29 de marzo de 2008

Una mirada nueva desde la Resurrección del Señor


“Más bien se trata de mirar las realidades creaturales, -aquello que el apóstol Pablo llama las cosas de la tierra-, con una mirada nueva, lo cual significa no absolutizarlas sino considerarlas en lo que son, esto es su relatividad”.

1.- Pasó por el mundo haciendo el bien.

El apóstol Pedro nos dice a nosotros como a los judíos de su tiempo todo lo que se refiere a la vida, a la muerte y a la resurrección de Jesús.

Así, tal como lo escuchábamos en la primera lectura, Jesús lleno del poder del Espíritu Santo pasó por este mundo haciendo el bien y sanando a los que habían caído en el poder del demonio porque Dios estaba con El.

Pero inmediatamente después de esta hermosa afirmación Pedro tendrá que reconocer que Jesús fue muerto y suspendido de un patíbulo.

Si tenemos en cuenta esta afirmación ciertamente nos extraña que quien pasó por este mundo realizando el bien termina en la aniquilación.

Pasar haciendo el bien y terminar en la cruz es la gran paradoja del misterio de la salvación que Dios quiere que nosotros conozcamos, valoremos y que al mismo tiempo lo apliquemos a nuestra vida.

También nosotros muchas veces decimos que no hemos cometido pecado, que no hemos hecho mal alguno y entonces, ¿por qué Dios nos abandona y por qué tenemos que sufrir muchas veces?

Y no encontramos explicación a esto e incluso nos rebelamos por esta situación.

Pues bien el ejemplo de Cristo ilumina nuestra vida y da ciertamente sentido a este hecho de pasar haciendo el bien aunque después terminemos condenados o despreciados a causa del odio de aquellos que no quieren al Señor o que se sienten interpelados por el bien que hacemos y por ello nos impugnan.

De todos modos nos asegura San Pedro que de la misma manera que el Padre permanece con Jesús, Dios está con nosotros y nos resucitará para la vida como lo hizo con su Hijo.

Es decir que Dios le dio la vida, y como rezábamos en la primera oración de este sacrificio de comunión con la resurrección de Cristo se nos ha abierto la puerta de la vida, hermosa afirmación que nos debe llenar siempre de consuelo.

2.-La resurrección de Jesús nos abre la puerta de la vida.

Por la resurrección de Cristo, precedida por su pasión y su muerte se nos abrió la puerta de la vida, de la VIDA con mayúscula. Sobre todo en un mundo como el nuestro donde está tan metida la cultura de la muerte, la cultura de la destrucción e incluso de la inutilidad de la misma vida humana, la resurrección de Cristo viene a proclamar firmemente la cultura de la vida.

Nuevamente somos llamados a la vida, a esa vida de amistad con Jesús que lleva siempre no sólo la realización personal a través de esta unión y comunión con Dios sino también nos conecta directamente con el bien de los demás, con el bien de nuestros hermanos.

El misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo nos deja entonces a nosotros esta hermosa apreciación de lo que es la vida del hombre, la vida humana.

Somos convocados, desde la resurrección de Jesús, a vivir con la dignidad de los hijos de Dios.

Si miramos a nuestro alrededor mucha veces no se observa en la sociedad una invitación a vivir como hijos de Dios, más bien la interpelación continua se orienta a todo aquello que es chatura, mediocridad, bajeza, diversión sin límites, la búsqueda desenfrenada del placer a toda costa, que no sólo denigra al hombre sino que lo aleja de esa felicidad que busca.

Cuanto más se busca la felicidad en aquello que creemos que la produce caemos en la cuenta que queda en el corazón del hombre únicamente amargura, desazón, y vacío interior, porque en definitiva el hombre ha equivocado su camino y no está buscando esa realización personal justamente a través de Cristo el Señor.

3.-La resurrección nos convoca a contemplar las cosas con mirada nueva

Por eso el apóstol San Pablo escribiendo a los cristianos de Colosas y por lo tanto dirigiéndose también a nosotros, nos dice hoy que ya que hemos resucitado con Cristo hemos de buscar los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.

Afirma también que hemos de tener el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.

No se trata aquí de un llamado a vivir olvidándonos de nuestro quehacer cotidiano.

Tal confusión de pensamiento sería consentir en la afirmación de aquellos que dicen que la religión es el opio del pueblo.

Más bien se trata de mirar las realidades creaturales, -aquello que el apóstol Pablo llama las cosas de la tierra-, con una mirada nueva, lo cual significa no absolutizarlas sino considerarlas en lo que son, esto es su relatividad.

Porque tanto cuanto hemos de servirnos de las cosas de la tierra cuanto nos ayuden a encontrarnos con Dios, y cuando no nos favorecen en la orientación de nuestra vida al Creador hemos de rechazarlas.

No se trata por lo tanto de olvidar los deberes cotidianos, las obligaciones de cada día, sino de darle a todo nuestro quehacer cotidiano una mirada nueva, una mirada distinta.

No pensar que las cosas de la tierra son una meta última para nuestra vida.

En efecto, cuando el ser humano piensa que la verdadera felicidad o que el fin de su vida está puesto en el dinero, en el placer, o en las cosas de este mundo, a medida que posee esto, cae en la cuenta de cuánto le falta por tener más, y su corazón está cada día más vacío.

Lo comprobamos todos los días en la sociedad en la que estamos insertos. Hoy como nunca el ser humano tiene posibilidades amplísimas de poseer de todo, de tenerlo todo, de querer gozar y de beneficiarse con casi lo único que desea, sin embargo la misma experiencia de la vida le enseña otra cosa.

Y así, ¿es el ser humano más feliz con todo esto? ¿No ha caído esclavo de las cosas de esta tierra nada más que para vivir el pasatismo, es decir el momento, caer en el éxtasis del desenfreno en un momento determinado aunque después quede totalmente a su suerte, olvidándose de sí mismo y de todo aquello que lo puede enaltecer como persona?

