30 de septiembre de 2024

Jesús pone sobre aviso sobre qué cosas pueden ser un obstáculo para nuestra santidad o para la de los demás, y señala las consecuencias de nuestro obrar.

 


En la primera oración de esta Misa, pedíamos a  Dios que manifieste su omnipotencia a través de la misericordia y el perdón. 
Y así, queda establecido, que cuanto más grande es alguien, en este caso Dios, está en sus manos más fácilmente, ejercer la misericordia y el perdón. En cambio, cuando alguien no perdona fácilmente, o no es misericordioso, pone en evidencia su pequeñez, su baja estatura espiritual, podríamos decir, porque no es capaz de imitar el poder Divino que perdona y tiene misericordia. 
Esta reflexión puede ayudarnos a examinar, contemplar o considerar nuestra vida de cada día, que transcurre hacia la meta de salvación. 
Fíjense ustedes que tanto en la primera lectura (Núm. 11,25-29) como en el texto del Evangelio (Mc. 9,38-45.47-48), se da una queja, de alguna manera una falta de misericordia, porque algunas personas consideradas que "no son de los nuestros", profetizan o realizan milagros, acciones especiales. 
Muchas veces acontece que los creyentes de las comunidades no aceptan fácilmente que pueda hablar alguien que  no perteneciendo a alguna institución realmente, predique el Evangelio, haga el bien, manifieste que Dios le ha dado algún poder especial,  por eso es importante y necesario estar abiertos a la acción del Espíritu. 
En efecto, es el Espíritu de Dios el que actúa donde quiere, cuando quiere y a través de quien quiere. Hoy podrá ser tal persona, mañana quizás sea otra, pero el Señor siempre está dando sus dones a alguien para el bien de la comunidad. 
En el texto del Evangelio  Jesús precisamente dice que quienes hacen milagros en su nombre no deben ser reprochados por eso, si no manifiestan estar en contra de su Persona y enseñanza.
A su vez, continúa con indicaciones precisas referidas al escándalo
¿Qué significa escándalo? piedra de tropiezo o también obstáculo para que alguien pueda hacer el bien. O sea, el escandaloso es el que arrastra a otro al pecado, al mal, ya sea personalmente o solamente dando mal ejemplo, siendo un obstáculo para que otro viva el bien y haga todo conforme a la voluntad de Dios. 
Sucede que a veces no caemos en la cuenta pero a través de palabras o de actitudes  hacemos mal a la vida espiritual de otros, siendo piedra de tropiezo u obstáculo en el caminar del hermano.
Por eso, siempre hemos de examinar nuestro obrar para  percibir cuál es el efecto que se  produce en la vida, en el corazón o en la santidad de una persona. 
Jesús  pone sobre aviso sobre qué cosa puede ser un obstáculo para nuestra santidad o para la de los demás, de manera que si la mano, el pie o el ojo son ocasión de pecado, hemos de someterlos al bien.
O sea, ir viendo cada uno qué es aquello que daña nuestra vida interior, o  perjudica la vida de otros. 
Ciertamente cada uno ha de descubrir en el obrar diario, cómo somos con Dios y el prójimo. 
Y Jesús sigue enseñando agregando una  consideración acerca del infierno, o sea, la consecuencia negativa de nuestras malas acciones.
Y nos habla comparando el infierno con la gehenna. ¿Qué es la gehenna? Es un gran basural que había en las afueras de Jerusalén, donde justamente echaban los desechos de la ciudad, cuerpos de criminales, animales muertos, donde el gusano de la podredumbre no muere, y el fuego no se apaga quemando los desperdicios. Entonces compara el infierno con ese basural para que la gente tuviera una idea concreta de cómo sería el castigo eterno. 
De manera que el Señor advierte sobre el resultado o la consecuencia de las acciones humanas, no para asustarnos, sino para que se caiga en la cuenta que el obrar en este mundo tiene sus consecuencias. 
Fíjense ustedes que hoy en día se piensa que cada uno puede hacer lo que se le antoja ya que es libre,  y sea malo o bueno su obrar, no juzga que pueda tener consecuencias ante Dios. 
Cuando en realidad uno tiene que tener conciencia de que tanto el obrar bueno como el obrar malo tiene sus consecuencias en esta vida o en la eterna. 
En relación con esto, Santiago Apóstol en la segunda lectura (5,1-6) advierte a aquellos que han acumulado riquezas expoliando a otros, siendo  injusto con el prójimo, que al actuar de esa manera se están preparando para el día de la matanza. Este término  sacado del  profeta Amós, indica la condenación, de manera que  el Apóstol está indicando que el obrar humano tiene sus consecuencias. 
En síntesis, la palabra de Dios vuelve nuevamente a interpelarnos, a convocarnos a una vida más plena en el sentido cristiano, en el seguimiento de Jesús, escuchar su palabra, como lo decía el salmo responsorial, esa palabra de Dios que debe alimentar nuestra existencia y vivir conforme a la voluntad de Dios, que hemos de descubrir permanentemente en nuestro existir cotidiano. 
La gracia de Dios ciertamente no nos va a faltar y mucho menos lo que decíamos al principio, esta misericordia y el perdón de Dios que siempre vela sobre nosotros para que seamos cada día más santos.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVI del tiempo per annum. Ciclo B.  29
de Septiembre 
 de 2024.

