24 de enero de 2022

La Palabra de Dios es espada afilada que atraviesa el corazón del hombre, conoce sus entrañas, requiriendo una respuesta confiada.

El Papa Francisco ha establecido que el tercer domingo del tiempo litúrgico llamado durante el año o tiempo ordinario se celebre la jornada de la Palabra de Dios. Se trata con esto de poner el acento en la importancia que tiene la Palabra de Dios en nuestra vida, que aprendamos no solamente a leerla, sino también a reflexionarla y dejar que esa palabra vaya cautivando nuestro corazón dándole sentido a  nuestro quehacer diario.
Obviamente esa Palabra recibida con amor ha de tener una respuesta de adhesión por parte de cada uno de nosotros.
Precisamente los textos bíblicos de este domingo señalan la importancia de la Palabra divina transmitida por ellos.
Tomemos la primera lectura del libro de Nehemías (8,2-4ª.5-6.8-10). Nehemías consigue el beneplácito del rey de Babilonia para levantar las murallas de Jerusalén, trasladándose desde Susa para hacerlo.
Con muchas dificultades e incluso enemigos que lo acechan de entre los mismos judíos, logra su cometido destacándose como gobernador.
Después que la comunidad se ha ido formando participa de lo que señala el texto sagrado en el que se exalta la importancia de la Palabra de Dios, especialmente la lectura de la Ley, para el pueblo elegido.
Es interesante contemplar la solemnidad del acto en el que el sacerdote Esdras estaba de pie sobre una tarima de madera, abre el libro a la vista de todos y comienza a proclamar la Palabra, desde el alba hasta el mediodía.
La Ley de Dios era exaltada, como lo hicimos nosotros cantando el  salmo interleccional (salmo 18), en el que destacamos que las palabras divinas son espíritu y vida, gozo para el alma, dulzura para los labios.
El pueblo a medida que iba escuchando la Palabra de Dios con el oído atento, recibía el espíritu mismo de Dios.  No en vano el mismo San Pablo dice que “fides ex auditu”, la fe entra por el oído.
Pues bien, aquí el pueblo, escuchando la Palabra de Dios va recibiendo también el contenido de la fe y contempla la necesidad de unirse cada vez más  con Dios mismo. Para nosotros, en el Nuevo Testamento, esa Palabra se ha hecho hombre Jesucristo Nuestro Señor.
Los judíos –en el texto de Nehemías- escuchan atentamente, se arrodillan delante de la proclamación de la Palabra, lloran de alegría y de agradecimiento por todo lo que esto significa.
¡Qué hermoso ejemplo para cada uno de nosotros,  para que  también ante la Palabra de Dios nos sintamos conmovidos!
De hecho, muchas veces cuando leemos en nuestro corazón la Palabra de Dios, sentimos que nos interpela, que nos está reclamando algo.
La Palabra de Dios como la misma Escritura lo afirma, es como espada afilada que atraviesa el corazón del hombre y conoce las entrañas de cada uno, requiriendo una respuesta confiada (Hebreos 4,12).
En la segunda lectura (I Cor. 12, 12-30) el apóstol San Pablo insiste en la necesidad que cada uno descubra cuál es la misión que Dios le ha encomendado desde que ha sido bautizado.
Compara el cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, al cuerpo humano, de modo que así como para el cuerpo humano cada órgano es necesario y no se puede prescindir de él, así también desde el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, constituido por quienes hemos sido  bautizados, y según la diversidad de funciones, construyamos  una comunidad  cuya cabeza es Cristo.
Nadie puede decir de otro tú no sirves para esto o no tienes  cualidades para tal cosa o no puedes estar aquí, sino que cada uno por el bautismo pertenece al Cuerpo de la Iglesia, cuya cabeza es el mismo Cristo, el cual guía a cada uno para  la consecución de los fines de la Iglesia.
Por eso es importante que cada uno se pregunte y descubra qué es lo que Dios quiere de él, en qué puede servir al Señor, en qué puede servir a los demás dentro de la iglesia.
De ese modo el creyente adquiere  mayor felicidad para sí mismo, porque está haciendo la voluntad de Dios, porque está viviendo lo que Dios le ha encomendado.
En el texto del Evangelio (Lc. 1, 1-4; 4, 14-21) contemplamos a Jesús en la sinagoga el día sábado proclamando  la Palabra de Dios.
En el texto aparece citado el profeta Isaías, de cuyo anuncio profético  Jesús afirma: “esto se ha cumplido hoy”, aludiendo a su propia persona.
Se realiza en Jesús “que el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción y me ha enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres”. La misión de Jesús comienza precisamente en sentirse movido por el Espíritu y la necesidad de proclamar la Buena Noticia, que  debe transmitir incansablemente y llegar al corazón de cada uno para que  descubra que por la filiación divina está llamado cada creyente a caminar por este mundo para hacer presente el mensaje del Salvador y así dirigirse hacia la gloria que no tiene fin.
Hermanos: sintámonos profundamente consagrados a Dios por el bautismo, atraídos por esta misma vocación de llevar la Palabra en el mundo, la familia, el círculo de amigos, en el trabajo, ya que en todas partes podemos hacer presente a Jesús Palabra viva del Padre.
 
