13 de febrero de 2023

Felices los que siguen la Ley del Señor y van por un camino intachable.

En  el libro del Eclesiástico (15,15-20) escuchamos al autor sagrado que  inspirado por Dios escribe en el año 180 antes de Cristo en Jerusalén  para alertar a los judíos acerca de la influencia de la cultura helenística que podría apartarlos de la verdad y alejarlos de todo lo que fuera agradable a los ojos de Dios.

Les  recuerda que delante de cada persona se presentan dos caminos, el de la Vida y el de la muerte, el de la verdad y el de la mentira, el que conduce a la salvación y el que arrastra a la destrucción.
Y afirma “si quieres puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que le agrada” a Dios.
Más aún, recuerda que Dios “a nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar”, y esto “porque grande es la sabiduría del Señor, Él es fuerte y poderoso, y ve todas cosas”.

A su vez, el salmo interleccional (Ps. 118)  enseña que la verdadera felicidad para el hombre está en la realización del bien, en el cumplimiento de la Ley divina, en el seguir el mandato del Señor en cuanto medio para alcanzar la  plenitud verdadera.
Sin embargo, Dios ha creado libre al hombre, de modo que pueda elegir entre esas dos opciones, la que conduce a la vida o la que conduce a su propia devastación, y el que  pueda elegir aquello que le hace daño desechando el bien que enaltece, es un misterio.
Obviamente que el Creador quiere que el hombre responda observando sus mandatos, siguiendo la ley conocida,  asegurando de ese modo la  felicidad aquí en la tierra y augurando de alguna manera la felicidad eterna en el Cielo para quien persevere.

Todos sabemos perfectamente que la observancia de la ley de Dios no solamente es para el bien de cada persona sino también para el bien de la comunidad, de la sociedad.
En efecto, el hombre conoce el daño que provoca el quebranto permanente de los mandamientos de Dios en nuestra sociedad.
Qué distinto sería el país si nadie matara! Sin embargo tenemos leyes que han decretado el asesinato de los niños en el vientre de sus madres si ellas lo solicitan.  

¡Qué distinta sería nuestra Patria si se respetara al otro, si no se ejerciera violencia, si no se arruinara la vida de los demás comerciando con las drogas! El mismo Jesús enseña en el evangelio de hoy que debemos desechar de nuestra mente y obra todo tipo de insulto o menoscabo de la dignidad humana.
¡Qué distinta sería la convivencia humana si todo el mundo viviera de su honesto trabajo bien remunerado y que a su vez nadie estuviera ocioso por carecer de su medio de subsistencia, si no hubiera tanta corrupción, tanto despilfarro de los bienes que son de todos o que algunos engorden expoliando a sus hermanos!
¡Qué armoniosas serían las relaciones humanas si se dijera siempre la verdad y no estuviéramos en guardia siempre pensando que alguien podría mentirnos! ¡Cuánto mal se hace al prójimo con la maledicencia, la calumnia, la crítica, el chismorreo y todo tipo de pecado con nuestra lengua venenosa!

Hablando del adulterio Jesús nos enseña que comienza en el corazón de la persona, porque es del interior del hombre de donde nacen todos los males y pecados. ¡Qué distinta sería la vida del matrimonio y de la familia si sólo reinara la fidelidad entre las personas!
También Jesús habla de la necesidad de decir siempre la verdad,  afirmando sí o no sin colocarlo a Dios como garante de la cambiante palabra humana con la que se busca imponerse a alguien.

San Pablo escribiendo a los cristiano de Corinto  (I Cor 2,6-10) refiere que anuncia una sabiduría divina entre aquellos que son personas espiritualmente maduras que buscan vivir según la voluntad divina.
En contraste existe la sabiduría de este mundo, la que es propia de los dominadores de este mundo que están condenados a la destrucción. Estos dominadores son los que se creen dueños de todo y pueden disponer como quieren, tanto de las personas como de los bienes de este mundo que son comunes a todos. ¡Cuántas cosas aberrantes imponen a las almas sencillas y buenas estos dominadores encaramados en los diferentes poderes del mundo!

A su vez para no pocas personas que viven la sabiduría del mundo la cultura de nuestro tiempo les inculca que sólo importa que cada uno haga lo que quiera, lo que está de honda, lo que el mundo imponga y a no preocuparse por lo que vendrá, porque nada sucederá.
Vivimos en un mundo al que le hace falta vivir de la sabiduría de Dios y así alcanzar la verdadera felicidad, la que conduce a la Vida que no tiene fin, a la Vida eterna.

Es importante volver a tomar conciencia de que estamos llamados a la Vida eterna, que mientras vivimos en este mundo, transitamos en el tiempo sabiendo perfectamente que no somos eternos aquí.
Es preciso recordar que nuestras acciones en la vida temporal tienen consecuencias como decía el libro del Eclesiástico ya que somos responsables de nuestras decisiones.

Cada uno de nosotros al hacer mal uso de la libertad, eligiendo el mal prepara una existencia humana sin sentido.

Por lo tanto, es necesario caminar al encuentro de Dios de quien procedemos, sabiendo  que no podemos hacer lo que queremos sin que nada pase, sin que culmine en un final lejos del Creador.
Hermanos: pidamos al Señor nos ayude a vivir y caminar en la santidad de vida conservando su Palabra y obrando el bien.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo VI durante el año. 12 de febrero de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


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