28 de agosto de 2023

Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos! (Ps. 137)

 El apóstol San Pablo (Rom. 11,33-36), en el texto que acabamos de proclamar y escuchar, enseña que a Dios sea dada toda gloria eternamente porque "todo viene de Él, ha sido hecho por Él, y para Él",  con su providencia mantiene todo lo creado y es la meta de la existencia humana, de nuestro caminar por este mundo. 

A su vez,  describe qué insondables son los designios divinos e incomprensibles sus caminos, y "¿Quién le dio algo , para que tenga derecho a ser retribuido?"
¿Quién se atreverá a  juzgar lo que quiere Dios del mundo, de cada uno de nosotros ya que es grande su ciencia, y su sabiduría?.
Estas expresiones nos ubican inmediatamente en el hecho de que, comparándonos con el conocimiento, el designio y voluntad de Dios, nunca entenderemos totalmente lo que Él quiere de este mundo, y de cada uno de nosotros, aunque si nos consta que desea la salvación de cada persona y que llegue al conocimiento de la verdad (I Tim. 2,4).
Sin embargo,  a veces pareciera  que Dios es contradictorio en lo que pide y en lo que hace, por ejemplo, eligiendo Jesús a Pedro como cabeza, como fundamento de su Iglesia, sabiendo perfectamente que el apóstol lo traicionará cuando llegue el momento de la pasión. 
Después de la resurrección, pondrá a prueba el amor de Pedro, preguntándole  tres veces, ¿me amas más que estos?, en relación con los otros discípulos, por lo que contemplando el recorrido existente en esta relación entre Jesús y Pedro, nos resulte incomprensible.
Como también resulta incomprensible eligiendo a sus discípulos de entre hombres rudos, pescadores, sin ciencia, para enviarlos a evangelizar al mundo transmitiendo la verdad recibida.
Es que la fuerza viene de Dios, no del hombre, son sólo instrumentos en manos suyas, llamados a la docilidad a Cristo.
De hecho,  San Pablo recuerda que Dios elige lo débil de este mundo para confundir a lo fuerte, al que nada sabe,  para confundir a los sabios, al que nada es para enfrentar al que se cree algo. 
Por eso es importante tener en cuenta que el camino del Señor, la historia de vida que  propone, es muy diferente a lo que  entendemos no pocas veces, de allí, la necesidad de hacernos pequeños delante suyo para entender y comprender qué es lo que quiere del mundo, de la sociedad, de la Iglesia, de cada persona que viene a este mundo.
Siguiendo con el texto, notamos que Jesús le pregunta a sus discípulos (Mt. 16,13-20) qué dice la gente de Él. La respuesta deja en claro que para la gente es un profeta, ya sea Elías, ya Jeremías o algún otro, sin dejar de lado a Juan Bautista. 
Pero Jesús avanza y repregunta acerca del pensamiento de los discípulos sobre su identidad, quiere saber lo que creen ellos.
Tomando la palabra Pedro responde: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". No solamente el Mesías, porque podría entenderse esto como un Mesías político, como esperaban no pocos, sino el Hijo de Dios vivo, que está por encima de todo mesianismo mundano.
Ante lo cual, Jesús asegura que esta revelación es fruto de la manifestación del Padre que está en el cielo, no es una deducción humana, sino que se le ha manifestado desde arriba. 
Esto incluye, por lo tanto, la elección que Jesús hace de Pedro para que sea  piedra de la iglesia que va a fundar y que nacerá de su costado abierto en la cruz. 
Asimismo para llevar a cabo su misión, le da el poder de atar y desatar, como les otorgará también a todos los discípulos después de su resurrección, haciendo mención precisamente y sobre todo, al sacramento de la reconciliación, el del perdón y de la misericordia.
Pero esta afirmación de Pedro lo compromete más y más con Jesús, no puede hacer lo que quiera, ya que tanto él como todos sus sucesores, los papas de todos los tiempos, están unidos a esta afirmación primera: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". 
De modo que el sumo pontífice no es un monarca absoluto que puede cambiar esta verdad acerca de la identidad de Jesús, sino que ha de transmitir siempre la verdad que justamente tiene su origen en esta primera afirmación: "Tú eres el Hijo de Dios vivo". 
De manera que todo lo que ha enseñado Cristo, nuestro Señor, debe ser transmitido fielmente, asegurado y defendido, llegado el caso, como a lo largo de la historia de la Iglesia lo han manifestado, por ejemplo, los mártires. 
Ahora bien, esta pregunta también está dirigida a cada uno de nosotros. Y así, Jesús nos pregunta: ¿Quién soy yo para ti?. Y nosotros, ¿Qué les vamos a responder? ¿Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo? ¿Pero es algo dicho de labios hacia afuera o es una respuesta que implica una vivencia absoluta de que Jesús es el Hijo de Dios vivo, y que también nos compromete a cada uno de nosotros a vivir conforme a esta afirmación de fe?. 
Si Jesús es el Hijo de Dios vivo, debo trabajar permanentemente para que sea su amigo, para transmitir su enseñanza, para defender los principios que me ha dejado. La vida del cristiano tiene que ser una manifestación permanente de esta verdad, y que, por lo tanto, es fundamental estar en unión con el Señor y vivir conforme a lo que Él nos pide,  enseña, a lo que Él nos llama. 
También nosotros estamos convocados a esta fidelidad, a esta afirmación de fe, pero como el Señor sabe también de nuestras debilidades, no pocas veces, a pesar de nuestras caídas, vuelve a repetir lo que hiciera con Pedro: "¿Me amas más que estos?" ¿Tienes deseos de cambiar, de retomar el camino de la verdad y del bien? Con la ayuda de la gracia de Dios siempre hemos de responder: "Señor, Tú sabes que te amo, Tú lo sabes todo. Yo quiero vivir conforme a esta verdad de que Tú eres el Hijo de Dios vivo".