23 de septiembre de 2024

Siguiendo el ejemplo de Jesús, que entregó su vida en la cruz para la salvación de la humanidad, hemos de servir siempre a Dios y a los hermanos.

 

 

Si tomamos la primera lectura del libro de la Sabiduría (2,12.17-20), encontramos la presencia de dos tipos de personas  en la sociedad. Por un lado, aquellos que han puesto su confianza  en las cosas mortales, que no creen en la existencia después de la muerte, que todo se reduce a disfrutar, a pasarla bien en esta vida, haciendo realidad la actitud de los pecadores israelitas que ante el castigo divino inminente que caerá sobre sus cabezas, proclaman  "comamos y bebamos que mañana moriremos" (cf. Is.22,13).
Por otra parte, contemplamos la figura del justo que busca seguir a Dios, cumplir sus mandamientos, hacer el bien, que sabe que la vida es pasajera y que después de la muerte,  comienza otra existencia.
Mientras tanto, este tipo de vida molesta a las personas que hacen el mal porque se sienten acusadas, corregidas, y esto acontece siempre. El que obra el mal en la sociedad, no soporta al que obra el bien, a aquel que se distingue por sus obras buenas, pero sin embargo,  sigue encerrado en su perspectiva de vida, continúa hacia adelante pensando en nuevas maldades a realizar, y si es posible, perjudicar y sacarse de encima al que obra el bien, siendo esta una realidad que acontece siempre en la sociedad.
En el pasado, pero también en nuestros días, hay gente que vive pensando en hacer el mal desde que se levanta, hasta que se acuesta, considera qué maldades  realizará, y de qué manera existirá bien en este mundo, sin pensar en el más allá. 
Si tomamos, en cambio, la carta de Santiago (3,16-4,3), el apóstol  recrimina duramente una vida de pecado: "Donde hay rivalidad u discordia, hay también desorden y toda clase de maldad
Santiago se dirige a una comunidad concreta, cristianos, aquellos que se supone se han convertido, y que por el sacramento del bautismo están llamados a una vida nueva, pero que su comportamiento deja mucho que desear. 
Y está señalando Santiago Apóstol, cómo en esa comunidad, que puede ser cualquier comunidad cristiana, una parroquia, una diócesis,  existen rivalidades,  peleas,  discordia, y donde viven quienes buscan estar por encima de los demás, sacar ventaja, aprovecharse y pasarla bien. 
De manera que a pesar que en teoría reconoce que existe algo diferente después de la muerte, en la práctica actúa como si no tuviera fe, y así se cumpla el dicho que  "aquel que no obra como piensa, termina pensando como obra", de manera que su vida es todo lo contrario a lo que Dios quiere,  
porque no se adecua a la vivencia de la ley de Dios. Si tomamos el texto del Evangelio (Mc.9.30-37), encontramos con que Jesús, como lo escuchamos el domingo pasado, anuncia nuevamente su pasión y muerte en cruz, como camino de salvación, mientras  los discípulos están en otra cosa, no entienden de qué está hablando. 
Igualmente, si hoy preguntamos a nuestra sociedad qué significan la muerte y resurrección de Cristo,  encontraremos  que no pocos católicos ignoran o se han olvidado qué que sentido tiene la pascua. 
Jesús sabe perfectamente qué es lo que estaban hablando los discípulos en el camino, por eso cuando llegan a Cafarnaúm, les pregunta directamente,  y todos se hacen los distraídos.
A continuación, dice el texto, que Jesús sentándose, llamó a los doce y les dijo que la preocupación de ellos ha de ser el servicio a los demás, siguiendo el ejemplo de Él mismo, que  padeció y entregó su vida en la cruz para la salvación de la humanidad.
Recuerda también que el que quiera ser primero, que lo sea, pero destacándose en el servicio a los demás, en hacerse pequeño, en no buscar la figuración, o ser considerado, sino en pasar incluso desapercibido, sirviendo a Dios y al prójimo.
Nuevamente entonces vemos aquí en el Evangelio esas dos figuras que de alguna manera prolongan lo de la primera lectura, o buscar los primeros puestos, que es algo malo, o pretender hacer el bien en el servicio continuo a los demás, propio de los justos.
Como recuerda Santiago hemos de pedir lo bueno y no lo malo que es "satisfacer las pasiones de ustedes", ya que orar mal sería buscar la figuración, o prescindir totalmente de Cristo nuestro Señor.
Orar bien significa buscar e  imitar al Señor en lo que significa servicio a Dios y al prójimo, entrega total de sí mismo a la causa del Evangelio. 
De manera que estamos llamados  a considerar estos dos aspectos, estas dos realidades que se dan en la vida cotidiana, para que sepamos elegir aquello que nos distingue del mundo y  asemeja a Cristo nuestro Señor, de tal manera que por nuestro ejemplo sean muchos los que se sientan atraídos a vivir el Evangelio y  seguir los pasos de Cristo. 
La gracia de Dios vendrá siempre en ayuda nuestra toda vez que queramos vivir de acuerdo a la voluntad y al llamado que Dios nos hace.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXV del tiempo per annum. Ciclo B.  22
de Septiembre 
 de 2024.

