El apóstol San Pablo, escribiendo a los cristianos de Colosas (1,15-20), comparte esta hermosa descripción sobre quién es Jesús: "Cristo Jesús es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación" ya que en Él y para Él fueron creadas todas las cosas visibles e invisibles y resalta que la existencia del Señor es anterior a toda creatura, subsistiendo todo en su Persona, siendo Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia, y ha reconciliado al mundo con el Padre.
Cristo nuestro Señor en definitiva es el más importante que aún puede ser presentado a cada uno, ya que es en su misterio donde comprendemos nuestra misión en este mundo.
Mirándolo a Cristo podemos conocer cómo ha de ser nuestro modo de obrar en este mundo, de manera que todo, tiene su íntima relación y referencia con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.
Con esta perspectiva de la grandeza del Señor hemos de mirar el texto del Evangelio (Lc. 10,25-37), porque aquí Jesús, a raíz de su grandeza, que está por encima de todo, que es cabeza de la Iglesia de la cual formamos parte nosotros, es que Él se presenta como modelo perfecto de samaritano, que acude a cada uno y rescata de la esclavitud del pecado, cura nuestras miserias, carga con nuestras necesidades y se preocupa para que nuevamente saneados interiormente podamos dar culto a Dios nuestro Señor.
Precisamente el amor a Dios sobre todas las cosas es algo que podemos captar como impreso en nuestro corazón, como recuerda el libro del Deuteronomio (30,10-14), y a su vez, entendemos que ese amor a Dios y al prójimo van juntos, según el texto del Evangelio, descubriendo que Jesús deja una enseñanza hermosísima sobre ello.
Y así, el doctor de la ley, para justificar su intervención, pregunta ¿Quién es mi prójimo?. Él lo sabe perfectamente, conoce el Deuteronomio y el Levítico, pero pregunta igual para justificar su intervención, y Jesús deja una enseñanza novedosa, y es que cada uno debe comportarse como prójimo del abatido y abandonado.
De manera que no tenemos que mirar alrededor nuestro y decidir quién es mi prójimo o quién no lo es, o ir descubriéndolo, sino que tenemos que tener esa actitud de buscar siempre ser próximos, prójimos de aquel que lo necesita.
En la vida muchas veces pasamos de largo ante las necesidades de los demás, como el sacerdote o como el levita. Muchas veces el cristiano, pasa de largo y deja en el camino al que está herido, al que ha sido despojado de todo, al que está medio muerto, cuando la invitación es acercarnos, sentir compasión como sintió este samaritano, figura que Jesús elige especialmente porque éstos y los judíos, estaban enemistados, de manera que quiere enseñar que aún del enemigo debemos sentirnos próximos, cercanos, dispuestos a movernos compasivamente y salir en su ayuda.
¿Cuántos necesitan una palabra de aliento? ¿Cuántos necesitan una visita? ¿Cuántos necesitan algún consejo para salir de su pecado? ¿Cuántos se encuentran desesperados, angustiados por algún problema y necesitan que los acompañemos? ¿Cuántos necesitan ir por esta vida apoyándose en otros que entiendan sus necesidades, sus tribulaciones y angustias? Por eso Jesús es el primero y, como samaritano viene a nuestro encuentro.
Por lo tanto, de su grandeza que describe San Pablo de Cristo, pasamos a su figura de samaritano, que con sencillez, con humildad, con pequeñez, se acerca a consolar a los hombres porque todos somos hermanos suyos, hijos del mismo Padre.
Pidamos su gracia para que en el camino de la vida no pasemos de largo ante aquellos que nos necesitan, sino que conmovidos, busquemos siempre dar consuelo, cariño y compañía, comprendiendo que en esta actitud se juega el conseguir o no la vida eterna.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XV "per annum". 13 de julio de 2025.
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