9 de noviembre de 2020

Recordando que no sabemos ni el día ni la hora de la venida del Señor, esperémoslo con la luz brillante de la fe y el aceite de las obras

 

El domingo pasado habíamos celebrado a la llamada Iglesia Triunfante. Triunfante porque se trata de honrar y recordar a los santos, aquellos que han triunfado alcanzando la meta para la cual fue creada el ser humano, que es la comunión plena con Dios. El lunes recordábamos a la Iglesia que se purifica y rezábamos por los fieles difuntos, aquellos que si bien tenían asegurada esa meta del encuentro definitivo con Dios, necesitaban purificarse para participar de la gloria del Cielo.
Hoy la liturgia habla de nosotros, la iglesia que peregrina, la de los  bautizados que todavía no hemos llegado ni a purificarnos, ni a la Vida Eterna, sino que somos peregrinos que avanzan a la meta prometida y deseada desde el comienzo de la existencia temporal en este mundo.
¿Y cuál ha de ser nuestra actitud mientras caminamos por este mundo? La respuesta la encontramos en el texto del evangelio que proclamamos (Mt. 25, 1-13), en el que Jesús por medio de una parábola o comparación explica qué debe darle forma a nuestra vida terrenal.  Los contemporáneos del Señor sabían de qué estaba hablando cuando parte de la consideración de cómo se realizaban los matrimonios en su época. A la noche del día elegido, la novia esperaba en su casa  al esposo acompañada por un grupo de jóvenes, de amigas. El esposo en cualquier momento  podría llegar a la casa de la novia, lo recibían y salía el cortejo iluminándose con lámparas, dirigiéndose a la casa del esposo donde se celebraba la cena nupcial.
¿Cuál es el significado o qué simboliza cada personaje o cosa de la descripción del rito matrimonial? la esposa es la Iglesia, constituida por personas  prudentes o sabias, como lo describe el libro de la Sabiduría (6, 12-16), en la primera lectura, que buscan agradar a Dios, que inquieren  acerca del verdadero sentido de la existencia humana, y también hay personas que son necias, es decir que creen que saben todo pero nada saben o conocen mal lo que refiere a lo esencial de la vida  y, por lo tanto no se preparan para la venida del novio o del esposo que en este caso es Cristo Nuestro Señor.
Mientras recorremos la vida con la esposa-Iglesia atraídos por Jesús-esposo, la luz que ilumina al hombre es la fe, dando sentido a su existencia y orientando a cada uno al banquete nupcial o vida eterna. Pero, a su vez, la fe es alimentada por la caridad simbolizada por el aceite, que permite mantener viva la luz de la fe, mientras esperamos la venida de Cristo-esposo. Ahora bien, a lo largo de nuestra vida, podemos caer en aquello de preocuparnos únicamente por el futuro, escapando de la responsabilidades de cada día y nada hacer en el presente para la gloria de Dios o para el bien de los hermanos.
Pero también puede suceder que se caiga en la actitud de pensar que el futuro  salvífico no sucederá tan pronto, que Cristo no vendrá enseguida y por lo tanto se pone  el acento de la vida en el presente, tratando de gozar al máximo las posibilidades que ofrece la sociedad de consumo o la cultura de nuestro tiempo, sin contemplar la meta del encuentro definitivo con Dios para la que fuimos creados.
La enseñanza que nos deja Jesús es que debemos optar por la actitud de las jóvenes prudentes, caminar por este mundo mientras vivimos buscando la voluntad de Dios en cada momento por medio de la fe, alimentando la misma obrando  siempre el bien para la gloria de Dios y el bien de los hermanos. No descuidar nuestras obligaciones de estado, y con la mirada puesta en el fin último sobrenatural del hombre.
Con esta actitud, el banquete nupcial de la fiesta de bodas con el Salvador será algo esperado de una manera vigilante, es decir, sin dormirse en las cosas de este mundo,  sin adormilarse pensando que el salvador tardará en llegar, como las jóvenes necias que dejaron languidecer la fe atraídas por la mundanidad y carentes de obras de caridad porque estaban pensando en sí mismas sin elevar su pensamiento a Dios y a los hermanos.. Por el contrario, vivamos cada momento bajo la mirada del Señor obrando el bien, porque la luz de la fe tiene que ser alimentada por las obras de la caridad. Imposible crecer como creyentes en Cristo y en todo lo que nos enseña y nos promete si a su vez no obramos de acuerdo a las enseñanzas del Señor, si no obramos de acuerdo al Evangelio.
Jesús  viene a nuestro encuentro, a su vez, cada día, a cada momento, de allí que no hemos de esperarlo únicamente para  el fin de la vida de cada uno o al fin del mundo, sino  estar  dispuestos a la conversión permanente del corazón  para recibirlo dignamente y sin temores.
Por eso el Señor nos invita como Iglesia Peregrina a no dormirnos, como estas jóvenes que se durmieron y cuando llegó el esposo hubo quienes no podían recibirlo porque la luz de la fe se les apagaba y las obras de la caridad estaban ausentes, solamente entraron a la fiesta nupcial quienes tenían viva la fe acompañada  por  sus obras.
Queridos hermanos: es cierto que muchas veces pensamos que es imposible vivir esto a causa de nuestras debilidades, pero recordemos que contamos siempre con la gracia de Dios para seguir adelante y buscar siempre la meta que nos espera. Nos podrá ayudar, además, recordar aquellas palabras que escuchamos en el texto del evangelio “Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora”.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXXII durante el año. Ciclo A. 08 de noviembre de 2020 ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




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