16 de septiembre de 2024

La gracia de Dios no nos faltará si decidimos seguirlo a Jesús, en este misterio de la cruz, que es misterio de salvación.

 

San Pablo habla de la necesidad de la fe para la justificación, para ser salvados, y así, "Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios" (Ef. 2,8). 
Santiago Apóstol (2,14-18), a su vez, enseña expresamente  que la fe debe ser acompañada por las obras, ya que si faltan, la fe está muerta. 
Lutero, cuando ataca las enseñanzas de la Iglesia y corrompe la fe verdadera, rechaza precisamente la doctrina expuesta por el apóstol Santiago, quedándose con la necesidad de la sola fe para la salvación.
O sea que la salvación, según el hereje, se realiza por la gracia y por la  sola fe, mientras la Iglesia  enseña  la necesidad de las obras.
De hecho, Jesús (cf. Mt. 25), cuando explica cómo seremos juzgados, dirá que se hará por las obras de misericordia, en la medida que lo hayamos contemplado a Él en el rostro de la persona asistida.
O sea, enseña Jesús que cada vez que vemos en el rostro del necesitado, su propio rostro, realmente hemos obrado bien. 
En el texto del Evangelio (Mc.8,27-35), Jesús  interroga a los apóstoles preguntando acerca de lo que dice la gente  sobre su persona, respondiendo Pedro  "tú eres el Mesías", mientras que en el texto paralelo de Mateo (cf. 15,16-19) afirma: "tú eres el Hijo de Dios vivo", reconociendo el Maestro que  esa afirmación ha sido inspirada por Dios Padre. 
En este pasaje de Marcos no aparece ese agregado, pero indudablemente se entiende que es por inspiración divina que hace esa proclamación de fe.
A continuación, Jesús hace el anuncio de su Pasión y muerte en Cruz, lo cual produce una transformación en Pedro, revelando que en su mente está pensando en un mesianismo político que libere al pueblo del yugo romano, un Mesías que pondrá orden en la sociedad, de tal manera que los judíos no sean más oprimidos por el extranjero. 
Por eso, ante el reto de Pedro que intenta desestimar la entrega de Jesús en la Cruz,  el Señor le responde que actúa inspirado por el demonio,  que sus pensamientos no son de Dios, sino humanos. 
Cristo es el Mesías pero ha venido  para salvar a la humanidad a través del misterio de la cruz, ha de  padecer y sufrir como lo señala con toda claridad el profeta Isaías en la primera lectura (50, 5-9) con la figura del siervo de Yahvé, confortado por Dios.
Y por eso también Jesús dirá que el que quiera ser discípulo suyo, el que quiera seguirlo, que tome su cruz y lo siga, tratándose, eso sí, de  la cruz  que marca toda la existencia humana, y que no es necesario buscarla porque las cruces en la vida vienen solas. 
Por ejemplo, cuando buscamos dar testimonio de nuestra fe en medio de la sociedad, sufriremos no pocas veces, burlas, desprecios, persecución. 
