23 de febrero de 2008

El diablo existe y se lo puede reconocer (PARTE II)


“La táctica que él (el maligno) usaba y usa, consiste en no revelarse, con el fin de que el mal, por él injertado desde el principio, reciba su desarrollo por el hombre mismo, por los sistemas mismos y por las relaciones interhumanas, entre las clases y entre las naciones” (Juan Pablo II. Carta Apostólica “Parati Semper”, del 31 de marzo de 1985

La presencia de Satán en el mundo moderno

El espíritu del mal, hay que reconocerlo, está presente en nuestra sociedad y cultura de muchas maneras, aunque quizás nosotros no lo percibamos así.

Algunas consideraciones que no agotan la extensión de la influencia del padre de la mentira entre nosotros podrían ayudarnos a ubicarnos en esta problemática.

Y así, ¿qué ideal de matrimonio se pretende imponer? La tentación constante en la actualidad es la de señalar como “cosa normal” las llamadas familias ensambladas, las uniones de hechos, las uniones de personas del mismo sexo, o la procreación sin marido en quienes no desean el matrimonio pero sí postulan “el derecho al hijo”.

¿Qué ideal de noviazgo se procura presentar en la sociedad? No ciertamente lo que corresponde al espíritu evangélico toda vez que se encumbra hasta la exacerbación el goce permanente e irresponsable del placer sexual sin compromiso, y sin el marco de un verdadero amor entre personas que buscan construir un proyecto de vida en la comunión de sus vidas.

¿Cuál es la imagen de persona que hoy tenemos? No siempre la de un ser libre creado para orientarse a su Creador y a sus hermanos poniendo lo mejor de sí y contribuyendo al crecimiento armónico de todos.

¿Cuándo se ha hablado tanto de derechos humanos como en la actualidad? Sin embargo, por poner un ejemplo, van calando hondo nuevas formas de agresión constante a la persona por medio de juicios programados violando la ley según el gusto del poder de turno.

Todo se mide desde una perspectiva subjetiva, cayendo no sólo en la eliminación de las personas sino en el concebir la vida según “nuevos derechos” que vulneran abiertamente el ser humano, ya que no se enmarcan en la ley natural.

Y así se suceden sin fin la mentira institucionalizada, la ley del más fuerte, la vigencia del “respeto irrestricto” de los delincuentes dejando al honesto ciudadano a la deriva, la justicia convertida en sesgada venganza, la taimada búsqueda de riquezas y no el servicio a los hermanos por parte de los que detentan cualquier tipo de poder, y la prepotencia de los que sólo buscan imponer sus criterios.

Y así podríamos seguir largamente con distintos ejemplos de influencia demoníaca.

El espíritu del mal va penetrando más y más en la sociedad, en nuestros pensamientos y nos va cambiando también los criterios o las formas de ver y concebir la realidad circundante.

De allí la importancia de volver a las fuentes, siguiendo la invitación cuaresmal de avanzar en el conocimiento de Cristo, para que sea su palabra y su vida la que vaya modelando nuestra existencia y modo de vivir en el mundo.

No sólo de pan vive el hombre

Es importante tener en cuenta estas influencias que se suceden en nuestro cotidiano vivir para no dejarnos llevar por los criterios que nos impone el mundo, sometido las más de las veces a aquél que es llamado el príncipe de este mundo” (Juan. 14,30).

El hecho de que muchas acciones ya resultan habituales en el parecer y quehacer del hombre, no significa que se enmarquen en las enseñanzas de Jesús que son las que deben configurar nuestra existencia.

Cuando Jesús afirma “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo. 4, 4) se refiere a una tentación muy común en la actualidad y que consiste en

creer que el hombre sólo vive de pan, entendiendo como “pan” todo lo involucrado en el consumismo.

A través de la publicidad va entrando en la mente del hombre actual el dogma del consumismo que va creando necesidades ficticias, y éstas poco duraderas, para así correr ansiosamente a la búsqueda de nuevas sensaciones.

Las más de las veces se nos vende que el hombre sólo es feliz cuando posee en abundancia todos los bienes inimaginables de consumo, y no que “sea” persona viviendo a fondo su condición creatural que es a la vez espíritu y materia en una unidad perfecta.

Espíritu que gime en la condición actual ya que la cultura de nuestro tiempo lleva a pensar que sólo importa el cuerpo, la materia.

Nos empujan a creer que el hombre vive sólo de pan lo cual desemboca en el embotamiento del espíritu, detrás del placer, y huyendo de lo que nos lleva a la reflexión sobre nosotros mismos, que es siempre preludio de autoafirmación como personas libres.

Jesús afirma “no sólo de pan”, consintiendo en el hecho de que necesitamos de lo material, porque somos cuerpo, pero al continuar “sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” nos hace ver cuál es el marco referencial que debe tener “el pan”, esto es, la palabra de Dios.

Es en efecto la Palabra y la Voluntad de Dios lo que nos permite vivir entre las cosas sin que éstas nos dominen, usándolas –al decir de San Ignacio de Loyola- tanto cuanto nos lleven a Dios y al hermano.

Las cosas nos llevan a Dios cuando reconocemos en El no sólo el origen de las mismas sino también cuando consideradas en relación con el fin último pierden el carácter de absolutez que el mundo moderno quiere impregnarle y así desviar al hombre de su verdadero Fin: el Creador.

No sólo “de pan” sino de “toda Palabra que sale de la boca de Dios”, implica que el hombre sale de su tendencia pecaminosa a constituirse centro de la vida y de las cosas en el narcisista goce de las mismas, para abrirse a las necesidades de los demás en generosa apertura del corazón.

Por lo tanto el “no sólo de pan” nos llama la atención para dejar de lado el “carácter exclusivo” de la tenencia y goce de las cosas, para abrirnos por la acción de la “palabra que sale de la boca de Dios”, a un nuevo modo de vivir que implica el “carácter inclusivo” de los bienes de este mundo por el cual el “otro” importa.

Compartir el pan es siempre fruto de la unión con Dios, mientras que lo contrario es fruto del egoísmo alimentado por el demonio.

Compartir el pan es en un sentido amplio del término, no sólo la comida, que muchas veces es la primera necesidad, sino la cultura, las cualidades, la alegría de vivir en paz con todos, el trabajo honesto que dignifica, el escuchar los dolores de quienes están alrededor nuestro, aconsejar y corregir.

El pan solo sin encuadre desde la Palabra de Dios, deja al hombre vacío en su corazón.

¡Cuantas veces a los jóvenes se les enseña que el desenfreno sexual, el abuso del alcohol, la droga, la vagancia y la violencia forman parte del pan de sus vidas! ¡La cantilena más frecuente afirma que todo es lícito, todo está permitido, que lo que importa es sólo gozar y seguir los impulsos más primitivos que afloren en el momento!

¿Podemos decir en verdad, que vivido cada vez más este esquema de pan hay mayor felicidad en la vida de las personas? ¿Hay una consideración verdadera de lo que es el amor humano.

Concluyendo ya con la reflexión sobre la primera tentación del Señor,-sin pretender haber sido exhaustivo con la misma- , aprovechemos esta cuaresma para reflexionar acerca de qué tipo de pan sirve de nutriente a nuestra vida.

¿Estamos sumergidos y esclavizados sólo por el pan terrenal? o ¿sabemos medir el uso de lo material a la luz de la Palabra de Dios?

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro Vida “Juan Pablo II”.

Santa Fe de la Vera Cruz, 23 de febrero de 2008.

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