28 de julio de 2025

Hemos de pedir a Dios nuestro Padre todo aquello que sea bueno para nuestra vida, sabiendo que el Señor siempre responde para nuestro bien.

 


La idea central en los textos bíblicos  de la misa de hoy es la de la oración y cuál es el modo de realizarla  con eficacia. 
En el libro del Génesis (18,20-32)  encontramos el ejemplo de Abraham haciendo de mediador entre Dios y los habitantes de Sodoma y Gomorra que han ofendido gravemente al Señor.
En efecto, Dios está dispuesto a castigar  las dos ciudades pecadoras, o sea, aplicar la justicia divina, pero Abraham, hace de mediador, tratando que en Dios prime la misericordia por encima de la justicia,  teniendo en cuenta a los justos que hay en esas dos ciudades. 
En el diálogo con Dios, Abraham regatea  hasta llegar a diez justos por lo menos para que las ciudades sean perdonadas, sin embargo,  tampoco los había, por lo que ambas son castigadas severamente. 
La justicia de Dios se realiza totalmente, pero al mismo tiempo conocemos que la oración de mediación como la de Abraham, es una forma concreta que  podemos tener en nuestra vida cotidiana, donde pedimos por los demás, es decir, por la salvación de los justos e imploramos misericordia para quienes no lo son. 
Si miramos la vida actual, podríamos encontrarnos nuevamente en la misma situación, ya que, ¿Qué ciudades existen en este mundo que no sean realmente pecadoras? ¿Cuántos justos hay en cada una de ellas? Por eso, siempre que miramos a Dios nuestro Señor, hemos de considerar siempre que su misericordia es grande para con nosotros, que el amor puede más que la aplicación de la justicia. 
La justicia, que como enseña la parábola del trigo y la cizaña, es retardada hasta el fin de los tiempos, en el momento de la cosecha. ¿Y a qué se debe esta tolerancia, podríamos decir, o paciencia de Dios?. Justamente porque su Hijo, hecho hombre, murió en la cruz por la salvación del hombre, de modo que Dios con frecuencia está dando una nueva oportunidad al ser humano para que se convierta.
Partiendo del hecho que somos hijos de Dios por el sacramento del bautismo, como lo acabamos de escuchar en la carta a los Colosenses (2,12-14), porque  la muerte y resurrección de Jesús fueron aplicadas a nosotros muriendo al pecado y resucitando a una vida nueva, es que  podemos decirle a Dios, Padre, como enseña Jesús en el texto del Evangelio (Lc.11,1-13).
La invocación Padre, glorificado sea tu nombre, santificado sea tu nombre, hace poner en la oración el acento en el Padre del Cielo, en aquel al que pedimos que perdone nuestros pecados como perdonamos a los demás, que no falte el pan de cada día, ya  material o espiritual, que no nos deje caer en la tentación, en fin, todo aquello que permite el crecimiento espiritual del que ora confiadamente. 
El Padre entonces vela por nosotros y al cual invocamos permanentemente, siendo el Padre nuestro la oración principal por medio de la cual invocamos a Dios, pero también Jesús insiste: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, golpeen y se les abrirá.
O sea, hemos de vivir siempre en este espíritu de confianza en el Señor y elevarle a Él las súplicas esperando ser escuchados.
Por otra parte, el mismo Jesús expresa la razón por la que somos escuchados, señalando que si los seres humanos siendo malos dan cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del Cielo  dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan. 
Por eso hemos de pedir a Dios nuestro Padre todo aquello que sea bueno para nuestra vida, sabiendo que el Señor siempre responde. 
Con todo, conviene recordar como señala san Agustín,  que si a veces la oración no tiene respuesta aparente, es porque somos malos, y por lo tanto la oración no llega a Dios como la de Caín, o pedimos lo malo, aquello que para nosotros es algo necesario pero para Dios no, o lo pedimos de mala manera, con prepotencia, como si Dios tuviera siempre la obligación de responder a nuestros pedidos. 
De allí la importancia de tener siempre esa actitud de humildad, de sencillez, como la tuvo Abraham, como la tuvieron los santos a lo largo de su vida, reconociendo la grandeza de aquel a quien se dirigen las súplicas y por lo tanto sujetos a la voluntad del Creador. 
¡Señor, si quieres concédeme esto que necesito y si no hazme ver por qué no me lo das! 
Hermanos: Pidamos la gracia de lo alto para mantenernos siempre fieles al Señor.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVII "per annum". 27 de julio de 2025. 