Además, ¡cuántos no consiguen un puesto o un cargo importante a pesar de tener las cualidades por el hecho de ser creyente, por  ser seguidor de Cristo nuestro Señor! 
Si el católico, si el cristiano, se manifiesta contrario al aborto,  recibirá la repulsa de todos los abortistas, cuando  proclamamos el Evangelio en las distintas situaciones de la vida,  seremos desestimados. 
¿Quién no tiene la experiencia de estar en una reunión, en una comida familiar o con amigos y que se tocan temas religiosos? ¿Y cuántas veces nos quedamos callados para no tener problemas? O si hablamos y decimos cuál es la verdad revelada, somos tratados mal o mal mirados. No es fácil vivir en la sociedad en la cual estamos insertos, sin al mismo tiempo sufrir las consecuencias de nuestra fe. Por otra parte, el afirmar que Jesús es el Hijo de Dios vivo,  que es el Mesías,  cuesta caro en el andar cotidiano. 
De hecho, ¿cuánta gente dice creer o aceptar esa verdad pero en teoría, ya que en la práctica no lo vive? ¿Cuántos bautizados que se dicen que creen que Jesús es el Hijo de Dios vivo, prefieren antes de venir a misa, un domingo, ir a ventilarse al campo, a la quinta, a pasarla bien, mirando los pajaritos, como algo más importante que el culto divino? Y así podríamos seguir enunciando largamente lo que significa acompañar la fe con las obras, tal como lo expresa el apóstol Santiago, y tal como Jesús lo reclama en el Evangelio. 
En definitiva, ¿por qué  vamos a seguir a Jesús si no creemos que es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo que viene a redimirnos? 
El que cree en Él, en cambio, quiere seguirlo,  tomar su cruz y todas las dificultades que surgirán, siendo sostenido por su gracia, perdiendo así la vida propia por el Señor.
En cambio, el que quiere salvar su vida, trata de hacerse el distraído en medio de la sociedad, que no se note que es católico, no sea que lo tachen de fanático; y bueno, la va a pasar bien en este mundo, pero no delante de Dios, nuestro Señor, delante de Jesús, que ama y fortalece al que es capaz de jugarse por Él, y seguirlo, y tomar la cruz, y vivir como Él ha vivido. 
Por eso planteémonos todas estas cosas, miremos nuestra vida cotidiana, y veamos realmente cuál es el denominador común de nuestro existir. 
Seguiré a Cristo, aunque esto me cueste, aunque esto me haga sufrir, o prefiero pasarlo bien, disimular todo lo que pueda, mi fe católica, con tal de no tener problemas. 
Hermanos: la gracia de Dios no nos faltará si decidimos seguirlo a Jesús, en este misterio de la cruz, que es misterio de salvación.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIV del tiempo per annum. Ciclo B.  15 de Septiembre  de 2024.

9 de septiembre de 2024

El Dios de la represalia es el de la salvación, por eso, también Jesús muestra el amor del Padre.

 

