27 de julio de 2007

El calor del hogar que recibe a Jesús.

“Mi razón de amar a Cristo es que El me ama apasionadamente. El quiere que yo esté absorto en El como María de Betania.”
(Reflexiones sobre el Evangelio Lc 10,38-42 – Domingo 16º Durante el Año)


“Siguiendo su camino, entraron en un pueblo, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra. Mientras tanto Marta estaba absorbida por los muchos quehaceres de la casa. En cierto momento Marta se acercó a Jesús y le dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para atender? Dile que me ayude." Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada."


1.- El Redentor viene al encuentro de su pueblo.

San Lucas no menciona el nombre del pueblo, pero sabemos por San Juan (cap.11) que se trata de Betania. Aquél que vino a los suyos y éstos no lo recibieron (Jn.1) fue acogido como huésped en la casa de Marta.
Este encuentro de Jesús con Marta y María encarna su deseo de hallarse con todo hombre que viene a este mundo, porque el Hijo de Dios se hizo hombre para involucrarse en la historia humana. Por eso, para El, nada es superfluo si se trata de considerar al hombre
El Señor que alimentó a tantos es atendido por quien lo necesitaba.
No dice el texto que fuera invitado especialmente pero por lo que describen otros pasajes bíblicos sabemos que acostumbraba compartir el techo de los hombres, en especial la casa de Marta, Maria y Lázaro donde reinaba un clima de cordialidad.

Este relato se presenta después del mandamiento del amor expresado por el Señor en la parábola del Buen Samaritano, como si quisiera Jesús explicar con obras y verdades lo que había enseñado previamente.
Interesante comprobar que mientras Marta elige alimentar y atender al Señor, María, su hermana, prefiere ser nutrida por la sabiduría del maestro.
A los pies del Señor, María pone en evidencia su presteza y el deseo de oír a aquél que es la Sabiduría hecha carne para la salvación de los hombres.
Dice San Agustín respecto a María de Betania que “con cuanta más humildad se sentaba a los pies del Señor, tanto más percibía, porque el agua fluye a la profundidad de los valles, mientras se aparta de la cumbre de los montes” (“Catena Aurea” de Santo Tomás de Aquino, tomo IV, pág.264).

Pero, al mismo tiempo, el Señor deja una iluminación a la vida de sus apóstoles, de manera que estos descubran cuál ha de ser su propia actitud cuando visiten las casas y compartan la mesa con el pueblo.
Obviamente que a todos nosotros nos cabe también este ejemplo del Señor de manera que captemos que cuando los cristianos compartamos la mesa con alguien, no lo hagamos ociosamente sino que edifiquemos con nuestras palabras y gestos.


2.- La ansiedad de Marta que vive fuera de su interioridad

Marta vive absorta en los quehaceres de la casa. Está bien que el amor aflore en quien descubre en sus tareas cotidianas un servicio de amor orientado a sus seres queridos, pero no debe dejarse dominar por ellos.
De allí que el Señor le diga "Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas” (v.41).

¡A cuántas Marta que dejan de participar del sacrificio del Señor el día domingo para cumplir con las tareas olvidadas durante la semana les repite el Señor ésta advertencia! No advierten que si honramos al Señor en primer lugar “todo lo demás se nos dará por añadidura”. Mientras que la preocupación excesiva por la “añadidura” nos hace perder de vista lo fundamental.

Porque Marta de alguna manera considera que el comportamiento de su hermana ante el Señor es una pérdida de tiempo.
¿Para qué dedicarse a la contemplación con tantas cosas por hacer? Y así, como Marta, no advertimos que las cosas que nos ocupan si no están dirigidas a la honra de Dios no sirven para conducirnos a la eternidad.
La sujeción a lo temporal con olvido de la contemplación nos hace perder de vista que no fuimos creados para la temporalidad sino para la eternidad en la que rige sólo la contemplación.
Con esta actitud pasamos por la vida como si fuera un teleteatro que transcurre sin la presencia de Dios y como si todas las cosas las podemos solucionar sólo por nosotros mismos.

Los negocios, las diversiones, los quehaceres del deber de estado capturan al ser humano en el devenir de su existencia, sin calar nunca profundamente en el verdadero sentido de la vida.
Y así sucede que cuando la sola ocupación por las realidades temporales no está iluminada por la fe o no está orientada a su fin último, el ser humano se siente profundamente vacío y sólo consigo mismo, de modo que siempre el “otro” es un extraño porque no entra en la consideración de su vida.

¡Cuántas veces los hombres no entendemos que hay que elegir la mejor parte, la que no nos será quitada.


3.- María de Betania y la mejor parte.

María de Betania, ya lo dijimos, opta por estar a los pies del Señor. No se trata de una actitud negligente o desinteresada por los quehaceres domésticos. Nada de eso. El mismo Jesús hubiera recriminado si se trataba de sólo una actitud egoísta y cómoda.

Ella atiende al Señor. Cristo hubiera quedado solo si las dos hermanas estuvieran preparando simultáneamente la olla o limpiando la casa.
No nos gustaría nada que si fuéramos a una casa a compartir con la familia, nos dejaran solos porque todos están preparando lo necesario para compartir una velada deliciosa.

María, con su actitud manifiesta que es más importante el huésped que aquello con lo que se homenajeará al mismo.
Y por cierto que Cristo es el más importante. ¡De hecho siempre las personas son más importantes que las cosas!
Jesús dice “una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada."(v.42)

Palabras sugestivas por cierto. ¿Por qué María de Betania ha elegido la mejor parte?
Porque ella prefirió al Señor de las cosas y no a las cosas mismas.
Porque está allí escuchando a Cristo que le quiere dejar sólo palabras de vida eterna que den sentido a su vida terrena.
María de Betania se encuentra con Jesús y eso le basta para dar una ojeada al horizonte de su vida con una nueva mirada.
Se trata de un encuentro con aquél que dijo “ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor, yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn.15,15).
¡Qué bello ser amigo de Jesús! Con El no carecemos de nada, sin El nos falta todo.
Las amistades humanas son frágiles como todo lo humano. Difícilmente alguien da su vida por el otro, Cristo en cambio, demostró con su muerte en la Cruz de lo que es capaz por nosotros.
En las amistades humanas es difícil por ejemplo que no se introduzca la envidia por el bien del otro, y que éste bien del “otro” no se vea como disminuyendo el bien propio –y así se pierde esa amistad-. En la amistad con Cristo percibimos que su mayor felicidad es nuestro crecimiento en el bien y en la verdad.
Cristo no busca que disminuyamos sino por el contrario que crezcamos.

Las amistades humanas suelen malograrse en la desgracia, Cristo en cambio, está más presente que nunca en los momentos de fragilidad y necesidad humanas.
¿Por qué la elección y la amistad con Cristo no le serán quitadas a María de Betania?
La respuesta es muy simple. En la vida perdemos o podemos perder todo: fama, honor, dinero, amor, trabajo, amigos, familia, respeto y la vida misma.
Y ésta pérdida no necesariamente se concreta por voluntad propia ya que muchas veces no depende de nosotros.

Lo único que no se pierde en la vida si no queremos es la amistad con Cristo.
Este trato con el Señor y su vigencia, depende sólo y exclusivamente de nosotros. Lo demás aunque no queramos desaparece, o lo podemos perder.
De allí, ¿qué sentido tiene valorar más aquello que hoy tenemos pero que mañana se disipa o puede desaparecer, en vez de tener como más importante la amistad con Cristo?