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXI del tiempo durante el año. Ciclo A.  27 de agosto de 2023


21 de agosto de 2023

¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman los confines de la tierra (Ps. 66)

 

La idea central de los textos bíblicos de este domingo es la del llamado de Dios a la salvación a todos los pueblos de la tierra. 

Es decir, considerar no sólo al pueblo de Israel elegido en primera instancia, sino a los demás pueblos de la tierra, a los que conocemos con el nombre de paganos, aquellos que no creen en el Dios de la Alianza Sinaítica, para lo cual recorramos los textos bíblicos. 
El primer texto es del profeta Isaías (56,1.6-7) en el que el profeta hablando en nombre de Dios le dice a los israelitas que observen el derecho y la justicia porque muy pronto llegará la salvación divina y está por revelarse su justicia. 
Pero al mismo tiempo menciona a los extranjeros "que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus servidores, a todos los que observan el sábado sin profanarlo y se mantienen firmes en mi alianza, yo los conduciré hasta mi santa montaña". Estos extranjeros serán colmados de alegría en la casa de Dios siendo aceptados sus sacrificios "porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos".
O sea, los paganos que tratan de agradar a Dios y de seguir su voluntad, son recibidos al pueblo de la salvación, están invitados a asistir a la casa de oración y todos conformarán el pueblo elegido. 
Esto que señala el profeta Isaías lo vemos realizado concretamente en la descripción que hace el texto del Evangelio (Mt. 15,21-28). 
Jesús entra en territorio pagano, o sea que no sigue la religión del judaísmo, Tiro y Sidón, y se encuentra con esta mujer cananea que le pide que cure a su hija que está atormentada por un demonio. 
Es interesante que ella lo llame hijo de David, mostrando un esbozo de fe incipiente, al reconocer que Jesús es del linaje de David.
Y Jesús aparentemente no le hace caso, de alguna manera la hace pasar por esta prueba del silencio como si a Él no le interesara lo que  pedía, ante lo cual esta mujer vuelve a insistir, mostrándose después el poder que tiene la oración insistente. 
¡Señor, ten misericordia de mí! será la súplica,  con lo que la curación de la hija significará también compadecerse de la cananea.
Los discípulos, por su parte, pedirán a Jesús  que la atienda porque los persigue con sus gritos, y esto sucede porque está latente en los apóstoles esa mentalidad de sacarse el problema de encima cuanto antes. 
Cómo cuesta realmente entender la pedagogía de Jesús que es siempre de cercanía con el dolor de la gente e, imitarlo en la vida diaria. 
Sin embargo, Jesús dirá todavía algo sorprendente, "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel", aunque se encuentre en tierra extranjera, porque desea, con su posterior obrar, que sus discípulos entiendan que Él vino a socorrer a toda la humanidad.
Por lo que Jesús le dirá a la mujer suplicante que "no está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros". 
