24 de marzo de 2019

¿Qué ha sucedido para que Dios bondadoso y compasivo advierta que nuestra existencia puede concluir con la devastación?

Jesús en el evangelio del día nos llama urgentemente a la conversión del corazón como estado congruente con la vida de fe (Lc. 13, 1-9).

La ocasión se presenta  cuando le comentan el caso de los galileos “cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios”, pensando  seguramente que -según la concepción vigente- éstos “eran  pecadores”.
El Señor responde que no “eran más pecadores” que otros, enfatizando  que “si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”.
Incluso avanza más en este principio señalando que las dieciocho personas aplastadas por la torre de Siloé no eran más culpables que el resto de la población de Jerusalén, volviendo a sentenciar que “si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”.
El apóstol san Pablo (1 Cor. 10, 1-6.10-12) a su vez, recuerda que muchos israelitas no agradaron a Dios en su marcha por el desierto, de manera que “sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto”.
En el libro del Éxodo (3, 1-8ª.10.13-15) sin embargo, se señala que Dios elige a Moisés para rescatar de la esclavitud de Egipto a los israelitas y conducirlos a la tierra prometida donde abundan bienes de todo tipo, manifestándose como “Yo soy el que soy”, sin nombre alguno, para dejar en claro su total trascendencia, de modo que nadie pueda “poseerlo” al decir su nombre, como acontecía en la relación con los dioses paganos.
San Pablo al respecto recuerda los bienes recibidos por el pueblo elegido en su caminar por el desierto ya que “todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo”.
El salmo interleccional del día (102, 1-4.6-8.11) repite en la antífona, “El Señor es bondadoso y compasivo”, y en una de las estrofas “El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos, Él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel”.
¿Qué ha sucedido para que del perfil de un Dios bondadoso y compasivo se llegue a un Dios que amenaza con la mala culminación  de nuestra vida?
La respuesta la encontramos en la parábola de la higuera estéril que es figura del pueblo de Israel, que si bien fue elegido por Dios para ser objeto de sus bondades y constituir un pueblo fiel a los designios divinos, se llegó a que  no todos respondieron de la misma manera a la alianza, y por eso “quedaron tendidos en medio del desierto”.
De allí, que san Pablo siga diciendo a los corintios: “Esto que sucedió en la antigua alianza aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos como lo hicieron nuestros padres”, y “no nos rebelemos contra Dios como alguno de ellos por lo cual murieron víctimas del ángel exterminador” y todo esto es un anticipo de lo que vendrá.
Por el pecado de infidelidad  por el que Israel no dio frutos de salvación, mereció que se le quitaran los dones y fueran  entregados a la Iglesia,  pero exigiendo también a la misma, que no debemos quedarnos tranquilos con la elección que Dios hizo de nosotros ya que esto de nada servirá si no damos frutos en abundancia.
Es decir, que los que vivimos en el hoy, hemos de aprender de experiencias ajenas para no atraer sobre nuestras cabezas la reprensión divina.
En nuestros tiempos comprobamos cómo la infidelidad a Dios por la que se renuncia incluso a invocar su nombre, llega a límites tales que los templos ya están vacíos en todas partes, llegándose en Europa a deshacerse de ellos por la falta de creyentes que rindan culto a Dios por lo menos en el día  domingo.
Es verdad que en países del continente africano, en cambio, se acrecientan los creyentes, e igualmente en algunos países con regímenes comunistas, como China, en los existe la persecución, aparecen nuevos brotes de conversión y resurgimiento de la fe católica aunque no pocas veces desde las “catacumbas modernas”.
En nuestra patria el abandono de la fe es notorio, de modo que a pesar de haber sido engendrados en una matriz católica, no pocos han abandonado la misma, se advierte el odio y el rechazo de la Iglesia Católica en las universidades, con gran confusión para los jóvenes, que carentes de preparación entran en crisis planteándose la validez o no de seguir sosteniendo la fe recibida de los mayores.
El llamado de Jesús para que nos convirtamos de corazón, pues, se hace cada vez más urgente para todos los que seguimos, aunque con obstáculos permanentes, su camino de salvación y de verdad.
La parábola, si bien muestra la misericordia y paciencia de Dios, continúa el insistente  llamado para que nos abramos  a la gracia divina ofrecida, sin esperar al mañana que ignoramos si llegará.
En definitiva, nos da tiempo y espera pacientemente nuestra conversión para no cortarnos de raíz.
Queridos hermanos: Es apremiante el llamado a buscar “al Yo soy el que soy”, al Dios viviente, entrar en su santidad para vivir ese pacto de amor, actualizado por Jesús a través de su paso de la muerte redentora a la resurrección gloriosa.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la vera Cruz, Argentina. Homilía en el 3er domingo de Cuaresma, ciclo “C”. 24 de Marzo de 2019.
ribamazza@gmail.com.  http://ricardomazza.blogspot.com.


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