22 de marzo de 2022

Jesús transmite con su obrar que la misericordia vence al juicio, nos cuida con paciencia y llama a la conversión cada día.

En la primera lectura proclamada hoy (Ex. 3,1-8ª.10.13-15) la liturgia cuaresmal refiere a una teofanía o manifestación divina que será crucial para la vida de Moisés y del pueblo de Israel y que acontece en el monte Horeb o montaña de Dios.
Desde la zarza ardiente Dios se manifiesta a Moisés llamándolo por su nombre el cual responde con actitud obediente “Aquí estoy”.
Al querer acercarse, Dios dice “”No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”, creándose así un clima propicio para el encuentro entre ambos.
A continuación se da a conocer como el Dios de Abrahám  y demás patriarcas, por lo que Moisés se tapa el rostro porque tiene miedo de verlo., manifestando el Señor que ha escuchado el clamor del pueblo de Israel, oprimido por los egipcios y, que ha resuelto liberarlo de la esclavitud y  conducirlo a la Tierra prometida.
Ahora bien, para esta misión de conductor del pueblo en el proceso de liberación, ha sido elegido Moisés y es enviado por Dios.
Pero, a su vez, Moisés plantea que cuando se presente al pueblo como enviado por Dios, se le preguntara cuál es su nombre, para tener así su identidad y la certeza que está con ellos.
Es allí cuando el Señor descubre su identidad:”Yo soy el que soy”, “Yo soy me envió a ustedes” deberá decir Moisés, el que “soy” me manda hablarles a ustedes y “yo soy el que soy” quiere señalar  al Faraón que debe dejar salir al pueblo, y comenzar este proceso de liberación.
En la segunda lectura de hoy, San Pablo escribiendo a los cristianos de Corinto (I Cor. 10, 1-6.10-12), retoma este pasaje del Éxodo  describiendo los pasos en el camino de la libertad, señalando  que bajo la guía de Moisés los israelitas se dirigen a la Tierra Prometida, cuidados y protegidos por la mano de Dios, que los alimenta y les da a beber agua de la roca, que es Cristo anticipado en el tiempo.
Con todo,  muchos no llegaron a la meta y quedaron tendidos en el desierto a causa de su infidelidad, porque no supieron aprovechar los dones recibidos, las promesas que se les había entregado y rompieron más de una vez la alianza con Dios, y “todo esto aconteció  para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Ángel exterminador”.
Estos dos textos bíblicos, por lo tanto, nos interpelan con un llamado concreto a la conversión para entrar a la tierra prometida  del cielo.
Pero aún antes, para vivir en unión con Cristo, mientras vivimos en este mundo, es necesaria la conversión de la cual nos habla específicamente el texto del Evangelio.
A Jesús (Lc. 13, 1-9) le preguntan sobre la culpabilidad de los galileos que habían sido asesinados por Pilato cuya sangre fue mezclada con la de las víctimas sacrificadas. Pregunta esta que se fundaba en la concepción de que las víctimas de forma violenta eran pecadoras.
Si aplicáramos esta idea hoy, se diría que los muertos de forma violenta  son más pecadores que otras personas.
Jesús deja en claro que no es así, que no piensen que los galileos eran más culpables que los demás, más aún, advierte que si no se convierten, todos terminarán de la misma manera
Lo mismo se puede decir de las dieciocho personas aplastadas por la torre de Siloé, ya que éstas no eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén, y vuelve a insistir el Señor que la falta de conversión hará que terminen todos de la misma manera
El llamado a la conversión personal es perentorio, de allí que el texto insista en la aplicación de la justicia divina por medio de la parábola de la higuera estéril, que debe ser cortada por la ausencia de frutos.
La higuera representa al pueblo de Israel, tantas veces en pecado y falto de conversión, que por tres años permanece estéril sin producir fruto algo y con la que se desperdicia tierra en mantenerla, el dueño de la viña es Dios Padre, el viñador es Jesús.
El dueño de la viña insiste en cortar la higuera inútil y estéril, aplicando así la justicia divina, pero el viñador pide un año más de paciencia durante el cual abonará la tierra y velará por su desarrollo.
Se trata aquí de presentar la misericordia divina que supera la justicia y, en la que aparece la mediación de Jesucristo sobre todo a través del misterio pascual de su muerte en cruz y resurrección.
Cada uno de nosotros es quizás una higuera que no da frutos, que acaso se van sucediendo las cuaresmas sin que nos convirtamos de corazón, tal vez el Señor quiera cortarnos de raíz, pero la mediación de Jesús Salvador retrasa la aplicación de la justicia divina y se nos otorga una nueva oportunidad que no hemos de dejar pasar.
Jesús que nos transmite con su obrar que la misericordia vence al juicio, nos cuida con paciencia y llama a la conversión cada día.
De allí que hemos de aprovechar todas las gracias que nos concede, no hemos de abusar de su misericordia y de su paciencia, porque el hecho que hayan pasado años, mucho tiempo en que hemos permanecido igual, sin que nada ocurra, no impide que acabemos de la misma manera que recuerda Jesús en el texto del Evangelio.
Queridos hermanos: cultivemos el espíritu de conversión en este tiempo de cuaresma, y humildemente descalzos, despojados de toda vanidad y suficiencia, entremos en la intimidad con Dios y le digamos: “Señor muéstrame el camino, purifícame, sáname, ayúdame a vivir de otra manera, a dejar atrás todo aquello que te disgusta o qué es incompatible con tu amistad, ayúdame a crecer en la vida de santidad, sabiendo que con tu gracia podré lograrlo.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector  de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el 3er domingo de Cuaresma, ciclo “C”, 20 de marzo de 2022. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-





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