En la primera oración de esta misa, pedíamos a Dios en nuestra condición de hijos adoptivos por el misterio de la redención,  "Míranos Señor con amor de Padre"
Se trata de una súplica confiada que brota del corazón de cada uno  en cuanto hijo, petición hermosísima que debiéramos repetir constantemente, cada día, para que Dios con su mirada, vaya mostrando el agrado que siente por nuestro buen obrar, por la vida de cada día que busca ser intachable.
¡Qué hermoso poder decir "míranos siempre con amor de Padre"!, reconociendo de ese modo que vivimos  como hijos, y por lo tanto, nada tenemos que esconderle, sino por el contrario, ofrecerle lo mejor de nosotros mismos y mostrando, a su vez, también lo peor para que lo purifique, para que lo sanee, para que lo transforme. 
Y el Señor manifiesta que mira siempre con amor de Padre a sus hijos, tal como lo escuchamos en el profeta Isaías (35,4-7a): "¡Sean fuertes, no teman, ahí está el Dios de ustedes! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos".
¿A qué se refiere esta venganza, esta represalia? A que Dios busca nuestra salvación y bien, ya sea cuando somos hostigados por el enemigo o cuando somos infieles pecando contra su infinita bondad.
Cuanto más el ser humano se empecina en ser infiel, en pecar contra su Creador, con su misericordia redobla la apuesta, y se muestra como el Dios de la represalia, en cuanto no retribuye el mal nuestro, sino que al contrario, devuelve con bondad y con misericordia el mal que  hicimos o vivimos. 
El Dios de la represalia es el de la salvación, por eso también Jesús muestra el amor del Padre (Mc.7,31-37). En efecto, lo vemos  cruzando por tierra pagana, el territorio de la Decápolis, que normalmente los judíos evitaban recorrer bordeando  la zona,  porque  quiere llegar a los hombres que están lejos suyo y ofrecer la salvación, en este caso a un sordomudo.
Por el contexto podríamos decir que era un pagano, y se lo presentan para que lo cure, y Jesús que podría haberlo hecho con su sola palabra, con solo desearlo, lo separa de la multitud para realizar un rito particular de curación, con diversos signos.
Este pasaje enseña que para encontrarnos con Cristo es necesario apartarse del bullicio que existe a nuestro alrededor, alejarnos de nuestras ocupaciones o del aturdimiento que provoca vivir atentos al celular permanentemente o las redes sociales, en fin,  todo aquello que impide escuchar al Señor, estando sordos delante suyo. 
De allí que  cueste tanto hablar de las cosas de Dios, porque estamos también mudos al no escuchar a Aquel que  transmite la sabiduría que ilumina y conduce la existencia humana.
Jesús mirando al cielo, como diciendo "mírame con tu amor de Padre",   dirigirá después esa mirada al sordo mudo, y le dirá luego de tocar su lengua y sus oídos, "ábrete", para que su oído comience a escuchar y su lengua se suelte para hablar. 
Todos necesitamos que el Señor se encuentre así con nosotros y nos aparte de aquello que aturde o distrae, para concentrarnos  en Él. 
Tan importante es este gesto, que en el rito del bautismo, el sacerdote toca los labios y los oídos del que se va a bautizar,  deseando que esta misma persona pronto pueda escuchar  y hablar las cosas de Dios.
Nosotros necesitamos más escuchar a Dios para poder hablar de Él también, de manera que el "míranos con amor de Padre", ha de significar para nosotros una mirada de agrado, porque el Padre ha de ver que nosotros buscamos y de hecho vivimos, como auténticos hijos suyos,  que buscan imitarlo a pesar de nuestras falencias.
Y por eso la importancia de oír lo que enseña el apóstol Santiago en la segunda lectura (2,1-5), en el sentido de no discriminar eligiendo al rico que entra en el templo al compararlo con un pobre, porque Dios elige siempre al pobre y desechado de este mundo que sólo se apoya en su Creador porque nada posee por cierto.
Cuántas veces el ser humano, incluso el creyente, hace esa distinción de trato y de una manera se comporta con aquel que es considerado rico y poderoso a diferencia de otro que es pobre o necesitado. 
Y Jesús, por el contrario,  enseña que viene para todos pero muy especialmente para aquellos que son humildes, que son sencillos y que más necesitan  de la presencia de Dios en la que se apoyan.
Queridos hermanos: Busquemos imitar al Señor en nuestro trato con el prójimo, haciendo previamente este camino para encontrarnos con Él, de modo que nos quite la sordera que  tenemos ante su palabra,  y nos despoje de la mudez, para que podamos proclamar abiertamente y sin temor alguno, las maravillas que hemos conocido. 

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIII del tiempo per annum. Ciclo B.  08 de Septiembre  de 2024.


2 de septiembre de 2024

"Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre".