           
Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento San Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el 3er domingo durante el año, ciclo “C”, 23 de enero   de 2022. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-



     

 

17 de enero de 2022

En las Bodas de Caná se realiza el primero de los signos de Jesús, y “así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”.

En el llamado ciclo C de los textos bíblicos dominicales seguiremos en el tiempo litúrgico durante el año el evangelio de Jesucristo según San Lucas, pero encontramos una excepción en los textos de este domingo en el que se proclama el evangelio según san Juan (2,1-11) que refiere a las Bodas de Caná, que prolonga las diversas manifestaciones de Jesús como Hijo de Dios.  
En Navidad se manifiesta al pueblo de Israel a través de los pastores quienes son los que responden al anuncio del Ángel, el 6 de enero habíamos celebrado la Epifanía del Señor o manifestación a los paganos por medio de los sabios venidos de Oriente. 
El domingo pasado con la fiesta del bautismo del Señor contemplamos más bien una teofanía, ya que es Dios el que manifiesta que quien se está bautizando en el río Jordán es su Hijo amado, el predilecto y, en el día de hoy con las bodas de Caná, el mismo texto del Evangelio dice que fue el primero de los signos de Jesús  y “así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”. 
Este es un signo también de su divinidad, pero notamos que a pesar de los distintos signos realizados por Jesús a lo largo del tiempo, la gente no culmina con aceptarlo totalmente, de allí que después de la multiplicación de los panes (Juan. 6) les reprocha que lo sigan porque comieron pan hasta saciarse y no porque creyeran en Él.  
Cuál será, entonces, el signo por excelencia, ciertamente el de la gloria de la cruz. La muerte y la resurrección será el gran signo, la gran señal de que es el Hijo de Dios, de manera que si cabía alguna duda de su divinidad ya está todo dicho. el anunciado de del Antiguo Ahora bien, este texto que afirma que los discípulos creyeron en Él, debe ayudarnos a que nos preguntemos si creemos realmente en Jesús como el Hijo de Dios vivo. 
Es cierto que podemos decir cómo no vamos a creer si nos hemos educado en la iglesia católica, si hemos recibido las enseñanzas del catecismo, ciertamente creemos en Jesús. 
Sin embargo si analizamos nuestra cultura y vemos la vida de la sociedad en general, caemos en la cuenta que se va perdiendo cada vez más la fe, cumpliéndose así lo que anuncia la Escritura acerca de la apostasía, y que cuando Cristo venga por segunda vez no encontrará fe, ni caridad, y menos esperanza  porque no se orienta el hombre a la vida eterna. 
Adherirse con fe a Cristo nuestro Señor significa que el hombre se enamora  de esa persona tan importante que es Dios hecho hombre, que busca ser su amigo y seguir su mandato, acatando todo lo que el Señor enseña porque esto es la clave de nuestra fe católica. 
A su vez, el paso del Antiguo al Nuevo Testamento está significado en estas tinajas que se utilizaban para la purificación de los judíos. Una vez que el agua se convierte en vino podemos decir que hemos pasado al nuevo testamento, ya no es el momento de la purificación ritual, sino de la purificación por la sangre de Cristo.  
