿qué hace Jesús en el cielo? Encontramos una descripción sencilla en la segunda lectura (Ef. 1, 17-23). San Pablo desea a estos cristianos que Dios los ilumine y les dé la sabiduría necesaria, - que también hemos de pedir nosotros- para entender lo que ha significado la presencia del Hijo de Dios hecho hombre entre nosotros, de manera de valorar la esperanza a la que hemos sido llamados.

Y entonces para que no quede duda alguna, señala el apóstol que Jesús está junto al Padre, ha ascendido a los cielos y está allí sentado a su derecha, una expresión muy típica de la Sagrada Escritura que indica justamente la cercanía con Dios Padre y el Espíritu Santo, constituyendo la Santísima Trinidad con ellos.

Pero es aquí que hay un dato muy importante. Está presente Jesús. ¿Qué significa que está presente Jesús? Que no solamente está el Hijo de Dios, sino que está el Hijo de Dios hecho hombre.

Nuestra humanidad está ya con Dios por medio de Jesucristo. Una humanidad gloriosa. Se anticipa ya lo que se nos ha prometido a nosotros, la resurrección final, la resurrección de los muertos.

Si bien cuando morimos se produce la separación del alma y del cuerpo, al fin de los tiempos todos resucitaremos, y lo haremos con un cuerpo glorificado, un cuerpo distinto.

Santo Tomás en la Suma Teológica, por ejemplo, describe las cualidades de un cuerpo resucitado, partiendo incluso del cuerpo resucitado de Jesús, de manera que nosotros aquí, desde la fe, de alguna manera tendemos a esa vida eterna que se nos promete, por medio del deseo de eterna juventud que tenemos a pesar del envejecimiento, respondiendo a la certeza de que nuestros cuerpos serán transformados, glorificados.

Y eso hace que el ser humano, desde la fe, tienda a ese encuentro definitivo con Dios. A su vez, Jesús promete estar con nosotros hasta el fin del mundo, hasta el fin de los tiempos. No solamente a través de la Eucaristía, de los sacramentos, sino que está presente en su Iglesia.

A su vez, San Pablo afirma en la carta a los efesios que Cristo es la Cabeza del Cuerpo Místico que es la Iglesia, explicando qué significa esto (I Cor.12).

En efecto, San Pablo expone (I Cor. 12,12-27) que, así como en un cuerpo hay muchos miembros y cada uno tiene una finalidad para el bien de todos, la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, está compuesta de muchos miembros y, cada uno tiene una misión necesaria que no la podemos dejar de lado, de modo que, así como la mano no puede decir al pie no te necesito, ni el pie a la mano lo mismo, en el Cuerpo Místico que es la Iglesia nadie puede decirle a otro que no lo necesita.

Incluso, aunque el prójimo esté alejado de Dios por el pecado y le falte la caridad, sigue formando parte de la Iglesia y, a esa persona tenemos que llevarle también el mensaje de salvación que nos dejó Jesucristo, ya que como Iglesia estamos llamados a la misión.

Por lo tanto, hay un encuentro necesario con el mundo, en el cual estamos insertos, para hacer presente a Jesús.

Es cierto que Jesús les deja el mandato a los apóstoles de ir y bautizar dando testimonio, pero la Iglesia no está formada únicamente por los apóstoles, por sus sucesores, o sea, por la jerarquía de la Iglesia, el papa, los obispos, sacerdotes, sino por todos los bautizados, porque es el bautismo el que nos incorpora al cuerpo Místico que es la iglesia.

Atentos a ello, se pueden dar dos dificultades o dos errores en nosotros, sin darnos cuenta. El quedar como los discípulos mirando al cielo, y por lo tanto toda la preocupación pasa por lo espiritual, lo místico, prescindiendo totalmente de lo demás, olvidando que lo espiritual y lo místico debe estar encarnado, o sea, tenemos que estar con los pies en la tierra.

Pero puede darse también que el creyente se quede únicamente con lo terrenal, dejando fluir la vida, pensando que algún día le tocará llegar o no al encuentro de Dios, ocupándose solamente de sí mismo.

