23 de febrero de 2008

El diablo existe y se lo puede reconocer (PARTE II)


“La táctica que él (el maligno) usaba y usa, consiste en no revelarse, con el fin de que el mal, por él injertado desde el principio, reciba su desarrollo por el hombre mismo, por los sistemas mismos y por las relaciones interhumanas, entre las clases y entre las naciones” (Juan Pablo II. Carta Apostólica “Parati Semper”, del 31 de marzo de 1985

La presencia de Satán en el mundo moderno

El espíritu del mal, hay que reconocerlo, está presente en nuestra sociedad y cultura de muchas maneras, aunque quizás nosotros no lo percibamos así.

Algunas consideraciones que no agotan la extensión de la influencia del padre de la mentira entre nosotros podrían ayudarnos a ubicarnos en esta problemática.

Y así, ¿qué ideal de matrimonio se pretende imponer? La tentación constante en la actualidad es la de señalar como “cosa normal” las llamadas familias ensambladas, las uniones de hechos, las uniones de personas del mismo sexo, o la procreación sin marido en quienes no desean el matrimonio pero sí postulan “el derecho al hijo”.

¿Qué ideal de noviazgo se procura presentar en la sociedad? No ciertamente lo que corresponde al espíritu evangélico toda vez que se encumbra hasta la exacerbación el goce permanente e irresponsable del placer sexual sin compromiso, y sin el marco de un verdadero amor entre personas que buscan construir un proyecto de vida en la comunión de sus vidas.

¿Cuál es la imagen de persona que hoy tenemos? No siempre la de un ser libre creado para orientarse a su Creador y a sus hermanos poniendo lo mejor de sí y contribuyendo al crecimiento armónico de todos.

¿Cuándo se ha hablado tanto de derechos humanos como en la actualidad? Sin embargo, por poner un ejemplo, van calando hondo nuevas formas de agresión constante a la persona por medio de juicios programados violando la ley según el gusto del poder de turno.

Todo se mide desde una perspectiva subjetiva, cayendo no sólo en la eliminación de las personas sino en el concebir la vida según “nuevos derechos” que vulneran abiertamente el ser humano, ya que no se enmarcan en la ley natural.

Y así se suceden sin fin la mentira institucionalizada, la ley del más fuerte, la vigencia del “respeto irrestricto” de los delincuentes dejando al honesto ciudadano a la deriva, la justicia convertida en sesgada venganza, la taimada búsqueda de riquezas y no el servicio a los hermanos por parte de los que detentan cualquier tipo de poder, y la prepotencia de los que sólo buscan imponer sus criterios.

Y así podríamos seguir largamente con distintos ejemplos de influencia demoníaca.

El espíritu del mal va penetrando más y más en la sociedad, en nuestros pensamientos y nos va cambiando también los criterios o las formas de ver y concebir la realidad circundante.

De allí la importancia de volver a las fuentes, siguiendo la invitación cuaresmal de avanzar en el conocimiento de Cristo, para que sea su palabra y su vida la que vaya modelando nuestra existencia y modo de vivir en el mundo.

No sólo de pan vive el hombre

Es importante tener en cuenta estas influencias que se suceden en nuestro cotidiano vivir para no dejarnos llevar por los criterios que nos impone el mundo, sometido las más de las veces a aquél que es llamado el príncipe de este mundo” (Juan. 14,30).

El hecho de que muchas acciones ya resultan habituales en el parecer y quehacer del hombre, no significa que se enmarquen en las enseñanzas de Jesús que son las que deben configurar nuestra existencia.

Cuando Jesús afirma “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo. 4, 4) se refiere a una tentación muy común en la actualidad y que consiste en

creer que el hombre sólo vive de pan, entendiendo como “pan” todo lo involucrado en el consumismo.

A través de la publicidad va entrando en la mente del hombre actual el dogma del consumismo que va creando necesidades ficticias, y éstas poco duraderas, para así correr ansiosamente a la búsqueda de nuevas sensaciones.