Purificación interior que alcanzamos precisamente por la gracia, el don divino que nos hace participar de la misma vida de Dios. 
Es tan importante todo esto, que los servidores que llevaban el vino se transforman en aquellos que  primero sirven el vino de la gracia, de la sangre de Cristo, el vino de la nueva vida que ofrece el Señor también a nosotros. 
Se nos pide en nuestros días ser testigos de nuestra fe en Cristo. 
Cómo lo podemos hacer lo refiere el apóstol San Pablo en la segunda lectura (I Cor. 12, 4-11) al hablar de la diversidad de dones que recibimos, diversidad  que nos ayuda a crecer en la unidad, es decir, cada uno tiene que descubrir lo que posee para servir, no  para destruir  la comunidad.  
La unidad  referida que no es  uniformidad, sino sinfonía de los distintos, porque diferentes son los dones que cada uno ha recibido. 
Es justamente el poder vivir en unidad los que son distintos, los que tienen distintas misiones o vocaciones dentro de la Iglesia. 
El don de milagros, el don de curar, el don de predicar, el don de enseñar, ha de promover  la unidad y no  la dispersión. 
Justamente el apóstol fustiga a quienes dicen seguir a Cefas, o a Apolo, o a Pablo cuando en realidad hay que seguir a Cristo, en quien y por quien fuimos bautizados, ya que Él murió por nosotros. 
No estamos para seguir a persona alguna por más perfecta que sea, sino a Cristo el Salvador, siendo Él nuestro camino. Es a Él a quien debemos ser dóciles, a su palabra, a los dones que nos entrega y que descubrimos y que decidimos ponerlos en práctica. 
Así  mostraremos realmente que somos vino nuevo, el  de la gracia, el vino nuevo del seguimiento de Cristo. 
Hermanos pidámosle al Señor entonces con humildad que nos ayude a vivir esto incansablemente. ¡Tanta necesidad tenemos de que el Señor nos ayude a vencer debilidades y pecados, para que el Espíritu nos cure de la dispersión y nos una en la Verdad, aún en la diversidad de dones recibidos!


Padre Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento San Pablo primer ermitaños. En Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el II° domingo “per annum” Ciclo “C”. 16 de Enero de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com;            -------------------------------------------------------------------------------------------


11 de enero de 2022

Como bautizados manifestemos al mundo el consuelo salvador que proviene de Dios, toda vez que nos refugiemos en su bondad.

 

Con la Fiesta del bautismo del Señor concluye el tiempo litúrgico de Navidad para entrar en lo que se llama el tiempo  durante el año hasta el miércoles de cenizas que comienza la cuaresma, luego la Pascua y de nuevo continúa el tiempo durante el año.

¿Cómo celebramos el bautismo del Señor? El Profeta Isaías (40, 1-5.9-11) coloca en boca de Dios el pedido de realizar el necesario consuelo del pueblo de Israel, desterrado en Babilonia. Por medio de las humillaciones y sufrimientos, ellos han entendido que la infidelidad a Dios le ha valido penurias de todo tipo. Sin embargo, Dios ya ha reconocido este tiempo de purificación, el bautismo de los oprobios soportados, y  anuncia el consuelo del pueblo de Israel.
Anticipa que retornarán todos a su tierra, y esto se deberá a que Dios ha visto con agrado la perseverancia en el bien por parte del “resto” de Israel, el pequeño grupo que se mantiene unido a Dios.

