21 de febrero de 2022

El Señor es bondadoso y compasivo, su amor permanece para siempre, y exhorta a vivir del mismo modo con el prójimo.

Leyendo y reflexionando el texto del Evangelio (Lc. 6,27-38) quedamos  sin aliento ante las exigencias de vida con las que nos interpela Jesús, sintiéndonos  sin fuerzas suficientes para vivirlas.
Quedan en evidencia los  secretos más ocultos de nuestro interior que sólo Dios conoce,  los pensamientos y acciones que manifiestan el mal o el  bien  que realizamos o  que podemos obrar en el futuro.
La posibilidad de hacer el bien  se  fundamenta en la experiencia del amor de Dios que señala el salmo  interleccional (102, 1-4.8.10,12-13) que en su antífona dice “El Señor  es bondadoso y compasivo”, o como cantábamos, “El amor del Señor permanece para siempre”.
En las distintas estrofas  salmodiamos que Dios es compasivo, que no trata según nuestros pecados sino según el amor que nos tiene, que perdona nuestras culpas y sana las dolencias, que es lento para enojarse y de gran misericordia, que “cuanto dista el oriente del occidente así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles”.
Habrá quienes después de escuchar esto piensen en dedicarse  a la “dolce vita”, ya que Dios es lento para enojarse y misericordioso, que perdona y olvida nuestros pecados, y es tardo en sancionar.
Tal actitud resultaría peligrosa para nuestra salvación eterna,  ya que a Dios no lo podemos tomar para broma, porque tal actitud divina  supone una respuesta del hombre, la cual espera con paciencia  hasta el último momento de nuestra vida donde se decide qué acontecerá con cada uno de nosotros, si la salvación o la condenación eternas.
Pero el Señor no quiere presionar con castigos y penas, o amenazas, sino quiere ganarnos a través del amor, para que contemplando el amor que Él nos tiene -y de hecho lo comprobamos a lo largo de nuestra vida- nuestro corazón se revista de entrañas  de amor para con Dios  y de amor y de misericordia para con los hermanos.
Solamente aquella persona que ha experimentado el profundo amor de Dios, es capaz también de devolvérselo y brindárselo a los demás, porque ha entendido lo que es el amor de Dios.
Y así, recordemos la actitud de Jesús ante aquella pecadora a la que  había perdonado y  la respuesta de ella ungiendo los pies y la cabeza con perfume de nardo. En esa ocasión el Señor  proclama que porque mucho se la ha perdonado su manifestación de amor es grande.
Cuando el creyente reconoce  lo mucho que se le ha perdonado y salvado del abismo, llega a amar mucho con un corazón agradecido.
El texto del Evangelio partiendo de considerarnos pecadores salvados gratuitamente, enumera  recomendaciones para actuar al modo divino, según aquello de que debemos ser perfectos como el Padre, hacer el bien a todos y amar a los enemigos.
Esta es la revolución del evangelio, el amor a los enemigos, no el ojo por ojo, diente por diente, sino el  perdonar y amar a los enemigos.
Quizás pensemos: ¿cómo harán los ucranianos en estos días para perdonar a sus enemigos rusos que buscan dañarlos y someterlos? ¿Podemos pedirle a alguien que perdone a quien le perjudicó   económicamente o quitado la fama y el honor? ¿Perdonará  quien ha perdido un ser querido por la violencia de otros?
Ciertamente es difícil pero no imposible con la gracia de Dios,  de allí que Jesús dirá que para seguirlo a Él es necesario la renuncia a nosotros mismos, deponer nuestros esquemas o modos de concebir la vida, dejar  nuestros pensamientos políticamente correctos, como decimos hoy en día y entrar por el cauce del Evangelio.
Roguemos por quienes nos tratan mal, especialmente hoy en día en que  no pocas  personas están nerviosas y denigran a todo el mundo.
En esta sociedad en que cada uno hace lo que quiere, cuando el mundo de los prepotentes está al orden del día, y cada uno se cree con derechos pero ningún deber a realizar, cuando  se dice que  estamos en democracia y entonces se concreta el mal, es cuanto más se necesita de paciencia y virtud  para  soportar todas esas actitudes miserables del ser humano.
Ante esto no podemos ponernos a la altura de actitudes sórdidas, tenemos que ir más allá, mostrar la dignidad de bautizados de la que estamos revestidos, vivir como seguidores de Cristo nuestro Señor.
David (I Sam. 26, 2.7-9.12-14.22-23) deja un ejemplo hermosísimo de todo esto. En efecto, escuchamos en la primera lectura cuando pudiendo matar a Saúl, que lo estaba buscando para aniquilarlo, dice a quienes lo incitan: “es el ungido del Señor”, es decir,  Dios lo eligió Rey, pues que sea Dios mismo quien solucione el problema.
En el fondo, quiere decir David que no le corresponde a él tomar justicia por mano propia, dejando así ejemplo digno de imitar.
De hecho, también nosotros tenemos que mirar al prójimo como ungidos del Señor, porque estamos -por lo menos los bautizados- marcados por el santo crisma, consagrados a Dios
Por el bautismo  somos profetas, reyes y sacerdotes, prolongando en la sociedad a Cristo profeta sacerdote y rey,  estando de esta manera revestidos con la dignidad de hijos adoptivos de Dios.
El chiquitaje en el pensar y obrar, -como decimos coloquialmente,- tenemos que dejárselo a aquellas personas que  no le interesa crecer en la vida en santidad o por lo menos en nobleza humana, a los corazones mezquinos que no prosperan
En definitiva solamente aquel que es magnánimo, el que está abierto a las cosas grandes, a las cosas bellas, a las cosas que nos  hacen cada día mejores y  enaltecen delante de Dios y de los hombres, podrá ser fiel al reclamo que Jesús  realiza a quienes quieren ser sus discípulos.
Queridos hermanos: Se nos pide a través de la Palabra de Dios esto de lo cual habla San Pablo escribiendo a los Corintios (I Cor. 15,45-49) que el primer hombre Adán fue creado como un ser viviente, el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la vida.  
O sea, por el bautismo, dejamos de ser ese hombre material para ser transformados en el ser espiritual que da la vida porque Cristo nos ha consagrado para el Padre.
Ojalá nosotros vivamos en este mundo siendo imagen del hombre celestial, de Cristo Nuestro Señor, para que quiénes sean tocados por la gracia de Dios se sientan atraídos a lo que es noble, a lo que engrandece al ser humano.