Las más de las veces se nos vende que el hombre sólo es feliz cuando posee en abundancia todos los bienes inimaginables de consumo, y no que “sea” persona viviendo a fondo su condición creatural que es a la vez espíritu y materia en una unidad perfecta.

Espíritu que gime en la condición actual ya que la cultura de nuestro tiempo lleva a pensar que sólo importa el cuerpo, la materia.

Nos empujan a creer que el hombre vive sólo de pan lo cual desemboca en el embotamiento del espíritu, detrás del placer, y huyendo de lo que nos lleva a la reflexión sobre nosotros mismos, que es siempre preludio de autoafirmación como personas libres.

Jesús afirma “no sólo de pan”, consintiendo en el hecho de que necesitamos de lo material, porque somos cuerpo, pero al continuar “sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” nos hace ver cuál es el marco referencial que debe tener “el pan”, esto es, la palabra de Dios.

Es en efecto la Palabra y la Voluntad de Dios lo que nos permite vivir entre las cosas sin que éstas nos dominen, usándolas –al decir de San Ignacio de Loyola- tanto cuanto nos lleven a Dios y al hermano.

Las cosas nos llevan a Dios cuando reconocemos en El no sólo el origen de las mismas sino también cuando consideradas en relación con el fin último pierden el carácter de absolutez que el mundo moderno quiere impregnarle y así desviar al hombre de su verdadero Fin: el Creador.

No sólo “de pan” sino de “toda Palabra que sale de la boca de Dios”, implica que el hombre sale de su tendencia pecaminosa a constituirse centro de la vida y de las cosas en el narcisista goce de las mismas, para abrirse a las necesidades de los demás en generosa apertura del corazón.

Por lo tanto el “no sólo de pan” nos llama la atención para dejar de lado el “carácter exclusivo” de la tenencia y goce de las cosas, para abrirnos por la acción de la “palabra que sale de la boca de Dios”, a un nuevo modo de vivir que implica el “carácter inclusivo” de los bienes de este mundo por el cual el “otro” importa.

Compartir el pan es siempre fruto de la unión con Dios, mientras que lo contrario es fruto del egoísmo alimentado por el demonio.

Compartir el pan es en un sentido amplio del término, no sólo la comida, que muchas veces es la primera necesidad, sino la cultura, las cualidades, la alegría de vivir en paz con todos, el trabajo honesto que dignifica, el escuchar los dolores de quienes están alrededor nuestro, aconsejar y corregir.

El pan solo sin encuadre desde la Palabra de Dios, deja al hombre vacío en su corazón.

¡Cuantas veces a los jóvenes se les enseña que el desenfreno sexual, el abuso del alcohol, la droga, la vagancia y la violencia forman parte del pan de sus vidas! ¡La cantilena más frecuente afirma que todo es lícito, todo está permitido, que lo que importa es sólo gozar y seguir los impulsos más primitivos que afloren en el momento!

¿Podemos decir en verdad, que vivido cada vez más este esquema de pan hay mayor felicidad en la vida de las personas? ¿Hay una consideración verdadera de lo que es el amor humano.

Concluyendo ya con la reflexión sobre la primera tentación del Señor,-sin pretender haber sido exhaustivo con la misma- , aprovechemos esta cuaresma para reflexionar acerca de qué tipo de pan sirve de nutriente a nuestra vida.

¿Estamos sumergidos y esclavizados sólo por el pan terrenal? o ¿sabemos medir el uso de lo material a la luz de la Palabra de Dios?

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro Vida “Juan Pablo II”.

Santa Fe de la Vera Cruz, 23 de febrero de 2008.

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16 de febrero de 2008

El Diablo existe y se lo puede reconocer ( Parte I )


“El capítulo sobre el demonio y sobre su influencia, que él puede ejercer sobre cada una de las personas, como sobre las comunidades, sobre toda la sociedad y sobre los acontecimientos, es un capítulo muy importante de la doctrina católica que debería estudiarse, pero hoy poco se hace” (discurso de Pablo VI el 15 de Noviembre de 1972- X, 1972,1171)


1.-Finalidad de la Cuaresma: el conocimiento de Cristo.