Por eso mirar las cosas con la mirada nueva es mirarlas con la mirada de Cristo, la de aquél que nos ha abierto la puerta de la vida, siendo necesario, por tanto, acrecentar la fe en el Señor.

4.-La Resurrección, presencia de la ausencia.

Nos dice el texto del evangelio que los discípulos, y también las mujeres, no estaban convencidos del hecho de la resurrección de Jesús a pesar que la había anunciado.

Por eso es que María Magdalena cuando busca a Pedro y a Juan les dice: no sabemos donde han puesto el cuerpo del Señor, y cuando llegan Pedro y Juan están extrañados: ¿que es lo que ha pasado?

Pero hay un punto de inflexión clave en todo el relato al afirmar que Juan cuando entra en el Sepulcro después de Pedro: el también vio y creyó. ¿Que es lo que vio cada uno de ellos? Pedro y Juan vieron la ausencia de Cristo.

El ya no está en el sepulcro. Se ha cumplido lo que ha anunciado, vieron la ausencia, vieron por lo tanto en esa ausencia la presencia nueva de Cristo resucitado, y será eso lo que los moverá en el futuro a vivir intensamente lo que el mismo Cristo les había encargado como misión.

De allí que el “vayan por el mundo” vayan a Galilea y transmitan la fe, será el mensaje que reciben.

Es decir, vayan a tal lugar como punto de partida de la misión, diríjanse al encuentro del hombre de todos los tiempos para llevarles este mensaje de la resurrección.

Hoy también queridos hermanos estamos llamados a transmitir al mundo esta vivencia nueva que nos trae Cristo resucitado. Pero indudablemente para ello será necesario que nosotros mismos estemos compenetrados del misterio de la resurrección de Cristo y así transformados realmente podamos llevar al mundo que nos rodea esta alegría que nos ha dado el mismo Jesús en el corazón de cada uno de nosotros.

Textos bíblicos: Hechos 10,34.37-43; Colosenses 3,1-4; Juan.20,1-9.-


Homilía en la Misa del Domingo de Pascua de Resurrección.

Santa Fe de la Vera Cruz, 23 de Marzo de 2008.

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de Nuestra Señora de Lourdes, Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”.

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22 de marzo de 2008

¡Cantaré eternamente las misericordias del Señor!

El Señor nos está diciendo que aunque nos aceche el Faraón con sus tropas, o sea los servidores del maligno, no tenemos que temer. ¡El Señor los va a confundir! Y la confusión ya la estamos viendo en nuestra sociedad.

1. Dios miró todo lo que había hecho y vió que era muy bueno (Gn.1,1-2,2)

Nos hemos congregado como familia en ésta noche Santa para celebrar la Resurrección del Señor. Las lecturas bíblicas que hemos proclamado nos han mostrado el Plan de Dios sobre cada uno de nosotros.

Así el texto del Génesis nos narra la creación del mundo. Obra maravillosa salida de las manos generosas de Dios.

Revelación ésta creación de la gloria de Dios, manifestación también de la misericordia del Señor que tanto amó al hombre que le preparó este mundo para que pudiera en él servirle de corazón, y conocerlo cada vez más.

El texto del Génesis se corona con la creación del varón y de la mujer.

Todo un llamado que nos hace ya desde el comienzo Dios a la vida en comunidad.

Este varón y esta mujer llamados al matrimonio, a constituir una familia.

Y así nos damos cuenta ya desde el comienzo cómo la Palabra de Dios nos dice que el matrimonio formado por el varón y la mujer es un signo de la comunión trinitaria. ¡Cómo no descubrir allí el designio de Dios sobre el hombre!

Aunque nuestros tiempos se caractericen por consagrar otro tipo de uniones, la Palabra de Dios es muy clara: los creó varón y mujer para constituir una familia.

Y la liturgia misma en esta Noche Santa nos habla de la grandeza de la familia, de la grandeza de la vida. Por eso Cristo vuelve a la vida en su Resurrección.

De allí que Cristo también se hace presente en la vida nueva que va a otorgar a cada uno de los niños que en ésta noche han de recibir el sacramento del bautismo.

Sacramento del bautismo que nos incorpora e identifica para siempre a Cristo muerto y resucitado, como nos decía recién el apóstol San Pablo (Rom.6, 3-11).

Pero he aquí que éste proyecto de Dios desde el inicio, se ve trastocado por el mismo hombre, cuando enceguecido por la tentación del espíritu del mal cae en el pecado.

Ahora bien, Dios no se olvida del hombre, no reniega de éste proyecto original que ha mostrado, y por eso promete un Salvador, el envío de su Hijo hecho hombre.

Para concretar esto, ha de pasar mucho tiempo, y así la historia humana que es historia de salvación por la presencia de Dios, va mostrando los distintos pasos de este pueblo en marcha que Dios ha elegido para que sea su pueblo, anticipo del nuevo pueblo de Dios , que formamos nosotros y que recibe a Jesús como Mesías.

2. Los israelitas entraron a pie en el curso del mar (Exodo 14, 15- 15,1)

Nos dice el libro del Éxodo que el pueblo de Israel que había sido liberado de la esclavitud de Egipto camina hacia la tierra prometida.

Ha de pasar por el Mar Rojo, signo del bautismo, pasar por las aguas para llegar a la tierra nueva.

Pero he aquí que aquellos que tenían prisioneros a los israelitas cambian de idea. El Faraón y sus tropas van detrás del pueblo elegido.

Moisés comienza a gritar y el pueblo a inquietarse. Dios dirá: ¿qué son esos gritos?, ¿qué esa inquietud?, sigan adelante, ¡ordena que sigan adelante, no se detengan en el camino!

Y esto nos lo dice Dios también hoy, tentados muchas veces a no seguir adelante, a mirar hacia atrás, a querer volver a la esclavitud que ofrece el Faraón porque allí estamos más seguros.

Ir hacia adelante es como una aventura, no sabemos hacia dónde vamos, tememos que el camino conduzca a la nada. ¡Y nos olvidamos que está el Señor con nosotros!