21 de julio de 2025

"Marta, Marta, te agitas por muchas cosas, y sin embargo una sola cosa es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada"

  


Acabamos de proclamar en el libro del Génesis (18, 1-10) que "El Señor se apareció a Abraham junto al encinar de Mamrè....." pero "Al alzar los ojos, divisó a tres hombres que estaban parados cerca de él". Según algunos estudiosos de la sagrada escritura  esos tres hombres refieren a la presencia trinitaria de Dios. 
Ahora bien, esta presencia divina-humana delante de Abraham suscita en él el poner en práctica la hospitalidad por lo que se preocupa por estos tres hombres que llegan allí en el momento más caluroso del día. Los refugia debajo del árbol, les  dará de comer y  beber, y sólo  quedará tranquilo cuando ellos satisfacen sus necesidades y se disponen  a seguir su camino.
De este modo aparece con toda claridad ese deseo de hospedar no solamente al prójimo sino en este caso sin que a lo mejor se lo imagine totalmente, hospedar al mismo Dios, quiere estar con él y se le promete como premio a todo este recibimiento que dentro de un año Sara tendrá un hijo, cumpliéndose así la promesa en ese hijo de una futura gran descendencia.
Si tomamos el texto del Evangelio (Lc. 10,38-42) encontramos a personas que reciben en su casa a Dios, en este caso a Jesús, porque el lugar donde vivían Marta,  María y Lázaro -esta vez ausente-, lo albergaba con frecuencia, por la amistad entre ellos.
Según algunos, dicen que la preocupación de Marta era porque Jesús estaba con sus discípulos, con la gente que lo acompañaba y por lo tanto había mucho trabajo, sin embargo el texto bíblico no dice nada de eso, cosa rara, porque cuando está presente el Señor con alguno de sus discípulos los evangelistas suelen puntualizar que llegó el Señor y con él lo acompañaba Santiago, Pedro y Juan por ejemplo.
De todos modos la figura de María resalta como alguien que se pone a los pies de Jesús a escucharlo, dejando descansar su espíritu; a su vez,  podemos imaginarnos a Marta corriendo de un lado para el otro acomodando todo, preparando la comida, hasta que llega un momento que se planta delante de Jesús y le dice: por favor dile a mi hermana que me ayude en lugar de estar allí sentada sin hacer nada.
Pero Jesús, con su respuesta, le deja una enseñanza hermosísima: "Marta, Marta te inquietas y te agitas por muchísimas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o màs bien una sola es necesaria. María eligió  la mejor parte, que no le será quitada".
María ha elegido aquello que es lo único importante, escuchar al Señor, ejercer la hospitalidad con Él, dejando que  entre en nuestro corazón, que no sea un invitado de piedra en nuestra casa, sino que realmente encuentre cobijo en cada uno.
Jesús no está condenando la actividad de Marta, sino que plantea una jerarquía de valores, que  lo más importante es la contemplación, el encuentro con el Señor, la búsqueda de su palabra, tratar que  esté presente en nuestras vidas, que es lo que más  cuesta a cada uno.
Como Marta, también estamos enloquecidos todos los días ocupándonos de los quehaceres, de las obligaciones, de las responsabilidades que tenemos, que en sí mismo no está mal, pero no pocas veces dejamos de lado, descuidamos aquel tiempo, aquel espacio sereno en el cual nos encontramos con el Señor, y  esto también repercute en nuestra relación con el prójimo.
Estamos atareados con tantas cosas que muchas veces no atendemos al prójimo que está al lado nuestro, al hijo pequeño que necesita un tiempo para compartir con él los juegos, o aquella persona que tiene problemas, a la que yo puedo acercarme y ayudarle.
O sea, fácilmente uno cae en la sola preocupación por lo que le toca, por lo que le corresponde, dejando de lado a los demás y, Jesús nos está invitando a hacer una síntesis entre lo que es la vida activa y la vida contemplativa.
San Ignacio de Loyola autor de los ejercicios espirituales, enseña que hemos de  ser contemplativos en la acción, o sea, que en el medio del trajinar de las preocupaciones diarias hagamos todo sabiendo que el Señor nos está mirando, protege y quiere entrar a formar parte de nuestra vida, de nuestras preocupaciones y angustias, de todo aquello que para nosotros es importante.
San Agustín decía que la vida activa es propia de la existencia en este mundo y, la vida contemplativa por excelencia será si llegamos con la gracia de Dios a la vida eterna, de manera que tenemos que ir ya preparando nuestro corazón, no permitiendo que las actividades copen todo nuestro día y todo nuestro ser y nos olvidemos de lo que es la contemplación, el encuentro personal con quien es nuestra vida.
Todos estamos llamados a la vida contemplativa según nuestras diferentes obligaciones, y así,  por ejemplo, los que estamos más llamados en razón del sacerdocio, nos desgastamos en mil actividades, y perdemos de vista que lo que debe dar sentido a ese trabajo apostólico diario es  descansar a los pies del Señor por la oración asidua y perseverante.
Hermanos: pidámosle a Dios que se abra nuestro corazón para darle cobijo a Jesús que quiere estar en nuestra existencia como lo hizo por ejemplo el apóstol San Pablo (Col. 1,24-28) al cual hemos escuchado en la segunda lectura que imbuido precisamente del Espíritu de Jesús incansablemente evangelizaba, pero partiendo de una experiencia personal, no solamente había recibido la palabra que debía transmitir sino que había recibido también a Cristo que se había hecho presente en su vida en su corazón en sus pensamientos por eso el mismo San Pablo dirá "no soy yo el que vive sino que es Cristo quien vive en mí" (Gàl. 2,20).