No olvidemos que los judíos llamaban perros a los paganos, pero Jesús suaviza el término, dirá cachorros, el pan de los hijos, o sea de los judíos, los privilegios y gracias que tiene el pueblo elegido, no se lo podemos dar a los paganos. 
Y esta mujer responde sabiamente, "los cachorros comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños", como diciendo, que si bien la salvación pertenece al pueblo elegido, ella se conforma con recibir las migajas, porque no es digna de estar al mismo nivel que el pueblo elegido. 
Y Jesús entonces le va a decir "¡Qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!" Y en ese momento su hija quedó curada.
De esta manera percibimos cómo la fe va creciendo y venciendo todos los obstáculos que se le presentan a esta mujer y, Jesús con esta forma de actuar está diciendo que también los paganos están llamados a conformar un único pueblo salvado por Él en la cruz.
De manera que no solamente el pueblo judío elegido como primer destinatario de las promesas de Dios, sino todos los que también aceptan lo que la fe les propone, constituyen un pueblo redimido.
Y en la segunda lectura tomada del apóstol San Pablo a los cristianos de Roma (11,13-15.29-32), en este domingo encontramos coincidencia con esta idea central que está en Isaías y en el Evangelio. 
En efecto, san Pablo, se quejaba de la falta de fe de los judíos y que él daría su vida con tal que volvieran al redil (Rom. 9,1-5), ahora bien, en el texto hoy proclamado,  señala que por la infidelidad del pueblo de Israel, Dios tuvo misericordia con aquellos que provenían de otros pueblos.
Por lo tanto, son también elegidos del Señor y, será su conversión ocasión para que en el futuro  vuelvan a la fe aquellos que se habían apartado.
Y así exclama "Si la exclusión de Israel trajo consigo la reconciliación del mundo, su reintegración ¿no será un retorno a la vida? Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables".
Continúa, por lo tanto, el apóstol diciendo que los paganos que habían desobedecido a Dios alcanzaron misericordia por la desobediencia de Israel, así también los judíos alcanzarán misericordia ya que "Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos".
En fin, en los tres textos está presente la enseñanza de que Dios quiere que todos los hombres, se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (cf. I Tim. 2,4), porque si Dios envía a su Hijo para que hecho hombre redima a la humanidad, es para continuar con ese proyecto a lo largo de los siglos, a lo largo de la historia. 
Sería un desatino pensar que Dios va a hacer una promesa y que después no la va a cumplir. Quiere la salvación humana, pero quiere que a través de la libertad de cada uno, se acepte la presencia del Hijo de Dios en el corazón de cada hombre, de cada mujer que habitan en este mundo. 
Queridos hermanos, en Cristo nuestro Señor podemos seguir afirmando nuestra fe, crecer en el seguimiento de su persona, escuchar la sabiduría de sus enseñanzas y poder vivir cada día lo que nos propone como ideal para nuestra existencia cotidiana.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XX del tiempo durante el año. Ciclo A.  20 de agosto de 2023


17 de agosto de 2023

¡Es la reina, adornada con sus joyas y con oro de ofir!

 

