14 de febrero de 2022

Quien ha puesto su confianza en el Señor, advierte que aún en medio de las pruebas, no será jamás defraudado..

 Tanto en la Sagrada  Escritura como también en los padres de la Iglesia de los primeros siglos, se habla de un tema muy conocido cual es el de los dos caminos.
Esto significa  que a la libertad humana se presenta para optar, el camino del bien y el camino de la lejanía de Dios.
En realidad la libertad es una facultad que se perfecciona en la realización del bien, pero dado que la naturaleza humana fue herida por el pecado original, la concupiscencia contempla no pocas veces la realización de lo malo, y así,  se le presenta al hombre hacer el bien o hacer el mal,  el seguir a Dios nuestro señor o rechazarlo completamente.
Recordarán ustedes cuando Jesús habla de la puerta estrecha que desemboca en un camino estrecho y lleva a la salvación, o de la puerta amplia que se abre a  un camino amplio que desemboca en la perdición. Cada persona, pues, concreta su elección de vida cuando elige el camino estrecho de la cruz o la senda amplia cargada de placeres pero que deja vacío el corazón humano.
El texto del profeta Jeremías (17, 5-8) que proclamamos como primera lectura justamente presenta esos dos caminos, comenzando con la afirmación: “Así habla el Señor maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne mientras su corazón se aparta del Señor”, y a su vez señala: “bendito el hombre que confía en el Señor y en Él tiene puesta su confianza”.
Es decir, que es llamado maldito quien ha puesta su confianza en las cosas de este mundo, en las riquezas y el poder, en aquello que es tenido como más importantes pero que en realidad no lo es, quien ha puesto su seguridad en lo que es pasajero,  en el placer.
Este estilo de vida y los hechos que lo manifiestan lo contemplamos en la sociedad y cultura de nuestro tiempo.
En la sociedad en la cual estamos insertos, observamos  cuántas personas han puesto y fundan su vida  únicamente en las cosas de este mundo, ponen sus fuerzas en lo humano, acordándose de Dios sólo cuando su seguridad tambalea  y descubren que aquello en lo que se apoyan carecen de toda fuerza para evitar su caída.
Por su parte, quien  ha puesto su confianza en el Señor, advierte que aún en medio de las pruebas,  no es defraudado nunca.
Esto no significa que vamos a pasar por esta vida sin dificultades o sin padecer, pero ciertamente el Señor no se olvida de sus elegidos, no se olvida de aquellos que lo buscan y lo siguen permanentemente.
Esto es así, porque Dios ama a quien le es fiel, y Él  siempre es fiel al ser humano, incluso a aquel que no lo ama, porque mira con paciencia su conversión y el retorno a la dignidad de hijo.
El texto del Evangelio (Lc.612-13.17.20-26) continúa en esa misma línea de los dos caminos, mencionando previamente el largo tiempo en que Jesús  permanece en oración, indicio de un anuncio importante, como el de las bienaventuranzas y la falta de ellas, según sea la elección que el hombre haga en su vida.
San Lucas menciona cuatro bienaventuranzas y las desventuranzas correspondientes, Mateo en cambio, habla de ocho bienaventuranzas y no presenta lo opuesto a ellas.
Incluso al referirse a los pobres, Mateo habla de aquellos que lo son en espíritu, mientras Lucas refiere a los pobres en general.
En el pasaje de Lucas, Jesús desea poner en evidencia lo que trae aparejado el seguimiento o no de Dios.
Acontece no pocas veces, que apoyados en el dinero, en el poder o en el placer, muchos no piensan en que pueden caer en desgracia, tan sólidos se sienten en su inseguridad.
No se piensa que en esta vida perdemos o podemos perder todo sin que esto dependa necesariamente de nuestra voluntad, mientras que a Dios  sólo se lo pierde por propia voluntad.
Los que eligen la mundanidad encuentran su consuelo en esta vida, aunque todo pasajero, en el  disfrute  de lo frágil y efímero.
Encuentra los verdaderos gozos, en cambio, la persona que vive en unión con Dios, quien lo busca  cuando cae en el pecado, porque sabe que sólo será feliz  con Él, principalmente porque es el único que puede consolar totalmente el corazón del hombre.
Queridos hermanos es muy importante que nosotros vivamos buscándolo al Señor, eligiendo el camino del bien y de la verdadera felicidad que pasa por el seguimiento de Cristo.
En la liturgia de este día, san Pablo (I Cor. 15, 12.16-20), continúa con lo que habíamos reflexionado el domingo pasado, repite lo que habíamos meditado en el sentido que si Cristo resucitó de entre los muertos, también nosotros tenemos asegurada nuestra propia resurrección.
Creer y aceptar la resurrección de Cristo, conduce a esperar la nuestra, permite que en esta vida ya seamos felices pensado en la realidad futura que nos espera, la resurrección final.
Esto hace ver que la elección de las bienaventuranzas lleva siempre con seguridad al encuentro definitivo con el Creador, por lo que imploramos la gracia divina  para mantenernos así, firmes y fieles al  llamado divino, de tal manera que tanto amor del Señor por nosotros conduzca a cada uno a escucharlo y seguirlo fielmente en la vida, a pesar de nuestras debilidades y limitaciones, siempre superables con la gracia divina.

Padre Ricardo B. Mazza.  Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño.  En Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el sexto  domingo del tiempo ordinario, ciclo C. 13 de Febrero de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com;  



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