Hemos comenzado este tiempo de penitencia y oración.

En la oración inicial de la misa del primer domingo de cuaresma se nos dice cuál es el sentido de este preámbulo litúrgico hacia la Pascua, al afirmar que hemos de avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo para vivirlo en su totalidad.

Es decir adelantar en el conocimiento de Cristo para adherirnos más y más a El y al proyecto de vida que nos presenta, y así lograr la plenitud de nuestra existencia que implica la comunión con Dios.

Estamos invitados, pues, a progresar en el conocimiento de Cristo para llegar a la Pascua, estado permanente del cristiano en cuanto implica un constante morir al pecado para renacer a la vida de la gracia.

Esta inteligencia del misterio de Cristo conlleva el crecer en nuestra vida interior mediante una unión y seguimiento cada vez mayor a su persona como los sarmientos a la vid (cf. Juan 15), haciendo nuestras sus enseñanzas.

Comenzando a conocer a Jesús nos preguntamos: ¿qué nos enseña El en el principio cuaresmal anual? Nos ilumina acerca de lo que debemos hacer ante la presencia del espíritu del mal que vive acechando al hombre para arrastrarlo lejos de su Creador.

Y esto es así ya que el diablo odia al hombre porque éste fue creado a imagen y semejanza de Dios y elevado a la vida sobrenatural por el misterio de la redención que realizó el Hijo de Dios hecho hombre.

2.- Jesús y el maligno.

El espíritu del mal, el demonio, no es un poder paralelo a Dios, sino una creatura de Dios en cuanto ángel, aunque caído posteriormente.

En cuanto creatura es descrito en el libro del génesis bajo la imagen de la serpiente afirmando que “era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho” (Génesis 3, 1).

En cuanto a su caída y el motivo de la misma se han dado diversas explicaciones en el transcurso del tiempo siendo “la más difundida, -y también la hipótesis más dominante hoy-, es la del orgullo y la soberbia que hizo pensar a los ángeles que podían ser semejantes a Dios, un desordenado deseo, ciertamente no de igualdad, como es obvio, sino de semejanza” (1)

El demonio en cuanto ángel goza de una inteligencia superior a la del mismo hombre. Dios lo creó bueno, pero éste se pervirtió rebelándose contra su Creador, convirtiéndose en demonio, hacedor del mal, autor del pecado, sin perder su condición de ángel.

Respecto al obrar del maligno por medio de la tentación que es lo que trataremos de examinar en estas notas, es útil recordar lo que expresa Corrado Balducci cuando afirma que “me parece poder ver la tentación demoníaca, en un trabajo continuado, más insistente, más penetrante, dirigido a alejar al hombre de Dios, a mantenerlo alejado de él, hasta llegar a ofuscar, a apagar esos sentimientos y esos valores fundamentales de amor y de justicia que el creador puso en el corazón del hombre”(2)

3.-Génesis del pecado en el principio.

El texto del génesis proclamado en el primer domingo de Cuaresma describe cómo Dios provee al hombre de un paraíso sin igual para que pueda crecer y desarrollarse acorde a la dignidad de la que está provisto como creatura hecha a imagen y semejanza suya.

Posteriormente señala cómo actúa el demonio irrumpiendo en la vida del hombre con el fin de esclavizarlo por medio de los errores que transmite.

El tentador, pues, penetra en la vida feliz del hombre, manipulándolo en su orientación primigenia a la comunión con Dios, haciéndole creer que puede alcanzar “ser como Dios”.

Nótese cómo el diablo proyecta en la tentación su propio deseo de pretender la igualdad con Dios.

El no comer del fruto del “árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal” (Gén.2, 9) significa que el hombre ha de reconocer la soberanía de Dios y su propia limitación creatural sin traspasar ese límite queriendo atribuirse una divinidad que no tiene.

