13 de mayo de 2024

Por la Ascensión del Señor, la naturaleza humana está junto al Padre en la gloria, de la que en esperanza queremos participar.

 






Estamos celebrando esta hermosa fiesta de la Ascensión del Señor, misterio de fe que deja muchas enseñanzas. Por un lado, celebramos el triunfo de Cristo, ya que no solamente ha resucitado de entre los muertos, sino que ahora retorna junto al Padre. A su vez, está sentado a su derecha, recuerda san Pablo (Ef.1, 17-23), indicando así la cercanía  con Aquel que lo ha enviado a este mundo para salvar al hombre. Es el triunfo de Cristo porque todas las cosas han sido puestas bajo sus pies ya que el Padre "lo constituyó , por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la plenitud de aquel  que llena completamente todas las cosas".
Ha sido una victoria sobre el pecado y la muerte eterna, sobre el espíritu del mal, que ya no tiene poder sobre el hombre a no ser que se lo demos, sabiendo que contamos siempre con la gracia de Dios para resistir sus embates permanentes.
Esta Ascensión del Señor también permite vivir con la certeza que la naturaleza humana está ya con Dios en la gloria, anticipando así nuestra meta final futura si somos fieles a Dios.
De allí el asombro de los ángeles, por la ascensión de la humanidad por medio del Hijo de Dios encarnado, siendo engrandecido de esta manera el ser humano.
Por eso es que el espíritu del mal nos odia tanto, no soporta que el hombre, por naturaleza criatura inferior a la angélica, pueda tener ya esa primacía junto a Dios, llegando a la gloria del cielo. 
Meta, por supuesto, que se alcanza, en la medida en que seguimos los pasos de Cristo, escuchamos su palabra y vivimos según la voluntad de Dios. 
En efecto, ya tenemos la esperanza, como enseña el apóstol san Pablo (Ef. 1,17-23), de conocer al Padre,  en esperanza porque sabemos que si somos dignos podemos participar del infinito tesoro de gracia que Dios nos ofrece a cada uno, por el hecho de haber sido redimidos, salvados y por lo tanto también enaltecidos. 
Porque como el mismo Pablo dice en la carta a los Efesios, en otro lugar, hemos sido creados para la gloria del Padre, siendo  la ascensión de Jesús  un anticipo. Es como decirnos, este es un hecho. No  duden más, no se pregunten más si eso será posible, es una realidad. 
Todo depende del hombre, no de Dios, porque Él cumple su promesa, depende de cada uno de nosotros, de nuestra respuesta, de nuestro amor al Señor, de nuestro deseo de participar de la gloria eterna. 
Pero al mismo tiempo Jesús no se separa de nosotros, sigue presente en medio nuestro, por lo que cuando Jesús nota que los apóstoles están tristes porque Él anuncia que se va, dice, no se pongan tristes, si no me voy, no vendrá el Espíritu. 
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, enviado por el Padre y el Hijo para continuar la obra de Jesús aquí en la tierra, por la santificación de las personas, obrando en el corazón de cada uno de nosotros. 
La ascensión  de Jesús, entonces, asegura que lo prometido es algo real, no un invento, no una ficción, y que siendo fieles estamos seguros de llegar a la meta. Pero también se nos enseña que tenemos que continuar la obra de Jesús bajo la guía del Espíritu Santo, por eso los ángeles le dirán a los apóstoles que miran hacia el cielo contemplando la partida de Jesús, ¿qué hacen allí mirando? 
O sea, es hora de evangelizar, llevar el mensaje de Jesús por todo el mundo, encargo que también llega a nosotros en nuestros días, porque el mundo necesita ser evangelizado y cada vez más. 
Tan sumergido está el ser humano a veces en la pavada, en aquello que lo empequeñece y lo aleja de Dios, que es más urgente la necesidad de evangelizar, de llevar el mensaje de salvación, hacerlo presente Jesús; hacer presente que su camino es un camino de seriedad, de entrega, que es un camino que no está hecho para los flojos y para aquellos que piensan que solamente es necesario gozar de esta vida, sino para quienes tienen vocación de grandeza. 
Esa grandeza que se adquiere precisamente en una unión cada vez más estrecha con el Señor. Estamos invitados por lo tanto a evangelizar, a seguir la obra de Jesús, sabiendo que muchos hermanos nuestros necesitan del anuncio del Evangelio, para conocer que su vida no termina aquí, sino que han de crecer  en la esperanza de llegar algún día donde está Dios y contemplarlo cara a cara.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Ascensión del Señor. Ciclo B.  12 de mayo  de 2024.


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