20 de abril de 2023

Por la resurrección de Jesús fuimos transformados, busquemos los bienes del cielo “donde Cristo está sentado a la derecha de Dios”.

 El Evangelio afirma tanto de Pedro como de Juan, que al encontrar el sepulcro vacío, vieron y creyeron (Jn. 20,1-9)
¿Qué es lo que vieron? No lo vieron a Cristo resucitado. Entonces, ¿qué es lo que creyeron? Aunque todavía no terminaban de comprender, como lo dice el mismo texto evangélico, se daban cuenta que el vacío que había en la tumba era un indicio claro de que el Señor había resucitado.
Las mujeres les habían anunciado que el Señor no estaba en la tumba. Los enemigos dirán que el cuerpo ha sido robado. Quienes tienen fe, quienes tenemos fe, sabemos que Cristo ha vuelto a la vida, como lo había dicho, como lo había prometido. Ha resucitado de entre los muertos. Y este volver a la vida es para encontrarse no solamente con el Padre, retornar junto a Él, sino estar presente en nuestra vida cotidiana.
Jesús no nos abandona, ya lo viviremos en la fiesta de la Ascensión, cuando celebremos el regreso de Jesús al Padre, que no significa un abandono de nosotros, ya que tenemos la seguridad y la certeza de que el Señor nos acompañará siempre.
En efecto, Jesús va adelante de nuestros pasos para guiarnos por el buen camino, está  a nuestro lado acompañándonos en este recorrido de la vida, y también camina detrás nuestro para que nadie atrase o demore su camino hacia la vida eterna.
Porque precisamente en esta vida, Cristo resucitado nos alienta a vivir en profundidad lo que hay dentro de nuestro corazón.
¿Y qué es lo que hay en nuestro corazón? poseemos el sentido teleológico de la vida, o sea, conocemos y dirigimos nuestros pasos hacia la meta prometida, reinar para siempre con el Salvador.
Cada uno de nosotros, aunque no pocas veces nos separemos de Dios o pretendemos vivir sin Él, sabe que estamos inclinados por naturaleza a buscar a Dios. Y que sin Dios nada podemos hacer. Sin Cristo nuestra vida se opaca.
Lo que le da realmente sentido a nuestro existir es lo que afirma el Salmo (Ps 15) que cantábamos anoche: “Tú eres Señor mi herencia, Tú eres mi único bien”.
¡Qué hermoso poder decir, “Tú eres Señor mi herencia, Tú eres mi único bien”, porque si el Señor es nuestra herencia, es justamente por esta inclinación natural de encontrarnos con Él  en el cielo!
Y así, no podemos esperar nada mejor de nuestra vida que estar con Dios definitivamente, lo que permite que reconozcamos que Él es nuestro bien.
En esta vida, mientras caminamos por este mundo, obrando según la voluntad de Dios, permite ver lo que es bueno, lo que es agradable, lo que da gloria a Dios y al mismo tiempo nos perfecciona a cada uno, como nuevas creaturas salvadas.
Nosotros muchas veces estamos angustiados, preocupados, porque vemos a nuestro alrededor cómo se desmorona todo. Por ejemplo, en nuestra patria, contemplamos cómo todo se va derrumbando.
Pareciera que ya no existe esperanza, porque cunde la violencia, la inseguridad, el hambre, el odio, tantas injusticias.
Nuestra patria necesita justamente que cada uno  muera al pecado, y retornemos a la vida de la gracia. Y solamente se puede resucitar aceptando en nuestra vida a Cristo nuestro Señor.
Mientras el ser humano siga apostando a aquello que es contrario a la voluntad de Dios nos seguiremos hundiendo, ya que solamente Dios es el que salva, el que otorga la seguridad de una vida distinta.
Por eso no es que estemos abandonados de Dios, sino que  hemos abandonado a Dios. Lo hemos dejado.
Esta Pascua nos da la oportunidad de retornar nuevamente a los orígenes de nuestra fe, reanudar el encuentro con Jesús, vivir con Él para llegar algún día a gozar para siempre y por siempre de la presencia divina.
El apóstol san Pablo (Col. 3, 1-4) nos exhorta -a quienes creemos en la resurrección de Jesús y fuimos transformados por el bautismo-, que busquemos los bienes del cielo “donde Cristo está sentado a la derecha de Dios”.
Precisamente al ser nuevas creaturas por la resurrección del Señor y por haber muerto al pecado, hemos de tener los pensamientos orientados  hacia las cosas del cielo y no en las de la tierra.
Mientras los incrédulos siguen afirmándose en el poder, el dinero, el placer y todo lo que sea mundano, no logrando superar el cansancio que provoca una existencia sin sentido último, los que hemos creído en la Vida Nueva que ofrece el resucitado, debemos contemplar las cosas terrenas a la luz de la fe en las cosas celestiales, que permiten ver que lo terreno pasa y no satisface plenamente.
La certeza de que fuimos transformados y de la presencia de Jesús vivo en el mundo, aunque para muchos siga siendo desconocido o ignorado, debe impulsarnos a testimoniar nuestra fe, buscando la conversión de aquellos que lo buscan a Jesús aún sin saberlo, y que una vez que lo conozcan darán el paso de la conversión (Hech. 10).
Queridos hermanos sigamos manifestando el gozo que nos embarga cantando a viva voz: “Este es el día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en él” ( Salmo 117).

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo de Pascua. Ciclo A.  09 de abril de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


 
 
     
         
     

 


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