El pecado original consistió en querer ser como Dios y esto queda latente en el hombre, ya que aflora como tentación permanente y clave en la historia personal de cada uno, y en cada acción pecaminosa que realiza.

El demonio, padre de la mentira comienza el diálogo con la falsedad: “¿Cómo es que les ha dicho Dios que no coman de ningún árbol del jardín? (Gén. 3,1). “Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: no coman de él, ni lo toquen porque morirán” (Gén. 3, 2 y 3)-contesta Eva.

El demonio avanza en su estrategia…”No morirán…Dios sabe…..que cuando coman de él se les abrirán los ojos y serán como Dios en el conocimiento del bien y del mal” (Gén. 3, 4 y 5).

¿Qué significa ser conocedores del bien y del mal? No se trata del conocimiento a través del cual el ser humano distingue con la luz de la razón lo que es bueno o malo, al descubrir la ley natural presente en su corazón.

Se refiere a que el hombre pretendiendo ilusoriamente ser dios, trastoca la valoración de lo que es malo o bueno en sí mismo, es decir, por la naturaleza de las cosas, y atribuye a su capricho, bondad a lo malo y maldad a lo bueno.

En rigor, sucumbiendo el hombre al pecado de los orígenes, da comienzo en el exordio de la creación al relativismo de la verdad y por ende de la verdad moral.

Hija de este comienzo, la cultura de nuestro tiempo proclama el relativismo de toda verdad al sostener que no hay verdades absolutas sino relativas, según la visión que tenga cada uno. (3)

Los que patrocinan esto se contradicen a ellos mismos porque al negar que la verdad sea absoluta, están negando la “verdad absoluta del relativismo”, que ellos defienden con tantos desvelos.

En el orden ético el relativismo moral no reconoce en el aspecto moral más que la relatividad de todo, conforme al parecer de cada uno, es decir que cada uno decide a su antojo lo que es malo o bueno, no poseyendo nadie una “verdad” común a todos.

Hoy en día el hombre moderno llevado por la tentación de ser dios, decide por su cuenta lo que es bueno o malo.

4. -La presencia de Satán en proyectos oficiales.

Relacionado con esto me parece oportuno mencionar lo que estableció el gobierno nacional en nuestra Patria respecto a la “legitimación del aborto” en lo que denomina “Guía técnica para la atención integral de los abortos no punibles” de la Secretaría de programas sanitarios que lleva fecha de Octubre de 2007.

El documento manipulando el hecho de los abortos clandestinos y las supuestas innumerables muertes de mujeres culmina con la legitimación del crimen nefando del aborto como lo denomina Juan Pablo II.

Esta guía técnica, inspirada por el demonio, aparece como “atractiva”, destilando falsa compasión por las desvalidas mujeres que hicieron un aborto.

Recordemos que el demonio no actúa solo, sino que cuenta con la colaboración necesaria de sus seguidores que encandilados por la promesa del poder, del dinero y de la impunidad, lo siguen adonde quiera que vaya.

Esta guía abundante de citas al servicio de la falsedad, aparece seductora, redundándose lo del libro del Génesis cuando asevera que cuando Eva se percató que “el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió” (Gén.3, 6).

Ciertamente serán muchas las “modernas” Eva del siglo XXI que se sentirán atraídas por las promesas vertidas en el documento citado y que ilusoriamente creerán que alcanzarán discernimiento, esto es, poder para definir como bueno lo malo y realizarlo en consecuencia, pretendiendo proteger supuestos derechos femeninos con el consiguiente desprecio de los derechos de los niños abortados.

Los profesionales objetores de conciencia son reconocidos, a regañadientes, en el documento.

No sucede lo mismo con las instituciones, aunque sean privadas, ya que deben velar para encontrar algún médico que se preste al homicidio institucionalizado.

