17 de enero de 2022

En las Bodas de Caná se realiza el primero de los signos de Jesús, y “así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”.

En el llamado ciclo C de los textos bíblicos dominicales seguiremos en el tiempo litúrgico durante el año el evangelio de Jesucristo según San Lucas, pero encontramos una excepción en los textos de este domingo en el que se proclama el evangelio según san Juan (2,1-11) que refiere a las Bodas de Caná, que prolonga las diversas manifestaciones de Jesús como Hijo de Dios.  
En Navidad se manifiesta al pueblo de Israel a través de los pastores quienes son los que responden al anuncio del Ángel, el 6 de enero habíamos celebrado la Epifanía del Señor o manifestación a los paganos por medio de los sabios venidos de Oriente. 
El domingo pasado con la fiesta del bautismo del Señor contemplamos más bien una teofanía, ya que es Dios el que manifiesta que quien se está bautizando en el río Jordán es su Hijo amado, el predilecto y, en el día de hoy con las bodas de Caná, el mismo texto del Evangelio dice que fue el primero de los signos de Jesús  y “así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”. 
Este es un signo también de su divinidad, pero notamos que a pesar de los distintos signos realizados por Jesús a lo largo del tiempo, la gente no culmina con aceptarlo totalmente, de allí que después de la multiplicación de los panes (Juan. 6) les reprocha que lo sigan porque comieron pan hasta saciarse y no porque creyeran en Él.  
Cuál será, entonces, el signo por excelencia, ciertamente el de la gloria de la cruz. La muerte y la resurrección será el gran signo, la gran señal de que es el Hijo de Dios, de manera que si cabía alguna duda de su divinidad ya está todo dicho. el anunciado de del Antiguo Ahora bien, este texto que afirma que los discípulos creyeron en Él, debe ayudarnos a que nos preguntemos si creemos realmente en Jesús como el Hijo de Dios vivo. 
Es cierto que podemos decir cómo no vamos a creer si nos hemos educado en la iglesia católica, si hemos recibido las enseñanzas del catecismo, ciertamente creemos en Jesús. 
Sin embargo si analizamos nuestra cultura y vemos la vida de la sociedad en general, caemos en la cuenta que se va perdiendo cada vez más la fe, cumpliéndose así lo que anuncia la Escritura acerca de la apostasía, y que cuando Cristo venga por segunda vez no encontrará fe, ni caridad, y menos esperanza  porque no se orienta el hombre a la vida eterna. 
Adherirse con fe a Cristo nuestro Señor significa que el hombre se enamora  de esa persona tan importante que es Dios hecho hombre, que busca ser su amigo y seguir su mandato, acatando todo lo que el Señor enseña porque esto es la clave de nuestra fe católica. 
A su vez, el paso del Antiguo al Nuevo Testamento está significado en estas tinajas que se utilizaban para la purificación de los judíos. Una vez que el agua se convierte en vino podemos decir que hemos pasado al nuevo testamento, ya no es el momento de la purificación ritual, sino de la purificación por la sangre de Cristo.  
Purificación interior que alcanzamos precisamente por la gracia, el don divino que nos hace participar de la misma vida de Dios. 
Es tan importante todo esto, que los servidores que llevaban el vino se transforman en aquellos que  primero sirven el vino de la gracia, de la sangre de Cristo, el vino de la nueva vida que ofrece el Señor también a nosotros. 
Se nos pide en nuestros días ser testigos de nuestra fe en Cristo. 
Cómo lo podemos hacer lo refiere el apóstol San Pablo en la segunda lectura (I Cor. 12, 4-11) al hablar de la diversidad de dones que recibimos, diversidad  que nos ayuda a crecer en la unidad, es decir, cada uno tiene que descubrir lo que posee para servir, no  para destruir  la comunidad.  
La unidad  referida que no es  uniformidad, sino sinfonía de los distintos, porque diferentes son los dones que cada uno ha recibido. 
Es justamente el poder vivir en unidad los que son distintos, los que tienen distintas misiones o vocaciones dentro de la Iglesia. 
El don de milagros, el don de curar, el don de predicar, el don de enseñar, ha de promover  la unidad y no  la dispersión. 
Justamente el apóstol fustiga a quienes dicen seguir a Cefas, o a Apolo, o a Pablo cuando en realidad hay que seguir a Cristo, en quien y por quien fuimos bautizados, ya que Él murió por nosotros. 
No estamos para seguir a persona alguna por más perfecta que sea, sino a Cristo el Salvador, siendo Él nuestro camino. Es a Él a quien debemos ser dóciles, a su palabra, a los dones que nos entrega y que descubrimos y que decidimos ponerlos en práctica. 
Así  mostraremos realmente que somos vino nuevo, el  de la gracia, el vino nuevo del seguimiento de Cristo. 
Hermanos pidámosle al Señor entonces con humildad que nos ayude a vivir esto incansablemente. ¡Tanta necesidad tenemos de que el Señor nos ayude a vencer debilidades y pecados, para que el Espíritu nos cure de la dispersión y nos una en la Verdad, aún en la diversidad de dones recibidos!


Padre Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento San Pablo primer ermitaños. En Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el II° domingo “per annum” Ciclo “C”. 16 de Enero de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com;            -------------------------------------------------------------------------------------------


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