Igualmente sucede esto en nuestros días, en el sentido que rige ya la apostasía o abandono de la fe por parte de muchos católicos, pero Dios sigue bendiciendo a su Iglesia a causa de la fidelidad del “resto” o grupo pequeño de bautizados que siguen fieles al Salvador y sus enseñanzas, y pide que mostremos el consuelo salvador que proviene de Dios para cada uno, toda vez que nos refugiemos en su bondad,
Con todo, se ofrece de nuevo la posibilidad de un nuevo renacimiento que pasa por la conversión, exhortada con el llamado ha preparar el camino para recibir a alguien que será enviado.

Recordemos en este sentido, que cuando Juan Bautista predica en el desierto, se cita en el evangelio este pasaje de Isaías, por lo que la misión de Juan el Bautista es la de una voz que grita en el desierto  que reclama la necesidad de preparar un sendero para nuestro Dios. Este preparar el camino para la llegada del Señor se debe realizar siempre, porque siempre estamos en deuda con Dios, ya que no nos terminamos de purificar y enderezar nuestra vida para orientarla totalmente al Señor.

De allí la necesidad de reconocer lo que de Dios recibimos permanentemente. Justamente en la carta del apóstol San Pablo a Tito (Tito 2, 11-14; 3.4-7) que ya la habíamos proclamado en la misa de Nochebuena, se nos recuerda que  la gracia de Dios que es fuente de salvación para todos los hombres se ha manifestado.
¡Qué hermosa afirmación! la gracia de Dios que se encarna en el seno de María es la misma persona del Hijo de Dios que se hace hombre en una mujer elegida y santificada, entrando así  en la historia humana, manifestándose al pueblo judío el día del nacimiento, y  a los paganos el 6 de enero que hemos celebrado.
Hoy, la manifestación la hace el Padre del cielo cuando viendo a su Hijo hecho hombre recibir el bautismo -aunque no lo necesitaba se deja bautizar para darnos ejemplo- dirá desde lo alto “Este es mi Hijo muy querido en quien tengo puesta toda mi predilección”

Ahora bien, el hecho de recibir nosotros el sacramento del bautismo, o sea, la gracia de Dios que es fuente de salvación, debe ayudarnos a ver la necesidad de vivir santamente porque quedamos emparentados con Dios siendo constituidos hijos adoptivos suyos.
De manera que Dios nos contempla siempre de modo nuevo, y quiere darnos su salvación aún en medio de nuestras debilidades y pecados, toda vez que asumamos la necesidad de la conversión.
Por eso es importante ir siempre al encuentro de Cristo nuestro Señor, que Él vaya marcando nuestra vida y que nosotros vayamos tomando como modelo de nuestra existencia cotidiana a su persona  y sus enseñanzas recordando siempre lo que Él ha hecho por nosotros y quiere entregarse totalmente a cada uno.

De allí, la necesidad de vivir fielmente la dignidad de bautizados, como hijos adoptivos de Dios, consagrados al Padre.
Por lo tanto, queda siempre la invitación que sigamos consagrados a Dios, buscando siempre alejarnos de todo aquello que nos separa de Él o que pueda ser un obstáculo para una vida de seguimiento de su persona y de sus ejemplos.
Pidámosle al Señor que nos dé su gracia, para que así como Jesús es el Hijo predilecto del Padre, sea también  para nosotros el predilecto  a seguir a lo largo de nuestra vida.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco emérito de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor. Ciclo “C”. 09 de enero  de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
 
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3 de enero de 2022

A pesar que Dios sabe que va a ser rechazado por muchos, no deja de intentar acercarse al hombre para ofrecerle la salvación y la vida eterna.

 


En estos días de Navidad hemos seguido el Evangelio según san Lucas que nos aproximaba a la humanidad de Cristo, al Hijo de Dios hecho niño, nacido en Belén.
El apóstol San Juan (1, 1-5.9-14) en este domingo centra su mirada en la divinidad de Jesús, señalando cuál es el origen de Hijo de Dios que después se hace hombre en el seno de María Virgen.

