21 de abril de 2016

“Jesús, como Buen Pastor, camina delante nuestro orientándonos “hacia los manantiales de agua viva”.


La Iglesia celebra en el cuarto domingo de Pascua la Jornada del Buen Pastor,  en la que oramos por las vocaciones sacerdotales y religiosas, y que este año se realiza bajo el lema “La Iglesia, madre de vocaciones”.
Aunque tenga una mirada particular sobre las vocaciones consagradas, esta jornada nos convoca de algún modo a todos los bautizados a comprometernos cada vez más en esta misión de hacer presente a Cristo en una sociedad alejada de Dios.
Si “la Iglesia es madre de vocaciones”, todo bautizado debe sentirse interpelado a prolongar el pastoreo de Jesús en medio de la cultura y sociedad de nuestro tiempo.
En la oración con que se inicia la Eucaristía, pedíamos a Dios que nos conduzca a los gozos eternos, ya que somos rebaño de Jesús y, no obstante nuestra debilidad, lleguemos a la gloria que nos alcanzó la fortaleza del resucitado. 
Conscientes de que formamos parte del rebaño de Jesús, hemos de recordar una vez más lo que nos dice  en el evangelio (Jn.10, 27-30): “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” y, sentirnos interpelados.
Ciertamente Jesús conoce a los que forman parte de su rebaño y a aquellos que aunque  todavía no se han integrado al mismo, están llamados a participar de la vida de la comunidad eclesial, pero la realidad es que no son pocos los que prescinden de Jesús en sus vidas.
En una oportunidad, Jesús, “Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. (Mateo 9, 36-38).
Con estas palabras del Señor advertimos la necesidad de orar por las vocaciones consagradas para que crezcan en número y santidad, pero al mismo tiempo comprobamos cuán fatigoso resulta llevar el mensaje de Jesús a la sociedad de nuestro tiempo, y más difícil  aún que sea practicado.
Así como nuestros campos en la actualidad, por las inundaciones que no amainan, no son sembrados, ni fructifican, muriendo sus animales y desalojando a los pobladores de su propia casa, así también los campos del Señor necesitados de evangelizadores, están inundados por muchos obstáculos que hacen infértil la misma palabra divina.
La sociedad y cultura de nuestro tiempo, pues, están sumergidas por distintos atractivos que encandilan impidiendo ver la verdad que proviene del Señor.
Precisamente en este día,  después de la muerte de cinco jóvenes a causa de la droga en una fiesta electrónica, escuchaba a una médica psiquiatra analizando el transfondo de estos hechos,  indicando que la pérdida del sentido de la vida, el aburrimiento, la falta de límites por parte de los adultos que tienen miedo de actuar con sus hijos, la soledad del corazón, la influencia nefasta de las “modas” ya sexual, la  violencia, el juego, el alcohol, la droga, llevaban a un estado de orfandad espiritual y sicológico nefasto en los jóvenes, pero también en los adultos que se sienten tentados a seguir esas influencias. 
En un clima así, bastante habitual en el ser humano de hoy, la voz del Señor no llega al corazón de la persona, cumpliéndose lo que dice el evangelio acerca de los sentimientos de Jesús,  el cual “viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor (Mt. 9, 36).
El vacío existencial, la pérdida del sentido de la vida, ¿no están marcando acaso la vida de muchos bautizados que no reconocen a Jesús como buen pastor? ¿No ha sido el Señor reemplazado por “otros” pastores que encandilan con sus encantamientos mundanos, que “pastorean y cuidan” las debilidades humanas y fomentan lo que envilece al ser humano? ¿La voz del Señor no ha sido reemplazada por otras voces que alejan del camino de la santidad, aturdiendo con el fomento del placer a toda costa, en cualquier momento y lugar?
A pesar de nuestras debilidades, siempre contamos con la libertad necesaria para elegir el bien, que Cristo ejemplifica diciendo que “Mis ovejas escuchan mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”. Palabras estas que nos enseñan que el seguimiento de Cristo como Buen Pastor le da un sentido nuevo a la vida humana, porque ya no miramos la realidad como búsqueda de sensaciones placenteras, -situación común cuando está ausente Jesús-, sino como posibilidad siempre nueva de crecer como hijo de Dios transitando la senda de lo que nos enaltece y perfecciona en el obrar de cada día.
También como prolongación del pastoreo divino, el libro del Apocalipsis (7, 9.14b-17) asegura a todos los elegidos que rinden culto al que está sentado en el trono que “extenderá su carpa sobre ellos: nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor”, protección ésta merecida por quienes son fieles a su Señor.
Y continúa el texto bíblico asegurándonos la protección divina, toda vez que sigamos al Pastor de nuestras almas, afirmando que “el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos”.
Jesús, pues, como Buen Pastor, camina delante nuestro orientándonos “hacia los manantiales de agua viva”, marcha junto a nosotros alentando nuestro transitar, compartiendo nuestras penurias y va cerrando también nuestro avanzar cotidiano para que no nos detengamos en el camino de la vida llevados por el cansancio o el desaliento, sino que crezcamos siempre en la realización del bien.
Hermanos: pidamos a Jesús la gracia para que siempre lo reconozcamos presente en nuestra vida, para que comprendamos que sólo con Él alcanza sentido pleno nuestro existir, sabiendo comunicar esta alegría nuestra de manera que nuestro paso por este mundo, evangelizando sin cesar, produzca abundantes frutos de conversión como lo experimentaba la primitiva Iglesia, que crecía agregando numerosas conversiones (Hechos 13, 14.43-52).



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el IV° domingo de Pascua.  17 de Abril de 2016. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com





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