En el año 1950 el Papa Pío XII define dogmáticamente que María fue llevada al cielo en cuerpo y alma, sin conocer su cuerpo la corrupción del sepulcro, que es consecuencia de la muerte. Y en esa definición dogmática, el Papa destaca que él no hace más que confirmar lo que la Iglesia ha vivido durante siglos. Es decir, la vida cristiana desde mucho tiempo antes, estaba alimentada por esta devoción particular, por esta fe particular en la Asunción de María Santísima a los cielos en cuerpo y alma.
Y así se hablaba  que María había sido asunta al cielo, se recordaba la dormición de la Santísima Virgen, o que ella había sido exaltada al cielo justamente porque estaba unida estrechamente a su Hijo, de un modo subordinado, por cierto, en todo lo que es el proceso de la salvación del hombre. 
El Papa, recordando entonces lo que enseña San Juan  Damasceno, entre otros autores y santos, y atento al peso de la Tradición en general acerca de esta verdad de fe vivida,  y al voto favorable del episcopado entonces consultado, toma la decisión y define dogmáticamente que María, terminado el curso de esta vida mortal, fue llevada al cielo en cuerpo y alma. 
Interesante esta definición dogmática que otorga seguridad y certeza a lo que la Iglesia vivió devotamente durante siglos.
María es la nueva Eva, Jesús es el nuevo Adán, y así como Jesús después de su muerte resucitó y con su ascensión, regresó al Padre, así también María Santísima, tan unida a su Hijo, luego de su muerte, fue llevada al cielo en cuerpo y alma, sin haber estado su cuerpo sometido a la corrupción del sepulcro. 
Esta verdad de fe, está fundada, por cierto, en que María es madre del Hijo de Dios hecho hombre, lo que hace de ella una persona privilegiada a los ojos de Dios.
De hecho, como es elegida para la maternidad divina, es liberada del pecado original, cosa que no ha sucedido con nosotros sino después del bautismo, y al estar destinada a ser digna morada del Salvador, debía estar ella también premiada al final de su vida para encontrarse con su Hijo eternamente. 
Hay relatos muy bellos, por ejemplo, de  san Juan Damasceno, donde imagina cómo fueron los últimos días de la Virgen en este mundo, que convocó a los apóstoles que vivían todavía y todos la despidieron con mucho cariño, con mucho afecto, sabiendo que, sin embargo, ella no se apartaba del mundo, sino que desde la gloria del cielo iba a seguir intercediendo por la Iglesia, por cada uno de nosotros. 
Y esta realidad de la Asunción de la Virgen al cielo hace que también nosotros tengamos esa esperanza firme de algún día poder encontrarnos para siempre con Ella, con Jesús y con el Padre de la Gloria, movidos siempre por ese amor que el Espíritu Santo derrama sobre nosotros a través del misterio de la gracia.
Los textos bíblicos van apuntando siempre a esta realidad de la grandeza de María. Indudablemente no hay ningún texto bíblico que hable de la Asunción, por eso la liturgia nos trae todo aquello que pueda ayudarnos a comprender este misterio. 
El libro de las Crónicas (I Crò.15, 3-4.15-16; 16, 1-2) en la misa de ayer nos hablaba de la entronización del Arca de la Alianza que contiene las tablas de la ley. Pues bien, María es llamada Arca de la Alianza porque en su seno estuvo el Hijo de Dios hecho hombre.
De María Santísima se nos habla también en el libro del Apocalipsis (Apoc. 11,19; 12, 1-6.10), como acabamos de escuchar. Allí nuevamente se menciona el arca de la Alianza, pero se avanza un poco más. Se menciona a una mujer que está a punto de dar a luz a un hijo y que el dragón, que es el espíritu del mal, busca devorar apenas nazca. 
Esa mujer que tiene un hijo varón, hace referencia clara a María y a Jesús nuestro Señor, que es el enviado del Padre, para mostrarnos a nosotros el camino de la salvación, porque al ser hijos de Dios, estamos llamados a participar de esa misma vida de Dios. 
Y el texto del Evangelio (Lc. 1,39-56) nos habla, por un lado, de lo que Isabel exclama; ¿quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a mí? Nosotros también podríamos decir, ¿quién soy yo para que la madre del Señor venga a mi encuentro permanentemente protegiéndome como madre? Sabemos que esto se concreta porque Jesús la dejó como madre nuestra una vez que estuvo a punto de morir en la cruz, y con el deseo que no quedemos huérfanos. 
Al mismo tiempo, María canta las maravillas que Dios hizo en ella: "Mi alma canta la grandeza del Señor", ya que ha sido  premiada por la gracia de lo alto, de modo que ella no puede más que exclamar gracias por todos los dones recibidos. 
A su vez, Ella va a ser llamada y recordada durante todas las generaciones, porque  a Ella se la buscará siempre, como aquella que nos protege siempre en medio de las vicisitudes de este mundo.
Queridos hermanos: la Asunción de María a los cielos está garantizando que también nosotros estamos llamados a vivir esa misma realidad, cuando al fin de los tiempos, como destaca la segunda lectura de hoy (I Cor. 15,20-27), el último enemigo, la muerte, sea vencida, para que así podamos también nosotros vivir en la gloria que no tiene fin.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.   15 de agosto de 2023

14 de agosto de 2023

¡Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación (salmo 84)!