 
            Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz,  Argentina. Homilía en el VII domingo durante el año, ciclo “C”. 20 de febrero de 2022.-http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-


    


            



14 de febrero de 2022

Quien ha puesto su confianza en el Señor, advierte que aún en medio de las pruebas, no será jamás defraudado..

 Tanto en la Sagrada  Escritura como también en los padres de la Iglesia de los primeros siglos, se habla de un tema muy conocido cual es el de los dos caminos.
Esto significa  que a la libertad humana se presenta para optar, el camino del bien y el camino de la lejanía de Dios.
En realidad la libertad es una facultad que se perfecciona en la realización del bien, pero dado que la naturaleza humana fue herida por el pecado original, la concupiscencia contempla no pocas veces la realización de lo malo, y así,  se le presenta al hombre hacer el bien o hacer el mal,  el seguir a Dios nuestro señor o rechazarlo completamente.
Recordarán ustedes cuando Jesús habla de la puerta estrecha que desemboca en un camino estrecho y lleva a la salvación, o de la puerta amplia que se abre a  un camino amplio que desemboca en la perdición. Cada persona, pues, concreta su elección de vida cuando elige el camino estrecho de la cruz o la senda amplia cargada de placeres pero que deja vacío el corazón humano.
El texto del profeta Jeremías (17, 5-8) que proclamamos como primera lectura justamente presenta esos dos caminos, comenzando con la afirmación: “Así habla el Señor maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne mientras su corazón se aparta del Señor”, y a su vez señala: “bendito el hombre que confía en el Señor y en Él tiene puesta su confianza”.
Es decir, que es llamado maldito quien ha puesta su confianza en las cosas de este mundo, en las riquezas y el poder, en aquello que es tenido como más importantes pero que en realidad no lo es, quien ha puesto su seguridad en lo que es pasajero,  en el placer.
Este estilo de vida y los hechos que lo manifiestan lo contemplamos en la sociedad y cultura de nuestro tiempo.
En la sociedad en la cual estamos insertos, observamos  cuántas personas han puesto y fundan su vida  únicamente en las cosas de este mundo, ponen sus fuerzas en lo humano, acordándose de Dios sólo cuando su seguridad tambalea  y descubren que aquello en lo que se apoyan carecen de toda fuerza para evitar su caída.
Por su parte, quien  ha puesto su confianza en el Señor, advierte que aún en medio de las pruebas,  no es defraudado nunca.
Esto no significa que vamos a pasar por esta vida sin dificultades o sin padecer, pero ciertamente el Señor no se olvida de sus elegidos, no se olvida de aquellos que lo buscan y lo siguen permanentemente.
Esto es así, porque Dios ama a quien le es fiel, y Él  siempre es fiel al ser humano, incluso a aquel que no lo ama, porque mira con paciencia su conversión y el retorno a la dignidad de hijo.
El texto del Evangelio (Lc.612-13.17.20-26) continúa en esa misma línea de los dos caminos, mencionando previamente el largo tiempo en que Jesús  permanece en oración, indicio de un anuncio importante, como el de las bienaventuranzas y la falta de ellas, según sea la elección que el hombre haga en su vida.
San Lucas menciona cuatro bienaventuranzas y las desventuranzas correspondientes, Mateo en cambio, habla de ocho bienaventuranzas y no presenta lo opuesto a ellas.