La guía provee de abundante información acerca de cómo evitar embarazos “no deseados” como así también cómo seguir con los cuidados después de la realización de algún aborto.

Se dan detalles de cómo “contener” a las mujeres después del aborto, aunque nada diga la guía sobre cómo solucionar el “síndrome de Raquel” (4) que como carga permanente llevan las mujeres sobre sus conciencias.

La guía de marras, con la soberbia que la inspira, deja de lado lo establecido en la Constitución de 1994 que incorporara pactos y tratados internacionales defensores de la vida, para pretender imponer como nueva legislación vinculante “una reglamentación” del código penal cuando éste se refiere a la eximición de pena en el supuesto que el aborto esté comprendido por determinadas situaciones.

Obviamente la manipulación jurídica es patente cuando se hace caso omiso al hecho de que la no penalización en determinados casos no licua la figura delictual del aborto, y por ende su permanente condenación ética en cuanto homicidio de un inocente.

Una prueba más del desprecio por la ley y la Constitución, se observa nítidamente en esta guía que pretende reglamentar el homicidio.

Nótese que mientras la Cámara Nacional de Casación Penal afirma que es inconstitucional detener a menores de 16 años, por sus delitos,(5) nadie de la justicia se expide por la inconstitucionalidad de esta norma implementada para diezmar inocentes.

5.- Causas de la apertura interior a Satanás.

La malicia demoníaca campea en todos los ámbitos en los que se mueve el hombre. De allí la necesidad de que sepamos nosotros descubrir la presencia del mismo en la cultura en la que estamos insertos, en las costumbres, en la idea de familia, de hombre y de vida que se quiere imponer progresivamente, ya que el maligno no debe verse como una presencia más o menos misteriosa sino como una figura actuante en la sociedad, en las leyes, en las costumbres y en el pensamiento de muchas aparentes verdades que se quieren imponer en la sociedad, tal como lo mencionara el Papa Pablo VI.

Pero es válido preguntarse: ¿cómo puede el hombre abrir su corazón al influjo maléfico?

Oigamos al especialista en demonología Padre Corrado Balducci: “No es fácil investigar qué es lo que favorece esta apertura a Satanás, esta posibilidad de transformarnos en demonios. En todo caso, los continuos rechazos a los repetidos llamados de la gracia hasta silenciarlos, no sentirlos ya, el transformar la indiferencia y la incredulidad a la verdad religiosa en una posición de hostilidad contra ella, abandonar la verdad conocida o hasta negarla, impugnarla, son sin duda manifestaciones claras de nuestra voluntad de no querer saber nada de Dios y representan no solamente hendiduras, sino puertas abiertas a la entrada de satanás, que se preocupará por llenar el vacío que se le ha dejado” (6)

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(1) El Diablo, por Corrado Balducci, (ediciones San Pablo, pág. 18).Colombia, 3era edición.

(2) Obra citada, pág. 166.

(3) Ya me he expresado acerca de esto en “El relativismo moral en

nuestra Patria” y “El relativismo moral y la perspectiva de género”. (cf. http://ricardomazza.blogspot.com.

(4) Para el “Síndrome de Raquel”, puede ser de interés leer el artículo de mi autoría, “El llanto de Raquel”. (cf. http://ricardomazza.blogspot.com

(5) Léase la información, por ejemplo en “perfil.com” del 16 de Febrero de 2008.

(6) Obra citada, pág.166.

Padre Ricardo B. Mazza, Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”. www.nuevoencuentro.com/provida; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro; y http://ricardomazza.blogspot.com.

1 de febrero de 2008

Pescadores de hombres para que todos seamos uno.


En ocasiones la división eclesial es fomentada por quienes se sienten excluidos de la comunión eclesial por ciertos complejos de inferioridad o por sus incompetencias y pecados”.
Por Padre Ricardo B. Mazza


1.- Elección, llamado y envío

El anuncio del profeta Isaías (9,1-4), “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande” (v.2), se realiza en la persona de Jesús.

