27 de noviembre de 2023

Es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte (I Cor. 15, 20-26.28).


Concluimos el Año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo rey del Universo que actualiza anticipadamente el tiempo futuro cuando "Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte" (I Cor. 15, 20-26.28).
Por lo tanto, desde esta perspectiva del fin de los tiempos que se revela a los creyentes, somos colmados con la esperanza del triunfo de Cristo como soberano de todo lo creado. 
Ante el desenfado permanente de los enemigos de Dios que se muestran indiferentes ante el plan divino de salvación prometido a todos los creyentes, reconforta la seguridad del triunfo de Cristo, el saber que de Dios nadie se burla ni nada queda impune, aunque se retrase el momento de poner las cosas en su lugar porque Dios misericordioso tiene paciencia esperando la conversión del mayor número de personas.
Ante la fidelidad del Señor que concreta sus promesas, el ser humano se manifiesta a lo largo de la historia como alguien antojadizo, que hace de las suyas, que piensa que quedará impune por sus actos porque el Creador no tiene en cuanta su mala vida.
Esa fidelidad divina se caracteriza con la figura del Buen Pastor, al decir del profeta Ezequiel (34, 11-12.15-17), que no deja a la deriva a las ovejas que le son fieles en un mundo disperso por el pecado, porque "Yo mismo voy a buscar a mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas".
El Pastor divino apacienta y lleva a descansar a sus ovejas, busca a las perdidas y en su misericordia convoca a las descarriadas para que todas tengan la oportunidad por la conversión, de formar parte del único rebaño, concretándose un juicio justo "entre oveja y oveja, entre carneros y chivos".
El texto del evangelio (Mt. 25, 31-46) describe cómo será el juicio de las naciones que supone previamente el juicio particular de cada persona a lo largo de la historia humana.
La presentación es maravillosa, Cristo Rey, que ya reinó victorioso desde la Cruz, se sentará resucitado en el trono de su gloria y separará a unos de otros, quedando patente que esa "separación" libremente asumida, ya existía en la vida temporal de cada persona.
Mientras existimos en este mundo tenemos la oportunidad de vivir en comunión con Dios o alejados totalmente de Él, y este estilo de vida se prolonga en nuestra relación con los hermanos, hijos todos del mismo Padre.
El que no ama a su hermano a quien ve, -dice san Juan- tampoco ama a Dios a quien no ve, por lo que es habitual que la falta de amor al Creador  se prolongue en el olvido del prójimo, y que la indiferencia ante el Señor se continúe en idéntica actitud ante el ser humano.
Esta realidad la palpamos, por ejemplo, en nuestra Argentina de hoy, cuando contemplamos el desquicio en que nos encontramos, en el que unos pocos han desangrado nuestra cultura, destrozado la economía, arruinado la paz social, poblando el suelo patrio de más y más pobres e indigentes. 
Se han utilizado los bienes comunes para enriquecer a los que detentan el poder, los sedicentes defensores de los trabajadores y de los pobres sólo se han preocupado por engordar sus cuentas bancarias, el despilfarro de los dineros públicos clama al cielo.
Este desquicio, por cierto, es visto por el Rey-Pastor, y por el que se ha de dar cuenta ante quien es además justo Juez  que dará a cada uno lo que le corresponde, aunque los culpables no pocas veces escapen de la justicia de este mundo.
Y así, no servirá de excusa la fingida ignorancia que responda "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?", porque el Señor responderá "Les aseguro que en la medida que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo".
Y la conclusión será: "Estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna".
Queridos hermanos: Colmados de la gracia divina, obremos siempre el bien para la gloria de Dios y el servicio a nuestros hermanos para merecer al fin de los tiempos el reinar con el Señor del universo.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en la Solemnidad de Jesucristo rey del universo. Ciclo A. 26 de noviembre de 2023

20 de noviembre de 2023

¡Felices los que aman al Señor y hacen fructificar abundantemente los bienes recibidos de Él!

