20 de octubre de 2020

Todos, incluso los que detentan el poder político, hemos de reconocer siempre la soberanía de Dios y servirle fielmente.




El texto del Evangelio que proclamamos (Mt. 22,15-21) es muy conocido de tal manera que más de una vez hemos escuchado esta afirmación, “den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. En el relato nos encontramos con los fariseos y los herodianos  que eran opositores, pero que en ésta ocasión sin embargo se unen en un frente común, ya que pretenden hacer caer a Jesús en una trampa. Si Jesús dice que hay que pagar el impuesto al emperador, disgustará a los fariseos enemigos de la opresión romana, si responde que no hay que pagar el impuesto se gana como enemigos a los herodianos que eran cómplices del régimen romano. Pero  Jesús, como hace muchas veces, no se siente obligado a responder lo que le preguntan, sino que da una respuesta superadora, pide una moneda y, teniendo en cuenta que presenta la  figura divinizada  del emperador  y el valor de un denario, afirmará con énfasis que se ha de dar  al emperador lo que es del mismo y a Dios lo que es suyo.
Y se cumple lo que los mismos fariseos y herodianos le habían dicho a Jesús para halagarlo “maestro sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios” Jesús siempre enseña el camino  que conduce  a Dios, ya que Él es el camino, de manera que todos debemos seguir sin temor alguno, la senda que se nos indica.
Mientras estamos en este mundo estamos insertos en una sociedad civil donde nos rige la autoridad política, pero también somos ciudadanos del cielo, y por eso nuestra mirada debe estar puesta en lo que Dios nuestro Señor  pide a cada uno.  En efecto, si mostrando la figura del emperador Jesús dice den al Cesar lo que es del Cesar, -el pago del impuesto sin reconocer  por ello que el César es dios-  a su vez, recordando que fuimos creados a  imagen y semejanza de Dios, hemos de vivir  agradando al Señor que nos ha creado.
Dios es el Señor de la historia y de todo lo creado y, por eso también la autoridad política debe estar sujeta a la soberanía de Dios. Es por eso que el profeta Isaías (45, 1.4-6), refiere que Dios elige a Ciro el persa para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Babilonia, les da permiso para que retornen a su tierra, reedifiquen Jerusalén y el templo. El mismo texto destaca que Ciro fue un instrumento en manos de Dios sin que él lo supiera, pero moviendo su corazón, Dios hace que este hombre que no creía en el Dios de la Alianza hiciera su voluntad. De alguna manera había una docilidad en su inteligencia ante aquello que es bueno, noble y justo, que es un camino, un primer paso para llegar a un compromiso más profundo. Nosotros ante la autoridad política, es decir el César, como señala el texto debemos obediencia en aquello que es justo, en aquello que es bueno, pero tenemos la obligación como ciudadanos del Cielo de señalar a la autoridad política cuando se descarría en su camino de servir a Dios nuestro Señor, porque el César no puede meterse en lo que es de Dios, no puede atribuirse poderes que nadie le da. Precisamente el papa Benedicto XVI ya hace un tiempo había dicho que el pecado de nuestros  días es oponerse a Dios creador. En efecto,   el ser humano apañado por las autoridades políticas de los estados, da rienda suelta a la manipulación genética, al aborto, a la eutanasia, al cambio de sexo y a cuanta cosa es contraria a  la voluntad de Dios, de manera que así como nosotros no nos podemos atribuir funciones que no nos corresponden como iglesia o como religión, tampoco el estado puede meterse en querer regir sobre aquellas cosas que no le incumben queriendo imponer ideologías totalitarias que sostienen  el  pensamiento único que distorsiona  lo que es la vida humana o la educación y otras verdades.
La respuesta del Señor es correctísima, debemos dar a la autoridad política el respeto que corresponde y el  apoyo en aquello que sea bueno y justo, pero no podemos someternos al capricho de los gobernantes de turno que quieren muchas veces meterse en la vida de los seres humanos e incluso manipular lo religioso y querer someterlo a través de eso, tampoco la iglesia o la religión tienen que ser complacientes con la autoridad política, o ser políticamente correctas para no quedar mal o para no tener problemas. La ciudad de Dios siempre va a tener problemas y si uno quiere “dialogar” con aquellos que no les interesa  buscar la verdad, corremos el riesgo  de perder la libertad y la independencia que Dios nos ha dado.
Algunos afirman “yo no me voy a meter en política porque es algo sucio” y así vamos, el cristiano que siente vocación política, tiene que inmiscuirse en la política, no en la partidocracia que es otra historia, sino en ese deseo de servir a la comunidad permanentemente y hacer todo lo posible para servir a la sociedad civil y al mismo tiempo a la sociedad cristiana, defendiendo los valores que enaltecen a la persona humana. Se podrá decir  también que “un político por más católico que sea, no va a tener éxito en su desempeño porque cuando quiera enseñar lo bueno, no lo van a escuchar”. No importa, recuerden al profeta Ezequiel (Ez. 2, 5), que se desalentaba porque no era escuchado y  Dios le dice “sea que te escuchen, sea que no te escuchen sabrán que hay un profeta en Israel”. O sea,  debemos hacer todo lo posible para defender lo que es bueno y noble, y aunque no lo tenga en cuenta la autoridad  política, por lo menos dar testimonio con la vida, con el ejemplo y con la palabra de que no todo el mundo es igual y que hay personas que mantienen el equilibrio, el servicio al César y a Dios nuestro Señor, pero sabiendo que Dios está por encima de todo lo que existe.
Pidámosle al Señor entonces para que sepamos defender nuestros principios cuando se pretende avasallarlos, ahí estará el Señor con nosotros.
Hoy a su vez recordamos el día de la madre. Aquí tenemos la imagen de la Mater, y me parece oportuno recordarle a las madres lo que dice el apóstol San Pablo, en el texto de hoy que está dirigido a los cristianos de Tesalónica (I Tes. 1, 1-5b), y que podemos aplicarlo y sentir  sus palabras como  dirigidas a las madres: “ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas, y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme confianza”. Esta triple enseñanza que nos deja San Pablo la aplicamos a las madres cristianas ya que  han manifestado  y transmitido su fe a los hijos con obras, su amor con fatiga, y su esperanza con firme constancia. Queridas madres: sigan entonces en esta hermosa tarea que van a contar siempre con la ayuda del Señor.


Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista” de Santa Fe de la Vera Cruz, en Argentina. Homilía en el domingo XXIX “per annum”, ciclo “A”.   18  de Octubre de 2020.








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