4.- ¿Cómo es la unión con Cristo?

En la vida humana hay distintos tipos de uniones entre las personas.
Una es la del compañero de equipo que no compromete nada, el del compañero de trabajo que sólo cuenta en el horario laboral. Muchos ven a Cristo de este modo superficial ya que pasan por su vida pero sin comprometerse jamás.
Otra forma de unión es la de la amistad en la que las confidencias y confianza van uniendo los corazones, pero que siguen siendo dos y siempre está latente la posibilidad de la indelicadeza, fruto del pecado. Y Cristo es sensible a este tipo de falta –es lo que sintió con Judas-. En este campo Cristo sufre las reticencias de su amigo por dársele por entero, o porque no se le hace partícipe de su vida misma, como si no todo interesara al Señor.
Una tercera manera de unión es la de la unidad, imposible en el amor humano, ya que en éste “permanecen las dos personas siendo dos”. En este amor unitivo se cumple lo de San Pablo “no vivo yo sino Cristo quien vive en mi” (Gál.2,20).
Mi razón de amar a Cristo es que El me ama apasionadamente. El quiere que yo esté absorto en El como María de Betania.
Que no tenga ningún amor del cual El esté excluido ni quiere que yo sea objeto de ningún amor en el que El no entre.

La experiencia del Evangelio nos enseña que esta vivencia de unidad es posible, ¿nos animaremos a intentarlo?
Desde la fe sabemos que con la gracia de Dios todo es posible y que hemos de intentarlo aunque nos sintamos débiles y limitados. El ejemplo de los santos nos deja un camino posible a transitar hasta llegar a la cumbre de nuestra vocación: la santidad, que es la comunión plenificadora con la Trinidad.


5.- Jesús se sienta a la mesa del hogar de nuestra vida.

Pero la presencia de Jesús no se agota en la unidad con cada uno de nosotros, sino que se prolonga también cuando entra en nuestra casa, en nuestra familia, si lo dejamos, claro está.
El relato evangélico nos pone delante cuál ha de ser la actitud del cristiano: nunca temer recibir a Jesús en nuestra casa. Abrir el corazón de la hospitalidad para recibir al Salvador.
Eso requiere que nuestra casa viva en un clima de receptividad de todo lo que es bueno y noble y cuánto más cuando de Jesús se trata. No hemos de temer vivir en comunión con el Dios viviente que hecho hombre quiere entrar en nuestra vivienda para dejarnos los resabios de su paso. Jesús se interioriza así de cuáles son nuestras preocupaciones y gustos y seguramente no se irá sin dejarnos aquello que nos permita rectificar rumbos y costumbres.
Sentémoslo al Señor ante el televisor… seguramente El será el primero en hacer zaping para que no nos contaminemos con la superficialidad y con lo que pudre el corazón…

Mirando el desorden de las habitaciones de los hijos, seguramente les dirá que han de colaborar en mantener un clima de hogar…
Al escuchar que alguien se vuelve insistente en reclamar las vanidades de la sociedad de consumo, señalará que para seguirlo a El es necesario caminar por la senda de la austeridad y así permanecer siempre libres de todo apego temporal.
Si advierte que la niña quinceañera reclama como regalo al papá y a la mamá una cirugía “reconstituyente” para que “aparente” ser mujer por medio de “abundantes signos de madurez”, sonriente le dirá que no esté en la pavada, que ella vale por lo que es y no por la “ficción” de un cuerpo abundante que no tiene… Le estará diciendo que no pretenda vivir en la mentira, ya que el hombre se realiza en la verdad.
Al hijo que pide permiso para ponerse aros, colgantes y abundantes tatuajes, le susurra que sea él mismo, que no se deje llevar por la moda paralizante que le impide juzgar sabiamente de las cosas y decidir por lo que lo distingue y lo ennoblece y no por lo que masifica.

Nos enseñará a rezar al Padre de todos, Providente, para agradecer por el pan diario que no nos falta, a pesar de nuestra indolencia en el uso de las cosas.
Y con sabias palabras entrará en nuestra vida y preocupaciones diarias para dejarnos el consuelo de sus enseñanzas.

Intentemos llevarlo a Cristo a nuestra casa, a nuestra familia, y dejemos que El nos enseñe los secretos de una verdadera vida, aquella que nos permite existir como hijos de Dios que crecen en la plenitud de su ser creado a imagen y semejanza de Dios.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de “Ntra Señora de Lourdes” Santa Fe de la Vera Cruz.
22 de Julio de 2007
ribamazza@gmail.com
http://ricardomazza.blogspot.com/

16 de julio de 2007

Nombres comunes para el Cristo samaritano de hoy


Los desechados del mundo y el Cristo samaritano, un Cristo que busca otros cristos para actualizarse con amor en cada vida.
Reflexiones desde el Evangelio del Domingo XV Durante el Año. Ciclo "C".– La Parábola del Buen Samaritano.

29 Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?». 30 Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. 32 También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. 33 Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. 34 Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. 35 Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”. 36 ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». 37 «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera». (Lucas 10,29-37)

1.- Josefina

Josefina se sentía desolada. No era para menos. Había quedado embarazada después de la última relación con su novio. Le comunicó enseguida a éste cuál era su situación, pero Simulacrum -su peculiar apodo- le reprochó que ella fuera la culpable al no cuidarse y haciendo honor al mote que rotulaba su estilo de vida, se borró.
Sus padres le dijeron que ella resolviera, ya tenía edad para hacerlo.
Sus “amigas” la llevaron al Grupo Libertino que se ocupa de la liberación de la mujer. Allí le dijeron que tenía derecho a remediar su “error” porque en definitiva se trataba de su cuerpo, de su vida, de su carrera universitaria… Le prometieron además un tratamiento psicológico post aborto para que ella se sintiera “contenida”.
Pero no se decidía. Sabía por confidencias lo que el aborto había hecho en el corazón de algunas de sus amigas. Por otra parte siempre valoró la vida, no solamente la de ella.
Los días transcurrían y su tormento se agudizaba. ¿Tendría perdón de Dios si abortaba? Retumbaba en su cabeza la pregunta, para nada ociosa.
Resolvió ir a Misa -hacía mucho que no iba porque “las relaciones con su novio” la hacían sentir como farsante para presentarse ante Dios-.
Allí escuchó la parábola del buen samaritano. Comprendió que muchos pasaron por su vida en este contexto, pero siguieron de largo.
Vuelta a su casa y pensando en el buen samaritano, pulsó el número telefónico de Grávida, -0342-4696159- que figuraba en un afiche de la Iglesia parroquial recordando el tercer año de esta obra de consuelo…