En la primera lectura tomada del libro del Eclesiástico (24,1-2.8-12) nos encontramos con anuncios concretos de quién era el Hijo de Dios al identificarlo con la sabiduría  preexistente en la eternidad de Dios.  Sabiduría que recibe de parte del Dios trinitario la indicación de que debía plantar su tienda entre los hombres,  fijar su herencia en Israel y echar raíces en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia.

Esa mirada que se recibe del Antiguo Testamento se prolonga y perfecciona en el texto del Evangelio, donde el evangelista teólogo nos habla de la existencia de la Palabra,  del Verbo.
Esta Palabra, que es el Hijo de Dios, es  preexistente con el Padre y con el Espíritu Santo, existiendo en el presente eterno.

El apóstol san Juan nos conduce como de la mano entonces a la intimidad de la Trinidad y habla de la creación del mundo, recuerda que el Hijo de Dios, Palabra Increada del Padre, es la última Palabra de Padre que le manifiesta al hombre su misma intimidad, revistiéndose de carne humana asumiendo la naturaleza creada del hombre.

De allí que el texto bíblico exprese que el Verbo se hace carne y habitó entre nosotros, es decir, en la Persona del Verbo o Hijo de Dios, se unen la naturaleza divina y la naturaleza humana.
De modo que Aquél que subsiste con el Padre y el Espíritu Santo, se hace presente en la historia del hombre, el Omnipotente asume la carne de la debilidad, y así la divinidad se esconde en el Niño recién nacido.

El texto de Juan sigue diciendo que la Palabra del Padre es la luz  que se manifiesta, pero las tinieblas, no solamente las de un mundo incrédulo que no quiere recibirlo, sino las tinieblas  que muchas veces hay en el interior del hombre por el pecado, no lo quieren recibir, anunciando de ese modo lo que acontecerá en la historia humana, que existirán muchos que no  aceptarán ni recibirán al Señor como el Salvador.

Al afirmar san Juan que las tinieblas no recibieron a la luz-Mesías, se recuerda  que a pesar de que la intención de Dios es redimir al hombre del pecado, que la voluntad de Dios es que el ser humano participe de la divinidad, no todo el mundo acepta esa invitación.
O sea, cuando dice que las tinieblas no recibieron la Palabra, está mostrando  una realidad que comenzó al principio y  seguirá hasta el fin.
A pesar de que  Dios sabe que va a ser rechazado por muchos, no deja de intentar acercarse al hombre para ofrecerle la salvación y para decirle “Tú has sido elegido para ser hijo adoptivo mío” -como lo recuerda el apóstol San Pablo en la segunda lectura (Ef. 1,3-6.15-18).
Es decir, Dios se acerca a cada persona y le recuerda que ha sido  elegida para que participe de su dignidad divina, elegida para que en este mundo viva santamente, de modo que sea posible que  algún día pueda unirse al tres veces Santo para vivir en la eterna felicidad.
Pero sigue insistiendo san Juan que los que recibieron la luz fueron constituidos hijos adoptivos suyos  en el Hijo único y eterno del Padre.
Queridos hermanos: la liturgia de Navidad nos está hablando de la grandeza no solamente del Hijo de Dios que viene a nosotros, sino de la grandeza que se transmite a cada uno de nosotros y por eso se nos exhorta e invita a no rechazar este gran regalo.

¡Qué hermoso que Dios haya pensado siempre desde toda la eternidad en nosotros para hacernos sus hijos adoptivos en su Hijo unigénito!