 

Como ustedes saben, en la liturgia dominical, normalmente hay una conexión de ideas entre la primera lectura del Antiguo Testamento y el Evangelio. Y a su vez, la segunda lectura, que puede ser del apóstol San Pablo o San Pedro u otros, deja otra enseñanza que no siempre tiene relación con lo que uno observa en el Antiguo Testamento y en el Evangelio.
En este domingo, la primera lectura y el Evangelio se centran en lo que es el encuentro con la divinidad, mientras que la lectura del apóstol San Pablo nos llama la atención sobre cómo ha de ser nuestra relación con el prójimo.
Vayamos entonces abordando los distintos textos bíblicos. La primera lectura (1 Rey. 19,9.11-13) relata el encuentro en el monte Tabor entre Dios y el profeta Elías, el cual  se ha refugiado en la cueva, huyendo de la persecución de la reina Jezabel.
Elías es un defensor acérrimo de la pureza del culto a Yahvé  vulnerado por el culto a los ídolos introducido en Israel por esta perversa mujer Jezabel. Elías logra vencer a los cuatrocientos profetas paganos, que son aniquilados después de ser puestos a prueba por el profeta de Dios, lo cual deriva en su persecución.
Llegado al Horeb o monte Sinaí, el de la alianza del pueblo de Israel con Dios, Elías busca el apoyo divino y su misma purificación interior.
Dios le dice, "sal afuera porque quiero comunicarme contigo", y el texto se explaya en las teofanías o manifestaciones divinas.
En efecto, en la antigüedad sobre todo, se pensaba en la divinidad como algo tremendo, trascendente, que se manifestaba a través de signos, como el terremoto, el viento impetuoso, el fuego, que hacen que Elías se llene de temor y vuelva a introducirse en la cueva. 
Pero se da cuenta, a través de la brisa que pasa suavemente después de todas estas manifestaciones, que es allí donde está presente Dios nuestro Señor. O sea, Dios se manifiesta en la tranquilidad, en el sosiego, en el espacio de silencio que uno se brinda a sí mismo y a su vez aprovecha para esta comunicación con Dios. 
Dios no se manifiesta a través del bullicio, de lo tremendo, de aquello que inspira miedo, de los acontecimientos siniestros o nefastos que muchas veces observamos en nuestra sociedad. 
Allí ciertamente no está Dios, ya que se manifiesta de otra manera, porque quiere acercarse al hombre, no meterle miedo, quiere que el ser humano tenga confianza en Él y no ahuyentarlo de su presencia.
Más bien tenemos que ahuyentarnos de los seres humanos, que son los que meten miedo, por la inseguridad, por la corrupción, por tantas situaciones negativas, pero nunca ciertamente por Dios. 
Por medio de este encuentro, Elías sale fortalecido y decidido a seguir defendiendo la pureza de la religión que ha transmitido.
A su vez, en el texto del Evangelio (Mt. 14, 22-33) nos encontramos nuevamente con esta idea de la necesidad de encontrarse con Dios en la tranquilidad, en el sosiego. 
Jesús envía a sus discípulos a la otra orilla. Él se queda a orar, a encontrarse con el Padre,  y si bien está en comunión permanente en la Unidad Trinitaria, en cuanto hombre necesita esta comunicación, este aislamiento,  este momento de tranquilidad para estar con el Padre, previo a algún hecho de importancia.