2.- Joaquín

Joaquín sufría cada vez más su realidad concreta. Estaba sin trabajo desde hacía tiempo. Los problemas económicos destrozaron su hogar. Su mujer había conseguido trabajo como empleada doméstica -único sustento del hogar con tres hijos- y traía magras vituallas para engañar los estómagos, no sin antes agredirlo porque estaba desocupado, como si fuera su culpa…
Sus hijos reclamaban mejores zapatillas, sin comprender que las condiciones de vida habían cambiado para la familia desde que él fue echado como sobra de la empresa extranjera que resolvió disminuir los “costos sociales”.
De noche no podía dormir pensando en un futuro muy negro ya que la ayuda de Caritas de la parroquia cercana era un paliativo que no resolvía su situación. El quería trabajar y vivir así este aspecto que enaltece la vida humana.
Pensaba cuánta verdad cantaba Miguel Angel Robles en “Carnaval de la Tristeza” repitiéndose en su memoria: “Hay carnaval… hay carnaval... hoy es el día mas largo de mi vida porque yo he visto el hambre de una niña … con flores que ofrecía mientras veía su futuro sin amor… Pienso en mi gente que sufre inútilmente… lloro de bronca… pidiendo a gritos una vida sin dolor… el carnaval… el carnaval de la tristeza, el carnaval de la pobreza, el arlequín… está llorando no quiere ver a un solo niño mendigando… Carnaval de los pobres, ¡ay mi Dios!
En esta rueda absurda de la vida, si estás abajo te pisan los de arriba, y hasta el amor se parece a una mentira cuando le falta una esperanza al corazón, el carnaval de la alegría sólo un día, el carnaval de la pobreza día a día, el carnaval… llegó a tu mesa, el carnaval... el carnaval de la pobreza, hay carnaval, hay carnaval, hay carnaval... Vengo a cantarle con el corazón esta verdad…a la gente, a los hombres y mujeres de mi tierra, a los pobres… a los niños de la calle que son el carnaval de mi tristeza…”
Rezaba sin cansarse… pero pensaba, Dios no lo escucha...
Pero es que el Cristo samaritano es cada uno de los que deben crear fuentes de trabajo procurando el bien común de la sociedad, cada cristiano que puede llevar un poco de consuelo, cada ser humano que se sienta tocado en su corazón…

3.- Gustavo.

La cárcel estaba superpoblada. El auge de la delincuencia no tenía miras de detenerse. Gustavo había matado cinco personas.
¿Por qué? Reflexionaba, tratando de acallar su conciencia, sobre el mensaje que recibía todos los días de la inutilidad de la vida, que el más fuerte debe imponerse sobre el más débil, que es mejor vivir sin trabajar manteniéndose con el fruto de sus fechorías. Más de una vez pensó que si la sociedad acepta la muerte de los niños no nacidos, ¿porqué le han de reprochar a él que se cobre alguna que otra vida si el “fin justifica los medios”?
Pero en la oscuridad de su corazón, brillaba todavía la lucecita que supo encender su madre cuando le enseñó a rezar y cuando con su laboriosidad le enseñaba que debía ser un hombre de bien. Se resistía sin embargo a esta buena nueva que comenzaba a recordar y al mismo tiempo se sentía abrumado por sus culpas.
No tenía o no sabía a quién recurrir. Para colmo el Capellán de la cárcel había perdido a su padre víctima de un asalto… ¿qué hacer? Sentía que no podía seguir así, tirado y magullado por los golpes de sus yerros…
Cuando menos lo esperaba apareció el Padre Daniel sonriente en la puerta de su celda. Pensó a la defensiva ¿qué querrá el cura ahora? Algo en su interior le decía “abre tu corazón”. En su cavilación surgió la pregunta que le ofrecía la salvación: ¿estaría ante el Cristo samaritano que alguna vez conoció leyendo el evangelio?

4.- Vacuo

Vacuo de la Mirándola estaba repodrido por los consejos de su amigo de la infancia, Esteban. No hacía más que reprocharle por la vida que llevaba: vida nocturna permanente, dormir hasta mediodía, engañar a sus padres lejos de la ciudad, diciéndoles que su carrera universitaria marchaba viento en popa, mujeriego empedernido mientras su novia, ignara de todo, descansaba en “su” fidelidad, amigo del alcohol y de las fumatas, mentiroso permanente, y alejado de toda referencia religiosa.
Esa noche de domingo mientras toma vodka escucha “Halcón a medias” de Gianluca Grignani resonando románticamente en sus oídos “desde lo alto del rascacielos los aviones observan, quiero saltar, miro hacia el suelo, quiero saber si yo puedo…” Piensa que quizás pueda volar “sobre las luces de la ciudad” porque cree que es medio halcón… nadie puede capturarlo…
En realidad ya había “volado” sumergido en la irrealidad de la fumata… que le hace pensar que todo lo puede.
Esta es vida, piensa no muy convencido, Esteban es un monje, siempre aferrado al dogma que la vida es don y tarea, como si no fuera cierto “que la vida hay que vivirla”. Yo no pedí nacer, repite, ¡déjenme disfrutar! mientras se aturde de continuo en el ruido de su frivolidad.
Pero ya no soporta todo esto, se siente envilecido, perdiendo la poca dignidad que todavía le queda. Es que el espíritu sofocado pugna por salir y otear otros horizontes… y otra vez recuerda a Esteban, que a pesar de todo, siempre está junto a él. En el fondo sabe que sólo su amigo lo valora como persona, aún sin merecerlo por sus caídas tan vertiginosas en la corriente del continuo devenir de sus límites.
¿Y si trato de ser halcón de veras, para mirar la vida desde lo alto de un ser nuevo? –concluye, mientras se retira a dormir ya más apaciguado en sus cavilaciones.

5.- Juan Cruz

El es un periodista sagaz y cáustico. Pero Juan Cruz sabe que eso no es suficiente para continuar con lo que más quiere como ofrenda de sí mismo: defender y proclamar la verdad según aquello que repite sin cesar: “la verdad os hará libres” (Juan 8, 32).
Se sostiene con lo mínimo por la ayuda de amigos y “fans” que lo alientan a no desfallecer. Pero la cosa no es fácil.
Sedicentes amigos con chequeras ubérrimas lo instan a no abandonar la buena causa, pero se conforman con cubrir sus heridas con “aceite y vino” y no se animan a sacar los “dos denarios” para que se mantenga en el albergue de la buena prensa.
Para colmo la tentación ronda como el diablo. En efecto le han ofrecido pingües ganancias, una buena facturación mensual… siempre y cuando deje de ser un fanático Pro-Vida.
Mientras en esa solución piensa y repiensa, templa su espíritu releyendo consolado a San Jerónimo: “Me diréis, acaso, que esto vale para el martirio. Digo que andáis muy equivocado, hermano mío, pensando que el cristiano está jamás sin persecución. Hasta digo que entonces el combate es más peligroso, cuando no os percatáis del ataque. He aquí que nuestro adversario anda dando vueltas alrededor (I Pedro 5) como un león, que brama buscando algo que tragarse. ¡Y vos pensáis que todo está pacífico y seguro! Se ponen en acecho con los ricos, en sitios escondidos para matar al inocente. Sus ojos miran al pobre, preparando sus trampas ocultas. Como un león en su cueva acecha para echar sus garras sobre el pobre (Salmo 9, 8). Y vos dormís a gusto en la sombra de un árbol frondoso, estando en peligro de que os trague” (Carta a su íntimo amigo y compañero Heliodoro, n. 4).
Mientras en estos menesteres se ocupa es lícito preguntarse: ¿le llegará el Cristo samaritano?

