27 de noviembre de 2023

Es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte (I Cor. 15, 20-26.28).


Concluimos el Año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo rey del Universo que actualiza anticipadamente el tiempo futuro cuando "Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte" (I Cor. 15, 20-26.28).
Por lo tanto, desde esta perspectiva del fin de los tiempos que se revela a los creyentes, somos colmados con la esperanza del triunfo de Cristo como soberano de todo lo creado. 
Ante el desenfado permanente de los enemigos de Dios que se muestran indiferentes ante el plan divino de salvación prometido a todos los creyentes, reconforta la seguridad del triunfo de Cristo, el saber que de Dios nadie se burla ni nada queda impune, aunque se retrase el momento de poner las cosas en su lugar porque Dios misericordioso tiene paciencia esperando la conversión del mayor número de personas.
Ante la fidelidad del Señor que concreta sus promesas, el ser humano se manifiesta a lo largo de la historia como alguien antojadizo, que hace de las suyas, que piensa que quedará impune por sus actos porque el Creador no tiene en cuanta su mala vida.
Esa fidelidad divina se caracteriza con la figura del Buen Pastor, al decir del profeta Ezequiel (34, 11-12.15-17), que no deja a la deriva a las ovejas que le son fieles en un mundo disperso por el pecado, porque "Yo mismo voy a buscar a mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas".
El Pastor divino apacienta y lleva a descansar a sus ovejas, busca a las perdidas y en su misericordia convoca a las descarriadas para que todas tengan la oportunidad por la conversión, de formar parte del único rebaño, concretándose un juicio justo "entre oveja y oveja, entre carneros y chivos".
El texto del evangelio (Mt. 25, 31-46) describe cómo será el juicio de las naciones que supone previamente el juicio particular de cada persona a lo largo de la historia humana.
La presentación es maravillosa, Cristo Rey, que ya reinó victorioso desde la Cruz, se sentará resucitado en el trono de su gloria y separará a unos de otros, quedando patente que esa "separación" libremente asumida, ya existía en la vida temporal de cada persona.
Mientras existimos en este mundo tenemos la oportunidad de vivir en comunión con Dios o alejados totalmente de Él, y este estilo de vida se prolonga en nuestra relación con los hermanos, hijos todos del mismo Padre.
El que no ama a su hermano a quien ve, -dice san Juan- tampoco ama a Dios a quien no ve, por lo que es habitual que la falta de amor al Creador  se prolongue en el olvido del prójimo, y que la indiferencia ante el Señor se continúe en idéntica actitud ante el ser humano.
Esta realidad la palpamos, por ejemplo, en nuestra Argentina de hoy, cuando contemplamos el desquicio en que nos encontramos, en el que unos pocos han desangrado nuestra cultura, destrozado la economía, arruinado la paz social, poblando el suelo patrio de más y más pobres e indigentes. 
Se han utilizado los bienes comunes para enriquecer a los que detentan el poder, los sedicentes defensores de los trabajadores y de los pobres sólo se han preocupado por engordar sus cuentas bancarias, el despilfarro de los dineros públicos clama al cielo.
Este desquicio, por cierto, es visto por el Rey-Pastor, y por el que se ha de dar cuenta ante quien es además justo Juez  que dará a cada uno lo que le corresponde, aunque los culpables no pocas veces escapen de la justicia de este mundo.
Y así, no servirá de excusa la fingida ignorancia que responda "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?", porque el Señor responderá "Les aseguro que en la medida que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo".
Y la conclusión será: "Estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna".
Queridos hermanos: Colmados de la gracia divina, obremos siempre el bien para la gloria de Dios y el servicio a nuestros hermanos para merecer al fin de los tiempos el reinar con el Señor del universo.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en la Solemnidad de Jesucristo rey del universo. Ciclo A. 26 de noviembre de 2023

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