Estando ya en las postrimerías del año litúrgico, es habitual que la reflexión dominical fundada en los textos bíblicos, haga referencia a lo que forma parte de la escatología, o sea, a los acontecimientos últimos de nuestra existencia humana.
En este contexto, el apóstol san Pablo (I Tes.5, 1-6) refiriéndose a la segunda Venida de Cristo, enseña que "el día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche" y esto sucederá cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, siendo en ese momento cuando "la destrucción caerá sobre ellos repentinamente".
El apóstol, sin embargo, confía en que los cristianos no serán sorprendidos porque no viven en tinieblas y sus obras  pertenecen al día. Esto supone que  se está en comunión con Dios en espera vigilante de su venida obrando el bien y defendiendo la verdad que se ha de transmitir siempre. Es decir, iluminados en el bautismo hemos de vivir en la luz de la fe, sin dormirnos como los paganos, sino  permaneciendo despiertos fundados en la sobriedad propia de la vida del creyente.
El texto del evangelio (Mt. 25,14-30) refiere a un hombre que sale de viaje y confía previamente sus  bienes a sus servidores para que los hagan fructificar con creces. Pensamos enseguida en Dios que al crearnos cubre a cada uno con abundantes bienes, ya materiales como espirituales, según la capacidad personal. Al ser sólo administradores de esos bienes no podemos hacer lo que nos plazca con ellos sino según el plan de Dios que en su Providencia espera que seamos colaboradores suyos.
Pero llegará el día en que Dios vendrá a pedirnos cuenta de qué hemos hecho con los dones recibidos.
El texto del evangelio enseña que los servidores actuaron de distinta manera. Y así, los dos primeros que según su capacidad habían recibido en abundancia, entregaron los frutos duplicando lo que habían obtenido en custodia, mientras que el último, movido por la pereza y por cierto criterio de falsa seguridad, sólo entregó el capital sin haber obtenido fruto alguno.
Esto nos debe ayudar para entender que no debemos permanecer ociosos sino que hemos de fructificar los bienes recibidos, dando de esa manera gloria a Dios de un modo agradecido y ayudando al prójimo con el aporte personal y generoso.
Cada uno de nosotros debe hacer un prolijo examen de lo que de Dios recibimos cada día en el orden temporal o en bienes de gracia, encauzando nuestra vida en obras de verdad y bondad conforme a lo recibido para que nos presentemos siempre como laboriosos, deseosos de crecer en virtud y buenos ejemplos para los demás.
La enseñanza del evangelio es muy clara cuando afirma que quien posee, es decir, ha fructificado los bienes recibidos, se le entregará más todavía, mientras que al ocioso se le quitará lo poco recibido y se lo apartará a las tinieblas de la condenación.
¡Cuántas personas no sólo son estériles por su egoísmo sino que además derrochan los bienes recibidos!
En la primera lectura de esta liturgia (Prov.31,10-13.19-20.30-31) se encuentra un hermoso elogio de la mujer y esposa perfecta. Contemplamos en esta figura la encarnación concreta de quien ha recibido cualidades de parte de Dios y las ha desarrollado a la perfección para bien de su esposo, su familia y los pobres  necesitados, manifestando de esa manera la apertura a hacer el bien no sólo a los propios, sino también a los ajenos.
¡Quiera Dios encontrarnos cuando venga, dichosos por haber fructificado en abundantes bienes lo recibido de su parte y que nuestra vida no haya sido una pasión inútil en el mundo!

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXXIII del tiempo durante el año. Ciclo A. 19 de noviembre de 2023

13 de noviembre de 2023

Estemos en vigilante espera para recibir con la luz de la fe y el aceite de la caridad al Señor que viene a nuestro encuentro.