La vida del hombre también hoy puede presentarse como insegura ante tantas dificultades, y nuevamente nos dice Dios: ¡sigan adelante, no se detengan, no miren atrás, no añoren el pasado, la esclavitud, han nacido para ser libres!

El pueblo comienza a caminar por el lecho del mar. Y Dios dice: “yo voy a endurecer el corazón de los egipcios….y ellos entrarán en el mar…así me cubriré de gloria a expensas del Faraón”. Que sigan creyendo que ellos son los que más pueden.

Y sigue diciendo el texto “el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad”, hasta que “el Señor los hundió en el mar”.

Queridos hermanos éste es un anuncio profético. El Señor nos está diciendo que aunque nos aceche el Faraón con sus tropas, o sea los servidores del maligno, no tenemos que temer. ¡El Señor los va a confundir! Y la confusión ya la estamos viendo en nuestra sociedad.

Cuando se van inventando desde los poderes de turno, producto del fracaso, del odio más atroz y de la ceguera más profunda ante la verdad, leyes que pretenden destruir la familia, implantar la esterilización del varón y la mujer, la “pseuda salud” reproductiva, y las uniones homosexuales contrariando el designio del Creador señalado en el Génesis, estamos en la confusión fruto del pecado.

Cuando se quiere consagrar en la sociedad actual, -de la que no escapa Argentina,- las uniones de hecho como si fueran matrimonio, la impunidad ante el crimen y la violencia, la despreocupación por los más pobres, el deseo, hasta lujurioso de poder y dinero, en fin, en una cultura como la nuestra, sobreviene la confusión sembrada por el Señor en el nuevo Faraón con sus tropas ya que carecen de la luz que viene del Espíritu.

El Señor sigue confundiendo a los que siembran el mal, y van a terminar peleándose entre ellos, porque detrás de estos proyectos no está el bien del hombre sino el bien del bolsillo, del dinero, de los negocios, del quedar bien, de recibir el aplauso de los llamados “colectivos”, siempre en la búsqueda del poder escurridizo. El fracaso ya se avizora, más tarde ó más temprano, como sucede cuando se pretende ser como dioses, hacedores del bien y del mal según los antojos del momento.

Pero nosotros no hemos de caer en esa confusión, tenemos que seguir adelante. Seguir adelante que no es seguir con nuestras cosas, y olvidar que el Faraón y sus tropas están detrás nuestro aunque confundidos, sino seguir adelante significa seguir trabajando por las causas nobles que hemos recibido y defendido desde el principio: la familia, el matrimonio, la dignidad de la persona humana, el perdón aunque se nos incite a la venganza, la honestidad aunque se nos apure con la desvergüenza mostrando al mundo que creemos que Cristo ha resucitado, que está vivo, que ha vencido a la muerte y a todas estas formas de muerte que tenemos en el mundo llamado moderno.

Dios siembra la confusión en aquellos que quieren destruir su plan de salvación para el hombre.

Es cierto que durará este tiempo de confusión, -en definitiva el pueblo de Israel demoró cuarenta años para llegar a la tierra prometida-, y que también nosotros tendremos que caminar, no sé cuántos años, para llegar a una nueva tierra. Que será necesario que mueran las viejas estructuras, las viejas políticas, las mañas, las viejas costumbres, para dar lugar a la novedad que viene del espíritu, para dar lugar a una juventud que no está tanto en los años, pero que también está en los años, que busque lo nuevo que nos trae el Señor.

Seguir adelante como hizo Moisés para cantar al Señor “que se ha cubierto de gloria” (Ex. 15, 1-3)

La esperanza que no defrauda nos asegura al final el triunfo, -no sabemos cuándo-, del Señor misericordioso que no se olvida de su pueblo fiel.

Si no creemos esto, estamos de más aquí. Si nuestra herencia es el pesimismo, si sólo pensamos en qué terminará esto, en el fondo no creemos que Cristo ha resucitado, y lo que estamos haciendo hoy es una mera representación, y no una celebración gozosa, una actualización del misterio Redentor de Cristo.

3. Camina hacia el resplandor, atraído por su luz (Baruc 3,9-15.32-4,4)

Ir caminando con un corazón nuevo como nos dice el profeta Baruc, no abandonar la fuente de la sabiduría.

Si nos va mal es porque hemos abandonado al Señor: “si hubieras seguido el camino de Dios, vivirías en paz para siempre”.

El Señor nos deja a nuestra suerte para ver si volvemos a El con una vida nueva.

Hemos abandonado la sabiduría para ir a una tierra extranjera, la tierra sin Dios, contaminándonos con la muerte del pecado. Hemos olvidado lo que dice el profeta a gritos: “¡Este es nuestro Dios, ningún otro cuenta al lado de él!”.

Ha de seguir en nuestra memoria “camina hacia el resplandor, atraído por su luz. No cedas a otro tu gloria, ni tus privilegios a un pueblo extranjero”.

No ceder la gloria del bautismo, al privilegio de la redención y a la fuerza que nos viene del resucitado, ha de ser la consigna de la noche luminosa de la Pascua.

4. Jesús el Crucificado, ha resucitado (Mateo 28,1-10)

Nos proclama el evangelio este gran anuncio de la resurrección del Señor a las mujeres.

Fijémonos en la figura de éstas mujeres.

¡Qué dato curioso!, las consideradas débiles son las que están junto a la cruz del Señor, -salvo Juan el evangelista.

Son las mujeres también las que van al sepulcro. No están seguras de lo que va a suceder, pero las mueve el amor a Cristo. Y aquí llegadas ellas a la tumba acontece algo muy particular.

Cualquiera de nosotros podría decir: comprobaron que la tumba estaba vacía y por lo tanto: ¡Cristo ha resucitado!

Y es al revés, reciben el mensaje: ¡Cristo ha resucitado! Esa es la primera afirmación que escuchan al llegar al sepulcro, y el ángel les dirá después: “mirad el lugar donde lo han puesto” ya vacío.

