El domingo próximo, Dios mediante, celebraremos la fiesta de Cristo rey, concluyendo así el año litúrgico, para comenzar posteriormente el 30 de noviembre un nuevo año con el tiempo de adviento, que conduce a celebrar el nacimiento en carne del Hijo de Dios.
Y ahora, yendo a la conclusión de este año litúrgico, los textos bíblicos permiten contemplar los últimos acontecimientos de la existencia humana, sin que se pretenda llenarnos de miedo, de terror, pero sí de alertarnos para que no nos durmamos, como ya se nos va a recordar en el tiempo de adviento.
Porque el ser humano tiene la tentación de olvidarse de lo que vendrá, ocupado por las cosas y las preocupaciones diarias, por eso es muy importante tener en cuenta lo que señala la Palabra de Dios.
Si tomamos el texto del evangelio (Lc. 21,5-19), encontramos que Jesús habla acerca de acontecimientos muy cercanos, como la caída de Jerusalén en el año setenta, de manera que no pasaría mucho tiempo para que esto sucediera, pero también se refiere a situaciones habituales en la historia humana, como terremotos, pestes, enfermedades, hambre y plagas.
Pero hay una advertencia concreta que hemos de atender, y es la de la persecución a causa de su nombre.
En efecto, leyendo este texto del evangelio, concluimos que el Señor nunca prometió el paraíso en la tierra, y así, las figuras de los santos, especialmente los mártires, que derramaron su sangre, muestran claramente que el seguimiento del Señor es penoso, tiene dificultades, para lo cual somos invitados a ser constantes para alcanzar la salvación eterna.
Las persecuciones o padecimientos a causa de Cristo no necesariamente son cruentos.
Cada día soportamos persecuciones, por ejemplo, ¡Cuántas veces estamos en una comida familiar o con amigos y sale algún tema religioso y es para peleas! Por eso siempre se aconseja que en esas reuniones no se hable de política o de religión o de deporte, porque la gente no se pone de acuerdo.
Pero, ¿Cuántas veces màs sucede esto? En el trabajo corremos el riesgo de no ascender por ser católicos, o nos miran feo si no nos prestamos a algún chanchullo, o si no nos dejamos manejar por la coima, o no ponemos la firma en algo que no está claro.
¡Cuántas veces perdemos amistades, por seguir a Cristo, de modo que el creyente ha de estar dispuesto a padecer por seguir a Jesús!
Fíjense lo que le pasó a Juan Bautista, cuando le dijo a Herodes, "no te es lícito vivir con la mujer de tu hermano", no te es lícito el adulterio, y terminó perdiendo la cabeza. De manera que a la persecución a causa de Cristo nuestro Señor no hay que tomarla únicamente como algo en que uno pierde la vida, sino como algo que conduce a perder amistades, honor, dinero, fama, por la causa de Cristo, por lo que hemos de prepararnos para que cuando el Señor venga por segunda vez, nos lleve al encuentro del Padre, que es lo que precisamente nos promete el profeta Malaquías (3,19-20).
En este texto tan breve afirma que llegará el tiempo en que los malos serán cortados de raíz, y los que han hecho el bien, los justos, serán salvos. Justamente la parábola del trigo y la cizaña advierte que la mala hierba será quemada y el trigo llevado a los graneros eternos (Cf. Mateo13,24-30).
Es muy claro el profeta Malaquías, por lo que tenemos toda nuestra vida como tiempo para ver qué hacemos, qué decidimos, si por Cristo o contra Cristo, no se puede estar a medias tintas, un día lo sigo, otro día no lo sigo.
Pero también el Señor recuerda en el evangelio, que el fin del mundo no vendrá enseguida, por lo que no han de ser escuchados los que digan que el fin está cerca, como acontece en nuestros días que
determinadas corrientes religiosas, anuncian que ya está el fin del mundo sobre nuestras cabezas.
San Pablo escribiendo a los cristianos de Tesalónica (2 Tes.3,7-12) enseña que quien no quiere trabajar que no coma y refiere que él no ha sido gravoso para nadie ya que ha trabajado con sus propias manos, y dice esto, porque algunos anunciaban el fin del mundo en la comunidad, por lo que muchos no querían trabajar esperando el fin.
Estar vigilantes ante la segunda venida de Jesús, no significa estar sentados esperando a que se venga todo abajo, sino vigilar para ser dignos de encontrarnos con el Señor cuando Él venga, y mientras tanto, iluminar desde la fe cada obra a realizar para actuar en consecuencia. Y ahí, entonces, la misma vida tiene un sentido nuevo, No es un mero transcurrir el tiempo, sino que es caminar gozosamente al encuentro de la eternidad, sabiendo que estamos en este mundo como en un exilio, y que nos espera la patria verdadera.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXXIII del tiempo litúrgico durante el año. 16 de noviembre de 2025.

No hay comentarios:
Publicar un comentario