6.- Katrina

Ella está en un sórdido bar de mala muerte en el oscuro pueblo de provincia. Allí la buscan. Me refiero a Katrina. Las puertas del lugar quedan batiendo cada vez que entra un hombre. El corazón de Katrina también bate esperando que alguien la desee. Sonríe sin mucho convencimiento.
Triste sonrisa la de una prostituta: boca cuajada de lágrimas reprimidas, que no pudieron brotar de un corazón roto en la búsqueda estéril de un amor que no llegó. Sonrisa cuyos dedos una y otra vez tratarán de aprisionar un alma, logrando en cambio un puñado de monedas sucias. Cuerpo agrietado, poseído mil veces sin poseer nunca. Conciencia herida por el reproche furibundo de la sociedad ciega. Sociedad respetable, ciega y cómplice de tanta miseria humana.
Cuando la abruma la soledad, viene a su recuerdo aquella redondilla de Sor Juana Inés de la Cruz que aprendió en la secundaria: "Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis. Sin con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia".
Y sigue Katrina recordando lo que le muestra una luz en el camino de su desdicha: “¿cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de caído? ¿O cuál es de más culpar, aunque cualquiera mal haga; la que peca por la paga o el que paga por pecar?”
Siempre piensa que los que quieren “contenerla” en una ley protectora de las “trabajadoras sexuales” no rumian más que su decadencia.
¿Son estos los “samaritanos” modernos? ¿No lo son más bien aquellos que buscan sacarla de la ruina y de su propia indignidad?

7.- Los muchos más…

No hemos recorrido más que algunos pocos ejemplos de tantos corazones destrozados, heridos, marginados, golpeados por sus debilidades o por los asaltos de la vida, dudosos de su dignidad de hijos de Dios.
La lista es interminable. Pienso en los drogadictos que se consideran sin esperanza, los alcohólicos que han perdido su señorío, los enfermos de sida abandonados a su suerte, los ancianos desplazados de la casa de sus seres queridos, los niños que ven fluir su vida bajo los golpes de la pobreza, o de la opulencia que los hace más egoístas o del olvido de sus padres.
La desolación de los procesados injustamente, los rechazados por su honestidad y transparencia de vida, los que deambulan sin rumbo por la senda cada vez más difícil de su existencia, los que no ven posibilidades dignificantes a sus vidas.
Para todos y cada uno sale al encuentro el Cristo samaritano.
¿Sabremos nosotros ser también acogedores de tanta miseria, llevando el consuelo del crucificado y mostrando el camino nuevo de la redención y del ennoblecimiento del hombre?


Reflexiones sobre el evangelio de la misa del 15 de julio de 2007.
Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Mov. Pro-Vida “Juan Pablo II”
ribamazza@gmail.com

9 de julio de 2007

Es necesaria una nueva "independencia"

Se trata de volver a las fuentes de nuestro particular origen para que podamos todos vivir en nuestro suelo sabiendo que es posible todavía lograr la perfección de nuestra identidad como argentinos.
Santa Fe: Te Deum del 9 de Julio de 2007


(Textos bíblicos: Génesis 1,26-2,3 y Mateo 22,15-21)

1.- Congregados para dar gracias a Dios.

Nos hemos reunidos en esta peculiar fecha del 9 de julio ante el Padre común de todos, creyentes o no, para darle gracias por el nunca suficientemente apreciado don de la Patria que nos cobija y nos congrega como comunidad humana llamada a la perfección de la vida temporal anticipo de la Patria celestial.

No tendría sentido nuestra vida terrena si en ella se terminara todo, sin vinculación necesaria a la comunión definitiva con el Eterno, presente en nuestra propia identidad de hijos de Dios.

El texto del Génesis que acabamos de proclamar nos señala cómo el hombre es revestido de especial dignidad ya desde el momento en que es creado a imagen y semejanza de Dios, inteligente y libre, llamado a vivir la misma vida de Dios por la elevación que brinda el don de la gracia.
Y así ésta vocación especial no sólo establece al hombre como señor de lo creado administrando lo existente según Dios, sino también como creatura servidora de su Creador convocada a realizarse como persona entrando de lleno en su misma vida por la comunión de origen y de fin.

Al afirmar el texto “Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno”, se presenta una triple bondad: la del hombre mismo orientado a la plenitud con Dios, sirviéndole, la de las cosas puestas al servicio del hombre y de todo hombre, y la bondad del ejercicio de dominio por parte del hombre sobre todo lo existente.

A partir de ese origen, la misión del hombre será la de administrar de tal modo lo creatural, que toda persona nacida de la unión del varón y de la mujer pueda participar desde entonces de dichos bienes en orden al logro de su propia perfección.


2.- El pecado, la salvación y la cooperación del hombre a la obra de Dios.

Desgraciadamente este proyecto divino se ve amenazado por el pecado del hombre que renuncia a esa bondad de la que fue revestido, se desordena en la administración de lo creado permitiendo que el egoísmo impere por encima de la caridad y solidaridad para con sus hermanos, y convirtiéndose de señor en esclavo de lo creatural cambiando el servicio incondicional a Dios por la idolatría de los seres que le debieran servir.

Pero Dios, que no se deja vencer por el pecado, envía a su Hijo para que encarnándose en el seno de María, entrara de lleno en la historia humana y nos salvara de tantas miserias recreándonos a través de su muerte en Cruz y resurrección de entre los muertos.

Pero la historia humana que es historia de Salvación, no solamente transcurre bajo la mirada providencial de Dios que señala el camino hacia la verdad a toda persona de buena voluntad, sino que requiere de nuestra colaboración según el plan de Dios.
Plan de Dios que no es más que un proyecto de grandeza para el hombre si éste sabe descubrirlo de continuo, y vivirlo según su naturaleza racional elevada por la gracia.

En el amplio espacio de nuestro planeta creado por Dios para manifestar su gloria y para la perfección humana, se encuentra nuestra Patria que implica don y tarea.
Don, porque todo lo hemos recibido por la bondad de Dios, regalo inmerecido por nosotros.
Tarea, porque al don corresponde la laboriosidad del hombre para que lo recibido fructifique para el bien de todos ya que “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 171).

Y así desde la fe, sabemos que esta porción de grandeza que es nuestra Patria, fue entregada a todos los que la habitamos, argentinos o no, para que desde su abundancia de dones encontremos todos lo que nos perfecciona como hijos de Dios.
Esta verdad nos hace entrever que siendo iguales todos por la común dignidad de personas, hemos de encontrar el camino que nos permita no sólo descubrir los medios para el propio desarrollo, sino también para ofrecer a todos los hermanos argentinos, -cada uno desde su imperfección y pobreza-, los dones recibidos de Dios.


3.-Visión de una Argentina alejada del proyecto divino.

Lamentablemente nuestra Patria deja mucho que desear en relación a la vocación de grandeza para la cual fue llamada por el Señor.

Asistimos todavía al espectáculo creciente de sinnúmeros desterrados de una vida digna por estar arrojados a una pobreza cada vez más progresiva en su indignidad y carencia de oportunidades que permitan avizorar un futuro promisorio.
La atención de la salud, con serios baches, aparece cada vez más lejana cuando faltan servicios mínimos de cloacas y agua potable para muchos de nuestros hermanos.
La inflación galopante, va devorando los flacos bolsillos de los trabajadores.

La violencia desatada que va cobrando numerosas víctimas cada día, no encuentra el freno adecuado desde el poder político, ni el encauce debido en una legislación acorde al tiempo que vivimos, ni la atención correcta por parte de quienes deben administrar la justicia, dando a cada uno lo suyo, según sus méritos o sus yerros.
Violencia ésta que lleva a muchos a tener memoria de un pasado que creíamos ya lejano, y que pareciera recrearse a través de nuevas formas de afrentas del ciudadano común.