Pero he aquí que comienza en el mar de Galilea una situación difícil para la barca que lleva a los discípulos, ya que hay viento en contra y las aguas están embravecidas. 
Recordemos que el mar embravecido es un símbolo de las fuerzas del mal, que buscan arrebatar al hombre de la salvación, y estaban los discípulos llenos de temor, porque otorgan a las fuerzas de la naturaleza, poder cuasi divino.
No olvidemos, como ya dijimos, que las religiones antiguas,  rendían culto a estas fuerzas de la naturaleza, porque las veían como algo superior, y era necesario apaciguarlas, siendo que en realidad  todo está sometido a la soberanía y providencia de Dios.
Y es  entonces que Jesús se acerca caminando sobre las aguas, y los discípulos comienzan a gritar, "es un fantasma", porque el miedo  los  agobia ya que han perdido la confianza en Dios nuestro Señor. 
Y entonces Pedro dirá, "déjame ir a tu encuentro, ven le dirá el Señor". Pero le dura poco, porque inmediatamente como no está guiado por la fe y la confianza  en Dios, se hunde en el agua. Y es ahí cuando lo rescata Cristo nuestro Señor. 
La Iglesia, como barca del Señor, hoy también es sacudida por las aguas de la ambigüedad, clérigos que exponen errores doctrinales y arrastran a muchos a la perdición, ultrajes al Señor en la liturgia, se busca agradar más al mundo que a Dios, aplaudiendo incluso aberraciones de todo tipo.
También el ser humano tiende a hundirse en medio de las dificultades y de los problemas, porque ha puesto su seguridad en sí mismo, y entonces se siente débil y frágil. Nada que ver con la fuerza del Dios trascendente, que pareciera que está lejos, pero en realidad no lo está, está con nosotros siempre, y por eso Jesús dirá, "no temas".
Y subido a la barca que se bamboleaba de un lado para el otro, el viento se calmó, porque cuando estamos con Cristo encontramos la calma, sin que esto signifique que los problemas desaparezcan, sino que aprendemos a afrontarlos de una manera distinta.
Por eso la importancia de ahondar más en nuestra relación tierna, afectuosa, permanente, profunda, con Dios nuestro Señor. 
A su vez, el experimentar la relación con Dios en forma plena, conduce a desear lo bueno para nuestro prójimo, o sea, que  se encuentre  con Dios.
Precisamente San Pablo, en este texto de la Carta a los Romanos (9, 1-5), habla del dolor profundo que tiene al ver que los de su raza, es decir, los judíos, no han sabido apreciar el misterio del cristianismo. 
Emite un grito desgarrador al ver que el pueblo judío va hacia la ruina por la falta de fe, y él mismo se ofrece a ser maldecido, si es necesario, por Dios, con tal de salvar a los de su raza. 
Está dejando entonces este hermoso ejemplo de la preocupación por la salvación de aquellos que están lejos de Dios. 
Por eso, también nosotros, al tener esta experiencia profunda de Dios, hemos de buscar transmitirla a los demás, ayudar a aquellos que están alejados, a pesar de decir que son católicos, para que también se encuentren con el Señor, y sepan valorar lo que significa ser salvados por el Rey de la Gloria. 
Pidamos esta gracia al Señor, que Él nos la va a dar en abundancia.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XIX del tiempo durante el año. Ciclo A.  13 de agosto de 2023