Incluso al referirse a los pobres, Mateo habla de aquellos que lo son en espíritu, mientras Lucas refiere a los pobres en general.
En el pasaje de Lucas, Jesús desea poner en evidencia lo que trae aparejado el seguimiento o no de Dios.
Acontece no pocas veces, que apoyados en el dinero, en el poder o en el placer, muchos no piensan en que pueden caer en desgracia, tan sólidos se sienten en su inseguridad.
No se piensa que en esta vida perdemos o podemos perder todo sin que esto dependa necesariamente de nuestra voluntad, mientras que a Dios  sólo se lo pierde por propia voluntad.
Los que eligen la mundanidad encuentran su consuelo en esta vida, aunque todo pasajero, en el  disfrute  de lo frágil y efímero.
Encuentra los verdaderos gozos, en cambio, la persona que vive en unión con Dios, quien lo busca  cuando cae en el pecado, porque sabe que sólo será feliz  con Él, principalmente porque es el único que puede consolar totalmente el corazón del hombre.
Queridos hermanos es muy importante que nosotros vivamos buscándolo al Señor, eligiendo el camino del bien y de la verdadera felicidad que pasa por el seguimiento de Cristo.
En la liturgia de este día, san Pablo (I Cor. 15, 12.16-20), continúa con lo que habíamos reflexionado el domingo pasado, repite lo que habíamos meditado en el sentido que si Cristo resucitó de entre los muertos, también nosotros tenemos asegurada nuestra propia resurrección.
Creer y aceptar la resurrección de Cristo, conduce a esperar la nuestra, permite que en esta vida ya seamos felices pensado en la realidad futura que nos espera, la resurrección final.
Esto hace ver que la elección de las bienaventuranzas lleva siempre con seguridad al encuentro definitivo con el Creador, por lo que imploramos la gracia divina  para mantenernos así, firmes y fieles al  llamado divino, de tal manera que tanto amor del Señor por nosotros conduzca a cada uno a escucharlo y seguirlo fielmente en la vida, a pesar de nuestras debilidades y limitaciones, siempre superables con la gracia divina.

Padre Ricardo B. Mazza.  Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño.  En Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el sexto  domingo del tiempo ordinario, ciclo C. 13 de Febrero de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com;  



7 de febrero de 2022

“Señor hemos trabajado toda la noche y nada hemos conseguido pero si Tú lo dices echaré las redes”.

 


Nuevamente el eje de los textos bíblicos de este domingo se encuentra en el llamado de Dios, el tema de la vocación, es decir, se  recuerda una vez más que cada persona es “vocada”.
¿En qué consiste esto? En que cada  persona es interpelada y  llamada por Dios para una misión concreta. Y en la medida que responda generosamente a este llamado, no sólo encontrará a  Dios y por cierto a Jesús, sino obtendrá la felicidad  en este mundo y en el cielo.

Tomemos el texto del profeta Isaías (6, 1-2ª.3-8) que menciona la vocación propia. El texto tiene dos partes, por un lado una visión que tiene Isaías acerca de la majestad de Dios, de su gloria, de su grandeza. Pero al mismo tiempo ese Dios que se manifiesta en todo su esplendor necesita de alguien que transmita su palabra, que haga las veces de portavoz suyo ante el pueblo elegido. Pero Isaías se considera de labios impuros para esta misión, por lo que un serafín  se le acerca en la visión con una brasa encendida, se la pone sobre su boca y le dice que está limpio de su pecado, y que  puede  anunciar la Palabra.