El libro de la Sabiduría, del cual hemos proclamado algunos versículos (6,12-16), enseña la importancia de pedir firmemente este don de la sabiduría o don de la prudencia para saber regirnos en la vida cotidiana y saborear una vida recta, digna. 
De manera que el sabio es aquel que ha entendido y aprendido el arte de vivir bien, que no está puesto en las vivencias meramente mundanas, como muchas veces el ser humano piensa, sino el arte de saber vivir buscando siempre la voluntad de Dios.
Esta sabiduría refiere también a  aquel que es la Sabiduría del Padre, el Hijo de Dios, de manera que pedir la sabiduría es pedir también la amistad con Jesús, el seguimiento de su persona. 
Este arte de vivir bien prepara al ser humano para la vida eterna. Cuanto más se saborea la palabra de Dios, lo que significa la amistad con Dios, más se elige aquello que conduce a la perfección en este mundo, pero que apunta a la perfección final. 
Precisamente el texto del Evangelio de hoy (Mt. 25,1-13)  presenta a Jesús planteándonos el discurso escatológico que describe el último acontecimiento que es el encuentro definitivo con Dios, su segunda Venida, pero que puede ser también la venida del Señor a cada uno por medio de la muerte. 
¿Y Jesús cómo explica su segunda venida? La compara con el rito matrimonial muy común entre los judíos, cuando el novio llegaba a la casa de la novia y era recibido por jóvenes amigas de ella, y luego de festejar este encuentro, salían todos de noche marchando hacia la casa del esposo, o sea del novio, donde se iban a radicar como matrimonio. 
A partir entonces de esta idea, los que escuchaban a Jesús entendían perfectamente a qué se refería, porque conocían el rito, pero además, la referencia tiene otro carácter, otra enseñanza, porque la novia es la Iglesia, las amigas de la novia somos nosotros, que estamos en espera siempre de la llegada del esposo que es Cristo. 
Esta división entre jóvenes prudentes o sabias, siguiendo el espíritu de la primera lectura, y otras que eran necias, permite vislumbrar que en el seno de la Iglesia están presentes las personas sabias y prudentes y las necias. 
Tanto unas como otras, saben que viene el esposo, o sea, viene Cristo en su segunda venida. todas  saben perfectamente que tienen que permanecer en vigilante espera. Pero mientras que unas ponen en práctica esa espera con la provisión del aceite, que son las obras de la caridad, que mantiene la luz de la fe, las otras  confían en su buena suerte, o en la tardanza de la venida del esposo o que no serán sorprendidas, por lo que no se aprovisionan de lo necesario. 
Y eso sucede con los creyentes que esperan la venida del Señor, ya sea a través de la muerte o ya sea en su segunda venida, y lo esperan cumpliendo con la voluntad de Dios, con las tareas de todos los días,  con una mirada puesta en que en cualquier momento han de encontrarse con el Esposo, que es Cristo nuestro Señor. 
Pero además, existen personas que viven despreocupadamente, y que como los paganos afirman: "comamos y bebamos que mañana moriremos", criterio este que también subyace en no pocos católicos.
Precisamente cuando se lleva esta vida despreocupada no hay espera vigilante y sucede que llega Cristo nuestro Señor, o sea, el Esposo, y toma de sorpresa a muchas personas que no están preparadas. 
Es interesante contemplar cómo las que no tienen el suficiente aceite para alimentar las lámparas, se lo piden a las otras, las cuales  contestan que vayan a comprarlo no sea que se queden todas sin el aceite necesario.
Pero tiene otro significado también y, es que no podemos dar el aceite de las buenas obras a los demás, ya que los méritos son intransferibles.
Cada uno se presenta ante Dios con la luz de la fe que posee, alimentada  con la caridad o buenas obras que realiza en su vida.
Cuando llega el Esposo de repente, entran al banquete quienes han permanecido en vigilante espera y se cierra la puerta del salón de fiesta  de manera que ya no hay posibilidad de ingresar a la alegría de la vida eterna. 
Llegan después las necias, o sea, las que no tenían en su vida la sabiduría, el arte de buen vivir, el valorar que lo que interesa es seguir la voluntad de Dios, y pretenden entrar: "Señor, Señor, ábrenos". Y de adentro contestan, "no las conozco". 
Esto evoca otro texto del Evangelio donde Jesús dice que no basta decir "Señor, Señor", y acercarnos a Él evocando algo para ser escuchados. Es como si alguien se presenta delante de Dios y ante el juicio le dice a Dios: "mira, Señor, que yo de joven era monaguillo, asistía a misa", pero  ahora, en los últimos tiempos, no ha sido así.
Entonces, no basta con decir "Señor, Señor", para que se nos abra la puerta, es necesario que esta súplica esté acompañada por la luz de la fe y el aceite de la caridad. 
Es interesante lo que dice San Pablo en la segunda lectura tomada de la primera carta a los cristianos de Tesalónica  (4,13-18), donde nos dice que todos vamos a morir, todos vamos a resucitar porque Jesús es el primero que ha resucitado. E importante la afirmación que resalta y es que los que mueren en amistad con Dios serán llevados por el Señor a la felicidad eterna, es decir, podrán entrar al banquete nupcial como las jóvenes sabias, que es el encuentro con la felicidad eterna.
Por eso, estos textos bíblicos no buscan atemorizarnos, sino que le demos importancia a la actitud de esperar confiadamente al Señor y obrar cada día conforme a esta vivencia.
Así como nosotros estamos en vigilante espera cuando un ser querido viaja de otro país y viene a visitarnos y estamos ansiosos por verlo y tenemos todo preparado para el momento que llegue, así también estar preparados en vigilante espera para cuando venga Jesús en su segunda venida.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXXII del tiempo durante el año. Ciclo A. 12 de noviembre de 2023