Por eso la necesidad de incorporar esta realidad, la mirada al cielo, para no olvidarnos que ya estamos presentes con Jesús y, la mirada en la tierra para darnos cuenta que tenemos que transformar las realidades temporales haciendo presente a Jesús, teniendo esa pasión para que la mayor parte del mundo, las personas, puedan encontrarse con Jesús.

No puedo quedarme tranquilo en paz, sabiendo que hay alguien en la familia, o en un grupo de amigos, o en el trabajo, que no acepta a Jesús.

Es en las realidades temporales donde debemos dar testimonio de vida, que puede ser con la palabra, si es posible que ésta sea aceptada o escuchada al menos, o la otra posibilidad, si sabemos que no nos van a escuchar, llevando una vida acorde con la fe que hemos recibido.

Queridos hermanos, esta existencia de resucitados y de aquellos que han ascendido con Cristo debe prolongarse a través del tiempo. Y así estamos de alguna manera entre el cielo y la tierra, viviendo acá, pero añorando lo que todavía no se ha dado en nuestra existencia.

 

 

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño en Santa Fe, Argentina. Homilía en la Ascensión del Señor. Ciclo A. 21 de mayo de 2023

15 de mayo de 2023

El seguimiento de Cristo debe continuar a través del tiempo, prolongando así la resurrección del Señor, que es “el misterio de fe que celebramos”.

 

En las lecturas de este domingo contemplamos cómo se sigue viviendo la maravilla de la resurrección de Cristo en lo que refiere a la propagación del Evangelio por los seguidores del Maestro.

Esta vez es Felipe (Hechos 8,5-8.14-17) quien evangeliza en tierra de Samaria donde los espíritus impuros huyen, los enfermos sanan y la gente se adhiere a Cristo nuestro Señor, desbordantes de alegría por haber creído. Es por eso que los apóstoles Pedro y Juan son enviados a ese lugar y le transmiten el don del Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, a todos los que abrazaron la fe.

El Espíritu Santo es aquel del cual habla Jesús en el texto del Evangelio (Jn. 14,15-21), es el Espíritu de la verdad, el Espíritu que nos hará libres para llevar a todo el mundo o a la sociedad en la cual estamos insertos, el mensaje de Jesús, sin temor alguno por las persecuciones que esto suscite.

Precisamente recuerda San Pedro (I Pt. 3,15-18) que es preferible sufrir haciendo el bien que sufrir porque hemos hecho el mal. En definitiva, la predicación de la verdad y del bien siempre trae consigo el rechazo de este mundo que no recibe al Espíritu de la verdad, porque no lo vio ni conoció.

El seguimiento de Cristo debe continuar a través del tiempo como lo pedíamos recién en la primera oración de la misa, de modo que prolonguemos a lo largo de esta vida “el misterio de fe que celebramos”.

A su vez, Jesús va preparándose para el momento de su Ascensión -fiesta que celebraremos si Dios quiere el domingo próximo- diciéndonos claramente que si lo amamos hemos de guardar sus mandamientos.

¿Qué significa guardar los mandamientos? no guardarlos en un cajón y olvidarnos de ello, para sacarlos a relucir en algún momento de nuestra vida, sino que significa incorporar la vivencia de los mandamientos en este caminar hacia la Patria celestial.

La vivencia o el cumplimiento de los mandamientos que constituye una obligación para cada uno, no refiere a algo impuesto desde afuera contra nuestra voluntad, sino que es un vínculo de amor que liga a las personas.

En efecto, así como los esposos están obligados a amarse mutuamente y esto porque están unidos por el Sacramento del matrimonio, así también estamos ligados a Cristo nuestro Señor y llamados a vivir sus mandamientos porque es el amor lo que nos une, porque es Cristo el que entregó su vida por todos y es Aquel que ofrece una enseñanza clara de lo que significa el amor, la obligación del amor, en su relación con el Padre del cielo.

