5 de junio de 2008

La protesta de la Argentina profunda


Las vivencias experimentadas en los últimos meses por todos los argentinos, nos llevan a reflexionar largamente sobre lo que subyace en “la Argentina profunda” –tal como llamaba a nuestra Patria el difunto Mons Vicente Zazpe, quien fuera arzobispo de Santa Fe-.

En la cresta de la discusión pareciera que todo se resume en el tema de las retenciones, como si fuera sólo esto lo que ha elevado la tensión de los ánimos ciudadanos.

Sin embargo, por lo que percibimos en los últimos tiempos, se va haciendo más claro que está naciendo una nueva Argentina, o mejor dicho, está haciendo eclosión lo que tan largamente estaba oculto en las entrañas de nuestra Patria.

El grito más común es el de lograr en serio un país federal, tal como nació en sus orígenes.

Motivos sobran para clamar por el federalismo, habida cuenta del centralismo unitario feroz que vivimos desde hace ya tiempo.

El acto de Rosario el pasado 25 de mayo fue un volver a revivir aquello de que “el pueblo quiere saber de qué se trata” porque se siente protagonista y responsable del suelo Patrio.

Una multitud de alrededor de 300.000 almas, congregadas sin el incentivo dinerario, o comida y viaje pagos, dejaron ver a las claras cuál es su aspiración más profunda.

“Queremos ser Nación”, podría sintetizarse el grito entusiasta de la multitud –en gran parte jóvenes que luchan por su futuro- que hacía sentir la esperanza de una comunidad nacional diferente.

Es que el pueblo, que ya dejó de ser convidado de piedra, no quiere más que se lo mire como la “gilada” que cual muñequito de torta sólo está de adorno en la República mientras un grupúsculo maneja todo, y aspira a ser de veras protagonista en la valoración y administración de la Res-Pública, es decir de la cosa pública.

Por doquier el hartazgo se hace oír: los representados quieren que sus representantes elegidos por el voto popular miren a sus electores y no vivan complaciendo al poder “unitario “central.

El pueblo requiere así a los legisladores obsecuentes, -gracias a Dios no son todos iguales- que no renuncien a sus atribuciones legislativas, lamentablemente ya delegadas al poder central, y procuren el bien de los ciudadanos.

Los gobernadores, -no todos por cierto- son interpelados para que dejen de vivir de acuerdo a los vaivenes y sometimientos de la “caja” y se inquieten por las necesidades de los ciudadanos que les han permitido acceder al poder.

El ciudadano común ya está pipón de tanta mentira generalizada, no soporta que sus impuestos sean graciosamente repartidos en las milicias populares o en proyectos faraónicos como el tren bala, o se diluyan en entidades fantasmas que sólo recogen los dineros de todos para sus proyectos complacientes con la ideología de turno.

La corrupción sería tal en los altos estrados del Estado, que hasta los medios de difusión, -los libres por lo menos- describen crudamente lo que es tema de discusión entre los ciudadanos.

La utilización con total desparpajo para cuestiones personales sin que se va algún atisbo de vergüenza de lo que es de todos, ya sean aviones, vehículos, o propiedades del Estado según se va conociendo, provoca cada vez más indignada respuesta de los ciudadanos.

La familia, pilar de la sociedad, es mirada ya como una antigualla, para proclamarse en cambio desde la cima de quienes debieran velar por su crecimiento, modelos “ensamblados” precursores de “nuevas familias” ajenas a la voluntad del Creador.

El aborto ya se encuentra institucionalizado a través de una guía oficial que regula la eliminación de los no nacidos, hollando lo establecido en la Constitución para dar vigencia a una interpretación ideológica de lo que tolera el Código Penal Argentino al no penalizar lo que sigue siendo un delito, en determinados y precisas situaciones.

La actuación de cierta justicia sometida que se hace la distraída ante determinadas incursiones piqueteras, fustiga mientras tanto otras actuales manifestaciones pueblerinas, dejando bien en claro que su sujeción al poder político le lleva a distinguir con precisión entre los hijos y entenados, haciendo caso omiso a la proverbial afirmación de que todos somos iguales ante la ley.

El gobierno, a tono con lo que descubriera el neurólogo ruso Iván Pávlov, reacciona cual reflejo condicionado apostando más duramente ante cada pedido hecho por quienes aspiran a un país diferente.

Los obsecuentes y mercenarios de siempre, ante el temor de perder sus pingües ganancias, salen mientras tanto a defender lo indefendible con el “fantasma” del golpe institucional.

Las consecuencias del conflicto campo-gobierno ya están a la vista, perjudicando gravemente al mundo del comercio y de la industria, y de todos los que de alguna manera dependen del campo para subsistir.

Pero es tan grave el problema visualizado en la actualidad, que aún perjudicados por la inactividad del campo, se unen al reclamo que ya se va haciendo generalizado.

Ciertas líneas de partidos políticos, traicionando la propia identidad que les viene desde lejos, se confunden en un modelo político único, convencidos quizás que sólo así podrán subsistir, sin tener en cuenta que sólo recibirán el desprecio de los ciudadanos.

Quién piense distinto debe cerrar su boca, bajo la amenaza de recibir la admonición dirigida ya al lenguaraz latinoamericano, “¡¿por qué no te callas?!”

¿Es que no estamos en democracia? ¿No tenemos todo el derecho a opinar o hacer escuchar nuestro descontento? ¿O acaso tendremos que pedir permiso a nuestros “papás” políticos?

La pobreza va aumentando a diario el número de los comensales sin pan en la tierra del pan, llevando a la Iglesia a hacer suyo en la próxima colecta de Cáritas el lema que clama abiertamente diciendo “la desigualdad nos duele, recuperemos la capacidad de compartir”.

Y la desigualdad existe porque ya dejó de ser un compromiso permanente para el Estado la realización de la justicia distributiva, siendo suplantada por la justicia selectiva en beneficio de los que aplauden al poder de turno.

Vivimos tiempos difíciles, tiempos en que se necesita una gran fortaleza de ánimo para seguir adelante en la búsqueda fatigosa de una nueva Nación, compromiso que apunta al bicentenario del nacimiento de la Patria.

Todavía hay tiempo para reaccionar, para concretar un diálogo fecundo en el que deponiendo toda prepotencia, venga de donde venga, y buscando siempre la verdad, se pueda construir un nuevo país, según la voluntad de Dios que nos interpela llamándonos a la honestidad de vida, a la nobleza de costumbres, a la primacía de la paz y la justicia y donde todos nos miremos como hermanos.

El texto evangélico (Mateo 7, 21-27) de la liturgia dominical del pasado primero de junio nos deja las palabras del Señor, tan oportunas para nuestro tiempo, que señalan la necesidad de construir la Nación sobre la roca de las obras buenas prolongación de la fe en el Cristo Salvador que nutrió la matriz de nuestra nacionalidad.

Si la Argentina continúa en cambio por el camino de la anarquía, de la violencia, de la inseguridad, de la corrupción y de la sin razón, será una realidad el derrumbe del tejido social que nos diluirá como Nación.

Y así, no basta con clamar “Señor, Señor…….somos creyentes” para salvarnos del derrumbe, sino mostrar con creces nuestra voluntad de convertirnos en hombres nuevos, servidores de un único Señor.

Santa Fe de la Vera Cruz, Junio 4 de 2008.

Padre Ricardo B. Mazza, Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”. Cura Párroco de la Pquia “San Juan Bautista” de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz.

ribamazza@gmail.com. http://ricardomazza.blogspot.com

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