6 de noviembre de 2023

Serán despreciables los pastores que se han desviado del camino y han hecho tropezar a muchos con la doctrina que enseñan (cf. Mal. 1, 14-2, 8-10)

 


Uno de los temas en los que se centran los textos bíblicos de hoy es el de la necesidad de la coherencia entre fe y vida, mostrando, por lo tanto, el daño que provoca la duplicidad cuando la enseñanza o la fe, difieren de la vida que se lleva cada día.
Y así, el profeta Malaquías, al que ubicamos en el siglo V a.C. como portavoz de la Palabra de Dios, fustiga duramente al pueblo de Israel, que ha regresado del exilio, han reconstruido el Templo de Jerusalén, pero quizás, esperando el cumplimiento de las promesas antiguas de inmediato, se desilusionan porque esto no ocurre y, caen en la indiferencia religiosa (Mal. 1,14b-2,2.8-10). 
Por otra parte, va cundiendo poco a poco la injusticia social y también la pérdida de la importancia del culto divino. Para colmo de males, los sacerdotes que deberían dar el ejemplo no lo dan, y así, no enseñan lo que deben para rectificar el rumbo de un pueblo desviado y alejado de la alianza de Dios.
Por eso es que Dios, a través del profeta, advierte a estos pastores que sus bendiciones se convertirán en maldiciones, porque no han escuchado la Palabra de Dios y no han enseñado lo que debían, dando gloria al gran Rey.
Si tomamos el texto del Evangelio (Mt. 23,1-12), comprobamos  una situación bastante parecida cuando Jesús, dirigiéndose a la gente, pero también a sus discípulos, les dice que los escribas y los fariseos que ocupan la cátedra de Moisés, deben ser escuchados pero no se han de seguir sus obras.
Y esto, porque imponen cargas a los demás para que las cumplan, pero ellos, en su vida cotidiana, no quieren observar nada de esto y señala cómo estos maestros  están interesados en el mundo exterior, ser reconocidos, aplaudidos, sentarse en los primeros puestos, en las fiestas o en la sinagoga, ser saludados  por toda la gente.
De manera que le han dado más importancia al culto exterior de sus personas que al mismo culto divino, de allí, que esté  justificado cuando Jesús, no pocas veces, dice que son sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen perfectos, pero por dentro están llenos de podredumbre, y esta es justamente la incoherencia. 
También en la actualidad puede acontecer algo semejante, cuando desde lo que somos, pastores, enseñamos algo, pero no vivimos lo que predicamos, y allí se encuentra precisamente la incoherencia. 
Pero también existen bautizados que están sometidos por la incoherencia en su vida,  diciendo y enseñando lo que es correcto, pero sin realizarlo, más aún haciendo todo lo contrario.
Puede suceder que la gente aparezca como santa, perfecta, incluso haciendo obras de caridad, pero que sin  lo exterior  responda a lo que hay en el interior, con el peligro de que se haga realidad que "quien no vive como piensa, termina pensando como vive".
Ahora bien, Jesús dice hagan lo que estos maestros les enseñan, pero no imiten su ejemplo, y yo no  pretendo corregir el Evangelio, pero reconozco que en la actualidad se da una situación muy distinta. 
En efecto, no solamente se da la incoherencia entre fe y vida, entre lo que uno puede predicar, aunque esto sea bueno, y la vida que se lleva, sino que se enseña aquello que no corresponde a lo que uno mismo es o para lo que ha sido elegido. 
Y por eso hoy en día hay mucha confusión dentro de la Iglesia, porque quizás no pocos, siguiendo las palabras de Jesús, se convencen de que hay que seguir lo que los pastores enseñan aunque esto sea erróneo y no conforme con la verdad recibida desde siempre.