Corrobora esto el texto del evangelio (Mt. 4, 12-23) cuando se remite al profeta al señalar que Jesús va a la Galilea de los gentiles.

El pueblo que se hallaba en tinieblas vivía en la oscuridad de la ignorancia.

Les faltaba el don de la fe para conocer al Dios verdadero.

Por eso Jesús va al encuentro de ellos para llevarles la Buena Nueva, siendo necesario como requisito la conversión del corazón, repitiendo como lo hiciera Juan el Bautista: “Conviértanse porque el Reino de los cielos está cerca” (v.17).

Entrar en el reino de los Cielos, en esta nueva vida del seguimiento de Cristo, supone siempre la conversión.

Significa dejar atrás todo lo que no sea Cristo para dejarnos iluminar por esa Luz que proviene de El, que nos hace ver las cosas de un modo nuevo.

El Señor es consciente que su misión va preparando lo que en el futuro sería la Iglesia, continuadora de su obra.

De allí que comienza con la elección de los primeros discípulos, Pedro y Andrés, Juan y Santiago, pescadores los cuatro, invitándolos a ser pescadores de hombres.

Inmediatamente con total disponibilidad sólo atinan a decir sí a su invitación de ser instrumentos de evangelización y lo siguieron.

Y así poco a poco va congregando el Señor a los que constituirán el colegio apostólico, enviados al mundo para que continúen su obra, proclamando sin miedo el mensaje de salvación a toda la humanidad y así orientarla al Padre, que nos convoca a través de su Hijo hecho hombre.

Desde Jesús, el “Yo os haré pescadores de hombres” queda como un llamado ininterrumpido en la historia de la Iglesia de todos los tiempos.

Un llamado que involucra a todos los bautizados, no sólo a los consagrados por el sacramento del Orden o por la vida religiosa.

Cristo quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, para lo cual llama permanentemente a esta vocación de “echar las redes” del amor y misericordia divina.

2.- La necesidad de la unidad en la Iglesia Universal

La misma Palabra de Dios nos indica que para que esta misión evangelizadora sea fructífera es imperiosa la Unidad.

Es necesario que el Cuerpo de la Iglesia, en su diversidad de miembros, sea uno como Cristo es uno con el Padre: “Padre, que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17, 21).

Consciente de este llamado a la unidad, San Pablo habla con extrañeza a la Iglesia particular de Corinto acerca de las divisiones: “Yo os exhorto a que se pongan de acuerdo, que no haya divisiones entre Uds, vivan en perfecta armonía teniendo la misma manera de pensar y de sentir” (1 Cor. 1,10).

Las divisiones en el transcurso de la historia, han herido profundamente a la Iglesia teniendo como consecuencia la formación de otras comunidades cristianas que se han desgajado del tronco principal fundado por Cristo.

¡Cuántas divisiones en el único Cuerpo de Cristo!

En ocasiones la división eclesial es fomentada por quienes se sienten excluidos de la comunión eclesial por ciertos complejos de inferioridad o por sus incompetencias y pecados.

Piénsese por ejemplo en la figura del lamentable Enrique VIII que no dudó en provocar la separación de su país de la comunión en la Iglesia verdadera de Cristo, sólo porque ésta no satisfacía sus caprichos aceptando el adulterio.

Recuérdese también el resentimiento de Lutero que lo llevó no a tratar de cambiar la corrupción en el cuerpo eclesial de su tiempo desde dentro, como lo hiciera por el contrario un San Ignacio de Loyola, sino pegando un portazo y atizando la avaricia de los príncipes alemanes que veían en sus propuestas una manera elegante de erigirse en señores de la “nueva religión”.

Ante estos hechos, y otros que serían largos enumerar, la Iglesia preocupada por estos escándalos históricos que arrastraron a muchos al error, busca en nuestro tiempo alcanzar aquel pedido del Señor, el que “todos sean uno”.

