13 de julio de 2018

“El evangelizador, perseguido por los malvados y descubriendo su pequeñez, por la gracia del Señor, triunfa en la debilidad humana”.


Recordábamos el domingo pasado que por el pecado del hombre que quiso ser como Dios, había ingresado la muerte en el mundo.

Por esta razón,  dividido el hombre en su interior, la relación con el Creador fue siempre dificultosa, rebelándose permanentemente la criatura, aplicando Dios medidas correctivas y regresando el ser humano al cauce de la alianza.
Esta situación de idas y vueltas entre Dios y el hombre se va prolongando en el tiempo, mostrando al hombre que no se cansa de pecar y de ser infiel, y a Dios que manifiesta siempre y con paciencia su fidelidad al ser humano.
La paciencia divina se pone en evidencia cuando Dios envía a algunas personas para que anuncien su providencia salvífica e inviten a su vez a los descarriados a retornar al camino de la santidad y fidelidad humanas.
Los textos bíblicos de este domingo nos colocan ante la experiencia vivida por tres enviados a los hombres, el profeta Ezequiel, el apóstol san Pablo y el mismísimo Hijo de Dios hecho hombre, Jesús.
El profeta Ezequiel (2,2-5) es elegido y enviado por Dios a los israelitas, que “son hombres obstinados y de corazón endurecido” para transmitir el mensaje divino, advirtiendo de su posible fracaso, pero teniendo en cuenta que ya “sea que escuchen o se nieguen a hacerlo –porque son un pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio de ellos”.
Más aún, si al anuncio de la Palabra agregamos acciones buenas de manera que  "Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; así acumulas carbones encendidos sobre su cabeza y el Señor te recompensará” (Prov. 25, 21 y 22; cf. Rom. 12,20), podrá acontecer que el trato bondadoso con el malvado haga aflorar sus buenas cualidades.
Con el apóstol san Pablo (2 Cor. 12, 7-10) sucede lo mismo que con el profeta Ezequiel, ya que enviado a los paganos para llevar la Palabra de salvación, recibe y se complace “en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo” , agregados estos a la espina clavada permanentemente en su carne por un ángel de Satanás, sabiendo y comprobando que “cuando soy débil,  entonces soy fuerte” ya que el Señor le ha dicho “Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad”.
En el evangelio (Mc. 6, 1-6ª) nos encontramos con una situación similar a la señalada anteriormente en relación con la misión de Ezequiel, elegido por Dios como profeta en Israel,  como en san Pablo enviado a los paganos.
En efecto, Jesús, como enviado del Padre a evangelizar, se dirige a su pueblo Nazaret y comienza a enseñar en la sinagoga, causando admiración en la multitud que no cabía en su asombro a causa de la sabiduría que manifestaba y de los milagros realizados por sus manos. No podían creer que él, de quien conocían su origen y parientes, pudiera realizar algo “tan especial”.
Esto lleva a Jesús a declarar que un profeta es “despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”, no pudiendo hacer allí ningún milagro salvo sanar a unos pocos enfermos, asombrándose por su falta de fe.
A pesar del rechazo recibido, Jesús respeta la liberta humana, no quiere imponerse a nadie por la fuerza, como cuando reprendió a Santiago y Juan que querían castigar con fuego a un poblado que no los recibió en su camino.
Todo ello acontece porque Dios no quiere ser aceptado por temor sino por amor, por la decisión libre de la persona que quiere unir su vida a la suya.
El texto del evangelio, por otra parte, dice que “Jesús era para ellos un motivo de escándalo”. Ahora bien, ¿qué es el escándalo? Es una “piedra de tropiezo”, entendiendo esto como toda acción u omisión mala que realiza una persona, y que sirve de ocasión para que otro peque. Es una especie de obra u omisión mala que sirve de incentivo para que otro haga lo mismo.
En el texto de referencia podríamos decir que Jesús es “piedra de tropiezo” en cuanto que el bien realizado por Él endurece los corazones de los oyentes aún más, tal como describe el libro de la Sabiduría (cap. 2) que le sucede a los malvados que crecen en su odio a los justos porque sus buenas acciones dejan al descubierto la insensatez de ellos que realizan el mal.
Incluso con su mal obrar y desprecio a los buenos, los malos se burlan de Dios que no acude visiblemente a salvar a los injustamente tratados, como ironizaban de Cristo en la cruz azuzándole para que Elías lo salvara, o se reían porque había salvado a otros sin poder salvarse a sí mismo.
Sucede también en estos días en Argentina cuando los abortistas se ponen como locos, furiosos e insultantes ante los que defienden la vida, o cuando los medios de difusión abortistas silencian a los defensores de la vida y exaltan a los asesinos en cuanto programa radial o televisivo sea posible.
También nosotros sufrimos como Ezequiel, Pablo o Jesús el desprecio al mensaje de la verdad que queremos proclamar o a la forma de vida cristiana que llevamos. ¡Cuántas veces se nos trata con indiferencia o se nos hace el “vacío” alrededor nuestro por odio a la fe cristiana!
Ante este rechazo no debemos pensar que todo esfuerzo realizado por transmitir la verdad es inútil, sino por el contrario ir a otra parte a evangelizar como hacía Cristo cuando era rechazado, o saber que con nuestra presencia sabrán todos que hay un profeta en medio de ellos, o viviendo a fondo la experiencia de san Pablo, en el sentido de que cuando soy débil, soy fuerte.
La Palabra de Dios nos convoca una vez más a dar testimonio de nuestra fe, sin dejarnos llevar por el temor, porque no vamos en nombre propio sino en el de quien nos envía, Jesucristo el Señor.
El miedo entra en nuestro corazón de creyentes cuando dudamos de la victoria final de Jesús, cuando no creemos que lo temporal caducará, cuando dejamos de afirmarnos en las promesas del Señor, olvidando  que las palabras de Jesús no pasarán sino que se cumplirán inexorablemente.
Queridos hermanos, con la seguridad que nos da ser enviados por Dios, vayamos al encuentro del hombre de hoy, llevando la verdad y el consuelo que Dios quiere transmitir a sus seguidores fieles.
La presencia de María Santísima nuestra Madre nos servirá de apoyo y, la eucaristía nutrirá nuestro ser de fortaleza divina.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XIV durante el año. Ciclo B. 08 de julio de 2018. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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