1 de febrero de 2022

Jesús nos enseña que en medio de las persecuciones de este mundo hemos de seguir adelante y pasar en medio de los perseguidores.

 



 

La palabra de Dios hoy nos muestra la fuerza que posee la misión de ser profeta en el Antiguo Testamento y que se continúa luego ciertamente a través de Jesús el Hijo de Dios hecho hombre. 

La primera lectura (Jer. 1,4-5.17-19) se refiere a la vocación de Jeremías. Este profeta fue elegido por Dios desde el seno de su madre, lo conoció y lo consagró.
El hecho de esta elección  evoca el texto de san Pablo (Ef. 1) en el que el apóstol enseña que fuimos elegidos desde antes de la creación del mundo para ser hijos adoptivos de Dios. De manera que la vocación o el llamado a cada persona no es algo reciente, ni comienza el día que nacemos, sino que desde la eternidad Dios ya nos tiene presente y, en su Providencia nos elige para una misión. Todos somos profetas por el sacramento del bautismo, allí se nos constituyó -prolongando a Jesús- como sacerdotes, profetas y reyes.

Cada una de estas misiones tiene su característica peculiar, en el caso de la misión del profeta, éste debe llevar a los demás la Palabra de Dios, no está autorizado a decir lo que a él se le ocurre si no transmitir fielmente lo que Dios le ordena y ciertamente esto no está exento de problemas, de dificultades.

De hecho Dios le anuncia al profeta Jeremías que será perseguido, -recordemos que tiene que huir y es asesinado luego en Egipto- por haber sido fiel a la vocación a la cual Dios lo llamó.
Para que no rehúya de su misión, Dios le dirá que no tema la persecución porque Él lo acompañará, y si acaso tuviera temor de los hombres y callara, tendrá que vérselas con el mismo Dios.
Hoy en día  el temor de Dios se ha perdido, no solamente el hecho de amar tanto a Dios que se tema ofenderlo,  sino que se prescinde directamente de Él en el   proclamar la verdad y  realizar el bien.
Nos sentimos intimidados por los medios de difusión, por la cultura de nuestro tiempo, por las costumbres, por lo que muchas veces callamos, ya que nos avergüenza dar testimonio de Cristo.
La misión profética supone siempre  dar testimonio de Jesús  con obras y palabras.
Es cierto que esto trae problemas. Cuántas veces los verdaderos católicos tienen que sufrir desprecio o ninguneos en la oficina, en la familia, en el grupo de amigos por el hecho de ser creyentes, no pueden hablar de Dios porque continuamente surgen discusiones.

Recuerdo que en el gobierno provincial anterior – no sé si hoy sigue vigente la misma actitud-  los médicos provida no podían acceder a cargos públicos por no aceptar el aborto.
Pero ante esas situaciones, cada uno verá qué es  posible hacer para dar testimonio.

No olvidemos que muchas veces esas expresiones de odio contra la iglesia y los católicos proceden porque los agresores no soportan la verdad de la enseñanza que transmitimos, como contemplamos en el evangelio de hoy, porque no se animan a reconocer que la iglesia tiene razón en sus enseñanzas, pero ellos no quieren seguirlas.
Porque lo más natural sería que si fuera indiferente no hablaría del tema en las conversaciones habituales, de hecho la gente no está hablando del Islam, si nó profesa esa religión, salvo alguna referencia a la persecución a los cristianos.
En el texto del Evangelio (Lc. 4, 21-30) nos encontramos también con Jesús que es perseguido por decir la verdad.
Fíjense qué interesante lo que el texto dice: “después que Jesús predicó en la sinagoga de Nazaret todos daban testimonio a favor de Él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca”. Pero el encanto duró poco ya que si  vamos al final del texto este afirma que “al oír estas palabras todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron”.
Cambiaron de repente de la admiración, del encanto, del deslumbramiento por las palabras del Señor pasado a la ira, al odio. No olvidemos que el odio es uno de los pecados que más asemeja al hombre al espíritu del mal, al demonio, porque el demonio está cargado de odio contra Dios y también contra los seres humanos y por eso busca perderlos.
Continúa el texto diciendo que lo empujaron a Cristo fuera de la ciudad para despeñarlo y así matarlo.
¿Qué había pasado? Jesús no es diplomático para decir las cosas. Estando en la sinagoga dijo algo que molestó. Recordó lo que había sucedido en tiempo de Elías y de Eliseo, de modo que citó la Escritura. En efecto, en tiempo de Elías había muchas viudas en Israel, sin embargo el profeta fue enviado a una viuda de Sarepta, en Sidón para asistirla, o sea, una mujer que no provenía de Israel.
En tiempo de Eliseo había muchos leprosos también, sin embargo el que fue asistido fue Naamán el sirio.
¿Qué quiso decir con esto Jesús? que aquellos que provienen del paganismo están más abiertos para recibir la verdad.

De hecho en toda la vida de Jesús nos damos cuenta cómo es perseguido, despreciado y odiado por los grandes de Israel porque no aceptan su enseñanza de manera que la verdad provoca siempre esto. San Pablo en la segunda lectura (I Cor. 12,31-13,13) que acabamos de proclamar refiere al himno de la caridad. Justamente dice que la caridad se goza en la verdad.

¿Y por qué la Caridad se goza en la verdad? Porque se orienta a Aquél que es la Verdad inmutable y que se comunica a los hombres, aunque estos no siempre la buscan o no se gocen en ella.
La Caridad es la única virtud que permanece después de la muerte, ya que la fe y la esperanza terminan con la muerte, y en la vida eterna la contemplación de Dios es contemplación de la verdad total, es allí donde vemos  con claridad.

Mientras caminamos en este mundo, dice el apóstol, vemos como en un espejo, pero la verdad plena la vemos en el cielo.
Por último, el texto del Evangelio afirma que Jesús se escapa pasando en medio de ellos, que continuó su camino porque no era su hora, el  momento de la pasión y muerte y Jesús se va
Lo cual muestra una vez más su señorío sobre todo y sobre todos, aún en medio de las persecuciones el Señor se manifiesta como el Hijo de Dios hecho hombre. Nos enseña que aún en medio de las persecuciones de este mundo tenemos que seguir adelante, pasar en medio de los perseguidores, pasar en medio de las dificultades, pasar en medio de los desprecios de este mundo y seguir valientemente proclamando la verdad.
Pidamos al Señor nos dé su gracia para que podamos realizar esto.
 

 

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento San Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el cuarto domingo durante el año, ciclo “C”, 30 de enero   de 2022. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-
           

           
        
 
    
 
 
    


            


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