Cualquiera de nosotros puede tener esa tentación de considerarse pecador para huir del compromiso de ser evangelizador.
Pues bien, el Señor nos purifica y garantiza que está con nosotros para que obremos según lo que se nos encomiende,  es decir,  llevar su Palabra a todas partes sin temor alguno.
¿Y cuál es la Palabra que hemos de transmitir? La respuesta la encontramos en la segunda lectura tomada de la primera carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Corinto (15,1-11). El apóstol se encuentra con el hecho que los corintios comienzan a dudar acerca de la resurrección de Cristo, por lo que está en riesgo no sólo la fe de esta comunidad, sino también  la unidad de la Iglesia.

San Pablo dirá que si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe, por lo que debía  aleccionarlos para que entiendan que Jesús había resucitado de entre los muertos y, expone su propio testimonio, y no solo el de él, sino también de los demás discípulos.
Enuncia así el llamado Kerigma de la predicación, o sea éste pequeño núcleo de la fe que debe ser transmitido y en el que se resume toda la fe,  contenido que nosotros poseemos y vivimos.

Afirma así san Pablo que ha transmitido  “lo que yo mismo recibí, que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día de acuerdo con la escritura, se apareció a Cefas, después a los doce, luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún y algunos han muerto, se apareció a Santiago, a otros Apóstoles, por último se apareció a mí”.  

Con ésta  lista que presenta Pablo de los que vieron a Cristo resucitado, quiere enseñar que la resurrección de Cristo no es un invento suyo, que la tumba estaba vacía, que el Señor se apareció numerosas veces, por lo que dan testimonio de lo que han visto y  creído, y que aquellos hombres que eran asustadizos y con miedo muchas veces, se animaron a  proclamar la muerte y resurrección del Señor, que habían visto.

Esto hace que debamos estar siempre atentos para llevar al mundo en el que estamos insertos ésta verdad de que Cristo murió y resucitó de entre los muertos para nuestra salvación.

Es en ese momento y  una vez que la persona que escucha cree  en la muerte y resurrección de Cristo, como sucedía antaño, comienza la enseñanza sobre la vida de Cristo nuestro Señor.

O sea, no se empezaba dando a conocer la vida de Cristo, sino que se proclamaba primero el núcleo de la fe que es el misterio Pascual, y luego que se acepta esto, el resto de la vida del Señor.

Pero vayamos al evangelio (Lc. 5,1-11) en el que se concreta la vocación de Pedro y de los demás discípulos. Habían estado pescando toda la noche y nada lograron.
Jesús al contemplar tanta gente pide a Simón Pedro que lo lleve en su barca y lo aparte de la orilla para poder predicar. Luego de la enseñanza  reclama “navega Mar adentro” y, a todos, “echen las redes”.

Le dicen entonces: “Señor hemos trabajado toda la noche y nada hemos conseguido pero si tú lo dices echaré las redes”.
También en nuestros días podremos decir nosotros Señor tratamos de pescar permanentemente pero no tenemos éxito Tratamos de ser pescadores de hombres pero la sociedad está inmersa en otra cosa, la cultura de nuestro tiempo tiene otras preocupaciones, no se interesa por Dios, no piensa en Él como el ser supremo.

Y esto sucede porque el hombre de hoy nuevamente se erige en Dios, ha dejado de lado al Dios verdadero. Por eso es que  Jesús insista en navegar mar adentro, en echar  las redes confiando en Él.
“Si tú lo dices Señor echaré las redes” responde Pedro y así lo hicieron. Con frecuencia nosotros  confiamos más en nuestros conocimientos, como le sucedía a los pescadores que eran  hábiles en su tarea, sabían cómo hacerla, pero tuvieron éxito al obedecer a Jesús.

Hoy en día a lo mejor se implementan métodos según la estrategia del hombre para atraer vocaciones masculinas o femeninas para la iglesia, para el sacerdocio, para la vida religiosa, cuando en realidad el método eficaz es echar las redes en nombre de Jesús, confiando más en la gracia de Dios que es la que actúa.

De allí que sacaran tal cantidad de peces que las redes estaban a punto de romperse, por lo que llamaron a los de la otra barca para que los ayudaran, de modo que por la pesca abundante el peligro de zozobra era patente.