El domingo anterior reflexionamos acerca de la renovación de la alianza que Josué reclama a las tribus de Israel antes de entrar a la tierra prometida. En este domingo nos encontramos, en cambio, con la primera alianza realizada por Moisés que asegura la llegada a la tierra prometida toda vez que se cumpla con el pacto realizado con Dios. La primera lectura de este domingo (Deut.4,1-2.6-8), precisamente , refiere a esa primera alianza realizada con Dios por medio de Moisés, el cual afirma con toda claridad que es necesario vivir a fondo los mandamientos, la ley de Dios. El pueblo elegido, si se dirigía a la tierra prometida, tenía que comprometerse a una amistad profunda con su Dios, con su Creador, con aquel que lo había liberado de la esclavitud de Egipto.
La ley de Dios  de ninguna manera esclaviza al hombre, sino al contrario lo libera, porque le permite tener siempre una referencia concreta de aquello que es bueno y agradable a Dios y de aquello que es malo y que es reprobado por Dios nuestro Señor, y que perjudica ciertamente a la vida y existencia del hombre. 
Esto es así, porque siempre el pecado, el mal, es un lastre que se apodera de nosotros e impide  vivir la vida digna de hijos de Dios. 
Por eso es importante afirmarnos nuevamente en esta vivencia de la ley de Dios, porque es a través de ella como se cumple aquello que el mismo Dios había dicho: Yo seré el Dios de ustedes y ustedes serán mi pueblo si escuchan mi palabra y la cumplen.
A su vez, recién cantábamos, "Señor, ¿quién habitará en tu casa?" ,y desglosando a continuación el salmo 14, destacábamos las condiciones  necesarias para habitar en la casa o tierra prometida del cielo, como la práctica de la justicia y el hacer el bien al prójimo.
De este modo lo que es  agradable a Dios  nos permite ir preparándonos en este mundo para habitar en la casa definitiva, o sea, la tierra prometida del cielo, a la cual nos dirigimos con fe y con esperanza cada día toda vez que nos mantenemos fieles al Señor. 
En la segunda lectura, el apóstol Santiago (117-18.21b.22.27), continuando de alguna manera con lo afirmado en el Deuteronomio, asegura que "Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre", por lo que hemos de recibir con docilidad la palabra sembrada en nosotros  que es capaz de salvarnos, poniendo en práctica esa palabra sin contentarnos sólo con oírla.
A su vez, la palabra divina permite vivir una religiosidad pura que consiste en ocuparse del prójimo y no contaminarse con el mundo.
Por lo tanto todo lo que es bueno procede de Dios nuestro Señor y, hemos de vivir eligiendo siempre todo aquello que implica glorificar a Dios y enaltecer al ser humano en su vida concreta de cada día. 
De manera que nuevamente se reafirma la necesidad de vivir en unión con Dios en este seguimiento de su palabra,  de Aquél que es la Palabra hecha carne, o sea, Jesucristo nuestro Señor. 
Por otra parte, recién cantábamos, "Señor, ¿quién habitará en tu casa?" Y ahí, el Salmo iba desglosando todo aquello que es bueno, que es agradable a Dios y que permite prepararnos en este mundo para habitar en la casa definitiva, o sea, la tierra prometida del cielo, a la cual nos dirigimos con fe y con esperanza cada día de nuestra vida, toda vez que nos mantenemos fieles al Señor. 
El texto del Evangelio (Mc.7,1-8.14-15.21-23) también va por esta línea de buscar agradar a Dios, por lo que se suscita una controversia con los fariseos y algunos escribas venido de Jerusalén, atados a las tradiciones humanas que se remontan al pasado, descuidando no pocas veces el cumplimiento de  la misma ley divina.
¿Cuál es la controversia? Jesús le dirá a los escribas y fariseos que deben observar la ley de Dios y no atarse a las tradiciones de los hombres que fueron agregadas en el decurso del tiempo a la misma ley de Dios, asfixiándola e impidiendo que esté presente en la vivencia del pueblo de Israel. 
En efecto,  mientras se preocupaban por los ritos de purificación legal, no vivían o vivían menos o se olvidaban con frecuencia, de vivir los mandamientos de la ley de Dios. 
Por eso,  Jesús  explica realmente el verdadero sentido de todo esto, que no es impuro el alimento que recibimos, sino que lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su interior. 
Por eso va a decir con total crudeza que realmente lo que hace apartarse al hombre de Dios es lo que sale de su interior,  porque es del corazón del hombre donde nace todo aquello que es pecado, que es malo y que no solamente ofende a Dios sino también perjudica en nuestras relaciones con los demás, como la fornicación, los adulterios, la envidia, la ira, el odio, el robo, etc. 
Por eso es muy importante volver siempre a la fuente, al origen de la santidad a la cual se nos invita a vivir, y que implica el seguimiento de Jesús,  de su palabra, de vivir los mandamientos, la lucha permanentemente contra todo aquello que nos impide vivir en plenitud como hijos adoptivos de Dios.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXII del tiempo per annum. Ciclo B.  01 de Septiembre  de 2024.