Es la revelación, la manifestación que Cristo ha resucitado, lo que les hace ver que el sepulcro está vacío y no al revés. Cristo el crucificado ha vuelto a la vida, anuncien que el Señor se les adelanta para encontrarse con los apóstoles en Galilea.

Vayamos nosotros al hombre de hoy para decir que Cristo ha resucitado y por eso el sepulcro está vacío.

Llevar este mensaje de que Cristo nos ha traído la vida, el triunfo sobre la muerte y el pecado. Como estas mujeres salir presurosos para llevar a todos la Buena Noticia.

A ellas las presionaba el miedo, nosotros no tenemos nada que temer, ya ha sido disipada toda inseguridad porque Cristo ha vuelto a la vida.

5. Cristo, después de resucitar, no muere más ( Romanos 6, 3-11)

¿Qué significa esto para nosotros?

Queridos hermanos: el apóstol San Pablo afirma que “si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él”.

Sigue diciendo con terminología bautismal que “fuimos sepultados con El en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva”.

Es decir si hemos muerto con Cristo nada le debemos a esa vida de pecado, de muerte, sino que hemos de caminar hacia la vida.

Vida del cristiano que habiendo resucitado con Cristo ha de ser caminar hacia la vida de la identificación con el Señor, sin miedos, porque El está con nosotros.

No volver a la vejez del pecado. Cada día parecernos más y más a Cristo “porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección”.

El cristiano sabe que camina entre luces y sombras, entre persecuciones y triunfos, hacia el encuentro definitivo con el Padre que nos espera, nos ama y nos ha dado a su Hijo para que por su muerte y resurrección muramos al pecado para renacer a una vida nueva.

Queridos hermanos vivamos ésta vida que nos ofrece el Señor.

Si queremos cambiar, el mundo, la sociedad, la familia, comencemos por cambiar nosotros mismos dejando de lado aquello a lo que hemos muerto por el sacramento del bautismo.

Caminar siempre hacia la luz que no da Cristo para iluminar e iluminarnos. El señor espera llevemos este mensaje donde hay tanta angustia, desazón, bajeza, y deterioro de la dignidad humana Llevar este mensaje del resucitado para vivir la vida de los hijos de Dios.

Santa Fe, sábado 22 de marzo de 2008. Misa de la Vigilia Pascual.

Padre Ricardo B. Mazza

Párroco de la Pquia Ntra Señora de Lourdes (Santa Fe)

Director del Centro de Estudios Santo Tomás Moro y del Grupo Pro-vida “Juan Pablo II”

ribamazza@gmail.com.

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18 de marzo de 2008

La Pasión del Señor en nuestros días (Marcos 14,1-15,47)



“Y así esa multitud que por “consenso” decide matar a Cristo, renuncia a escuchar a aquel que es la Verdad”.

1. Los personajes de la Pasión del Señor

Llevando los ramos de olivo hoy aclamamos al Señor como Salvador.

Es el mismo Señor que viene a nuestro encuentro para mostrarnos el camino al Padre común de todos los hombres.

Es el mismo Señor que aclamado el domingo de Ramos por un pueblo ferviente, deberá escuchar el viernes siguiente, de ese mismo pueblo, ésta vez, manejado y manipulado por los jefes del momento, -anticipo de lo repetido tantas veces en la historia- , ¡crucifícalo¡ ¡crucifícalo!

Este domingo de ramos nos prepara para que iniciemos la Semana Santa deseosos de no repetir una historia preñada de traiciones, fruto del pecado.

Acabamos de proclamar la Pasión del Señor. Allí hemos visto cómo los acontecimientos se van sucediendo uno tras otro.

Quedan al desnudo las miserias de tantas personas, cómo se va entretejiendo esta actitud persecutoria del Señor, por parte de aquellos que ya lo habían rechazado repetidas veces.

Incluso los que se consideraban fieles al Señor lo traicionan.

Judas que por dinero vende a Cristo a sus enemigos, termina, cerrado a la gracia, suicidándose.

Pedro lo niega, -capaz de decir tres veces “no lo conozco”-, para evitar eventuales problemas, pero que se abre, sin embargo, a la gracia, tocado por la misericordia del Señor y derrama las lágrimas redentoras que lavan su culpa.

Estos personajes nos van mostrando, el camino del Señor a la cruz, personajes que van cobrando incluso actualidad en nuestro tiempo, y así podríamos presentarlos como prototipos para todas las épocas, para todos los tiempos.

2. Cristo nuevamente arrestado

Y así, encontramos que cuando Jesús dice: “como a una bandido han venido a arrestarme con espadas y palos”, cómo no pensar en tantos bautizados que en muchos países del mundo son perseguidos por la fe, por proclamar que Jesús es el Hijo de Dios.

Cuántos derraman y han derramado ya su sangre por dar testimonio de la divinidad de Cristo.

Este arresto y muerte del Señor están anticipando la persecución a sus seguidores a lo largo de la historia humana.

Viene a mi memoria el arresto y la cárcel de aquellos bautizados que por oponerse a través de manifestaciones pacíficas, a las clínicas abortivas en algunos países, son repudiados y condenados por una justicia complaciente con la muerte de los inocentes, con la excusa de una presunta intolerancia.

Cómo no recordar el arresto y la cárcel de aquellos padres que en países llamados modernos, se han opuesto a que sus hijos sean educados en doctrinas destructoras de la familia o que se pretenda seducirlos con una concepción desviada de la sexualidad humana.

Cómo olvidar a tantos bautizados a quienes no se les trata con justicia en su trabajo, en su profesión, en su familia o en la sociedad a la que pertenecen, por el sólo hecho de ser honestos y buenos cristianos.

Cuántos bautizados son tratados como intolerantes cuando defienden las sanas costumbres, mientras pululan toda clase de locuras y desviaciones, con el amparo de leyes perversas.

Cristo es nuevamente arrestado y perseguido en los que creen en El y buscan presentar sus nobles enseñanzas.