¿Cómo vive Jesús entre nosotros su amor al Padre? escuchando su voluntad y llevándola a cabo. Y así, aunque fuera desagradable padecer y morir en la Cruz, comenzó a vivir Jesús en el huerto de los Olivos la voluntad divina.

El amor divino significó un sacrificarse por todos y cada uno de nosotros, porque el amor siempre es renuncia a los propios sentimientos, impulsos o pasiones, para hacer entrega personal al Señor como Él se entregó por cada uno de nosotros.

Es cierto que vivir esto no es cosa fácil, pero Jesús nos promete enviar a otro Paráclito, el Espíritu de la verdad, otro abogado. Y dice “otro” porque Él es el primer abogado delante del Padre por cada hombre, ya que aboga y defiende ante el Padre y da la cara en la cruz por cada uno, por lo que el seguimiento de Cristo significa también la docilidad al Espíritu.

Por otra parte, la vivencia de los mandamientos no es solamente la vivencia de lo que hemos aprendido en la Antigua Alianza, sino la perfección que ha traído Jesús, que no ha venido a cambiar la ley de Dios, sino a darle plenitud.

Y así, si hay un mandamiento que enseña no mentir, Jesús lo planifica haciéndonos ver que es necesario además de eso, defender la verdad.

Si hay un mandamiento que dice no robarás, Jesús le da plenitud enseñándonos a ser generosos.

Si hay un mandamiento que dice no fornicar, no solamente implica no caer en alguno de esos pecados sino también tratar de imitar la pureza de Jesús recordando aquello que el mismo Señor dijera: “bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios”

Y así, podríamos recorrer cada uno de los mandamientos y sus perfecciones, que constituyen un camino seguro para el seguimiento del Señor.

De esta manera, queridos hermanos, nos preparamos para que el Espíritu que nos enviará Jesús, que es el amor entre el Padre y el Hijo, perfeccione la obra del Señor en nosotros y mantenga en cada uno la fidelidad al seguimiento de Cristo muerto y resucitado.

 

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño en Santa Fe, Argentina. Homilía en el VI domingo de Pascua. Ciclo A. 14 de mayo de 2023.

8 de mayo de 2023

Constituimos la Iglesia como piedras vivas, fundados sobre Cristo nuestro Señor, piedra angular, camino, verdad y vida.

 

La primera lectura menciona uno de los problemas suscitado en la comunidad de los creyentes formado por seres humanos, por lo que no es de extrañar el surgimiento de conflictos (Hechos 6,1-7).

Los helenistas se quejan contra los hebreos porque no se atendía a las viudas de su comunidad en la distribución de los alimentos.

El asunto llega a los apóstoles, los cuales buscan resolver la cuestión. Pero dejan un principio bien claro, nosotros nos dedicamos a la oración y al anuncio del Evangelio por eso ustedes mismos elijan a siete hombres probos para que se encarguen de un ministerio que le vamos a dar.

Y así eligen a siete, les imponen las manos y queda así constituido el orden del diaconado. Son los primeros diáconos que hay en el seno de la iglesia y comienzan precisamente a atender con actitud de servicio a las necesidades de la comunidad. Y todo esto es mirado por la gente que alaba a Dios, Incluso dice el texto que sacerdotes, que eran obviamente de cultos paganos, se hacían bautizar, querían formar parte de esta nueva Iglesia.

Esta nueva Iglesia que, como señala el apóstol San Pedro, en la segunda lectura (I Pet. 2,4-9) tiene como piedra angular a Cristo.

Se trata de la piedra que rechazaron no pocos por falta de fe, pero aquellos que aceptaron a Jesús como piedra viva y se asentaron sobre Él como piedras vivas, como sucede con nosotros en la actualidad, constituyeron, un edificio espiritual, la Iglesia.

Vemos entonces cómo se deja bien en claro que nosotros constituimos esa Iglesia como piedras vivas, fundados sobre Cristo nuestro Señor, originándose de este hecho nuestra fortaleza y solidez, en la fe, en la esperanza y en la caridad.