Para  la evangelización, tenemos también que llamar a otros para que se comprometan con Cristo y se continúe la pesca milagrosa, que tendrá éxito en la medida en que se hace de acuerdo al criterio del Señor y que se dirija mar adentro, a lo profundo.
Profundidad que significa orientar la existencia hacia Cristo, su vida y enseñanza, que no sea un simple  barniz y no profundiza en el misterio de Cristo, en el misterio Pascual del cual hablaba San Pablo.
Sucede en nuestros días que se presenta un Cristo bonachón, que nada exige ni interpela, llegándose al hecho que el enviado del Padre no convenza a nadie porque muchas veces presentamos una idea de un Cristo aguachento, facilongo en sus exigencias y que cada uno adapta a su propio parecer sin que  pese en la conciencia  del hombre.

Hemos de proclamar un Cristo que entusiasme, que se manifiesta como Salvador y es aquí donde se produce el cambio total, al igual de lo sucedido con  Pedro que se sentía pecador y exclama “aléjate de mí que soy un pecador”.
Jesús responde haciéndolo pescador de hombres. Nuevamente la gracia de Dios es la que da la fuerza necesaria, y así como el Serafín purifica los labios de Isaías, el llamado del Señor habilita a Pedro y demás discípulos a la obra de evangelización de las almas, de manera que la condición de pecador y debilidad se transforme en misión. 

Finaliza  el texto del Evangelio afirmando que ellos atracaron las barcas a la orilla y abandonándolo todo lo siguieron.
Sabemos que después siguieron siendo pescadores no solamente de hombres sino también siguiendo en su profesión Pero habían abandonado sus puntos de vista, lo que consideraban crucial en la vida para buscar el seguimiento de Cristo, que los había llamado para una misión superior.

Que  el Señor nos ilumine, nos muestre el camino para que descubramos lo que Él quiere de nosotros y nos dé la fuerza para conseguirlo siguiendo sus pasos.

 

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, República Argentina. Homilía en el 5to domingo “per annum”, ciclo “C”. 06 de febrero de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com

1 de febrero de 2022

Jesús nos enseña que en medio de las persecuciones de este mundo hemos de seguir adelante y pasar en medio de los perseguidores.

 



 

La palabra de Dios hoy nos muestra la fuerza que posee la misión de ser profeta en el Antiguo Testamento y que se continúa luego ciertamente a través de Jesús el Hijo de Dios hecho hombre. 

La primera lectura (Jer. 1,4-5.17-19) se refiere a la vocación de Jeremías. Este profeta fue elegido por Dios desde el seno de su madre, lo conoció y lo consagró.
El hecho de esta elección  evoca el texto de san Pablo (Ef. 1) en el que el apóstol enseña que fuimos elegidos desde antes de la creación del mundo para ser hijos adoptivos de Dios. De manera que la vocación o el llamado a cada persona no es algo reciente, ni comienza el día que nacemos, sino que desde la eternidad Dios ya nos tiene presente y, en su Providencia nos elige para una misión. Todos somos profetas por el sacramento del bautismo, allí se nos constituyó -prolongando a Jesús- como sacerdotes, profetas y reyes.

Cada una de estas misiones tiene su característica peculiar, en el caso de la misión del profeta, éste debe llevar a los demás la Palabra de Dios, no está autorizado a decir lo que a él se le ocurre si no transmitir fielmente lo que Dios le ordena y ciertamente esto no está exento de problemas, de dificultades.

De hecho Dios le anuncia al profeta Jeremías que será perseguido, -recordemos que tiene que huir y es asesinado luego en Egipto- por haber sido fiel a la vocación a la cual Dios lo llamó.
Para que no rehúya de su misión, Dios le dirá que no tema la persecución porque Él lo acompañará, y si acaso tuviera temor de los hombres y callara, tendrá que vérselas con el mismo Dios.
Hoy en día  el temor de Dios se ha perdido, no solamente el hecho de amar tanto a Dios que se tema ofenderlo,  sino que se prescinde directamente de Él en el   proclamar la verdad y  realizar el bien.
Nos sentimos intimidados por los medios de difusión, por la cultura de nuestro tiempo, por las costumbres, por lo que muchas veces callamos, ya que nos avergüenza dar testimonio de Cristo.
La misión profética supone siempre  dar testimonio de Jesús  con obras y palabras.
Es cierto que esto trae problemas. Cuántas veces los verdaderos católicos tienen que sufrir desprecio o ninguneos en la oficina, en la familia, en el grupo de amigos por el hecho de ser creyentes, no pueden hablar de Dios porque continuamente surgen discusiones.