La familia acosada por tantos ataques se ve equiparada deshonrosamente con posibles proyectos ideológicos que niegan lo que acabamos de proclamar en el libro del Génesis, que Dios creó al hombre varón y mujer, mentalizando a la sociedad que la verdad está reñida con la naturaleza.
Mientras los países europeos, víctimas de sus prolongadas campañas antinatalistas y envejecidos en su población, comienzan a incentivar los nacimientos con fuertes apoyos económicos, en la Argentina propiciamos la esterilización de la población y pensamos en el aborto como signo modernoso de progreso, negando a tantos argentinos el poder sentarse a la mesa en la tierra del pan.

La ausencia de genuinas políticas que promocionen el trabajo laborioso va acostumbrando a muchos ciudadanos al acopio de las dádivas entregadas sin respetar ni respetarse la dignidad humana, contraviniendo el orden natural y perjudicando el trabajo continuo de los honestos.
El auge de la droga sin coto suficiente, va gestando un ejército de conciudadanos que “vuelan” en la vida narcotizada de lo irreal que sirve de incentivo a la violencia más desalmada.
La deshumanización de la persona por medio de la frivolidad y el facilismo va destruyendo nuestra identidad de hijos de Dios y de ciudadanos de la tierra, creyendo que en el envilecimiento de lo humano se encuentra falsamente la realización personal.
El desasosiego social provocado por tantos que no se sienten escuchados en la reclamación legítima de sus derechos, se va convirtiendo en un clamor que golpea cada vez con más fuerza, con el peligro de convertirse en la búsqueda de soluciones que tendrían consecuencias impensables.


4.-Llamada a una nueva “independencia”

¡Cómo pesan en esta mentalidad los poderes económicos mundiales que exigen el diezmar la población o su dignidad para que queden nuestras riquezas sujetas al expolio de los poderosos!

El 19 de julio de 1816 en sesión secreta los diputados representantes de las provincias aceptaron la propuesta del diputado por Buenos Aires Don Pedro Medrano de modificar la declaración de la Independencia resuelta días antes.
El acta de la Independencia reformulada hacía hincapié en que nos constituíamos como “una Nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y de toda otra dominación extranjera”.
¿Qué ha quedado de esta declaración soberana para nuestra Patria cuando seguimos sometidos a poderes económicos mundiales o se pretende copiar modelos de otros países, aunque sean estos americanos?
Al respecto nos dice el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “La Nación tiene un derecho fundamental a la existencia; a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y promueve su soberanía espiritual; a modelar su vida según las propias tradiciones, excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos humanos fundamentales” (nº 157).
En rigor, se trata de volver a las fuentes de nuestro particular origen para que podamos todos vivir en nuestro suelo sabiendo que es posible todavía lograr la perfección de nuestra identidad como argentinos.


5.-El reclamo del evangelio por la participación de todos.

En el Evangelio proclamado recién escuchamos decir al Señor: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”

Pues bien, ¿trabajamos aunados gobernantes y gobernados para reconocer únicamente sobre nosotros la omnipotente soberanía de Dios?
Reconocer la soberanía de Dios supone el que todos trabajemos para que se realice en medio de la sociedad el proyecto divino del engrandecimiento del hombre que supone siempre la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.

Sin duda alguna esto supone el que todos busquemos que la persona sea siempre mirada en su dignidad y perfección creatural rechazando todo aquello que la denigra convirtiéndola en una simple cosa que se usa y se tira.

Por parte de los ciudadanos todos, la tarea reclamada es la de contribuir para que el tejido social contenga a todos sin excluir a nadie. Esto se realiza desde la conjunción de la comunidad política y de la sociedad civil.
Al respecto nos señala el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que “La comunidad política se constituye para servir a la sociedad civil, de la cual deriva. La Iglesia ha contribuido a establecer la distinción entre comunidad política y sociedad civil, sobre todo con su visión del hombre, entendido como ser autónomo, relacional, abierto a la Trascendencia: esta visión contrasta tanto con las ideologías políticas de carácter individualista, cuanto con las totalitarias que tienden a absorber la sociedad civil en la esfera del Estado” (nº 417).
En cambio “La sociedad civil es un conjunto de relaciones y de recursos, culturales y asociativos, relativamente autónomos del ámbito político y del económico” (nº 417), cuyo fin “alcanza a todos, en cuanto persigue el bien común, del cual es justo que participen todos y cada uno según la proporción debida” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 1910). En la sociedad civil –caracterizada por su capacidad de iniciativa-, los ciudadanos se asocian “y se movilizan para elaborar y expresar sus orientaciones para hacer frente a sus necesidades fundamentales y para defender sus legítimos intereses” (Compendio nº 417).

La comunidad política está al servicio de la sociedad civil y no es “una variable de la comunidad política: al contrario, ella tiene la preeminencia, ya que es precisamente la sociedad civil la que justifica la existencia de la comunidad política” (Compendio nº 418), pero a su vez “el estado debe aportar un marco jurídico adecuado para el libre ejercicio de la actividad de los sujetos sociales y estar preparado a intervenir, cuando sea necesario y respetando el principio de subsidiaridad, para orientar al bien común la dialéctica entre las libres asociaciones activas en la vida democrática” (nº 418).


6.- Mirada al futuro para la realización de la grandeza nacional.


Estamos en un año electoral tanto a nivel provincial como nacional. Es una ocasión oportuna para que la sociedad civil pueda elegir maduramente a quienes han de conducir la comunidad política.

Pero para que la sociedad civil pueda advertir qué se proponen los futuros gobernantes en orden a buscar la perfección de la comunidad nacional toda buscando desinteresadamente el bien común, es necesario conocer los proyectos y planes de gobierno que respetando la dignidad de la persona humana se busque la perfección de toda la sociedad civil.

Tenemos tiempo para que dejado el slogan publicitario o el agravio entre rivales, se presenten a la comunidad los proyectos que lleven a nuestra Patria a la grandeza que Dios le tiene reservada desde sus orígenes. Sólo así, la sociedad civil podrá elegir ciudadanos que la enaltezcan.

Confiemos que la gracia de Dios y la ayuda de María Santísima nos ilumine para comprometernos con la misión que se nos ha encomendado para el bien de todos.


Padre Ricardo B. Mazza, Deán del Cabildo Eclesiástico Metropolitano.

ribamazza@gmail.com

7 de julio de 2007

Resistiré... La depresión o el dolor del corazón humano


“…cuando me amenace la locura, cuando el diablo pase la factura o si alguna vez me faltas tú, resistiré erguido frente a todos soportaré los golpes y jamás me rendiré… y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré…”.

1.- Ntra. Sra. del Pozo, Patrona de los depresivos

Me causó grata sorpresa, hace ya un tiempo, la feliz iniciativa de Mons. Oscar Sarlinga, obispo de Zárate - Campana de establecer como Patrona en su diócesis de los casos de angustia, depresión física o espiritual, a la Ssma. Virgen María, bajo la advocación de Ntra. Sra. del Pozo.
Establecer que la Madre de Jesús bajo una advocación peculiar pueda ser intercesora válida ante Dios de una situación particular de enfermedad a la que se invoca con especial devoción, es dar la razón a la vigencia de la protección de aquella que es llamada la “potencia suplicante” a la vez que reconocer un determinado mal que va asolando los corazones humanos.
No hablaré de las causas sicológicas de la depresión ya que no es mi especialidad, pero sí puedo señalar causas “humanas” que llevan a las personas a ese estado.