En la medida que aceptamos a Cristo, fuimos sacados del pecado para constituir, por lo tanto, una Nación Santa, los elegidos de Dios, aquellos que ofrecen sacrificios espirituales al Padre de las Misericordia.

Todo este ideal de lo que ha de ser la vida del creyente, obviamente, como decía, tiene su sustento, su apoyo, en Cristo como piedra angular. En el texto del Evangelio Jesús mismo nos da mayores precisiones (Jn. 14,1-12). Él dice que es el camino, la verdad y la vida. Es muy importante tener en cuenta esta afirmación. No es un camino más, no es una verdad más, no es una vida a medias, sino plena. Y en la medida en que el bautizado tenga esto bien en claro y lo viva en profundidad, la existencia en el orden de la fe es totalmente diferente.

Precisamente, hoy en día, no pocos bautizados dejan de lado a Cristo como camino y buscan otros caminos, siguen atajos que pueden parecer más cortos, más breves para llegar a la meta, pero que llevan a la confusión.

Por ejemplo, es notable hoy en día cómo dentro de la misma Iglesia Católica se va percibiendo a no pocos bautizados con determinados problemas de índole espiritual, fenómenos extraños en su vida y también en sus casas, e inmediatamente se piensa en una influencia demoníaca, en algo que no tiene una explicación racional.

Pero analizando las causas, inmediatamente caemos en la cuenta que con mucha facilidad el creyente va detrás de otras cosas, busca otros caminos queda encandilado y seducido por las cosas que ofrece el mundo y así se va metiendo en la cabeza formas nuevas de oración que estimula Instagram, la influencia del reiki, las energías de no sé qué que en apariencia hacen muy bien para nuestra salud, decimos, o para nuestra vida interior y, todo eso bajo una aparente religiosidad hace que vayamos dejando el verdadero camino que es Cristo nuestro Señor.

Desde la fe, si el ser humano cree que Cristo resucitado es el Hijo de Dios vivo, tiene que caer en la cuenta que no le debe nada a nadie ni a nada, ni a ninguna otra forma de concebir la vida espiritual porque en Cristo lo tenemos todo.

La verdadera energía es la del Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad que viene a nuestro encuentro, pero obviamente por Cristo nuestro Señor.

Jesús también dice que es la verdad, y hoy nosotros muchas veces coqueteamos con distintas verdades. Y así se dice, “Yo tengo mi verdad, vos tenés tu verdad, la otra persona tiene su verdad”, y caemos en un relativismo de la verdad, de la moral, e incluso de nuestra fe.

Y muchas veces en nuestra vida cotidiana caemos en el sincretismo, o sea, vamos sacando distintos elementos de distintas formas religiosas y nos creamos una nueva religión, y no caemos en la cuenta que nos alejamos de la verdad que es Cristo nuestro Señor.

A su vez, Cristo es también la vida, vida en plenitud, porque Él es el único que conduce al Padre del Cielo, es el único que dice “yo les voy a preparar un lugar en la casa de mi Padre y después los llevaré conmigo”.

La vida plena es la vida con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, es la vida en plenitud que nos ofrece Jesús permanentemente. Por eso es muy importante recuperar nuestra fe, buscar la solidez de nuestra fe en Cristo.

Es necesario no dejarnos distraer y seducir por otras cosas que pueden ser interesantes, pueden acaparar nuestra atención en algún momento, pero que en el fondo no nos llevan a la verdadera vida cristiana de fe en Cristo.

Por otra parte, así como Cristo está en el Padre y el Padre en Cristo, Jesús nos promete que también nosotros, si lo seguimos a Él, estaremos junto al Padre del Cielo.

Queridos hermanos en la fe: Aprovechemos este tiempo de Pascua para ir al encuentro entonces de Jesús resucitado, para que Él como camino, verdad y vida nos muestre la existencia nueva que podemos llevar.

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño en Santa Fe, Argentina. Homilía en el V domingo de Pascua. Ciclo A. 07 de mayo de 2023.