3 de enero de 2022

A pesar que Dios sabe que va a ser rechazado por muchos, no deja de intentar acercarse al hombre para ofrecerle la salvación y la vida eterna.

 


En estos días de Navidad hemos seguido el Evangelio según san Lucas que nos aproximaba a la humanidad de Cristo, al Hijo de Dios hecho niño, nacido en Belén.
El apóstol San Juan (1, 1-5.9-14) en este domingo centra su mirada en la divinidad de Jesús, señalando cuál es el origen de Hijo de Dios que después se hace hombre en el seno de María Virgen.

En la primera lectura tomada del libro del Eclesiástico (24,1-2.8-12) nos encontramos con anuncios concretos de quién era el Hijo de Dios al identificarlo con la sabiduría  preexistente en la eternidad de Dios.  Sabiduría que recibe de parte del Dios trinitario la indicación de que debía plantar su tienda entre los hombres,  fijar su herencia en Israel y echar raíces en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia.

Esa mirada que se recibe del Antiguo Testamento se prolonga y perfecciona en el texto del Evangelio, donde el evangelista teólogo nos habla de la existencia de la Palabra,  del Verbo.
Esta Palabra, que es el Hijo de Dios, es  preexistente con el Padre y con el Espíritu Santo, existiendo en el presente eterno.

El apóstol san Juan nos conduce como de la mano entonces a la intimidad de la Trinidad y habla de la creación del mundo, recuerda que el Hijo de Dios, Palabra Increada del Padre, es la última Palabra de Padre que le manifiesta al hombre su misma intimidad, revistiéndose de carne humana asumiendo la naturaleza creada del hombre.

De allí que el texto bíblico exprese que el Verbo se hace carne y habitó entre nosotros, es decir, en la Persona del Verbo o Hijo de Dios, se unen la naturaleza divina y la naturaleza humana.
De modo que Aquél que subsiste con el Padre y el Espíritu Santo, se hace presente en la historia del hombre, el Omnipotente asume la carne de la debilidad, y así la divinidad se esconde en el Niño recién nacido.

El texto de Juan sigue diciendo que la Palabra del Padre es la luz  que se manifiesta, pero las tinieblas, no solamente las de un mundo incrédulo que no quiere recibirlo, sino las tinieblas  que muchas veces hay en el interior del hombre por el pecado, no lo quieren recibir, anunciando de ese modo lo que acontecerá en la historia humana, que existirán muchos que no  aceptarán ni recibirán al Señor como el Salvador.

Al afirmar san Juan que las tinieblas no recibieron a la luz-Mesías, se recuerda  que a pesar de que la intención de Dios es redimir al hombre del pecado, que la voluntad de Dios es que el ser humano participe de la divinidad, no todo el mundo acepta esa invitación.
O sea, cuando dice que las tinieblas no recibieron la Palabra, está mostrando  una realidad que comenzó al principio y  seguirá hasta el fin.
A pesar de que  Dios sabe que va a ser rechazado por muchos, no deja de intentar acercarse al hombre para ofrecerle la salvación y para decirle “Tú has sido elegido para ser hijo adoptivo mío” -como lo recuerda el apóstol San Pablo en la segunda lectura (Ef. 1,3-6.15-18).
Es decir, Dios se acerca a cada persona y le recuerda que ha sido  elegida para que participe de su dignidad divina, elegida para que en este mundo viva santamente, de modo que sea posible que  algún día pueda unirse al tres veces Santo para vivir en la eterna felicidad.
Pero sigue insistiendo san Juan que los que recibieron la luz fueron constituidos hijos adoptivos suyos  en el Hijo único y eterno del Padre.
Queridos hermanos: la liturgia de Navidad nos está hablando de la grandeza no solamente del Hijo de Dios que viene a nosotros, sino de la grandeza que se transmite a cada uno de nosotros y por eso se nos exhorta e invita a no rechazar este gran regalo.

¡Qué hermoso que Dios haya pensado siempre desde toda la eternidad en nosotros para hacernos sus hijos adoptivos en su Hijo unigénito!

¡Qué hermoso saber  que Dios nos mira como Padre y quiere como hijos, aún incluso cuando no estamos listos para recibirlo, y que desea abrazarnos y llamarnos a vivir la vida nueva de la gracia dejando las tinieblas del pecado para vivir en la luz de la gracia!.
Hermanos: pidámosle al Señor que no nos abandones, pidámosle que nos haga ver con la sabiduría del espíritu cuál es su voluntad, que sepamos ver la grandeza a la que hemos sido llamados para que la aceptemos, la elijamos y vivamos una nueva existencia.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco emérito de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el II° domingo de Navidad. 02 de enero  de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.





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