3 de abril de 2023

Habiendo abandonado a Dios, el ser humano vive sumido en una profunda soledad, contemplando sólo sus múltiples miserias.

Una vez más comenzamos la semana mayor de la fe católica con el domingo de Ramos, en el que revivimos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, con el deseo de expresar nuestro amor por Él y con la decisión de que el ramo bendecido hoy nos recuerde la aclamación real que realizamos hoy y hemos de continuar durante el año.
Cristo como rey  se presenta en humildad y profunda paciencia enseñándonos que ese es el camino para imitarle y triunfar como creyentes venciendo lo que busca separarnos de su seguimiento.
El mundo ha renegado de Dios, de allí que el ser humano se sienta tantas veces  sumido en una profunda soledad, contemplando sus miserias y soportando sus pecados que asfixian y llevan a perder la esperanza  sobrenatural como la que quiere estregarnos el Señor.
La Pasión del Señor  manifiesta su profundo dolor en el abandono, porque mientras los discípulos desertan y hasta Dios mismo lo deja a su suerte, Él se abandona a la voluntad divina y se entrega totalmente al sacrificio redentor que  muestra su despojarse  de la naturaleza divina, para ser pisoteado por todos como si fuera gusano.
El permanente abandono del Señor se gesta y realiza porque no pocas veces los creyentes quieren pasarla bien, darse todos los gustos, ponen el centro de su vida en el placer o en el disfrute de todo lo mundano.
Cristo ya no tiene lugar en el corazón de muchos, como si le estuvieran diciendo que se quede en su mundo, que no moleste con sus exigencias, que el misterio de la Cruz ya es del pasado, que el “hombre nuevo” que existe hoy no necesita de  liberación alguna.
Sin embargo, la cruz, árbol sacrificial  que sufren los esclavos, será la que lo elevará sobre todos para que al mirarlo seamos salvos de la mordedura de la serpiente antigua, llamada  diablo.
Mientras en el mundo las fuerzas oscuras de la violencia crecen día a día, movidas por la idolatría del más fuerte sobre el débil y despreciando la misma dignidad humana, Jesús se deja humillar y doblegar ante aquellos que con espadas y palos lo apresan, manifestando con la curación del herido en la oreja, que en Él no rige el ojo por ojo tan común en la mentalidad humana que sólo busca la venganza por el daño recibido.
Sigue su camino de humillación sometiéndose ante sus jueces, indignos todos, ya sea el Consejo de los ancianos del pueblo judío, ya sea el Sumo Sacerdote, ya sea Pilato, el Procurador romano.
Y a través de su humillación constante y anonadamiento más profundo, Jesús manifiesta en su Pasión que este es el camino de salvación para el hombre apartado de su Creador desde los orígenes, cuando quiso usurpar la condición divina que no le es propia.
La contemplación de la Pasión que cada año realiza la Iglesia, sigue siendo el momento a través del cual Jesús interpela a los hombres de todos los tiempos, para recordarles que en la pretendida veleidad de querer ser como dioses, no se ha logrado más que dolor y lágrimas para el mundo, porque herida por el pecado de los orígenes y sumergida en las tinieblas del maligno, la humanidad ha perdido el rumbo de la verdad y del bien, apartándose del fin sobrenatural para el que había sido creada.
Toda época histórica ha tenido, por cierto, “olvidos” de Dios, y se lo ha abandonado, pero hoy, ha llegado a profundidades inéditas.
Esto ha desgarrado al mismo hombre que se siente desconfiado y abandonado de todo y de todos,  sufre la soledad en la familia, en medio de los amigos, disconforme con toda la realidad existente, quejoso siempre como el pueblo de Israel cuando iba a la tierra prometida, descargando la causa de los males en el Creador, sin asumir jamás las culpas propias.
Un mundo que olvidado de Dios gime aplastado por sus miserias, y que se engaña buscando sin sosiego la felicidad en otra parte.
Insatisfecho siempre, camina el hombre por este mundo, deseando y esperando no sé qué cambio, sin convertirse a su Señor.
A pesar del abandono, el Señor sigue confiando en que volveremos a Él. Lamentablemente no siempre por amor, sino porque la amargura del corazón sin Dios lleva a recapacitar al hombre y, comprender que nunca se está feliz sino es en la casa de Dios ya que para Él hemos sido creados.
Pidamos al Señor la gracia de continuar este recorrido y alcanzar así  el convencimiento de una sincera conversión que conduzca a la resurrección de nuestras vidas en el resucitado.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo de Ramos. Ciclo A. 02 de abril de 2023. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



 

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