3. Los “nuevos” Pilatos

La Pasión nos presenta, además, la figura de tantos gobernantes que en este mundo son como Pilatos.

Pilatos quiere contentar a la multitud, esa multitud que no se mueve según la razón, sino conforme a sus pasiones más bajas, azuzada por los jefes del momento.

Cómo no ver aquí la manipulación tan frecuente de la gente que extasiada por discursos oportunistas quiere escuchar sólo lo que suena halagador a sus oídos y se opone a lo que es santo y noble, aunque después, vacía en su interior, cae en la cuenta de su miseria y añora la verdad perdida.

Y así esa multitud que por “consenso” decide matar a Cristo, renuncia a escuchar a aquel que es la Verdad.

No importa que no haya culpa, “¿qué mal ha hecho?” se pregunta Pilatos, sino sólo dar el gusto al clamor inmisericorde de la despersonalizada multitud, que pide a gritos que el inocente sea crucificado, porque así lo desean los jefes.

Y Pilatos que sólo cuida su puesto huidizo, deja en libertad a Barrabás, bandido y jefe de una banda delictiva, y envía a la muerte al Inocente.

Hoy también se repite esta historia.

Cuántos Barrabás que se dedican al tráfico de drogas andan sueltos, en libertad, con la complicidad de quienes deberían terminar con ese flagelo, mientras Cristo es de nuevo crucificado en tantos niños y jóvenes agobiados por la esclavitud más siniestra , desperdiciando sus vidas , su futuro, su eternidad.

Cuántos Barrabás hacen negocios y comercian al margen de la ley, engrosando cada vez más sus cuentas bancarias,- no importa con qué medios y fines-, mientras deambulan sin rumbo tantos Cristos crucificados que son víctimas de la especulación, que no tienen vivienda o no tienen alimento para llevar a su casa.

Cuántos Barrabás lucran con el sexo, imponiendo y seduciendo con las aberraciones más grandes, mientras nuevos cristos son crucificados en la esclavitud más degradante, incapaces de crecer como personas en el verdadero amor que ennoblece a todo hijo de Dios.

Cuántos Barrabás andan sueltos, comerciando con el mundo de las armas, mientras las víctimas de las guerras son crucificadas masivamente.

Cuántos delincuentes andan sueltos mientras el clima de inseguridad crece en las sociedades modernas, donde los honestos viven prisioneros en sus casas, y los deshonestos se pavonean con total libertad y sometiendo con el miedo.

Este es el resultado de una sociedad que no reconoce a Cristo. De aquellos que en lugar de buscar el bien común buscan servir a sus propias ideologías.

Y así, Barrabás sigue suelto en aquellos gobernantes y gobernados, que sirven a la cultura de la muerte, crucificando nuevamente a Cristo en tantos niños abortados, en tantos ancianos eliminados por falta de atención, vistos como la sobra de la sociedad por ser considerados improductivos.

Ante todo esto, la humanidad debe tratar de encontrarse con el Señor para recibir sus sabias enseñanzas y ser orientada por el Camino que es El mismo.

4.Si eres Hijo de Dios, baja de la Cruz y creeremos en ti.

La Palabra de Dios que hemos proclamado nos señala además, aquella tentación de decirle al Señor “baja de la Cruz”.

Hoy también, una sociedad cada vez más indiferente a Dios, pide a los bautizados que bajen de la Cruz, que se asimilen a lo mundano sin hacer distinción entre lo bueno y lo malo.

Se pide a los bautizados que bajen de la Cruz, que disfruten, que gocen, que se den los gustos, que vivan el presente, que no piensen en los demás, que no tengan en cuenta el futuro.

Hoy se le pide a Cristo que baje de la Cruz, que se meta de nuevo en el mundo y que no nos presente un evangelio tan estricto,- le decimos-, que lo haga más fácil, que se acomode a los tiempos.

Le pide el mundo a Cristo que baje de la Cruz, que no exija el matrimonio indisoluble, que no reclame la fidelidad, que deje primar el todo vale, que esté de onda, que el evangelio se acomode a la época en que vivimos, y así el espíritu mundano podrá regir y destruir el mismo evangelio.

Ese espíritu mundano que presenta así, un nuevo evangelio, la “buena noticia” del relativismo, secundada por los “nuevos creyentes” que absolutizan lo temporal buscando el paraíso en la tierra.

Se pide con el “baja de la Cruz” el olvido de la misma, el rechazo del sacrificio, el vivir en una sociedad permisiva y en la desenfrenada búsqueda del placer, del poder y del honor.

Y Cristo responderá ¡no bajaré de la Cruz! Es desde allí donde el Señor vuelve a triunfar ante un mundo que muchas veces lo rechaza.

Pero Cristo es bajado de la Cruz, ya muerto, y es envuelto en una sábana.

Envuelto en una sábana en la espera de una nueva vida, la del resucitado que renueva todas las cosas.

Este envolver en una sábana evoca aquel otro momento en que Jesús es envuelto en pañales al nacer en Belén.

Dejando los pañales de la niñez, Jesús se convertirá en aquel que prepara los corazones humanos para recibir el mensaje de salvación.

Dejando la sábana del sepulcro, resucitará para hacernos partícipes de la vida nueva que había anunciado en su paso por este mundo.

Resurrección que nos asegura un nuevo nacimiento no ya en la carne humana, como en Belén, sino en el Espíritu de la Pascua que se derrama abundantemente para transformarnos en nuevas criaturas.

La liturgia que celebramos, por último, nos hace pedir que profesemos nuestra fe en el Señor, que como el Centurión digamos “Verdaderamente es el hijo de Dios”.

Aprovechemos esta Semana Santa para caminar con el Señor.

Ir viendo cómo se desarrollan en los acontecimientos de la Pasión, los hechos de nuestra propia historia personal, la del mundo entero.

Percibir la historia de las bajezas y de las grandezas, de tantas mezquindades y de tantas generosidades.