2.- La depresión por causa de la soledad.

Es bastante común en la vida de un sacerdote encontrarse con personas que padecen la soledad del corazón, muy particularmente entre los ancianos.

Están llegando al ocaso de sus vidas y se encuentran de repente detenidos en una época que les es esquiva, que los mira con recelo y hasta con cierta curiosidad porque todavía están vivos.
Desean encontrarse con sus seres queridos, pero les es difícil dar con ellos, sobre todo hallarse con los jóvenes, demasiado ocupados y apresurados por cumplir con las tareas de cada día, pero también ahítos de contemplarse a sí mismos como si fueran el centro del universo.
¡Cuánta riqueza de experiencia se pierde al no compartir con el anciano la sabiduría de la vida que han ido adquiriendo tras largos años de existencia!
Se hielan las amistades, -me decía Salomé días atrás- se deshacen las riquezas, y el que pasa nos tropieza y no nos pide perdón. Y me repite de memoria un dicho de su lejana tierra asturiana:

“Un joven que iba de prisa tropezó con un anciano y le arrancó de la mano su garrote y su morral. Al volverse, el joven dijo: dispensad, he tropezado porque al pasar no os miré. El anciano respondió: a tu edad nada se mira, joven, porque nada importa, pero cuando la vista se acorta es cuando se comienza a ver”.

¡Qué bella enseñanza! Es propio del joven transitar por la vida pensando que todo pasa por su desasosiego y desvelo permanentes, y que nada tiene que aprender de los demás, ya que todo lo tiene que experimentar por sí mismo.
Es bastante común oír: “quiero apreciar yo las distintas situaciones de la vida”, mientras se hace caso omiso de las usanzas que los mayores han tenido.

Y así se descuida aquella gran verdad que es conforme al juicio del prudente: escuchar al que ha tenido sobre sus espaldas largos años de recorrer la vida. Mientras, por el contrario, es propio del necio no querer recibir las enseñanzas que la sabiduría transmite de continuo.
Pasado el tiempo se cumplen inexorablemente las palabras del anciano “cuando la vista se acorta es cuando se comienza a ver”.

En efecto cuando la vida ha recorrido un lapso de tiempo considerable y la vejez hace estragos en nuestra salud y en nuestra juventud, es cuando se comienza a “ver” porque se ha aprendido a “mirar” la realidad circundante de un modo diferente y muchas veces doloroso.
Se comienza a “ver” cuando la sabiduría se ha encarnado en la propia existencia, cuando se ha avanzado en el camino hacia la lucidez.

Pero la depresión por la soledad no sólo acecha al anciano que no es considerado ya como existente en una sociedad que lo margina, sino también al joven que apurado por “vivirlo” todo termina por no vivir nada, sino más bien “durarlo” todo.
Vive en el mundo del aislamiento que le provoca su música, su entorno, su mundo ilusorio que lo evade todo en aras vaya a saber de qué quimera, pateando siempre “remolinos de viento” que muchas veces -como se percibe en nuestros días- lo conduce a las puertas del suicidio o a la desesperación por un mundo que le es hostil, justamente porque es artificial.

Volviendo a las personas ya maduras, concluyo recordando que lamentablemente cuando no hay visión sobrenatural de la persona humana llamada a la santidad, se cae muchas veces en lo que tuvo que soportar Virginia, ya pisando los sesenta, cuando abrumada por la angustia de su soledad, viuda ella, acudió a un psicólogo, quien suelto de cuerpo, después de recetarle algunas medicinas le recomendó también como solución que era preciso buscase un amante…

3.- La depresión por causa del pecado

Me decía hace mucho un psicólogo amigo que no pocas veces recomendaba a sus pacientes, si eran católicos, que más que una terapia, necesitaban la reconciliación a través del sacramento de la confesión, ya que su estado era causado por la vigencia del pecado en su interior.

En realidad esta situación es más común de lo que parece.
En efecto, el pecado produce un desajuste tan grande en el corazón de la persona que sólo la gracia de Dios puede devolverle la paz perdida.
Santo Tomás afirma que precisamente el pecado es contrario a la razón del hombre, y que esto más tarde o más temprano provoca un desencaje muy grande en el interior humano, haciendo que pierda la calma, la paz y hasta el equilibrio emocional.
Y así recuerdo lo desgarrador que fue, por poner un ejemplo, escuchar el año pasado –en el mes de agosto- en el II Congreso Internacional por la Familia y la Vida, realizado en Buenos Aires, el relato de una mujer que padeció el síndrome post-aborto.
Había matado a un hijo suyo, que se gestaba en su seno, creyendo que hacía un bien teniendo en cuenta la situación concreta que estaba viviendo.

¡Qué suplicio tuvo que vivir después! No dormía en paz, soñaba con su hijo muerto que la señalaba con sus manos pequeñas ensangrentadas, estaba convencida que no tenía perdón de Dios. El estado depresivo en el que cayó la sumió casi en la consternación total.
Pero Dios vino en su ayuda. Ella respondió al amor del Señor, y convertida, no sólo fue capaz de salir de su estado de postración sino también transformarse en una defensora total de la vida humana.

Hace poco, vino a verme Julián, desesperado por su estado de drogadependencia. El tratamiento que estaba recibiendo por el médico era muy fuerte. Con sus dieciséis años parecía envejecido y como anclado en la sensación de una vida inútil.
¡Ayúdeme Padre, me dijo! Y así comenzamos el diálogo, convencido de que un encuentro más personal con el Señor, lo sacaría de su postración tan dolorosa. De hecho va mejorando poco a poco, empezando a reconocer que Dios lo ama y que él puede, con su respuesta, salir de su mal.

¡Cuántos corazones hay abrumados por el peso de tantas vicisitudes, de tantos fracasos, de tantas ruinas morales!
Gracias a Dios y a su misericordia es posible sanar tantas heridas que no cicatrizan lejos de El por más que se intenten diversas soluciones.

4.-La depresión por la falta de trabajo y de vida digna

Mientras la sociedad sigue su curso como ignorando las miserias, se van amontonando tantos seres que sufren el deterioro de su dignidad por la falta de trabajo y de una vida digna.
Cada día contemplamos en las parroquias a muchas personas surcado su rostro por el llanto de la miseria, buscando algún alimento proveniente de la caridad.
Es doloroso contemplar la prolongada columna de indigentes por la falta de trabajo digno, permanente y seguro.
Estremece contemplar con cuán magro dinero muchos se sostienen o transitan por el mundo de la miseria.

No todo el mundo es haragán, ladrón o vividor. Son más los que quieren trabajar y ganar su pan honestamente para llevarlo a la mesa familiar, desterrando el tener que comer en forma dispersa en los comedores escolares o en hogares de caridad.
¿Cómo no se ha de sentir deprimido un padre de familia cuando no puede llevar alimento a su familia?
No todos se sienten motivados a enfrentar la soledad viviendo lo que afirma Miguel Ángel Robles al cantar “cuando pierda todas las partidas, cuando duerma con la soledad, cuando se me cierren las salidas y la noche no me deje en paz, cuando tenga miedo del silencio, cuando cueste mantenerse en pie, cuando se revelen los recuerdos y me pongan contra la pared, resistiré erguido frente a todos, me volveré de hierro para endurecer la piel”.