Por ejemplo, estaba leyendo que hace dos o tres días un obispo alemán, siguiendo el criterio del sínodo en Alemania, envió una carta pastoral a los sacerdotes de su diócesis, diciéndoles que procedan a la bendición de parejas de personas del mismo sexo, o que viven en adulterio, o  en una vida irregular. Obviamente  el obispo está enseñando algo que no corresponde a la doctrina de la Iglesia. 
En efecto, ya la Congregación para la Doctrina de la Fe en el año 2021 había dicho expresamente que no corresponden ese tipo de bendiciones, porque equivaldría a bendecir la institución del pecado. De manera que cuando se dan estas enseñanzas contrarias a la Sagrada Escritura y al Magisterio de la Iglesia, nos encontramos que se enseña el error y  muchos caen confundidos.
Y así, alguien que hace esfuerzos para vivir conforme al evangelio especialmente en este punto, puede pensar que es inútil tratar de convertirse si pareciera que hoy está todo permitido porque la Iglesia se ha amoldado al mundo y no busca diferenciarse enseñando la verdad revelada y custodiada desde siempre.
Sería como decir: ¿para qué me voy a esforzar en seguir el Evangelio si ahora parece que el Evangelio dice otra cosa? Y aquello que siempre estuvo mal ahora es bueno, y lo que era bueno es malo. 
De manera que hoy en día no solamente tenemos que ver que no exista incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace, sino que no aparezca también la incoherencia entre lo que se dice falsamente y lo que se debe enseñar según la doctrina de la Iglesia de siempre.
Por eso hemos de estar muy atentos para caminar en la verdad, teniendo en cuenta que una de las inclinaciones que puede tener y que de hecho tiene el ser humano, es aceptar como verdadero aquello que es más placentero o que es más fácil de observar o que le permite  vivir de otra manera. 
Y entonces la tentación puede ser dejar de escuchar aquellos mensajes que vienen de la Iglesia que parecen duros porque no se adecuan a la mentalidad moderna, y seguir lo que es más conforme a las vivencias mundanas y de la cultura de nuestro tiempo. 
Por eso hemos de estar siempre alertas para discernir los signos de los tiempos y, descubierta la verdad, - y sabemos cuál es-, seguirla sin miedo alguno, con humildad, como predica y practica Jesús.
El humilde trata de servir a la Iglesia y a  los demás, dar gloria a Dios siempre transmitiendo la verdad y realizando el bien. 
Tenemos un ejemplo hermoso en el apóstol San Pablo que no deja de consolar a los cristianos de Tesalónica (I Tes. 2,7-9.13) diciéndoles que ellos han escuchado su palabra y su enseñanza sobre Jesucristo. Y que la han recibido no como una palabra humana, sino como una palabra divina que él ha transmitido. 
Y yo los quiero tanto, dice Pablo a los tesalonicenses, que no solamente deseo entregarles la palabra viva del Señor, sino también entregarme a mí mismo y ser servidor de ustedes. 
Nuevamente la actitud de servicio que señalaba el Evangelio, servicio a la verdad, al bien y a todo aquello que proviene de Dios. Queridos hermanos, si bien vivimos momentos muy difíciles, hemos de confiar siempre en la gracia de Dios, ya que Él nos guía. 
A Él debemos implorar, el que podamos buscar siempre la verdad, que no vivamos en la incoherencia entre fe y vida, en que no digamos una cosa y vivamos otra, sabiendo que el Señor siempre está con nosotros. Pidamos entonces esta gracia que Él nos la va a conceder en abundancia.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXXI del tiempo durante el año. Ciclo A. 05 de noviembre de 2023