Unidad pretendida por Juan Pablo I en el inicio de su pontificado, que retoma Juan Pablo II (cf. Encíclica Ut Unum Sint, 25/05/1995) y continúa con el mismo entusiasmo Benedicto XVI en nuestros días.

La unidad es buscada, pues, como un signo concreto de que estamos orientados hacia Cristo Nuestro Señor.

3.- La necesidad de la unidad en la Iglesia Particular

Este pedido de Pablo no sólo es aplicable a la Iglesia Universal, sino también a las Iglesias Particulares o diócesis.

De hecho en Corinto está pidiendo que cesen los partidos o “internas eclesiales” constituidos casi todos bajo el frágil liderazgo humano: “Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo” (1 Cor.1, 12), cuando el Cuerpo es uno solo.

Todos colocados en igualdad de importancia, cuando sólo es evangélico afirmar “Yo soy de Cristo”.

A veces en las Iglesias Particulares se plantean estas divisiones donde distintas corrientes se juegan por un protagonismo individual o grupal no buscando la guía de Cristo y el servirlo, haciendo propia la consigna de ser pescadores de hombres.

Pretender ser factor de poder, aunque sea “eclesial”, y no ser servidor a ejemplo de aquél que vino “a servir y no a ser servido”, origina las divisiones que esterilizan la obra misionera de la Iglesia.

La comunidad de bautizados que se santifica permanentemente bajo la guía del pescador de hombres, es por el contrario signo visible de que sólo interesa el Señor y su Iglesia.

En definitiva es Cristo -el que murió por todos y cada uno-, y no el aparente y fugaz líder de ocasión, quien debe guiar nuestra tarea evangelizadora.

La unidad supone también trabajar con la conciencia de que cada persona o institución no es única, sino que asumiendo la riqueza que la diversidad ofrece, se trabaja en único esfuerzo para la gloria de Dios y la salvación de los hombres.

Misionar como francotirador, como si lo propio fuera lo único, verdadero y útil, lleva a la infecundidad más profunda.

Incluso el plantearse que alguien no es suficientemente valorado para la misión conforme a sus talentos, es desconfiar que la gracia de Dios, por encima de nuestra grandeza o debilidad vaya guiando los hilos de la historia humana hacia la perfección por El deseada.

Pero también es cierto que el no confiar en el que tiene cualidades por el riesgo de que “pueda hacer sombra” al que conduce, supone un desobedecer al mismo Dios que a través de los talentos va manifestando también lo que quiere de cada uno, y que el “pescador de hombres” debe inteligentemente descubrir en aras de una mejor evangelización.

Otra manera de provocar división en el Cuerpo Eclesial es el confiar que los apoyos, ya sean económicos o políticos que vienen de terceros interesados, nos permiten “éxitos” pastorales, cuando en realidad, las dádivas venidas de los poderosos, con frecuencia buscan silenciar el Evangelio y transformar nuestra misión en una suerte de instrumento para adormecer las conciencias.

4.- La necesidad de la unidad en las parroquias y comunidades.

Es de advertir que también en una parroquia, o comunidades más pequeñas, se dan estas divisiones que impiden la misión de la Iglesia que es evangelizar, y ser creíbles a los ojos de los que todavía buscan la verdad, y que quizás huyen de la Iglesia Católica a causa de estas divisiones.

Es común escuchar “soy del padre tal o cual”, o “mientras esté este párroco yo no colaboro en la misión eclesial”, equiparando la vida de la Iglesia a la de los partidos políticos.

Estos criterios impiden ver la razón de ser del cristiano, volviéndose estéril e inútil nuestra presencia en la Iglesia ya que se nos va la vida esperando al obispo o al párroco ideal que esté de acuerdo con mis parciales visiones.

Esto entraña además un peligro potencial ya que si me llama el Señor por medio de la muerte, me presentaré con las manos vacías porque he esperado vanamente a alguien conforme a mi persona para evangelizar en serio.