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVI "per annum". 20 de julio de 2025. 

14 de julio de 2025

Teniendo nuestra mirada puesta en la vida eterna, comprendamos que cada uno debe comportarse como prójimo del abatido y abandonado.

 
El apóstol San Pablo, escribiendo a los cristianos de Colosas (1,15-20), comparte esta hermosa descripción sobre  quién es Jesús:  "Cristo Jesús es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación" ya que en Él y para Él fueron creadas todas las cosas visibles e invisibles y resalta que la existencia del Señor es anterior a toda creatura, subsistiendo todo en su Persona, siendo Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia, y ha reconciliado al mundo con el Padre. 
Cristo nuestro Señor en definitiva es el más importante que aún puede ser presentado a cada uno, ya que es en su misterio donde comprendemos  nuestra misión en este mundo. 
Mirándolo a Cristo podemos conocer cómo ha de ser nuestro modo de obrar en este mundo, de manera que todo, tiene su íntima relación y referencia con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. 
Con esta perspectiva de la grandeza del Señor hemos de mirar el texto del Evangelio  (Lc. 10,25-37), porque aquí Jesús,  a raíz de su grandeza, que está por encima de todo, que es cabeza de la Iglesia de la cual formamos parte nosotros, es que Él se presenta como modelo perfecto de samaritano, que acude a cada uno y  rescata de la esclavitud del pecado,  cura nuestras miserias, carga con nuestras necesidades y se preocupa para que nuevamente saneados interiormente podamos dar culto a Dios nuestro Señor.
Precisamente el amor a Dios sobre todas las cosas es algo que podemos captar como impreso en nuestro corazón, como recuerda el libro del Deuteronomio (30,10-14), y a su vez, entendemos que ese amor a Dios y al prójimo van juntos, según el texto del Evangelio, descubriendo que Jesús deja una enseñanza hermosísima sobre ello.
Y así, el doctor de la ley, para justificar su intervención, pregunta ¿Quién es mi prójimo?. Él lo sabe perfectamente,  conoce el Deuteronomio y el Levítico, pero pregunta igual para justificar su intervención, y Jesús deja una enseñanza novedosa, y es  que cada uno debe comportarse como prójimo del abatido y abandonado.
De manera que no tenemos que mirar alrededor nuestro y decidir quién es mi prójimo o quién no lo es, o ir descubriéndolo, sino que tenemos que tener esa actitud de buscar siempre ser próximos, prójimos de aquel que lo necesita. 
En la vida muchas veces pasamos de largo ante las necesidades de los demás, como el sacerdote o como el levita. Muchas veces el cristiano, pasa de largo y deja en el camino al que está herido, al que ha sido despojado de todo, al que está medio muerto, cuando la invitación es acercarnos, sentir compasión como sintió este samaritano, figura que Jesús elige especialmente  porque éstos y los judíos, estaban enemistados,  de manera que quiere enseñar   que aún del enemigo debemos sentirnos próximos, cercanos, dispuestos a movernos compasivamente y salir en su ayuda.
¿Cuántos necesitan una palabra de aliento? ¿Cuántos necesitan una visita? ¿Cuántos necesitan algún consejo para salir de su pecado? ¿Cuántos se encuentran desesperados, angustiados por algún problema y necesitan que los acompañemos? ¿Cuántos necesitan ir por esta vida apoyándose en otros que entiendan sus necesidades, sus tribulaciones y angustias? Por eso Jesús es el primero y, como samaritano viene a nuestro encuentro. 
Por lo tanto, de su grandeza que describe San Pablo de Cristo, pasamos a su figura de samaritano, que con sencillez, con humildad, con pequeñez, se acerca a consolar a los hombres porque todos somos hermanos suyos, hijos del mismo Padre. 
Pidamos su gracia para que en el camino de la vida no pasemos de largo ante aquellos que nos necesitan, sino que conmovidos, busquemos siempre dar consuelo, cariño y compañía, comprendiendo que en esta actitud se juega el conseguir o no la vida eterna.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XV "per annum". 13 de julio de 2025. 