Una cosa es la vida real y otra la que describe la música y el canto por más que se diga “cuando el mundo pierda toda magia, cuando mi enemigo sea yo, cuando me apuñalen la nostalgia y no reconozca ni mi voz…, cuando me amenace la locura,
cuando el diablo pase la factura o si alguna vez me faltas tú, resistiré erguido frente a todos soportaré los golpes y jamás me rendiré… y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré …”

Son desgarradoras las palabras de León Bloy en “La Sangre del Pobre” cuando dice: “La pobreza agrupa a los hombres y la miseria los aísla, porque la pobreza es de Jesús... La pobreza está clavada a la Cruz; la miseria es la Cruz misma. Jesús cargado con la Cruz, es la pobreza llevando a la miseria. Jesús crucificado, es la pobreza derramando su sangre sobre la miseria. Los ricos que no sean propiamente unos réprobos pueden comprender la pobreza, porque ellos mismos, en cierto sentido son también pobres; pero de ningún modo pueden comprender la miseria. Aunque sean capaces, tal vez, de dar limosnas, son incapaces de desprenderse de sus bienes. Jesús paciente les enternece como lo haría una música evocadora; pero su Cruz, la realidad de su Cruz, les horroriza. La quieren siempre de oro y de luz; elegante y ligera, agradable a los ojos, y colgando del cuello de una mujer linda” (edit. Difusión. Pág. 33).

5.-¿Podemos hacer algo como “gesto” de amor ante el desolado por el dolor del corazón?

Se me ocurre que nos pueden ayudar estas palabras de Vladimiro: “No perdamos el tiempo en vanos discursos. ¡Hagamos algo mientras haya ocasión! No todos los días hay alguien que nos necesita. A decir verdad, no se trata precisamente de que nos necesiten. Otros lo harían tan bien como nosotros, y hasta mejor. El llamado que acabamos de escuchar antes se dirige a la humanidad entera. Pero en este lugar y a esta hora la humanidad somos nosotros, nos guste o no. Aprovechémoslo antes que sea demasiado tarde”.(Samuel Becket “Esperando a Godot”. Ed. del mediodía, pág. 128).

¡Qué Ntra Señora del Pozo nos guíe para consolar a tantos corazones abrumados por la desesperanza!
Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Mov. Pro-Vida “Juan Pablo II” de Santa Fe.

05 de Julio de 2007.


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1 de julio de 2007

Un lugar para reposar la cabeza

Ntra. Sra. de Lourdes – Santa Fe: Misa orando por “el eterno descanso de las víctimas de la violencia y de la inseguridad y por la conversión de quienes promueven la cultura de la muerte”.

Elegidos para anunciar el Evangelio de la Vida

El manto de Eliseo o el espíritu profético

El Señor siempre elige con libertad, y así llama a Eliseo para que sea su profeta.
En el texto bíblico Eliseo es presentado como alguien de próspera situación económica, y Dios aparece invitándolo a seguir los pasos de Elías.
Será Elías quien pasando al lado de Eliseo (v. 19) y echándole encima su manto, lo inviste como profeta.
¿Qué es ser profeta? ¿Es cosa antigua, pasada de moda? Para nada, ser profeta es decir la verdad, proclamarla, no solamente como se suele entender excluyentemente anticipar el futuro. Es cosa de todos los días, de hoy, de ayer y de mañana. La verdad no tiene tiempos, no goza de oportunidad, no es selectiva: para unos sí, para otros no; una para algunos y otra para otros. Cada uno de nosotros es otro Eliseo, otro Elías.
La respuesta de Eliseo no se hace esperar, acepta ser continuador de la misión profética de Elías, se desprende de sus bienes, y así, libre de toda atadura, es totalmente soberano en su nueva vida.

Este gesto de Elías de “echar el manto” se repite en la historia de Salvación, de manera que llegando a nuestros días, la Iglesia se presenta ante el mundo como enviada por su fundador Jesucristo, para llevar su mensaje oportuna e inoportunamente, no sólo denunciando las injusticias de la sociedad, sino también mirando desde la fe todo el quehacer humano.

Eso es lo que pretendemos hacer con este encuentro de oración por “el eterno descanso de las víctimas de la violencia y de la inseguridad y por la conversión de quienes promueven la cultura de la muerte”.
¿Se dan cuenta que ser profetas hoy es imprescindible?. ¡Si proclamáramos la Palabra, que es Verdad y Vida, tantos no hubieran muerto y otros tantos no morirán!


El examen de la realidad humana desde la fe

En el texto del evangelio (Lc 9,51-62), Jesús se dirige decididamente a Jerusalén, y es rechazado por Samaría (v.52-53) porque va camino a la Cruz, al supremo sacrificio de su vida, que dará nuevo significado a todo lo existente redimiéndolo de sus pecados.
Jesús brinda hoy un nuevo camino,-la renovación que trae su Espíritu-, a una sociedad que hace mucho se ha alejado de su Creador y Redentor, -como Samaría.
De allí que esta oración de bautizados la hagamos en el contexto del sacrificio de la Misa, actualización y renovación del sacrificio de la Cruz salvadora.
Ante el rechazo y los males de este mundo, Jesús –como quizás también nosotros en la sociedad actual-, escucha la propuesta castigadora de los hijos del Zebedeo: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?” (v. 54).
Y el Salvador, luego de reprenderlos ante la aparente solución ofrecida por la indiferencia y el pecado de los hombres, ofrece un tiempo para la conversión y el perdón, mientras se dirige a otro pueblo (vs. 55 y 56), es decir a nosotros, que como Iglesia estamos atentos a lo que El nos quiere enseñar.

De allí que como Jesús, enviado por el Padre, debemos sentirnos interpelados por el llamado de ir al encuentro del mundo que nos ha tocado vivir para mirarlo desde la perspectiva transformadora que nos da la fe. Esa es la mirada verdadera y auténtica que nos cabe a nosotros los creyentes.
En efecto, nos sentimos inclinados a analizar la realidad de nuestra vida cotidiana desde una perspectiva puramente humana y no desde la fe. No escapa a esta consideración nuestra atención sobre la violencia y la inseguridad. Pero nosotros debemos ir a lo más profundo y así descubrir las pistas verdaderas que conducen a una auténtica renovación de la sociedad toda.
Si así no lo hacemos, seguiremos mirando la realidad y proponiendo soluciones que resultarán vanas para una verdadera transformación.


La contemplación de Cristo en la vida de los hermanos

Nos dice Jesús a quienes queremos seguirlo “los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (v.58).
Es decir que seguirlo significa mirar a nuestro alrededor y descubrir a los que como El no tienen donde reclinar su cabeza.
Porque para reclinar la cabeza no hace falta solamente una almohada. ¡Si hasta con una piedra basta, o con un apero, como nuestros criollos!
Pero es necesario un lugar para colocar la almohada o la piedra o el apero, y hace falta un espacio de paz, de tranquilidad, porque reposar significa descansar, retomar fuerzas para partir de nuevo. ¿Hacia dónde partirán de nuevo nuestros muertos si ellos ya llegaron? ¿Cómo reposarán sus asesinos si no tienen paz?
Entender el clima de violencia que hoy vivimos significa mirar a tantos que deambulan por el mundo sin tener dónde “reclinar su cabeza”.