Pero darnos cuenta que después de la pasión y muerte del Señor viene su resurrección gloriosa.

Desde el resucitado, creer y esperar que una nueva historia se divise.

Pasará la vieja política, terminará la decadente concepción de la vida, la cultura hedonista dejará corazones más vacíos, y dará comienzo, después de este calvario y cruz de la decadencia moderna, la historia nueva de los hijos de la Luz.

Si creemos en la Resurrección del Señor, fruto de su divinidad, hemos de estar seguros que después de pasar este largo y fatigoso calvario en el que pareciera que lo bueno y noble es pisoteado, vendrá el triunfo del resucitado.

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Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de la Pquia “Ntra Señora de Lourdes”, Santa Fé.

Reflexiones sobre las lecturas del domingo de Ramos . 09 Abril 2006

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14 de marzo de 2008

Yo soy la resurrección y la vida

“Cuando abra vuestros sepulcros y os saque de ellos, pueblo mío, sabréis que soy el Señor” (Ez.37, 13).

1.- La Fe suscitada por Jesús.

En estos tres últimos domingos de cuaresma hemos contemplado a Jesús bajo diversos títulos.

Y así a través de la figura de la samaritana lo conocimos como el agua viva que quita la sed de aquellos que buscan a Dios.

Por medio de la curación del ciego de nacimiento lo descubrimos como luz del mundo y de los hombres.

Hoy se nos presenta como la resurrección y la vida.

Junto con éstas características de Jesús aparece siempre un tema recurrente que es el de la fe que va suscitando el Señor.

De hecho, Jesús va como apurando la decisión de aquellos que lo rodean, reclamando su respuesta de fe, necesaria para entender el misterio de su pasión, muerte y resurrección salvadoras.

En su encuentro con la samaritana al decir “tengo sed”, buscaba la fe de esa mujer aceptándolo como Hijo de Dios. Y después del diálogo extenso que mantuvo con ella logró que lo reconociera como Mesías.

Al ciego de nacimiento le devuelve la vista y por medio de esa lucha entre las tinieblas -representadas por los fariseos- y la luz –significada en la persona del ciego curado-, se va tejiendo paso a paso un itinerario interior que culmina con la profesión de fe del recién curado: Creo Señor que eres el Mesías.

En la resurrección de Lázaro, Jesús va guiando el proceso de fe de Marta, María y también de sus discípulos. De allí que espera dos días más antes de ir a Betania, y ya muerto Lázaro se dirige a casa de sus amigos, diciéndoles a sus discípulos “me alegro por ustedes de que no hayamos estado allí, para que crean” (Jn.11, 15), que soy la resurrección y la vida.

En este tiempo previo a su pasión y muerte, Jesús está perfeccionando la decisión de fe de estas personas cercanas.

Cuando Marta dice “Yo sé que mi hermano resucitará en el último día”, Jesús le responde “Yo soy la resurrección y la vida”, no pienses meramente en el final de los tiempos, ¿crees que el que vive y cree en mí no morirá jamás? ¿Crees esto? “Sí Señor, creo que eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir al mundo” (cf. V.26 y vers.27).

Es indudable que la resurrección de Lázaro quiere confirmar que Jesús es el Hijo de Dios, pero también asegurar el hecho de ser aceptado como tal por medio de la fe de aquellos que luego atestiguarán su resurrección.

O sea que la resurrección de Lázaro es un anticipo de la misma resurrección de Cristo.

Como si dijera “así como yo resucito ahora a Lázaro porque soy la resurrección y la vida, así también resucitaré al tercer día y demostraré que vine al mundo para rescatar al hombre del pecado y de la muerte eterna y otorgarle en abundancia la vida que sólo Dios puede dar.

2.-El mal y el buen olor del hombre actual

Ser “la resurrección y la vida” nos lo dice el Señor a cada uno de nosotros en el hoy de nuestro tiempo.

Pero Lázaro hace cuatro días que está sepultado y ya huele mal, según el testimonio de los que quitan la piedra.

También el cristiano cuando se le acerca Dios puede oler mal, ya que el pecado causa “el mal olor” y la muerte.

La vida y el “buen olor”, en cambio, se obtienen por la resurrección, por el dejar el pecado y entregarnos totalmente al Señor.

De allí que el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo se va aplicando a los cristianos por medio de los sacramentos.

En el bautismo celebramos la muerte al pecado y la nueva vida que ofrece Jesús.

En el sacramento de la reconciliación aparece claramente Jesús como aquel que es la resurrección y la vida, ya que nos devuelve la vida de la gracia.

Jesús llora ante la muerte de Lázaro, pero llora también ante la muerte de cada uno de nosotros.

Cada vez que Jesús queda arrinconado, dejado de lado, despreciado por nosotros al elegir el pecado, El llora.

En nuestros días la caída de la práctica del sacramento de la reconciliación confirma la gravedad de lo afirmado por Pío XII en 1946 que “el pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado”.

El difunto arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, Mons. Vicente Zazpe decía hace ya más de 25 años que había recesión de confesiones e inflación de comuniones.

En rigor ha entrado en la Iglesia Católica la mentalidad protestante en la que los fieles “se confiesan con Dios” prescindiendo del sacramento de la reconciliación.

3.-Necesidad de recuperar el sentido del pecado

La sociedad misma y la cultura en la que está inserta, nos va metiendo en la cabeza que todo es lícito, permitido. Es suficiente que por consenso muchos piensen que algo está bien para que se canonice su bondad aunque vulnere abiertamente el evangelio.

Eso pasa por poner un ejemplo, cuando se instalan las uniones de hecho antes del matrimonio, o el probar todo lo que a cada uno le apetezca, como la pretendida legitimación de la drogadicción.

Como vivimos en democracia –se dice con frecuencia- son muchos los que piensan que todo lo que elija el hombre según “su” conciencia es bueno. Especulan las mayorías también, que es moralmente bueno aquello que es permitido o aprobado por las leyes estatales, aunque éstas vulneren abiertamente la ley de Dios.

