22 de mayo de 2023

Nuestra humanidad está ya con Dios por medio de Jesucristo, anticipándose así lo que se nos ha prometido, la resurrección gloriosa final.

 

En su primer libro, esto es, en el tercer evangelio, Lucas describe la persona y obra de Jesús desde el comienzo hasta su Ascensión al cielo, haciendo hincapié en este texto en los últimos momentos del Señor.

En efecto, recuerda la pasión, la muerte y la resurrección del Señor, cómo se apareció muchas veces a sus discípulos, dejándole instrucciones acerca de cómo continuar su obra en este mundo, y refiriéndose al acontecimiento de la Ascensión al cielo, cuando reunidos los once apóstoles en Galilea tal como se les había indicado, retorna con su humanidad junto al Padre.

Es interesante observar cómo se quedan todos impresionados con este hecho mirando hacia el cielo, pero es en ese momento que dos hombres vestidos de blanco, dos ángeles enviados por Dios, afirman que tal como se ha ido, Jesús volverá, por lo que deben dejar de mirar a lo alto.

¿Qué han de hacer?  Salir a misionar, a predicar, tienen que continuar con la obra del Señor, y así en el texto del evangelio (Mt. 28, 16-20) Jesús dirá que han de dirigirse a todo el mundo haciendo nuevos discípulos, bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñando a todos a cumplir lo que Él ha mandado, prometiendo permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos.

En síntesis, la obra del Señor ha de continuar a través de ellos, es decir, por medio de la Iglesia y, esa misión no estará concluida hasta que no se haya extendido por todo el mundo el Evangelio, la buena noticia de la salvación.

Por eso, es muy importante tomar el compromiso que de alguna manera Jesús nos pide asumamos después de su Ascensión al cielo.

Ahora bien, ¿qué hace Jesús en el cielo? Encontramos una descripción sencilla en la segunda lectura (Ef. 1, 17-23). San Pablo desea a estos cristianos que Dios los ilumine y les dé la sabiduría necesaria, - que también hemos de pedir nosotros- para entender lo que ha significado la presencia del Hijo de Dios hecho hombre entre nosotros, de manera de valorar la esperanza a la que hemos sido llamados.

Y entonces para que no quede duda alguna, señala el apóstol que Jesús está junto al Padre, ha ascendido a los cielos y está allí sentado a su derecha, una expresión muy típica de la Sagrada Escritura que indica justamente la cercanía con Dios Padre y el Espíritu Santo, constituyendo la Santísima Trinidad con ellos.

Pero es aquí que hay un dato muy importante. Está presente Jesús. ¿Qué significa que está presente Jesús? Que no solamente está el Hijo de Dios, sino que está el Hijo de Dios hecho hombre.

Nuestra humanidad está ya con Dios por medio de Jesucristo. Una humanidad gloriosa. Se anticipa ya lo que se nos ha prometido a nosotros, la resurrección final, la resurrección de los muertos.

Si bien cuando morimos se produce la separación del alma y del cuerpo, al fin de los tiempos todos resucitaremos, y lo haremos con un cuerpo glorificado, un cuerpo distinto.

Santo Tomás en la Suma Teológica, por ejemplo, describe las cualidades de un cuerpo resucitado, partiendo incluso del cuerpo resucitado de Jesús, de manera que nosotros aquí, desde la fe, de alguna manera tendemos a esa vida eterna que se nos promete, por medio del deseo de eterna juventud que tenemos a pesar del envejecimiento, respondiendo a la certeza de que nuestros cuerpos serán transformados, glorificados.

Y eso hace que el ser humano, desde la fe, tienda a ese encuentro definitivo con Dios. A su vez, Jesús promete estar con nosotros hasta el fin del mundo, hasta el fin de los tiempos. No solamente a través de la Eucaristía, de los sacramentos, sino que está presente en su Iglesia.

A su vez, San Pablo afirma en la carta a los efesios que Cristo es la Cabeza del Cuerpo Místico que es la Iglesia, explicando qué significa esto (I Cor.12).

En efecto, San Pablo expone (I Cor. 12,12-27) que, así como en un cuerpo hay muchos miembros y cada uno tiene una finalidad para el bien de todos, la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, está compuesta de muchos miembros y, cada uno tiene una misión necesaria que no la podemos dejar de lado, de modo que, así como la mano no puede decir al pie no te necesito, ni el pie a la mano lo mismo, en el Cuerpo Místico que es la Iglesia nadie puede decirle a otro que no lo necesita.

Incluso, aunque el prójimo esté alejado de Dios por el pecado y le falte la caridad, sigue formando parte de la Iglesia y, a esa persona tenemos que llevarle también el mensaje de salvación que nos dejó Jesucristo, ya que como Iglesia estamos llamados a la misión.

Por lo tanto, hay un encuentro necesario con el mundo, en el cual estamos insertos, para hacer presente a Jesús.

Es cierto que Jesús les deja el mandato a los apóstoles de ir y bautizar dando testimonio, pero la Iglesia no está formada únicamente por los apóstoles, por sus sucesores, o sea, por la jerarquía de la Iglesia, el papa, los obispos, sacerdotes, sino por todos los bautizados, porque es el bautismo el que nos incorpora al cuerpo Místico que es la iglesia.

Atentos a ello, se pueden dar dos dificultades o dos errores en nosotros, sin darnos cuenta. El quedar como los discípulos mirando al cielo, y por lo tanto toda la preocupación pasa por lo espiritual, lo místico, prescindiendo totalmente de lo demás, olvidando que lo espiritual y lo místico debe estar encarnado, o sea, tenemos que estar con los pies en la tierra.

Pero puede darse también que el creyente se quede únicamente con lo terrenal, dejando fluir la vida, pensando que algún día le tocará llegar o no al encuentro de Dios, ocupándose solamente de sí mismo.

Por eso la necesidad de incorporar esta realidad, la mirada al cielo, para no olvidarnos que ya estamos presentes con Jesús y, la mirada en la tierra para darnos cuenta que tenemos que transformar las realidades temporales haciendo presente a Jesús, teniendo esa pasión para que la mayor parte del mundo, las personas, puedan encontrarse con Jesús.

No puedo quedarme tranquilo en paz, sabiendo que hay alguien en la familia, o en un grupo de amigos, o en el trabajo, que no acepta a Jesús.

Es en las realidades temporales donde debemos dar testimonio de vida, que puede ser con la palabra, si es posible que ésta sea aceptada o escuchada al menos, o la otra posibilidad, si sabemos que no nos van a escuchar, llevando una vida acorde con la fe que hemos recibido.

Queridos hermanos, esta existencia de resucitados y de aquellos que han ascendido con Cristo debe prolongarse a través del tiempo. Y así estamos de alguna manera entre el cielo y la tierra, viviendo acá, pero añorando lo que todavía no se ha dado en nuestra existencia.

 

 

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño en Santa Fe, Argentina. Homilía en la Ascensión del Señor. Ciclo A. 21 de mayo de 2023

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