Recuerdo que en el gobierno provincial anterior – no sé si hoy sigue vigente la misma actitud-  los médicos provida no podían acceder a cargos públicos por no aceptar el aborto.
Pero ante esas situaciones, cada uno verá qué es  posible hacer para dar testimonio.

No olvidemos que muchas veces esas expresiones de odio contra la iglesia y los católicos proceden porque los agresores no soportan la verdad de la enseñanza que transmitimos, como contemplamos en el evangelio de hoy, porque no se animan a reconocer que la iglesia tiene razón en sus enseñanzas, pero ellos no quieren seguirlas.
Porque lo más natural sería que si fuera indiferente no hablaría del tema en las conversaciones habituales, de hecho la gente no está hablando del Islam, si nó profesa esa religión, salvo alguna referencia a la persecución a los cristianos.
En el texto del Evangelio (Lc. 4, 21-30) nos encontramos también con Jesús que es perseguido por decir la verdad.
Fíjense qué interesante lo que el texto dice: “después que Jesús predicó en la sinagoga de Nazaret todos daban testimonio a favor de Él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca”. Pero el encanto duró poco ya que si  vamos al final del texto este afirma que “al oír estas palabras todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron”.
Cambiaron de repente de la admiración, del encanto, del deslumbramiento por las palabras del Señor pasado a la ira, al odio. No olvidemos que el odio es uno de los pecados que más asemeja al hombre al espíritu del mal, al demonio, porque el demonio está cargado de odio contra Dios y también contra los seres humanos y por eso busca perderlos.
Continúa el texto diciendo que lo empujaron a Cristo fuera de la ciudad para despeñarlo y así matarlo.
¿Qué había pasado? Jesús no es diplomático para decir las cosas. Estando en la sinagoga dijo algo que molestó. Recordó lo que había sucedido en tiempo de Elías y de Eliseo, de modo que citó la Escritura. En efecto, en tiempo de Elías había muchas viudas en Israel, sin embargo el profeta fue enviado a una viuda de Sarepta, en Sidón para asistirla, o sea, una mujer que no provenía de Israel.
En tiempo de Eliseo había muchos leprosos también, sin embargo el que fue asistido fue Naamán el sirio.
¿Qué quiso decir con esto Jesús? que aquellos que provienen del paganismo están más abiertos para recibir la verdad.

De hecho en toda la vida de Jesús nos damos cuenta cómo es perseguido, despreciado y odiado por los grandes de Israel porque no aceptan su enseñanza de manera que la verdad provoca siempre esto. San Pablo en la segunda lectura (I Cor. 12,31-13,13) que acabamos de proclamar refiere al himno de la caridad. Justamente dice que la caridad se goza en la verdad.

¿Y por qué la Caridad se goza en la verdad? Porque se orienta a Aquél que es la Verdad inmutable y que se comunica a los hombres, aunque estos no siempre la buscan o no se gocen en ella.
La Caridad es la única virtud que permanece después de la muerte, ya que la fe y la esperanza terminan con la muerte, y en la vida eterna la contemplación de Dios es contemplación de la verdad total, es allí donde vemos  con claridad.

Mientras caminamos en este mundo, dice el apóstol, vemos como en un espejo, pero la verdad plena la vemos en el cielo.
Por último, el texto del Evangelio afirma que Jesús se escapa pasando en medio de ellos, que continuó su camino porque no era su hora, el  momento de la pasión y muerte y Jesús se va
Lo cual muestra una vez más su señorío sobre todo y sobre todos, aún en medio de las persecuciones el Señor se manifiesta como el Hijo de Dios hecho hombre. Nos enseña que aún en medio de las persecuciones de este mundo tenemos que seguir adelante, pasar en medio de los perseguidores, pasar en medio de las dificultades, pasar en medio de los desprecios de este mundo y seguir valientemente proclamando la verdad.
Pidamos al Señor nos dé su gracia para que podamos realizar esto.
 

 

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento San Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el cuarto domingo durante el año, ciclo “C”, 30 de enero   de 2022. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-