El concepto de pecado es teológico, no sociológico ni político, se trata de elegir entre la amistad o no con Dios.

De allí que no se lo puede equiparar al concepto de error o equivocación. Es una ofensa directa al amor de Dios.

Y así el pecado es la mala acción que absolutamente debe evitarse. Constituye el mayor mal, aunque el hombre de hoy parece no tener del mismo una clara conciencia.

El pecado comporta el rechazo de la recta razón, es decir, la oposición a la verdad, y el no tener en cuenta el amor de Dios que nos indica cuál es nuestro verdadero bien.

Directa o indirectamente es desprecio de Dios y de su amor.

El pecado corta en nosotros el hilo directo con la vida y da la muerte del alma. Como la enfermedad debilita y destruye el cuerpo, así el pecado es aquel cáncer espiritual que corroe, debilita y mata la vida del espíritu.

4.- La prescindencia de Dios en la vida del hombre.

La pérdida de la valoración de la gravedad del pecado supone también un quebranto del sentido de Dios.

En la actualidad, lamentablemente, se ha disipado el sentimiento de la grandeza de Dios. Ya aparece como un igual y el hombre se presenta ante El “en alpargatas”. Ya no se lo reconoce como el Creador, el Redentor o el Santificador. Se va perdiendo la grandeza de Dios.

Hasta la misericordia de Dios ya no es vista como manifestación de su bondad infinita sino como la acción de un señor bonachón.

En Cristo crucificado el pecado revela su verdadera naturaleza: no es sólo desobediencia a un mandamiento divino, sino una condena a muerte del Amor. Este es su terrible poder

Me parece que un ejemplo puede ayudar a entender esto. Cuando conocemos y apreciamos sumamente a una persona y la queremos de corazón, cualquier gesto o acción nuestra contrariando ese amor, será vivido por nosotros como algo grave. Mientras que si el conocer y amar no tiene ese calibre profundo, no se tomará conciencia de la gravedad de esa misma acción.

Pues bien, lo mismo pasa en nuestra relación con Dios. Cuanto más se lo conozca y ame, más percibiremos la gravedad de nuestras acciones contrarias a El por pequeñas que sean. Mientras que si Dios no pesa en mi vida, lo más común es que no divise nada como pecado u ofensivo.

5.-El retorno a Dios.

Si la cuaresma es tiempo de crecimiento en el conocimiento de Jesús, es importante que nos preguntemos: ¿quiero que Jesucristo que es resurrección y vida me transforme totalmente? ¿Estoy convencido que creyendo en El y viviendo según el Señor, tendré la vida en abundancia?

El Apóstol San Pablo (Rom.8, 8-11) nos deja en la segunda lectura de este domingo algunas maneras de cómo vivir en la resurrección.

“Los que viven de acuerdo a la carne no pueden agradar a Dios” (v.8). Carne en San Pablo es sinónimo de pecado, todo tipo de ofensa a Dios.

Pero dice: “Ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu” ya que el bautismo nos ha transformado, de allí que “el que no tiene el espíritu de Cristo no puede ser de Cristo” (v.9).

Peregrinando en este tiempo de gracia somos aleccionados por la Palabra de Dios que nos coloca ante los opuestos: luz y tinieblas, muerte y resurrección, carne y espíritu.

Nosotros estamos llamados a transitar ciertamente por aquello que nos dignifica y perfecciona como hijos de Dios.

Cristo no quiere inútilmente morir y resucitar nuevamente, sino que quiere aplicar su redención a cada uno, recibida con gozo por nosotros.

Por eso vayamos a su encuentro y que a través nuestro como lo hizo con Lázaro, no sólo se manifieste el poder del Padre, sino que quede de manifiesto una vez más su realidad de Hijo de Dios, Salvador de todos. Permitamos ser recreados nuevamente por El.

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Reflexiones sobre los textos de la liturgia dominical del quinto domingo de Cuaresma.

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”

Santa Fe de la Vera Cruz, 13 de marzo de 2008.

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10 de marzo de 2008

La Luz y las tinieblas en la vida del cristiano.

“Reconocer a Jesús como Mesías es salir del judaísmo para entrar a la vida nueva que ofrece El…. dejar la sinagoga para entrar en la Iglesia… es el paso del antiguo al Nuevo Testamento”.


1.-Jesús viene para un juicio.

Después de su encuentro con la mujer adúltera y su posterior invitación a que no peque más, Jesús dice a todos “Yo soy la Luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida (Jn.8, 12).

La mujer –por lo tanto- quedó transformada interiormente por la acción curativa de Cristo, el cual prosigue iluminando con la curación del ciego de nacimiento, relato que Juan trae en el capítulo 9 del cuarto evangelio. Toda la narración gira alrededor de la última afirmación de Jesús: “He venido para un juicio: para que vean los que no ven, y queden ciegos los que ven”.

Está aquí el misterio del obrar de Jesús como luz del mundo.

¿Quiénes son aquellos que no ven y a quienes Jesús quiere dar la visión? Los que sin culpa no lo han conocido, pero cuando lo descubren se adhieren a El, como el ciego de nacimiento.

¿Y quiénes son los que ven y quedarán ciegos? Aquellos que creen que tienen todo conocido, que no es necesario abrirse a la gracia ofrecida por Jesús, y que lo rechazan sistemáticamente, ejemplificado esto con la actitud de los fariseos y muchos judíos.

El relato muestra un combate muy profundo entre las tinieblas y la luz.

Las tinieblas que oscurecen la visión de esta gente que se opone al Señor. No solamente no lo reconocen sino que directamente dirán que no cumple el sábado, que es un pecador, quién es éste- se preguntan- , contraponiéndose a la respuesta del ciego curado quien afirmará “es un profeta” (v.17).

El ciego como todo el que está en el mundo de la luz, no hace más que manifestar lo que ha vivido: “yo lo que sé, es que antes no veía, y ahora veo” (v.25).