8 de julio de 2025

En la misión nos ha de guiar no solo el amor a Cristo, sino también al prójimo, buscando que Él se haga presente en alguien a quien creíamos que estaba perdido definitivamente.

Además de los doce apóstoles, Jesús elige a 72 discípulos, posiblemente de entre la gente que lo siguen fielmente y los envía a evangelizar para que sean muchos los que alcancen a conocerlo.
Los envía a los lugares a los que Él pensaba recorrer posteriormente,  han de preparar el corazón de los que viven en esos lugares para que pueda ser una realidad el que reciban el Reino de Dios. 
Pero les advierte con vehemencia que irán a cada lugar como ovejas en medio de lobos, porque serán maltratados o no los van a recibir. 
San Pablo escribiendo a los Gálatas, dirá que él está crucificado para el mundo y el mundo está crucificado para él, siendo esto  muy importante en la vida del que evangeliza, ya que estar crucificado para el mundo, significa no vivir pendiente de lo mundano y, a su vez, no permitir que los criterios del mundo le invadan el corazón y le indiquen qué es lo que tiene que hacer en medio de la misión. 
El que evangeliza debe escuchar la voz del Señor, lo que indica,  estar crucificado a lo que pueda apartarlo de su misión, sabiendo que  la fuerza está en Él, no en las tácticas pastorales que conocemos, sino en la fuerza del Evangelio, en la Palabra misma de Dios. 
Por otra parte Jesús indica que vayan de dos en dos porque  en la antigüedad tenía peso el testimonio de dos personas, de manera que sean dos los que evangelicen y den testimonio de que Cristo es el Hijo de Dios vivo, sin ir de casa en casa, eligiendo dónde los pueden recibir mejor, sin especular si es difícil o fácil que los atiendan, sino ir realmente y desear la paz al lugar donde vayan y que si esa paz es merecida, quede con los habitantes de esa casa. 
Y si no son recibidos en una ciudad, en una casa, o en un lugar, adviertan de todos modos que el reino de Dios está cerca, vayan a otro lugar, sacudiendo el polvo adherido en el calzado como señal que indique que cada uno es responsable de aceptar o no la Palabra del Señor, de aceptar o no la vida de Jesús en sus vidas, pero que esto tendrá como consecuencia el ser juzgados con mayor exigencia.  
Rechazos vamos a recibir muchas veces, pero eso no debe acobardarnos en lo que es este camino evangelizador, del cual  habla e invita el Papa León XIV. Hay que evangelizar,  llegar al corazón de las personas alejadas que cada vez son màs y mostrarles el Evangelio,  porque la cosecha es abundante y faltan evangelizadores.
La recepción del evangelio y la adhesión a la persona de Jesús, es la condición para que el demonio se bata en retirada, por eso dirá Jesús que  he visto caer de las alturas al espíritu del mal. 
Y esto es así, porque cuando un alma se entrega a Cristo, al Evangelio, a su Palabra, cambia de vida, y trata de ser alguien convertido, el demonio no tiene nada que hacer en la existencia de esa persona, o de esa familia, o de esa comunidad. 
A su vez, hemos de evangelizar, con alegría, manifestando que vivimos esa felicidad plena propia del compromiso evangélico.
A veces los cristianos no convencemos porque aparecemos delante de la gente con cara de dolor de barriga, por lo que evidentemente el Evangelio no resulta atractivo. 
Hemos de transmitir la alegría que significa estar en unión con Jesús, nuestro Señor, que en la misión nos mueva realmente no solo el amor a Cristo, sino también al prójimo, sin que olvidemos que el acto de amor más pleno es cuando se busca la conversión de alguien que vive en el pecado, cuando buscamos que Cristo se haga presente en alguien a quien creíamos que estaba perdido definitivamente. 
En efecto, no hay que perder nunca la esperanza de llegar al corazón del hombre, porque Cristo nos envía y  se encarga de mover los corazones y los espíritus para que haya una respuesta positiva a su Palabra, a su vida, a su enseñanza.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XIV "per annum". 06 de julio de 2025.