1 de noviembre de 2023

"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento".

 



Siguen los ataques contra Jesús ya que  los fariseos, los saduceos y los distintos movimientos ideológicos y políticos de la época  que manejaban el judaísmo, buscan su destrucción. 
Viven poniéndolo a prueba, como escuchamos en el texto del Evangelio del domingo pasado. 
Hoy otra vez, aparece en la boca de un doctor de la ley, una pregunta puntual: "¿Cuál es el mandamiento más importante de la Ley? (Mt. 22,34-40)" Lo quiere poner a prueba, pero quizás también quería saber qué hacer en medio de tantos preceptos que ellos tenían y que agobiaban la vida cotidiana, de tal manera que ya no se distinguía entre lo que es importante y necesario y aquello que es secundario. 
Jesús citando el libro del Deuteronomio (6,4) dirá: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento"
Mandamiento concreto que hace decir al salmista, como acabamos de escuchar recién: "Te amo Señor mi roca y mi refugio" (Salmo 17). 
De hecho el judío devoto tres veces al día recordaba este primer mandamiento, el "Shemá": "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu vida". 
¡Qué hermoso sería que también nosotros  dijéramos esto cada día, empezando a la mañana temprano,  para que nos recuerde  que lo más importante de la vida  es el amar a Dios sobre todas las cosas, que Él debe estar en primer lugar en nuestros pensamientos, y luego lo repitiéramos a la tarde y a la noche! 
Por eso, cuando caemos en el pecado, si estamos regidos por este mandato, imploraremos enseguida la misericordia de Dios, sin diferirlo para después.
Por otra parte el arrepentimiento lúcido y rápido nos ayuda a mantenernos siempre alertas para que nuestra vida sea una ofrenda permanente a Dios dándole lo que es suyo, como reflexionábamos el domingo pasado. 
Este amor a Dios, que nunca nos deja desvalidos,  asegura vivir en su presencia y que Él también nos mire como hijos amados,  con un amor complaciente.
Y esto es así,  ya que en definitiva la gracia de Dios, además de hacernos participar de su vida, conduce a que seamos agradables a su mirada por vivir en comunión con Él.
En efecto,  como un padre, al ver los progresos que hace su hijo se alegra, aunque no se lo diga, también el Padre del Cielo se alegra cuando vamos progresando en nuestra vida interior, en  santidad de vida. 
Ahora bien, ante la pregunta del doctor de la Ley, Jesús responde de una manera superadora acerca de lo que no se le pregunta, diciendo: "El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos  dependen toda la Ley y los Profetas".
El amor al prójimo es ineludible, porque si consideramos a los demás como hijos de Dios, como hermanos debemos amarlos. 
Sean amigos o sean enemigos, pero mucho más a los enemigos, el amor al prójimo como  mandato de Jesús, apremia siempre. 
Este amor al prójimo, aparece concretamente en el libro del Levítico ((19,18), en todo lo que es la ley de santidad, que debe también  observar el pueblo.
En el libro del Éxodo (22,20-26) recuerda el Señor  el amor al extranjero, ya que los judíos también fueron extranjero en Egipto, el amor y la ayuda a la viuda, a los huérfanos, a aquellos que son considerados no pocas veces como los descartados  en la sociedad de cada época histórica. 
Se trata de un amor especial hacia los que a veces nadie ama o que se considera que no es importante amarlos, ni ver en ellos el rostro de Cristo. 
Ahora bien, hay un amor particular que debiera brotar de nuestro corazón y, es el amor hacia aquellos que está lejos de Dios, por quienes ofrecemos nuestras oraciones, sacrificios y todo lo bueno que hagamos. 
Pero también, y esto es importante recordarlo, a las puertas de la celebración de los fieles difuntos, el 2 de noviembre, crecer en el amor por las almas del purgatorio,  por aquellos que se están purificando y que desean ardientemente encontrarse con el Padre Dios. Ellos, en definitiva, son los más necesitados porque no pueden valerse por sí mismos.
En efecto, los que padecen penas purgatorias no pueden ya tener mérito alguno, ni pueden rezar por ellos. Solamente nosotros, por la comunión de los santos, en la que creemos y afirmamos en el credo, podemos pedir por aquellos que se están purificando, ofrecer oraciones, sacrificios, limosnas, obras de caridad, celebración de misas.
Y es bueno recordar, que todos los así salvados, cuando estén en la gloria del Padre, se acordarán de quienes rezaron por ellos  en una verdadera y permanente comunión  entre los que están en el cielo, los que se purifican y los que peregrinamos en este mundo.
De manera que es mucho lo que podemos hacer por nuestros hermanos, acá en la tierra y por los que padecen purificándose. Pidamos que el Señor tenga misericordia de ellos, como también esperamos que la tenga de nosotros. 
Por eso, amarás al prójimo como a ti mismo, significa  que si  deseamos y queremos toda suerte de favores divinos,  busquemos también lo mismo para aquellos que se nos han adelantado en este mundo. 
Importante lo que el apóstol San Pablo le dice hoy a los cristianos de Tesalónica, que es una comunidad joven, que viven con alegría el hecho de ser cristianos, y  de sentirse salvados por Cristo muerto y resucitado (I Tes. 1,5-10).
Más aún, San Pablo los pone de ejemplo por haber transmitido  lo que han recibido y que la alegría de ser cristianos pueda difundirse cada vez más. 
También nosotros estamos llamados a ser una comunidad modélica como la de los tesalonicenses, de allí la necesidad de trabajar animosamente para poder llegar al corazón de los demás, transmitiendo la hermosura del Evangelio,  que nos espera siempre el Señor y que espera de nosotros la conversión y una vida totalmente entregada al amor de Dios y al amor de nuestros hermanos.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXX del tiempo durante el año. Ciclo A. 29 de octubre de 2023