No se apartará de esta afirmación. Iluminado da testimonio de lo que ha vivido.

“Los otros” en cambio, se van endureciendo cada vez más.

2.-El pecado contra la luz

El mundo de las tinieblas se va endureciendo cada vez más ante la presencia de la luz que se vive como una amenaza.

Las tinieblas huyen de la luz porque ésta descubre su negrura, su tenebrosidad, todo aquello que no viene de Dios.

Los fariseos se resisten a lo que es evidente: que el ciego ve. Se trata de la caída de estos en el pecado contra la luz.

El pecado de no reconocer a Jesucristo, su enseñanza, su vida.

El ciego curado, en cambio, se expresa siempre en la sencillez y seguridad que da la luz.

Y así, sabiamente, ante la afirmación de los judíos “no sabemos de dónde es éste”, dice: “esto es lo asombroso, que Uds. no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores pero sí al que lo honra y cumple su voluntad, nunca se oyó que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”(vv. 30-34).

Les está diciendo es asombroso que no reconozcan que este hombre ha hecho cosas que nadie hizo antes como curar a un ciego, y no quieran admitir que es un profeta, que viene de Dios, y que no es un pecador.

Los fariseos al escuchar la declaración de éste hombre dicen “tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?”(Jn. 9, 34).

En lugar de responder al ciego con argumentos probatorios de que están “en la verdad” como lo suponen, lo rebajan acusándolo de pecador y presentándose ellos como perfectos.

Después de esto, lo echan (v.34) de la sinagoga, cosa que ya habían decidido hacer con todo el que reconociera a Jesús como Mesías (cf. Versículo 22).

Esto es muy importante y revelador. En efecto, reconocer a Jesús como Mesías es salir del judaísmo para entrar a la vida nueva que ofrece El.

Se trata de dejar la sinagoga para entrar en la Iglesia que fundará Jesús.

Es el paso del antiguo al Nuevo testamento.

Esta expulsión de la sinagoga, es muy cierta, real y conveniente. Si acepta a Jesús como Hijo de Dios, el ciego “iluminado” no debe nada ya a la sinagoga.

3.-La necesidad de la fe para ser iluminados.

Ante esta exclusión nos recuerda el texto del evangelio que “oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del Hombre? El contestó: ¿y quién es, Señor, para que crea en El? Jesús le dijo: lo estás viendo, el que te está hablando ese es. El dijo: Creo, Señor. Y se postró ante El” (Jn. 9, 35-39).

Concluye así todo este proceso de fe del recién curado que se destaca por el encuentro personal con Jesús que lo termina de iluminar en lo más íntimo de su corazón.

Ahora bien, es conveniente tener en cuenta que además de la iluminación personal y existencial del creyente en Jesús, se desarrolla toda una simbólica sacramental de la iluminación bautismal: ceguera de nacimiento, piscina y lavado, unción con saliva, confesión de fe en progresivo crecimiento.

Como decía más arriba, indudablemente el texto bíblico plantea la crisis que produce la aparición de Jesús entre los hombres “He venido para un juicio” (v.39).

El acercamiento al Señor es muy importante para vivir en la Luz, ya que Jesús viene a curar al que es ciego sin culpa.

Pero el que se mantiene en su ceguera, porque cree que ve, vivirá en ese estado.

4.-La ceguera en San Pablo

San Pablo en su carta a los romanos (cap.1, 18) hablando de los paganos describe el proceso de oscuridad en el que viven por no querer creer.

Y así, cuando éstos no reconocen a Dios que se les ha manifestado a través de lo creado, se hacen inexcusables, acreedores de la ira del Creador, ya que “habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles” (Rom.1, 21-24).

Se trata de un pecado concreto contra la luz que proviene de la revelación natural misma rechazada culpablemente.

El resultado de ese permanecer voluntariamente en las tinieblas, “haciendo alarde de sabios” y negando la luz, es vivir como “necios“, entregados por Dios a su suerte, “ya que han sustituido la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del Creador” (vers.25).

El “entregados por Dios”, no significa que Dios empuje a alguien a pecar, sería impropio de su bondad y sabiduría, sino que aquél que está ciego en su postura de rechazo a Dios y de no reconocerlo, pierde la posibilidad de vivir iluminado por la verdad, de allí que caiga en cualquier extravío en su vida.

Entre las obras de las tinieblas describe san Pablo a la homosexualidad (versículos 26 y 27), entregados por Dios a toda clase de maldad “injusticia, iniquidad, ambición y maldad, colmados de envidias, crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones,…… enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, insensatos, desleales, insensibles, despiadados” (Rom.cap.1, 29-32).

Y es tal el grado de perversidad en las tinieblas que “a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen(versículo 32).


5.-Las obras de la luz

San Pablo (Efesios 5,8-14) reconociendo que somos de la luz por el bautismo, nos exhorta vivamente a caminar como “hijos de la luz” y nos señala cuáles son los frutos de la luz: la verdad, la justicia, la bondad. Vivir en la luz es saber discernir lo que agrada al Señor para ponerlo generosamente por obra.

Nos recuerda no sólo no tomar parte en las obras de las tinieblas, sino también a ponerlas en evidencia, para que descubierto y denunciado todo tipo de engaño, ayudemos a los demás a vivir en la verdad.

De hecho en la actualidad muchas veces se busca que vivamos en el engaño, en la mentira de un mundo tenebroso. Lo salido de las tinieblas es visto muchas veces como algo normal, bueno.

Afirmaciones como “todo el mundo lo hace, luego es bueno”……”el mundo cambió…no es como antes”, nos llevan no pocas veces a la mentira. Se vive de otra manera y vamos aceptando las obras de las tinieblas, de las cuales antes renunciáramos.

De allí la necesidad de pedir a Dios la capacidad para descubrir el engaño permanentemente promocionado en nuestra sociedad actual, y así poder alejarnos del mismo.

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Padre Ricardo B. Mazza, Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”. Santa Fe de la Vera Cruz, sábado 08 de Marzo de 2008.

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