7 de agosto de 2023

El Señor reina, altísimo por encima de toda la tierra (Ps. 96)

 El misterio de la Transfiguración del Señor lo contemplamos siempre el segundo domingo de cuaresma y, a partir de este hecho, de esta manifestación especial de la divinidad de Jesús, sabemos que  quería preparar el corazón de los discípulos para  afrontar los momentos de su pasión, sin sobresaltos, sin desanimarse, asegurando de ese modo, que de la muerte del Señor, luego se seguiría su resurrección gloriosa, y se confirmaría  la promesa de la propia de cada persona.

A esta fiesta litúrgica que se celebra cada 6 de agosto y que estamos actualizando,  se le quiere dar no solamente ese toque que se contempla en el tiempo de cuaresma, sino descubrir su sentido  escatológico, es decir, de un acontecimiento al fin de los tiempos. ¿Qué nos dice la Sagrada Escritura? La primera lectura es del libro del profeta Daniel (7,9-10.13-14). Este libro contiene una autobiografía del profeta seguida de algunas visiones proféticas de carácter apocalíptico,  en las que manifiesta cómo los reinos, los poderes de este mundo, se desploman uno tras otro.
Ante la caída de estos reinos, por medio de una visión que tiene, el profeta contempla a un anciano que resplandece transfigurado, que refiere a Dios Padre por cierto, que se sienta en un trono,  al cual millares  le rinden culto de adoración, y a su vez, un tribunal se sienta en sus tronos debidamente preparados.
A continuación, el profeta continúa describiendo  la visión nocturna diciendo que "vi que venia sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el anciano .....y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino no será destruido". 
Esta entronización  de un hijo de hombre se refiere a Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre en el seno de María, a quien se lo reviste de poder sobre todo lo creado y cuyo reino no será destruido.
Ciertamente con esto el profeta nos colma de esperanza y de confianza ante un mundo que cada vez cree menos en Dios.
En efecto, la humanidad dobla su rodilla ante los poderosos de este mundo y ante los ídolos que existen en la sociedad, por lo que es bueno recordarle que todo eso desaparecerá y que sólo quedará precisamente el reinado de Jesús a quien se le ha dado todo poder sobre el cielo, sobre la tierra sobre toda criatura.
Precisamente el texto del evangelio (Mt. 17, 1-9) que describe la Transfiguración,  confirma lo que ya anunciaba el profeta Daniel, es decir, la soberanía de Cristo sobre todo lo que existe, la cual no es  empañada por la pasión y muerte en cruz, porque la resurrección no sólo habla del triunfo final  de Cristo como Señor absoluto, sino también del nuestro, si permanecemos unidos a Él.
Ahora bien, ¿cómo sabemos que sucedió esto de la Transfiguración en el monte Tabor? porque no solamente están los textos en los evangelios sinópticos, sino que en la segunda carta de San Pedro (1,16-19), él dice que fue testigo del momento en que se manifestó la gloria del Señor Jesús, junto  a Santiago y Juan, y  que así como ellos fueron preparados en su corazón para poder soportar  la pasión y muerte del Señor, también nosotros hemos de tener esa confianza de superar los males de este mundo sabiendo del triunfo de Jesús.
¿Qué pasó en el monte Tabor?  Jesús les manifestó la divinidad como si se hubiera despojado de la humanidad y dejara resplandecer únicamente la divinidad, y es tal el gozo que viven, que Pedro dice voy a hacer tres carpas una para ti, otra para Moisés y otra para Elías que aparecen allí conversando con Jesús.
Pero no tuvo tiempo de hacer eso, Marcos y Lucas dicen que Jesús le dijo no sabes lo que decís, acá  el texto de Mateo no lo señala.
Ahora bien, ¿por qué no sabe Pedro lo que dice?  porque no se puede poner al mismo nivel Moisés, Jesús y Elías, ya que Jesús está por encima de los demás. 
En efecto, la presencia de Moisés recuerda que Jesús es la plenitud de la ley y, la de Elías, que en  Jesús se cumple lo que los profetas habían anunciado a lo largo de los siglos.
Y en ese momento  se muestra la gloria del Señor, o sea, ese poder que le ha sido dado sobre todo lo creado, ante lo cual los discípulos  se arrodillan atemorizados delante del Señor, quien los levanta y les dice no hablen de esto hasta después de la resurrección.
Ahora bien, esta manifestación de la divinidad de Cristo tiene su confirmación porque se escucha la voz del Padre, como lo recuerda también San Pedro, que dice, "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
Así como en el Antiguo Testamento había que escuchar a Moisés y cumplir con la ley de Dios, en el Nuevo Testamento hay que escuchar al nuevo Moisés que es Cristo y seguir la nueva ley, la ley del Espíritu que Él viene a dejarnos.
Por lo tanto, hasta el fin de los tiempos, hasta que el Señor venga por segunda vez y aparezca con todo su poder sobre todos los poderes de este mundo, tenemos que escuchar la voz de Jesús y seguirla, llevar a la práctica lo que nos enseña continuamente.
Nosotros escuchamos muchas veces las voces de esta sociedad que  aturden, distraen, o hacen caer en ambigüedades religiosas, por eso hemos de  escuchar a Jesús, Él es el revestido de poder y gloria que vino a salvarnos con su muerte y resurrección y que viene ahora permanentemente para conducirnos y guiarnos a la Patria Celestial.
Pidamos su iluminación por la fe, para que nunca dejemos de esperar y obrar según la caridad,  para caminar por este mundo con la certeza de que escuchándolo a Él seremos también nosotros constituidos como hijos predilectos del Padre


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en la Fiesta Litúrgica de la Transfiguración del Señor. Ciclo A. 06 de agosto de 2023


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