El creyente en cambio ha de pensar que ha de trabajar para la Iglesia de Cristo. Jesús ha de ser el centro de nuestra vida personal y misionera, ya que sólo a El servimos, no a determinada persona que hoy está pero no estará mañana. Cuando el corazón del creyente está puesto en el Señor y desde El evangeliza a sus hermanos, supera esas miradas parciales sobre la comunidad y lo embarga la alegría profunda, fruto de su desinteresado servicio al Señor y a su Iglesia.

El pescador de hombres no debe perder el fuego evangelizador a pesar de las incomprensiones de los que lo rodean, sabiendo que como Jesús, ha de ser signo de contradicción, produciendo a veces “la división” entre los que están con Cristo y los que están contra El.

En cambio si el pescador tira las redes en las aguas del mundo sin producir inquietud en los peces que hacen de las suyas, seremos elogiados por muchos, ya que no producimos desasosiego alguno en las conciencias embotadas por el espíritu del mundo, sino que más bien conseguimos una “unidad” ficticia fundada en el conformismo con el mundo que desconoce por lo tanto la búsqueda de la verdad.

Por tanto, la tentación del pescador será muchas veces “asimilarse” al mundo, es decir no agitar las aguas demasiado, no sea que los peces se espanten.

Pero esto ciertamente no es lo que Cristo espera de nosotros tal como lo recuerda San Pablo: “¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo.”(Gál. 1, 10)

5.-La conversión al servicio de la unidad.

Para lograr esto se advierte la necesidad de la conversión como lo reclama Jesús en el texto del evangelio que comentamos y así poder laborar como único cuerpo de Cristo.

Así lo señala Juan Pablo II al hablar del ecumenismo, aplicable a lo que estamos mencionando: “Pasando de los principios, del imperativo de la conciencia cristiana, a la realización del camino ecuménico hacia la unidad, el Concilio Vaticano II pone sobre todo de relieve la necesidad de conversión interior. El anuncio mesiánico « el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca » y la llamada consiguiente « convertíos y creed en la Buena Nueva » (Mc 1, 15), con la que Jesús inaugura su misión, indican el elemento esencial que debe caracterizar todo nuevo inicio: la necesidad fundamental de la evangelización en cada etapa del camino salvífico de la Iglesia…..

El Concilio llama tanto a la conversión personal como a la comunitaria. La aspiración de cada Comunidad cristiana a la unidad es paralela a su fidelidad al Evangelio. Cuando se trata de personas que viven su vocación cristiana, el Evangelio habla de conversión interior, de una renovación de la mente. Cada uno debe pues convertirse más radicalmente al Evangelio y, sin perder nunca de vista el designio de Dios, debe cambiar su mirada”. (Ut Unum Sint, nº 15).

Otra realidad patente es que las divisiones dentro de las comunidades muchas veces marcan “el campo” en que nos movemos, desplazando, excluyendo o condenando a otros, de allí la necesidad de la penitencia: “Por otro lado, se ha difundido también la necesidad de penitencia: el ser conscientes de ciertas exclusiones que hieren la caridad fraterna, de ciertos rechazos que deben ser perdonados, de un cierto orgullo, de aquella obstinación no evangélica en la condena de los « otros », de un desprecio derivado de una presunción nociva.” (Ut Unum Sint nº 15).

Conversión y Penitencia, por lo tanto, ayudarán a cada uno de los “pescadores” y al todo eclesial, a preparar un corazón nuevo para esta tarea tan necesitada en la actualidad que es la de llevar a Cristo a una sociedad que aunque lo rechaza muchas veces, lo busca toda vez que descubre la luz esclarecedora de la fe.

Sin desánimos por nuestras miserias, hemos de trabajar para hacer más creíble en la cultura de nuestro tiempo, el mensaje esperanzador de Jesucristo.

Reflexiones sobre los textos de la liturgia dominical del IIIer domingo durante el año, ciclo “A”, (27/1/08)

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”.

Santa Fe de la Vera Cruz, 1º de febrero de 2008.

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