¡Qué hermoso saber  que Dios nos mira como Padre y quiere como hijos, aún incluso cuando no estamos listos para recibirlo, y que desea abrazarnos y llamarnos a vivir la vida nueva de la gracia dejando las tinieblas del pecado para vivir en la luz de la gracia!.
Hermanos: pidámosle al Señor que no nos abandones, pidámosle que nos haga ver con la sabiduría del espíritu cuál es su voluntad, que sepamos ver la grandeza a la que hemos sido llamados para que la aceptemos, la elijamos y vivamos una nueva existencia.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco emérito de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el II° domingo de Navidad. 02 de enero  de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.





1 de enero de 2022

Como María, guardemos reposadamente en nuestro interior las maravillas que se proclaman con el nacimiento del Niño Dios.

 

El pueblo de Israel partiendo de la idea de que Dios es el Señor de la historia y de todos los acontecimientos, era bendecido por el rey o por el sacerdote con esta plegaria que acabamos de proclamar tomada del libro de los números (Núm. 6,22-27). Precisamente en el comienzo del año se impartía esta bendición por la que reconociéndose la omnipotencia divina y la alianza entre Dios y el pueblo, el israelita fiel  se comprometía a vivir los mandamientos como respuesta a los bienes recibidos, especialmente agradecido por el don de la paz recibido por cada uno y cada familia.

Contemplando esto a la luz del Nuevo Testamento, conocemos que  ingresamos en el año nuevo a través de un pórtico muy especial, el de la presencia de la Santísima Virgen María Madre de Dios. De hecho, no hay mejor manera de comenzar el año que estando bajo la protección de la madre de Jesús y madre nuestra, por eso la iglesia dedica la liturgia  de este primer día del año  a María madre de Dios y así caer en la cuenta que por una mujer ingresa al mundo la salvación prometida por Dios al hombre sumido en el pecado.

Cuando llegó la plenitud de los tiempos Dios quiso hacerse presente en el mundo y entre los hombres por medio de una mujer, una mujer elegida desde toda la eternidad para ser madre del Salvador y y mucho más todavía para que gracias a la maternidad de María Santísima, que nos ha dado el regalo de Jesús, nosotros seamos incorporados a la filiación divina siendo reconocidos como hijos adoptivos (Gál. 4, 4-7). Precisamente por la adopción otorgada por gracia, es que podemos llamar  a Dios “Padre”, sintiéndonos cercanos a Dios Nuestro Señor.

Precisamente  vamos descubriendo que Dios nos ha elegido en su Hijo, nos ha elegido en María Santísima, para hacernos sus hijos adoptivos y esto para que vivamos siempre  como hijos.
Más aún, en los textos bíblicos de la liturgia de mañana domingo reflexionaremos acerca  del hecho de que el Hijo de Dios se hace hombre para que el hombre pueda participar de su divinidad.

Si tomamos el texto del Evangelio aparece la figura de la Virgen, los pastores  que son los pequeños, los humildes que se asombran por el misterio del nacimiento que se les ha manifestado y por el cual glorifican a Dios, rebosantes de la alegría divina (Lc. 2,16-21).

Presurosos se dirigen para encontrarse con el recién nacido, al que encuentran acostado y junto a Él está María y José. Los pastores se explayan contando las maravillas que se dicen del niño recién nacido, conociendo por la luz divina de que ese Niño es el enviado del Padre.
A su vez, dice el texto del Evangelio que María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Ella, por tanto, nos invita hoy a que contemplemos su maternidad divina que es también la nuestra e invita a que reposadamente conservemos estos misterios en el corazón, los reflexionemos para descubrir de nuevo lo que ha significado  para la vida del hombre el nacimiento en carne del Hijo de Dios.

Hermanos: Pidámosle a María Santísima que siempre esté con nosotros como madre, que nos acompañe a lo largo del año y, por su parte, como hijos, tratemos de darle el hermoso homenaje, si es posible diariamente, del rezo del santo rosario que nos asegura protección especial ante los ataques furibundos del espíritu del mal.

 
Padre Ricardo B. Mazza. Párroco emérito  de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. 01 de enero   de 2022.-http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-