Los niños que han sido abortados antes de nacer nunca “reclinarán su cabeza” en el lugar que Dios les preparó, la familia, porque las políticas de Estado de nuestra Patria no valoran la dignidad de la persona desde el inicio, y van sembrando en las mentes y corazones de todos el menosprecio por la vida.

Si existen hombres y mujeres que son empujados a no reclinar su cabeza en el seno de la familia, es porque están faltos de verdaderos proyectos legislativos que defiendan a la familia como el ámbito más adecuado para responder a la aspiración de Dios de formar ciudadanos íntegros de la tierra y del cielo.
Como consecuencia, la familia así traicionada, se convierte en rejunte de personas sin rumbo y dignidad que les evite la tentación de la disgregación y de la violencia.
¡Cuántos hoy en lugar de encontrar en la familia el lugar para reclinar la cabeza y compartir el pan del calor humano, encuentran sólo violencia, incomprensión y el progresivo deterioro de su dignidad humana!
Hoy la droga distribuida con la complicidad de quienes deben hacer cumplir la ley, no sólo contribuye a crear corazones violentos sino a paliar el hambre de tantos estómagos vacíos que no logran reclinar su cabeza en el sueño reparador del que gozan los que ganan su sustento con el trabajo honesto.
La falta de autoridad en todas las esferas de la vida, que como servicio debiera encauzar a los ciudadanos a reclinar la cabeza en la creación de ámbitos de paz y concordia, empuja a la liberación de los instintos más primitivos donde impera la ley del más fuerte.
¡Hasta las competencias deportivas que debieran permitir el solaz permanente de reclinar la cabeza en honesta diversión y descanso, se han transformado en guerras de pandillas, sin freno y control alguno!

El llamado permanente a mirar el pasado con la vara de la venganza, impide también reclinar la cabeza en el trabajo común de hermanos por una Patria nueva.

¡Hasta la inseguridad en las viviendas humanas, sometidas al pillaje, impide contemplar confiadamente al otro como hermano, ya que siempre es posible la aparición de la traición más repentina!
La cultura de la vagancia y de la dádiva, ausente la creación de puestos de trabajo, lleva sin duda alguna a preferir la ganancia fácil del asalto y el despojo de los prójimos sin importar las lágrimas y el dolor que la ratería ocasiona, y así el que trabaja ardorosamente nunca está seguro de “reclinar su cabeza” en el merecido descanso.
Con tantos hermanos argentinos que carecen de lugar dónde “reclinar su cabeza”, ¡cuánto se despilfarra en interminables carreras electorales que no ofrecen concretas soluciones a los problemas!

La violencia desatada en la conducción agresiva del tránsito cotidiano, donde impera la ley del irresponsable y donde casi no importa la seguridad del otro, ¿se ve realmente como ofensa pecaminosa a Dios y a los hermanos?
La escandalosa promoción de la vida pasatista y consumista desde los medios televisivos, ¿no empuja a la engañosa creencia de que todo vale con tal de conseguir “vivir por un sueño” “el baile del caño?
La actitud de los padres descuidados por el crecimiento de sus hijos, ¿tiene que dar lugar a las actitudes patoteriles de los progenitores que no aceptan que la escuela ponga límites a los desbordes de los alumnos violentos?


La libertad de los hijos de Dios

San Pablo (Gálatas 5,1.13-18) nos anuncia que el seguimiento de Cristo nos hace verdaderamente libres, libertad que no significa seguir los apetitos pecaminosos sino ponerse al servicio de los demás.
De allí que sea necesario erradicar la violencia y la inseguridad viviendo lo que nos dice San Pablo: “toda la ley está resumida plenamente en este precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v.14), caso contrario las consecuencias serán el crecimiento de lo que denuncia el apóstol: “si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado, porque terminarán destruyéndose los unos a los otros” (v.15).
La invitación que nos hace la Palabra de Dios a través del apóstol, cobra hoy profunda actualidad: “los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios y así no serán arrastrados por los deseos de la carne” (v.16), es decir del pecado.
Este pedido, casi súplica, vale tanto para las clases dirigentes de nuestra Patria como para nosotros los simples ciudadanos.

San Pablo en la carta que citamos, -cuyo texto no hemos proclamado en esta liturgia- señala más adelante las obras de la carne y del espíritu, y cómo combaten entre sí para apoderarse del corazón humano (Gál.cap.5, vv.19 a 23).

Por eso, orar como lo hacemos hoy por los promotores de la cultura de la muerte, ya sean gobernantes y conductores de la sociedad como miembros del pueblo, es pedir para que nos despojemos de las obras de la carne que conducen a la no posesión del reino de Dios (v. 21), como advierte con firmeza el apóstol.
Nuestra tarea en la sociedad –para ser realmente renovadores- ha de ser la vivencia de los frutos del Espíritu: “amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia” (vv.22-23), promoviendo permanentemente la cultura de la vida que tanto proclamó y suplicó el papa Juan Pablo II.


Por una nueva cultura de la vida.

En la Encíclica “El Evangelio de la Vida” (Evangelium Vitae), el Pontífice nos dice que somos el pueblo de la vida, “porque Dios en su amor gratuito, nos ha dado el Evangelio de la vida y hemos sido transformados y salvados por este mismo Evangelio” (nº 79) y por lo tanto enviados como pueblo a “estar al servicio de la vida” servicio que “obliga a todos y cada uno” como “una responsabilidad propiamente eclesial, que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana” (nº 79).

Para la realización de este deber de bautizados, Juan Pablo II nos invita a anunciar el Evangelio de la vida para llevarlo “al corazón de cada hombre y mujer e introducirlo en lo más recóndito de toda la sociedad” (nº 80-83), en la catequesis, en las escuelas y en todo el ámbito del anuncio de las maravillas de Dios.

Junto con esto, estamos llamados a celebrar el Evangelio de la Vida , celebrar al Dios de la vida, al Dios que da la vida, en los sacramentos, especialmente la Misa dominical, la religiosidad popular, las devociones a Jesús, María y los santos, como aquellos que vivieron la vida divina en profundidad (nºs 83-86).
Celebrar la vida es también la vivencia generosa de la maternidad, la entrega diaria al trabajo honesto de cada uno y en los gestos de amor para con el prójimo.
Una tercera tarea para nosotros es la de servir al Evangelio de la Vida (nºs 87-91) “mediante el servicio de la caridad, que se manifiesta en el testimonio personal, en las diversas formas de voluntariado, en la animación social y en el compromiso político” (nº 87).

Queridos hermanos: no nos desesperemos ante la cultura de la muerte y de la violencia que nos agobia. Trabajemos en esta triple misión que nos señala Juan Pablo II con la firmeza que nos da la fe, la seguridad que nos brinda la esperanza de un mundo nuevo, con el fuego de la caridad de Cristo que nos urge cada día más.-


Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de “Ntra Sra de Lourdes” de Santa Fe. Homilía de la Misa por “el eterno descanso por las víctimas de la violencia y de la inseguridad y por la conversión de quienes promueven la cultura de la muerte”. Santa Fe, 30 de junio de 2007.

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