7 de agosto de 2023

El Señor reina, altísimo por encima de toda la tierra (Ps. 96)

 El misterio de la Transfiguración del Señor lo contemplamos siempre el segundo domingo de cuaresma y, a partir de este hecho, de esta manifestación especial de la divinidad de Jesús, sabemos que  quería preparar el corazón de los discípulos para  afrontar los momentos de su pasión, sin sobresaltos, sin desanimarse, asegurando de ese modo, que de la muerte del Señor, luego se seguiría su resurrección gloriosa, y se confirmaría  la promesa de la propia de cada persona.

A esta fiesta litúrgica que se celebra cada 6 de agosto y que estamos actualizando,  se le quiere dar no solamente ese toque que se contempla en el tiempo de cuaresma, sino descubrir su sentido  escatológico, es decir, de un acontecimiento al fin de los tiempos. ¿Qué nos dice la Sagrada Escritura? La primera lectura es del libro del profeta Daniel (7,9-10.13-14). Este libro contiene una autobiografía del profeta seguida de algunas visiones proféticas de carácter apocalíptico,  en las que manifiesta cómo los reinos, los poderes de este mundo, se desploman uno tras otro.
Ante la caída de estos reinos, por medio de una visión que tiene, el profeta contempla a un anciano que resplandece transfigurado, que refiere a Dios Padre por cierto, que se sienta en un trono,  al cual millares  le rinden culto de adoración, y a su vez, un tribunal se sienta en sus tronos debidamente preparados.
A continuación, el profeta continúa describiendo  la visión nocturna diciendo que "vi que venia sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el anciano .....y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino no será destruido". 
Esta entronización  de un hijo de hombre se refiere a Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre en el seno de María, a quien se lo reviste de poder sobre todo lo creado y cuyo reino no será destruido.
Ciertamente con esto el profeta nos colma de esperanza y de confianza ante un mundo que cada vez cree menos en Dios.
En efecto, la humanidad dobla su rodilla ante los poderosos de este mundo y ante los ídolos que existen en la sociedad, por lo que es bueno recordarle que todo eso desaparecerá y que sólo quedará precisamente el reinado de Jesús a quien se le ha dado todo poder sobre el cielo, sobre la tierra sobre toda criatura.
Precisamente el texto del evangelio (Mt. 17, 1-9) que describe la Transfiguración,  confirma lo que ya anunciaba el profeta Daniel, es decir, la soberanía de Cristo sobre todo lo que existe, la cual no es  empañada por la pasión y muerte en cruz, porque la resurrección no sólo habla del triunfo final  de Cristo como Señor absoluto, sino también del nuestro, si permanecemos unidos a Él.
Ahora bien, ¿cómo sabemos que sucedió esto de la Transfiguración en el monte Tabor? porque no solamente están los textos en los evangelios sinópticos, sino que en la segunda carta de San Pedro (1,16-19), él dice que fue testigo del momento en que se manifestó la gloria del Señor Jesús, junto  a Santiago y Juan, y  que así como ellos fueron preparados en su corazón para poder soportar  la pasión y muerte del Señor, también nosotros hemos de tener esa confianza de superar los males de este mundo sabiendo del triunfo de Jesús.
¿Qué pasó en el monte Tabor?  Jesús les manifestó la divinidad como si se hubiera despojado de la humanidad y dejara resplandecer únicamente la divinidad, y es tal el gozo que viven, que Pedro dice voy a hacer tres carpas una para ti, otra para Moisés y otra para Elías que aparecen allí conversando con Jesús.
Pero no tuvo tiempo de hacer eso, Marcos y Lucas dicen que Jesús le dijo no sabes lo que decís, acá  el texto de Mateo no lo señala.
Ahora bien, ¿por qué no sabe Pedro lo que dice?  porque no se puede poner al mismo nivel Moisés, Jesús y Elías, ya que Jesús está por encima de los demás. 
En efecto, la presencia de Moisés recuerda que Jesús es la plenitud de la ley y, la de Elías, que en  Jesús se cumple lo que los profetas habían anunciado a lo largo de los siglos.
Y en ese momento  se muestra la gloria del Señor, o sea, ese poder que le ha sido dado sobre todo lo creado, ante lo cual los discípulos  se arrodillan atemorizados delante del Señor, quien los levanta y les dice no hablen de esto hasta después de la resurrección.
Ahora bien, esta manifestación de la divinidad de Cristo tiene su confirmación porque se escucha la voz del Padre, como lo recuerda también San Pedro, que dice, "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
Así como en el Antiguo Testamento había que escuchar a Moisés y cumplir con la ley de Dios, en el Nuevo Testamento hay que escuchar al nuevo Moisés que es Cristo y seguir la nueva ley, la ley del Espíritu que Él viene a dejarnos.
Por lo tanto, hasta el fin de los tiempos, hasta que el Señor venga por segunda vez y aparezca con todo su poder sobre todos los poderes de este mundo, tenemos que escuchar la voz de Jesús y seguirla, llevar a la práctica lo que nos enseña continuamente.
Nosotros escuchamos muchas veces las voces de esta sociedad que  aturden, distraen, o hacen caer en ambigüedades religiosas, por eso hemos de  escuchar a Jesús, Él es el revestido de poder y gloria que vino a salvarnos con su muerte y resurrección y que viene ahora permanentemente para conducirnos y guiarnos a la Patria Celestial.
Pidamos su iluminación por la fe, para que nunca dejemos de esperar y obrar según la caridad,  para caminar por este mundo con la certeza de que escuchándolo a Él seremos también nosotros constituidos como hijos predilectos del Padre


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en la Fiesta Litúrgica de la Transfiguración del Señor. Ciclo A. 06 de agosto de 2023